Desde la esquina de su balcón, observaba las orquídeas del vecino de al lado. Inhaló el cigarro que tenía entre los labios, dejándose llevar por el efecto del tabaco. Entonces cerró sus ojos sintiéndose invadido por los recuerdos que evocaba su mente.

. . .

Apoyó su espalda luego de ingresar a su acogedor departamento. Levi dejó su maletín café en el sillón, y se quitó su abrigo para luego colgarlo en el perchero. Se sentía cansado y hambriento, la jornada laboral había sido extensa y exhausta. De hecho, su jefe le había asignado tantas cosas por hacer que ni siquiera se tomó la libertad del almorzar. Es más, ni siquiera se acordó.

Se aflojó la corbata, percatándose de la chica de pelo negro estaba sentada en la mesa mirando su computador.

— ¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntó ella carente de emoción.

—Todo normal. ¿Qué tal la escuela?

—Eren se enojó conmigo otra vez.

El pelinegro levantó una ceja y se cruzó de brazos.

—Tal vez sea bueno que lo ignores por un tiempo. A veces puedes llegar a ser un poco insistente y fastidiosa.

—Voy a tener en cuenta tu consejo— dijo la pelinegra cerrando el computador— Por cierto ¿Qué cenaremos hoy?

—Tch —dijo Levi frunciendo el ceño— Tomando en cuenta que ninguno de los dos sabe cocinar, nuestras opciones son infinitas. ¿Te parece pedir comida china?

—¿Otra vez? —se quejó la pelinegra—¿Cómo lo haces para sobrevivir sin comida casera?

—Lo hago como siempre lo he hecho. Pero si tanto te molesta puedes regresar a tu propia casa— dijo Levi haciendo énfasis en la última frase.

—Como que de pronto se me antoja la comida china.

—Bien— dijo el pelinegro tomando el teléfono para hacer el pedido.

Pese a tener treinta años, Levi no había desarrollado sus habilidades culinarias. De hecho, la mayoría de las comidas se resumían en fideos instantáneos, tallarines con salchichas, arroz con huevo o cualquier otro platillo que no le tomara más de veinte minutos en preparar. No era la dieta más saludable, pero no tenía el tiempo ni las habilidades para aprender.

Sin embargo, ahora que su prima estaba viviendo con él, se le dificultaba un poco el problema de las comidas. Una cosa era no darle importancia a su alimentación, pero otra cosa distinta era no darle todo lo necesario a la adolescente. A diferencia de él, ella estaba en crecimiento aún. Es por ello que lo remediaba comprando comida para llevar. O al menos lo intentaba.

—¿Quieres que te prepare un poco de té? —preguntó Mikasa cuando pelinegro terminó de hacer el pedido.

—Está bien— dijo el hombre quitándose los lentes ópticos— Pero por favor evita ponerle azúcar. El que me diste el otro día estaba asquerosamente dulce.

—Lo siento, a veces olvido que eres algo desabrido.

De pronto el sonido del timbre interrumpió el intento de conversación entre ambos. Teniendo entre sus manos el hervidor, Mikasa preguntó:

—¿Será el repartidor?

—Dudo que haya sido tan veloz.

Levi se sacó las manos de los bolsillos y caminó en dirección hacia la puerta principal. Miró por la mirilla con desconfianza, pero no vio nada más que el pecho de un hombre. Gruñó por dentro y abrió la puerta.

Tal como había pensado no era el repartidor. En su lugar, un hombre mucho más alto que él se encontraba frente a su puerta. El desconocido tenía el cabello rubio perfectamente peinado y unas prominentes cejas del mismo tono. Hizo hincapié en sus ojos, los cuales eran tan azules como el cielo despejado. Eso fue lo que más pudo destacar de él, al igual que su perfecta y simpática sonrisa, la cual lo ponía un poco incómodo. Por su aspecto y la calidad de su piel, Levi notó que no superaba más allá de los 35 años.

—¡Hola!— saludó el hombre de manera alegre— Mi nombre es Erwin Smith.

Levi se le quedó mirando por unos momentos. ¿Por qué un extraño estaba frente su puerta intentando sociabilizar? Él no era esa clase de persona, de hecho, Levi era de naturaleza introvertida y cosas como saludar y hablar con la gente no era una de sus grandes virtudes.

—¿Necesita algo?

—No, nada en realidad — dijo el hombre manteniendo su sonrisa— Creo que no empecé bien la conversación. Soy nuevo en el edificio. De hecho, me acabo de mudar al departamento 602, justo al lado suyo.

Levi asintió recordando que la familia de al lado se habían ido hace unos meses y que según le había comentado el conserje, la arrendataria estaba evaluando nuevos inquilinos para habitar el lugar.

—Ya veo— dijo Levi sin saber cómo continuar— Supongo que bienvenido.

—Muchas gracias— dijo el rubio ampliando aún más su sonrisa— Es por ello que quería traerle esto como gesto.

De pronto, Levi se percató de lo que el rubio sostenía entre sus manos y el olor rápidamente lo atrajo. Era una especie de guisado. Dudaba de que era el relleno, pero el olor a queso y carne le dio una idea de lo que podría ser.

—En mi país, es costumbre regalar comida a los vecinos cuando uno se instala en una casa nueva.

Sin saber que responder al respecto, Levi aceptó la ofrenda del rubio. Era extraño recibir comida de desconocidos. Sin embargo, sentía que no sería correcto el rechazarlo. Especialmente por el alegre rostro que mostraba el hombre alto.

—Muchas gracias…

—No hay de que señor….— dijo Erwin mirando al hombre bajito.

—Levi.

—Levi, perfecto, trataré de no olvidarlo.

De pronto, los ojos azules del nuevo vecino divisaron a la chica que se había asomado a la puerta.

—¿Por qué demoras tanto, Levi? —los ojos oscuros de Mikasa observaron al rubio— Hola…

—Hola, soy el vecino nuevo. Un gusto, mi nombre es Erwin— dijo el rubio extendiéndole la mano la cual fue tomada tímidamente por la pelinegra— Espero que lo disfruten. Si necesitan cualquier cosa, ya sea una taza de azúcar, pueden venir a visitarme. Literalmente, estoy al lado.

—Muchas gracias —dijo Mikasa mirando la bandeja.

—No hay de qué. Buenas noches.

Y sin más, el hombre se retiró dejando al par de pelinegros en el marco de la puerta. En cuanto escucharon el cerrar de la puerta del vecino, los dos miraron el contenido de la bandeja.

—Entonces, supongo que la comida china se cancela por hoy— mencionó Mikasa.

—Así parece.

Ambos cerraron la puerta y dejaron la bandeja en la mesa redonda. En cuanto se sentaron, miraron la bandeja con desconfianza. No estaban acostumbrados a recibir este tipo de cosas, mucho menos comida. Sin embargo, el olor era tan apetitoso que la tarea de no comer se les hacía aún más difícil.

—Dudo que este envenenada— dijo Levi tomando un cuchillo para servir.

—Si nos intoxicamos podríamos demandarlo.

—Buen punto.

Luego de terminar de servir, Levi miró desconfiado su plato. Sin embargo, su hambre era tan potente que ya se le estaba formando saliva en la boca. Así que, sin perder el tiempo, el pelinegro dio el primer bocado.

—¿Y bien? — preguntó Mikasa expectante.

—No está nada mal— dijo Levi dando otro bocado a guisado de carne.

Los ojos de Mikasa brillaron en cuanto sus papilas gustativas hicieron contacto la comida y un sonido de satisfacción salió de su boca.

—Esto esta exquisito.

Levi no lo admitiría, pero era el mejor plato casero que había probado en años.

. . .

La bandeja les duró lo suficiente como para dos días. Y en cuanto se acabó, Levi se armó de valor para devolvérsela al rubio. Sintió nervios, ya que, durante los diez años en que vivía en el edificio, nunca había tocado la puerta de ninguno de sus vecinos.

Ahora estaba ahí, al frente del departamento de Erwin Smith. Sus zapatos tocaron el limpiapies de la entrada y llenándose de valor tocó el timbre.

No pasó mucho antes de que se escucharan unos pasos del otro lado, y Erwin hizo su aparición con el pelo mojado.

—¡Hola! — saludó energéticamente— ¿Cómo está vecino? ¿Qué lo trae para acá?

—Hola, ¿Erwin, cierto? — preguntó el pelinegro observando como el rubio asintió – Solo vine a devolver tu bandeja y agradecerte por el gesto. De verdad gracias.

—No se preocupe— dijo el rubio recibiendo la bandeja que brillaba de lo limpia que la había dejado Levi— ¿Puedo tutearlo, cierto? Debemos tener la misma edad.

Levi asintió y Erwin abrió la puerta para invitarlo a entrar.

— ¿Te gustaría pasar y tomar un café?

—Oh, lo siento, pero no puedo. Voy camino al trabajo.

—Entiendo —dijo Erwin sin perder la pequeña sonrisa de los labios— En otra oportunidad será. ¡Que tenga un buen día!

—Igualmente— dijo Levi asintiendo para luego desaparecer de la vista del vecino nuevo.

El pelinegro caminó hacia el ascensor topándose con dos vecinas que conocía de vista. Las mujeres hablaban ruidosamente.

—¿Te fijaste del vecino nuevo?

—No ¿Cómo es?

—Es guapo, lo vi el otro día en la recepción. Y es muy simpático.

—No he tenido la oportunidad de verlo— dijo la mujer mayor— tendré más ojo en caso de que pase por ahí.

Levi sonrió al escucharlas. Al parecer, había tenido suerte de ser el único vecino en recibir la ofrenda de Erwin.

. . .

Llegó fin de mes y todos terminaban el viernes con felicidad. Levi estaba redactando el último correo del día y con eso daría por terminada su semana. En eso, su compañera apareció para darle unos golpecitos en el hombro.

—Dia largo, ¿No? — mencionó Isabel— ¿Te queda mucho? Con Farlan queremos ir a un restorán para celebran el fin de mes ¿Te animas?

—No lo sé, estoy algo cansado.

—Vamos Levi— dijo Farlan insistentemente— La comida del lugar es exquisita, ¿cierto Isabel? De verdad te chuparas los dedos.

Ambos lo miraron con caras suplicantes y Levi no pudo negarse a ellos. En cuanto terminó de enviar el correo, se dirigieron al mencionado lugar. Al llegar, Levi observó que el lugar era espacioso y acogedor. Lo bueno es que no estaba del todo lleno y parecía muy armonioso.

—Sentémonos en la barra— dijo Isabel adelantándose— lo genial de este lugar es que puedes observar cómo cocinan los chefs, y tengo un amigo al que quiero saludar.

Levi y Farlan siguieron a la pelirroja y se ubicaron donde ella mencionó.

—Te encantará— mencionó el rubio— Este lugar es fabuloso, preparan el mejor estofado de cerdo que he probado en mi vida.

Una vez sentados, Levi miró el menú sin saber que elegir. Sin mayor preámbulo, escogió el menú del día y esperó a que lo atendieran. Mientras esperaba a que sus amigos terminaran de ordenar, se entretuvo mirando a los chefs cocinar. Ellos tenían la maestría de la cual siempre el careció. En eso, sus ojos se pegaron en el rubio con traje blanco que se encontraba a unos metros de él. Erwin Smith estaba concentradísimo revolviendo la comida con un sartén.

Levi entendió la razón del exquisito guiso de carne del otro día.

Quiso desviar la mirada para no quedar como fijón. Lástima que los ojos azules de Erwin fueron más rápidos que él. En cuanto lo vio, sus labios dibujaron una sonrisa y lo saludó con la mano. Levi sintió sus mejillas y orejas enrojecer.

—¿Quién es el que te saluda, Levi?—preguntó Isabel curiosa.

—Nadie en especial.

—¿Entonces por qué viene hacia acá? —observó Farlan al ver que el chef se acercaba a ellos.

Maldición, pensó Levi sintiéndose avergonzado. Y esto aumentó al tener a Erwin frente a él.

—Bienvenidos. Que gusto tenerte por aquí, Levi— dijo Erwin con la sonrisa que a Levi lo hacía enojar. ¿Es que acaso este tipo no se le cansaba la cara de tanto sonreír? — ¿Ya tomaron su orden?

—Aún no —dijo Isabel haciendo un puchero.

Erwin le hizo señas al mesero para que atendieran esa mesa. Luego se retiró dedicándole una mirada al pelinegro.

—¿De dónde lo conoces? —preguntó Isabel intrigada.

—Es mi vecino nuevo— dijo Levi sin ánimos.

—Podría hacernos un descuento.

—Cállate Isabel y pide pronto por favor— dijo Levi escondiendo su rostro con el menú.

Levi no pudo comer tranquilo durante la velada. Puede que Erwin tuviera su mente en otro lado, pero tenerlo cerca lo dejaba intranquilo.

. . .

—Interesante.

Levi despegó su vista del computador, y miró a Mikasa quien estaba pendiente de su celular. Entonces la chica habló:

—El vecino tiene Instagram.

—¿Qué tiene de interesante eso? Todo el mundo lo tiene —dijo Levi malhumorado— por cierto, ¿Cómo lo conseguiste?

—Digamos que su nombre de usuario no es muy creativo. ¿Erwin Smith, cierto?

El pelinegro asintió y la pelinegra le mostró la pantalla. En efecto, el hombre era exactamente el mismo y la foto de perfil lo corroboraba.

—Al parecer hace clases de cocina— dijo mirando las fotos y las historias que había subido.

—Es chef—aclaró el pelinegro desinteresadamente.

—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso hablaste con él?

—No. El otro día Farlan y Isabel me llevaron a un restorán, y lo vi preparando uno de los platillos.

—Eso significa que las clases valen la pena. Podrías decirle que te enseñe a cocinar.

—¿Y por qué no vas y le dices tú? Tienes la edad suficiente para aprender a hacerlo— dijo Levi posando la vista nuevamente en el computador— Por cierto, no es que quiera echarte, pero ¿tu madre no tiene problema en que te sigas quedando aquí? Llevas casi dos meses viviendo conmigo.

—Hablé con ella esta mañana y dijo que no había problema a menos que tú los tuvieras. ¿No los tienes cierto?

—Por ahora no.

—Perfecto.

Levi resopló y apagó el computador. Tenía la vista cansada y su cuerpo pedía por una siesta.

Se despidió de Mikasa y se dirigió a su habitación. Cuando estuvo entre las pulcras y frías sábanas, miró el celular con curiosidad. ¿Qué tan malo seria dar una mirada a su nuevo vecino? Se resistió en buscarlo por Instagram. Sin embargo, la curiosidad era una mierda y al rato después estaba mirando el perfil del rubio. Con las pocas fotos que vio, se dio cuenta que el hombre efectivamente había estudiado gastronomía y que era un amante de la naturaleza.

Negó con la cabeza sintiendo que era demasiado fisgoneo por el día. Apagó su celular para ir a dormir.

. . .

—Vamos Levi, de seguro tu vecinito nos hace un descuento. Aún quiero probar ese pie de limón.

—Te dije que no. Apenas lo conozco— dijo el pelinegro hablando por teléfono.

Estaba llegando a su hogar luego de un aburridísimo día de trabajo. Lo último que quería era escuchar a Isabel pidiéndole que la acompañara al restorant en donde trabajaba Erwin.

—Por favoorrrr.

Entonces cortó y dio un gran suspiro en cuanto cerró la puerta del departamento. Estando dentro, se fijó que Mikasa aún no había vuelto de la escuela, así que aprovecharía de su soledad y tomaría una ducha.

Cuando salió fresco como una lechuga, la puerta principal se abrió y observó como esta llegaba con un centenar de bolsas.

—Estoy en casa.

—¿Qué es todo esto? — apuntando hacia las bolsas.

—Voy a hacer cupcakes y fui al supermercado a comprar algunas cosas.

—Pero tú no sabes cómo hacerlos.

—Hablé con el vecino y él me enseñará. ¿Puedes creer que no me cobrará nada? Creo que le caemos bien.

— ¿Qué tu hiciste qué?

Entonces el timbre sonó y los dos pelinegros se miraron. Levi frunció exageradamente el ceño.

— ¿Cocinarán los dos aquí?

—Por favor— dijo Mikasa juntando ambas manos— prometo que limpiaré todo el desastre que haga.

Levi se tocó el entrecejo y asintió. Observó a Mikasa correr con todas las bolsas así que supuso que él sería quien abriría la puerta. Sus vellos se pusieron de punta cuando abrió y vio la típica sonrisa de oreja a oreja del vecino.

—Hola, vecino.

—Hola— dijo Levi haciéndose un lado para que el rubio ingresara— Pasa, Mikasa está esperándote en la cocina.

—Muchas gracias— dijo el hombre alto adentrándose al lugar— Que lindo departamento. Eres una persona algo minimalista.

—No soy muy bueno en cuanto a la decoración.

—Tranquilo, llevo dos meses aquí y aún no logro dejar mi departamento listo.

El departamento de Levi era pequeño al igual que el de Erwin, solo se diferenciaba en la decoración. La cocina era americana y a unos pasos estaba el living.

Cuando la adolescente estuvo lista. Los dos se pusieron manos a la obra. Levi se quedó al margen, trabajando con el computador. Desde su posición, podía observar cómo Erwin le daba las instrucciones de la receta a Mikasa, quien las seguía obedientemente. Erwin era un buen maestro según la perspectiva de Levi. Muy paciente y atento. Todo lo contrario, a él.

Cada cierto tiempo, sus ojos se desviaban de la pantalla para mirarlo y se percató de algunas cosas. Erwin era alto al lado de Mikasa, eso lo fastidiaba en sobremanera. Nunca se había llevado bien con la gente alta debido al complejo con su baja estatura. Sin embargo, Erwin contrarrestaba aquello con su simpatía y buen humor. Sus ojos se detuvieron en el cuerpo de Erwin bajo el delantal de cocina. Su pecho era ancho al igual que sus hombros. No era delgado, pero no lo suficientemente gordo para serlo. De hecho, poseía una pequeña barriga que pasaba desapercibida. Era como si hubiera ido al gimnasio por un tiempo y luego se dejó estar. Sin embargo, eso no le quitaba para nada el atractivo. Lo consideraba guapo pese a esos kilitos demás.

Levi se recriminó así mismo al pensar así por el vecino y se concentró nuevamente en el computador.

Cuando comenzó a emanar un aroma dulzón, el pelinegro nuevamente observó al par.

—Ahora debemos esperar a que se enfríen. Podríamos empezar por el glaseado, ¿Te parece?

Mikasa asintió y siguió las órdenes del chef.

—Debes batir la mantequilla suavemente y echar de a poco la azúcar glas— dijo Erwin observando como la chica ponía los ingredientes en el bowl— Espera ¡no tanta!

—Perdón— dijo avergonzada.

—Tranquila, lo compensaremos echándole un poco de leche. ¿Ya sabes de qué color serán?

—Compré muchos colores —dijo la pelinegra mostrándole los tintes— Pero, me gustarían que fueran azules.

—Perfecto. Debes añadir hasta que obtengas el color que quieres.

Levi rio internamente cuando Mikasa hizo las rosas en los cupcakes. Los primeros resultaron horribles y grotescos, pero los siguientes eran mucho más decentes.

—¿Ves? Los primeros nunca salen bien. Con práctica te quedan así de lindos— dijo Erwin haciendo una demostración.

—Muchas gracias, Señor Erwin— dijo la pelinegra luego de decorar todos los cupcackes que hicieron entre ambos— Aprendí mucho.

—No te preocupes. Por cierto ¿Para quién son? —preguntó Erwin con curiosidad— ¿Tienes novio?

La cara de Mikasa se sonrojó agresivamente, negó con la cabeza y se dirigió al baño con la excusa de darse una ducha.

—Es tímida —dijo Levi levantándose del sofá— le gusta un amigo que tiene, es triste porque él no la ve como ella.

—Ohh, cosas del amor de adolescentes.

—Si— dijo Levi mirando los cupcakes que habían preparados— hicieron bastantes. Se ven buenos.

—Pruébalos— dijo Erwin ofreciéndole uno— los rellenó con mermelada de frambuesa.

Levi tomó uno rozando levemente con la mano de Erwin. Fingió no importarle pese a que su corazón latía desenfrenado. Entonces comió.

—Le quedo bastante bueno pese a que es su primera vez—dijo terminado de comérselo— ¿Te gustaría un té?

—¿Podría ser un café? Ver tanto dulce me hostigó.

Levi asintió y se dispuso a sacar dos tazas. Por un momento, serían solo Erwin y él, junto al ejército de cupcakes.

. . .

Hoy se quedó tiempo extra. Miró la hora y frunció el ceño con molestia. Casi eran las doce de la noche. Pisó el freno deseando que Mikasa no lo haya esperado. Lo bueno es que estaría en su hogar pronto. A esta hora no circulaban muchos vehículos y eso acortaría mucho el camino.

En eso, distinguió a una figura conocida en el paradero del autobús. Se estacionó y observó a Erwin quien tenía puestos unos audífonos.

—¿Levi? ¿Recién vienes saliendo del trabajo?

—Hice horas extras. ¿Tú acabas de salir?

—Sí, estaba esperando el autobús para ir a casa.

—Sube, a esta hora hace mucho frio. Además de que es peligroso.

—Gracias— dijo el rubio con una sonrisa que hizo desviar la mirada de Levi.

Erwin le habló durante todo el trayecto mientras que Levi lo escuchaba con atención. Era bastante parlanchín, aunque eso no le molestaba en lo absoluto. Era preferible estar hablando que caer en un incómodo silencio.

—Mikasa ¿Es tu hermana?

—No— dijo Levi parando ante el semáforo en rojo— es mi prima. Ha estado viviendo un tiempo conmigo.

—Ella te estima mucho.

—¿De verdad lo crees? —pregunto Levi mirando de reojo a Erwin— los dos somos algo reservados.

—Puede ser. Por cierto, siempre he tenido curiosidad en algo— dijo Erwin cambiando de tema— ¿A qué te dedicas? Lo digo porque siempre te veo con ropa formal.

—Soy contador en un banco.

Erwin puso una mueca nerviosa y Levi solo sonrió.

—Aburrido, ¿verdad?

—Tal vez para ti no lo sea, pero no me imagino haciendo eso toda mi vida.

—Yo no me imagino cocinando toda mi vida— dijo Levi estacionándose en el edificio— digo, apenas se cocinar arroz.

—Es entretenido cuando te acostumbras.

—Una vez quemé los tallarines.

—Vaya, en realidad eres malo— dijo Erwin sonriendo tímidamente— pero nunca es tarde para aprender. Puedo enseñarte.

Levi se le quedo mirando antes de descender del auto. Pese al cansancio en su rostro, Erwin siempre se las empeñaba para regalarle una linda sonrisa.

Maldición, pensó para sus adentros. ¿Por qué el vecino tenía que ser jodidamente guapo y agradable?

. . .

Eran las tres de la mañana y la habitación en la que Levi dormia se encontraba en penumbras. Estaba cansado y apenas tocó la cama rápidamente se quedó dormido. Sin embargo, teniendo el sueño liviano sintió el sonido de las ventanas siendo golpeadas bruscamente. Se removió sin salir de su ensoñación, esperando que el extraño ruido se desvaneciera por arte de magia. No obstante, ese sonido no parecía desaparecer por nada del mundo.

De seguro es el efecto del sueño, ya pasará. Pensó Levi colocando una almohada en su cabeza.

Aun así, el sonido no se detuvo.

Desperto de sopetón y se dio cuenta que el sonido estaba más allá del mundo de los sueños. Sintió la cama temblar copiosamente, así como las cosas de su velador y la lampara.

—Mierda, ¡Mikasa! — se levantó lo más rápido posible. Sin embargo, el movimiento del piso le dificultó la tarea.

Logró salir de la habitación y caminó hacia el pasillo para encontrar a su prima estática en el marco de la puerta.

—¿Es un terremoto?

—No, pero está muy fuerte.

—Esta durando mucho— dijo la chica tomando fuertemente del brazo de Levi.

—Tenemos que salir.

Como pudieron, se encaminaron hacia la entrada del departamento. Levi rogó porque no se haya estancado la puerta por el movimiento, lo que menos quería era quedarse encerrado. Para alegría de ambos, la puerta se abrió y pudieron divisar el pánico de los vecinos. Todos se encontraban en el pasillo.

—¡Es muy fuerte! De seguro es terremoto.

—¡Ha durado más de tres minutos!

Los vecinos del departamento del frente eran una pareja de ancianos y se encontraban horrorizados. Levi observó a un hombre alto tratando de calmarlos, podía distinguir la figura de su vecino con solo ver su ancha espalda y cabello rubio.

—Tranquilos, hay que guardar la calma—dijo Erwin tratando de dar palabras reconfortadoras— ya pasará.

De pronto el apagón se hizo presente y todos quedaron atrapados en la oscuridad del pasillo. Levi sintió como las uñas de Mikasa se enterraron en su brazo. La chica no lo demostraba en su estoico rostro, pero sabía que le aterraban los temblores.

—No veo nada.

—Tranquila— dijo llevando su mano hacia la cabeza— ya está pasando. Debimos haber traído los celulares.

—¡Levi! ¡Mikasa!— dijo Erwin acercándose a ellos— ¿Están bien?

—Si— dijo la chica —pero no te vemos.

—Tengo unas linternas en mi departamento, les traeré una a ustedes— dijo Erwin adentrándose hacia su hogar.

El temblor fue disminuyendo con el paso de los segundos. Erwin volvió con dos linternas, una para Levi y Mikasa y otra para la pareja de ancianos.

—Muchas gracias, joven— dijo la mujer mayor.

—No se preocupe— dijo Erwin. Luego se acercó a los primos que intentaban prender la linterna— ¿los ayudo?

—Ya la prendí— dijo Levi iluminando la cara del rubio.

Se veía desaliñado. Su cabello rubio estaba disparado por todas partes y un rastro de baba le cruzaba desde el labio hacia el mentón. Mikasa se rio disimuladamente, en cambio Levi desvío la mirada del rostro de Erwin.

El maldito se veía tan adorable.

—Lo bueno es que se detuvo— dijo Erwin – de seguro fue grado 6.

—Habrá que estar atentos, tal vez vuelva a temblar— dijo Mikasa.

—Si, pero vamos a estar bien— dijo Erwin sobándole un hombro buscando calmarla—Es tarde, lo mejor será ir a la cama e intentar dormir.

—Menos mal que mañana es sábado— dijo Levi sintiéndose aliviado de que no tenía que despertar temprano— vamos a casa.

Levi iluminó la entrada para que Mikasa no chocara por el pasillo. Se devolvió para entregarle la linterna al rubio. Sin embargo, lo encontró tratando de abrir su puerta sin ningún éxito.

—¿Se te cerró la puerta? — preguntó Levi apuntando a la manilla con la linterna.

—Si, y por más que trato de girar la llave no cede— dijo Erwin intentando forzarlo— De seguro se cerró cuando fui a buscar las linternas.

—Déjame intentarlo.

Erwin soltó sus manos de la perilla y Levi tomó su lugar. Sin embargo, al igual que su vecino, no tuvo éxito en abrirla.

—Esta trabada. Debió apretarse con el temblor.

—Genial— dijo Erwin apoyándose derrotando en la pared— mañana tendré que llamar al cerrajero. Parece que hoy será la noche ideal dormir en el pasillo.

—¿Estás loco? —preguntó Levi con una ceja alzada— no puedes dormir aquí. Es helado.

—¿Tengo otra opción?

Sus miradas chocaron por un segundo. Levi suspiró cansado y giró los ojos. Entonces dijo:

—Puedes dormir en la habitación de huéspedes.

—¿Seguro?

—No soy tan inhumano como para dejarte durmiendo en el pasillo— dijo Levi caminando hacia su departamento— Ven antes de que cambie de opinión.

Considerando que su otra opción era pasar una apetecible noche en el pasillo del edificio, Erwin reconsideró la idea y siguió a Levi. Ambos ingresaron al departamento, y lo primero que vieron fue a Mikasa envuelta en una manta sentada en el sillón.

—¿Tú aún no te duermes? —preguntó Levi apuntándola con la luz de la linterna.

—No puedo dormir— dijo tapándose la vista ante la luz— ¿Erwin pasará la noche con nosotros?

—Sip. Sera nuestro invitado de honor.

—Me siento alagado.

—Por cierto, está muy oscuro— dijo Levi mirando los alrededores—Creo que tengo unas velas en la cocina. Al menos nos servirá para iluminarnos mientras llega la luz.

Con la ayuda de Erwin, pudieron encontrar las velas, dado que estas se encontraban en un lugar tan alto que Levi no logró alcanzar. Eso lo avergonzó un poco. Por otro lado, a Erwin no le molestaba, de hecho, se sentía bien ayudándolo un poco.

Empezaron a prender vela por vela, dejandolas en distintos sectores del living. Para alegría de Mikasa, es departamento quedo iluminado con la tenue luz de las velas.

En eso, el piso nuevamente tembló.

—Está sucediendo de nuevo— dijo Mikasa poniéndose de pie de nuevo.

—Son las réplicas— dijo Levi tratando de que su prima no entrara en pánico— Es normal que pase cuando hay un temblor fuerte.

—Pasaran pronto.

Y tal como dijo Erwin, el movimiento cesó dentro de los pocos segundos. Se sentaron en la mesa redonda que había en el lugar mientras Mikasa intentaba conectarse a internet.

—Quiero intentar llamar a mi mamá.

—Dudo que puedas— dijo Erwin— la señal suele perderse cuando hay temblores.

—Intenta hacerlo más tarde.

—Está bien— dijo la pelinegra dándose por vencida— ¿Quieren té? Está haciendo algo de frio.

Como era de esperar, Levi asintió con la cabeza y Erwin aceptó para hacerle compañía. Cuando estuvieron solos. Erwin preguntó:

—¿Tienes sueño?

—Creo que el temblor me quitó el sueño— dijo el pelinegro cruzándose de brazos— ¿y tú? Por cierto, el baño se encuentra al fondo del pasillo y la habitación de huéspedes está al lado.

—No tengo sueño aún.

Mikasa llegó con dos humeantes tazas de té y se sentó junto a los adultos queriendo hacerles compañía. Para quitarle un poco el susto de encima, Erwin trató de meterle tema de conversación, preguntándole cosas como la escuela, deportes, lo que fuera. Lo bueno es que eso ayudó a esta se distrajera y que ademas le entrara un poco de sueño.

—Creo que voy a dormir— dijo Mikasa levantándose mientras bostezaba— voy a dormir en tu cama.

—Está bien —dijo Levi dando un sorbo a su té.

—Gracias por el té y que descanses.

—Igualmente.

En cuanto la chica se fue, ambos quedaron solos. La llama que estaba en medio de la mesa se movía lentamente dando una sutil danza hipnótica.

Entonces Erwin habló:

—Se veía asustada.

—Le dan miedo los temblores— dijo Levi mirando fijamente el contenido de la tasa— Desde el terremoto del 2010. Ahora cualquier tipo de movimiento la pone alerta.

—¿Y quién no? Creo que todos quedamos algo traumados con ese terremoto.

—Yo no.

—Pero que valiente— dijo Erwin desafiándolo— apostaría que te preocupaste, aunque sea un poco.

—Estaba preocupado por Mikasa— dijo dándole un sorbo al té.

—Por supuesto— dijo Erwin también tomando trago— este país es muy sísmico.

La mirada de Levi se posó en el rubio, quien era iluminado por la leve flama de la vela. Entonces dijo:

—Cuando llegaste me dijiste que era una costumbre de tu país dar comida. ¿Eres gringo o algo así?

—Soy alemán.

—¿Alemán? No se te nota en nada el acento.

—Me crie aquí— dijo Erwin apoyando sus codos en la mesa— nací en Alemania, pero luego nos asentamos aquí cuando aún no sabía hablar. Mis padres nunca dejaron las viejas costumbres.

—Entiendo. ¿y sabes hablar un poco?

—Si, mis padres querían que aprendiera a hablar fluido.

—Genial.

Así pasaron gran parte de la noche hablando. Levi conoció un poco de la familia de Erwin y sus costumbres. Tenía tres hermanos y él era el mayor de ellos. También descubrió que su primera carrera fue leyes, pero una vez que se tituló, se dedicó por completo al mundo de la gastronomía. Sus padres quisieron matarlo en cuanto les comentó su decisión de ser chef. Sin embargo, el hombre estaba tan feliz, que no tuvieron corazón para detenerlo.

Por otra parte, Erwin también conoció otras cosas de la vida de Levi. Era hijo único de una madre soltera de mucho esfuerzo. Y en su juventud se dedicó al negocio siendo contador. No tenía grandes hobbies, más que leer y hacer ejercicio cuando tenía tiempo libre. Por otro lado, estaba Mikasa, una prima lejana que había llegado a raíz de un conflicto con su madre. No eran los primos más cercanos. Sin embargo, cuando la chica llegó una noche a su departamento no pudo cerrarle las puertas. Durante la adolescencia de Levi, siempre fue la madre de esta quien lo acogía en su casa como a un hijo más. De modo que recibir a Mikasa era la forma de agradecérselo y también de mantenerla informada de las cosas que hacia la chiquilla.

Las horas se pasaron volando y pronto la luz del amanecer comenzó a marcar presencia en el ventanal. Levi se sorprendió el haber pasado de largo toda la noche.

—Al parecer nos desvelamos un poco— dijo Erwin mirando la hora en su reloj de muñeca— ¿te gustaría desayunar? Hago unos panqueques fantásticos. Tómalo como una forma de agradecerte por acogerme en tu hogar.

Levi se vio tentado ante la propuesta y acepto sin quejas. Cuando el rubio se levantó observó los pintorescos pantalones con estampados de corazón que traía. El pelinegro reprimió una risa.

—Por cierto, lindo pijama.

—No te burles— dijo Erwin avergonzado— Fue un regalo de mi madre. Ella insistió mucho en que me lo pusiera y me terminó gustando.

Levi se quedó pegado mirando el rostro sonrojado hasta las orejas del rubio. Involuntariamente pensó en lo tierno que se veía de esa manera. Sintiendo deseos de verlo así más seguido. En eso apareció Mikasa somnolienta por el pasillo y rápidamente bajó la mirada para que esta no se diera cuenta de la forma en que miraba al rubio.

Ella podía ser bastante observadora.

—Buenos días— dijo rascándose un ojo con pereza.

—Buenos días, Mikasa ¿dormiste bien? —preguntó Erwin en la cocina.

Los dos sociabilizaron mientras preparaban el desayuno, mientras que Levi se distraía en el periódico sin leerlo realmente. Reprochándose a sí mismo por la forma en que había pensado de su invitado.

. . .

Levi esperó a que la tetera hiciera el típico sonido indicando que el agua ya estuviera hervida. En cuanto esto pasó, tomó su maruchan y lentamente comenzó a verter el agua dentro de este. El aroma de camarón picante se impregnó en el lugar aumentando con ansias sus ganas de comer.

Una de las razones por las que Levi se mantenía tan delgado era que no le dedicaba el tiempo suficiente a alimentarse. Era capaz de comer solo una vez en el día en caso de que tuviera muchas cosas por hacer. Por lo general, todo se resumía en evitar el desayuno, comer un almuerzo ligero en el trabajo y luego cenar antes de irse a la cama.

Y para variar, estas cenas se resumían en laboriosas comidas patrocinadas por sopas instantáneas.

Tomó el envase de plumavit entre sus manos para llevarla al comedor, lo bueno es que hoy Mikasa había salido con sus amigos y comería fuera, por lo tanto, no tendría que preocuparse de la alimentación de ella por esta noche.

Esperó pacientemente los tres minutos que indicaba el sobre del alimento antes de poder servirse. Sin embargo, el timbre de su departamento lo distrajo de su espera. Se encaminó para recibir a la inesperada visita.

Para su sorpresa, Erwin se encontraba frente a él con una tetera en la mano izquierda.

—¿Qué te trae por acá? — preguntó Levi apoyándose en el marco de la puerta.

—Lo siento por molestar— dijo Erwin un tanto avergonzado— Pero se me acabo el gas y necesito tomar un poco de café por ahora.

—¿Quieres que te caliente un poco de agua? —preguntó señalando la tetera.

—Si no es mucha molestia.

—Esta bien, pasa.

El rubio ingresó al departamento y le entregó a Levi la tetera para que este le echara un poco de agua y la pusiera en el fogón. En eso, sus ojos azules se distrajeron en la humeante comida instantánea que se encontraba en la mesa.

—¿Estabas a punto de cenar?

—Casi, solo tenia que esperar tres minutos. ¿Quieres uno? Tengo otro en la despensa.

—No, gracias—dijo Erwin mientras observaba como Levi se acercaba para tomar asiento en la mesa— Sabes la cantidad de sodio que tiene eso, ¿verdad?

—Si— dijo Levi ignorando el dato.

—¿Y aun así vas a comerlo? — preguntó el rubio sentándose frente a él.

—Si, no tengo tiempo para cocinar. Y aunque lo creas catastrófico, me gusta este tipo de cosas.

—Entiendo— dijo Erwin pensativo.

No pasaron muchos minutos para que el agua hirviera. En cuanto esto pasó, Erwin dio las gracias y se marchó junto a su tetera.

Al día siguiente, Mikasa sorprendió a Levi con una bandeja de lasaña que esta traía entre sus manos.

—¿Y eso?

—El vecino lo trajo— dijo la pelinegra sirviéndole un poco de la bandeja— me comentó que cocinó en exceso y que le daba pena que la comida se desperdiciara.

—Ya veo.

—¿No lo consideras extraño? — preguntó la pelinegra sentándose en la silla— es un chef, confundirse con las porciones no debería pasarle. Al menos no con una bandeja completa extra.

—Tal vez simplemente, se equivocó.

Los ojos negros de Mikasa vieron como Levi daba el primer bocado de la lasaña. El hombre no lo reflejaba, pero sabía que internamente se encontraba deleitándose de la exquisita comida del vecino.

—Por supuesto, se equivocó— dijo la pelinegra dándole un bocado a la comida.

. . .

Mikasa le dijo que saldría con sus amigos el día de hoy. De hecho, apenas el contador despertó, la pelinegra se estaba arreglando en el espejo. No le dijo a donde saldría o que haría, pero el día de hoy la chica se veía ligeramente arreglada.

Se sirvió un té con suma pereza y se sentó frente al televisor. Lo bueno de estar solo y que fuera sábado es que podía tener el mando de la televisión. Por fin podría terminar de ver la última temporada que le quedaba de Game of thrones. Mientras se dirigía al portal de HBO, sus ojos se distrajeron en el calendario pegado al refrigerador y frunció el ceño al ver marcado con rosado el día de hoy.

10 de febrero, pensó para sí mismo. ¿Qué demonios pasaba el 10 de febrero?

—Mierda— dijo Levi parándose de golpe para mirar con más detalle el calendario —¿Cómo lo olvide? ¿Y ahora qué hago?

Había olvidado el cumpleaños de Mikasa y se sintió mala persona por no saludarla. Lo peor es que se había despedido de ella en cuanto se fue. Sin embargo, no había que entrar en pánico. Tenía todo el día para ingeniar algo para cuando ella regresara.

Podría regalarle un pastel. No. Inmediatamente desecho la idea. A la colegiala le gustaba los pasteles artesanales y para encargar uno necesitó haberlo pedido con mucha anticipación. Se mordió los labios y respiró hondo para prepararse mentalmente para lo que haría a continuación.

Luego de unos minutos, se encontraba frente a la puerta de su vecino.

—¿Quieres hacer un pastel? —preguntó Erwin recibiéndolo en su casa— ¿Por qué todo tan repentino?

—Es el cumpleaños de mi prima y el otro día me comentó que le apetecía un pastel de panqueque de naranja.

—¿De panqueque? —preguntó Erwin con la ceja alzada— ¿sabes cuánto tiempo demora hacer ese pastel?

Levi suspiró resignado. Sabía que el rubio tenía mejores cosas que hacer en vez de ayudarlo a preparar un pastel. Se sintió tonto en pensar que este sacrificaría su día libre en hacerlo.

—Lo siento, no te quise molestar.

—Espera —dijo Erwin tomando su muñeca —yo no dije que no te ayudaría, pero debo advertirte que es un pastel que toma mucho tiempo, podríamos estar toda la mañana. ¿te molesta?

Levi negó con la cabeza sintiendo el dulce agarre del chef.

—Muy bien, entonces manos a la obra— dijo Erwin energéticamente, luego sus ojos recorrieron por completo el cuerpo de Levi. Este último se sintió cohibido— Te pasaré un delantal.

Después de unos minutos ambos estaban en la cocina del rubio, quien le daba indicaciones al pelinegro de lo que tenía que hacer. Primero partieron por el biscocho. Levi podía sentir los fijos ojos de Erwin sobre sus movimientos. Tanto era que ni siquiera intentaba mirarlo y mucho menos a los ojos.

Ahora mismo estaba usando la batidora mientras Erwin hacia el relleno de naranja. De pronto, Levi distrajo la mirada para encontrarse con los curiosos ojos de Erwin. Levemente sonrojado preguntó:

—¿Tengo algo en la cara?

—No.

El rubio se acercó rompiendo la distancia entre ambos. Levi se quedó rígido al ver como las manos se acercaban peligrosamente hacia él. En cámara lenta, observó como Erwin tomó un mechón de su flequillo y se lo colocó detrás de la oreja.

—Creo que tu cabello podría molestarte. Voy y vuelvo.

Erwin se fue y Levi rápidamente volvió la vista al bowl.

El hombre era jodidamente atento.

Lo vio volver con un cintillo entre sus manos. Las manos callosas de Erwin se acercaron a su rostro, el cual se convirtió en una granada de pronto.

—Listo, ahora tienes el rostro despejado.

Maldito, pensó Levi. Ahora lucía como una chica.

Pasaron todo el día juntos, de hecho, Erwin lo invitó a comer las sobras del día anterior, las cuales fueron un deleite para Levi. Ahora se sentía a gusto con la compaña del rubio. De hecho, disfrutaba de hablarle y de pasar un breve tiempo con él.

Luego de que el biscocho se enfrió comenzaron a armar el pastel. Fue laborioso ir capa tras capa, el pelinegro ya se sentía mareado del repetitivo paso. Sin embargo, podía apreciar como su obra maestra empezaba a tomar forma. Un pastelito cuadrado de 30x30 parecía brillar por si solo en el mesón. Levi sintió su pecho hinchado de orgullo.

—Nada mal – dijo Erwin tirando para arriba el pastel— y decías que no sabias cocinar.

Levi se dio vuelta para regalarle una de las sonrisas más sinceras que había dado en su vida. Eso deslumbró al rubio, quien apretó las manos incómodamente.

—Ahora queda el trabajo sucio, lavar todo el desastre que hicimos.

—No te preocupes por eso, yo puedo limpiar— dijo Levi acercándose al lavaplatos— puede que no sepa cocinar, pero soy muy bueno limpiando.

Al cabo de veinte minutos, Levi tenía limpio el lugar. De hecho, Erwin podría jurar que estaba más limpio que en un inicio.

—No sé cómo agradecerte por la ayuda— dijo Levi mirando el balcón de Erwin.

El sol se estaba poniendo y pronto la noche aparecería. En eso Levi dejó a la vista una caja de cigarrillos, sacando uno para fumar.

—¿Fumas? —preguntó Erwin.

—Solo algunas veces— dijo encendiendo el cigarrillo— pretendo dejarlo.

—¿Me das uno?

Levi le tendió la caja al rubio y ambos comenzaron a fumar. El contador miraba de reojo al chef, quien tenía una mirada nostálgica mientras veía el ocaso.

Entonces el silencio reinó entre ellos. Levi se deleitó con la vista que tenía en frente. El cabello despeinado de Erwin resaltaba con los últimos rayos del sol, dándole un toque juvenil pese a los 35 años poseía.

De pronto la mano callosa de Erwin rozó con la suya, y la caricia generada por piel áspera fue lo más agradable que había sentido desde hace tiempo. Sin embargo, pese a que era una causal toque de manos, Erwin no hizo ningún intento por alejar sus dedos con los de Levi.

—Levi, yo…—Sin embargo, el pelinegro alejó la mano y nerviosamente se apartó de él.

—Debo irme, Mikasa ya está por llegar. Muchas gracias por tu ayuda, Erwin.

Tomó el pastel y se fue lo más rápido que pudo. Ya estando dentro suspiró intranquilo, sabiendo de antemano lo que el rubio pretendía decirle.

En cuanto Mikasa llegó, Levi la sorprendió con el pastel.

—Guau— dijo su prima mirando maravillada el dulce— te acordaste ¿lo hiciste tú?

—Erwin me ayudó.

—Erwin ¿eh? ¿desde cuándo comenzó a ser "Erwin" y no el vecino? —preguntó cortando un trozo de pastel— ¿Cuándo le dirás que te gusta? Se nota a kilómetros que siente lo mismo por ti.

Levi lo sabía, no era tan tonto para no darse cuenta.

Horas más tarde, la noche hizo su aparición y ahora se encontraba en su balcón fumando otro cigarrillo.

¿En qué momento le había comenzado a gustar el vecino?

A Erwin le gustaba, sus ojos lo delataron al igual que esa estúpida gentileza que siempre desbordaba cuando estaba con él. Eso fue lo que le encantó. Al principio podía ser fastidioso, pero luego se dio cuenta que el chef era muy gentil.

Y en cuanto a si mismo, podía decir que le gustaba y mucho. No sabía desde que momento estos sentimientos emergieron en él. Ni tampoco la razón del porqué le gustaba. Pero había cosas de las que si estaba seguro. Las sonrisas de Erwin lo hacían sentir cálido. Algo que nunca había experimentado con alguien más. También estaban los ligeros nervios y temblores que sentía cada vez que lo tenía cerca o lo miraba a los ojos. A veces se sorprendía a si mismo de lo ansioso que estaba por encontrárselo en el pasillo o durante en el ascensor.

Levi aspiró el cigarrillo manteniendo el tabaco en su boca por unos segundos. Luego lo soltó dejando que todo el humo se esparciera por el cielo.

Si, le gustaba Erwin Smith, pero era demasiado cobarde para confiarle su corazón a su vecino.

. . .

Desesperado, Levi había dado vuelta todo el contenido de su maletín, pero por desgracia suya, lo que estaba buscando no lo había guardado. Se paso la mano por la frente y soltó un gruñido por la mala suerte que tenía. Esto era lo que le pasaba por tener la mente en las nubes.

—Mierda— dijo Levi al no encontrar sus llaves en el departamento.

Mikasa tenía otro juego de llaves, pero no quería importunarla. La chica le había dicho que se quedaría en casa de Sasha y regresaría mañana por la mañana. Lo peor es que ya era muy tarde para llamar al cerrajero.

—¿Te quedaste afuera?

Levi cerró los ojos sabiendo perfectamente la persona a quien le pertenecía esa voz. La misma persona a la cual había estado evitando después del incidente del balcón.

—Dejé las llaves adentro— dijo Levi levantándose del piso.

Erwin sintió empatía con el contador y dijo:

—Si quieres puedes quedarte en la habitación de huéspedes que tengo. Es mejor que dormir en el pasillo.

Levi lo pensó mientras Erwin ingresaba a su departamento. Entonces se levantó y se adentró a él.

—¿Cenaste algo? —preguntó Erwin quitándose el abrigo que traía puesto.

—No.

—Bien, entonces cocinemos.

Cocinaron en profundo silencio, y lo único que se escuchaba en la cocina era el corte de las verduras. Ahora mismo el chapsui de pollo estaba cocinándose y Levi lo miraba intentando no perturbarse por los ojos observadores de Erwin desde el otro lado del mesón.

—¿Por qué haces todo eso? —preguntó Levi desconfiado. Erwin, quien no entendió el punto de la pregunta, lo miro confundido.

—¿A qué refieres con "esto"?

—A esto, ¿Acaso invitas a tus vecinos a pasar la noche en tu casa y prepararles la cena? ¿Es común para ti hacer eso o es otra de las tradiciones de tu país?

—¿Acaso estas de malhumor? —preguntó Erwin cruzándose de brazos.

—Responde la pregunta— ordenó Levi enfático.

Erwin suspiró y cerró los ojos con cansancio.

—Eres la primera persona a la que invito pasar la noche aquí.

— ¿Y no te parece raro?

—Bastante— dijo Erwin acercándose sigilosamente a él.

—Entonces ¿por qué lo haces?

—Porque me gustas, Levi— dijo Erwin sin rodeos— me gustas y no te iba a dejar solo en el pasillo.

El cuerpo de Levi se quedó helado como una piedra.

—Solo somos vecinos nada más.

—Pero podríamos ser mucho más si me lo permites— dijo Erwin rozando el dorso de la mano con sus dedos— desde el momento en que te vi algo afloró en mí, Levi. Llámalo como tú quieras, amor a primera vista, un flechazo, o enamoramiento, no lo sé. Pero si sé que ese sentimiento está ahí y lo siento cada vez que estoy cerca de tuyo.

Levi rodo los ojos y se alejó de la cercanía del rubio.

—Estas siendo ridículo. No somos adolescentes como para comportarnos como ellos.

—Podemos comportarnos como dos adultos que se gustan y quieren. ¿Qué tiene eso de malo?

Los ojos de Levi dudaron en mirarlo a los ojos. Pero, pese a su constante miedo y desconfianza, alzó su mirada para enfrentarse a los azules ojos de Erwin, los cuales lo miraban con ternura.

—Yo te quiero—dijo Erwin con determinación— y sé que yo también te gusto. Puedo llegar a enamorarte si me lo propongo.

Eso no seria tan difícil, pensó Levi para sus adentros.

Las manos del rubio sujetaron ambos lados del rostro del pelinegro. Levi sintió su cara tan pequeña dentro de estas.

—¿Me dejarías quererte, Levi?

Tímidamente Levi asintió con la cabeza. La sonrisa de Erwin se ensanchó y comenzó a repartir sutiles besos en el rostro del más bajo, quien los sintió como si fueran mariposas rozando contra su piel. Rodeó sus brazos por la cintura de Erwin y lo extendió sus antebrazos a los omoplatos. La diferencia de alturas era notable entre ellos dos. Pero eso no le importaba ahora, es más le encantaba, ya que, se sentía protegido sintiendo el calor que emanaba el cuerpo del alemán.

De pronto, sintió ganas de decir los pensamientos que muchas veces afloraban en su mente cada vez que estaba a su lado.

—Ansiaba poder abrazarte de esta manera— dijo Levi apoyando su mejilla en el pecho de Erwin— y ahora que lo hago, se siente tan bien.

—Yo también quería abrazarte así— dijo Erwin besando la coronilla de la cabeza del pelinegro.

—¿Podrías abrazarme un rato más?

—No tienes que pedirlo, Levi.

Erwin afianzó el agarre de sus brazos atrayendo al hombre más bajo a su pecho.

Nervioso, Levi se mordió los labios al pensar en lo que estaba a punto de hacer. Se armó de valor y elevándose con las puntitas de los pies, Levi atrapó los labios de Erwin con los suyos. Levi lo besó inocentemente, de modo que Erwin pensó en el gesto como el más adorable del mundo.

El pelinegro degustó los dulces labios del rubio, queriendo no apartarse de ese rico dulzor. Estaba seguro de que podría ser capaz de convertirse en un adicto a ellos.

Una vez que deshicieron el contacto, Levi dijo:

—Creo que se nos quemó el Chapsui.

La sonora risa de Erwin resonó en todos los rincones de la cocina, logrando cautivar los oídos del más bajo.

Eso por nada del mundo podría ser un problema.

. . .

Se masajeó el hombro sintiéndolo rígido y cansado. Necesitaba un pequeño descanso y aire fresco para poder renovar su mente. Los ojos grises de Levi se posaron en el reloj de su muñeca, cuyos dígitos señalaban las dos de la tarde. En poco rato llegaría Isabel para venir a almorzar con él.

No tuvo que esperar mucho para que la mujer hiciera su aparición en su oficina.

—¿Estas listo para ir al casino? —preguntó la pelirroja asomándose por el marco de la puerta— Farlan nos espera en el pasillo.

—Si – dijo Levi levantándose y estirando sus pantalones con las manos— espera, estoy olvidando algo.

Isabel lo observó sacar una pequeña lonchera de su maletín. Se acercó curiosa.

—¿Una lonchera? —preguntó señalando el objeto— ¿Acaso eso es comida casera?

El pelinegro asintió para luego caminar por el pasillo en dirección al casino. Isabel no le quitaba la mirada encima a la lonchera que llevaba el hombre bajo.

—Cuando dije que le hablaras al chef no pensé que lo tomarías en serio— dijo sonriendo alegremente— por cierto, aún espero mi descuento.

—¿De qué hablan? —preguntó Farlan encontrándose con el par.

—De la lonchera de Levi, ¿Puedes creer que ahora trae comida casera?

—Parece que tu maridito te alimenta bien— dijo Farlan pasando su brazo por los hombros del pelinegro— no me sorprendería que dentro de unos meses aumentes de peso. Eso siempre pasa con los esposos una vez que se casan.

—De hecho, te ves un poco rellenito en comparación a hace tres meses—dijo Isabel guiñándole un ojo a Farlan—el matrimonio te sienta bien, Levi.

—Tranquilo, no te dejaremos de querer si te pones un poco más gordito.

—Ya cállense y dejen de fastidiar ¿Quieren?

—Saca pinta ahora que trae comida casera—dijo Isabel sacándole la lengua—Búscanos una mesa mientras compramos un par de hamburguesas. Trataremos de demorar lo menos posible.

Levi hizo caso mientras abría la lonchera. De ahí pudo observar una nota cuyas letras eran la inconfundible caligrafía del rubio.

"Aliméntate bien y que tengas un buen día"

Levi sonrió para sus adentros. Puede que Farlan tuviera razón. Sin embargo, eso no le preocupaba. Vivir al lado de Erwin había sido un deleite desde el primer momento en que lo conoció. Menos le podía importar subir un poco de peso, después de todo, eso era la evidencia del buen vivir.

. . .

¡Hola a todos!

Les traigo este pequeño oneshot, el cual había escrito hace más de un mes y dado que la universidad es un fastidio no tuve tiempo de subirlo antes.

La verdad es que en la mayoría de los fics que he leído siempre es Levi quien cocina mejor, entonces pensé ¿Cómo seria si fuera al revés? Y bueno, este es el resultado. Siento que quedo bien y estoy satisfecha del resultado.

Espero poder tener un poco de tiempo para terminar con el otro fic que deje abandonado. Les pido un poco de paciencia.

Ojalá les haya gustado.

¡Nos leemos!