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1: Cazadores nocturnos
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-Sabes, sólo duran un año.
Sniper inclinó la cabeza hacia él, pero no lo miró, no directamente.
-¿Y el actual?- preguntó, con algo de curiosidad tiñendo su voz, usualmente desinteresada -Ese que llegó conmigo.
-Una semana después, el ocho de mayo- Demoman lo miró, cambiando el tono -Creo saber qué les pasa a los Spy que envían aquí.
Sniper pestañeó.
-¿Qué experiencia tienes cazando animales peligrosos?
El experto en explosivos lo dijo con voz casual, y los dos sabían lo que quería decir. Sniper sonrió, se sacó el sombrero y empezó a señalar los dientes de animales que lo adornaban.
-Acanthophis antarcticus- un colmillo de serpiente -Taipán de la costa- otro similar, pero más viejo, y luego uno, el más nuevo -Serpiente marrón oriental. Cocodrilo de agua salada, y tiburón sarda. Y hay otros- el sombrero volvió a su cabeza -pero en collar.
-Ah- la sonrisa seguía ahí, y el francotirador esperó -¿Y con seres sobrenaturales?
El aire no cambió, pero había una diferencia, una que Demoman notó, sin dejarlo ver, distinta a cuando empezaba a hablar de las hadas y el resto lo escuchaba, con diversos niveles de incredulidad. Sniper había aceptado la botella de sidra fuerte, y por unos minutos habían bebido en silencio, observando la inmensidad del cielo estrellado sobre ellos, sentados al lado de la autocaravana, lejos de la base. A Demoman le recordaba cuando era pequeño, y le describía las constelaciones a su madre.
-¿Como cuáles?- la voz de Sniper no dejaba nada a la vista.
-Como eso que se está llevando a los Spy. Y no sólo a los nuestros, los de RED también desaparecen. Es un problema que no han podido solucionar, porque no están a la altura. Pero, quizás, dos de BLU sí tengan lo necesario.
Despacio, sin despegar los labios, Sniper sonrió.
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Los cursos de agua que abastecían a Teufort tenían un brillo especial.
Más que nada por lo contaminados que estaban.
Miss Pauling siempre les daba agua embotellada, y Tavish, al ver el reflejo cristalino de la Luna, a una noche de ser nueva, entendió muchas cosas. Este curso de agua brillaba de otra manera, como agua limpia, algo alejada del pueblo, suficiente como para no usarla de abastecimiento de agua. Quizás curso abajo la historia cambiase, pero ahora era su apuesta más fuerte. Había algo de vegetación en las orillas: hierbas y algún que otro árbol bajo, con copas frondosas que le recordaron a su tierra natal.
Era un bonito lugar, si no fuera por la cantidad de pulmones y corazones que se habían encontrado allí a principios de mayo.
Pulmones de fumador.
Y, de tanto en tanto, algunos juguetes rotos que parecían de película de espías, decían los niños del lugar.
Niños que no salían de noche.
Él no era un niño.
Era por culpa de la hambruna, decía su madre. Siete años de hambruna hacía que el irse a otras tierras, al otro lado del mar, fuera la única opción viable para no morir de hambre. Con la gente, viene su cultura, y con la cultura, vienen las leyendas. Algunas mueren. Otras se adaptan.
Algo chapoteaba en las cercanías.
Demoman miró hacia la orilla, y vio a un hermoso caballo, blanco como la luz de la luna que parecía atrapada en su pelaje. Lo miró, con su largo rostro, y se movió, despacio, como dudando, hacia él. Tenía unas riendas puestas, y un cabestro casi deshecho. Olisqueó el aire y se acercó, despacio, al escocés. Quizás buscando aroma a humo, y encontrado scrumpy y clorato de potasio. Dio una cabezada, moviendo su cabellera como si estuviera flotando en el agua, y se acercó, con pasos lentos y perezosos.
Tavish levantó una mano, como saludando.
El aire estaba fresco.
-Qué hermoso caballo- dijo, pasando su mano por el morro del animal. Era tan blanco que hasta hacía parecer su piel algo más clara. Le recordó a una alfombra de piel peluda y nevada que había en casa de su madre -¿Qué haces por aquí? ¿Perdiste a tu jinete?
El caballo pareció resoplar.
-¿Así fue? Oh, pobre y bella criatura. ¿Tan mal te trataron?
El caballo movió la cabeza, como asintiendo.
Luego, dio un paso hacia delante, haciendo que la mano de Demoman subiera por su cabeza y pasase a rodear su cuello.
-Eres hermoso. ¿De dónde has salido? Hay pocas cosas hermosas por aquí.
El lomo, sin silla, era el lugar más cómodo para sentarse que había visto en toda su vida. Mullido como los almohadones en casa de la abuela, porque cuando no tienes vista, la textura cobra más importancia. El animal se movió, de repente en el suelo, como invitándolo a cabalgar. Como en un campo donde bailan las hadas.
-Oh, claro. Cómo voy a negarme.
Acercó su mano al morro, moviéndose hacia el costado del animal. En fluir de sus movimientos hacía lógico que subiera a ese lomo. Era el sitio donde debía estar. Pasando la mano por el blanco cuello, le pasó el cabestro, rápido, por la cabeza, y enganchó una de las riendas a la hebilla. El caballo, de repente, movió la cabeza, relinchando, ya nada blanco y bonito, ahora puro dientes y cascos y furia, y Tavish dejó su mano deslizarse de un extremo de las riendas a la otra, aferrándose al cabestro, con el ojo fijo en el sitio donde iba la hebilla. El caballo, furioso, dio un corcovo y lo levantó del piso, Demoman tomó impulso, apuntó y, rogando su percepción de profundidad no le jugase una mala pasada, conectó cabestro y riendas.
La furia cesó.
Los cascos conectaron con el suelo, luego las botas de Tavish.
El caballo no era tan bonito como antes, sólo un hermoso caballo, con la cabeza hacia abajo, como agotado. Como si todo lo que le diese impulso acabase de ser encerrado en una cárcel. Intentó mover el morro hacia el curso de agua, pero Demoman no se lo permitió, tirando de las riendas para alejarlo del verde, de los árboles, del curso de agua que, al menos ese año, no iba a recibir pulmones y corazón nuevos.
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El caballo olía a agua.
No era de extrañar, siendo que del agua había salido, pero así y todo, sus sentidos le decían que ese ser no era normal, ni siquiera de esa zona. Algo sobre inmigración escocesa, había dicho Tavish. Dame apoyo, había dicho Tavish. No dispares a menos que me suba al caballo, dijo Tavish, prefiero la reaparición a que esa cosa me coma. Bien, dijo Sniper, sin creerlo del todo, pero allí estaba Tavish, atando al caballo a su autocaravana.
Sólo entonces bajó su rifle.
-Hombre, me has sorprendido para bien.
-Ja- Demoman le sonrió, mostrando sus dientes blancos, con satisfacción -Y tú me has hecho ganar dos apuestas.
-¿Otra apuesta?- bajando del techo con sus armas, el francotirador se paró al lado del otro hombre -¿Qué apostaste, y con quién?
-Medic dijo que las hadas y seres feéricos no existían. Que el diablo y Dios sí, que fantasmas también, que la magia vaya y pase, ¿pero hadas? No, eh, eso no, que es muy fantasioso.
El aire cambió, fluyendo, como en esa ocasión al lado de la base, lejos, pero ahora era algo cálido.
-Eso sí, te lo advierto- Demoman cambió el tono y lo señaló, sin sonreír -Si Medic se ofrece a cocinar en el próximo mes, no lo comas. O hazlo bajo tu propio riesgo.
El caballo movió la melena, mirándolos como si entendiese lo que estaban diciendo.
-Dudo quede algo para eso- sonrió Sniper -Y cumpliré mi palabra, mañana los tragos los invito yo.
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Fue un viaje de regreso agradable.
Volvieron lento, para que el caballo no tuviese problemas, y tampoco se los diese. Era de noche, el camino era poco transitado incluso de día, y les quedaba camino antes de llegar a la base.
-Hay un coco- dijo Demoman de repente -En ese lugar.
-¿En la base?- preguntó Sniper, curioso por el cambio repentino en la conversación.
-Digamos que sí. Es una de esas cosas que están ahí pero no puedes tocar.
-Un coco. Un coco común y corriente... ¿O algo que tocó Merasmus?
-¡Ja! Ese mago apenas y puede lanzar unos pocos hechizos y ni siquiera es bueno en eso. No sé cómo sobrevivió tanto tiempo, si siempre le debe cosas a la mafia. No, es un coco- dijo, ya sin la risa -Y no es uno normal... es como le dicen... el fulcro. Ese de "dame un punto de apoyo y moveré el mundo". Ese punto de apoyo es el fulcro. Y ese coco... es...
Movió las manos, buscando las palabras.
-Mira, ya has visto que a veces pasan cosas raras. Que hay seres que no son comunes o normales o naturales. Y hay objetos así también. Cosas que no están del todo aquí ni allí. Cosas que puedo ver con este ojo- señaló su parche -a veces, cuando les da la luz correcta y es la hora adecuada. O algo así. En Halloween pasan cosas, y por eso tengo tanta suerte en esos días. Pero ese coco... No lo sé, hombre, es como si fuera el punto de apoyo. Eso que hace funcionar el mundo. O nuestro mundo al menos.
-Un coco.
-Sí.
-Uno que no está ni aquí ni allí.
-Sí.
Sniper miró por el espejo retrovisor, viendo al caballo cabalgando despacio, atado al vehículo.
-Tavish, te creo. No lo entiendo- lo miró por unos segundos, apartando la vista del camino vacío -pero te creo. Y si algún día llego a ver ese coco, no lo tocaré.
-Haces bien, Mundy- sonrió Demoman -Si funciona, no lo toques.
Cambió de postura, mirando al frente, y Sniper lo imitó. Estaban a las puertas de la base, y Heavy estaba fuera, volviendo del basurero con las manos vacías. Levantó la vista al ver las luces acercarse, y luego miró al caballo. Levantó una ceja y miró a los otros dos, curiosos.
-Entrega especial para el Doc- dijo Demoman, sonriendo de nuevo, con una satisfacción que Sniper le había visto pocas veces -Y que traiga su parte de la apuesta.
