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MiyaFour vs Aobadivas
Universo Genderbend
Disclaimer: personajes no son míos
Notas antes: este fic es un AU genderbend, sin embargo, he dejado los nombres de los personajes tal cual en el anime. Es decir: los nombres de todos son unisex. También he estado muy rallada con esto de picrew, y si a alguien le interesa (a nadie le interesa) cómo me imagino para este fic las versiones fem de las protas, he dejado link de tumblr en mi profile. Enjoy.
I. Las MiyaFour
En un principio se llamaron las MiyaThree, un grupo de voleibolistas influencers integrado por las gemelas Miya y la novia de una de ellas, la chica SunaRin, que se pintaba los labios de negro y tenía un canal independiente donde hacía reviews de películas clase B.
En el canal de las MiyaThree, en cambio, se hablaba de vóleibol y afines. Cuando arrancaban las temporadas profesionales, subían resúmenes de los partidos, con análisis y apuestas incluidos. De haber una jugada espectacular, las MiyaThree intentaban recrearlas. Jugaban en la misma escuela preparatoria por allá en Hyogo, cubrían tres de las posiciones elementales, y su nivel de juego estaba muy por encima de la media. No siempre clavaban las imitaciones, no se diga al primer intento, no obstante, podría decirse que sus recreaciones apuntaban.
Cuando se cerraban las temporadas profesionales, las MiyaThree subían cápsulas de técnicas de vóleibol, pero también de memes y mucho shitposting, influencia que provenía de la chica SunaRin. Miya Osamu, la novia de SunaRin, tenía su propio segmento dentro del canal. Al principio eran videos de alimentación saludable y nutritiva, que rápidamente degeneró a cualquier tipo de recetas exprés, apetitosas a la vista, orientadas a personas con (1) poco presupuesto, (2) poco tiempo y (3) hambre. Estas cápsulas hicieron que el canal se abriera a un nicho inesperado de universitarios, recién egresados y fumados famélicos sin tiempo ni ganas de cocinar platos muy elaborados, y en el caso de los fumados, con un agujero negro en el estómago imposible de saciar. Pero, además, jovencitas rollizas acomplejadas vieron en Miya Osamu una especie de mano amiga que las animaba, que les decía que sus lorzas eran sanas y bonitas, y que si no te cierra la falda, tienes la excusa perfecta para renovar tu armario. Miya Osamu era una chica grande, robusta, con unas bellas lorzas que el deporte no quemó ni que le interesaba ocultar o disimular.
Miya Atsumu, que a diferencia de su gemela era flacucha pero fibrosa, también subía sus propias cápsulas, dedicadas al cuidado de manos y uñas, más tutoriales de nail art. Al revés de los videos de su gemela, estos iban orientados a gente con (1) presupuesto para comprar los productos que hicieran falta, (2) el tiempo que hiciera falta y (3) hambre de vanidad, porque si te comprometías a seguir cada paso, tus uñas causarían sensación. Estas cápsulas, a su vez, atrajeron a otro público que poco tenían que ver con el vóleibol, estilistas especialmente, adolescentes, dueñas de casa, concertistas de piano (un pianista cuida sus manos), golfistas (esto realmente no se explicaba, pero era así), y el conglomerado LGBTIQ+, pues Miya Atsumu era una ferviente defensora de sus derechos, y entre medio de sus tutoriales no se cortaba para hacer propaganda.
La chica SunaRin no tenía algún segmento propio, sin embargo, su canal independiente resultó un puente para la llegada de más seguidores, ratas del submundo y entes raros que no conocen la luz del sol, y sin darse cuenta, las MiyaThree, en cosa de un año, llegaron a los 100k seguidores.
Pero el éxito del canal estaba dado, sin duda, no solo por la diversidad de temas sino por la dinámica entre las tres chicas, tan especial. Aunque en general eran bastantes reservadas en cuanto a sus vidas privadas, esto solo ayudaba a alimentar la curiosidad en quienes las seguían.
Todo cambió el verano de su segundo año de preparatoria, cuando las MiyaThree clasificaron al interhigh de verano con su equipo de preparatoria, el Inarizaki, y decidieron documentar el torneo desde dentro, con historias que subían en la cuenta oficial de Instagram y un video compilatorio de análisis. Quedaron al descubierto las verdaderas personalidades de las MiyaThree, tanto dentro como fuera de cancha.
A la chica SunaRin no se le corría la máscara ni sudando a chorros. Sacaba su celular con la misma velocidad en que un samurai desenvainaba su katana, para capturar los momentos más desventajoso, ya fuese de sus compañeras de equipo, o incluso, otros equipos. Sorprendió a la histérica de Tendou Satori hurgando su nariz, a su compañera de equipo Aran haciendo el baile del pollito. SunaRin tenía talento para la provocación, para avergonzar al resto, pero muchos de esos videos desventajosos que tomó fueron eclipsados por su risa, más parecida a un chillido de zorro, la cual se convirtió en meme instantáneo.
Miya Osamu, apodada SamuRin o Samu por las Inarizaki, no necesitaba bajar los 10 kilos que le recomendó el nutriólogo para deslizarse por la cancha y saltar a rematar con la destreza que lo hacía. Su fuerza era brutal. Además, sus bentos parecían obras de arte, a cualquiera le daría mucha pena comérselos, salvo a SamuRin, que se los devoraba en tres bocados. Aunque seria por naturaleza, la risa extraña de su novia lograba cambiarle la cara y el humor, no así su hermana.
Tsumu actuaba como niña extraviada en una tienda de caramelos. Sus ojos se desorbitaban y daba saltitos de emoción cada vez que era testigo de las jugadas tan geniales de sus contemporáneas. Había estudiado concienzudamente a cada una de sus rivales; quería, al mismo tiempo, medir fuerzas con cada una, y también, pedirles sus autógrafos, coleccionarlos. SunaRin la grabó diciendo cosas como estas:
—¡Es la Ushiwaka! ¡Mira Samu, la Ushiwaka, pero qué bestia tan grande! ¡Pero qué piernas tan musculosas! ¡Ahhh mira por favor esas piernas! Se me hace agua la boca de solo mirarlas… ¡Joder, me escuchó! ¿Qué hago, la saludo? Ay me ha saludado, qué vergüenza…
—¡No puede ser! ¡Mira Samu, mira, es Boku-chan! ¡Pero qué pelos! ¿Serán canas reales? ¡Yo quiero tener un cabello tan genial como ella, vamos a preguntarle si es natural! ¿Qué? ¿Por qué no vienes? ¡Sabes que no puedo ir yo sola, me da corte! ¡SunaRin no grabes! ¡Samu controla a tu novia!
—Ahhh, mira, pero mira, la número 1, es la número 1 de nuestra era, Omi-Omi-chan, joder qué bella es. Mira la caída de esos rizos. Por favor, mira sus manos, tan hidratadas y tan perfectas. Que curioso, porque en las fotos de volleymonth parecía poquita cosa, ¿cierto…? Mierda, SunaRin, deja de grabarme, la chica es hermosa, ¿ok? ¿Acaso una mujer no puede reconocer la belleza de otra mujer?
Omi-Omi-chan, la número 1, oyó todo aquello. Unas aureolas rojizas tiñeron sus pálidas mejillas.
. . . .
La final del campeonato nacional de verano, Inarizaki versus Itachiyama, fue uno de los eventos televisados más vistos en la historia de los deportes de preparatoria.
La popularidad de las MiyaThree, aunado al hecho de que las Itachiyama llevaban invictas 10 temporadas, hacían de las Inarizaki las favoritas del público.
—Estamos a 20 minutos de empezar —reportaba Sunarin, grabándose a sí misma—. El torneo de los hombres, en el gimnasio contiguo, ya ha empezado. Dicen que los reyes del Niiyama se llevarán la corona este año. También dicen que las reinas del Itachiyama se llevarán la suya propia. Yo no estoy segura: me he puesto mi máscara de guerra.
Era una máscara negra resistente al agua. Tan resistente que no se lavaba con nada. Entonces SunaRin no tenía idea: la marca le pagó un kilo para que dijera esa estúpida frase, y la consecuencia fue que quedó como mapache casi todo un mes.
También sucedió, aunque no es atribuible a la máscara, que las Zorras perdieron.
Miya Atsumu se giró a mirar el marcador, sin creérselo. Al otro lado de la cancha, muy cerca de la red, Sakusa Kiyoomi, esa número 1 que parecía tan poquita cosa en volleymonth, la observaba con una extraña sonrisa de suficiencia. Un rayo cruzó el corazón de Atsumu. Se puso chora.
—¿Qué? No irás a decirme una pesadez como que fuimos muy fáciles de vencer, y que te aburriste. Porque no te aburriste, no seas cínica…
Atsumu se interrumpió. Omi-Omi-chan le enseñaba sus delicadas y perfectas manos.
—¿De verdad te gustan? —preguntó, con la mayor seriedad—. Porque he seguido todos tus consejos escrupulosamente, así que me alegra constatar que lo estoy haciendo bien.
La chica SunaRin corrió en busca de su teléfono, Samu la detuvo. Omi-Omi-chan vigilaba el caos a espaldas de Atsumu sin inmutarse. Atsumu había perdido completamente la confianza.
—¿Sigues mi canal?
—Bueno, sí —contestó como si fuese obvio—. Todas lo hacemos. Nadie del equipo se puede creer que hayamos jugado contra las MiyaThree. Las senpai no hablaban otra cosa en la previa al partido. Seguramente vendrán a pedirles selfie, ¿las dejarías?
—¿Disculpa?
—Me pidieron que te preguntara.
—¿A ti?
—Todas oyeron lo que opinaste de mí y mis manos, y las que no, lo vieron en la cuenta de SunaRin-san.
—¿SUNARIN HIZO QUÉ?
Se giró con brusquedad buscando a la traidora. Omi-Omi-chan decidió que había cumplido. A su señal, las senpai del Itachiyama se acercaron a sacarse fotos, rodeando a Atsumu y el resto de la panda. Omi se escabulló del caos junto a la líbero de su equipo, rezagándose en los camerinos, poniéndose coquetas para la ceremonia.
No solo ganaron las Itachiyama, Omi también salió elegida la mejor atacante lateral y la MVP del campeonato, si acaso le faltaba algún palmarés. Su equipo, además, se llevó los premios a mejor líbero y central del campeonato, pero el premio de mejor armadora fue a parar a manos de Tsumu, quien totalmente turbada, recibió el honor sin darse cuenta de lo que sucedía, totalmente sobrepasada por su intercambio de palabras con Omi, la manera en que ella le había mostrado, con orgullo, sus manos perfectas gracias a sus propios tutoriales.
Era como si algo ardiera en su pecho. Algo que no podía controlar.
Un periódico especializado en deportes pidió a las chicas premiadas reunirse para una foto. Omi-chan, con su medalla al cuello y sus dos diplomas, fue puesta al centro. Parecía que apenas podía con tanto premio. Atsumu, a su lado, se aguantaba las ganas de olerle el cabello. Las piernas le tiritaban. ¿Cuál era el origen de tanto nerviosismo? La chica estaba bien sabrosa, no lo iba a negar, pero esas cosas nunca la habían detenido.
Quizá porque Itachiyama las hubo derrotado, al fin y al cabo.
Quizá porque se plantaba ante una rival que no podía superar. La primera que no podía derrotar. Y quien, para colmo, tenía las uñas perfectas gracias a ella. De alguna manera, aquello último era lo más importante, pero no estaba segura del motivo.
Tras acabada la sesión de fotos, Omi-chan corrió con todos sus diplomas hasta las graderías. A Atsumu casi se le cae su propio diploma de las manos. Ushiwaka se giró al llamado de Omi. La misma Ushiwaka cuyo equipo fue eliminado en semifinales por las Inarizaki. La mismísima Ushiwaka soberbia, de entrecejo eternamente fruncido, cuyas piernas a Atsumu ya no le parecían gran cosa, aguardaba a Omi-chan, para felicitarla en persona.
Atsumu se acercó sin discreción. Estaba, seguramente, sacando las cosas de contexto. ¿Qué podrían hablar una reina como Omi-chan con una bruta que no era capaz de llegar a las finales? Algo ardía en su interior, la quemaba. Algo como chile con carne. No había comido, pero solo el chile con carne le producía una quemazón tan hiriente en la barriga.
—Hola Wakatoshi-chan, ayúdame por favor, esto pesa mucho —Omi-chan le dejó sus diplomas a la Ushiwaka al mismo tiempo que el cerebro de Atsumu hacía cortocircuito (¿WAKATOSHI-CHAN?)—. Qué bueno que sigues aquí, ¿cómo estás? Pero la verdad.
—Me siento un poco frustrada. Esperaba realmente jugar la final contra ti.
El chile con carne se multiplicaba en los intestinos de Atsumu. ¿QUÉ DICE ESA BRUTA?
—Yo también lo esperaba, Wakatoshi-chan —¿QUE QUÉ?— De todas formas, las Inarizaki han resultado bastante divertidas, ¿cierto? —¿KHÉÉÉ?
—Sí, nuestro equipo no pudo hacerles frente para el tercer set. Son…
—Tú las conocías, ¿cierto? Me refiero a las MiyaThree.
—Ah, sí. Tendou me enseñó algunos videos antes de venir aquí. Creo que una de ellas nos está oyendo.
Atsumu echó a correr. Necesitaba fundirse en ácido.
. . . .
Pasó varios días enfurruñada, incapaz de recomponerse. Es que era muy fuerte. La Omi-chan llevaba unas manos hidratadas todo gracias a sus tutoriales, pero la muñeca corría a los brazos de cualquier desconocida, en lugar de correr a los suyos y retribuirle por sus consejos estilísticos. Estúpida desagradecida. Claro, como era la número 1, se creía impresionable. Ya se cagaría en el siguiente tutorial. Además, ¿«Wakatoshi-chan»? Com'on people!
SunaRin, todavía con ojos de mapache, trataba de llamar a la cordura.
—Atsumu, basta. Si Omi-chan ha visto tus tutoriales, es una seguidora del canal, o sea que ya te ha retribuido al darle a la campanita y reventado el botón de like, deja de llorar.
Y Samu, que tenía menos paciencia:
—No puede ser que estés enamorada de esa paleta. Es una paleta.
—¡No es una paleta!
—¿Entonces reconoces que estás enamorada?
—¿Cómo puedes saltar a una acusación así de la nada?
—¿De la nada? ¿Es que se puede ser tan densa? ¡Has llorado días porque la paleta corrió a saludarse con la Ushiwaka! ¡Con la Wakatoshi-chan! ¡Ughhh! ¡Date cuenta! ¡Si te arde el estómago no es el chile con carne es que estás celosa maldita zorra lenta!
Había sido una semana aguantando a Atsumu enfurruñada. Una vez abierta la puerta, ya no podía controlarse, y presa de la indignación, Samu se abalanzó a cagar a piñas a su gemela.
Sin molestarse por frenar la pelea, SunaRin grabó un video. Cuando acabó, repartió banditas entre las gemelas. Se acercó a Atsumu. Sabía que era la más afectada porque antes de las piñas, las palabras de Samu le hirieron el orgullo y el corazón.
—Mira, si esto está inventado, busca a Omi-Omi-chan en redes sociales, revisa si tiene novio o novia, y si no tiene, escríbele, a ver qué sucede. Y si resulta que tiene novio o novia, igual escríbele, a ver qué sucede. ¿Sabes qué?, trae tu compu que lo hago yo.
SunaRin se metió en la cuenta de Tsumu, buscó a Omi-Omi-chan, y le escribió. Atsumu se sentía desamparada, incapaz de defenderse. Samu y Suna, ese par de brujas, la hundían en la miseria. Bien sea, había perdido. Para qué siquiera hubo nacido. Por qué no dejó que Samu la absorbiera en la placeta. A juzgar por su situación actual, hubiese sido más digno llevar la vida de una verruga adherida al culo de su hermana que el ser humano en el que estaba convertido.
Fue que sucedió el milagro de su vida.
«Me estaba justo preparando para hacerme las uñas, ¿qué opinas de los productos que he elegido?» Escribió en respuesta Omi-chan, adjuntando una foto de su set de manicura.
—Te dije que estaba inventado. Ahora le preguntaré si se quiere casar conmigo. O sea, contigo.
—No, ya basta SunaRin, ya sigo yo.
SamuRin no opinó al respecto. SunaRin le dio un beso a su novia. Ellas habían empezado de esa manera: intercambiándose mensajes y fotos por un chat.
Omi y Tsumu siguieron escribiéndose los meses que se continuaron. Al empezar los playoffs de prefectura, se intercambiaban mensajes de ánimos, deseándose suerte mutua, y al final de cada jornada, describían con detalle los partidos que ambas protagonizaron. En diciembre, ambas fueron reclutadas para el campamento de entrenamiento de la youth. Las entrañas volvían a quemarle a Atsumu. La víspera, las brujas trataron de darle consejos para que no la cagara.
—Intenta no ser tan tú y piensa en mí, la única gemela que ha conseguido una relación estable.
—Eso quiere decir, que no te pongas toda obsesiva y celosa.
—Sí, actúa relajada.
—Distante.
—No te la quedes mirando por mucho tiempo, sería raro.
—Especialmente no te la quedes mirando cuando estén en los vestuarios.
—Si habla con otras chicas, aquello no tiene nada de extraordinario.
—Eso mismo. No te pases películas innecesarias. Tú no eres una persona celosa.
—Eres relajada.
—Y distante.
Atsumu trató de tomar nota de todo. No ser obsesiva ni celosa. Actuar relajada. Distante. No quedarse mirando. Cualquiera puede conversar con cualquiera. Sí, lo tenía bajo control. Podía hacerlo. No era una verruga. Era un ser humano independiente. Relajada y distante. Entró al Ajinomoto. Omi-chan hablaba con una tipa que no conocía de nada. Las entrañas le quemaron al rojo vivo.
Trató de que no le afectase. Relajada y distante, así era ella. Omi-chan podía hablar con quien quisiera. Qué importaba. Total, las otras tipas eran feísimas. Había una cucaracha de dos centímetros con cara de gaviota, horrible. Había otra larguirucha con pelo de brócoli, peor. No tenía rivales, ni en vóleibol ni en belleza. No tenía de qué preocuparse. Distante, relajada, se acercó a Omi-chan, la saludó.
—Ah, hola Miya-san —respondió como relajada, como distante, y se alejó.
Atsumu se desmoronó.
Había allí una chica que ni era una cucaracha ni tenía pelo de Brocolina, y a lo mejor se estaba volviendo loca, pero ¿Omi-chan seguía con la mirada a esa chica?
No, que va, te estás equivocando…
Pero, cosa rara, a medida que transcurría el día, no parecía que se hubiese equivocado.
. . . .
En la noche llamó a sus brujas. Las quería mucho. Las echaba de menos. Necesitaba desahogarse con alguien, y en el sorteo de las habitaciones, le tocó compartir habitación con cara de gaviota. No iba a desahogarse con una gaviota.
Las brujas le respondieron en altavoces. Comían cachureos mientras veían una película de avispas asesinas. Un panorama de brujas completamente normal. Atsumu fue al grano.
—Omi-chan está rara. No es como en los chats. Está realmente rara. Me habla, pero no mucho. No al menos como hablaba con Ushiwaka. No deja de mirar a esta tipa de la mirada tan fea, Kageyama Tobio.
—A ver, manda foto —respondieron las brujas.
Atsumu mandó una foto de la fea de Kageyama Tobio.
—¡No es fea! —gritó SunaRin—, ¿estás demente? Es una diosa. Apóyame, Samu.
—Una Diosa…, yo elegiría otra palabra. Pero Tsumu, ¿qué dijimos de los celos?
—De acuerdo, sí, lo admito, la odio, ¿feliz, Samu? De dónde salió esa tipa, ¿eh? ¿Qué hace aquí en un evento de pros? ¿Por qué ha llamado la atención de mi Omi? Ni siquiera es tan buena armadora. Da unos pases rapidísimos, «por hábito», ¿cómo puede ser eso un hábito? Y sus uñas…
—¿Qué tienen sus uñas?
—¡Son perfectas! Son casi tan buenas como las mías.
—Oh vaya —se sorprendió Samu—, ¿será?, ¿la Omi-chan tendrá un fetichismo por las uñas?
—Ya sabía yo que no podía ser tan trigo limpio —apoyó la chica SunaRin.
—Ya cállense, brujas. Si es por uñas, es imposible que pueda vencerme. Por fortuna ando con mi set de manicura. Se va a cagar esa Kageyama. Nadie tiene las uñas mejor que yo.
Les cortó para hacerse las uñas. Samu miró con malos ojos a su novia.
—¿Conque una Diosa, eh?
—Bah, no te vas a poner celosa tú.
—Si ella es una Diosa, qué me queda a mí.
—Un demonio, por supuesto. Todos saben que los demonios son mil veces mejores que las Diosas.
—¿O sea que, para ti, yo soy un demonio?
—Asmodeus, el peor de todos.
Se hicieron cuchicuchi lo que restó de la película mientras Atsumu, kilómetros de distancia, retocaba sus uñas. Lo mismo que, en la habitación contigua hacía Kageyama junto a la chica brócoli, y en la habitación contigua a esa, hacía Omi-chan junto a la líbero del Itachiyama. Mientras la elite del voleibol se hacían las uñas, las demonias del submundo se revolcaban en la cama de Atsumu, aprovechando su ausencia. Así funcionaba el mundo del voleibol femenino.
Pero los días que se siguieron las cosas no fueron a mejor para Atsumu. No tenía nada que ver con sus celos. Era la observación objetiva y sagaz la que le confirmaba: la Omi-chan iba tras esa Kageyama tan poquita cosa.
Era realmente poquita cosa. Por donde la mirase. Una hormiga.
No estaba celosa. No de una hormiga. Estaba bien. Relajada. Distante. Y así, sin celos, relajada y distinta, se metió en guerra contra la niña Kageyama y todas las pro fueron testigos de aquella pelea.
. . . .
Le decía la niña gaviota, su compañera de habitación:
—Ya sé que es insoportable, pero te has pasado. La Brocolina me dijo…
—¡No me interesa!
Miya Atsumu dejó la habitación dando un portazo. Menudo espectáculo que estaba armando. ¿Dónde estaban sus brujas? ¿Cómo es que nadie podía ponerle los pies en la tierra?
Sucedió que, al finalizar el entrenamiento, mientras estiraban músculos, Atsumu no pudo más y se enfrentó a Kageyama. Le criticó su (mala) técnica de juego. Le criticó sus uñas. Que era una lamebotas. Una niña buena. Que no tenía madera de armadora y debía renunciar. Resultó que Kageyama no fue capaz de replicarle, no fue capaz de decirle nada, y la observaba completamente sorprendida, incapaz de defenderse con palabras, lo que solo tuvo el efecto de encender más a Atsumu. O sea, ¡vamos! ¡Cómo me dejas a mí sola montar el numerito! ¡Un poquito de solidaridad! ¡Te odio! ¡Realmente te odio! ¡Tan mosquita muerta! Muerta de vergüenza, no le quedó más que emprender la huida. Había quedado como una completa loca.
Andando sin rumbo, llegó al restorán del hotel. La Brocolina y Kageyama seguían sentadas, pese a que no quedaba comida en sus platos. Joder, ¿es que se puede ser más lenta? Dio media vuelta, rumbo al baño. Se topó con Omi, que venía saliendo del vestuario. El agua hubo despojado sus rizos de su natural volumen, alargando su cabello hasta debajo de los hombros. Atsumu puso mala cara. Como lo mirase, su pelea con Kageyama no se habría dado de no ser por la Omi que la ignoraba.
—Ah, Miya-san, ¿también vienes a pelear conmigo?
Atsumu ya no lo soportó más.
—¿Por qué estás de su parte, Omi-chan? Pensaba que tú y yo éramos aliadas.
—¿Disculpa?
—Hemos conversado tanto por chat, pero cuando nos hemos reencontrado, apenas me has mirado. Ni siquiera ahora lo haces. ¿Por qué? ¿Has estado jugando conmigo? ¿Por qué has sido así de cruel?
—No tengo tiempo para esto —Omi trató de continuar su camino, Atsumu se lo impidió—. Mierda Miya, ¿qué quieres?
—Que me mires. ¿Por qué me tratas con tanta indiferencia?
—Es que no me conoces, pero yo soy así. Acostúmbrate.
—No, no eres así. Lo sé. Eres cálida y te sonrojas. Estás rara. La Omi-chan de mis chats me lo habría dicho, pero tú huyes.
—¿De qué? —la desafió—. ¿Huyo de qué, según tú?
—Se siente como si estuvieras completamente pendiente de Kageyama. ¿Estoy tan loca?
Sus mejillas se ruborizaron sin que pudiera evitarlo de alguna manera.
—De acuerdo, sígueme por favor, Miya-san —y luego, se explicó—. No voy a tener esta conversación en el pasillo que conduce al baño. Vamos a la recepción.
Tomaron asiento en un sillón mullido a niveles obscenos. Era como si los cojines les lamieran las nalgas. Ambas optaron, después de tratar de acomodarse sin éxito, sentarse en el suelo. Kiyoomi se abrazó a sus piernas.
—No estás tan loca… —empezó Kiyoomi, toqueteando sus rodillas. Sus rizos, que empezaban a secarse, también empezaban a ganar volumen—. Es que… sé que es tonto, pero no puedo evitarlo. Estoy un poco enojada porque el equipo de Kageyama-san desclasificó a las Shiratorizawas.
Atsumu la miró sin comprender. Omi-chan clavó los dedos en sus rodillas, decidida a no mirar a Atsumu.
—El torneo de primavera iba a ser mi última oportunidad de jugar contra Wakatoshi-chan. Ya sabes que ella se gradúa este año, y no lo sé, llámame infantil o lo que quieras, pero yo realmente esperaba poder enfrentarme a Wakatoshi-chan una última vez.
—¿Qué? ¿O sea que sí has estado pendiente de Kageyama, no fue una paranoia mí?
—No seas tan cruel. No me hagas decirlo en voz alta. Ya es lo suficientemente humillante admitir esto.
—¿Por qué?
—Porque Wakatoshi-chan es mi amiga, mi consejera…
—Oh. Ya veo…
—No, no es lo que estás pensando. Es una relación completamente platónica. Es mi amiga… —Una pausa se proyectó entre ambas. Una asimilando la información, y la otra, preguntándose cómo podría continuar a partir de ahora. Omi tomó aire—. Miya-san, ¿qué opinas del romance?
Atsumu se miró los dedos. El ardor del estómago se le había trasladado a las orejas.
—Yo no soy una persona romántica —siguió Omi-chan—. No creo que el amor sea la fuente de la felicidad, o aquello que da sentido a una vida. Eso es algo particular para cada persona. Para mí, lo que da sentido a mi vida es el vóleibol. A lo mejor yo he salido la mejor atacante lateral de esta temporada, pero Wakatoshi-chan me supera en cada aspecto. Su único problema es no contar con un mejor equipo que la respalde. Quiero decir… no trato de subestimar al Shiratorizawa, pero su modo de juego es simple, no tienen gran estrategia, y por eso acaban perdiendo, porque los equipos que dependen de la fuerza de una sola persona, no se sostienen a la larga. Y a pesar de todo, Wakatoshi-chan ha sabido sacar a su equipo adelante. Ella es mi rival a vencer, Miya. Yo misma soy su rival. Con ella, el vóleibol nunca deja de ser divertido. Y desde que te conocí, a tu canal y a ti misma, no dejo de imaginar qué sería enfrentarme a ambas, porque con tu forma de armar, y la fuerza de Wakatoshi-chan… ¿no te da escalofrío imaginar lo que podría salir de unir sus fuerzas?
—La verdad que sí —respondió, aunque su temblor se debía también a otras cosas.
—Hay otro motivo por el cual me he portado así con Kageyama. Todo lo que te dije antes, fue solo un pretexto. No una mentira, sino una excusa para evitar pensar en algo que me viene molestando hace un tiempo —y se lo dijo—: Me gustas, Miya-san.
Atsumu levantó la mirada de sus dedos. Omi-chan seguía con la suya clavada en sus rodillas. Sus mejillas ruborizadas brillaban bajo la luz de los plafones. Sus hombros recibían toda la humedad de su cabello recién lavado. Estaba muy bonita.
—Sé que yo también te gusto, has sido bastante obvia. Si estás de acuerdo conmigo en tener una relación no romántica, me gustaría salir contigo.
—Estoy… vaya… ¿Qué significa eso de una relación no romántica?
Como en cámara lenta, Omi-chan giró su rostro, revelándose desprovista de escudo. Le temblaba el mentón.
—He tenido otras relaciones antes, Miya-san, y siempre acaban por el mismo motivo. El voleibol es mi prioridad. Lo que hacemos, esto de escribirnos, mandarnos audios, para mí es suficiente. No me gusta cuando mi pareja me exige un tiempo que no estoy dispuesta a transar. Con esto no digo que sea la desconsiderada del año. Si atraviesas algún problema, si algo te molesta, por supuesto que me gustaría saberlo. Pero si quieres interrumpir mi entrenamiento por pasear en una feria, o ver una película al cine, o ir de compras… Si me cobras sentimientos porque te devuelvo las llamadas tardes, si te enfadas por quedarme entrenando hasta anochecido, si por ejemplo… ¿Te estás riendo de mí?
—Es que se nota que te lo has pensado mucho.
—Tú no pareces tan espantada…
—Soy una friki del vóley, Omi, no eres la única. De acuerdo, yo también seré sincera: me molesté con Kageyama porque la mirabas mucho. Sabía que no estaba loca, la mirabas. Y si Kageyama no hubiese resultado ser realmente brillante, quizá me habría dado igual, pero la estúpida es brillante y la odio, la odio profundamente.
—Entonces… ¿Esto significa que quieres ser mi novia?
—No. Significa que tú quieres ser mi novia y yo no tengo problema con eso.
—Sí, claro…
Atsumu recibió su primer beso
Desde ese día, el canal pasó a llamarse las MiyaFour.
Notas Después: no sé por qué, pero siempre que fangirleo con Chiero, acabo publicando algún fic de arrebato. Este arrebato se me fue de control en extensión. Nos vemos en el siguiente capítulo, Las Aobadivas, no me odien y ¡cuiden sus bosques! (cuídenlos, por favor, ¡cuídenlos!)
SpoilerAlert!
En la escuela privada Aoba Johsai, una de las escuelas más prestigiosa de Sendai, habitaba un grupo de cuatro chicas adineradas, bellas y magnéticas, quienes gobernaban la escuela a sus anchas. Sus palabras eran ley. Nadie se atrevía a desafiarlas, nadie se atrevía a contradecirlas. Imponían la moda dentro y fuera de los muros de la escuela, y removían corazones con su mera presencia. Las llamaban Aobadivas.
