Aprendizaje forzado


A ella le gustaba. Él estaba seguro que sí.

(Daba igual si no era así. Pero Shinji sabía que lo deseaba).

Podía entrar a su cuarto sin tocar. Después de la medianoche y el entrenamiento. Sakura siempre estaría ahí, con las piernas separadas y el sexo mojado, lubricado, abierto. Luego de dejar pasar a sus oscuros interiores, las cosas más abominables.

Shinji había escuchado al anciano hablar. Él entendía. Vaya que sí.

Ella estaba totalmente corrompida. Así que aunque intentara cubrirse con las mantas o el camisón. Incluso si lloraba y le pedía a Shinji que no se acercara...

Quería. Estaba tan mojada que manchaba el colchón.

Shinji reía frenéticamente al verla.

—¡Ruega por esto, perra! ¡Si!

Él se bajaba el pantalón, revelaba la erección que tenía de pura impaciencia. Por ver a Tohsaka, la puta Tohsaka, llevando sus pesados libros entre las aulas, mirándolo con odio y desprecio. A Shinji, a todos. Como si el mundo no la mereciera. Puta y culona Tohsaka.

Shinji sabía bien cómo eran las presumidas. En el fondo, todas eran prostitutas taimadas y buenas para nada, como Sakura.

Sakura no tenía ese trasero talentoso. Pero al menos, sus tetas eran grandes. Y a esas horas siempre estaban turgentes, erectas.

Lo deseaban.

—Hermano...no...

"Hermano", él no era su hermano. Sakura era una huérfana a la que nadie queria. Ni los Tohsaka. Qué desfachatez, siempre salía con lo mismo.

Y Shinji se quitó el cinturón. Como siempre.

—Dilo...

Sakura se paralizaba. Siempre igual. Poseída por la fiebre, la ansiedad y sus propios reparos.

¿Qué mujer quiere ser una puta? Shinji lo sabía bien: todas. Pero Sakura, ah, Sakura tenía la fantasía, una vana esperanza, de algún día no serlo.

De escaparse convenciendo a una basura como Emiya de que valía la pena su coño usado. Pero estaba bien. Shinji llenaría esa raja de su semen, si Emiya alguna vez lo tenía, tendría que degustar su sabor en él.

—Hermano...

No quería escucharla. Así que comenzó a estrangularla.

—¡Dilo! Sé que lo sientes...no estarías así de mojada si no fuera así...

Ella se puso roja, aún más roja que cuando estaba como comenzaron, rosada. Jadeó. Lo acompañó con los movimientos. Su cuerpo conocía a Shinji.

Su cuerpo pertenecía a Shinji.

Ella, sin duda...

Se apretaba alrededor de su miembro, babeaba tanto que humedecía las manos que la estrangulaban.

Poseerla era delicioso para los sentidos. Y repugnante para cualquiera con un poco de razonamiento.

Si pensaba en toda la porquería que había entrado en ese cuerpo. Sakura era una muñeca de carne, con inmundicia dulce en su interior. Y Shinji la violaba. Entraba en ella, llegaba al fondo, la abría como si el sexo fuese un cuchillo.

Ella lloraba. Sangraba. Repetía su nombre hasta caer en la inconciencia y en la oscuridad.

Violar a una maga (o intento de, lo que fuese Sakura), era una experiencia paranormal. Las paredes temblaban y se estremecían tanto como sus pezones, una electricidad erizaba el cabello de Shinji.

Pero el esperma, con la línea de sangre de los Matou, solucionaba todo. Incluso una bestia como Sakura solo necesitaba alimentarse de eso.

Nada más...

Y ella...

—Yo...

—Si...dilo...

—Yo...

Shinji tembló de emoción. Ya casi. Y casi...

—Vamos...

—Te...

Se había corrido. Absorbió todo de Shinji, como una masa caliente y llena de energía.

Solo tenía que decirlo para que la noche fuese perfecta.

Él no pedía mucho, ¿no?

Ella necesitaba eso, ella quería eso. Él se lo daba.

Las mujeres masoquistas y putas querían ser dominadas. Tohsaka, la culona, probablemente era igual. Solo necesitaba que Shinji se lo recordaba.

Hubiese sido mejor Tohsaka para todo, desde luego. Pero Shinji estaba, en su amargura, más que acostumbrado a conformarse.

—Ahora, Sakura...

Ya había salido de ella, que tenía la raja hinchada, llena de esperma de Shinji. La muy puta no se depilaba pero de alguna manera eso lo hacía más erótico.

Sakura perdía el cabello a mechones de las sienes. El Abuelo la hacía tomar veneno. Por eso también estaba débil pero eso a Shinji le gustaba.

—Yo...hermano...yo...yo...¡Ah! No...

—¡Si!

Se corría de nada, solo había que meter los dedos en su raja rebosante de esperma. Era repugnante, como pornografía dibujada y fantasiosa. Su cuerpo mojado, pegajoso y caliente, sus corridas múltiples, los ruegos.

Unos ojos vacíos en los que la nada se reflejaba. A veces Shinji podía ver constelaciones enteras en ellos, como si un pedazo del cielo del norte se vislumbrara en las pupilas de Sakura. Donde debiera estar su alma. Su deseo. Lo que fuera.

Ella no quería vivir pero dentro suyo, algo bullía, como en el fondo de una olla maligna.

Y Shinji podía violarla.

Eso no era suficiente. Pero él lo aceptaba.

—Te amo, hermano —ella murmuró, sonriendo, con las piernas flojas, respirando lentamente, como si hubiera perdido una batalla.

Tenía una sonrisa cansada en los labios sangrantes.

Shinji sonrió. Era todo lo que quería escuchar. Realmente.

Soltó el cuello castigado de Sakura con la mano que no usaba para estimular su sexo. Se acomodó el miembro en la ropa interior.

Sabía que ella se dormiría pronto. Tenía que castigarla antes. Usó la palma abierta, mojada con su esperma y jugos para golpearle la cara a su hermana adoptiva.

La falsa tranquilidad en su rostro se desvaneció. La palidez que la había sobrevenido también. Volvió a ponerse violentamente roja y a sollozar.

—Ahahaha, no te amo, ¿sabes, Sakura? Nadie puede amarte. Nadie te ama. ¡Ni siquiera Emiya! Si supiera lo puta que eres, como para acostarte conmigo, no te dejaría entrar a su casucha nunca más.

Los sollozos de Sakura se intensificaron. Pasó de ser un animal herido a uno moribundo, lleno de dolor. Las paredes de la casa temblaron más, unos cuadros cayeron, los viejos peluches de su hermana se estremecieron. Ya había sombras bailando pero a Shinji no le importaba.

Sakura no podía matar al gallo de los huevos de oro. Nadie la amaba ni la deseaba, no lo suficiente. Era una fantasía.

—Los hombres siempre eligen ganadoras, Sakura...tú solo no lo eres —suspiró él, tomando las caderas de Sakura, obligándola a voltearse de espaldas, mientras que gritaba y sollozaba, mordiendo pronto su almohada ya mojada con lágrimas.

Era tan dramática. Habían hecho eso antes, su ano estaba bastante flexible como para recibirlo. No tenía que ponerse así. Pero a Shinji le gustaba. El cuerpo de la chica se contraía como si fuese a colapsar. Aún así, se apretó contra él.

Porque Shinji era lo único que realmente tenía. Y era su derecho hacerle daño, acabarla. Una y otra vez.

La penetró hasta el fondo. No le importaba mancharse. Sakura era tan sucia. Eso le daba cierto encanto.

Ella colapsó entre sollozos, antes de que Shinji terminara. No podía dejarse ir, mientras que le jalaba los cabellos como si fuese una yegua a la que montaba.

Sakura respiraba pesado, gemía, sudaba, sus lágrimas manchaban las sábanas igual que la sangre y otros fluídos de Shinji.

Él se reía.

Pero no acabó.

Solo se podía venir bien, con esperma, un par de veces. No iba a desperdiciar la segunda carga, que chorreaba entre las piernas de la viciosa Sakura.

Cuando el cuerpo de ella ya estuvo rendido y roto a sus embestidas, cuando la escuchó gemir entre su llanto e imitar su risa, enloquecida, Shinji sacó el pene de su sucio agujero.

Y así como estaba, caliente, embarrado, duro, lo acercó a la boca de Sakura.

—Me la vas a chupar así. Es más limpio que los gusanos que se te meten en todos lados, de cualquier forma...—se burló.

Era en serio. La hubiera golpeado más de negarse.

Ella sacudió la cabeza, ojos vacíos, pero dentro suyo seguía bulliendo ese deseo de ser destruída.

Solo Shinji podía verlo y llevarlo a cabo.

Emiya probablemente era virgen. Antes de las otras mujeres. Ahora, se las tiraba en orgías y tríos. Tal vez hacía lo mismo que Shinji en su casa.

Pero no lo hacía con Sakura.

Nunca la tendría a ella.

Nadie elegiría a Sakura de poder hacerlo.

¿Quién quiere a una puta que fue esclava sexual de su propio hermano? ¿De unas bestias? ¿De un viejo asqueroso?

...Hasta Kariya, de vivir, se la hubiera metido. Todos en esa casa obedecían al anciano. Y Zouken era sabio. Ordenaba las cosas por una razón.

Ella lo sabía. Así que llorando y todo, abrió la boca y cerró los ojos muy fuerte. Lo dejó pasar, con nuevas lágrimas, llegar al fondo, lo tuvo en la garganta hasta que Shinji, entre carcajadas, se vino, apretándole la nuca.

Sakura no podía respirar, se ahogaba, pero Shinji le cerró la boca y en breve, se obligó a tragar. Soltó gemidos.

Le gustaba el semen. Le daba energía. Dejaba de estar enferma cuando lo consumía. Debió agradecerle a Shinji. Por tirársela.

Ella era inferior.

—Así que me amas...—dijo Shinji, secándose las lágrimas de risa.

Sakura estaba casi dormida. O desmayada. Volteó el rostro sonrojado y golpeado. Ya había marcas en su pálido cuello por el estrangulamiento.

Él quería que asintiera. Que lo dijera una vez más. Pero ya había triunfado. No tenía un punto.

Excepto...

Si, una cosa más.

Se sujetó el miembro, ya reblandecido por eyacular más de una vez y correrse con el cuerpo pervertido de Sakura. Descubrió de qué tenía ganas y solo lo dejó salir.

No era su cama, después de todo.

El chorro de orina golpeó el rostro de ella, que abrió los ojos demasiado, con horror, antes de cerrarlos con dolor y humillación. El líquido llegó a entrarle en la boca, cuando la torció, sorprendida.

No la meó mucho. Solo un poco, un momento. En la cara, el cabello, el cuello lastimado, los pechos pegajosos con su semen.

Shinji reía. Había convertido a Sakura, su hermana, en un retrete humano. Solo podía recibir y recibir su leche y pis.

Ella volvió a romper en sollozos, se incorporó, pero Shinji la empujó en la cama.

—No te levantes. Quiero que duermas ahí. Eres una cerda, después de todo.

Sakura lo observó, espantada, se miró el camisón humedecido en tantos fluídos. Se sujetó las rodillas y siguió llorando.

Bien.

Shinji se sintió satisfecho.

Era suficiente por esa noche.

Una noche que aún era joven, como ellos dos, por cierto.

Él se acomodó el sexo en los pantalones, sonriendo, pasó los dedos por el cabello de mechas rebeldes que tanto le envidiaban en la escuela y saludó a Sakura con la mano. La puta no podía verlo, estaba sumida en su repugnancia.

Pero había gozado con todo eso. Siempre lo hacía. Entre peor la trataban, más mojada estaba y más se emocionaba cuando Shinji la tomaba.

Es solo que Sakura era demasiado complicada. Necesitaba que se le impusieran.

Ni modo.

Shinji dejó su cuarto. Tenía una cita con Tohsaka, qué buena suerte, ¿no? Tal vez por fin podría vengarse de Emiya. Con alguien que le importara.

Sakura no era suficiente. De hecho, no era nada, por eso Emiya no se había molestado en salvarla.

Y eso hizo aún más feliz a Shinji. Incluso si Tohsaka lo rechazaba al final...tendría a Sakura para sí siempre. Olvidada en los sótanos, con cosas arruinadas y rotas. Secreta, mojada y sangrando para él en una cama que olía a su esencia.

Tal vez no tenía todo lo que quería y merecía, ¿qué hombre lo consigue? Pero al menos Shinji Matou era dueño de todo lo que pudiera necesitar.

Un afortunado.

Y Sakura aún más, por tenerlo a su lado. Solo tendría que aprender a aceptar cuánto le gustaba.

Shinji le seguiría enseñando.