Metempsicosis.

Por: Vampisan86.


Disclaimer: Ningún personaje me pertenece; todo es obra de Rumiko Takahashi y compañía. La trama es exclusivamente de mi autoría. Cualquier parecido a otra saga de libros es mera coincidencia.

PD: Ligeramente puede parecerse a otra saga, sin embargo; son mis propias ideas las que plasmaré.

Metempsicosis: En algunas religiones, reencarnación del alma después de la muerte a otro ser vivo o a otro cuerpo inanimado en función de los méritos alcanzados en la existencia anterior.

PD2: Es mi segunda vez incursionando en el fandom de Sesshome o SesshxKag. No sean malas, ¡Por favor!


Prólogo.


Sangre. Humo. Carne quemada. Gritos. Pisadas. Metal. Madera. Muerte.

Los sentidos del demonio captaron, desde la lejanía de aquel lugar, la evidente caza de brujas emprendida por los aldeanos ignorantes de Estrasburgo. La matanza no poseía misericordia alguna, todos los acusados eran quemados por igual. Indiscriminadamente. Al mínimo señalamiento, y sin derecho a juicio, se unían al fuego de la hoguera. Familias enteras exterminadas por las llamas ardientes de tal masacre. La ignorancia de la humanidad por las creencias de los clérigos en todo su apogeo.

Desde aquel punto oculto estratégicamente en el bosque, y por su visión desarrollada para sobrevivir a los ambientes hostiles, pudo distinguir la desesperación de los humanos por escapar o esconderse de la sentencia de muerte de esa lúgubre noche. El suplicio adornaba el aire gélido del entorno. Muchas personas rezaban, inútilmente, por las almas de los que se creían que eran practicantes de magia, herejía.

Los humanos siempre le sorprendían en demasía, demostraban en cada momento ser seres repugnantes e incultos capaces de aniquilar a su propia gente por beneficio propio. La religión quería imponerse forzosamente mediante el argumento de una salvación eterna. El cielo no existía, el infierno tampoco, después de la muerte solo se encontraba un sueño profundo. Sin embargo, la avaricia y las ansias de controlar las masas mediante el adoctrinamiento religioso pesaba lo suficiente para realizar, sin miramientos, ese exterminio.

La luz del sol se había extinguido horas antes otorgando su turno a la luna nueva. Era notorio que alguien conocía lo que le sucedía a los hanyou en esas noches. No era coincidencia que aquella caza iniciara de repente con el fundamento de liberar a la humanidad del mal infernal. La casualidad nunca iba acorde a los humanos, esa cacería poseía un propósito oculto del conocimiento de esos ignorantes seres. Por algo el Árbol de magnolia le informó con anticipación de ese suceso. La matanza a masa se llevaría a cabo esa noche de luna nueva. Sospechoso. Por lo que su único familiar estaría en evidente peligro en aquel pueblo, dispuesto a entregar su vida por aquella mortal como si fueran iguales. La humana que lo traicionaría para garantizar su propia supervivencia. A su parecer, su medio hermano era un títere, un estúpido peón. La vergüenza de su sangre.

El demonio no tenía un mínimo de deseo por intervenir en el albedrío de su medio hermano; sin embargo, no permitiría que dejara el mundo sin antes haber brindado la localización de la tumba de su padre. Aún tenía una herencia mortífera por reclamar, pesara a quien le pesara.

Los ladridos de los animales de caza junto a las súplicas y los gritos de agonía en el centro del pueblo resonaban con una intensidad abrumadora. Alguien sensible ni siquiera soportaría oírlo, sin embargo, él no mostraba rasgo de afectación como si el dolor que embargaba a esas criaturas asesinadas injustamente no le produjera ninguna sensación. Era alguien cuyos sentimientos estaban bien guardados bajo una coraza demasiado protegida.

Esa peculiar noche tenía un característico color rojizo en alegoría de tragedia. Las almas asesinadas bajo la crueldad del humano marcarían ese sitio por muchos siglos antes de poder descansar en paz. Europa central sería escenario de genocidios por un lapso indeterminado, debido a la insensibilidad de los verdugos ante los espíritus de sus congéneres.

A Sesshomaru, particularmente, no le temía a la caza ni a ser objeto de ataque puesto que ningún humano podía llegar a lastimarlo, ningún ser era capaz de infringir en él una herida lo suficientemente mortal. Estaba a salvo. Tampoco tenía deseos de intervenir en esa degollina. Era un ser neutral. Las decisiones tomadas por aquella raza inferior para su propia gente eran sus asuntos, no de los demonios. Mucho menos de él. Sus dominios estaban en otro continente.

Sin embargo, el que su medio hermano fuera a morir si le llamaba la atención. Él no le daría el honor a seres inferiores de acabar con su vida. Absolutamente no. Si InuYasha moría sería por su propia mano. El privilegio de cortar su hilo mortal con las tijeras del destino sería exclusivamente de Sesshomaru. Nadie más. InuYasha no moriría en esa cacería como vil animal; su sangre demoníaca, aunque manchada por la humana, no perecería de esa forma tan humillante.

Con gran parsimonia se adentró en el pueblo, ignorando el escenario sanguinario de su alrededor, sin preocuparse que alguien se percatara que se trataba de un auténtico demonio. Sus sentidos trataban de localizar la presencia de su medio hermano, con demasiado disgusto, y como era de esperar lo encontró junto a un olor de humano. No le sorprendía en absoluto. InuYasha era muy susceptible a caer rendido ante ellos, embelesado por un amor sin sustento; engañado por la mujer que le pensaba dar muerte.

No tardó mucho en ubicar la choza donde inútilmente se ocultaban y, por los sonidos de los animales y el bullicio de la muchedumbre, se percató que no tardarían en llegar a ese sitio. Estaban dispuestos a quemar en la hoguera a esa mujer. Y, por lo que Sesshomaru había sentido, todos los quemados hasta el momento no eran brujas o sacerdotisas, la única con ese poder se encontraba a salvo a lado de su hermano. Las demás solo eran víctimas inocentes de esa masacre. Así que debía finiquitar su asunto cuanto antes para evitar tener que mover un dedo hacia los humanos. No le gustaba perder su tiempo así.

Él fue sutil para ingresar y por la expresión de la pareja, era evidente que no lo esperaban ni se explicaban su presencia precisamente en ese acontecimiento que quedaría marcado en la historia. Sesshomaru ni siquiera se dignó en inspeccionar el lugar ni a brindar una debida explicación.

—Necesito saber la localización de la tumba de nuestro padre, InuYasha. Después, puedes morir —sentenció sin molestarse en dirigir su atención en la mujer. No le otorgaría el privilegio de reconocerla.

— ¿O si no qué, hermano? —rebatió el hanyou con la apariencia de un humano junto con su mirada irritada—. No sé a qué te refieres y sinceramente tengo asuntos importantes con los que tratar en estos momentos. No tengo tiempo para ti.

Sesshomaru no necesitó que se explicara puesto que la mano con la que se aferraba a esa humana lo decía todo. Patético. Sentimentalista. Crédulo.

—Déjame decirte que te ves bien a lado de los humanos —siseó con evidente asco—. No obstante, no puedo dejarte morir sin antes conocer la localización de la tumba de nuestro padre.

Sus sentidos le decían que la horda de humanos con sed de sangre estaba cerca. Claramente la mujer también lo sentía, el único en la ignorancia era InuYasha cuyos sentidos demoníacos estaban totalmente extintos esa noche de luna nueva.

—No sé de lo que hablas. Nunca conocí a nuestro padre, Sesshomaru —contestó sin molestarse en ocultar su furia—. Aún si lo supiera no te lo diría.

Antes de que alguno añadiera algo más, la mujer intervino—. Huye con InuYasha antes de que sea tarde —pidió con ambas manos en el pecho; con sentimientos en sus ojos.

El demonio arqueó una ceja ante la petición formulada. Claro que pensaba llevarse al híbrido lejos de ese sitio para sacarle a golpes la información, no obstante, que se lo dijera un ser inferior le enfurecia. Él no obedecía órdenes. Debido a lo dicho con anterioridad parecería que estaba cumpliendo la solicitud lo cual lo irritaba profundamente. Esa humana era una sacerdotisa atrevida, bien disfrutaría cuando la quemaran.

Antes de que pudiera emitir su desdeñosa respuesta, la mujer le atacó sin previo aviso. La flecha purificadora no le rozó en absoluto, sus sentidos estaban muy desarrollados para ese pobre intento de aniquilación. Sin embargo, estaba sorprendido por la osadía demostrada. No esperaba ese movimiento audaz o estúpido.

— ¡Kikyo! —exclamó horrorizado el hanyou creyendo ver los últimos momentos de vida de la muchacha— ¡¿Qué te ocurre?! ¡Él no es un demonio al que te puedes enfrentar! ¡Está en otra categoría! ¡No te puedo defender esta noche!

Como respuesta, Kikyo negó con la cabeza en resignación, con una sonrisa carente de emoción—. Este es el fin InuYasha. Moriré esta noche a causa de la cacería de brujas. Todos piensan que soy una —dijo totalmente impávida por su destino—. No obstante, puedo liberar al mundo de un verdadero demonio. Esa es mi responsabilidad después de todo.

Sesshomaru no mostró signo de afectación por las palabras emitidas por aquella mujer. Su expresión se mantuvo imperturbable en todo momento, totalmente consciente del miedo que comenzaba a invadir a su medio hermano y de la indecisión de la humana. Sus sentidos le alertaron que la aglomeración de humanos llegaría de un momento a otro a irrumpir ese sitio para dar muerte a la sacerdotisa. Exhaló con profundidad, puesto que no tenía tiempo para discutir con esa persona que pronto estaría sufriendo bajo las llamas de aquel fuego infernal.

—Sesshomaru, tú puedes salvarnos. Tú eres alguien poderoso ¡Por favor, ayúdanos! —InuYasha no dudó en arrodillarse, en humillarse frente a su medio hermano con la única motivación de salvar a Kikyo de aquella trágica muerte, muy consciente de su debilidad en esa noche; su herencia humana no podía salir indemne de un enfrentamiento con la multitud de mortales—. Por favor. Si lo haces haré lo que me pidas sin objeción alguna ¡Salva a Kikyo!

El demonio impertérrito y con la cabeza en alto no se molestó en contestar ni en dirigir su mirada en dirección de su medio hermano. La vergüenza que sentía por él se incrementaba estrepitosamente junto con el aborrecimiento de tan deplorable comportamiento. Ese híbrido merecía morir por rogar por la vida de un ser inferior a su raza; incluso un hanyou estaba por encima de los humanos. Le producía cólera ser testigo de esa bajeza.

—Vete InuYasha. Siempre supe que mi destino era este. Huye y nunca me olvides —Kikyo dirigió su vista llorosa a un arrodillado InuYasha que la miraba con profundo dolor por el significado de sus palabras—. Me volverás a ver. El tiempo no tiene mucho sentido para los seres sobrenaturales. Pronto estaremos de nuevo unidos. Lo sé.

Al ser un demonio puro, Sesshomaru resistió el impulso de rodar los ojos ante tal asquerosa escena demasiado humana para su gusto. Muchas emociones empalagosas, en su opinión. Sin embargo, la última mirada que le brindó aquella mujer le reveló todo como un libro abierto. El único gesto que mostró por tal hecho fue el mutismo; aturdido por lo mostrado. Por lo que en consecuencia actuó rápidamente para llevar a cabo su plan.

Lo último que InuYasha pudo observar antes de caer en la inconsciencia del desmayo fue a Sesshomaru atravesando el pecho de Kikyo justo en el momento en que la muchedumbre humana con antorchas y armamento medieval entraba a la choza.

Su corazón y el vínculo que compartía con Kikyo se fracturó esa noche. Una parte de él murió con ella en ese infausto momento. Y el odio por su medio hermano nació tras el devastador suceso. Los sentidos demoníacos que aún no desarrollaba pronto lo hicieron con el único propósito de clamar venganza contra aquel ser que sin miramientos acabó con el amor de su vida dejándolo condenado a una miserable inmortalidad.


Quinientos años después...

Por siglos emprendió una búsqueda ferviente para dar con el paradero del maldito demonio que le arrebató la felicidad; dejándolo muerto en vida; sin una válida razón para continuar con su infortunada existencia en el mundo terrenal. El perverso ser que compartía su misma sangre, su único familiar vivo. Su medio hermano.

El trasncurrir del tiempo pronto consistió en una tortura prolongada para él. Sus movimientos eran totalmente autómatas. Su alma agonizaba con cada respiración que daba. Él definitivamente no le encontraba sentido a estar vivo, prefería mil veces haber muerto siglos atrás; pues el sufrimiento que experimentaba desde esa noche era demasiado doloroso. Nunca podría acostumbrarse lo suficiente.

Sin embargo, justo en un día de primavera había descubierto que podía traer nuevamente a la vida a su amada. Y, lógicamente, no lo dudó un instante. Su venganza podía esperar. Era hora de buscar a una bruja de verdad para que llevara a cabo tal procedimiento. Ya se sentía dichoso por estar nuevamente a lado de Kikyo, como en el pasado.

De haber insistido con ímpetu a Kikyo para huir antes de luna nueva, ella estaría con él y no muerta. Sin embargo, siempre obedecía los deseos de la mujer, cuánto daría por retroceder el tiempo y evitar esa noche, obligarla a marcharse lejos de la matanza para salvarla de ese horrible final.

Esa noche fue el detonante de que se convirtiera en un monstruo y se comportara como tal por largo tiempo. Dio muerte a cada ciudadano involucrado en la cacería; creando leyendas entorno al evento. Así se conoció al demonio InuYasha. El demonio de traje rojo que clamaba la vida de los verdugos que libraron al mundo de los espíritus del mal. Se volvió famoso en el folclore eurocéntrico por muchas generaciones; hasta que finalmente dejó de resonar sus violentos actos contra los mortales.

Europa no solo dio caza a las brujas y herejes, también agregaron a los seres infernales, más específicamente, a InuYasha. Por tal motivo, varios demonios débiles fueron exterminados poco a poco; y muchos comenzaron a emprender una búsqueda para darle muerte a InuYasha quien fue el culpable de exponerlos ante los humanos.

Idiotas.

InuYasha era intocable, y aunque desconocía el motivo, era plenamente consciente que nadie se atrevería a enfrentarse a él. Existía algo que les provocaba pavor de siquiera atravesar su camino a menos que buscaras una muerte segura. Los primeros intentos para su homicidio pronto dejaron de llegar, de una forma extraña se corrió la voz de que no podían matarlo. Era inmune dentro del mundo demoníaco y pobre criatura que se atrevía a desobedecer el rumor, puesto que se encontraba con una muerte dolorosa.

Sobra decir que la cacería de brujas fue inútil; la mayoría de los asesinados eran humanos. De los millones de muertos por tal barbaridad solo el punto uno por ciento era una auténtica bruja o demonio. La inquisición fue lo peor que le sucedió al mundo por los actos de lesa humanidad justificados en el bien divino.

Por bastante tiempo trató de dar con el paradero de Sesshomaru, no obstante, él había desaparecido misteriosamente. Y al intentar que alguien le revelara información sobre su medio hermano preferían el suicidio. Cinco siglos habían transcurrido desde esa noche, y jamás lo volvió a ver. Su venganza no estaría completa hasta que asesinara a Sesshomaru con sus propias garras, había entrenado lo suficiente para volverse fuerte y darle fin.

Ubicó la casucha donde residía la famosa bruja entre demonios, Urasue, y con demasiada violencia prácticamente le obligó a realizar el hechizo para traer nuevamente a la vida a su amada sin importar las repercusiones de jugar de esa manera con el orden natural de las cosas.

—Necesito algo que en vida haya usado; o de ser posible sus restos —pidió sumisamente aquella anciana conociendo profundamente la fama de aquel híbrido.

InuYasha le entregó una parte del arco que utilizaba Kikyo. Era lo único que mantenía como recuerdo de ella. Pero al mirar todo el procedimiento y la cara de la bruja, supo que algo andaba mal. Diablos.

— ¿Qué sucede? —cuestionó con seriedad deseando internamente que tuviera una solución.

Urasue negó con la cabeza—. Algo está mal. Debería reaccionar la mezcla de barro pero no lo hace. Es una muñeca sin vida.

InuYasha se atrevió a mirar el cuerpo que había tratado de ignorar durante todo el rato; su corazón se aceleró al observar a Kikyo acostada en esa tina, no obstante, algo iba mal. Ella no reaccionaba. Era Kikyo pero a la vez sabía que no era ella. No obstante, su amor era más profundo que se entregó a la ilusión que sus ojos le mostraban. Su Kikyo estaba ahí.

—Arreglalo —demandó sin mostrar la emoción en su voz. Demasiado estupefacto para saber cómo reaccionar.

—Lo que sucede es que el alma de Kikyo ya ha reencarnado —explicó con nerviosismo la bruja sin atreverse a mirar al híbrido. Conocía las consecuencias de su carácter enfurecido y no quería ser receptora de su castigo.

InuYasha gruñó y le dirigió una mirada asesina que logró asustarla.

—Pee-eero pode-eemos resolverlo —tartamudeó en un chillido—. Solo debes traer a su reencarnación para que el hechizo sea efectivo. Necesitaremos su alma. Es sencillo.

InuYasha asintió con una mueca. Había esperado cinco siglos, bien podía sobrevivir unos días más—. Dime dónde buscar bruja, y por tu bien espero que no te equivoques —sentenció iracundo.

La bruja señaló su bola de cristal para enseñarle una imagen nítida.

—Kagome Higurashi. Tokio, Japón.

InuYasha contuvo la respiración ¡Esa mujer era Kikyo!


N/A: Hola, nuevamente yo. Aquí una pequeña introducción. Lo que se dejó al aire y no se explicó, en el transcurso del fic se hará.

Puede que un poco de la idea del fic se parezca a una saga de libros junto a su serie pero ¡No! Todo es sacado de mi cerebro. Si estamos de acuerdo que podemos llegar a coincidir con la idea de otra persona ¿Cierto? Bueno, solo aclaro que no estoy plagiando.

Vamos a diferenciar:

Una sacerdotisa es una mujer dedicada a ofrecer o auspiciar sacrificios a ciertas deidades gentilicias y cuidar de sus templos. Cae en lo espiritual.

Una bruja es una persona que practica la brujería. Cae en la magia.

La caza de brujas se originó en Europa (puede ser también en otro continente solo que no investigué a fondo) a finales del año 1400, siglo XV (si estoy en un error, corrijanme, por favor). Recordemos que en esa época todo lo espiritual o alguna habilidad que poseían las mujeres como leer, cantar, pensar, etc; caía en el supuesto de que automáticamente eras bruja.

¡No se vayan sin dejar su review!