Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto y asociados.


¡Hola! Después de ver muchos memes respecto a Hanabi y Boruto, y ver también que los mexicanos le dicen norteña, me decidí a hacer un fic de estos dos (y por cierto, buscando imágenes para portada ni se imaginan las que me encontré xD). De entre 105 fics que llevo escritos esta es la primera vez que abordaré el tema del incesto, pero me parece que esta historia tiene cierta base ya que el clan Hyuga ha sido históricamente incestuoso para mantener el Byakugan puro, así que no me extrañaría que Hanabi se sintiera atraída por Boruto consciente o inconscientemente. Las escenas en que lo alimenta amorosamente, le guiña el ojo, o en donde estando ebria cuenta babeando que se derrite cuando Boruto la trata con cariño, son las que propiciaron este fic.

Por supuesto, advierto que esta historia es para personas con criterio formado y recalco que si no te gusta el tema del incesto NO leas esto porque obviamente será pervertido (por cierto también pueden decirme pervertido o depravado con toda confianza ;D).


Fruto Prohibido


La medianoche había quedado atrás por más de cuatro horas mientras una fuerte lluvia rugía en cuanto alcanzaba el suelo. Después de celebrar un nuevo cumpleaños de su querida tía Hanabi, Boruto permanecía bajo una de las terrazas de la mansión Hyuga mientras los demás dormían en profundos estados etílicos. Aunque él también había bebido, no era lo suficiente como para que su cabeza diese vueltas o se sintiera somnoliento. Su aire era ausente, pensativo, hasta que los repentinos pasos de alguien viniendo por el pasillo interrumpieron su cavilar. No necesitó voltearse para saber que se trataba de su tía Hanabi, puesto que su forma de caminar, lenta pero firme, suave aunque dominante, era claramente reconocible para él.

—Eh, Boruto, ¿por qué estás aquí tan solo y tan tarde? —comentó mientras se sentaba en el banquillo junto a él, casi perdiendo el equilibrio antes de lograr su cometido —. Pensaba que ya te habías ido a dormir —agregó mostrando una sonrisa encantadora, misma que solía tener muchas veces en el rostro.

—Tía —sus ojos se giraron hacia ella, aunque su mirada seguía estando distraída —, la verdad es que no tengo sueño y sentí que me hacía falta tomar un poco de aire puro.

—Lo mismo me pasa a mí —dio un suspiro, mientras intentaba que su lengua no se le enredara por culpa de la embriaguez —, la verdad tomé más de lo que debí. La cabeza me da vueltas un poco y espero que se me pase la borrachera comiendo estas galletas —extendiendo su diestra, mostró el recipiente de cristal que las contenía —; quiero que absorban un poco del alcohol que tengo en el estómago —explicó animada —. ¿Tú quieres probarlas? Las hice yo misma, de modo que te encantarán —le guiñó un ojo con una gran sonrisa cómplice. Luego agarró una para morderla lentamente.

—Muchas gracias. —La miró con otra sonrisa igual de cómplice, aceptando su oferta tras dudarlo un poco. Extendió su diestra para sacar una galleta desde el vidrioso envase que las contenía, pero Hanabi quitó el susodicho de manera juguetona.

—Déjame darte una en la boca —acercó más su cuerpo al suyo para alimentarlo como hacía siempre.

—Tía —se dispuso a poner su mejor cara de seria madurez —, deberías darte cuenta que dejé de ser un mocoso hace mucho tiempo. De hecho, actualmente soy un chunin y muy pronto ascenderé a jounin, así que ya no deberías comportarte tan aniñada conmigo porque soy todo un hombre —infló pecho orgullosamente.

—Ay, por favor, sigues siendo sólo un muchachito travieso. Además, ¿de verdad te molesta que sea cariñosa contigo, Boruto?

—No es molestia, pero siento que a veces actúas muy infantil a mi lado. Yo ya no soy un niño —lo dijo como si la última palabra significara un delito. Prueba de ello fue la expresión de repugnancia que enfatizó su rostro.

La de más edad dio un suspiro y la mano alzada que sostenía la galleta bajó hacia su regazo. Su mirada se dirigió hacia el frente, perdiéndose en el amplio patio del hogar Hyuga.

—No tiene nada de malo ser un niño. A mí me hubiese encantado disfrutar mi infancia como el resto —dijo con un aire notoriamente melancólico a la vez que recogía sus piernas contra su cuerpo.

—¿A qué te refieres? —tocó sus cejas uniéndolas en el entrecejo, sorprendiéndose con el cambio de actitud.

Ella giró su cuello, mirándolo dudosa antes de responder. Honestamente no era un tema que le gustara hablar, pero algo en su pecho la impulsó a sincerarse sin restricciones. Quizás fuera porque Boruto le generaba una confianza distinta por alguna misteriosa razón.

—Desde muy pequeña fui criada para ser quien tomara el liderazgo del clan más prestigioso de Konoha. Padecí incontables horas de entrenamientos muy duros, obligándome a actuar como una adulta siendo apenas una niña que en realidad sólo quería divertirse como cualquier otra. Sin embargo, siempre tuve que mantener la compostura por el gran peso que depositaron tempranamente sobre mis hombros... —dijo con la fijeza propia de quien recuerda hechos poco gratos; por lo mismo su semblante se encargó de desprender abierta tristeza —. La verdad me hubiese gustado mucho tener una infancia normal, por eso cuando te veo a ti es como si saliera mi niña interna, aquella que nunca pude ser.

Boruto separó sus párpados por el grosor del asombro. Era la primera vez que Hanabi abría su alma hasta el punto de volverse taciturna, ya que siempre daba la impresión de ser alguien muy alegre. ¿Acaso sería el alcohol lo que hizo aflorar sus tristezas? La respuesta probablemente era afirmativa. Meditó las palabras de su tía por muchos segundos hasta que finalmente llegó a una conclusión. Conmovido por ese cariz amargo maquillando sus bellas facciones, le dijo lo siguiente:

—Yo lamento mucho que no pudieras disfrutar tu infancia..., ahora entiendo muy bien porque muchas veces te comportas como una niña conmigo. Lamento no haberme dado cuenta antes de eso —concluyó con tono claramente arrepentido.

Ella reaccionó dedicándole una mirada sorprendida.

—¿Entonces puedo darte de comer? —preguntó reanudando la brillantez alegre que solía tener en su mirada.

El blondo sonrió antes de responder.

—Puedes darme de comer si quieres, tía.

—¿De verdad?

—Sí —contestó abriendo su boca.

La hermana de Hinata no dudó en coger el dulce alimento para dárselo amorosamente. Tal proceso se repitió con muchas galletas más, lo que provocó amplias sonrisas en ambos. En cuanto el plato fue quedando vacío, Hanabi recordó algo que le comentaría apenas terminara de tragar el último bocado.

—Sabes, cuando llegué aquí me pareció que estabas muy pensativo... ¿Por qué?

El muchacho la miró, sin saber si contarle lo que realmente le aquejaba. No quería ser visto como alguien inseguro o sin determinación. Era un hombre ya, y los hombres siempre debían verse seguros de sí mismos.

—¿Qué pasa? —presionó la fémina —. Sabes que puedes contar conmigo siempre, Boruto. Puedes sincerarte conmigo tal como yo lo hice contigo, así que confía en mí —lo animó guiñándole su ojo izquierdo. Después le puso el brazo encima del hombro mientras también dejaba descansar su mentón en el mismo lugar.

Él bajó su mirada durante seis segundos, alzándola después.

—Bueno, tía, es un asunto complicado que me tiene preocupado...

—Dímelo con toda confianza. Yo tengo más años que tú, así que podría darte un buen asesoramiento al respecto. Aunque no lo creas soy excelente dando consejos.

Él busco honestidad en la mirada blanquinosa, hallándola enseguida. Por tal razón se decidió a contarle sin resquemores el asunto que le preocupaba.

—Está bien, confiaré en ti... —carraspeó a fin de darle mayor impostación a su voz. Luego lanzó la pregunta que le era crucial. —¿Cómo puedo saber si le gusto a una chica?

—¿Y eso es lo que te complica?

—¿Te parece poco? —preguntó indignado —. ¡Es un asunto de vida o muerte! —movió sus manos teatralmente.

Hanabi dio una inevitable risotada.

—Estoy hablando en serio, tía —dijo ofendiéndose; prueba de ello fue que le quitó la mirada enviándola hacia el frente.

—Perdona, Boruto, es sólo que me parece gracioso. Ya eres alguien muy hábil y poderoso, pero veo que todavía te faltan conocer muchas cosas de la vida.

—Sé que soy torpe en este tipo de cosas... —admitió bufando —, por eso mismo me pareció apropiado preguntártelo ya que insististe.

—¿Quieres saber si le gustas a Sarada, verdad?

Él tragó saliva, sonrojándose instantáneamente.

—¿Tan evidente es?

—Por favor, cualquiera que los mire por más de un minuto se dará cuenta que ambos se gustan mucho.

—¿De verdad crees que yo le gusto?

—Claro.

—Es difícil saberlo porque las mujeres son muy complicadas y Sarada es la peor de todas. A veces pienso que le gusto y otras veces siento que me odia. Me confunde mucho.

—Si sientes que te odia es porque está loca por ti, Boruto —se rió con ganas.

—Tía, estoy hablando en serio.

—Pues sinceramente yo creo te estás complicando en vano —siguió riéndose mientras llevaba una mano a la boca, ya que desde pequeña le habían enseñado que destenillarse al punto de mostrar la campanilla en su garganta era de mala educación. No es que ella estuviera de acuerdo, pero su subconsciente aún no lograba deshacerse completamente de esa costumbre —. ¿Por qué no le dices a Sarada que te gusta y ya?

—No lo sé..., quizá sea porque ninguno quiere admitir que le gusta el otro y no queremos dar el primer paso por un asunto de orgullo. O quizás simplemente le tengo miedo al rechazo... —esperó una burla de parte de ella, pero lo que predijo no sucedió.

—Pues si no quieres declararte entonces espera a que el amor surja como una fuerza de la naturaleza.

—¿Cómo es eso? —preguntó muy extrañado a la par de interesado.

—Por ejemplo, enfrentando alguna misión en que corran peligro de muerte los sentimientos que se tienen se desbordarán solos, sin necesidad de expresarlos verbalmente. Terminarán besándose porque ambos lo quieren, porque se volverá una necesidad; no necesitarán palabras para comunicarse lo que sienten el uno por el otro.

El de ojos como zafiros dibujó la penúltima vocal en sus labios.

—¿Tú alguna vez viviste eso?

—No, en realidad lo aprendí leyendo un libro de Jiraiya —comentó jocosamente —, pero creo que es verdad eso: cuando los sentimientos son grandes se vuelven una fuerza incontenible.

—Pues yo no creo que lo que siento por Sarada llegue a tanto, me gusta, claro, pero no pienso todo el día en ella ni nada de eso. No me siento enamorado, aunque sí me gustaría intentar algo serio con ella.

—Bueno, nadie mejor que tú mismo sabrá lo que siente. Si piensas que no estás enamorado todavía, entonces sólo deja que pase el tiempo y ya verás qué sucede después; puede que tu gusto por ella se reduzca o se incremente. Te advierto, eso sí, que probablemente a Sasuke no le guste mucho la idea de que pase lo último. Quizás incluso te regale un chidorazo —se carcajeó sin poder evitarlo.

—Ja, ja, ja —rió lenta e irónicamente —. Gracias por darme tantos ánimos, tía.

—De nada —contestó animosamente mientras le revolvía los dorados cabellos. Luego se dio una pausa cuando una pregunta llegó a su mente. —¿Tú ya has besado antes, verdad?

El fruto del amor entre Hinata y Naruto dio un respingo casi indetectable, aunque supuso que para Hanabi no pasó desapercibido. Por un momento pensó en mentir ya que a su edad quizás ya debería haber besado a alguien, pero prefirió ser sincero en vez de vanidoso.

—La verdad es que nunca he dado un beso —agachó un poco la cabeza sin darse cuenta de que lo estaba haciendo —. No tengo ninguna experiencia en temas románticos.

La fémina pestañeó sorpresa un par de veces.

—Pero si eres un chico muy guapo, estoy segura que muchas quisieran agarrarte a besos.

Él enrojeció inmediatamente, mostrando de esa manera su herencia materna.

—La verdad es que soy tímido con esas cosas, además que mi trabajo como chunin me ha absorbido todo el tiempo. Sólo ahora, gracias a lo que empiezo a sentir por Sarada, es que me está interesando un poco el romance. —Sintió un cosquilleo alrededor de las sienes, por lo que le encargó a sus dedos el trabajo de disipar tal sensación. —Me gustaría saber qué es el amor exactamente, conocer de qué se trata, tener un poco de experiencia, pero como nunca he besado a nadie me sentiré demasiado torpe si intento besar a Sarada, dudo mucho que le agradara. Sé que en vez de impresionarla terminaría defraudándola.

—¿Pero impresionarla para qué? No es necesario que intentes deslumbrarla, sólo sé tú mismo y aprende junto a ella —le guiñó un ojo de manera pícara —. Además ella también tendrá ese miedo de que su primer beso sea torpe, de que pueda decepcionarte también, ¿no? Las mujeres también tenemos dudas y somos inseguras en más cosas de las que te puedas imaginar, ¿o ella ya ha besado a alguien antes?

—Ni idea, pero creo que no.

—Entonces aprendan juntos.

—No puedo, me pondré demasiado nervioso —suspiró inseguro —. Soy un desastre la verdad.

Hanabi se llevó el índice a sus labios en forma pensativa, mientras sus ojos se movían hacia el oscuro y lluvioso cielo. Posteriormente, en cuanto llegó una idea, hizo chasquear fuertemente sus dedos.

—Sabes, Boruto —se acercó hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros —, a mí me encantaría ayudarte a superar tus dudas.

—¿Me puedes dar algunos consejos? —preguntó esperanzado.

Hanabi supo que después de decir lo siguiente se iba a arrepentir, mas el alcohol la envalentonó y la empujó a llevar su sinceridad por encima de lo moral.

—De hecho, puedo hacer mucho más que eso —dijo mientras su rostro se coloreaba inexorablemente.

Durante un lapso, Boruto jugó con su lengua dentro de su boca sin darse cuenta. Inquisitivo, sus cejas se curvaron levemente hacia abajo. No había captado todavía, pero ni siquiera poniendo toda su inteligencia en ello se habría enterado de lo que realmente quería decir Hanabi.

—¿A qué te refieres?

Por primera vez la hija de Hiashi se puso nerviosa; por un momento incluso pensó que iba a tartamudear igual que su hermana.

—Ay, Boruto, sé que esto que te diré te va a sonar como una locura, pero creo que ya tienes la madurez suficiente como para revelarte algo importante. ¿Te sientes maduro para lidiar con algo importante sobre el clan Hyuga?

Él pestañeó un par de veces.

—Sí, por supuesto. Ya soy un chunin, tía —aclaró orgullosamente —. Y muy pronto me convertiré en jounin, en serio —dijo animado mientras contraía el brazo para mostrar su desarrollado bíceps.

Ella sonrió divertida. ¿Por qué los hombres tendrían esa manía de sacar músculos? Dejó de lado su pregunta mental, concentrándose en el complicado asunto que requería su atención. Llevó un puño hacia su boca y carraspeó antes de explicar lo siguiente:

—Los Hyuga desde tiempos ancestrales han recurrido al incesto para mantener el Byakugan puro.

La sorpresa lo invadió como si fuera un flechazo directo al cerebro, lo cual le fue extraño pues recordó que no era la primera vez que oía algo así. Probablemente el hecho de que se lo confimara su propia tía fue lo que le causó tamaña sensación de asombro.

—Sí, creo que ya había escuchado algo al respecto entre rumores de pasillo. ¿El incesto está mal visto por el común de la gente, verdad?

—Sí —confirmó inmediatamente —, no es algo aceptado, pero en nuestro clan es algo muy común. De hecho si Neji no moría durante la guerra, lo más probable es que se hubiese casado con Hinata.

—¿Entre primos?

—Sí —confirmó al instante mientras despejaba su frente de un par de mechones —. De hecho, en algunos lugares tienen el lema de que «a la prima se le arrima» o «a mi primo me le arrimo»

—Vaya —se rascó la cabeza efusivamente —; es bastante peculiar, por decir lo menos.

Aunque Hanabi no era fumadora, sintió que de haber tenido un cigarrillo se lo habría fumado sin dudarlo; estaba definitivamente ansiosa. Buscando distraer tal sensación, llevó su mirada hacia una pequeña poza de agua que se estaba formando. Allí la lluvia provocaba múltiples ondas circulares que le llamaron la atención. Finalmente, tras muchos segundos observando lo mismo, regresó desde el mundo de sus pensamientos.

—El caso, Boruto, y espero que no lo tomes mal, pero...

De repente se hizo un silencio. El rubio volvió a darle tiempo, pues supuso que su tía estaba organizando sus ideas, pero al cabo de muchos segundos se decidió a interrumpir la nueva abstracción en que se había sumido.

—¿Qué pasó? ¿Qué me ibas a decir?

Ella reaccionó asustada, agitando su cabeza como si eso también pudiera remover sus pensamientos.

—Olvídalo, por favor —se apresuró a decir de forma inquieta, separándose un poco de él y quitándole la mano del hombro —. Lo que te iba a decir es una locura —empezó a juguetear nerviosamente con las dos horquillas rosadas que adornaban sus largos flequillos. Por un momento se sintió como una quinceañera en vez de la experimentada mujer que ya era.

—Eso no se hace: primero alumbras algo y luego lo dejas en la oscuridad —protestó él rápidamente —. Dejar con la curiosidad a alguien es una mala jugada —sentenció mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho, aparentando una decepción que realmente no sentía.

Ella bajó su mentón, tan tímida como solía serlo Hinata en su adolescencia.

—Créeme: es una locura que es mejor que no sepas.

—No me voy a quedar con la curiosidad, tía, así que dime de una vez lo que ibas a contar —dicho lo anterior se levantó, tomó el vaso, avanzó hasta quedar a orillas de la terraza y extendió su brazo lo más posible a fin de recolectar el agua lluvia.

Entretanto, Hanabi comprimió sus labios inferiores contra los superiores al punto que casi los hizo desaparecer. Miró de reojo a su sobrino, sintiendo su azulada mirada sobre ella. Él era muy terco, de modo que sabía perfectamente que no cesaría su insistencia hasta que le saciara su curiosidad. Dio un suspiro, preguntándose si debía lanzar la inmoral verdad o una decorosa mentira. Se meció entre ambas opciones mientras el corazón se le aceleraba, cosa rara tomando en cuenta que era una shinobi experta y entrenada para lidiar contra cualquier tipo de situación.

—Por favor, Boruto, no insistas, no vale la pena. Sólo era una tontería.

—Para mí nada que pienses o sientas es una tontería —respondió, decidido como siempre.

Hanabi agradeció esas sinceras palabras, pero también tragó saliva a la vez que le volvía a quitar la mirada. Tras humedecer sus labios pasándoles la lengua, suspiró profundamente.

—¿Me das el agua lluvia? —dijo en cuanto vio que el vaso se llenaba —. Me dio sed.

—Claro —caminó lentamente hacia ella para que el líquido no se desbordara.

En cuanto recibió su pedido, Hanabi tomó un largo sorbo hasta que el líquido desapareció del vaso. Un renovado y prolongado suspiro arrojaron sus pulmones después. Para bien o para mal, había tomado una decisión. O más bien dicho su corazón, ayudado por el alcohol, había tomado la susodicha.

—Boruto, ¿tú me quieres verdad?

Él frunció el ceño.

—¿A qué viene esa pregunta?

—Sólo respóndela y lo sabrás.

—Por supuesto que te quiero, tía Hanabi. Eres una persona muy importante para mí porque siempre me has tratado muy bien.

Ella sonrió dulcemente.

—Me alegra mucho escuchar eso —dio un nuevo suspiro antes de proseguir. —Está bien, te diré algo muy importante aunque me cueste, pero te advierto que te sorprenderá muchísimo. Por eso mismo quiero que me prometas que no te lo tomarás mal, sólo era un deseo que se me ocurrió de repente, un pensamiento extraño que me atravesó la mente.

—Es primera vez que te noto algo timida. No te preocupes, puedes decirme lo que quieras con toda confianza porque yo lo entenderé perfectamente.

—¿En serio? —preguntó emocionada.

—En serio.

—Está bien, entonces te lo diré, pero que conste que yo no quería confesarlo, tú me has obligado.

En primer lugar Boruto se rio traviesamente; en segundo lugar puso su mejor cara de fingida solemnidad.

—De acuerdo, aceptaré la responsabilidad como un verdadero shinobi.

—Muy bien, aquí voy... —suspiró más profundamente que nunca en su vida mientras el mentón comenzó a temblarle levemente. Necesitó cerrar bien las mandíbulas para cesar tal hecho y, cuando lo hizo, tragó un sorbo de saliva que provocó un pequeño sonido cuando descendió por su garganta —. Boruto, lo que te iba a proponer es que yo podía ser quien te enseñara a besar.

El muchacho creyó de modo genuino que había escuchado deficientemente. Acercó su oreja a la boca de Hanabi hasta dejarla a sólo unos centímetros a fin de entender mejor. Estaba seguro que ahora las palabras cambiarían.

—Perdona, ¿pero me puedes repetir lo que dijiste? Es que te oí mal.

Por un breve lapso la hermana de Hinata pensó cambiar lo revelado, puesto que su sobrino le estaba dando la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, quiso desatar lo que llevaba sintiendo por dentro desde hacía meses, el secreto inconfesable que deseaba soltar después de cargarlo sola por mucho tiempo: Boruto le gustaba. Lastimosamente así era. Odiaba admitirlo, pero esa era la desgraciada verdad.

—Boruto, me gustaría enseñarte a besar. —A diferencia de la primera vez lo dicho salió de manera muy firme, esgrimiendo el temple que debía tener una jounin.

El tremendo asombro en Uzumaki no tardó nada en expresarse perfectamente en cada centímetro de su rostro, incluyendo a sus ojos que se abrieron de tal forma que faltó poco para que abandonaran sus órbitas. Después un torbellino de confusión le acalambró la lengua por demasiados segundos. Fue la lluvia quien, al volverse más intensa y ruidosa, lo ayudó a salir del hondo pozo de ensimismamiento en el que cayó.

—¿E-es una broma, verdad? —atinó a decir entre tartaleos.

—No, es completamente en serio —confirmó sin dudarlo —. ¿Quieres que yo te enseñe a besar?

—Esta broma no es nada graciosa, tía —insistió.

—Sé que es díficil de asimilar, pero te repito que estoy hablando completamente en serio —su perfil gravedoso dejó muy claro la veracidad de sus palabras.

Esta vez el blondo se acaloró a tal punto que quiso ir hacia la lluvia para refrescarse. No obstante, la diestra de Hanabi lo detuvo antes de que lo hiciera.

—Puedes resfriarte si te mojas con este diluvio —dijo preocupada.

—Eso no importa —por el agarre de ella no continuó su propósito, deteniéndose a orillas de la terraza —. Necesito algo de impacto para sacarme el asombro de encima —explicó atropelladamente —. Lo que me dices es una locura, somos tía y sobrino.

—Lo sé, Boruto, claro que lo sé, pero por favor no me culpes tan rápido. Precisamente por eso te conté que los Hyuga solían casarse entre familiares y que nuestro clan ha crecido arraigado al incesto desde siempre —dijo tímidamente a la vez que se miraba las uñas, mismas que estaban pintadas con un suave tono rosa —. Creo que por esa incestuosa historia familiar se me pasó por la cabeza la idea de enseñarte a besar.

—Estás mucho más ebria que yo, tía Hanabi.

—Estoy borracha, es verdad, pero lo que te digo no es una mentira.

—Creo que no sabes lo que estás diciendo —trató de soltarse de esa mano que por alguna razón parecía quemarle la piel. Es como si por algún desconocido motivo tuviese miedo de seguir en contacto con su piel —. Me doy cuenta que no estás en tus cinco sentidos, de modo que lo mejor es que vayas a dormir. Por suerte mañana no nos acordaremos de esto siquiera —sonrió nerviosamente.

—No creas que ignoro que soy una pervertida, una perversa, una depravada, una degenerada, lo que quieras decir lo merezco, pero la verdad es que para mi tremendo pesar siento una química distinta contigo, me divierto mucho a tu lado y me gusta pasar el tiempo juntos, es algo que no sé como explicar, simplemente sucedió. Es un pensamiento intruso que me viene rondando la mente hace meses, así que el licor sólo hizo que aflorasen mis verdaderos sentires sin engaños morales de por medio. —Soltó la mano de Boruto, volviendo a sentarse en el lugar anterior; las piernas le temblaban tanto por el pudor que sentía como por el alcohol, de modo que era mejor no tener una caída accidental —. Me he sentido muy mal por esta sensación que me cuesta controlar, de hecho he leído cosas en la biblioteca sobre el incesto para ver si realmente merecía las penas del infierno al fijarme en mi propio sobrino, pero he hallado muchas cosas que dicen que la historia humana ha estado plagada de incesto desde sus inicios. Eso no significa que justifique lo que siento, pero me ha ayudado a sentirme un poco menos culpable —esquivó el rostro masculino al sentirse castigada por el matiz de su mirada.

Él fue incapaz de decir nada; el silencio hizo acto de presencia de la misma forma que lo hace en el espacio exterior. El impacto de esas sentidas palabras dejó al muchacho con la boca abierta. Llenos de curiosidad, sus zafiros oculares se posaron en los luceros de Hanabi, queriendo buscar la sinceridad detrás de la ebriedad...

Y pudo encontrarla completamente.

De súbito algo lo impactó con la fuerza de un puñetazo de hierro: la procacidad, la indecencia, la impudicia. Una ráfaga de moralidad que debía condenar a Hanabi por sinvergüenza. Eso era lo que dictaban las normas comunes de la sociedad, eso era lo que debía hacer en base a las leyes valóricas, mas su corazón luchó para no estar de acuerdo. No podía ver como a una depravada a quien tenía enfrente, no a la mujer que siempre había estado dispuesta a ayudarlo, quien siempre lo consintió desde niño, le preparó deliciosas meriendas y le dio mil palabras de aliento cuando se sintió mal por cualquier razón. Tragó saliva nerviosamente e intentó decir lo que se debería en estos casos, que era un pecado, que su borrachera la estaba confundiendo, que estaba equivocada, pero, al ver sus ojos perlados irradiando un sinfín de emociones, la lengua se le trabó por una especie de calambre anómalo. Entonces, como si su lado oscuro le susurrara cosas pecaminosas, escrutó a Hanabi de tal forma que vio lo que se ocultaba más allá del cercano parentesco: a una mujer hermosa, atractiva, tentadora, apetecible. Las generosas curvas de su cuerpo eran precioso arte físico, pero fue su rostro lo que lo embelesó con una fuerza hipnótica. Su carnosos labios, los brillantes flequillos que caían sobre sus pómulos, sus ojos bruñendo como perlas puestas al sol... Hanabi era realmente hermosa, prácticamente una diosa. Su alcoholizada boca intentó poner un coto a la corrupción que se estaba fraguando en su mente esta noche, mas nada emitieron sus cuerdas vocales. En su más profundo interior pulsó un deseo que no pudo contrarrestar a la obscenidad, algo que causó una tentación agónica por besar a su tía, sí, a su tía. Apretó los dientes y esquivó la mirada albina, sin lograr entender qué cosa lo estaba confundiendo tanto. Tenía que rebelarse ante la repugnancia moral que estaba sintiendo, pero, quizás precisamente por ser algo prohibido, se tentó mucho más. Miró otra vez los rojizos labios de Hanabi, desviando la mirada nuevamente al sentirse un depravado.

La joven, dejándose llevar por lo que realmente quería, lo tomó del mentón para que ambos enfocaran sus miradas, compartiendo fulgurosos sentimientos a través de éstas. Sus hirvientes respiraciones se agitaron por el calor que consumía sus cuerpos mientras sus lenguas se movían ansiosas por dentro de sus bocas, tal como sucede cuando se anhela un beso con excesivas fuerzas.

Envalentonados por la embriaguez, tanto ella como él se encajaron sus emocionados ojos, perdidos en un limbo en que sólo el deseo existía. Sus corazones muy pronto latieron al mismo compás mientras sus efusivas respiraciones denotaban el afecto que ansiaban entregarse el uno al otro. Hanabi posó su frente en la de Boruto, moviéndola cariñosamente de un lado a otro al mismo tiempo que sus narices hacían tierno contacto. La mujer no podía creer lo que estaba sucediendo, pues el sueño que mantuvo por meses oculto dentro de su pecho se volvería realidad en tan sólo unos segundos. Todavía indecisa, aunque inundada de devoción, tomó las mejillas más jóvenes entre sus trémulas manos, mismas que acariciaron la atractiva cara que tenía enfrente con las yemas de sus pulgares. Boruto era la varonil perfección que ansiaba poseer y sus labios la hermosa tentación que la impulsaba a hacerlo. Que la culpara el mundo entero, mas no podía controlar todo lo que estaba sintiendo. Simplemente no podía, ya que su alma deseaba estallar por tanta emoción acumulada.

Repentinamente el viento silbó; las nubes cesaron sus movimientos; incluso la lluvia brindó una leve tregua; el tiempo se ralentizó completamente a la vez que todo dejaba de existir; lo único que tenía cabida en el universo de ambos era la irresistible emoción que sólo el deseo podía provocar.

—Hanabi... yo... —entre temblores quiso hablar, pero un tenaz dedo índice en sus labios le impidió continuar.

El momento finalmente había llegado: a un centímetro el uno del otro sus labios se unirían en el significado más pecaminoso de la pasión, eliminando las barreras que los separaban saltándolas con todas sus fuerzas. El beso más mágico que ambos pudieron soñar en sus dispares vidas estaba a punto de llegar...


¿Continuará?