Padre:

¿Sigue ahí? -susurró aquella chica simulando buscar algo en la parte inferior del escaparate de fármacos.

Esa voz era indiscutiblemente reconocible, aunque no la hubiera escuchado en meses. Jamás podría olvidar ese tono de voz que le recordaba a los buenos momentos que había pasado con él.

Ella seguía disimulando buscar algo para no ser vista por esa persona, no quería ser reconocida y tener un encuentro peculiar. No, no estaba lista. Tan sólo en pensar en ello, el pánico se apoderaba de ella; miedo, ansiedad, nostalgia, ¿alegría?, eran cosas que prefería no sentir, y menos en la situación en la que se encontraba.

-No, ya no. -le contestó aquel tipo que parecía ser guarura. Sin embargo, su respuesta fue completamente desinteresada.

Ella, aun desconfiando de sus palabras, asomó un poco la cabeza de los medicamentos del mostrador, cerciorándose de que aquella persona no estuviera cerca. Al no verlo rondar por el departamento de farmacia y no escuchar su voz, se levantó de su lugar aún con el miedo y ansiedad recorriendo su cuerpo.

No había pistas de él. El alivio recorrió su cuerpo por un segundo, pero el pánico se apoderó de ella rápidamente tras imaginarse que caminando en aquellos pasillos de Walmart podría ser fácil toparse de frente con su padre.

Se había sumergido tanto en su mundo y los posibles encuentros que podría tener con él, que aquellas 3 personas que la rodeaban sólo la miraban con indiferencia, excepto uno. este la observaba con pánico. Sabía quién era ese hombre y lo que podía implicar si tenía contacto con Bella. No deseaba eso coma, pero tampoco le gustaba la idea, o de tan solo pensarlo, de que está chica que había captado su atención en aquellas oscuras y solitarias calles de Seattle ofreciendo su cuerpo cubierto con un largo y viejo abrigo negro. El cual le tiró posteriormente a la basura.

-Sólo será un día, ¿cierto? Me dejaras ir después, ¿no? - pregunto con una voz esperanzada levantando las puntas de sus bajos tacones para poder estar frente a él.

No. Esa era la respuesta. Obviamente había comprado a esta chica mediante la ayuda de la otra prostituta que siempre se encontraba a su lado como si se tratara de alguna figura materna.

Al parecer ella no estaba al tanto de la situación en la que se encontraba. Al parecer no se había percatado de que aquella mujer había vendido su libertad a él por unos míseros dólares. Al parecer confío en ella con tal ceguera que nunca se le pasó por la cabeza que ahora pertenecía a un hombre mayor.

- No. - dijo de forma tajante. No quería sonar frío, pero falló rotundamente.

La cara de aquella joven parecía no entender al principio; parpadeando poco a poco, las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. Pese a que no rodaron por sus pálidas mejillas debido a la tenue lluvia en la que se encontraban, sus ojos se tornaron cristalinos sus facciones aliviados y curiosos que tenía en un principio, se tornaron neutros como si entendiera lo que está pasándole.

Ahora le pertenecia en ceurpo a Edward Cullen.