Es 1999. París está en paz. Ladybug y Chat Noir han detenido al Alquimista de una vez por todas. Y para deshacer la maldición del gato, la catarina decide darle un beso. Bridgette y Félix descubren quienes son bajo la máscara. Y es cuando todo el mundo parece colapsar sobre sí mismo. ¡GRACIAS POR LEER!
DISCLAIMER: Los personajes son propiedad de Thomas Astruc, Zag Toons y quienes hayan comprado las respectivas licencias. No estoy ganando dinero con esta historia, sin mencionar que no tengo ni donde caerme muerta: si me demandan, no van a sacar nada.
ADVERTENCIAS
La plaga todavía no ha sido purgada de estas tierras. Cuídense y cuiden de otros. Mantengan la distancia, lávense las manos y a resistir como mejor podamos.
Puede haber spoilers de la cuarta temporada.
"CONOCERSE DE NUEVO"
APERTURA: El problema del Y2K
Calles de París, Francia.
Sábado 14 de agosto del año 1999. 14:32 hrs.
¿Cómo es que todo se había tornado tan angustiante en menos de un segundo? Agotada, Bridgette Cheng se detuvo frente al cruce de peatones de aquella calle, con el corazón dándole botes en el pecho. La ansiedad se la comía viva y sinceramente no sabía qué hacer. Se fijó en la luz peatonal… todavía estaba en rojo, la gente que la rodeaba no le prestaba mayor atención, la vida seguía normal para todos ellos, pero ella… ¡ELLA! Estaba que se moría de un patatús en ese mismo lugar. Tenía ganas de llorar a viva voz, de gritar, de arrancarse los cabellos, y sobre todo… de huir. ¡Lo más lejos que pudiera!
¡Vaya! ¿Quién iba a pensar que sería ella la que huyera de Félix Agreste y no al revés?
—No entiendo… ¡¿Cómo no me di cuenta?! ¡¿Cómo?!
Las neuronas de Bridgette se exprimían por cuenta propia, tanto que hasta le llegaba a doler el corazón. Estaba al borde de un ataque de pánico y ya no quería pensar más. Volvió a mirar la luz… seguía en rojo. ¿Por qué no solo cruzaba la calle y ya? ¿Acaso la luz se había quedado pegada? ¡Llevaba una pequeña eternidad esperando que cambiara a verde! Temerosa, miró hacia atrás…
Félix estaba allí, a unos 15 metros, pálido del susto, expectante y ansioso, como esperando que fuera ella la que diera alguna señal de que podía acercarse más. ¡Sí la había seguido! ¡La Había Seguido! Estaba ahí… Su porte elegante, su presencia tan fuerte y en apariencia lejana, pero en esa mirada, en sus ojos celestes…
… por fin reconoció a Chat Noir.
—¡¿POR QUÉ NO ME DI CUENTA?! —se gritó a sí misma en su mente— ¡¿CÓMO NO LO NOTÉ ANTES?!
Y la vida sin embargo seguía. París estaba en calma, en paz, como los ciudadanos que la rodeaban, quienes ignoraban a la pareja, inmersos en sus propios problemas.
—Solo fue un beso… —se dijo Bridgette a sí misma— era para deshacer su maldición… ¡Nada más! Nunca creí que Chat Noir fuera… Félix.
Bridgette se llevó la mano al corazón, tratando de calmarlo, al mismo tiempo que sentía a Tikki en su bolso haciendo notoria su presencia, con el único afán de contenerla.
París llevaba dos semanas liberada de los ataques del Alquimista. Un villano peligroso que soltaba quimeras sobre la ciudad, monstruos peligrosos que se abandonaban a toda clase de barbaridades, muy difíciles de manejar. La energía liberada en esos ataques era reunida por el villano para un fin que estuvo sin determinar por mucho tiempo. Ella, como Ladybug junto a su partenaire Chat Noir, les habían hecho frente y mantenido a raya durante los últimos cuatro años.
Hacía dos semanas por fin habían dado con el refugio del villano y con noticias devastadoras. El Alquimista no era otro que Marcel Agreste, el gerente general y fundador de una poderosa farmacéutica, quien estaba reuniendo la energía liberada de las quimeras para recuperar a su hija menor, Elise, quien algunos años antes, a los tres años había sido vaporizada accidentalmente durante un experimento alquímico que el hombre realizaba como hobbie. Marcel, ya viudo a esas alturas, no se percató que la niña lo había seguido a su laboratorio de alquimia y ocurrió la desgracia. Estaba convencido que liberando el terror sobre París y sus ciudadanos, podría reunir la energía necesaria para recrear e invertir el experimento original y así recuperar a la niña, sin importar que eso rasgara la tela del tiempo, generando toda clase de calamidades en el mundo. Por eso Ladybug y Chat Noir habían sido llamados y los héroes hicieron todo lo posible por impedir los planes del Alquimista.
No supieron el verdadero motivo del hombre sino hasta un par de semanas atrás, cuando lo detuvieron. Derrotado, ni siquiera se mostró arrepentido, por lo que Chat Noir, en una movida que la sorprendió, tocó la mente del villano y destruyó su habilidad y conocimientos de alquimia. Nunca más podría hacer uso de sus poderes. Él quiso entregarlo a la policía, que pagara por sus crímenes, pero… Ladybug se opuso: el hombre ya no era una amenaza, nadie le creería y ella siempre había restaurado la ciudad de los daños. Dejaron a un derrotado Marcel Agreste libre…
… Lo que le revolvía el corazón. Esperaba en serio no haber cometido un error, pero no tuvo corazón de entregarlo a la policía. Marcel era, después de todo, el padre de su querido Félix. ¿Cómo lo iba a mirar a la cara a sabiendas que ella era uno de los que lo habían entregado?
Ahora se explicaba por qué Chat Noir se enojó tanto con ella. ¡No! Con ella solo estaba molesto, pero con quien estaba en verdad enojado era con Marcel… su padre. Porque su Chat Noir era Félix Agreste. ¿Cómo no lo vio venir?
—¿Qué se supone que hago ahora…? —susurró para sí misma.
Con el villano derrotado, ambos héroes creyeron que debían entregar sus miraculous, pero el maestro Fu les dijo que no. Ya se sabía que había miraculous en París y eso atraería a otros villanos, por lo que la ciudad necesitaría de sus servicios en un futuro. Además, Chat Noir todavía debía deshacer la maldición que lo aquejaba a él y al miraculous de la destrucción. Eso le había quedado dando vueltas a Ladybug, quien no estaba enterada ni de casualidad que su partenaire estuviera aquejado de tal condición… hacía unas pocas horas le había preguntado el motivo.
—Necesito un beso de la buena suerte —le dijo el gato— Ya sabes ma lady, un beso de la Creación.
—¿Por qué no me habías dicho nada?
—Porque tiene que ser voluntario. ¡Con lo buena que eres seguro te habrías sentido obligada! Y eso no deshace la maldición. Además… sé que amas a otra persona.
—Oh Chaton… Yo… sí amo a otra persona, aunque esa persona me odia —Ladybug hinchó el pecho en ese momento y se le acercó con decisión— ¡Pero eres mi partenaire, mi mejor amigo! Solo a ti te confío mi vida. Y esto es por completo voluntario.
Y así la chica se empinó y le dio un breve beso en los labios, que los tomó por sorpresa a los dos. Ese simple gesto desató la magia y una miríada de colores los rodeó, al tiempo que se escuchó el estruendo como de cadenas rompiéndose en algún lugar de la realidad. Cuando los efectos especiales hubieron cesado… ambos supieron que la maldición estaba anulada por fin.
Y fue cuando Chat Noir la tomó por las mejillas y la besó, esta vez en propiedad. Un beso tan intenso y lleno de amor que Ladybug no pudo evitar abandonarse en esos brazos y en la cálida sensación de sus labios. Chat Noir la estaba besando con pasión, volcándose por entero a ella y por momentos quiso creer que era Félix quien la besaba, pero…
… ese beso no era de Félix. Tampoco era para ella, sino para Ladybug. Ella, Bridgette Cheng nunca sería besada así por el amor de su vida…
¡Oh, Félix! Mientras estuvo en el Lycée lo persiguió hasta el hartazgo, al punto que el chico llegó a detestarla. Cuando se dio cuenta de su vergonzosa actitud era demasiado tarde: él había partido a la universidad, a estudiar leyes, poniendo una distancia infranqueable entre ambos, y ella partió a estudiar diseño de interiores, pero nunca, nunca olvidó a Félix y le había dolido horrores verlo partir. Al contrario de lo que había hecho de adolescente, se juró a sí misma no volver a perseguirlo y quizás a verlo de lejos, a ver si con eso lo superaba.
Hmpf. Hela ahí, tres años después de eso y seguía tan enamorada de Félix como el primer día. Simplemente no había podido arrancárselo del corazón y el muro entre ambos llegaba hasta a doler. Solo se le había acercado en un puñado de ocasiones y siempre por fuerza mayor, lo que no evitaba que le doliera el alma. Al menos Félix había sido bastante cordial con ella y la última vez que se habían visto hasta pareció ponerse contento de verla. Aunque ella estaba convencida que el chico la odiaba.
Lo que la llevaba de vuelta a aquél beso. Pues mientras Chat Noir la besaba y le derretía con ello las rodillas con esa tremenda pasión, se imaginó a sí misma siendo besada por Félix.
¿No era eso una falta de respeto con su partenaire? Lo quería mucho, sin duda, pero no con la intensidad que él a ella. Chat Noir amaba a Ladybug, primero por el interés de romper su maldición y luego por su calidad de heroína. ¡Nadie amaba a Bridgette! No a la torpe muchacha enamorada de un imposible que no podía sacarse del pecho. ¡NO! No podía hacerle esto a Chat Noir… No podía darle ilusiones, no era capaz de corresponderle sus sentimientos cuando ella todavía no era capaz de superar a quien tenía clavado en el corazón.
Y por eso huyó, sin dar explicaciones. Corrió como si la vida se le fuera en ello hasta que se ocultó en unos callejones y lloró con tanta desesperación que su transformación se deshizo por los nervios y volvió a ser Bridgette. Tikki no sabía ni como calmarla e hizo esfuerzos, pero en ese momento… la llamaron por su nombre.
Chat Noir la había seguido. Chat Noir había visto su transformación. Al cruzar miradas con él, supo que su partenaire sabía que ella era Ladybug. En pánico se puso de pie, sin saber qué decir o hacer, tratando de encontrar alguna salida… ¿Él? Deshizo su transformación, revelando que era Félix.
Félix Agreste.
Su Chat Noir, su partenaire, era Félix Agreste. El mismo hombre del que estaba enamorada, al que había perseguido en vano, aquél que la odiaba con toda su alma (o de eso se había convencido)
Entró en pánico, y salió corriendo sin mirar atrás. Esa loca carrera la había llevado a ese cruce, tan tranquilo, tan normal y rutinario. Y por fin la gente comenzó a cruzar. Brevemente Bridgette miró el semáforo peatonal… estaba en verde, la luz había cambiado. Sin pensarlo dos veces comenzó a cruzar, a paso veloz, sin correr, sin querer escapar…
—¡BRIDGETTE!
El llamado de Félix la paralizó sobre sus pasos. Se giró sobre sí misma, solo para darse cuenta de que el universitario había avanzado hacia donde estaba ella y la miraba como suplicándole que no siguiera corriendo, que por favor se quedara, que tenían mucho de lo que hablar. Bridgette no pudo moverse, no podía seguir huyendo, ¡tenían que arreglar las cosas! Tenía que…
¡SCREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEECH!
Escuchó un alarido no lejos de ella, pero no alcanzó a ver de qué se trataba. Instantes después todo se fue a negro.
…
…
…
…
…
…
Era una oscuridad casi eterna, interrumpida por el ocasional relampagueo. No había sensaciones ni pensamientos, estaba anulada, prisionera dentro de una suerte de esfera. No distinguía ni arriba de abajo, ni derecha de izquierda y nada hacía sentido…
… excepto la sensación en sus labios… ese roce cálido y amoroso, demasiado reciente y arcano al mismo tiempo. E infló el pecho de aire, siendo esa la primera sensación de la que era consciente en quizás cuanto tiempo.
Y como llegó esa sensación, llegó la exhalación… y la inspiración, de las que fue consciente cada vez más. Y más… y más… y más…
Abrió los ojos.
Estaba a oscuras, pero podía distinguir una habitación que no era la suya. El constante sonido de un monitor la hizo consciente de sus oídos, y una abrumadora cantidad de sensaciones amenazó con asustarla. ¿Dolor? No podía decir que estaba adolorida, pero sí estaba como acalambrada, como si le hubiera pasado una estampida por encima. ¡Estaba tan débil! ¡Pero tan débil que hasta respirar se le hacía agotador!
—¿Qué me pasó…?
Apretó los ojos y los mantuvo cerrados, tratando de tomar conciencia sobre sí misma. Se tardó un poco en reencontrarse con sus manos, con sus dedos, que flexionó con debilidad. Sentía las articulaciones agarrotadas, en desuso… abrió de nuevo los ojos y miró a su alrededor, distinguiendo algunas formas entre la oscuridad en la que estaba sumida. Tras unos momentos de pánico, se controló a sí misma y tomó aire de nuevo. Era de noche, al parecer muy tarde, y todo parecía indicar que estaba en un hospital. Si eso era así, entonces debía haber algo cerca que le permitiera pedir ayuda…
—¡¿A… hay… alguien…?!
Bridgette tosió del dolor que le provocó intentar hablar. No pudo sacar la voz, como si no la hubiera usado en días. ¡Como la vez que tuvo amigdalitis! Tomó aire de nuevo… y con la mirada buscó algún timbre. Si estaba en un hospital, entonces debía haber cerca un timbre para llamar a las enfermeras. Esto no le resultó nada fácil, estando a oscuras, agarrotada y más débil que nunca. Pero lo logró. Por fin dio con el bendito botón y aunque le costó una enormidad presionarlo, probó que era más terca que nadie y no lo soltó.
Por cierto ¿Dónde estaría Tikki?
No tuvo mucho tiempo de pensar en ello, pues unos pasos que venían en su dirección la hicieron buscar puntos de referencia. Una puerta se abrió a su derecha y una figura encendió la luz. ¡Una enfermera, seguro! Esta le hirió los ojos y por instinto los cerró, pero mantuvo su rostro arrugado en una expresión de molestia.
—¿Sucede algo, belle au bois dormant? Hace tiempo que no apretabas el botón —la voz de la enfermera era cariñosa, como si la conociera de mucho tiempo, mientras revisaba los monitores, sin prestarle mucha atención— Vamos a ver qué le pasa ahora a este trasto… ¡Ya deberían cambiarlos todos!
—a… ayu… ayuda —se apresuró en carraspear, no sin dificultad. Esto detuvo en seco a la enfermera.
—¿Qué carajos…? —la enfermera dejó lo que estaba haciendo y se acercó a revisarla con cierta alarma— ¿Mademoiselle Cheng?
Bridgette, al oír su nombre, abrió los ojos como platos y fijó la mirada en la enfermera, absolutamente afligida, incapaz de hablar, agotada por el esfuerzo. La mujer exclamó de sorpresa y casi retrocedió un par de pasos, pero recordó que era una profesional y en seguida comenzó a valorarla.
—¿D… dónd… dónde…? ¿Qué… q… pas…?
—¡Mademoiselle! No hable, calma… si entiende lo que le digo, pestañee dos veces… —le indicó la enfermera, y para sorpresa de esta, Bridgette le hizo caso— ¡Mon Dieu! Mantenga la calma, está en lugar seguro. Tuvo un accidente. Soy su enfermera del turno noche, mi nombre es Bernadette Blois. ¿Entiende lo que le digo?
¡¿Un accidente?! ¿De qué estaba hablando esta mujer? Bridgette pestañeó dos veces e incluso asintió con la cabeza, demostrando que si bien estaba débil, estaba muy despierta y lúcida al mismo tiempo. La enfermera comenzó a valorarla y antes que pasara mucho tiempo otra mujer entró al cuarto.
—¡Bernadette! ¿Qué pasó con la paciente que te tardas tanto? No entiendo por qué…
—¡Madame Blanchet! ¡La paciente está consciente!
—¡¿De qué hablas, niña?! Imposible que… —una mujer mayor apareció en el campo visual de Bridgette y ni bien la vio llenó su rostro de sorpresa. A esas alturas Bridgette sentía ganas de llorar— ¡Ou La lá! Bienvenida de regreso, belle au bois dormant. Quédese tranquila, está a salvo.
—Madame… ¿Qué hacemos?
—Primero te calmas, Bernadette. Ve a llamar al residente y de paso le dices a Lucille que venga. ¡Y llama a madame Dupain–Cheng! ¡Ve, niña, por Dios!
Madame Dupain–Cheng. ¿Acaso se referían a su hermanita menor? Bueno… hacía poco se había casado con Tom. ¿Y sus tíos? Bridgette tomó una gran bocanada de aire e intentó incorporarse.
—… sed…
—Ya mismo, belle au bois dormant. —dijo la enfermera mayor— ya mismo.
El maternal gesto de la enfermera la calmó bastante. Cruzó miradas con ella, descubriendo que la mujer la miraba con muchísima emoción, como si nunca se hubiera esperado verla despierta. ¿Qué estaba pasando?
¿Y porqué insistían en llamarla belle au bois dormant?
Algún lugar de París.
En esos momentos.
SCREEEEEEEEEEEEEEEEEEECH
El horrible sonido de una frenada lo despertó de golpe. ¡Odiaba ese sonido con toda su alma! Se incorporó molesto y miró hacia la ventana, sin animarse a ver qué había pasado. No hubo choque a consecuencia de la frenada, aunque sí varios insultos que mentaban a la parentela femenina de alguien. No le prestó atención. Félix Agreste se refregó el rostro con las manos y decidió ir al baño no más por inercia. Una vez que hubo terminado, abrió la llave para lavarse las manos y de paso aprovechó para lavarse la cara.
Hacía frío, mucho frío, pero era normal a esas alturas del año. Se miró brevemente al espejo con la mirada lejana, como alienada de este mundo. ¡También normal, considerando que eran casi las tres de la mañana! ¿Acaso iba a pasar algo? Siempre pasaban cosas a las tres de la mañana.
¡Argh! Mientras no fuera alguno de sus clientes, todo bien. Ni modo.
Se quedó quieto, de pronto no quiso moverse, presa de un instinto extraño. Volvió a mirarse al espejo largo rato, y por alguna razón se llevó los dedos a sus labios… desde hacía unos días atrás que tenía esa sensación cálida y fantasmal en ellos, que había sentido una sola vez en su vida y que por razones de fuerza mayor, nunca había vuelto a…
… se oyó otra frenada espectacular en la calle, seguido de unos improperios bastante coloridos. ¡¿Qué estaba pasando?! Ese barrio era tranquilísimo, nunca pasaba nada, ¿Acaso estaban echando carreras otra vez?
… ¿O se lo habría imaginado? Una extraña sensación le agitó el pecho, como intuyendo que algo iba a pasar. Casi temeroso, pero seguro, comenzó a caminar hacia la ventana, esta vez curioso, como si esperase ver…
RIIIIIIIIIIIIIIINNNNNNNNNNNNG, RIIIIIIIIIIIIIIIINNNNNNNG
Casi pegó un salto al sentir que su celular estaba sonando. Estaba en silencio y en modo noche, por lo tanto solo entrarían llamadas de números muy específicos, que solo llamarían en caso de emergencia. Frunciendo el ceño, Félix tomó el aparato.
—¿Roger Raincomprix? —se preguntó en voz alta. Félix aguantó la respiración: eso solo podía significar una sola cosa— ¡Aló, oficial Raincomprix!
—Oh Monsieur Agreste. Disculpe que lo moleste a estas horas, pero… creo que debía saber.
—¿Adrien está bien?
—Oui. Está conmigo aquí en la estación. ¡Está a salvo, no se preocupe! Pero… creo que debería venir por él. Junto con madame Lapin, de ser posible.
El tono preocupado del policía y la mención a su colega hicieron que Félix sintiera un nudo en el estómago, sintiéndose inmediatamente aprensivo por el bienestar de su único sobrino. El hombre, preocupado, tomó aire y frunció el ceño.
—Llego en 20 minutos.
Residencia Dupain–Cheng.
En esos momentos.
RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING, RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING, RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING…
Tom dejó caer su manaza sobre el teléfono y todavía medio dormido logró contestar la llamada.
—Alóoooooooooooooooo… —respondió cuando conectaron las llamadas. Más parecía Chewbacca que un ser humano normal y funcional, pero ¡eran las tres de la mañana! Cualquiera sonaba como canto de ballena a esa hora.
—¡Oh, Monsieur Dupain! Soy Bernadette, de la Residencia Marchant. ¡Disculpe que lo llame tan tarde, pero…!
—¡Bernadette! ¿Todo bien? —Tom, al escuchar a la enfermera, no tardó en incorporarse y despertar bien. Con su mano libre remeció un poco a su esposa para despertarla— ¿Qué pasó?
—Oh, ¡ni yo me lo puedo creer! ¿Está madame Dupain–Cheng por ahí?
—¿Tom? —Sabine, quien al percibir la alarma en su marido, y medio escuchar la voz al otro lado del teléfono, se despertó llena de alarma. Tom la miró expectante, pero continuó con la llamada.
—Sí, está aquí, pero ¡primero dime qué pasó! —lo que sea que Bernadette le dijera a Tom, Sabine no escuchó por la subida de adrenalina que estaba sintiendo, que solo se exacerbó cuando vio los ojos de su marido llenarse de sorpresa— ¡Válgame! Por supuesto, te la paso enseguida.
—¡¿Tom?! —Sabine casi le quitó el teléfono de las manos— ¡Bernadette! ¿Qué está pasando?
—¡Buenas noches, madame! Es su hermana…
—¡Bri! ¿Pasó algo con Bri? —temiendo lo peor, Sabine se tragó el nudo en su garganta.
—Sí Madame… ¡Acaba de recuperar la conciencia!
El mundo para Sabine literalmente se detuvo de golpe. Fue como si la hubieran golpeado en el pecho.
—¡Mon Dieu! Llego en veinte minutos.
—Con cuidado Madame. ¡Véngase con cuidado!
Sabine apenas tuvo conciencia de que hubo colgado el teléfono. A esas alturas Tom ya había prendido las luces y se preparaba para vestirse. Se detuvo al ver el lloroso rostro de su esposa, quien estaba feliz y ansiosa a partes iguales. ¡Esto era sin duda un milagro!
—Ay Tom… ¿y ahora? ¿Qué le digo a Bri?
—Un día a la vez, pastelito. —la consoló el hombre— Un día a la vez…
Continuará…
Por
Misao – CG
Publicado el sábado 8 de mayo de 2021
Próximo capítulo: Incertidumbre
… Adrien tenía la mirada fija en el café con leche que humeaba frente a él. Roger, quien acababa de ponerle una manta sobre los hombros y lo mantenía acompañado, sintió un vuelco en el corazón. El gentil muchacho no se movía y se notaba que había tenido un día del asco. El estrés emocional era demasiado patente en su rostro y eso no era justo. Suspiró y esperó paciente a que el muchacho hablara.
—¿Père ya viene por mí?
—No. La verdad no llamé a él. —confesó Roger— Llamé a tu tío Félix. Está en camino…
Notas finales: Uy. No tienen idea las ganas que tenía de haber terminado esto. Por fin lo estoy publicando y en serio espero que les guste mucho. De hecho, me emocioné tanto que ni siquiera terminé de publicar el otro, es primera vez que tengo dos fics en paralelo. Si los dejé confundidos, me alegra, pues de a poco iré desentrañando qué fue lo que pasó en ese aciago día y como esto ha repercutido tiempo después para todos los involucrados. ¡Gracias por darme una oportunidad!
Por favor, cualquier error, gramatical o de ortografía, me lo dicen para poder arreglarlo si corresponde. ¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
BRÚJULA CULTURAL:
Traída gracias a la magia de internet y Wikipedia. Otros sitios serán debidamente indicados.
Belle au bois dormant: Bella durmiente en francés.
Problema del 2YK: (Conocido como efecto 2000, error del milenio, problema informático del año 2000 o por el numerónimo Y2K), fue un bug o error de software causado por la costumbre que habían adoptado los programadores de omitir la centuria en el año para el almacenamiento de fechas (generalmente para economizar memoria), asumiendo que el software solo funcionaría durante los años cuyos números comenzaran con 19XX. El miedo consistió en que los sistemas informáticos pudieran fallar y provocar el caos y graves daños de todo tipo en los países y empresas.
Finalmente, al llegar el 1 de enero del año 2000 solo se detectaron problemas menores, casi anécdotas, que no provocaron ningún daño humano, material o económico significativo . Esto se debió a las fuertes inversiones económicas y tecnológicas que realizaron los gobiernos y empresas los años anteriores como prevención, actualizando esos sistemas a unos más seguros . A nivel mundial, se invirtieron cerca de 214.000 millones de euros para evitar el "efecto 2000".
