Atrapada en los Brazos de Un Demonio

PARTE II

La Cachorra del Youkai

. . .

Capitulo 9. "Casa".

-¡¿Qué carajos?! –Grito Miroku frustrado frente a la televisión cuando su equipo nuevamente falló un gol.

Sango escondió su sonrisa en el hombro de Miroku. A diferencia de su esposo, no sentía ningún amor por ese equipo en particular, por lo que su constante imposibilidad de meter goles era bastante divertida para ella. Sabía que era mejor no decirlo en voz alta de todos modos.

La sonrisa de Sango se desvaneció cuando vislumbró a Rin acurrucada en el otro sillón.

Bueno, acurrucada no era la palabra adecuada para describir la forma en que su amiga estaba sentada. Había algo rígido y poco natural en la postura de Rin. No era la primera vez que notaba eso en Rin desde que ella regresó a casa.

Sango no podía identificar que era.

No era que Rin luciera infeliz, en sí.

No lo hacía. Solo que había algo raro en ella.

A veces.

Sango se mordió el labio. Pensó que ofreciéndole a Rin un empleo en las empresas de su familia, distraería su mente de lo que le había pasado.

Mientras que parecía ayudar –Rin parecía realmente contenta de convivir en un ambiente de trabajo donde se sintiera cómoda, y aun más contenta de no tener que depender de su tío–, algo parecía seguir estando mal.

Rin ya no era la misma.

Sango ya no sabía qué hacer al respecto.

Le había dado algo de espacio a Rin, no queriendo presionarla hasta que estuviera lista para hablar.

Pero ya habían pasado 3 semanas desde que Rin regresó, y todavía se reía del tema y lo evadía completamente.

Era como si... Como si algo le hubiera pasado mientras que estuvo en Rusia. Algo de lo cual Rin no quería pensar, ni hablar.

Sango se estremeció, y se acurrucó más cerca de Miroku, aspirando su familiar fragancia.

Miroku giró la cabeza. -¿Sanguito?

Sango señaló a Rin con la vista y susurró. -¿Tu también te diste cuenta, verdad?

La mirada de Miroku se movió hacia la pequeña Rin. Asintió.

-¿Crees que le pasó algo mientras esa gente la retuvo? –Dijo Sango, con cuidado de mantener la voz baja.

Miroku frunció el seño.

-Sanguito, unos criminales la tuvieron secuestrada por dos meses. No fueron exactamente vacaciones. Es natural que luzca alicaída.

-Eso creo. –Dijo Sango, pero no estaba convencida. Rin era la persona más positiva y optimista que había conocido. Ser retenida por 2 meses no debería haberla afectado en semejante forma, si todo realmente había sucedido como decía Rin.

-Quiero intentar hablar de nuevo con ella. –Dijo Sango.

Miroku la estudió antes de asentir. –Si eso te hace sentir mejor. –Dijo, besando una comisura de la boca de Sango y luego la otra. –No es tu culpa, Sanguito. Lo sabes, ¿Verdad?

Sango enterró su rostro en el cuello de Miroku, frotándose en el. –Sí. –Dijo, sin demasiada convicción.

Racionalmente, sabía que era muy poco probable que pudiera haber evitado que secuestraran a su pequeña amiga, pero una parte de ella seguía preguntándose "¿Qué habría pasado si hubiera cancelado su viaje a París y acompañado a Rin?".

Si hubiera sido una mejor amiga, habría hecho eso. Pero la sola idea de pasar una semana completa a solas con Miroku en una de las ciudades más románticas de la Tierra, no le había permitido pensar lo suficiente en checar a Rin adecuadamente.

Debería haber sido una mejor amiga.

Ella siempre la había cuidado como una especie de hermana mayor, tenían muy pocos secretos entre ellas... Habitualmente. Por eso era que le preocupara tanto el que Rin no se abriera respecto a sus días de cautiverio.

Rin no era del tipo de personas que se preocuparan en silencio. No era una persona que se preocupara, punto final.

-Hablaré con ella ahora. –Dijo Sango, desenredando sus extremidades de Miroku.

Rin la miró inquisitivamente con esos ridículos ojos de cachorrito cuando Sango se sentó a su lado. -¿Todo bien? –Dijo, viendo a Miroku.

Sango soltó una carcajada. –No estamos siempre pegados por la cadera, ¿Sabes?

Rin rió graciosamente. –A veces actúan de esa manera. Ustedes dos han sido tan empalagosos, incluso antes cuando le dabas cachetadas por todo. Me pregunto si Miroku es Fanático del "Amor Apache".

Rodando los ojos, Sango le dio un codazo. –Solo estás celosa, amiga.

-Lo estoy. –Rin sonrió melancólicamente. –Sabes que siempre quise algo como lo que tienen tú y Miroku.

-Lo tendrás. –Dijo Sango con convicción, abrazando a su amiga de forma maternal. No conocía a una persona más adorable que Rin. Era tan fácil amarla, y estaba tan dispuesta a dar amor. –Algún día, conocerás a un buen tipo que amará cada parte de ti y te tratara como mereces ser tratada.

Negando con la cabeza, Rin desvió la mirada.

-No lo quiero algún día. –Dijo. –Lo quiero ahora. Lo necesito ahora, Sango.

Sango frunció el seño, notando un pequeño dejo de desesperación en la voz de Rin. Se preguntó si los últimos meses eran responsables de ello. Quizás los últimos acontecimientos le hicieron percatarse de que la vida es corta.

Sango no estaba segura de que saltar a cualquier tipo de relación, tan rápido después de una experiencia traumática fuera saludable, pero quizás era exactamente lo que Rin necesitaba.

-¿Quieres salir esta noche? –Le preguntó a Rin. –Podríamos ir a ese club que te gusta. Hay muchos chicos calientes allí.

Rin se lamió los labios y asintió, su flequillo cayendo sobre sus ojos. Sango sonrió.

Sabía que Rin odiaba sus ojos porque creía que la hacían ver infantil y tonta, pero en lo personal, Sango siempre pensó que sus ojos eran ridículamente lindos y entrañables.

Jaló uno de los mechones del cabello para ponerlo detrás de la oreja de Rin, dejándole ver sus hermosos ojos chocolate. –Casi olvidaba tus preciosos ojos, te hacen parecer una cachorra.

Y Rin simplemente, se congeló.

-¿Amiga? –Dijo Sango, confundida.

La mano de Rin rápidamente apartó la de Sango de su flequillo. Cubrió uno de sus ojos con un par de largas tiras de cabello y evito mirarla directamente, incomodidad parpadeando en sus ojos cafés.

-Sí. –Dijo con una risita. –Supongo que también he de parecer un conejo buscando una zanahoria. Voy a comprarme unos lentes de contacto. –Se puso de pie, luciendo vagamente desconcertada. –Iré a mi casa y te alcanzó allá, ¿Si?

Sango arqueo las cejas.

-¿Estás segura de que quieres salir esta noche?

-Sí, totalmente. –Rin le dirigió una de sus preciosas sonrisas. –Estoy bien. Hasta más tarde, amiga.

Y luego se fue, en la mitad del partido de Futbol que estaban viendo, sin acabarse su refresco o sus palomitas, y sin siquiera despedirse de Miroku.

Sip, Rin estaba totalmente bien.

Más tarde esa noche, mientras que veía a Rin acunar su bebida y rechazar a todos los chicos que intentaban sacarle conversación, la preocupación de Sango se profundizó.

No es que pareciera que Rin pareciera estar completamente desinteresada en conocer a alguien.

Hacía el esfuerzo, pero no parecía ser capaz de entusiasmarse demasiado sin importar lo atractivo que fuera el tipo. Como si hubiera una barrera invisible entre Rin y esos hombres, y eso estaba empezando a enloquecer a Sango.

Rin estaba tan indiferente.

Rin siempre fue todo lo contrario.

Era una persona sociable, cariñosa, con facilidad de palabra, con facilidad para hacer amistades.

-Mira al tipo de la barra. –Sango intento nuevamente con un suspiro, señalando hacia el hombre en traje. –Te ha estado observando desde hace un rato. –No tenía demasiada esperanza en ese tipo. Era un poco mayor que ambas, más cerca de los 30 que de los 20. Parecía fuera de lugar en un Club como este.

Pero, para su sorpresa, la mirada de Rin se detuvo en el tipo, algo similar al interés surgiendo en sus ojos por primera vez en la noche.

Pasándose una mano por el flequillo, que ocultaba ligeramente sus ojos, apenas y se asomaban, Rin encontró la mirada del extraño y sonrió.

Mientras que el tipo empezó a abrirse camino hacia ellas, Sango le dio un codazo a Rin.

-¿Estás segura? Es mucho mayor.

Rin asintió, sus largas pestañas ocultando su expresión abatida que se notaba en sus ojos.

Sango la analizó pensativa, de hecho, podría funcionar.

Rin tal vez no fuera la mujer más madura del mundo, pero era bastante certera para su edad, buscando una relación seria en vez de encuentros sin sentido. Sango podría verla sin esfuerzo casándose joven y teniendo un montón de niños, algo que asuntaría a la mayoría de los chicos de menos de 25 años. Ellos no estarían dispuestos a comprometerse.

Quizás un hombre mayor seria más compatible con Rin, que los chicos de su edad.

Sango volvió a mirar hacia el tipo que se acercaba a ellas. Por algún motivo, le parecía conocido, pero por mucho que sango esforzara su mente, no lograba recordar de donde.

-Hola, soy Jackson. –Dijo el tipo, estrechando sus manos.

-Sango. –Se presentó a sí misma.

Jackson asintió cortésmente, parecía agradable, pero sus oscuros ojos estaban fijos en Rin, hambrientos, y ya algo enamorados.

Tomando esa como su señal para irse, Sango levantó su bebida y se excusó.

Apoyada en una pared, tomó un sorbo de su bebida, alternando entre mirar a Rin por el rabillo del ojo, y mirar su teléfono. Miroku debería llegar pronto, se había atrasado porque debía terminar un trabajo, y dijo que las alcanzaría dentro de una hora.

Media hora después, Sango frunció el seño mientras observaba a Rin y al tal Jackson. El hombre ya tenía una mano alrededor de ella, acariciando su brazo. ¿No era eso rápido?

Sango estudió el lenguaje corporal de Rin, buscando alguna señal. Era difícil. Rin estaba sentada, quieta, con la mirada caída, dejando que Jackson acariciara su brazo y hombro y le susurrara algo al oído.

Aunque Rin no lo estaba deteniendo, había algo fuera de lugar en la escena.

-Nunca te he visto por aquí.

La voz desconocida hizo a Sango apartar su atención de su amiga. –Lo siento, no estoy interesada. –Dijo distraídamente, no por primera vez en la noche.

-¿Cómo lo sabes? Apenas me viste. –Dijo el tipo juguetonamente, inclinándose hacia ella y rodeando los hombros de Sango con su brazo.

Irritándose, Sango estaba a punto de ubicar al tipo, cuando un brazo abrazó su cintura y fue jalada contra un amplio y conocido pecho. Sango se relajó inmediatamente.

-Apenas te miró, porque ya tiene a alguien. –Dijo Miroku, su cálido aliento cosquilleando en la oreja de Sango.

-Ya veo. Lo siento, compañero. –Dijo el tipo, algo intimidado, una reacción bastante normal, considerando que su esposo estaba bien construido.

Sango se echó a reír, observando al tipo irse a regañadientes. –Deberías de postularte como un matón de la mafia. –Dijo, cerrando los ojos cuando Miroku empezó a besar sus mejillas hasta sus labios. –Al menos te pagarían por asustar a la gente.

-No querría ponerte en peligro.

Sango se echo a reír. –Puedo cuidarme solita, muchas gracias. Pude haberme encargado de él. Sin problemas. Además, los dos sabemos que eres demasiado adorable para hacer daño.

-Siempre supe que solo me querías por mi cara bonita.

Sango se rio, porque ambos sabían que era una completa mentira. Miroku había recorrido un largo camino desde aquel joven pillo que estafaba a la gente e iba de facilote con todas las chicas que tuvieran más de dos dedos de frente, hasta ser el hombre trabajador y amoroso con el que ella deseaba pasar el resto de su vida.

-Eso y tu pene. –Dijo. –Estoy bastante encariñada con él.

Miroku hizo una mueca contra la mejilla de su esposa. –Mi polla también está bastante encariñada contigo, amor. Por cierto, ¿Donde está Rin?

-A la derecha, con un tipo mayor en un traje oscuro.

-No está ahí.

-¡¿Qué?!

Sango abrió los ojos. Miroku tenía razón. La mesa donde Rin y Jackson habían estado, ahora era ocupada por otras personas.

-¡Estaba allí hace unos minutos! –Dijo, sintiendo una punzada de preocupación.

Miró hacia la pista de baile, pero tampoco pudo encontrarlos allí.

-Quizá congeniaron y se fueron juntos. –Miroku trato de tranquilizarla.

Mordiéndose los labios, Sango negó con la cabeza. –No es el estilo de Rin. Y no creo que se haya ido con un extraño, sola, luego de lo que pasó. Y ha estado bebiendo. ¿Qué si ese sujeto se aprovecha de ella?

-Vayamos a checar los baños primero. –Dijo su esposo, tomando su mano y abriéndose paso entre la multitud. –Llámala.

-No responde. –Dijo Sango, frunciendo el seño hacia el teléfono.

-La encontraremos. –Dijo Miroku, apretando sus dedos. –Estoy seguro de que ella está bien. Probablemente está besuqueándose con el tipo en alguna parte.

No encontraron a Rin en ninguno de los baños.

Sango estaba entrando un poco en pánico cuando decidieron revisar el callejón detrás del Club.

Dos siluetas estaban apretándose contra la pared. La más alta encerrando a la más pequeña. Sango reconoció el traje de Jackson.

Al principio no estaba segura de lo que estaba viendo.

Su primer pensamiento fue que Miroku tenía razón, y Rin estaba manoseándose con el tipo. Bueno, el tipo prácticamente estaba dejando seca a la pequeña entre sus brazos con su beso.

-Deja de ser una mojigata. –Jackson dijo, con su mano deslizándose entre ellos. –Sabes que lo quieres. –Se escuchó cierta pelea y luego el hombre maldijo. –Pequeña perra.

Miroku trató de ir, pero de las sombras aparecieron dos sujetos corpulentos, uno alejó a Jackson de Rin, envolviendo una mano en su garganta, y el otro se puso frente a la pequeña en una postura defensiva. Jackson gruñó de dolor.

El que lo tenía sujeto por el cuello le gruñó amenazante, silentemente se entendía lo que quería decir:

Aléjate de ella.

Golpeó al tipo en el estomago, haciendo que se doblara por la mitad, lloriqueando. Parecía jodidamente doloroso, los puños del sujeto eran enormes, pero Sango no sintió la más mínima pena por el tipo.

Sango y Miroku se acercaron, pero el que estaba cerca de Rin saco un par de pistolas y les apunto, amenazando en silencio. No podían ver sus ojos debido a los lentes de Sol que llevaba en la cara, pero casi podían sentir la mirada asesina en ellos.

Sango saco su arma, apuntándolo también. –Policía, suelta el arma y las manos a la cabeza.

El que tenía aun a Jackson agarrado del cuello liberó a su víctima, noqueándolo, y saco una pistola para apuntarles también. Esto se iba a poner feo si no se calmaban.

-Ah-Un. –La pequeña voz de Rin se escucho detrás de ellos, parecía rota y temblorosa. –Ella es mi amiga, no la lastimen.

Los dos miraron de reojo a la pequeña, aunque ella no los miraba. Estaba sentada en el suelo, abrazando sus rodillas y meciéndose silentemente.

Los dos Guardaron sus armas, ignorando el arma de Sango que aun les apuntaba, y él que estaba más cerca de Rin se quito el saco y lo envolvió al redor del tembloroso cuerpo.

-Sé que fue malo, pero yo lo incite. No se metan en problemas.

-Rin... –Miroku intervino, pero se regreso cuando el otro tipo los bloqueo para que no se acercaran.

-¿Pueden solo llevárselo de aquí? –Susurró Rin, mirando al suelo. –Por favor.

El tipo cargó a Jackson como si fuera un costal de papas, y a la vez como si no pesara nada, y lo saco del callejón.

-Sango, no te van a hacer nada, ¿Puedes bajar tu pistola, por favor?

Sango quería gritarle que no fuera idiota y que esto era peligroso, pero lo pensó de nuevo. Claramente ese sujeto no iba a dejar que se acercara a Rin, no si seguía apuntándole con un arma de fuego... O con un clip.

Sango guardó su arma y retrocedió un paso, alzando las manos, era intrépida, no estúpida.

El otro gigante apareció de regreso y se acercó a Rin, para revisar que estuviera bien. Una vez finalizado, lo que fuese que se estuvieran diciendo entre ellos, uno de ellos tomo el bolso de Rin y saco sus llaves. El otro cargó a Rin como si fuera una pequeña princesa, y la llevaron cuidadosamente a su carro.

Sango corrió tras ellos, no había manera de que la dejara sola con esos dos.

Rin ya estaba en la parte trasera de su coche y mirando sus manos, mientras los dos hombres la miraban preocupados, arrodillados frente a ella, tal vez para verse menos atemorizantes.

-Gracias, chicos... Estoy bien, de verdad. –Les sonrió débilmente, y aun así era la sonrisa más sincera que le había visto en semanas. –Pero mejor váyanse, antes de que alguien los vea, ¿Está bien?

Los dos hombres la miraban sin pestañear antes de que Rin los abrazara –O lo intentara– sollozando ligeramente entre ambos.

Finalmente, se separaron y los dos desaparecieron en la noche. Rin aun sollozaba entre sus manos para cuando ya no estaban a la vista.

Frunciendo el seño, Miroku miró a Sango, confundido.

Sango sabía que había cosas que Rin nunca diría frente a Miroku. Su esposo y Rin se llevaban bastante bien, pero realmente no eran cercanos. Rin era amiga de Sango desde que eran niñas, no de Miroku.

Sango observó la cabeza gacha de Rin. -¿Nos darías unos minutos, amor? ¿Nos esperas en tu coche?

Asintiendo, Miroku se fue. Cuando estuvieron solas, Sango se arrodillo frente a Rin y puso una mano en su hombro. -¿Estás bien? –Preguntó en un tono maternal. –Se fue. Estás a salvo ahora.

Una risa frágil escapo de la garganta de Rin. –Sí. –Dijo, con la cabeza recargándose en el asiento del coche. –Estoy a salvo. Tan malditamente a salvo.

Sango arqueó las cejas. -¿Por qué dejaste llegar tan lejos a ese imbécil? Parecías incómoda cuando te estaba manoseando en la mesa.

Rin no respondió por un rato, con los ojos embotados y enrojecidos. Finalmente, dijo: -A veces me gusta que sean duros conmigo, así que pensé... Pensé que tal vez lo que necesitaba para dejar de sentirme tan... Tan... Nerviosa, podría ser a ese tipo ordenándome a hacer cosas que no quiero.

Rin volvió a reírse. Era un sonido horrible. Vacío e incomprensible. Aterrorizó a Sango.

Algo estaba mal, horriblemente mal.

-Pero fue tan diferente. –Susurró Rin, mirando al suelo. -¿Por qué fue tan diferente? Seguía esperando simplemente ser una rara, y al mismo tiempo no sentirme así.

Ahora Sango estaba completamente confundida. Rin hablaba sin sentido.

-Se parecía tanto a él. –Murmuró Rin, algo aborrecible, obsesivo y desesperado en su expresión. –Aunque los ojos estaban mal.

Un frío recorrió por la columna de Sango, una sensación de hundimiento surgiendo en su estomago.

Ya sabía por qué Jackson le resulto tan familiar: Se parecía a aquel magnate ruso con crueles ojos dorados, el hombre que Rin había ido a ver antes de ser secuestrada.

Pero Rin había negado la participación de Sesshomaru Taisho en su secuestro. Rin había afirmado que no tenía ni idea sobre quienes fueron sus captores o que deseaban. ¿Por qué?

-Conoces al responsable de tu secuestro. –Dijo Sango. No le gustaban las implicaciones de esto. -¿Por qué le mentiste a la Policía y al Servicio Secreto, a tú tío, a todos nosotros?

Los ojos de Rin se volvieron hacia ella, completamente oscuros, dilatados y perdidos. –Si decía la verdad, debía enfrentarlo de nuevo. –Dijo, apenas moviendo los labios. –Solo quiero olvidar que sucedió. No quiero verlo, ni pensar en el, ni... –Se interrumpió, presionando sus nudillos contra los ojos. –Quiero olvidar que sucedió. Por favor.

Con el corazón abatido, Sango atrajo a Rin en un abrazo, no sabía que decir. No sabía que pensar.

-Pero... ¿Qué hay de Jackson? –Dijo, porque debía hacerlo. Enterrar la cabeza en la arena como un avestruz y fingir que nada sucedía podría ser peligroso. -¿Y si vuelve a suceder, pequeña?

-No lo hará. –Dijo Rin con firmeza, su voz resonando con convicción. –No fue por lo que vine aquí esta noche. Yo quería conocer a un buen tipo, no... No esto. No estaba buscando a alguien parecido a él. Lo odio, lo juro.

Sango acaricio el largo cabello de Rin. Había crecido bastante, el tiempo que Rin estuvo fuera.

-Representa todo lo que odio. –Dijo Rin.

-Bien.

-Era malo para mí.

Sango no dijo nada, porque por supuesto que un hombre como Sesshomaru Taisho era malo para alguien tan dulce y amorosa como Rin.

-Me alegra no volver a verlo jamás. –La voz de Rin se quebró.

-Bien. –Dijo Sango, abrazándola más fuerte. Pretendió no notar la humedad contra su pecho.

Podía dejar los interrogatorios para más tarde. Rin necesitaba consuelo ahora.

. . .

No importaba si el ambiente de trabajo era agradable, no importaba que ahora todos fueran amables con ella, no importaba si aquí nadie era hostil o mal educado: Ella seguía odiando la administración.

Miró por enésima vez los documentos en su mano, mientras mordía la punta del lapicero. Entendía la importancia del dichoso papel, las ventajas y desventajas del trato, pero no podía tomar una decisión. Había muchos factores que tomar en cuenta, y ella no quería involucrarse en esto, pero dado que Sango se había molestado en conseguirle este empleo, bueno, tenía que dar lo mejor de sí misma para salir adelante y demostrar sus capacidades.

Guardó los documentos en una gaveta con llave y recogió su bolso. Tal vez ir a comer la ayudaría a relajarse un poco.

Avisó a su secretaria que saldría a almorzar, y salió forzándose a sonreír para que nadie se acercara a preguntarle como estaba. Después de su quiebre en el Club, Sango había sido mas sobreprotectora con ella y tenía a un montón de gente vigilándola, incluido el personal de limpieza.

Se acomodó el cabello en su coleta alta, abotonó su saco de ejecutiva, y salió del elevador con sus feos tacones altos. Bueno, no eran feos, pero si incómodos, podía caminar perfectamente con ellos, pero sentía que eran unos zancos.

Reprimió el puchero que quería salir de sus labios cuando la recepcionista la seguía con la mirada hacia la salida, sabía que no le agradaba, pero por lo menos podía disimular que la estaban vigilando.

Caminó al restaurante que estaba a dos cuadras de su oficina. Podría ir al que estaba enfrente del edificio, pero quería dejar de sentirse aprisionada.

Se sentó en uno de los mullidos sillones de las mesas grandes junto a la ventana, y tomó el menú. Cuando llamó a la mesera para ordenar, pudo sentir la mirada de reproche por ocupar una mesa grande cuando estaba sola. Hace unos meses la hubieran intimidado, pero ahora...

-¿Qué es lo que desea ordenar? –Preguntó la mesera, de tal vez 25 años, con un falso tono dulce.

-Quiero dos cafés, una malteada de chocolate, una orden de costillas con papas, un filete con ensalada de la casa, una hamburguesa triple con queso... Oh sí, y de postre un pay de queso. –Le sonrió amablemente.

La mujer no anotó nada, mirando a Rin como si estuviera loca. –Está jugando conmigo, ¿Verdad?

Rin parpadeó. –No, señorita, quiero eso para comer.

La mujer aparentemente quiso discutir, pero como el gerente, como podía leerse en la placa de su pecho, salió de su oficina y miro a la mesa con los brazos cruzados, la mesera se apresuró a escribir en su libreta, repetir su orden para asegurarse de que no olvidó nada, y alejarse como un infierno de allí.

Sonriendo divertida, Rin se dio la vuelta, y miró tras de ella con una sonrisa dulce. –Si quieren algo más, solo pídanlo, ¿O tendré que adivinar de nuevo?

Rin volvió a sentarse, escuchó que se levantaban en la mesa de atrás y dos corpulentos hombres se sentaron frente a ella... O bueno, lo intentaron, por que los asientos no eran tan grandes para uno de ellos, menos para dos.

Rin se hizo a un lado para que Ah se sentara junto a ella, y dejara que Un estuviera enfrente. Los dos agradecieron en silencio.

Rin sonrió cuando les trajeron la comida, y la mesera se puso pálida al ver como la miraban el par de hombres, huyendo a refugiarse detrás del mostrador.

-No sean unos brabucones. –Reprendió cariñosamente antes de comer un pedazo de su hamburguesa. Tomándolo como su señal para comer, sus acompañantes empezaron a devorar sus platos.

Rin pidió algunos refrescos y agua para pasar la comida. Disfrutaba del silencio antes de la tormenta que seguramente vendría.

A la hora del postre, Rin bebía su malteada mientras Ah-Un bebía su café y disfrutaban de su pay de queso. –Entonces, ¿Qué los trae por aquí?

Los dos se miraron a los ojos, y luego la miraron. Un se estiro para tomar un maletín, que ella no había visto, y saco una carpeta llena de papeles.

Haciendo a un lado su plato, leyó la primera hoja. Era información de los gemelos: Antecedentes Penales, estuvieron en el ejército, años de experiencia, ex Agentes de la KGB...

Después de leer, unas 100 veces, todos los documentos, volvió a mirar a los dos hombres frente a ella. Estos la miraban sin decir nada, pero su mirada decía más que mil palabras.

-Quieren que los contrate. –No era una pregunta. Los dos habían recibido excelentes cartas de recomendación, tenían inmunidad diplomática en muchos países, y licencia vigente para matar. Era eso o le advertían que podían asesinarla sin problema.

Los dos asintieron.

-Pe-pero... No trabajan para...

Negaron rápidamente, mirando alrededor, como buscando que nadie los estuviera escuchando.

-Entonces, ¿Vinieron aquí para que les de trabajo? –Rin dijo en un murmullo. Esto era ridículo. Ellos corrían peligro estando cerca de ella, ¿Por qué querrían arriesgarse a ser encontrados?

Asintieron nuevamente, mirándola con atención.

Rin hizo una mueca. –No puedo pagarles tanto.

Ah señalo una de las clausulas, donde solicitaban menos de la mitad de su salario anterior.

-Pero... ¿Pueden permanecer en el país tanto tiempo?

Señalaron otra clausula, donde se mencionaba algo sobre extender la vigencia de su estadía si conseguían trabajo.

-Pero... No quiero meterlos en problemas. –Eso era verdad, les agradecería toda la vida el haberla liberado de su Jaula de Oro, por eso no quería exponerlos a peligros mayores si se descubría que ellos estaban alrededor de ella. Sería contraproducente.

Un tomo su mano, y Ah la otra. Se sentía protegida con ellos, aunque no como la forma en que estaba acostumbrada...

-Tu. Amiga. –Dijo Ah en japonés, con una voz ronca, gruesa y ciertamente atemorizante. A ella le parecía magnífico que estuvieran practicándolo.

-Nosotros. Tenerte. Salvo. –Un dijo esta vez, con el mismo tono de voz. Su manejo del idioma no era perfecto, pero podía ayudarlos en eso.

Rin brillaba antes de suspirar y cerrar la carpeta. –Muy bien, pueden ser mis Guardaespaldas.

Ambos sonrieron.

-¡Pero! Tengo mis condiciones.

Las cejas de ambos se elevaron, la curiosidad escrita en sus ojos.

-Solo trabajarán en mi horario de trabajo, pueden quedarse en mi casa –tengo cuartos extra que ciertamente no ocupo–, y les daré un día libre a la semana... Y tendrán vacaciones pagadas.

Los dos la miraban como si estuviera loca, pero ella no se iba a aprovechar de ellos. Eran sus amigos y merecían lo mejor, ella cuidaba de sus empleados.

Pudo ver que querían protestar, pero ella se mantuvo firme. Sus condiciones, no pedía nada de otro mundo. ¿Cómo los habían tratado si ellos veían normal trabajar triple turno con la misma paga, sin vacaciones o días libres?

Bueno, no con ella.

Con un suspiro pesado, aceptaron en silencio, lo cual la hizo sonreír brillante, y chocar su vaso de malteada con las tazas de café de ellos a manera de brindis.

No estaba del todo tranquila, porque tener Guardaespaldas implicaba que estaba en peligro... Pero ellos no eran sus Guardaespaldas, eran sus amigos... Podría considerarlos unos amigos muy sobreprotectores... Y con armas.

Sip, se sentía mucho mejor ahora.

. . .

Ah, los engañé, ¿Verdad? ¿Creyeron que así la iba a dejar?

¡JA!

Pues no mis cielas, volví con la continuación de esta historia, espero que les guste.