La noche (no) ha terminado

—¿Y ahora a dónde vamos?

Que eso fuese lo primero que Samatoki dijo una vez salieron del restaurante, apenas Kannozaka y el segundo de los Yamada partieron, no era ninguna sorpresa. Jyuto había estado temiendo tal cosa, pues aun siendo impredecible gran parte del tiempo, había algunas en las que Samatoki sí era predecible. Samatoki no era alguien que cambiaba de idea u olvidaba lo que quería ante una simple distracción, por lo que era obvio que, para él, ir a comer no reemplazaría ir a tomar y aunque Jyuto normalmente no estaría en contra de esa idea, su bolsillo sí lo estaba esta vez.

¿Y qué sentido tendría explicarlo? Samatoki era demasiado desconsiderado para esperar que entendiera y cediese.

Con eso en mente, Jyuto buscó en los bolsillos de su chaqueta las llaves de su auto sin moverse del lugar.

—De regreso a Yokohama. —Él no había bebido ni una gota de alcohol precisamente por ello, pues de lo contrario buscar un lugar para pasar la noche habría sido necesario y evitar gastos adicionales era más urgente que nunca.

—¿Ahh? ¿Qué mierda estás diciendo?

Samatoki se estaba tomando su respuesta tan mal como Jyuto había creído que lo haría.

—Ya te agradecí —dijo Jyuto con un suspiro, ya con las llaves en mano, listo para ir hasta el lugar donde el auto estaba parqueado y dispuesto a dejar a Samatoki si él planeaba hacerse el difícil; él bien podía regresar a Yokohama por sus propios medios, tal como había hecho para llegar a Shinjuku en primer lugar— y es tarde, así que...

—Él solo fue el señuelo para un pervertido hace mucho —interrumpió Samatoki—. ¿Tengo que recordarte qué hice hoy?

¿Y esa era su excusa? Jyuto sacudió su cabeza con desaprobación.

—No es una competencia.

Samatoki chasqueó su lengua.

—Pero me debes más que a él.

Si Jyuto fuese a comparar ambos incidentes por separado, eso sería cierto; Kannozaka había hecho un buen trabajo como señuelo, pero Samatoki había encontrado a un camello y se había encargado de él y de sus secuaces con la ferocidad de un perro rabioso, por lo que Jyuto no había tenido que hacer mucho. El problema que Samatoki parecía no notar era que Jyuto había hecho más por él que invitarlo a sushi.

—Podría haber dejado que pasaras algo de tiempo en una celda —señaló con una sonrisa que, había esperado, sería contestada con enojo, mas Samatoki sonrió también, divertido.

—Nah, después te habría costado más trabajo sacarme.

Sin duda el tiempo que habían pasado juntos y lo que bien que Samatoki lo conocía a estas alturas era una desventaja, pues gracias a eso una amenaza así terminaba perdiendo toda su efectividad y lo dejaba con solo una opción, la verdad.

—Sea como sea, no esperes que pague por algo más después de todo lo que acabo de pagar.

Samatoki no cedió.

—Fue tu idea incluir a esos dos.

Sí, pero...

—Podrías haber comido menos.

—Tenía hambre y ni siquiera fui el que eligió el restaurante.

Y eso también era cierto.

—¿Cuánto crees que gana un policía? —explotó Jyuto, cansado de que Samatoki estuviese logrando refutar todo.

—Dice el policía corrupto —bufó Samatoki y decidió cerrar toda distancia para pasar un brazo por sus hombros y hablarle al oído (innecesariamente, pues gracias a la hora no había nadie cerca que pudiese escucharlos)—. No me vengas ahora con que eres un pobre servidor público, porque ambos sabemos que eso no es cierto.

—Hay cosas más útiles que el dinero. —Como el tener a otros en deuda y asegurarse de que pagaran con favores que resultaban más valiosos. Además, ahorrar no era una prioridad para él, pues dudaba vivir lo suficiente para retirarse y cualquier fondo adicional iba para usos menos visibles y públicos, ya que atraer atención con ellos lo pondría a él en desventaja.

La forma en la que Samatoki chasqueó la lengua era una clara indicación de que la tormenta seguiría o al menos eso creyó Jyuto, mas un momento después, Samatoki apoyó su cabeza contra él y suspiró.

—Tu ganas, conejo tacaño. Yo pongo el alcohol, tú pones él lugar. Y no te quejes si no compro esos vinos carísimos que dices que te gustan.

Decir que eso sonaba mal sería una mentira, por lo que aunque titubeó, Jyuto asintió con lentitud.

—Está bien, te daré el gusto de acompañarte.

¿No había una trampa en esa invitación, no?

El que Samatoki sonriera ampliamente no le daba ninguna confianza, tal como el que Samatoki comenzara a andar sin quitar su brazo de sus hombros, arrastrándolo consigo.

—Ve pensando como más agradecerme —dijo Samatoki con un canturreo pese a estar perfectamente sobrio, dejando claro que no estaría satisfecho con solo compañía y aunque en contra de su voluntad sus latidos se aceleraron, Jyuto suspiró de manera exagerada como si las infinitas exigencias de Samatoki lo cansaran.

No que el peso de su brazo fuese incómodo o que la idea de terminar la noche y darle la bienvenida a un nuevo día en compañía de Samatoki fuese desagradable. Incluso sin una deuda de por medio, Jyuto no se negaría, pero Samatoki no tenía ninguna necesidad de saber eso.