Jujutsu Kaisen y sus personajes no me pertenecen, son obra de Gege Akutami. Solo escribo por diversión.


¿Cómo era posible que solo una mirada pudiese provocar sensaciones tan intensas?

Yuuji no tenía una respuesta clara a ese interrogante, pero sabía sí sabía una sola cosa que podía afirmar por completo: el estremecimiento, el escalofrío y aquel leve, levísimo temblor de anticipación y ansias eran fantásticos incluso tornándose placenteros a un punto en el que podía llegar a avergonzarlo un poquito.

Y deseaba aún más. Anhelando que aquel cortocircuito se repitiera, alzó la mirada en un punto fijo lejano a la posición en la que realmente quería posar los ojos, observando al resto de la manada. La mitad oía lo que Nanami decía y estaban absortos oyéndolo sin enterarse de nada más...y la otra mitad estaba en las nubes, cada uno perdido en sus pensamientos. Yuuji se hallaba en un tercer limbo: oía a Nanami pero al mismo tiempo su mente estaba muy lejos de prestarle atención y entender lo que fuese que estuviese exponiendo frente al líder del clan…

...quien era el objetivo de sus ojos. Finalmente, mientras contenía la respiración y tragaba saliva intentando humedecer su boca seca, su mirada ambarina llegó al otro lado de aquel recinto amplio. Un jadeo estrangulado se dejó oír en su garganta, sus labios separándose por la impresión y sus mejillas tornándose cálidas, sus ojos incapaces de desviar nuevamente la mirada.

Porque Gojo seguía mirándolo. No, no lo estaba mirando, lo estaba atravesando con los ojos, la cantidad que tuviese. Sorprendido, azorado pero también sintiéndose halagado y algo nervioso, comprobó que aquel Alfa al que tanto le temían incluso los propios miembros de su clan lo estaba observando con los seis ojos abiertos...y sólo lo supo por la intensidad, el fervor del sentimiento que transmitían aquellos orbes celestiales.

Sintiéndose osado, Yuuji no volvió a despegar la mirada de Gojo y éste tampoco lo hizo de él, ni siquiera cuando Nanami había hecho una pausa a su exposición; mientras el Omega creía haber oído algo acerca de un conflicto en las raciones de alimentos con la llegada del invierno, Yuuji se recargó con el asiento que ocupaba, las pieles de otros lobos cazados acariciando la piel desnuda de sus brazos; parpadeó un par de veces y descruzó las piernas, sus manos ascendiendo lentamente por sus muslos apenas levantando la tela de la prenda ligera que cubría sus piernas, su ingle. Con cierto placer y sintiéndose victorioso, notó que los ojos del líder seguían cada uno de sus movimientos, los párpados entrecerrados y un suspiro casi imperceptible dejándose notar solo a ojos de Yuuji.

Yuuji ya lo sabía de antemano porque incluso él podía darse cuenta de ese tipo de cuestiones primitivas: Gojo lo deseaba, lo anhelaba tanto como Yuuji había aprendido a hacerlo con él en aquel último tiempo.

...sólo que había un pequeño inconveniente de por medio. Antes, mucho antes de que aquellos sentimientos surgiesen por parte de ambos, Yuuji había construido una unión parcial con Nanami y eso complicaba un poco la cuestión. Parcial, porque Yuuji había aceptado yacer y convivir con él sin un vínculo real de por medio. Nanami nunca lo había marcado y Yuuji tampoco se lo había pedido, pero era sabido por toda la manada que ambos eran pareja.

¿Qué importancia podía tener aquello para el líder de la manada? Para muchos, ninguna; como jefe del clan, Gojo podría haber pasado por encima a Nanami y reclamado lo que él entendía era suyo. Sin embargo, aquel Alfa de mirada imposible era especial, tal vez en el buen sentido. Alejándose de los actos más primitivos, Gojo había sabido respetar la voluntad no sólo de los miembros de su manada sino también de las ajenas, comportamiento extraño para saberse un sujeto por lo demás agresivo y poderoso.

Así, con el paso de las semanas y luego de los meses, Yuuji había detectado su mirada sobre él. Al principio lo había atribuido a una simple casualidad o incluso curiosidad pero luego, conforme el tiempo comenzó a pasar y sus ojos seguían posados sobre él, Yuuji comprendió el cariz de sus intenciones silenciosas.

Al principio había experimentado cierto temor...no por él, sino por Nanami. Yuuji sabía bien que el líder del clan en realidad podía disponer de los Omegas de la manada como se le diera en gana y, aunque Gojo nunca había forzado a nadie a yacer junto a él...bueno, siempre podía haber una primera vez y temía que si aquello llegaba a suceder, Nanami iba a oponerse férreamente.

Y una cosa iba a llevar a la otra, y…

Sorprendido, comprobó que su paranoia estaba injustificada. Gojo se había limitado a observarlo de lejos e incluso sólo a saludarlo cuando se hallaban bajo el mismo techo, pero nada más. Pronto, Yuuji comenzó a sentirse seguro de que Gojo parecía no intentar nada contra Nanami y éste parecía no percatarse del intercambio mudo entre ellos dos.

Y cuando el miedo había dado paso a la seguridad...había llegado su propio interés. Día tras día, semana tras semana, Yuuji percibió un sentimiento cálido y gratificante llenándole el pecho, expandiéndose y envenenando su cuerpo entero, su mente, su razón.

La satisfacción de sentirse deseado por alguien que no fuese su pareja, la adrenalina de saber que aquello estaba mal por su parte y...su propio anhelo, las ansias de llevar aquello un poco más allá aunque supiese que podría acarrear consecuencias nefastas.

Los ojos de Yuuji se desviaron una fracción de segundo hacia Nanami cuando éste apenas rozó su hombro con el dorso de la mano en una caricia suave pero voluntaria. Le sonrió y luego, como siempre sucedía cuando Nanami estaba concentrado en algo importante, dejó de prestarle atención a los pocos segundos. Cuando la mirada de Yuuji volvió hacia el objeto de su interés se sonrió un poco más, las comisuras de sus labios arqueándose y la diversión brillándole en los ojos.

Gojo no se había perdido un segundo de aquel intercambio sutil entre ambos y estaba incendiado en celos, Yuuji podía incluso olfatear el aroma tóxico de sus feromonas por el lugar. Incluso su cuerpo estaba inclinado hacia delante sobre el asiento que ocupaba, tal y como si hubiese estado listo para apartar a Nanami de un momento al otro.

— ¿Falta mucho?

Yuuji se reclinó un poco más entre las pieles, el susurro siendo tan suave que sólo Nanami había alcanzado a oírlo; éste sólo se limitó a voltear el rostro hacia él, luego a estirar la mano en su dirección. Con lentitud y la sonrisa aún instalada en sus labios, Yuuji acercó el rostro hacia la palma extendida, los dedos largos acariciando su piel en forma suave, contenida.

— No, sólo dame un momento más.

Nanami le devolvió el susurro y Yuuji sólo se limitó a asentir sutilmente. Tomó la mano de su pareja entre las suyas y besó su palma antes de que el otro se alejara, comenzando a hablar en voz alta otra vez.

— Ya es suficiente.

Cuando la voz profunda y clara de Gojo se dejó oír, todos parecieron despertar de una especie de letargo milenario. De repente, Yuuji sintió su corazón acelerar el ritmo de sus latidos, su garganta más seca que antes. Se sentó derecho en su asiento mientras estudiaba la expresión ofuscada, la ira dibujándose en el semblante de Gojo.

No, aquello no era ira. Era frustración., pura e incontenible.

¿Aquello realmente había sido una buena idea? Había provocado a Gojo a un punto al que jamás se había animado a llegar...porque estaba convencido de que el líder había entendido el desafío en su accionar y era a causa de eso que había terminado hablando, quizás más impelido por sus sentimientos que por un freno real hacia Nanami. Aún así, éste lo observó con cara de pocos amigos y Yuuji no pudo sino ocultar la sonrisa que se le estaba dibujando de nuevo en el rostro. Nanami y Gojo nunca habían logrado llevarse bien porque sus personalidades distaban demasiado de coincidir, pero se respetaban mutuamente y eso los mantenía alejados y lejos de los problemas del otro.

El tema surgía en situaciones como aquella, donde la manada tenía que decidir en conjunto y se necesitaba la presencia de ambos en el mismo lugar por un tiempo indeterminado que podía terminar en catástrofe.

— No, no es suficiente, Gojo.

— Sí, sí lo es.— el aludido bufó y por un momento, sólo por un instante, la ansiedad que parecía experimentar lo obligó a posar su mirada sobre Yuuji y luego a desviarla otra vez, tal y como si verlo directamente le causara dolor.— Y no, ni se te ocurra. El invierno se acerca y nosotros no somos un granero lleno de alimento para proveer a las otras manadas. Olvídalo.

— Quizás tenga que recordarte que…

— Nada.

Gojo se incorporó cuan alto era y Yuuji volvió a recordar lo imponente que podía ser, sobre todo cuando se molestaba. El resto de la manada incluido él hizo lo mismo; cuando todos estuvieron de pie, Gojo suspiró y su expresión pareció relajarse un poco, su mirada clavada aún en Nanami.

— He dicho que no, y no...es no, Nanami.

Si hubiese comenzado a los gritos, Gojo hubiese dado menos pavor que el que había causado con esas simples palabras dichas en un tono suave, casi melifluo. La advertencia se percibía clara en su orden y Nanami parecía estar luchando internamente contra ella. Finalmente, cuando la tensión creció en el ambiente silencioso, Yuuji dio un paso al costado y tomó la mano de Nanami entrelazando sus dedos con los del mayor, presionando.

— Déjalo, no puedes hacer nada.— susurró despacio justo en el momento en el que los ojos de Gojo se posaron sobre él de nuevo, su corazón respondiendo a la ansiedad insana y placentera que aquello le provocaba incluso en una situación así.— Sólo vámonos.

— Pero…

— Deberías hacerle caso a Yuuji, Nanami. Dicen que los Omegas perciben mejor el peligro que nosotros.

Yuuji resopló al oír el tono cantarín y despreocupado con el que Gojo había hablado. Se animó a mirarlo de nuevo, pero Gojo ya no lo miraba a él sino que, mientras sonreía a algún chiste que sólo él había entendido, comenzaba a colocarse aquella venda oscura que solía cubrir sus ojos la mayor parte del tiempo. Con decepción, Yuuji desvió de nuevo la mirada al comprender que no sabía cuánto tiempo más debía pasar para que pudiera volver a ver sus ojos otra vez.

— ¿Y yo estoy en peligro?.— la pregunta pareció descolocar a Gojo. Unos cuantos murmullos se levantaron entre los presentes hasta que el Alfa pareció recuperarse de la impresión, riendo como si hubiese sido una broma.

— Peligros hay muchos, Nanami. Muchos.

Yuuji no podía saberlo con certeza...pero estaba seguro de que Gojo lo había estado mirando a través de la venda mientras había pronunciado aquella frase. De cualquier manera, la reunión se había resuelto rápidamente cuando Gojo había decidido que era buena idea retirarse. Con cierta desilusión pero al mismo tiempo tranquilidad, Nanami y Yuuji también se habían retirado hacia su hogar, el primero enfurecido y el segundo ensimismado.

— Te das cuenta de que Gojo uno de estos días va a ser nuestra perdición, ¿no?

El Omega rodó los ojos en cuanto ingresaron a su morada; ya sabía que Nanami no lo iba a dejar pasar así como así porque no era la primera vez que un acontecimiento así se suscitaba...pero una cosa es que estuviese acostumbrado y otra que tuviese energías mentales para soportarlo.

— No te enojes, ya sabes cómo es.— Nanami chasqueó la lengua cuando percibió las manos de Yuuji en su espalda. Volteó hacia él aún con el semblante fastidiado.

— Hablas de Gojo como si fuese un niño al que hay que cumplirle los caprichos. Es el líder, tiene que comportarse como tal.

— ¿Y no lo hace, acaso?.—Nanami alzó las cejas y Yuuji bufó otra vez.— Yo creo que tiene un poquito de razón, Nanamin...quizás sólo está pensando en lo mejor para la manada. Ya hace frío y aún ni siquiera es invierno, imagínate cuando empiece a nevar y se complique conseguir alimento.

— ¿Por qué lo defiendes? Siempre lo haces, es extraño.

Yuuji no percibió un verdadero peligro en su pregunta porque Nanami la había formulado con confusión. Sin embargo, se había alejado uno, dos pasos de él y el Omega sintió la necesidad de hacer lo mismo, los calores amenazándolo con traicionarlo en el peor momento.

— No lo estoy defendiendo, sólo te digo lo que pienso. Gojo tiene un pensamiento más simplista que el tuyo. Él es todo o nada, no ve grises. Si quieres convencerlo, trata de entenderlo primero.

Nanami iba a replicar algo justo en el momento en el que la piel que cubría la entrada de su hogar ondeó débilmente, anunciando que había alguien más allí. Ambos guardaron silencio sólo para descubrir que se trataba de Ieiri Shoko, la actual encargada de la distribución de víveres de la manada. La mujer asomó la cabeza con expresión confundida y compungida al mismo tiempo, tanto como si estuviese obligada a estar allí.

— ¿Interrumpí algo?

— No, para nada.— Yuuji le sonrió restándole importancia porque realmente estaba agradecido por la interrupción. Suspiró, aliviado.— ¿Necesitabas algo o…?

— De hecho, sí. Bueno, yo no, Gojo.

La mujer rodó los ojos en exasperación e ingresó del todo al lugar. De pie frente a ellos, las manos cruzadas por delante de su cintura, Shoko parecía buscar las palabras adecuadas, un poco incómoda.

— Gojo ha reconsiderado su decisión y me envió aquí para conversar los términos de lo que propones, Nanami.— su mirada se tornó cansina, hastiada.

— ¿De verdad?¿Acaso sintió culpa?

— Nanamin.— el tono de advertencia de Yuuji se filtró a través de sus palabras, su mirada un poco tosca hacia Nanami.— Ya basta.

— Lo siento.

— Gojo no tiene planeado matarte, pero no lo provoques. Está un poco loco, así que puede cambiar de opinión de un momento a otro. Ya viste lo que sucedió la última vez.

Cuando Shoko les recordó el incidente en el que Gojo había "perdido" el control hacía un par de años atrás y había terminado masacrando él solo a una comunidad enemiga...Yuuji se sintió un poquito culpable y miserable en excitarse por eso. Por supuesto que no había perdido el control de sus acciones, Gojo nunca lo hacía. Aquella manada se había cansado de provocarlo, de extralimitarse con cuestiones delicadas como el territorio que les correspondía a cada uno y Gojo había alcanzado el límite de su paciencia, terminando con el problema de raíz.

Nada de grises, siempre a todo o nada.

— Me das mucha tranquilidad, Ieiri.

— De nada.

— Bueno, yo...los dejo. Entiendo poco y nada de lo que van a hablar y no quiero molestar, así que…

Nanami tomó la mano de Yuuji y presionó suavemente; con un poco de impaciencia, Yuuji le sonrió para darle a entender que estaba todo bien.

— ¿Seguro? Nosotros podemos irnos si deseas quedarte.

— Está bien. Me vendrá bien algo de aire.

No esperó una segunda réplica y salió de allí luego de despedirse de Ieiri.

Yuuji aceleró el paso fuera de su morada, una brisa fría comenzando a levantarse. El atardecer ya estaba cerca, los días cada vez más cortos en esa época del año. Mientras caminaba aún más deprisa, Yuuji percibió su respiración agitada y su corazón desbocado, pero aquello nada tenía que ver con el ejercicio que estaba haciendo allá afuera.

Había sabido entender la mirada de Ieiri en ese breve instante luego de que ingresara a su hogar. Ieiri no estaba exactamente allí para arreglar las cosas con Nanami, sino para entretenerlo mientras…

...un jadeo extraño mezclado con una risa se escapó de sus labios resecos. Los lamió, ansioso y expectante pero también nervioso mientras daba uno, dos, tres recodos hasta la morada donde sabía se encontraba el líder del clan. De pie frente a su territorio exclusivo, Yuuji se sorprendió al no ver a ningún guardia, a ningún miembro del consejo cerca de allí. Con paso temeroso pero sintiéndose extremadamente ansioso y temerario, Yuuji apartó con una mano la piel que cubría el ingreso a aquel lugar, el aroma fuerte del Alfa saturándole las fosas nasales.

— Así que Shoko hizo algo bien. Al fin.

La voz de Gojo hizo sobresaltar a Yuuji; volteando rápidamente, comprendió que el Alfa lo había seguido hasta allí y que había ingresado a su propia vivienda detrás suyo. Yuuji tragó saliva, expectante, ansioso, nervioso. Sus ojos estudiaban el rostro del líder en busca de alguna pista que le hiciese temer estar allí, pero la maldita venda aún le impedía verle los ojos.

— ¿Tienes frío, Yuuji?

El susurro de su voz anunció el mismo tipo de peligro de antes. Hasta ese momento, Yuuji no se había percatado de que estaba temblando. Gojo dio uno, dos pasos hacia él sin que el Omega pudiese despegarse del suelo, no por miedo sino por ansias. Cuando Gojo estuvo frente a él separados solo por unos centímetros, Yuuji levantó la mirada por la diferencia de alturas...inútilmente, porque Gojo ya se había cernido sobre él, la sonrisa divertida aún en su rostro.

— ¿O Nanami no te da el calor que necesitas?

— No sé de que hablas.— Yuuji encontró un instante para reaccionar y retrocedió uno, dos pasos para terminar topándose contra una mesa.

— No sabes de qué hablo. ¿Seguro, Yuuji?

Lejos de amedrentarse por su actitud esquiva, Gojo volvió a aproximarse hacia Yuuji, ahora acortando casi del todo la distancia que había entre ellos. Yuuji había ido hasta allí por voluntad propia, pero eso no significaba que la traición que estaba cometiendo no le generara nerviosismo y remordimiento; el Alfa se cernió sobre él otra vez, su rostro desviándose hacia el cuello de Yuuji, apenas olfateando sin hacer contacto con su piel.

— Hueles muy bien, Yuuji. Mejor de lo que había imaginado.- el murmullo grave contra su oído hizo jadear al Omega, la nariz del Alfa ahora acariciando su piel, olfateando.- Déjame ver un poquito más.

Un escalofrío recorrió la espalda de Yuuji cuando sintió los dedos de Gojo sobre su hombro derecho apartando parte de su ropa. Pronto, comprendió que lo que quería ver era su nuca y no su hombro. Con cierta pena, Yuuji agachó la cabeza al tiempo que descubría la piel de su cuello ante la mirada escrutadora del otro.

— ¿Por qué?

— Porque...no lo sé, en realidad.— Yuuji no tenía una respuesta concreta a por qué Nanami nunca lo había marcado como suyo, probablemente porque era un Alfa demasiado bondadoso para atarlo obligatoriamente a él de por vida.— Es complicado.

— No, no lo es.

De repente, Yuuji se vio a sí mismo en el aire, sus pies perdiendo contacto con el suelo. Jadeó sorprendido cuando entendió que Gojo lo había cargado en un instante y tal y como si pesara menos que una pluma lo estaba trasladando hacia otro sitio dentro de su morada.

— Yo te diré por qué no.

Con suavidad pero también con cierta presteza, Gojo lo depositó sobre...bueno, sobre lo que Yuuji sabía bien era su lecho, un nido de pieles acomodadas, mullido y caliente. Pronto, Gojo no perdió tiempo en nimiedades y estuvo sobre Yuuji en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo aplastando el del Omega impidiéndole cualquier movimiento. Instintivamente, Yuuji rodeó la cintura ajena con sus piernas atrayéndolo hacia él al tiempo que movía sus caderas al sentir la erección del Alfa contra su entrepierna.

— Por esto.— Gojo embistió suavemente la entrepierna de Yuuji haciéndolo gemir de anticipación, sus piernas separándose un poco más mientras las manos de Gojo se deshacían de las prendas que comenzaban a molestar, su boca sobre el cuello del Omega besando, lamiendo su piel.— Nanami es bueno, claro que sí. Muy bueno...pero no te provoca nada de esto.

Bruscamente, Gojo se deshizo de la falda que cubría la entrepierna y los muslos de Yuuji jalando hacia abajo, sus piernas estiradas para deslizar la prenda en ellas. Sintiéndose expuesto pero enardecido por su rudeza, Yuuji volvió a separar las piernas delante suyo en una clara señal de entrega que Gojo supo apreciar.

— ¿Cómo...cómo puede no querer preñarte?

La pregunta había sido formulada con indignación mientras la venda que cubría sus ojos salía disparada en cualquier dirección, sus mirada volviendo a hacer contacto; de nuevo, el cuerpo de Gojo se ajustó al suyo presionándolo sobre las pieles, sus bocas y lenguas encontrándose en caricias amorosas que iban incrementando el anhelo, la urgencia mientras sus manos recorrían la piel del otro en reconocimiento.

La sensación de tener a Gojo sobre él, entre sus piernas y en su piel era incluso más maravillosa y placentera de lo que Yuuji se había podido imaginar en sus fantasías más eróticas durante sus noches de insomnio.

Por eso, cuando sintió a Gojo gruñir suavemente contra su cuello, sus manos en su cintura intentando voltearlo sobre su lecho, Yuuji no opuso resistencia alguna; con delicadeza, Gojo giró el cuerpo de Yuuji hasta dejarlo boca abajo, su rostro enterrado en las pieles olfateando aquel aroma tan embriagante pero a la vez tóxico, impregnándolo todo. Sus piernas separadas se flexionaron, sus rodillas sobre las pieles y sus caderas hacia arriba, el calor del cuerpo ajeno sobre el suyo dejándose sentir a los pocos segundos.

Yuuji se aferró a las pieles cuando sintió la presión molesta y un tanto dolorosa volverse soportable, placentera. Un jadeo estrangulado salió bruscamente de su garganta cuando Gojo lo penetró completamente de una sola embestida, friccionándose contra él. Sin aguardar demasiado y con impaciencia por parte de ambos, Gojo comenzó a embestirlo cada vez más rápido, más vehementemente mientras Yuuji aplastaba su rostro de nuevo contra las pieles intentando acallar los sonidos indecorosos que ya no podía controlar.

— Déjame oírte, Yuuji.— siendo jalado por el cabello hacia atrás, Yuuji no tuvo opción más que cumplir sus palabras, los gemidos y jadeos volviéndose sonoramente vergonzosos.— ¿Nanami te hace gritar así? Responde.

Cuando los dedos tironearon con más fuerza de su cabello, Yuuji tragó saliva e intentó regularizar su respiración para intentar contestar lo que fuese que surgiese de su garganta en esos momentos.

— ¿Mmh? No te entendí.— las embestidas se volvieron más enérgicas, las piernas de Yuuji temblando en el proceso a causa del placer.

— N-No...no...no lo hace…

— Seguro que no. Para eso estoy yo.

Yuuji se dejó hacer porque aquello le fascinaba y no era solo una cuestión instintiva de elegir al Alfa predominante y más fuerte. Gojo realmente le gustaba a un punto que no podía definir bien y le provocaba sensaciones, pensamientos y expectativas diferentes a las que había tenido en algún momento con Nanami. Como si se tratara de una especie de sombra inmensa, Gojo había eclipsado su perspectiva de vida con Nanami quizás en el primer instante en el que Yuuji había comprendido que el Alfa lo miraba diferente. Llegó al orgasmo miserablemente rápido y segundos después, percibió la presión del nudo en su entrada aún cuando Gojo seguía penetrándolo a un ritmo más suave.

— ¿Cuándo es tu próximo celo?

Ya entredormido, la pregunta tomó desprevenido a Yuuji. Ambos se encontraban recostados sobre las pieles aunque en realidad, Yuuji estaba acomodado plácidamente sobre Gojo mientras éste acariciaba suavemente su espalda con la yema de los dedos.

— Eh...un par de meses, creo.

Gojo guardó silencio y Yuuji pensó por un momento que no agregaría más nada. Sin embargo, el pensamiento que estaba teniendo lo hizo reír, su risa retumbando en su pecho y transmitiéndose al rostro de Yuuji aún apoyado en él.

— Si Nanami no lo hace, lo haré yo..— Yuuji frunció el ceño, un poco alarmado y confundido.

— ¿Qué cosa?

Al levantar la mirada, Gojo lo observaba con las cejas arqueadas y el semblante sorprendido, confundiendo aún más a Yuuji porque para Gojo la cuestión parecía obvia.

— ¿Cómo que "qué cosa"? Preñarte, Yuuji. Tú eliges.


¡Holis!

Yo acá de nuevo jajajant bueno...este fanfic nació como un one shot, pero probablemente tenga más capítulos asi que...a esperar xD

Gracias por todo el apoyo!