Algo nuevo
Yukimura era directo.
Eso era algo que Sanada había aprendido años atrás, el mismísimo día en el que había conocido a Yukimura, y con el paso del tiempo se había hecho obvio que no se trataba de algún tipo de espontaneidad infantil.
Él era capaz de medir sus palabras, sin embargo, y de elegir el momento adecuado para decirlas, aun si normalmente prefería no hacerlo.
—No tiene sentido evitar el tema —era como solía justificarse, luciendo indiferente al resultado que sus palabras traían, y Sanada le daba la razón.
No había nada amable en mentir, así fuese por omisión, ni en postergar algo, incluso si se trataba de un tema poco agradable. Lo correcto era afrontar las cosas desde un comienzo y lidiar con las consecuencias de igual manera y el que Yukimura pareciese estar de acuerdo con eso era algo que Sanada apreciaba.
Pero por eso mismo nada tenía sentido ahora.
Yukimura no era alguien que usaba excusas o que inventaba tener algo que hacer para esquivar a nadie, no era un cobarde incapaz de responder con un rechazo directo cuando alguien o algo indeseable se atravesaba en su camino y ciertamente no apartaba su mirada ni se ocultaba de nadie, mas justo eso era lo que estaba haciendo y en retrospectiva, era obvio.
Sanada no había pensado así el primer día en el que Yukimura había fijado su vista en los libros que estaba recogiendo, sonando casual.
—Hoy tengo algo que hacer —había dicho—. ¿Piensas visitar el club, verdad? Saluda a Akaya de mi parte.
Con la cercanía de la graduación y el ya no ser parte oficial del club de tenis, se podía explicar el que Yukimura hiciese planes y también era posible que se tratara de algo relacionado con su familia o incluso con su salud, por lo que Sanada había aceptado esa vaga respuesta y se había tragado la decepción de que Yukimura rechazara su invitación de ir juntos a asegurarse de que Akaya no destruyese el club antes de siquiera participar en un torneo.
El que al día siguiente Yukimura afirmase no poder almorzar con él había sido más extraño, mas Sanada no había llegado a inquietarse a pesar de que la atención de Yukimura había parecido estar en su teléfono.
Pero luego se había repetido.
Yukimura siempre parecía querer ver algo cuando Sanada estaba cerca, tal como siempre tenía una razón que no se preocupaba por decir cuando Sanada lo invitaba a almorzar, a jugar tenis, a regresar juntos a casa, a estudiar e incluso a visitar su casa con la promesa de que su madre prepararía pescado. Y como si eso no fuera suficiente, el único lugar en el que podía encontrarlo últimamente era en su salón apenas se terminaba una clase.
Las usuales visitas de Yukimura al invernadero en la azotea, a los jardines, al salón del arte y a las canchas de tenis parecían haberse convertido en algo del pasado, dificultando así el poder hablar con él en primer lugar.
Tras dos semanas, Sanada estaba harto.
Si Yukimura tenía algo contra él, bien podía decirlo de una vez, y si Sanada tenía la culpa de ello, era perfectamente capaz de afrontarlo y pagar por ello.
Fue con esa determinación que Sanada fue a buscarlo a primera hora, plantándose con los brazos cruzados a poca distancia del salón de Yukimura mientras aguardaba a que él llegara.
Ignorar las miradas llenas de confusión y temor que recibió en esos eternos minutos fue fácil; ignorar el que una vez finalmente apareció, Yukimura se detuvo en seco al verlo, inclinó su cabeza como si hubiese descubierto algo interesante en el suelo y dio media vuelta un segundo después fue imposible.
—¡Yukimura!
—Olvidé algo.
El que Yukimura no se molestara en girar su cabeza en su dirección al responder fue la gota que colmó el vaso y Sanada se encontró a sí mismo intentando alcanzarlo, cosa difícil de hacer cuando Yukimura mismo aceleró su andar al punto de convertirlo en un trote que ni siquiera cesó una vez se acercó a los casilleros, los cuales ignoró para dirigirse a la salida.
Como si necesitara más pruebas de que Yukimura lo estaba evitando.
Sanada no planeaba rendirse ahora y por eso siguió tras él incluso cuando Yukimura abandonó el edificio principal y huyó hacia las canchas, quizás por el hábito de recorrer ese camino con tanta frecuencia.
En ese punto ambos ya estaban corriendo tan rápido como podían con zapatos que no estaban hechos para correr, mas Sanada sabía que no seguirían a ese paso por mucho. La resistencia de Yukimura no era mayor que la de él y además, él no planeaba dejarlo escapar y justo tras girar por el camino que los llevaba a los vestidores, Sanada se esforzó un poco más, estiró un brazo hacia él y lo atrapó.
La exclamación de sorpresa de Yukimura fue tan súbita como el impacto del cuerpo de Yukimura contra el de él, pues Sanada se detuvo apenas cerró una mano alrededor de su muñeca izquierda y la inercia llevó a Yukimura contra él; aun así, Sanada pudo mantener su equilibro y ayudar así a que Yukimura también se mantuviese en pie y pudiese recuperar el propio.
Tras unos segundos, sin embargo, en lugar de enderezarse, Yukimura apoyó todo su peso contra él y no hizo ningún movimiento para liberar su brazo.
—No sabes rendirte... —se quejó sin sonar molesto, pero sí sin aliento.
Era un alivio, en cierta forma, que Yukimura decidiese aceptar su cercanía una vez más, pero no era suficiente. Yukimura continuaba con su vista en otro punto, como si girarse y encarar a Sanada siguiese siendo algo que no quisiera hacer.
—Esto no es algo típico de ti, Yukimura —señaló Sanada, apretando su agarre. Aun si Yukimura no lucía listo para escapar, él no planeaba arriesgarse.
—¿Esto?
—Evitar algo. —Yukimura suspiró calladamente en respuesta, cosa que Sanada solamente pudo notar gracias al contacto físico entre ellos—. No lo vas a negar.
—No. —Yukimura echó su cabeza hacia atrás, finalmente dedicándole una mirada resignada que Sanada enfrentó inclinando su cabeza para ello. La tensión se apoderó del cuerpo de Yukimura de inmediato y él cerró los ojos—. Solo necesito tiempo.
¿Qué?
Soltar su muñeca para agarrarlo de los hombros y forzarlo a dar media vuelta fue fácil, obligarlo a moverse para poder acorralarlo contra la pared exterior de los vestidores también lo fue. Yukimura no estaba oponiendo resistencia pese a que ladeó su cabeza para evitar verlo.
—¿De qué estás hablando?
Yukimura frunció el ceño y volvió a fijarse en él. Un ligero rubor estaba cubriendo sus mejillas, sin duda debido al ejercicio previo.
—¿En serio, Sanada? —Con un nuevo suspiro, Yukimura sacudió su cabeza—. Mientras yo estaba preocupado por mi orgullo, tú ni siquiera te acuerdas.
Aunque le tomó un segundo procesar de qué era lo que Yukimura estaba hablando, Sanada entendió perfectamente a qué se refería y esta vez fue él quien tuvo que apartar su mirada de Yukimura, consciente de que el sonrojo de Yukimura no tenía que ver con su intento de escape.
Sanada tragó saliva forzosamente.
Si ese era el motivo de todo, entonces era él y no Yukimura quien tenía la culpa. Si bien no se alejó de él, Sanada soltó sus hombros, apretó sus propios puños y tuvo que aclarar su garganta antes de lograr pronunciar unas simples palabras.
—¿Te lastimé? Si yo...
—Y por eso necesitaba tiempo. —La voz de Yukimura se mantuvo firme—. Siempre te culpas aunque yo no te culpe.
—Solo me estoy responsabilizando. —Porque si habían llegado más lejos de lo que deberían, si habían ido más rápido de lo que era apropiado, si había cruzado líneas que era mejor no cruzar, él tenía que asumir la culpa por ello.
Yukimura resopló, displicente.
—Si quieres responsabilizarte, entonces... —Yukimura se acalló de manera repentina. Al volver a poner su vista en él, Sanada lo descubrió más sonrojado que antes.
¿Por qué? No que preguntar sobre ello tuviese sentido, pues, sin importar el motivo, lo que él haría no cambiaría.
—Haré lo que sea.
—Sé que lo harás. —Yukimura rio suavemente y esta vez fue él quien extendió una mano hacia él, asiendo la chaqueta de Sanada para halarlo y obligarlo a acercarse más, como no lo había estado desde aquella tarde, desde antes de que Yukimura comenzase a evitarlo. ¿Cómo era que no había hecho la conexión antes? Sanada no tuvo tiempo para recriminarse por ello, pues Yukimura continuó hablando, esta vez en un susurro—. Soy un hombre, Sanada, tengo mi orgullo. Aceptar que lo disfruté no es tan fácil.
Tal afirmación dejó a Sanada sin aliento.
Contrario a la acusación de Yukimura, Sanada no había olvidado por un solo momento lo que había hecho, aun si quizás sí había evitado pensar en ello, al menos estando despierto.
En sus sueños, la expresión de Yukimura, su voz (que había intentado silenciar de principio a fin) y cómo él se había sentido en Yukimura lo habían perseguido, haciendo de sus mañanas algo incómodo y de sus sesiones de meditación al amanecer una verdadera necesidad.
Recordarlo ahora que estaban tan cerca dejó a Sanada paralizado e incapaz de hablar, aunque lo intentó.
—Oh.
No que eso pudiese ser considerado como algo coherente y sin duda fue por eso que cuando Yukimura respondió, lo hizo en voz alta y sonando molesto.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
Sanada tuvo que esforzarse por no perderse en el calor proveniente de Yukimura y en los recuerdos de aquella tarde, sino concentrarse en la conversación que estaban teniendo pese a que se sentía irreal, porque sonaba como si en verdad él no hubiese hecho algo mal. Aunque quizás en verdad no estaba escuchando mal, pues además habían llegado a ese punto por una simple razón.
—Fue tu idea.
Yukimura lo soltó en ese instante y se apoyó de nuevo contra Sanada.
—Y la curiosidad mató al gato.
Su voz fue tan baja que Sanada sospechaba que Yukimura incluso estaba hablando consigo mismo y no le interesaba que Sanada lo escuchara o que le contestara. Pero ignorarlo, sin embargo, le parecía una peor idea. Era hora de dejar todo claro.
—No eres un gato —señaló al tiempo que rodeó a Yukimura con sus brazos y lo apresó contra él.
Yukimura rio suavemente y se acomodó mejor contra él, apoyando su frente en el espacio entre su cuello y uno de sus hombros y aferrándose con sus dos manos a Sanada.
—Y quiero volver a hacerlo —continuó en un volumen más audible—. Pensar en eso en público no es conveniente.
Como si quisiera terminar de remarcar su punto, Yukimura movió una de sus piernas para dejarla entre las de Sanada y movió sus caderas solo lo suficiente para que Sanada pudiese sentir el bulto en sus pantalones.
Eso terminaba de explicarlo todo.
Sanada tragó saliva y cerró sus ojos por unos segundos, incapaz de dejarlo ir, pero consciente de que alguien bien podría verlos, pues aunque los estudiantes ya deberían estar en sus salones, algún profesor que no tuviese que dar ninguna lección a primera hora o alguien parte del personal del colegio podría pasar por allí y descubrirlos así.
En un impulso, Sanada soltó a Yukimura y puso sus manos en sus hombros para alejarlo de un ligero empujón que Yukimura sin duda no esperaba, pues incluso pareció trastabillar y frunció el ceño pese a aceptar su reacción y soltar a Sanada.
Sin aguardar a escuchar una protesta, Sanada lo agarró de una mano y comenzó a caminar, llevándolo consigo hacia la puerta de los vestidores, la cual pudo abrir pese a no tener ya la llave de ésta. Esa era una bendición y una decepción a la vez, ya que Yukimura decidió comentar sobre lo segundo cuando entraron.
—Akaya olvidó cerrarla. Le recordamos que eso no debía pasar, ¿verdad?
Claro que habían hecho eso y más antes de dejar el club, pero Sanada no estaba dispuesto a aceptar tal cambio de tema y por eso cerró la puerta tras ellos y volvió a acorralar a Yukimura, esta vez contra la puerta.
Sanada apoyó ambas manos en esta para impedirle escapar.
No pensaba tolerar que Yukimura lo volviese a esquivar, ya que aunque ahora sabía el motivo por el que Yukimura había estado evadiéndolo, todavía no había conseguido hacer nada para que tal cosa acabara.
—No hemos terminado de hablar.
Yukimura parpadeó, confundido, antes de resoplar en algo que sonaba como una risa contenida. Él apoyó su cabeza en la puerta y curvó sus labios en una sonrisa apretada.
—No creo que haya mucho más que decir. A no ser —continuó Yukimura, bajando la voz y entrecerrando los ojos— que pienses hacer algo al respecto. —Quizás Yukimura solo estaba bromeando y por eso, tras un par de segundos, rio y sacudió su cabeza—. ¿Crees que todavía alcancemos a llegar a clase?
Eso sería lo sensato, sin duda alguna, mas Yukimura estaba muy equivocado si creía que el recuerdo de esa primera vez solo lo afectaba a él y que Sanada podría seguir su día como si nada después de lo que Yukimura había confesado.
—¿Por qué otra razón estaríamos aquí?
No era frecuente ver a Yukimura con los ojos como platos y su boca entreabierta y Sanada disfrutó eso tanto como el que Yukimura se estremeciera al tiempo que contuvo su respiración audiblemente.
—Sanada... —Yukimura pasó su propia lengua por sus labios. ¿Estaba nervioso? ¿Excitado? Tener algún tipo de poder sobre Yukimura era algo nuevo y más gratificante de lo que debería ser cuando no estaba venciéndolo en una cancha—. Espero que no estés hablando por hablar.
Ambos sabían que Sanada nunca retrocedía ante un desafío que en ese momento ni siquiera era necesario, pues el fuego en Sanada ya era demasiado fuerte para postergar algo que tal vez debería haber hecho antes.
—No te preocupes. Sabes que cumplo con mi palabra.
Ya consciente de qué era lo que Yukimura quería, Sanada no titubeó al llevar una de sus manos hacia su cuello y acariciar la suave piel de este con lentitud antes de deslizar esa misma mano hacia su rostro. Primero tocó una de sus mejillas, apartando algunos mechones rebeldes de ellas para dejarlos tras una oreja, la cual rozó con la punta de sus dedos.
Terminar de inclinarse sobre él fue natural, tal como dejar una pierna entre las de Yukimura, lo que le permitió que verificara que él continuaba parcialmente duro y además le arrancó a Yukimura una exhalación que casi sonó como un gemido.
—Todavía no he hecho nada —remarcó Sanada con presunción.
Pese a estar sonrojado, Yukimura lo fulminó con la mirada.
—Estás confiándote demasiado.
¿Y por qué no iba a hacerlo?
Con solo acercar su rostro al de Yukimura, Yukimura cerró sus ojos e inhaló por sus labios al tiempo que los separó en espera de un beso que Sanada ansiaba darle. Pero no lo haría todavía.
Dos semanas sin siquiera una explicación era demasiado tiempo y por mucho que Yukimura pareciese querer lo mismo que él, hacerlo esperar y llenarlo de impaciencia era una mejor opción.
Fue por eso que Sanada prefirió resumir su exploración, esta vez trazando los labios de Yukimura con sus dedos y luego descendiendo para desabotonar su camisa y poder así recorrer su pecho sin ningún tipo de obstáculo.
Si bien Yukimura volvió a abrir los ojos y frunció el ceño con confusión, no protestó ante las atenciones de Sanada y sí gimió cuando Sanada presionó una de sus tetillas.
Que Yukimura no se limitara a permitir que Sanada hiciese lo que quisiera era predecible y en cuanto Yukimura llevó una mano hacia él, Sanada la atrapó con su otra mano. Perder el soporte contra la puerta significaba apoyar todo su peso en Yukimura y el movimiento trajo un breve instante de fricción que causó que ambos jadearan.
A pesar de eso, Sanada no se apresuró y no dejó de jugar con la misma tetilla con una mano mientras que besó los nudillos de Yukimura, apretándola en su agarre y permitiendo que sus dientes rozaran su piel.
—¿Sanada? —cuestionó Yukimura con voz temblorosa, sonando curioso.
—Ten paciencia —le replicó Sanada.
Impedir que Yukimura lo interrumpiera significó atrapar su otra mano y apresar ambas sobre su cabeza, lamentando que eso lo limitase a él mismo, mas a la vez sospechando que era lo mejor.
Ir despacio significaba ver a Yukimura derretirse contra él, disfrutar ver a Yukimura pasar de simplemente disfrutar de sus caricias a desearlas y además poder admirar las marcas que estaba dejando en la piel de Yukimura.
Era como si ahora hubiese un mapa que contaba donde había estado su boca, en donde sus dedos habían presionado con más fuerza, donde incluso habían pasado sus dientes.
Esa primera vez Sanada no se había atrevido a esto y de haberlo hecho, quizás no habría tenido la oportunidad de admirarlo, abrumado como había terminado al descubrir lo que era estar dentro de Yukimura y perder juntos toda compostura.
—No pensé que... —comentó Yukimura, viéndose interrumpido por un gemido al tiempo que echó su cabeza hacia atrás, golpeándose contra la puerta y exponiendo un poco más su cuello. Sanada no dudó en succionar la delicada piel expuesta. La reacción de Yukimura no fue solo audible, pues él también se retorció contra él, buscando un alivio temporal en la fricción que consiguió con eso—. Estoy viendo un nuevo lado tuyo —rio sin aliento un momento después.
Al apartarse un poco para ver a Yukimura, Sanada lo descubrió con una pequeña sonrisa y sus ojos radiantes. Hermoso, capaz de acelerar más su corazón e imposible de comprender, pues a pesar de tomarse un segundo para pensar en las palabras de Yukimura, Sanada no pudo encontrarles sentido.
—¿De qué hablas?
Yukimura alzó una ceja e hizo un amague de liberar sus manos como si esa fuese la respuesta y si bien Sanada seguía entender, supuso que había ido demasiado lejos.
—Lo siento. —Sanada aflojó su agarre, dándole la oportunidad de soltarse—. ¿Debería...?
—Quiero ver qué otras sorpresas tienes para mí —dijo Yukimura, sacudiendo su cabeza en negación y sin aprovechar para alejar sus manos de la de Sanada, mas un segundo después añadió—: Pero no me hagas esperar demasiado.
¿Quién estaba sorprendiendo a quién?
Sanada se estremeció y esta vez, al inclinar de nuevo su cabeza, mordió la misma zona que había succionado y que ya estaba enrojecida, disfrutando el sonido que Yukimura dejó escapar.
Pero realmente no podría prolongar esto mucho más, aceptó Sanada consigo mismo, ahora usando su lengua en disculpa por la rudeza de su previo gesto y presionando su propia erección contra Yukimura.
No era que hubiese olvidado en qué lugar estaban o exactamente donde deberían estar en ese instante, mas Sanada no creía poder detenerse ahora y con Yukimura igual de dispuesto a continuar, actuar para aplacar el deseo que los inundaba era lo único posible.
Con eso en mente, Sanada se separó un poco para abrir el pantalón de Yukimura; sin embargo, escucharlo suspirar cuando palmeó su erección lo detuvo. Luego de lo que Yukimura había confesado, quizás no era eso lo que debería hacer.
El nerviosismo de probar otra cosa más lo hizo titubear, pero Sanada llevó la mano que no estaba agarrando las del Yukimura hacia los labios de este y tanteó sus labios con dos de sus dedos al tiempo que tragó saliva.
—No tenemos nada aquí —explicó, incapaz de ser más explícito debido a la vergüenza que poco a poco comenzaba a sentir. Yukimura no hizo nada, por lo que Sanada se vio obligado a pronunciar algo más—. Lámelos.
El que Yukimura contuviese la respiración y sus ojos se abrieran como platos hizo que, por un instante, Sanada temiese que esta vez sí había cruzado algún límite, pero antes de poder disculparse, Yukimura cerró sus ojos y separó sus labios.
Era irreal ver algo así y sentirlo, aun si la sensación de sus dedos siendo succionados y lamidos era real. Y eso lo hacía preguntarse si Yukimura estaba dispuesto a hacer lo mismo con algo diferente, cosa que no habían intentado antes.
Sanada no pudo contener algo que no era realmente un gemido y que causó que Yukimura abriese un solo ojo para mirarlo, aparentemente curioso, aunque un momento después volvió a cerrarlo y movió su cabeza para no solo limitarse a la punta de sus dedos.
Quizás no solo Yukimura estaba descubriendo algo nuevo de sí mismo.
Temblando, Sanada soltó las manos de Yukimura para poder usar esa mano para poder abrir su propio pantalón y liberar su erección, tras lo cual deslizó los boxers de Yukimura mientras Yukimura dejó caer sus manos y se aferró a los hombros de Sanada.
Estar miembro contra miembro y rodear a ambos con su mano lo hizo estremecerse y Yukimura pareció hacerlo con él, moviendo su cadera en respuesta y creando un ritmo en el proceso que demostraba más desesperación de parte de Yukimura de la que Sanada había creído posible en él.
Queriendo saciarlo, Sanada sacó sus dedos de la boca de Yukimura y los llevó a su trasero, tanteando su entrada antes de probar meter un solo dedo.
Yukimura se alejó de la puerta para apoyarse contra él y abrió un poco más sus piernas, como si quisiera invitarlo a ir más profundo y Sanada obedeció, buscando ese punto que previamente había hecho que Yukimura se retorciera en éxtasis y que, cubriendo su rostro con un brazo, lo había llevado a exigir más.
Esa vez, semanas atrás, Sanada no había tenido la calma para apreciar esa reacción y solo se había sentido aliviado de no estar lastimándolo ni estar haciéndolo mal; ahora, Sanada curvó un poco su dedo y aguardó llenó de expectativa hasta el momento en el que Yukimura le permitió saber que lo había encontrado.
Era bueno haber estado atento a las reacciones de Yukimura, pues Sanada no se vio afectado al tener de repente todo el peso de Yukimura en él y pudo disfrutar su voz y sus demandas que comenzaban a sentirse como ruegos, quizás porque sabía que solo él había llevado a Yukimura hasta este punto y que no sería algo de una sola vez.
Sanada dio un paso hacia adelante para obligar a Yukimura a volver a quedar contra la puerta al tiempo que insertó un segundo dedo en él, arrancándole con ello un nuevo gemido.
No era suficiente, sin embargo, y el descubrir que él mismo quería llegar tan lejos como aquella vez lo paralizó por un instante. Si no estuvieran en el colegio, si no estuviesen en los vestidores del club, si tuvieran lo necesario, él...
—No te atrevas a detenerte ahora —ordenó Yukimura, moviendo su cadera para reanudar el ritmo interrumpido y deslizando una mano para ayudar a Sanada con las también interrumpidas caricias—, Sanada, yo...
Sanada lo calló con sus propios labios, besándolo como se arrepentía de no haberlo hecho antes y pese a que Yukimura parecía no haberlo esperado, pronto le correspondió el gesto.
No poder escucharlo como antes era la única desventaja, mas el que Yukimura mismo profundizase el beso compensaba eso. Aun si en este punto Sanada no podía decir que tenía todo el control (de la situación o de sí mismo), sentir la lengua de Yukimura fue un nuevo aliciente para seguir y seguir hasta que Yukimura dejó de mover su mano y apretó en su interior los dedos de Sanada, corriéndose con un gemido que los labios de Sanada no pudieron acallar por completo.
No pasó mucho para que Sanada lo siguiera y solo fue después, una vez sacó sus dedos y se recuperó de su propio orgasmo, que cayó en cuenta de la situación y vio la evidencia de lo que habían hecho en los uniformes de ambos.
Yukimura, quien todavía tenía su boca entreabierta como si no hubiese recuperado del todo el aliento, pareció leer su mente y sonrió.
—Podemos usar las duchas y lavarlos —dijo, pragmático como siempre—. No hará mucha diferencia si perdemos un par de horas de clase mientras se secan.
—Tendremos que conseguir apuntes de lo que nos perdimos —señaló Sanada, apartándose para poder deshacerse de su camisa y seguir la idea de Yukimura.
—Y pensar en una buena excusa.
Era vergonzoso tener que hacer tal cosa y Sanada prefería no intentar justificarse y aceptar cualquier castigo, pues además no se arrepentía ni siquiera ahora que el ambiente había cambiado y habían pasado de concentrarse el uno en el otro a hacer algo puramente necesario.
Lo único que delataba lo que acababan de hacer eran las marcas en el torso y cuello de Yukimura y el que los primeros pasos que Yukimura dio camino a las duchas fueron inusualmente tambaleantes, mas Sanada sentía que, aparte de eso, bien podía parecer que solo estaban allí para tomar una ducha luego de un buen partido.
El silencio entre ellos no era tenso, sin embargo, y una vez ellos y sus uniformes estuvieron limpios y lo único que quedaba era esperar, terminaron sentados en la misma banca, hombro a hombro, y Yukimura se recostó contra él.
—Así que vas a dejar de esquivarme —resopló Sanada.
El volver a probar lo que era compartir un momento con Yukimura le estaba haciendo notar lo mucho que lo había extrañado y con ello había vuelto a sentir la agria molestia de los últimos días. No pensaba permitir que eso se repitiera y por eso observó a Yukimura de reojo, queriendo confirmar que esta cercanía no era algo temporal y que no lo vería huir de nuevo.
—No tengo otra opción —suspiró Yukimura, sonando tan relajado como se veía con sus ojos cerrados y su cabeza sobre uno de los hombros de Sanada—. Me atrapaste.
La pequeña sonrisa decorando los labios de Yukimura convenció a Sanada, aun si no por eso se contuvo de tomar una de sus manos y entrelazar sus dedos. El que Yukimura no solo aceptase eso, sino que apretase su agarre fue lo último que Sanada necesitó para también relajarse y apoyar su cabeza sobre la de Yukimura, disfrutando del aroma de su cabello.
Finalmente todo volvía a estar bien.
