Primero que nada quiero decirles que esta historia no es mia le pertenece a la increíble
Rumiko Takahashi
Esta historia fue escrita hace mucho tiempo por #Yrim nombrada con #Ahora_no! en el año 2013 y me fascino entonces decidí darle una continuidad.
Todo comenzó una tranquila mañana en Nerima, concretamente un viernes en el Dojo Tendo. Habían pasado dos meses desde la boda fallida de Akane y Ranma, y desde ese entonces algo había cambiado, y el que más se daba cuenta de ese cambio era nuestro querido caballo salvaje. Akane no parecía ser la misma de antes, y eso era algo que empezaba a preocuparle. Estaba más… ¿tranquila era la palabra adecuada? Ya no se oían sus gritos a cada hora, y llevaban siete semanas prácticamente sin tener que arreglar las puertas o las paredes de la casa. Eso en parte era bueno, pero Ranma añoraba verla sonreír. No es que no lo hiciera, pero no desde el corazón. Hacía mucho tiempo que no se perdía en esa sonrisa dulce que le otorgaba su prometida de vez en cuando. Tampoco era que antes le sonriera muy a menudo, pero, al menos cuando lo hacía, no era de forma falsa.
Sintió un zarandeo, provocado por unas manos suaves que le movían el hombro, seguido de unas palabras:
— Ranma, despierta, tenemos que ir a clase.
Él siguió sin dar señales de querer levantarse, aunque Akane ya sabía que estaba despierto. Suspiró, cogió aire y dijo:
— Anda, mira, un gatito. ¡Qué lindo!
Ranma se levantó de un salto, mirando hacia todas direcciones en busca de ese ser mientras gritaba:
— ¡Gato! ¡Gato! ¡Nooooo!
Sin embargo, no había ningún felino por allí. Miró a Akane, que ya se marchaba por la puerta, y escuchó que ella le decía:
— Vamos, no quiero llegar tarde el último día del semestre…
— Es verdad… mañana empiezan las vacaciones de verano…— Detuvo sus cavilaciones y se vistió lo más rápido que pudo para seguir a su prometida. Bajó las escaleras y se dispuso a desayunar en el comedor. Se sentó al lado de la muchacha de cabellos azulados, y mirándola de reojo empezó a comer.
A los pocos minutos ya habían acabado, y se dirigían a la escuela corriendo, para no variar. Ninguno de los dos hablaba, y Ranma decidió romper el silencio con su nueva pregunta habitual:
— Oye, Akane, ¿te pasa algo?
A lo que ella le respondió con su nueva respuesta habitual:
— No, Ranma, ¿por qué lo dices?
El pelinegro suspiró, estaba harto de la misma mini-conversación de cada mañana. Akane ni siquiera se enfadaba ya cuando le decía alguno de sus insultos, pero valía la pena intentarlo. ¿Cuánto tiempo hacía que no recibía un golpe de su famoso mazo?
— Por nada, simplemente que estás más rara de lo normal— dijo unos pasos por delante de ella. Inmediatamente se paró y se protegió la cabeza, pero el golpe esperado nunca llegó. Ella pasó por su lado diciéndole simplemente:
— Pues estoy como siempre…
Sabía que iba a pasar eso, pero no sabía que iba a resultar tan duro. Esa no era Akane, no era SU Akane… Probaría de nuevo:
— Es verdad, sigues siendo un marimacho con las piernas gordas.
A lo que ella respondió:
— Sí, nada ha cambiado.
Él se quedó de piedra. Sin embargo ella no se giró para verificar que su prometido la seguía. Este reaccionó justo a tiempo para no llegar demasiado tarde, pero de todos modos, estuvo la primera hora cargando cubos de agua en el pasillo…
El resto de las clases las pasaba observándola, memorizando cada sonrisa que, muy a su pesar, no iba dirigida a él. Pero de todas, descubrió que solo una o dos eran verdaderas.
Llegó la hora del recreo, en la que parecía que la chica se había esfumado por arte de magia. Quería hablar con ella, así que la buscó por todo el colegio. Al fin la encontró en los jardines traseros, paseando sola.
— ¡Akane! —la llamó.
Ella se giró y vio a su prometido.
— Ranma… —pronunció suavemente.
Se escuchó un estruendo, y una bicicleta se estrelló en la cara de Ranma.
— ¡Nihao airen! —saludó la chica china para acto seguido cogerle del brazo.
— Hasta luego, Ranma —se despidió Akane dándose la vuelta.
— ¡Espera Akane! Shampoo suéltame por favor.
— Airen tener que escuchar a Shampoo. Ser muy importante —dijo la amazona tirando del brazo de Ranma.
Akane caminó alejándose de allí mientras escuchaba los gritos de su prometido llamándola. No obstante, no se apartó mucho del lugar por si tenía que intervenir en algún momento. Se escondió a varios metros de allí, detrás del tronco de un árbol y se sentó apoyando la espalda en este. No podía oír nada de lo que hablaban los otros dos. Suspiró. Tenía que haberse puesto más cerca. Dio un respingo cuando notó que alguien aparecía a su lado, pero se tranquilizó al ver a Moose.
— Moose, ¿qué haces aquí? —preguntó la pelinegra.
— Estaba siguiendo a Shampoo —Suspiró— Veo que ha venido a ver a Ranma.
— Así es —dijo Akane bajando la mirada.
— ¿Akane?, ¿Moose? —dijo una voz a sus espaldas.
Ellos giraron la cabeza inmediatamente y descubrieron que la que los llamaba era Ukyo.
— Ukyo, ¿qué ocurre? —preguntó Akane.
— Eso debería estar preguntándolo yo —dijo la castaña. Parecía enfadada—. ¿Qué hacéis los dos aquí escondidos? ¿Es que acaso estás engañando a Ran-chan con Mousse? ¿Te has rendido por fin?
— ¡Pero qué dices!— gritaron los dos aludidos al unísono.
— Bueno…— dijo Ukyo con una mirada incriminatoria sin convencerse del todo.
— Ukyo, si estás buscando a Ranma está ahí detrás con Shampoo— se resignó la chica.
— ¿Eh? ¡Ah! ¡Gracias Akane!— dijo, y se fue en la dirección que le había indicado la chica.
— Oye Akane, ¿por qué has hecho eso?— le preguntó el miope en cuanto la chica desapareció de su vista.
— ¿El qué?— dijo fingiendo inocencia.
— ¡Decirle dónde está Ranma!
La chica se quedó pensativa un momento.
— Supongo que es porque quiero que Ranma sea feliz, y eso solo será cuando elija entre esas dos, porque a Kodachi ni la incluyo… —contestó alzando la cabeza hacia el cielo.
— Pero Ranma te quiere a ti, ¡yo lo oí en Jusenkyo!
Akane esbozó una triste sonrisa.
— Si él me quisiera, no se habría opuesto así a la boda, ¿no crees?
— Bueno… no lo sé, sinceramente, ten en cuenta cómo es Ranma —dijo el chico.
— Mmm… no sé, tengo que pensarlo —repuso Akane evitando el tema— Oye, Moose, ¿quieres mucho a Shampoo, no?
— Eh… sí, claro que sí… —respondió algo cohibido por la repentina pregunta de la chica.
— Siento ser tan directa, pero, ¿por qué no te has dado por vencido?
— Porque la amo con todo mi corazón, me parece mentira que me preguntes una cosa así —dijo el muchacho levantando la cabeza.
Akane sonrió dulcemente.
— Lo siento, Moose, no me refería a eso, ya sé que la quieres más que a nada, pero… ¿no te dan ganas de abandonar al ver que por muchos intentos que hagas, ella no parece corresponderte?
Moose asintió.
— Así es, pero me repongo rápidamente, para seguir luchando por su amor.
— Ya veo… —y después de unos instantes preguntó— Moose, ¿Qué pensarías de mí si me rindo? —preguntó la chica.
— Que eres estúpida —dijo el muchacho.
Akane iba a responderle enfadada, cuando Moose dio un salto y la miró extasiado.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Akane algo asustada por la reacción del chico.
— Akane, se me ha ocurrido una gran idea… pero no sé si te gustará.
— ¿Qué idea? —preguntó Akane invadida por la curiosidad.
— ¿Qué te parece si averiguamos de una vez por todas qué es lo que sienten esos dos por nosotros?
— ¿Qué…? Pero… ¿cómo?
— Akane, ¿qué pensarían si tú y yo saliéramos juntos? —preguntó Moose mirándola fijamente.
— ¡¿Qué!?— gritó Akane.
— Shhh… ¡que nos van a oír! Piénsalo, si Ranma te quiere de verdad se pondrá como una fiera.
Akane, que empezaba a comprender cuál era el plan, dijo:
— Y si Shampoo siente algo por ti, también se pondrá celosa, ¿verdad?
Moose asintió expectante ante la decisión de Akane.
En ese instante sonó la campana dando fin al descanso. Akane se levantó.
— De acuerdo Moose, pero tendremos que planear todo muy bien. ¿Qué te parece si vienes a recogerme a la salida? Tenemos que hablar, y tengo una idea.
— De acuerdo, intentaré escaparme para venir.
— Bueno, no te preocupes, si no puedes no pasa nada— se apresuró a decir Akane.
— No, no. Te recogeré, y procuraré que Shampoo me vea.
— De acuerdo, hasta luego —sonrió Akane despidiéndose con la mano mientras se alejaba.
Aligeró su paso para no llegar tarde, mientras que iba pensando en el fabuloso plan de Moose. Una gran sonrisa se formó en sus labios al imaginarse que Ranma le pedía que dejara a Moose y se fuera con él. Y con esa sonrisa llegó a clase y se sentó en su pupitre.
Ranma la vio entrar y se dispuso a acercarse a ella, cuando se percató de la enorme sonrisa que traía su prometida, y de lo sumida que estaba en sus pensamientos. Se quedó en shock. ¿Quién podía haberle conseguido sacar esa sonrisa a Akane? ¿Quién? ¿En qué o quién estaba pensando esa idiota para sonreír de esa manera? Esa sonrisa era… perfecta, hermosa… y le enfurecía que no fuera él el causante y el dueño de ella.
Lo que no sabía Ranma es que esa sonrisa sí la provocaba él, aunque indirectamente.
Cuando la campana avisó el fin de las clases, después de un discurso del loco director por megafonía sobre lo que deberían hacer en verano, Ranma esperó a que Akane recogiera todas sus cosas para ir los dos juntos a casa, como siempre. Cuando bajaron y se dirigían a la salida, el chico notó a su prometida lago distraída. No paraba de mirar de un lado para otro.
— Eh, oye Akane, ¿qué te…?
No pudo continuar la frase, ya que su prometida había salido corriendo llamando a alguien. La siguió con la vista para ver quién captaba su atención, y cuál fue su sorpresa al ver a allí a Moose, hablando una chica que le decía que ella no era Akane, y a la verdadera Akane detrás de él. Se acercó todavía sorprendido.
— Pero Akane, tenemos que irnos —le decía a la chica.
— Oye, que ya te he dicho que no soy Akane— le respondía ella algo alterada.
— Moose, estoy aquí— le llamó Akane. —Justo detrás de ti.
Moose se dio la vuelta.
— Ah, así que estás aquí, lo siento.
— No pasa nada, tranquilo —comentó sonriendo.
Ranma, que empezaba a sentirse algo incómodo, dijo:
— Bueno, Moose ¿qué te trae por aquí? ¿No deberías estar trabajando?
El chico pato se puso las gafas para poder reconocer al que le estaba hablando.
— Ah, eres tú Ranma. Pues sí, pero me he escapado un rato. Se lo prometí a Akane en el recreo esta mañana.
Ranma miró a Akane, y luego a Moose. De Moose, a Akane, hasta que creyó comprender algo: la sonrisa de ella al llegar a clase. Cuando iba a decir algo, se escuchó:
— ¡Akane Tendo!
Al segundo siguiente Kuno apareció delante de la pelinegra y la tomó de las manos.
— Oh, mi dulce Akane Tendo, cuánto habrás esperado este momento, mi doncella con alma de tigresa —le dijo emocionado.
— ¿Y qué momento es este?— preguntó cabreada.
— ¡Este es el momento en el que tendremos una cita los dos solos! —contestó, y la abrazó— No te preocupes, ya sé que parece un sueño, ¡pero no lo es! — continuó apegándola más a él.
— ¡Quítale las manos de encima! —gruñó Moose mandándolo a volar.
— Gracias Moose —le agradeció ella sonriendo.
— No hay de qué, ¿nos vamos?
— ¡Claro! —dijo, y se volvió hacia Ranma— Ranma, ¿puedes avisar en casa que llegaré más tarde?
— D-de acuerdo, pero ¿qué tienes que hacer con Moose?
Akane se quedó callada durante un segundo.
— Nada que a ti te incumba. Venga, Moose, vámonos —se limitó a decir, antes de girarse y encaminarse hacia la salida.
— ¿Eh? ¡Oye Akane! ¡Akane, respóndeme! —gritaba Ranma mientras veía cómo el chico pato y su prometida corrían fuera de la escuela—. ¡A mí me grita cuando la protejo de Kuno! ¡¿Y a Mousse le sonríe y le da las gracias!? Pues si cree que me voy a quedar de brazos cruzados se equivoca—pensaba cabreado.
cap 2
Ranma fue detrás de su prometida y del chico pato, para averiguar qué se traían entre manos. Los encontró en un parque, sentados en un banco. No podía acercarse de golpe, o lo descubrirían, así que intentó llegar a ellos despacio de árbol en árbol.
— Moose, ¿nos ha seguido? —preguntaba mientras Akane en voz baja.
— Sí, tranquila, y además está cerca de nosotros, así que manos a la obra.
En cuanto dijo esto, la chica se acercó un poco más a él, y apoyó la cabeza en su hombro.
— P-pero A-Akane, ¿qué haces? —pregunto nervioso el chico.
— ¿No me has dicho que tenemos que aparentar que estamos saliendo? — preguntó con voz irritada Akane, pero sin apartarse de él.
— Ah, sí… claro… —respondió Moose, para luego rodearla con un brazo.
Se podía divisar desde lejos lo tensos que estaban los adolescentes y lo poco cómodos que se encontraban. Los dos permanecieron así durante cerca de quince minutos, hasta que Mousse dijo:
— Akane, Ranma se ha marchado… —dijo el chico aún estático.
— No me extraña —suspiró ella—. No he visto peor actuación en mi vida… Es que me he puesto demasiado nerviosa, se veía muy artificial… lo siento Mousse…
— No ha sido todo culpa tuya… —dijo él retirándole el brazo—. Yo también me he puesto muy nervioso. Habrá que mejorar ese aspecto si pretendemos que nos crea alguien. A propósito… ¿cuál es esa genial idea que se te había ocurrido antes?
— ¡Es verdad! ¿Qué te parece ir mañana a una cita conmigo? —sugirió Akane sonriendo.
— ¡¿Qué?! —se sorprendió.
— ¡Me refiero en plan de amigos! —Se excusó la chica— pero la cosa es que Ranma y Shampoo nos vean…
— Ahh… —musitó el chico pato comprendiendo lo que su amiga quería decir— Pues bien, me parece una genial idea.
Akane sonrió. Deseaba que llegase el día de mañana, pero antes tenía que asegurarse de que Ranma supiera de sus planes, y no sabía cómo hacérselo saber sin que pareciera sospechoso, de modo que se lo dijo a Mousse para que ambos pudieran pensar en algo.
— Es verdad, yo también tengo que hacerlo con Shampoo… —murmuró el moreno pensativo.
— ¿Se te ocurre algo? Tiene que ser algo que parezca que se enteren casualmente… ¡Ah! ¡Ya sé! —soltó de repente Akane— Podemos…
Planearon todo con sumo cuidado. Esa tarde se iniciaba la primera fase del plan, así que debían de estar seguros de cada detalle.
Cuando Akane llegó a casa unas horas después, lo hizo acompañada de Mousse.
— ¡Ya estoy en casa! —dijo mientras se descalzaba.
Entró en el salón seguida de cerca por el chico pato. Toda la familia estaba allí reunida; toda, menos Ranma. Akane maldijo por lo bajo. Kasumi y Nabiki, sentadas a la mesa, no dejaban de observarles de una forma muy extraña, mientras que Soun y Genma los miraban claramente enfadados; sobre todo el señor Tendo.
— He venido con Mousse —informó algo nerviosa, mientras el aludido saludaba con una reverencia.
— ¿Mousse? ¿Y eso? —preguntó Nabiki con un tono de sospecha— Que extraño…
— Si tienes algún problema no es cosa mía, Nabiki —contestó Akane indignada.
Mousse se sentía algo extraño en esa casa. Sabía que todas las miradas estaban fijas en él y eso lo incomodaba muchísimo, así que decidió poner en marcha ya todo lo que habían hablado Akane y él en el parque.
— Bueno Akane, me tengo que marchar ya —dijo volviéndose hacia ella—. Shampoo estará como una loca buscándome, seguro que me mata a trabajar.
— Oh, lo siento Mousse… Debería de haberlo tenido en cuenta… —dijo ella bajando la cabeza apenada.
Todos los presentes estaban pendientes de la conversación. El plan estaba saliendo bien hasta ahora.
— No seas tonta, he sido yo el que ha insistido en que quedásemos —contestó él sonriendo abiertamente.
— Bueno, pues te acompaño hasta la puerta —ofreció Akane.
Cuando los dos salieron del salón, todos los inquilinos se apelotonaron para conseguir ver desde una distancia prudente lo que sucedía entre ellos. Ya en la entrada, Mousse le guiñó un ojo a Akane sin que los demás se diesen cuenta, y acto seguido la tomó de las manos.
— Te veré el mañana, ¿vale? —sonrió y luego hizo algo que ninguno se esperaba: besó las manos de Akane tal y como si de un tesoro se tratase.
Los miembros de la familia estaban pendientes de la reacción de Akane y temiendo por la vida del chico. Pero se quedaron de piedra al observar que Akane simplemente sonreía feliz, y le decía:
— ¡Hasta luego!
Cuando la chica regresó al salón se encontró cara a cara con toda su familia, que la miraban exigiendo una explicación.
— ¡Akane, hija! —dijo Soun que ya empezaba a llorar amargamente— ¡No me digas que has dejado a Ranma por ese estúpido chico que no ve a dos palmos de distancia!
— ¡Pero qué dices, papá! —contestó ella enfadada— Yo nunca he tenido nada con Ranma, y aunque según tú sea su prometida, nosotros no hemos dado nuestro consentimiento. Además, Mousse es un buen amigo. No te ha hecho nada para que le desprecies de esa forma —agregó mirando hacia otro lado bastante molesta.
— ¡Ahhhh! ¡Mi hija me odia! —gritó el señor Tendo mientras inundaba la casa con su llanto y era consolado por Kasumi.
— Venga ya hermanita, ¿qué es lo que te traes con Mousse? —preguntó sin rodeos Nabiki.
— Eso no creo que sea algo de tu incumbencia —contestó la pelinegra—. Me voy a mi cuarto.
Sonriendo muy contenta, subió las escaleras pensando que nada podría haber salido mejor.
Un rato después llegó Ranma. En cuanto entró en el salón fue recibido con un puñetazo por parte de su padre.
— ¡Ahh! —gritó con las manos protegiendo su estómago; pero se recompuso instantáneamente y reclamó— ¡¿Pero se puede saber qué haces, maldito vejo?!
— ¡¿Qué le has hecho a Akane esta vez?! ¡Contesta! —gruñó Genma con el puño en alto.
— ¡¿Se puede saber de qué hablas?! ¡Yo no le he hecho nada! —se defendió Ranma— ¡No la he visto desde que salimos de la escuela!
— ¡¿Y eso por qué?!
— ¡Pregúntaselo a ella! ¡Ha quedado con Mousse a la salida! —contestó con un deje de enfado.
— Sí, ya, eso ya lo hemos notado; ¡pero la cosa es que has dejado que tu prometida se vaya con otro hombre! Qué poco te pareces a tu padre… —se lamentó el señor Saotome.
— ¿Qué? ¿Que ya lo habéis notado? ¿Es que los habéis visto? —preguntó el pelinegro ignorando las lamentaciones de su padre.
— Sí, han estado aquí hace un rato —contestó Kasumi—. Luego Mousse se ha ido y Akane ha subido a su habitación.
— Así es… —intervino Nabiki— Y he de decir que estaban muy acaramelados, Ranma…
Pero para sorpresa de la castaña, el chico soltó una carcajada.
— ¿Acaramelados? Pero si los he visto en el parque y parecían dos estatuas. Así que no os preocupéis por Akane, no tiene nada con Mousse —dijo para después echarse a reír de nuevo.
Todos los demás se miraron en silencio, hasta que Kasumi dijo:
— Pero… ¿qué pasa con el beso? —dijo confusa— Akane no es de las que se dejan besar por cualquier chico…
De inmediato, Ranma paró de reír.
— ¡¿Qué?! ¿B-beso? ¡¿Se han besado?! —preguntó Ranma golpeando la mesa con las manos y acercándose a Kasumi.
— Así es, cuñadito —contestó Nabiki rápidamente—. En la entrada al despedirse. Y eso no es todo, mañana tienen una cita también.
— No puede ser… —murmuraba el chico más para sí que para los demás.
— Pues es. Así que te aconsejo que te des prisa antes de que te roben a mi hermana, Ranma —dijo la mediana de los Tendo severamente.
El chico soltó una risotada y volvió la cabeza haciéndose el desentendido.
— A mí no me importa con quién salga o deje de salir Akane. Es su vida y puede hacer lo que quiera —contestó fríamente.
— Ranmaaaaa…
El aludido miró asustado al señor Tendo, que parecía un fantasma con la cabeza demasiado grande.
— Ranmaaaaa… convence a mi hijaaaaa… ¡ella es tu prometidaaaaa! —decía lúgubremente.
Y Ranma salió disparado hacia las escaleras, huyendo despavorido de Soun; sin embargo, cuando puso un pie en el primer peldaño, sólo pensaba en Akane. Akane y Mousse. ¿Sería cierto que se habían besado? La noticia se había clavado como una daga en su pecho, causando una herida profunda y sangrante que sería muy difícil de sanar. Decidido, se encaminó hacia la habitación de su prometida. Antes de entrar llamó a la puerta.
— Pasa —respondió ella desde dentro con voz suave.
Él abrió despacio la puerta y echó un vistazo al cuarto de Akane. La chica estaba tendida en la cama con ropa de estar por casa y leyendo un libro.
— Ah, Ranma, eres tú… ¿Qué ocurre?
— Emm… A-Akane… yo… quería preguntarte… una cosa… —dijo nervioso.
Ella, que volvía a tener la vista puesta en el libro, contestó:
— Dime entonces.
— Yo… q-quería saber s-si…
— Ranma no tengo todo el día, ¿sabes? —dijo ella mirándolo frunciendo el ceño.
El chico cogió aire y lo soltó todo en una frase:
— ¿Estás saliendo con Mousse?
Akane abrió mucho los ojos, y miró durante un instante a su prometido. Parecía que le había costado toda su energía vocalizar esa pequeña frase, porque respiraba con dificultad y la miraba de una forma extraña.
— Eso —contestó ella volviendo al libro— no te importa.
Él se quedó paralizado durante un momento, para después explotar.
— ¡¿Se puede saber de dónde te sacas eso de que no me importa?! ¡Eres mi prometida, Akane! —exclamó enfadado.
La pelinegra lo miró sobresaltada. No se esperaba una reacción así por parte de Ranma. Al menos, no todavía…
Él, mientras tanto, pensaba en lo que acababa de decir. No lo había premeditado, simplemente había dicho lo que pensaba, y se maldecía buscando alguna escusa para justificar lo que acababa de hacer.
— A mí me da igual con quién salgas, Akane, pero lo que no voy a tolerar es que me estén tomando como un idiota de turno al que su supuesta prometida le está engañando con otro…
De inmediato, Akane borró cualquier expresión de su rostro. Se echó en la cama en la misma postura que antes y contestó.
— Bien, pues ya sabes lo que tienes que hacer —dijo con un tono que podía congelar el mismo infierno—. Habla con nuestros padres para que cancelen nuestra futura unión.
— ¡Bien! ¡Lo haré! —contestó él después de unos segundos. Y salió del cuarto dando un portazo.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, Akane cerró el libro que había estado leyendo y lo dejó encima del escritorio. Estaba enfadada, sí, pero estaba mucho más triste. Ahora, cuando las lágrimas luchaban por salir de sus grandes ojos marrones, se preguntaba si había sido buena idea todo lo que estaba haciendo.
Esa noche no bajó a cenar y se acostó temprano, aunque no podía dormir. Pensaba en lo que había discutido con Ranma.
— Ya está claro, no le importa lo que haga con otros chicos… —pensaba deprimida.
De repente un ruido en la ventana detuvo sus pensamientos. Ella se levantó de un brinco de la cama, y sin encender la luz fue hasta allí. Se escuchaba otra vez el mismo ruido, como si alguien golpeara el cristal.
— ¡Akane! —dijo alguien al otro lado.
Ella poco más y empieza a gritar. Abrió rápidamente las cortinas y la ventana para encontrarse con el que la llamaba.
— ¡Mousse! ¡Me has asustado! —le recriminó.
Él se puso el dedo en los labios para indicarle que bajara la voz.
— Lo siento… Bueno, dime, ¿cómo ha ido? —preguntó todavía apoyado en el marco de la ventana.
Akane sonrió tristemente y le contó lo ocurrido con su prometido. Para su asombro, Mousse estaba muy contento después de contarle la historia.
— Eso es genial, Akane. Estoy seguro de que Ranma está desgarrándose por dentro de los celos que tiene.
— Emm… Mousse, ¿me has escuchado bien? —preguntó— ¡Me dijo que lo único que le importaba era su reputación!
— Sí, claro, pero eso lo dijo después de haber explotado. Créeme Akane, soy un chico y conozco bien la forma de actuar de Ranma.
— ¿Estás seguro? —preguntó Akane no muy convencida.
— ¡Claro que sí! Tú deja que pase el tiempo, ya verás…
— De acuerdo, como quieras —aceptó ella sonriendo por fin—. Bueno, ¿y a ti qué tal te ha ido con Shampoo?
— Bastante bien —contestó el chico pato con alegría— me ha dado una pequeña paliza, pero he notado que estaba más enfadada de lo normal. Oye Akane, ¿qué te parece si hago un poco de ruido junto a la habitación de Ranma para que me escuche? —sugirió sonriendo.
— Pero, ¿y si despiertas a alguien más? ¡Mi tío Genma también está ahí! —se alarmó Akane.
— Tranquila, me las apañaré para que sólo sea Ranma el que se despierte —dijo para después deslizarse hasta la ventana contigua a la de Akane.
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