*DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de la mangaka Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su trama son de mi entera pertenencia. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.
*SUMMARY: Kagome ya no tiene que fingir ser una novia devota e ingenua, no desde que encontró al chico perfecto para suplantar a su frívolo novio. Se repartirían caricias, besos y mordidas bajo las sábanas sin permitir que nadie supiera de su aventura. Ya no importaba que su corazón estuviera hecho trizas, aún si lo estaba, le daría ese amor a cualquiera... Incluso a un completo desconocido.
''Heart''
El cuerpo cálido se deslizó encima suyo, haciendo que el contacto entre sus pieles le pareciera una de las caricias más eróticas posible. Las manos masculinas se movían inquietas tratando de tocar cada porción de su cuerpo, logrando así que su piel entera se erizase por la oleada desbordante de sensaciones.
—Mierda... Se siente tan bien... —Los jadeos en su oreja, acompañados de palabras sucias, solo conseguían humedecer aún más su centro— Estás tan estrecha...
Kagome solo atinó a fruncir el ceño en una mueca desfigurada por el placer y se abrazó con fuerza al joven sobre ella. Sí, definitivamente esa mierda era buena.
Abrió aún más sus piernas para él y jaló su cuerpo hacia ella. Deseaba sentirlo más cerca, más profundo, necesitaba sentir su calor reconfortándola al tiempo que parecía partirla del placer.
—Sí, sí, sigue así. Justo así... Umm... —Se mordió el labio y contoneó sus caderas de forma instintiva contra la pelvis masculina. Lo escuchó reír con sorna, con claro orgullo al ver cuánto disfrutaba tener relaciones sexuales con él.
Lo abrazó con fuerza en un gesto cariñoso que contrastaba con la brutalidad con la que estaba siendo tomada. Lejos de sentirse plena, prefirió fundirse en aquella íntima muestra de afecto antes que permitir que sus pensamientos cobraran fuerza. Su acompañante la sintió tensarse y dejar poco a poco su placer en segundo plano. Las arremetidas se detuvieron y sus ojos dorados se posaron en los chocolate que parecían querer esquivar su mirada.
—¿Estás bien? —Y ese tono dulce y comprensivo que usó con ella pareció quebrarle el alma. Dejó caer sus brazos a los lados, librándolo de su pequeña prisión, y apartó la mirada— ¿Kagome?
—No es nada —le daba tanta vergüenza ser vista así.
Con timidez acarició su pecho firme, queriendo decirle con su cuerpo que se encontraba bien, y reprimió una lágrima al saber que lo que estaban haciendo no era correcto, pero que tampoco debían darse prisa por terminar. Vio su regalo de San Valentín olvidado en el buró, un regalo que jamás le sería entregado a su destinatario y otra punzada de dolor invadió su pecho. Su novio, el mismo que debería estar allí diciéndole cuánto la amaba y deseaba que fuera la madre de sus hijos, no estaba con ella. Tardaría horas en regresar e incluso así era probable que no volviera hasta el anochecer. Sabía bien que él estaba con otra mujer, tal vez con "otras mujeres".
Inuyasha tomó dulcemente el mentón femenino, la obligó a mirarlo y vio las lagunas chocolate tornarse cristalinas. Hizo un mohín de fastidio casi imperceptible. De nuevo estaba pensando en él, de nuevo la dañaba aún estando ausente y, tal vez, era su ausencia lo que más la lastimaba. Besó gentilmente su mejilla y recogió la lágrima que luchaba por deslizarse a través de su mejilla.
—Está bien, estoy aquí... Contigo —murmuró con dulzura antes de iniciar un beso lento y suave que la azabache correspondió tras breves segundos.
Buscó distraerla, devolverla a su estado inicial y alejar su mente de las tonterías que sabía que había estado pensando. Ese imbécil no se merecía ocupar los pensamientos de la pelinegra siquiera durante una hora a la semana, pero allí estaba: devota, perfumada y con su mejor lencería esperando celebrar junto a su amado el día de San Valentín, pero había vuelto a fallarle. La habían dejado sola, a la luz de las velas, esperando a una persona que sabía que no llegaría junto a ella. Habían destrozado su corazón por enésima vez y, por enésima vez, él acudió a su llamado en cuanto vio aquel mensaje en su celular.
Una vez que la sintió relajarse durante el beso, demostrando que estaba dispuesta a continuar y ahuyentar esos malos pensamientos, bajó su cabeza al valle entre sus pechos. Donde se dedicó a repartir dulces besos que lograban arrancar débiles suspiros a la morena bajo él. Lamió y acarició sus senos, sintiéndolos tersos y bulbosos al tacto, deseando con todo su ser devolverla a su estado de excitación inicial mientras la estimulaba lentamente.
La vio morderse el labio en un gesto completamente natural o, por lo menos, muy bien actuado. Nunca estaba del todo seguro de cuán cómoda se sentía entre sus brazos, mientras gemía bajo su cuerpo caliente e inquieto.
Honestamente aún le parecía irreal la forma en que habían llegado a aquel extraño acuerdo. Kagome era una joven que vivía en el centro de la ciudad que, por alguna razón, frecuentaba el casi olvidado parque para perros donde él solía llevar a su propia mascota para hacer ejercicio. La había visto una mañana corriendo a lo largo del extenso camino de adoquin que rodeaba el recinto, aparentemente queriendo ejercitarse. Aquella figura repleta de curvas que ansiaba tocar con sus hormigueantes dedos había logrado captar su atención lo suficiente como para pedirle su número la tercer semana consecutiva que la vio frecuentar el parque. Luego de fingir tropezarse frente a ella y sostener una conversación que había ensayado una decena de veces, le pidió gentilmente su teléfono. Claro, no sin antes intercambiar algunos chistes malos para romper el hielo.
Tristemente, luego de algunos días intercambiando mensajes, la invitó a salir y fue rechazado por una razón perfectamente válida: tenía novio desde hace poco más de dos años. Y, para su desgracia o fortuna, lo que pareció anularle todas sus esperanzas se convirtió en la piedra angular que daría pie a aquel extraño convenio. Pues Kagome no era feliz en su noviazgo. Era consciente de las constantes infidelidades por parte de su pareja y no lograba hallar el valor para dejar al patán que tenía el descaro de llamarse "novio".
El día que la encontró llorando desolada en el parque, su corazón se estrujó con angustia y no pudo evitar el impulso de abrazarla para cobijarla entre sus brazos. Deseaba consolarla y contenerla, aún cuando no sabía muy bien lo que le pasaba a la joven con la que apenas llevaba un tiempo hablando. Todo lo que deseaba era compartirle su calor y apaciguar ese llanto que parecía querer desgarrar su garganta.
Aquel acto osado de su parte, pareció darle a Kagome la valentía necesaria para retrucar el daño que recibía. Sí, tal vez no encontraba la fuerza, ni el momento o las palabras para terminar esa relación enfermiza donde era rebajada a algo peor que una novia de fachada, pero por lo menos podría pasarla bien de la misma manera en que su novio lo hacía. Si él podía acostarse con otras mujeres sin importarle sus sentimientos, ni su reputación, entonces ella igual podía hacerlo. El despecho de ser plantada en su propio cumpleaños, abandonada en medio de una habitación a oscuras con un penoso cupcake que se esforzaba por parecer un pastel finamente decorado, le dolió lo suficiente como para tomar cartas en el asunto: robándole esa misma tarde un beso a Inuyasha, el mismo que marcaría el inicio de esa relación de amigos con beneficios. El ojidorado deseaba hacerla sentir bien y si eso implicaba contentarla en la cama, él lo haría encantado con tal de traerle un poco de paz a la azabache de mirada dulce y sonrisa inocente.
Bajó la mirada y acarició tiernamente sus piernas, recorriendo un camino ascendente desde el interior de sus muslos hasta su cadera donde reafirmó su agarre. No había pasado inadvertido el ligero temblor que recorrió la piel de la joven. ¿Se sentiría temerosa? No, estaba seguro de que su cuerpo temblaba por el deseo que él despertaba en ella. Su cuerpo se lo decía de mil maneras, y él escuchaba cada una de esas formas. Su mirada chocolate, opaca y profunda, le confirmaba lo que sus sentidos ya sabían; y la estrechez de su interior le gritaba que sí... Que deseaba que se la follara, y no tenía la mínima intención de rehusar aquella orden.
Salió casi por completo de su interior y volvió a hundirse con fuerza en ella, escuchándola soltar el aire de golpe en cuanto la embistió. Se movió contra su centro con rudeza e impaciencia. Estaba cólerico, no con Kagome, sino con el canalla que había osado dejarla plantada. Esa mujer era el pecado hecho carne y no podía concebir que un granuja como ese decidiera irse detrás de cuanta mujer se le cruzase, estrujando así el corazón de la azabache. Pero no importaba. Si ese imbécil no se la follaba, lo haría él. Le daría todo el placer que su novio se negaba a darle. La tocaría, la besaría y consumiría hasta la última gota de pasión que pudiera resbalarse de entre sus sensibles pliegues. La dejaría exhausta y satisfecha hasta que llegara el momento de acudir nuevamente en su ayuda para llenar su cuerpo de caricias mientras la hacía suya bajo las sábanas. Si ese idiota le estrujaba el corazón, él se encargaría de hacer que Kagome estrujara las sábanas.
Continuó moviéndose contra su centro haciendo ese movimiento que sabía que la volvía loca, buscando hacerla llegar al orgasmo lo antes posible. Quería verla tocar las estrellas mientras se arqueaba de aquella forma gloriosa que lograba excitarlo de solo recordarla. Al menos por un momento deseaba hacerla sentir amada.
—Ya... Ya no soporto más —susurró débil.
—Oh, lo harás. Tendrás que aguantar —respondió firme y besó con cariño su cuello. Amaba tanto su fragancia...
Tendría que aguantarlo. Lo soportaría toda la tarde y la noche de ser posible, mientras la montaba y se hundía en su interior una y otra y otra vez. Buscando de alguna manera marcarla con su esencia. Luchando para que los amargos recuerdos no arruinaran esa velada tan especial con la joven que acompañaba sus agonizantes jadeos con sus propios gemidos.
Su interior aterciopelado se contraía cada vez más en torno a su hombría y sabía que estaba cerca, Kagome se encontraba arañando su codiciado orgasmo. Uno que solo él podía brindarle. La vio comenzar a temblar al tiempo que su cuerpo se acalambraba y llegó justo a tiempo a cubrirle la boca para amortiguar un poco el agónico gemido que se escapó de sus labios. Sabía de sobra que Kagome no deseaba que los entrometidos que tenía por vecinos se enteraran de que se encontraba siendo acompañada por alguien que no era su pareja.
Mientras ella parecía irse de la realidad, él aprovechó esos escasos instantes para echar todo su peso sobre el de Kagome sin dejar de embestirla. Las rítmicas contracciones que masajeaban su miembro eran una auténtica invitación a dejarse ir al paraíso junto a la joven de cabellos rizados y melena azabache.
Cuando Kagome volvió lentamente en sí, continuaba siendo invadida por el ojidorado que fruncía el ceño con esfuerzo. Estaba totalmente concentrado en el placer y, por sobre todo, en no hacer ruido para que las delgadas paredes del departamento no los delatasen. Acunó su rostro entre sus manos, obligándolo a abrir los ojos y lo que vio le erizó la piel. Sintió un pinchazo de culpa justo en el pecho al ver esa mirada cargada de deseo y algo más, algo que deseaba no oír por nada del mundo. Se había prometido no mezclar las cosas y, si llegaba a sentirlas, correría tan lejos como le fuese posible. No estaba dispuesta a encariñarse con alguien a quien podría perder. Por eso, al ver esas lagunas doradas mirarla con cariño y dulzura, no pudo evitar recordarse que eso era un error.
Lo vio curvar los labios intentando decir algo, queriendo pronunciar palabras que le eran imposibles debido a la falta de aire.
No lo digas, no lo digas...
La miró con determinación a los ojos. Sabía que estaba por alcanzar su propio orgasmo y todo lo que quería ver era aquella mirada curiosa que lo había encandilado desde el principio. Si bien Kagome no era suya, le gustaba sentirla así en esos momentos.
¡No lo digas!
—Te amo...
Hasta que llegara la persona que lograra amarla, se quedaría a su lado. En un lugar donde siempre lograra alcanzarlo si estiraba la mano, en un lugar donde siempre la escucharía si lo llamaba, él se quedaría justo allí, a su lado. Porque, efectivamente, la amaba... Y ya no había nada que hacer.
FIN
¡AAH! ¡Volví muy pronto, perdón, son mi obsesión! xD Pido disculpas por lo corto, apresurado y triste de la situación, pero eran las reglas y si no no llegaba con la cantidad de palabras jsjs
Este pequeño one-shot pertenece al #QuintoDesafíoRelámpago de la página de Facebook ''Es de fanfics'' donde la premisa era hacer un song-fic inspirado en la canción asignada a mi signo zodiacal: Piscis. Me tocó 'Corazón' de Maluma y la frase ''Tú me partiste el corazón, pero mi amor no hay problema. Ahora puedo regalar un pedacito a...''. Creo que queda clara la forma en que decidí implementar la frase, más en forma contextual antes que citándola xD
Por último, pero no menos importante, muchas gracias por seguir leyéndome y espero sus comentarios ansiosa. ¡Recuerden que sus reviews me ayudan a crecer fuerte y sin pulgas! :D
P.D.: Pido consideración al momento de dejar comentarios porque a muchos puede parecerles que Kagome no se valora, que es poca mujer, etc. Les pido por favor que eviten ese tipo de comentarios porque soy muy sensible y a veces me da mucha inseguridad leer que critican esos aspectos que eran necesarios para la trama ;-;
P.D. 2: Tampoco habrá segunda parte porque es un one-shot y quiero respetar las reglas del desafío JAJAJAJAJA ¡Perdón!
7.4.21
