Era una mañana calmada, el sol mañanero ya había empezado a regar su luz a través de la ciudad, mientras más se eleva, más sombras se desvanecen, y la ciudad cobra más y más vida.
Una casa, pintoresca, aunque no muy resaltable, está aún ligeramente cubierta por sombras de los edificios cercanos.
Una casa de dos pisos, en cuto piso superior, en una habitación, puede verse una persona, una mujer de unos 20 años, dormida en una cama. Su rostro es sereno, aunque parece ligeramente fruncido, si piel lleva un suave amarillo, casi pálido que solo resalta más en la penumbra del cuarto. Su abultada cabellera naranja, ostenta un diseño, casi esponjoso, que poco le afecta el echo de estar recostada.
Ella se ve tranquilamente dormida, hasta…
¿?: AAAAAAHHH! ES TARDE! ADAGIO!
Grita con fuerza una voz, justo al otro lado de la cama de la mujer.
La mujer de cabellera naranja frunce el rostro, da un gruñido, y se gira para enterrar su rostro en su almohada, a la vez que levanta las sábanas hasta cubrir su cabeza, tanto cono su abultado cabello se lo permite.
El cuarto es prontamente iluminado por la luz de la habitación cuando esta es encendida.
¿?: te dije que pusieras la alarma!
Grita esa misma voz en un tono que mezcla regaño con desesperación. Adagio no hace mucho casi, solo dando un gemido cansado como respuesta.
La persona dueña de esa voz es otra mujer, esta es, bastante, más mayor que Adagio. Su rostro maduro parece rondar los 40, su piel ostenta un color melocotón muy suave, y su cabello, curiosamente tiene varios colores, de rosa a celeste, y también un verde bastante claro. Pareciese que imita una aurora boreal, mientras la mujer corre por la habitación reuniendo ropa.
Mujer: donde está mi bolso! Adagio!
De nuevo, la mujer en la cama gime, y casi parece un gruñido mientras se digna a levantar la cabeza, y mirar a su aparente compañera con un rostro muy cansado.
Adagio: Santo Tritón Celestia, no puedes bajar la voz poco? Aún es muy temprano.
Celestia: es LUNES! Tengo que llegar a la escuela y ver que todo este en orden para empezar la semana!
Exclama y explica la mujer mayor mientras arroja algunas ropas y otras cosas por la habitación, bastante desorganizada por cierto, en busca de su bolso.
Adagio: por Nereida. No es que un tornado haya atacado tu escuela durante el fin de semana.
Celestia por fin encuentra su bolso y empieza a revisar su interior.
Celestia: pero tengo que ir a casa a ducharme y cambiarme! No puedo ir a trabajar-… … ASÍ!
La última palabra la enfatiza con voz alta y extiende sus brazos, como queriendo mostrarse, y a su camisa blanca solo parcialmente abotonada, además de su carencia de un pantalón, lo que la deja solo con su ropa íntima protegiéndola.
Adagio: brillando en sudor y oliendo a pasión?
Comenta y cuestiona la mujer más joven con un tono de voz muy sugerente, lo que hace que la mujer mayor se sonroja de sobre manera y le reclame.
Celestia: Adagio!
Adagio: hey, era mi noche libre, te pregunté si querías ir a cenar y dijiste que si.
Celestia: pero se supone debía levantarme temprano!
Adagio: eso no pareció importante anoche debajo de las sábanas.
De nuevo está ese tono sugerente que hace a la mujer de cabellera aurora sonrojar, aunque molestarse y seguir buscando en su bolso hasta encontrar las llaves de su auto.
Celestia: donde está mi ropa?!
Adagio: quien sabe. La tire para cualquier lugar.
Responde la ex sirena, luego decide quitarse las mantas y sentarse en el borde de la cama. Lo único que la cubre es su ropa interior con bra a juego, de color morado suave que combina con sus propios ojos. Ella se estira y da un bostezo.
Adagio: prepararé café en lo que te vistes.
No espera ninguna respuesta, y Celestia tampoco la da, pero no se preocupa por ello, solo sale de la habitación dejando a su compañera buscar su ropa.
Minutos después, Adagio viste ahora una bata color dorado, mientras Celestia tiene su ropa habitual, ambas están en la puerta de entrada de la casa, con la mujer mayor revisando una vez más su bolso.
Celestia: creo que tengo todo.
Adagio: si, bueno, fue lindo verte Cele. Espero lo repitamos pronto.
Celestia: yo… yo igual.
Admite Celestia con un sonrojo y una so risa nerviosa, pero sincera. Adagio le da su propia sonrisa, llena de orgullo y presunción.
Celestia: bueno yo… mejor me voy, se me hace tarde.
La directora se da la vuelta dispuesta a marcharse, pero la voz de la sirena la deti3ne.
Adagio: no olvidas una cosa?
Celestia apenas tiene tiempo de voltear, antes de sentir la mano de la otra mujer en su mejilla, y pronto siente la presión de los labios de sirena en sus propios labios.
La directora queda tiesa, sorprendida, sus mejillas iluminadas por su sonrojo, apenas parece empezar a disfrutarlo, y disponerse a responder, cuando la más joven aparta sus labios de los de ella. Los dedos de la sirena rozan su mejilla en una suave caricia mientras ella se aparta.
Adagio: buen viaje.
Celestia sigue algo aturdida, con mejillas rojas y sus ojos brillando, solo sonríe tenuemente y asiente, antes de darse la vuelta, y dirigirse a su auto.
La mujer sirena ve ese vehículo blanco y dorado perderse en las calles, antes de volver a entrar a su hogar.
La directora conduce hasta su casa, sin mucho pensamiento más allá de los momentos vividos desde la última noche. Tales recuerdos no pueden evitar hacerla sentirse, cálida, y pacífica.
La imagen de Adagio se plasma constantemente en su cabeza, y la directora no puede sino preguntarse…
Celestia: … cómo hemos llegado hasta esto?
Esa pregunta hecha en su cabeza, pareció funcionar como una clave, una contraseña que llevó su mente a vagar por el pasado, un pasado, tan lejano…
Celestia siempre había sido vista como, "la niña perfecta".
La niña buena, bonita, inteligente, los padres y los maestros la amaban.
Siempre había sido lo que los demás querían que ella fuera.
Pero cuando su hermana Luna, abandonó su casa, y a su familia, Celestia se preguntó, que significaba ser "perfecta".
Podía ser perfecta si abandonaba a su hermana? Era eso lo que los demás querían que ella hiciera? Era ESO, lo que ELLA quería?
Tras vivir una pesadilla, y superarla, recuperó a su hermana, y ahora sabía que ser perfecta era inútil. Centró su vida en buscar ayudar a quienes perdieran su camino, se volvió maestra, y luego directora. Negándose a tener hijos propios, veía a sus alumnos como sus hijos, quería ayudarlos.
Y su hermana ahora estaba junto a ella, la misma meta, aunque diferente forma.
La directora abre el agua de la ducha. La calidez y suavidad de esa lluvia artificial, recorre su cuerpo y la ayuda a limpiar las impurezas, aquella evidencia que nadie en el mundo esperaría ver en ella.
Mientras limpia su cuerpo, su mente sigue divagando.
Las hermanas querían ayudar a las mentes jóvenes que se perdieran.
Pero no siempre era fácil. Si perder a su hermana fue una pesadilla, el casi perder su escuela, fue como un infierno…
Celestia se sentía haber caído hasta lo más bajo, recurriendo por primera vez al alcohol, en un intento de ahogar sus penas.
Fue así que la conoció… o se diría, que volvió a conocerla.
Adagio atendía y servía loa tragos en el bar en donde Celestia había decidido caer, fue una coincidencia, o el destino? Sea como fuese, la chica que Celestia recordaba como un monstruo que casi destruye su escuela, y su planeta, fue una excelente manera de desahogarse, de expresarse.
Casi pareciese… que la chica entendía lo que la mujer estaba pasando en ese momento…
Pese a su corta edad, era muy sabia, muy madura. No era tan sorprendente una vez sabías que pese a su apariencia, Adagio realmente había vivido desde hace varios siglos. Pero aún…
Tras conocerla y desahogarse con ella, Celestia pensó, que luego de que el infierno terminó, ella y Adagio no volverían a verse.
Se equivocó…
Ya en su escuela, en su oficina, Celestia deja salir un suspiro, mirando la larga pila de documentos sobre el lado izquierdo del mueble, esta lista y dispuesta, para cumplir su deber.
La vida las juntó de nuevo, esta vez fue Adagio quién fue a buscarla. Al parecer, Celestia no era la única en sentirse bien, con sus charlas.
Pese a lucir como una adolescente, Adagio era una mujer con sus propios problemas, habiendo tenido que ver por sus hermanas desde antes de venir a este mundo, ella tuvo que sacrificar y hacer mucho, para que las tres pudiesen, solo, vivir…
Mientras hace su trabajo, la mujer de cabello aureal sigue viviendo sus recuerdos. A sus ojos, su oficina se oscurece, iluminada solo con los rayos del atardecer, que apenas se filtran por las persianas de su ventana. Esa luz, hace de alguna forma brillar la imagen de una Adagio más joven frente a ella.
Celestia recuerda las tardes que ambas pasaron en esta oficina, mientras la mayor trabajaba, la en ese entonces adolescente, solo la miraba, a veces intercambiaban charlas casuales. A veces incluso, compartieron bebidas que jamás se esperaría ver en una escuela secundaria.
La mujer suspira, la pila de documentos sobre su escritorio está ahora de su lado derecho, señal que han sido revisados y atendidos.
Mirando hacia el reloj ve que se acerca el medio día, decide entonces, darse un descanso para almorzar.
El comedor de maestros está vacío, otros trabajadores deben seguir en el trabajo. Así que se sienta sola, y con calma abre el recipiente que tiene su almuerzo, nada elegante, un poco de carne cocida y ensalada.
El comer, le recuerda la cena que tuvo anoche…
De nuevo, nada elegante, ella y Adagio solo fueron a un restaurante casual, pidieron un platillo cada una y se sentaron en silencio. Casualmente cruzaban miradas y sonrisas, como si se comunicaran sin palabras.
No era la primera vez que salían así, habían compartido cenas similares muchas veces.
Celestia se permite una pequeña risa, al recordar momentos mucho más antiguos.
Su primera vez juntas, fue un simple comedor, un fin de semana, Adagio la había invitado, solo para pasar tiempo con ella, Celestia aceptó, no había razón para no hacerlo.
Ese almuerzo estuvo bien, ellas ya tenían tiempo charlando, conociéndose, simplemente comieron y hablaron, de la forma en que lo harían dos amigas.
Amigas… Celestia durante un tiempo se sorprendió de ver a la sirena de esa forma. Pero era verdad, tras vivir con ella una de las peores épocas de su vida, y lo cómoda que estaba con ella, en verdad, le gustaba verla como una amiga, y, en el fondo, esperaba que Adagio sintiera lo mismo.
Con el tiempo hubieron más salidas, fueron de compras, iban por el parque, se reunían solo para hablar, a Celestia le encataba escuchar sus historias, siendo una mujer que había vivido los siglos más antiguos, Adagio estaba llena de vivencias, tanto buenas, como malas. Los momentos que Celestia podía descansar de sus deberes, le gustaba pasarlos con Adagio.
Celestia no solía dejar sus sentimientos tomar control de su mente, sabía que siempre debía ser racional, justa, madura, hacer lo que era y es correcto ante todo. Y Adagio… también, lo sabía…
A pesar de todo lo que la sirena y sus hermanas habían pasado, Adagio siempre hacía lo que era correcto, por ellas tres. Si, durante mucho tiempo eso se había traducido en, conquistar el mundo.
Pero…
Más allá de ese deseo de consquista, estaba una mujer que cuidaba a los suyos, una mujer que hacía sacrificios, que veía el bien de los que amaba por sobre su propia felicidad…
… Celestia podía entender a Adagio…
… Adagio podía entender a Celestia…
Fue una noche, compartiendo una cena, un poco más elegante de las acostumbradas, era una fecha importante, pero Celestia no recordaba cual, estaba demasiado intrigada por sus pensamientos, y... sentimientos…
Tras haber pasado siglos siendo una adolescente, Adagio finamente había crecido, según ella, era por haber perdido sus poderes de sirena. Ahora, era una mujer adulta de 20 años. Se veía más madura, más alta, más, sensual. Una mezcla perfecta entre juventud, experiencia, madurez, y energía.
Adagio: Eso sería algo malo?
Preguntó la joven mujer cuando finalmente su conversación llegó a ese tema.
Celestia: n-no! … yo… no lo sé… digo… nunca he tenido, una relación…
adagio: encuentro eso dificil de creer. De seguro tuviste muchos pretendientes siendo joven. Incluso ahora, apostaría que muchos quieren algo contigo.
La directora no pudo evitar sonrojarse. Pues era cierto que desde la secundaria, había sido interés de estudiantes y chicos de la ciudad. Más tarde como maestra y adulta, otros hombres, compañeros de trabajo, incluso varios padres de sus alumnos mostraban abierta, o indirectamente su interés.
Celestia: pero nunca salí con nadie! Siempre me centré en mis estudios y mi trabajo.
Adagio: entonces, soy la primera que puede hacer que dejes de trabajar? Jmm, debo estar haciéndolo bien.
El sonrojo de Celestia crece, y debe beber de su copa para tragar su aparente vergüenza.
Adagio: a todo esto, aún no veo tu duda. Me caes bien, al parecer te caigo bien. Qué más da?
Celestia: e-es que… quiero decir, cómo podría eso funcionar? Tengo suficiente edad como para ser tu madre.
Adagio mmm, "Mami Celestia"? Discúlpame si esa imagen me hace sonreír.
Dice la peli naranjo con una sonrisa, traviesa. La directora la mira molesta, pero más roja que antes.
Celestia: Adagio!
Adagio: ja ja ja no te enojes Cele. Mira, no me molesta el tipo de relación que tenemos. Podemos salir y pasar tiempo juntas. Contigo, soy feliz.
Celestia se queda sin palabras al escuchar eso, el rojo de su rostro disminuye, dejándola solo un poco sonrojada.
Adagio: dime, Cele, te hago feliz?
Celestia: … si, mucho…
Adagio: entonces, qué importa?
Al decir esto, choca su copa con la de Celestia.
El día terminó, el trabajo también, Celestia finalmente sale de su escuela. El sol ya había empezado a ponerse, bañando todo con su luz dorada.
Para sorpresa de la directora, el objeto de sus pensamientos está esperándola, de pie, en la acera frente a la estatua que es símbolo de la escuela.
Ambas se miran, se sonríen, y comparten un momento.
Con los años, ambas siguieron viéndose, compartiendo momentos. Nunca hablaron sobre una unión formal, nunca hubo un anillo, simplemente, compartieron sus vidas tanto como pudieron.
La mujer de cabello aurora se miró al espejo, los años habían empezado a cobrarle su factura. Viendo su rostro, que empezaba a decaer, no podía evitar compararse con su compañera, quien a sus espaldas, se vestía con un traje elegante de oficinas.
Al notar su mirada, la antes sirena cuestiona.
Adagio: por qué esa cara?
Celestia: cuál? Esta cara, ya vieja y arrugada? Es lo que pasa con la edad, quizás no lo sepas porque has pasado mucho tiempo siendo muy joven.
Adagio rueda los ojos, pero una divertida sonrisa se dibuja en sus labios.
Adagio: no estás vieja.
Celestia: oh por favor. Ya era vieja cuando me conociste. Tú sigues tan joven y bella, y yo gano una nueva arruga cada día.
Mientras se mira al espejo, se sorprende cuando la otra mujer se le acerca, pone sus manos sobre los hombros de ella, y le habla suavemente al oído.
Adagio: Tonterías. Siempre fuiste así, madura, pero tan hermosa. Te ves igual de bella, que cuando te conocí.
Recostada sobre su cama, con su rostro luciendo sus altos años, su cabello había perdido casi todo su color. El día es calmo, soleado, Celestia solo ve a Adagio, sentada a su lado, su cuerpo y su rostro muestran su madurez, pero conservan su juventud.
Ninguna dice nada, solo se miran sonriendo, la mano de Celestia sujeta la de Adagio, y ella a cambio aprieta suavemente la de ella. Celestia cierra pacíficamente sus ojos.
Adagio: Cele, Cele.
Los ojos cereza de Celestia se abren, lo primero que ve es el atardecer. Le toma unos segundos ver que está en una colina, sentada en un banco.
Adagio: Cele.
Se voltea, ve a Adagio sentada a su lado. Adagio se ve joven, de unos 20 años. Celestia se mira a sí misma, ya no es vieja, y ya no está recostada en una cama.
Celestia: un sueño…?
Adagio: qué?
Celestia: fue un sueño? … o, este es el sueño.
Los ojos cereza miran a los amatista, en busca de una respuesta. Pero la dueña de estos, solo se encoge de hombros.
Adagio: quien sabe. … eres feliz?
Celestia queda en silencio, pero luego, solo sonríe.
Celestia: si, mucho.
Adagio: entonces, qué importa?
Eso es suficiente, para que Celestia solo suspire. Desde detrás del banco, pasa su brazo alrededor de los hombros de su compañera, y la acerca sin que ella se niegue.
