El universo de The Simpsons y sus personajes no me pertenece a mi sino a Matt Groening. El uso de los mismos es el de entretener, sin fines de lucro.

En el arte, como en el amor, la ternura es lo que da la fuerza.

Wilde.


Charla de medianoche.

Notas Preliminares.

Esto es un ¿AU? No le busquen mucho sentido, escribo de ellos porque a ella le gusta y le hace feliz. Y si ella es feliz yo soy feliz también —confeti—.

Feliz cumpleaños para ti, My Little Piece of Heaven.


1.

Deberían ser, como mínimo, las tres y media de la madrugada cuando Moe se levantó, consternado —por no decir enojado— al escuchar unos golpes en su puerta trasera, como si el intruso estuviera reclamando que esa noche el bar había permanecido cerrado al público. Atándose descuidadamente el cinturón de su bata y soltando una maldición a sí mismo por haberse quedado esa noche, buscó a tientas el mango de su escopeta, que se asomaba tímidamente por encima del armario, antes de dirigirse a abrir la puerta con toda la mala intención de meterle un tiro entre ceja y ceja al recién proclamado objeto de su odio.

—Más le vale que sea Dios —Moe aún forcejeaba con la cerradura cuando los murmullos ahogados del otro lado se le hicieron familiares por alguna razón, quizá por la voz. O quizá porque cuando la puerta cedió, fue el rostro de Smithers el que emergió de la oscuridad como un villano de James Bond.

—Oh… Dios.

2.

Smithers yacía semiinconsciente, manteniendo el equilibrio como podía estando sentado en una de las butacas de la taberna. Moe no tenía que ser un genio para saber que el sujeto estaba medianamente —por no decir totalmente— ebrio. Lo realmente interesante era la razón por la cual en primer lugar había terminado en su taberna y sin olvidar lo obvio, por qué había tomado la decisión de emborracharse.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por la repentina acción de Smithers que, como si acabase de descubrir una verdad importante, levantó el dedo índice reclamando su atención.

—¿Tú crees que… a los duendes les gusten los huevos en salmuera?

Moe no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. —Les gusten… ¿qué?

—Ya sabes… —Smithers realmente estaba esforzándose por conectar las palabras mientras con su media neurona restante dibujaba cosas incoherentes al aire—. Huevos en salmuera, pero nunca te preguntaste Moe, ¿por qué la llaman salmuera? ¿Y si sabe a azúcar, pero el azúcar les gusta a los duendes y para despistarlos le llaman salmuera? Además, azúcarmuera tan interesante no suena, es como un muere azúcar, y eso no es muy family friendly.

—Smithers —Moe lo sostuvo por los hombros, sacando paciencia de dónde no sabía y acallando los prohibidos pensamientos en su cabeza acerca de la cercanía del hombre ebrio frente a él, para decirle unas cuantas palabras que esperaba le devolvieran un poco de sentido común—. No existen los duendes, y la salmuera se le llama salmuera y punto, pero estás borracho y no distingues huevos en salmuera de balas de escopeta, ¡así que deja de metértelos a la boca, por un demonio!

Smithers, dejándose hacer, se quedó en silencio unos minutos mientras Moe guardaba las balas y llevaba el arma lejos de su alcance —por precaución—. Moqueando un poco, como si estuviera llorando, volvió a llamar la atención del tabernero quien pensaba que éste era el momento en el que el extraño visitante revelaría el motivo de tan singular asalto a estas horas de la madrugada.

—Tengo hambre Moe.

O quizás no.

3.

Smithers mordisqueaba una pieza de tocino en completo silencio. Como quien no quiere la cosa, miraba a Moe de cuando en cuando quien se encontraba hirviendo agua, quizás café.

—¿Ya se te enfrió el cerebro?

Smithers reaccionó a la voz del tabernero con bastante lentitud. Para disgusto —o preocupación, o nerviosismo, o cualquier otra cosa que explicase el mar de sentimientos encontrados— de Moe, el asistente aún se encontraba bajos los efectos del alcohol y no pudo sino entregarle palabras sueltas en lo que Moe llamó "un idioma totalmente desconocido".

—¿Me vas a decir por qué estás aquí? —Moe nunca fue caracterizado por ser una persona paciente. No obstante, aunque no lo pareciera, podía leer con bastante facilidad algunas situaciones en particular. Y aún más a este sujeto en cuestión, quien a través del tiempo había empezado a aceptar.

Smithers encogió los hombros fingiendo demencia —aunque no es que estuviera muy lejos del término—, y decidió seguir jugando con el trozo de comida, dejando la habitación en completo silencio hasta que la tetera sacó a Moe de su ensoñación.

Arrastrando los pies, Moe —quien ya se había dado por vencido con respecto a dormir esa noche— buscó los sobres de té en alguno de los cajones de su cocina porque tampoco se despreciaba tanto como para beber café a fin de cuentas en la madrugada.

O quizás sí.

Otros quince minutos habían pasado y el tocino había acabado, Smithers callaba con firmeza y Moe de pensar ya le dolía la cabeza. Y por alguna razón que no comprendía, curiosa rima en sus pensamientos había. Le echó otra ojeada a su acompañante quien se encontraba en el limbo propio de la persona a punto de caer en el sueño, pero lo suficiente para tambalearse en el límite y seguir jodiéndole la existencia.

Terminó su té de un trago y se levantó sonoramente, despertando a un somnoliento Smithers que se dejó hacer cuando Moe le ofreció su hombro y lo llevó hasta la cama en el cuarto trasero donde se encontraba antes. Ayudándolo a acostarse, extendió unas sábanas en el piso y sacó otro edredón del armario. Una vez acomodado, se dirigió a Smithers quien parecía haber recobrado la consciencia.

—No tengo problemas si quieres venir a dormir a este basurero —hizo una pausa esperando a que los sentidos de Smithers lograran alinearse—, le harías compañía a las ratas, si soy sincero. Pero no esperes que simplemente diga nada cuando llegas aquí de la nada. —le dio un golpe en la frente con la palma en señal de reprimenda.

El regañado se quedó observándolo fijamente mientras se sobaba el golpe. —Sabes Moe… —arrastraba bastante las palabras—. Eso ha rimado.

—No voy a leerte un cuento para dormir —a Moe realmente le molestaba ponerse nervioso al compartir un momento íntimo con alguien, no por ser antisocial, quizá un poco, pero en realidad no estaba acostumbrado—. Así que duérmete, entonces mañana podré burlarme de ti por la tontería que estás haciendo ahora.

4.

—Oye Moe.

El susodicho, con los ojos cerrados llamaba al sueño que, lejos de llegar, le escupía en la cara y se alejaba riéndose como un maldito desgraciado. Perdiendo un poco la paciencia, ignoró a Smithers quien lejos de callarse, se dio la vuelta de tal modo que podía verlo desde el suelo.

—Sé que me escuchas Moe.

—¿Qué rayos quieres Smithers? Déjame dormir.

—¿Por qué las personas que quieren ser felices no pueden ser felices?

A Smithers ya no se le escuchaba tan volado, Moe supo entonces que ya se podía razonar.

—Porque el mundo no es así de simple. Si lo fuera, no estaríamos teniendo esta conversación.

—¿Por qué? —Smithers se encontraba sin sus anteojos, así que intentaba enfocarlo aún con las luces casi apagadas.

—Porque no estaría aquí si todo hubiese funcionado bien para mí.

—Eso es un poco triste.

Sí.

—¿Y tú por qué estás aquí Smithers?

Yo también…

—Porque no tenía otro lugar a dónde ir.

Estoy solo.

Lo siguiente que escuchó Smithers fueron las hojas de un libro deslizándose a través de los dedos de Moe quien, sin decir mucho y a la vez lo suficiente para ser entendido, se aclaró la garganta.

—Había una vez…

5.

—Entonces, el mocoso hizo lo que tenía que hacer, preparó su respiración, aflojó sus músculos y ejecutó la 411 con una rapidez increíble… —para cuando Moe se percató, Smithers tenía los ojos cerrados y respiraba suavemente. Cerró el libro de recetas de cocina que tenía en la mano y lo puso debajo de su almohada, aumentando el grosor de la misma para que su cabeza no diera directamente con el suelo.

—Si lo pienso detenidamente —Moe no hablaba con nadie en específico, sólo consigo mismo—, ¿podría hacer que rimáramos de verdad? Quizá es imposible.

—Te estoy escuchando Moe.

—Maldito desgraciado, duérmete de una vez.

Smithers se cubrió la cabeza con las mantas, como si fuera un niño descubierto en su travesura. —Buenas noches Moe.

—Sí, buenas noches a ti también.

Fin.


Notas de Autor.

Me estoy adelantando de nuevo, sé que faltan como dos horas mínimo, pero no podía esperar más.

Feliz cumpleaños para ti, mi pequeña.

Si de algo estoy agradecido, es que seas parte de mi día a día, espero que este en especial sea uno muy, muy bonito, y que sigas cumpliendo muchos años más. Y claro, que sigamos construyendo bonitos recuerdos a pesar de la distancia. Siempre significarás algo muy importante para mí, así que intenté darte el mejor regalo que pude a pesar de mis limitaciones (?)

Come mucho pastel. Ríete mucho. Corre si quieres. Cae si es necesario. Levántate siempre. Vive, sé muy feliz y nunca te arrepientas de vivir.

Te quiero.