Tarareaba mientras escribía en su laptop, eran listas de insumos y refracciones que debían ir bien organizados en listados largos y coloridos, el trabajo había pasado de ser algo que lo llenaba a ser una continua rutina, le gustaba estar desarmando naves, motores y todo lo que llegara a su desarmaduría. Estiró sus brazos al cielo tratando de acomodar sus huesos tras terminar con todo, se quedó ahí recostado contra el respaldo de su silla, mirando la nada que se ampliaba en su techo. Siempre que terminaba su trabajo su mente iba lejos de ese instante, recorría años en el tiempo hasta ese momento de la despedida, ese momento en el que se quedó solo con una idea de libertad que luego comenzó a doler en el alma. Era feliz en su nueva vida, no se podía negar, pero faltaba aquello que lo mantuvo con el alma siempre colgando en vilo, aquello que le congelaba la sangre y lo obligaba a ir más, entonces, en ese momento la mirada cobalto volvía a su memoria, esos recuerdos de cuando estaban juntos, esos recuerdos de cuando luchaban codo a codo, de sus quejas y sus silencios… ¿qué estaría haciendo el super soldado? Tenía tiempo preguntándose lo mismo.
Un café, un dulce y a la cama. Lugar en el que podía retomar sus recuerdos con mayor amplitud y su sonrisa envolvía la noche. Sabía de Quatre, era imposible no verlo en noticias importantes, al final el árabe manejaba cambios importantes desde su colonia. Parecía que a los demás la tierra se los había tragado o alguna colonia. Los extrañaba, quería tanto volver a verlos, molestar al chino hasta que la vena en su sien explotara, oír reír a Trowa, por más imposible que fuera y sobre todo verlo a él. Se levantó de un salto y tomó la laptop, comenzó a teclear rápidamente con una enorme sonrisa en sus labios, una que lentamente fue desapareciendo. Imposible era la palabra clave, eran demasiados los años que transcurrieron, no tenía los contactos de antaño, se jaló los cabellos sintiendo ahora el paso del inmensurable tiempo, solo tenía una opción.
Dudó unos segundos antes de enviar aquel correo, lamentaba haber perdido todos los números de contacto, su cabeza loca los fue olvidando y de paso perdiendo entre libretas. Empujó la tecla de enviar y se quedó aterrado por hacerlo, estaba seguro que de los cuatro correos, Quatre sería el único que respondería, ocultando el deseo de obtener la respuesta de otro piloto.
—Aquello sí sería un milagro.
Se arrojó a la cama sintiéndose feliz, emocionado, soñando con esos días en los que la adrenalina los gobernaba y en donde esa miraba cobalto era la mejor respuesta que obtenía. Se preguntaba por cómo irían sus vidas; ¿Wufei seguiría siendo parte de esos soldados? ¿Qué habría pasado con el circense? De pronto se encontró muy ansioso, imposibilitando el derecho a dormir, necesitaba respuestas, quería volver a verlo, quería volver a verlo a él, sobre todo a él.
