Celos
.
.
.
Todos los derechos reservados a Rumiko Takahashi.
NOTA DE AUTOR: Tenía esta idea escrita con formato script para una historieta, y le di más forma para transformarla también en un fanfic oneshot.
Creo que está historia se puede ubicar antes del Inuyasha Asatte.
No sé si alguien me leerá, pero muchas gracias a aquellos que leyeron mi fanfic "La pasión de Sesshomaru", en especial a: Addy Ortiz, Valgv9, Nina, serena tsukino chiba,kikyou1312, Rinmy Taisho, Gaby Whitlock, otaku6677, silvia S.K, Poison girl 29, starxey, Carola, Beri, kittie-2121, elvis cochitto (jajaja morí con tu seudónimo), Fanni433, melinna sesshy, lybra98, bluesweet, carmillaD, BashfulOnanoko, Hannah Usagi, como también aquellos que me han comentado desde otras plataformas.
Sepan disculpar cualquier error en la lectura, y sin nada más que agregar, ¡abrazos!
.
.
.
.
Sus ojos brillaron cuando la vio: alta, esbelta, de piel blanca como la nieve, cabellera brillante como el oro y grandes ojos esmeraldas. Era increíblemente hermosa y ella… oh… ella….
Se agachó casi a la misma altura de Jaken, quien miraba la escena con aburrimiento, como si fuera algo que se había retornado normal en la eterna cotidianidad con su señor.
¡Y realmente era esperable!
El gran Sesshomaru había conseguido su propia espada demostrando superar a su progenitor, convirtiéndose de ese modo en el indiscutible sucesor de Toga. Tremenda noticia había corrido más rápido que la lengua de Jaken entrometiéndose en asuntos que no le incumbían, esparciéndose dentro del mundo demoníaco y convirtiendo a Sesshomaru en el foco de atención de hombres y mujeres que buscaban un poco de aquel exitoso y codiciado poder.
—Señor Jaken, ¿quién es esa mujer que está hablando con el señor Sesshomaru?
El diablillo miró de reojo a la muchacha de trece años, como analizando ciertas cuestiones.
—Oh, oh…
—¿Oh?
—Estás celosa… —musitó el diablillo como si hubiese encontrado aquel ansiado defecto que retornaba impura la etérea apariencia de la pequeña Rin.
—¿Celos?
Repitió bajito, sin saber como interpretar aquella repentina emoción y a la que Jaken había dado nombre. Cuando cayó en cuenta sobre lo que estaba sucediendo con ella, respiró profundo ante el primer cosquilleo volátil y desconocido de su joven e inmaculado corazón y exclamó:
—¡No estoy celosa!
—Eres humana, es normal —respondió desdeñoso.
Los labios de Rin se tensaron lánguidos hacia abajo, temblorosos ante esa idea. Había descubierto, dentro de los contratiempos de la pubertad, esa emoción tan egoísta e inestable dentro de su fragilidad humana. Y aunque no quería admitirlo en voz alta, sus ojos se clavaron de lleno en la figura femenina que alzaba con gracilidad sus dedos hacia su cabello dorado y que le sonreía coqueta a Sesshomaru, quien se mostraba imperturbable como una estatua de mármol blanco.
—¡No pongas esa cara! —refunfuñó Jaken al ver la expresión analítica de Rin, que parecía perderse en nimiedades superficialmente físicas, o tal vez en una escena inimaginable hasta ese entonces.
Luego alzó el pico verde hacia el frente, considerando necesario acercarse a su señor para ahuyentar a la molesta mujer de cabellos dorados, pero Sesshomaru ya había sacado su Bakusaiga para partirla en dos.
La mujer esquivó el ataque y desde el cielo lo señaló comenzando a gritar histérica:
—¿Cómo te atreves?, ¡no tienes y nunca vas a tener el encanto de tu padre! Eres un demonio frígido igual que tu madre.
Y luego desapareció dentro de una neblina blanca.
Rin miró a Jaken, que se hallaba con el pico abierto y los ojos desbordados, como si las palabras se le hubieran atragantado en la garganta. Sesshomaru guardó la espada en su funda y miró fulminante a Jaken. El sapo verde cerró el pico y recobró la compostura, aunque el miedo se hallaba todavía en sus facciones.
—Señor Sesshomaru, ¿quién era esa mujer? —preguntó por inercia Rin, sin poder ocultar las emociones volátiles en su voz—, ¿acaso era otra demoniza descarada interesada en casarse con usted?
Sesshomaru ignoró su pregunta, mirándola con curiosidad.
¿Mujer?, ¿descarada?, ¿casarse?, ¿era la pequeña Rin la que hablaba?
Rin, que nunca había temido a decir en voz alta lo que pensaba se vio volvió a ver impedida a hablar por alguna cuestión, tal vez avergonzada por aquel desliz emocional.
Jaken, percatándose de la reacción de la jovencita, solo supo hacer lo que sabía hacer.
—Amo bonito, disculpe, pero la pregunta de Rin se debe a que está celosa —enfatizó, casi orgulloso de su descubrimiento—, ¿quiere que le expliqué lo tonta que es?
El corazón de Rin saltó dentro de su pecho y Jaken saltó ante el pisotón que le dio la abochornada niña. Sesshomaru contempló de reojo la escena y luego mirando hacia el cielo, comentó, más para sí mismo que para sus estupefactos seguidores:
—Es una emoción muy humana...
Como respuesta la niña se tensó como un resorte, y en vez de negarlo o rebajarse ante el comentario de su señor, su pecho se infló de orgullo, dando por hecho algo que todos sabían pero que en ocasiones no hacía la diferencia en el reducido y exótico grupo.
—¡Y claramente soy muy humana!
Sesshomaru la miró profundamente, como si todos sus sentidos se hubiesen puesto por completo en la figura femenina. Rin tuvo la impresión de sentirse empequeñecida, no por miedo, sino por otro sentimiento que no supo cómo interpretar. Y así era, porque el gran Sesshomaru había descubierto algo nuevo, valioso e interesante en la actitud de su protegida. El rostro masculino se alzó levemente en una sonrisa, que hizo estremecer el joven corazón de Rin y que mató del miedo a Jaken.
Luego se dio media vuelta comenzando a caminar hacia el frondoso bosque. Rin se mantuvo quieta un par de segundos más.
—Rin, respira… —ordenó el longevo demonio.
Y los pulmones se le aflojaron. ¿Cuándo se había olvidado de aquel acto vital e involuntario?, ¿por qué seguía comportándose de modo tan raro?, ¿acaso Jaken tenía razón?
Tal vez fue el barrer de pestañas de los ojos femeninos y el bamboleo de esas caderas, esa feminidad tan desigual a la suya. Rin no entendía del todo, sabía de los encantos de algunas mujeres, pero aquel coqueteo descarado y tan abierto era completamente novedoso ante sus ojos, como si un mundo nuevo se hubiese abierto ante ella, al finalmente comprender que el señor Sesshomaru no era tan solo un demonio bondadoso, fuerte y amable sino también un hombre.
El gran demonio continuó su marcha, ignorando la maratón de emociones en su adorada acompañante.
—Señor Sesshomaru, ¡no ignore a Rin! —pidió, y sin miedo comenzó a caminar paso por paso a su mismo ritmo, como si fuera su igual, como si no existiera esa barrera imaginaria que divide sus especies.
Escuchó a Jaken regañarla por atrás. Rin escondió sus manos detrás de la espalda y, con la típica picardía curiosa de su edad, sonrió levemente y se puso frente a su señor, caminando marcha atrás mientras éste avanzaba sin detener su caminata. Sesshomaru tan solo miró a la ruborizada joven, que luchaba entre hablar o no hablar.
—Rin siempre ha sido sincera con usted. Sí, me he sentido celosa al ver como esa mujer le ha hablado, pero lamento no poder decir la razón y sé que a mí señor no le ha sido de agrado que la demoniza lo haya molestado. Pero fue una sensación momentánea, que como vino también desapareció, un desliz de inseguridad algo tonto, no por desconfianza hacia usted... ¿Usted ha llegado a sentir ese tipo de celos por alguien señor Sesshomaru? Oh, bueno, sé que ha dicho que es una emoción muy humana, pero… La demoniza era muy bonita y yo... estoy creciendo...
Tan transparente e inocente como era, la jovencita continuó hablando impulsada por los nervios, detallando con lujo de detalles la emoción que la había sucumbido por dentro momentos antes y comparándola con situaciones de su vida cotidiana. Mientras Sesshomaru era un demonio que esquivaba hablar sobre sus emociones, ella era todo lo contrario. Jaken no la detenía, curioso por la situación y Sesshomaru, a pesar de todos sus años y de no verse reflejado dentro de las emociones consideradas humanas, ya había captado la naciente, peligrosa e inconsciente atracción que sentía su protegida hacia él.
Sabía que los humanos eran inestables emocionalmente y al parecer Rin estaba entrando en una etapa compleja de susceptibilidades, pero una sensación de calidez lo inundaba al captar esos cambios que asimismo generaban cambios en él, y agradeció que ella fuera tan abierta a hablar para hacerlo entender más sobre el mundo... su mundo.
Continuó caminando con su expresión de nada, que lo hacía ver altanero y vanidoso, aunque por dentro reflexionaba sobre aquello que escuchan sus oídos y sobre aquello que veían sus ojos.
—Rin, deja de molestar al señor Sesshomaru con tus preguntas y camina derecha o te vas a tropezar —farfulló finalmente Jaken, cuando la joven ya había comenzado a divagar e irse por las ramas sobre otros temas.
Rin frunció el ceño al diablillo e hizo un leve puchero con sus labios.
—Señor Sesshomaru, por favor, respóndame, ¿por qué cree que Rin se ha sentido así?, ¿piensa que es una tontería? Usted puede tener todas las amigas y amigos que quiera, ¡es lindo hacer amistades donde uno va! —admitió sonriendo con suavidad, con sus ojos brillantes, marrones y bonitos.
Jaken caminó más cerca de Rin, balanceando hacia todos lados su báculo.
—Con la edad te has vuelto más curiosa e insistente, ¡deberías ser más prudente a la hora de hablar e intentar indagar sobre los asuntos privados de nuestro señor!
Las mejillas de Rin se encendieron y miró a su protector que ya parecía molesto por la situación. Los hombros se le cohibieron y se giró sobre sus propios pasos, como si hubiese recibido una buena reprimenda. A fin de cuentas, a través de los años se había dado cuenta que su soltura en la niñez se calificaba como imprudente, injuriosa y molesta en su temprana adolescencia.
—Perdón… —susurró.
Sesshomaru detuvo sus pasos de golpe y Rin casi tropieza en la caminata. Se giró con la gracilidad de su edad.
A tres pasos de distancia, se miraron.
—Tú eres mi única amiga.
Rin parpadeó.
Jaken entrecerró los ojos.
—¿Y la mujer que hablaba con usted?
—Ni ella ni las demás son mi tipo.
Rin no podía creer lo que escuchaba. Cinco años conociendo a su señor y era la primera vez que le respondía una pregunta de índole personal. Jaken afinó el oído. ¿Acaso su señor acababa de hacer un comentario sobre sus gustos personales... referido a mujeres?, ¡¿desde cuándo le interesaban las mujeres?!
—¿Cuál es su tipo?
Jaken entrecerró una pulgada más sus ojos, quedando entre medio de esos dos, y apretó el pico, mordiéndose la lengua. Era más que consciente del cariño desmedido de su amo hacía esa efeba humana. No sabía a certeza hasta qué punto llegaban las pretensiones del hombre al que servía, porque la niña apenas estaba entrando en los entretelones de su humanidad, pero se había retornado costumbre percibir la añoranza en Sesshomaru.
—Señor Sesshomaru si me lo dice prometo no contárselo a nadie.
—No te dirá nada, ¡deja de molestar Rin! —exclamó Jaken, buscando salvaguardar la dignidad de su señor ante aquellos asuntos privados que sabía que le eran difíciles de vociferar y que lo estaban poniendo en aprietos.
—Jaken vete.
—¿Qué?
—Desaparece —ordenó Sesshomaru con severidad.
El sapo miró el rostro femenino luego el masculino, repitió la acción un par de veces, hizo una reverencia al son de "como ordene amo bonito", y sus patitas emprendieron velocidad hasta desaparecer detrás de los arbustos.
—Entonces me lo dirá —dijo Rin sin ocultar su sonrisa.
—Rin —respondió sin mucho rodeo el inexperto demonio.
—¿Qué?
El silencio fue incómodo. Rin movió una ceja sin comprender del todo.
—Umh… entonces, ¿cuál es su tipo?
—Rin.
—Si, dígame.
Definitivamente ser de pocas palabras no estaba siendo muy útil en estos momentos. Rin parecía más concentrada en una lista que en escuchar su propio nombre como respuesta.
—Señor Sesshomaru… ¿qué sucede?
Sesshomaru frunció el ceño y se acercó hasta ella. Su sombra se cernió encima de la figura frágil y de baja estatura, que lo miraba inocente y sin temor alguno.
—Mírame bien.
—Lo estoy mirando bien.
—Escúchame bien.
—Lo estoy escuchando bien.
Sesshomaru escondió sus manos detrás de su espalda y se inclinó suavemente. Por inercia una cortina de cabellos plateados cayó a su costado y los tímidos rayos de sol se asomaron entre las hojas de los árboles, danzando brillantes sobre su figura.
Rin contuvo la respiración cuando los ojos dorados parecieron mirar más allá de sus propias pupilas. Y así, con el corazón ovillado en una esquina del pecho, escuchó el barítono grave decir con parsimonia su nombre.
Rin.
Y un colibrí pío encima de una rama, alzándose al vuelo.
La jovencita parpadeó, con ese temple tan inconsciente y natural dentro de su fisonomía quebradiza y suave, que transformaba los "no" de Sesshomaru en un "haz lo que quieras", y a ella en la humana más mimada entre demonios. Sus redondos labios se cernieron prontamente en una "o" y abrió los ojos como si una venda se hubiera caído de ellos y estuviera contemplando por primera vez la luz del sol.
—Ya entendí… —dio por hecho con una amplia sonrisa y con el calor asomándose en sus mejillas—. ¡Usted también es mi tipo de amigo ideal!
Lo siguiente fue confuso.
El cantar de un grillo.
La muerte imprevista y silenciosa del grillo.
La ceja de Sesshomaru balanceándose por un segundo.
Rin contemplando ilusionada a su señor.
El demonio deseó haber heredado aquel rasgo personal de su progenitor, pero en cambio era la viva imagen agria de su madre.
¿Acaso mentalmente le estaba dando la razón a aquella demoniza que lo injurió frente a sus fieles seguidores? Oh, oh, ¿por qué no mató a aquella mujer rubia? Oh, sí, fue porque Rin estaba mirándolo.
Rin vio la intención de su amo de alejarse y por inercia lo sostuvo de los hombros.
—Por favor, no se aparte todavía. Déjeme mirarlo un poco más —pidió sin ningún tipo de doble intención, con el solo deseo de contemplarlo.
Sesshomaru se mantuvo quieto en su lugar, como un perro obediente frente a su amo. Rin levantó su mano, acercándola al rostro masculino.
—¿Puedo tocarlo? —preguntó antes de atreverse a ir más allá.
—Puedes.
Rin colocó sus frágiles dedo sobre la mejilla, percibiendo al tacto la calidez, y con su dedo índice comenzó a delinear su rostro, tan familiarizada a él, aunque solo lo había tocado en alguna ocasión muy lejana cuando era una niña más pequeña.
—Sus ojos son tan bonitos. Sus cejas, sus pestañas, su nariz, sus marcas, su luna, su quijada, sus labios… —detuvo su roce en ese punto, cuando su dedo tiró levemente del labio inferior, asomándose suavemente los intimidantes colmillos. Rin rió para sí misma, por lo irónico de la escena. Se sentía como un cervatillo analizando los dientes de un león.
Y de repente sintió las manos con garras sobre su rostro. Rin se sobresaltó, no por miedo, sino porque era muy raro que su señor la tocara y mucho más con ambas manos. Buscó su mirada pero Sesshomaru contemplaba los rosados y rellenos labios femeninos.
Manteniendo un concienzudo cuidado con sus garras, recorrió con sus pulgares las tiernas facciones juveniles hasta llegar al redondo labio inferior y presionando hacia abajo.
La jovencita rio suavemente.
—Rin no tiene colmillos —dijo ella, aunque era bastante consciente de que Sesshomaru ya lo sabía porque, entre otras cosas muy obvias, era normal verla sonreír ampliamente.
Miró a su señor, y sintió un fuerte cosquilleo por su vientre. Los ojos del demonio se notaron más peligrosos, pero no se sentía intimidada. Era un tipo de peligro que todavía desconocía.
—Señor Sesshomaru, ¿los daiyokais besan?
—Besar es un acto muy humano.
—Oh... en mi especie un beso consensuado es una declaración de unión entre dos personas.
Sesshomaru no respondió y sus manos surcaron los redondos pómulos, como si estuviera examinando la fragilidad de su humanidad, la suavidad y grosor de la piel. Cualquier otro demonio que hubiese visto esa escena, pensaría que Sesshomaru tan solo la estaba analizando para engullirla de un solo bocado.
Rin entonces con sus pequeñas manos sostuvo con más seguridad el rostro masculino y cerró los ojos. A Sesshomaru está acción lo tomó desprevenido, y mucho más cuando ella se inclinó y depositó un tierno beso sobre la luna en su frente.
Su estola se erizó por inercia, alzándose en un movimiento alegre como la cola de un perro. Sesshomaru por primera vez sintió el creciente deseo de contacto físico y de darle una buena y primitiva lamida en el rostro. Pero no lo hizo. Apartó las manos de la niña y se enderezó, recobrando su impoluta compostura. Luego la miró con reproche y seriedad.
Nadie se iba a enterar de esto.
Nadie.
Ya había matado al grillo.
Mataría a todo insecto a la redonda.
Nadie había mirado esa reacción tan primitiva y deshonrosa.
Rin no debía contárselo a nadie.
Y él no podía decir nada.
—Oh, señor Sesshomaru, Rin todavía no sabe besar —admitió la jovencita dentro de su inocencia, aunque con un cierto sesgo de travesura en sus labios. El demonio no entendió muy bien a que se debía el comentario—, pero estoy practicando con manzanas…
Y sus bonitos ojos fueron cubiertos por una palma y escuchó una muy leve y casi imperceptible risa.
—Señor Sesshomaru, ¿se está burlando de Rin? —preguntó divertida, sin ninguna señal de ofensa en su voz.
Sesshomaru apartó su mano de la visión de la joven y otra vez recobró su postura magnánima, mirándola con expresión suave.
Ella le sonrió ampliamente.
—Rin, escúchame atentamente.
—Sí.
—No existe y nunca existirá razón para que sientas celos. Todavía tenemos mucho tiempo por delante, ¿entendido?
—¡Entendido!
Sesshomaru empezó a caminar, Rin le siguió por atrás.
—Señor Sesshomaru, Rin todavía tiene una pregunta…
—Dime.
—¿Qué significa "frígido"?
.
.
.
FIN.
Bueno, creo que para esta fanfic me base un poco en la personalidad de Towa. Es decir, esta Rin tiene 13 años, Towa 14 años y Towa siempre que reconocía un sentimiento, emoción u algo nuevo buscaba razonarle con cosas que conocía para entenderlo mejor. Aunque en realidad, es una niña que siempre mira hacia adentro lo que le sucede, como Sesshomaru, y lo vocifera como Rin. Podría decirse que tiene lo mejor de ambos mundos (?) Y también pensé en el capitulo cuasifinal de Hanyo No Yashahime, cuando Irasue se burla de Zero por sus celos... tan humanos.
Como dije, tal vez está escena se ubicaría antes del Asatte, por eso elegí esa edad. En el Asatte, tengo entendido que la edad de Rin es más... compleja.
Sin nada más que agregar, ¡saluditos!
Y a Colombia mis mejores deseos en estas épocas tan difíciles.
.
.
.
