Notas de la autora: Este fic está basado en el siglo xix. Por lo tanto habrá escenas un poco fuertes. Habrá contenido sexual por lo que este fic debe ser leído bao su propia responsabilidad.

Disclaimer: Los personajes de Dragón Ball no me pertenecen. Si fuera así, haría a Bulma saiyajin y a Goku sabiondo xd.


CAPÍTULO I: PRIMERAS IMPRESIONES


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Nunca se debe subestimar a un libro por su portada. Porque a veces, son las personas más hermosas quienes esconden oscuros secretos.

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Inglaterra. Londres

Año 1815

Ver el cielo, el mar, oír el sonido de las olas, escuchar cómo los sirvientes del barco iban de un lado a otro alistando sus maletas para su destino, causaba una gran excitación en su profundo ser. Un éxtasis la gobernada. La emoción le hacía cosquillas.

Podía deducir que estaban solo a minutos de estar a la arriba. Contando el cálido clima con el que les recibirían, la velocidad con el que el barco avanzaba y la distancia, no estaría a nada de volver a pisar su hogar. Aquella que no había visitado por más de cuatro años. A pesar del infortunio que tuvo que pasar, estar alejada de su país por casi la mitad de una década, fue lo mejor que le pudo pasar.

La temporada de primavera empezaba y, con ello, los eventos. Las fiestas, las mamás ambiciosas en buscar algún pretendiente a sus hijas, los bailes, los vestidos, las comidas. La época de cortejo empezaba, y ella había venido justo en el momento indicado.

Era joven, con ideas emancipadoras que se le inculcaron del país que provenía, con sueños por cumplir…Tenía educación, fue instruida por una institutriz. Sabía tocar el piano, dibujar, cantar, tenía un conocimiento innato que ninguna mujer poseía, y, sobre todo, había obtenido un logro que ninguna mujer, por más estatus que tenga, era incapaz de poseer: ir a una universidad.

Bulma sonrió de lado al pensar en la carrera que había estudiado: Ciencias. Aunque no estaba para presumir sus estudios, tampoco podía evitar sentirse orgullosa de aquellos.

Cerró su libro de ingeniería al oír cómo tocaban la puerta de su habitación. Posó su libro delicadamente en su escritorio mientras miraba con dirección a la puerta. La iluminación de los rayos del sol que entraban de la ventana, la fastidiaban un poco, más no lo suficiente como para malhumorarla.

—Adelante—ordenó.

La puerta de su habitación se abrió. Su doncella se paró en el umbral de su puerta. Era Milk. Su leal doncella que la acompañó y apoyó en todas las circunstancias de su vida. Le debía la vida.

—Señorita Briefs—saludó amablemente con una sonrisa—he venido a decirle que el barco estará a punto de arribar en los próximos cuarenta minutos.

Bulma sonrió con ilusión. Su corazón palpitaba y latía con vehemencia con cada segundo que pasaba.

—Muchas gracias, Milk. Por favor, encárgate que todo esté bien empacado cuando lleguemos a tierra. Quiero mostrarles a mis padres todo lo que aprendí en Estados Unidos.

—Por supuesto, señorita Briefs—dijo dispuesta a marcharse y cerrar la puerta.

—Espera—Bulma la paró mientras se levantaba de su silla. Su vestido blanco, cuyas mangas dejaban al descubierto su clavícula y cierta parte de sus pechos y hombros, hacían resaltar su inusual y exótico cabello turquesa. Su doncella la miró atenta a su orden—Antes de ir a la residencia de mi padre, me gustaría visitar el auditorio Covent Garden Theatre.

—Discúlpeme, señorita Bulma—avanzó un poco hacia ella mientras miraba con suspicacia por los pasillos del barco para que nadie las escuchara—pero ¿no sería un poco escandaloso que vaya al teatro sola? Ya no estamos en Estados Unidos para que pueda disfrazarse como solía hacerlo—susurró.

—Por eso mismo, Milk. Ya no estamos en Estados Unidos, no es necesario que me disfrace de hombre como solía serlo—la sonrisa de la peliazul no podía evitar ensancharse ante tales recuerdos. Su pecho se hinchó de emoción mientras que sus ojos brillaban de alegría y entusiasmo—Casi nadie se acuerda de la desaparecida Bulma Briefs que se fue sin dejar ningún rastro de Londres, ¿por qué causaría revuelo? —dijo mientras volteaba a su espejo que estaba en la esquina de su cuarto y se miraba — Solo preguntaré por el puesto de actriz. He oído de las bajas que ha tenido el Covent Garden Theatre—movió su cuerpo en un vaivén delicado mientras veía cómo su falda blanca se ondeaba e imaginaba ser ella la que estuviera bailando en el auditorio.

No pudo evitar reír al verlo. La idea de cantar, actuar y bailar en el teatro la entusiasmaba más de lo normal. Había estado anhelando este momento durante años. Cuando estaba en Estados Unidos frecuentaba ir al teatro para perfeccionar sus dotes de canto y baile, aunque lo último le salía natural. Conoció bastantes cantantes de ópera famosos, sopranos, actrices y bailarines.

—Espero que la acepte, señorita Briefs. Tal vez si se encarga de mostrar sus dotes en la fiesta de su padre, podría llamar la atención del dueño. —recomendó Milk mientras cerraba la puerta y la miraba—He oído que el teatro ha perdido gran cantidad de dinero después de la remodelación que tuvieron que hacer debido al incendio. Imagínese, señorita Briefs, si una plebeya como usted, hija del científico y barón Briefs, está en el teatro, llamaría la atención de las personas. Ya sabe cómo es la sociedad noble, le encanta el entretenimiento…y sobre el chisme—susurró perspicaz.

Bulma volteó mientras la miraba con gran asombro, su vestido hizo un vuelo ante tal movimiento.

—¡Tienes razón, Milk! ¡Esa idea es maravillosa! —no podía negar que le causaba mucho miedo el ser rechazada por su condición. Pero Milk tenía razón. Las mejores fiestas eran realizadas por su madre, eran ostentosas y de exóticas temáticas, si ella daba algún espectáculo tal vez podría convencer al dueño para que la contrate como actriz principal. Su corazón palpitó de emoción—¿Un baile o una actuación? ¿Cuál crees que le guste?

—Yo creo que una actuación, señorita Bulma. El sonido de su voz, su baile y hasta su esencia cautivarán al público. Su belleza es admirable. Tal vez y cuando finalice la temporada ya podría estar comprometida—el semblante de la peliazul no pudo evitar cambiar drásticamente ante su comentario. La doncella se dio cuenta de su error. No pudo evitar angustiarse ante lo mencionado—Señorita Bulma…cuanto lo-

—No te preocupes—la interrumpió mientras volteaba para verse en su espejo—Al fin y al cabo, terminaré rechazando cualquier propuesta de matrimonio. No estoy interesada en ser esposa de nadie—Milk asintió con alivio. Los ojos azules de la peliazul no pudieron evitar fijarse en el blanco de su vestido. Esta era una nueva temporada y debía lucirse. No para hombres ni para los demás, sino para ella. Se vestiría para ella, y resplandecería para ella. Solo para ella y siempre para ella. Miró a Milk mediante su espejo—Milk, necesito ponerme uno de los mejores vestidos que tengo antes de arribar. Un peinado libre y suelto, como siempre me gusta.

La pelinegra sonrió mientras se acercaba a ella.

—No se preocupe de eso, señorita Briefs—la miró detrás de su espejo con otra sonrisa cómplice. Bulma se la devolvió— Aún tiene vestidos que no ha estrenado en la temporada pasada, ¿cuál gustaría vestir para la ocasión?

—El perla—respondió mientras sentía cómo Milk quitaba lentamente las tirantes de su corsé—No quiero llamar mucho la atención. Por lo tanto, no quiero utilizar ninguna piedra preciosa, solo perlas.

—Usted siempre va a resaltar aun así no lo quiera, señorita Bulma—agregó la doncella mientras dejaba caer la falda de la peliazul—, su belleza impecable y cabello azulado la hacen exótica por naturaleza.

Bulma sonrió mientras la miraba con cierto reproche por el espejo. Milk soltó una risita.

—Estoy segura que las mujeres más bellas, son las que no muestran su belleza, ¿verdad Milk? —ella evitó su mirada mientras continuaba sacando los tirantes del corsé— Un día de estos deberías ponerte uno de mis vestidos y pasear como una plebeya. Después de todo, tú también eres una de nosotras.

Milk no pudo evitar sonrojarse ante su propuesta. Bulma la miró con suspicacia. Se puso un brazo para tapar sus pechos mientras sentía cómo sacaba el corsé. No pudo evitar sentir una liberación tremenda al no tenerlo encima de ella.

—Le digo algo, señorita Bulma—dijo Milk mientras le daba una bata de seda y se la ponía—Estoy segura que será usted el diamante de la temporada. Será la envidia de las demás plebeyas. Después de todo, es usted una Briefs.

Bulma sonrió ante su halago. Veía cómo Milk limpiaba y acomodaba el vestido de perla para ponérselo.

Su pecho no pudo evitar hincharse nuevamente al oír cómo las olas del mar sonaban y cantaban en el silencio del barco. Era temprano, recién comenzaba salir el sol y brillaba en su máximo resplandor, pero no importaba. Porque hoy día sería el día donde tomaría su puesto y desafiaría a la sociedad que la juzgó y abusó de su inocencia e ignorancia.

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Sus ojos negros no pudieron evitar fijarse en la mujer desnuda que yacía en la cama. El cuarto aún olía a sexo, el olor aún persistía y con ello, su molestia y rabia aumentaba hacia su prometida. Estaba a tan solo nueve meses para casarse, nueve meses para firmar su sentencia y privarse de la libertad que gozaba antes y hace unos minutos.

Aún recordaba con remordimiento aquel acontecimiento que pasó esa noche. Cuando cayó ante la trampa de una simple dama. Él, el duque Vegeta IV, quien había pertenecido en las más voraces batallas, quien estuvo años en la marina, al servicio del país, un perfecto estratega, no había podido ver algún movimiento indigno de una simple plebeya.

Una simple plebeya que ahora sería su esposa.

Vegeta apretó los puños con fuerza. Dándole una última mirada a la mujer, se levantó de la cama y empezó a buscar su vestimenta. Su camisa, su corbata, su chaleco, su abrigo, su pantalón y sus zapatos estaban esparcidos por todo el cuarto.

No pudo evitar en apretar los labios.

Miró el reloj romano que estaba colgado en la pared de la habitación. Eran las siete de la mañana. El sol estaba saliendo. Y él tenía una reunión en tan solo una hora. Debería alistarse lo más rápido. Ser impuntual era un signo descortés, y él, por supuesto que no era descortés.

Soltó un suspiro mientras se vestía. Tendría que visitar las tierras de Vegeta-sai para asegurarse de que todo esté procesando bien. El ganado, las tierras, los mercaderes, tenía que asegurarse de todo. Ese era su deber. Darle honor a su ducado y hacerle saber a la reina que era digno del linaje.

Terminando de acomodarse su corbata, le dio una última mirada a la mujer que dormía en la cama y salió de la habitación. Tal vez reconsideraría tomarla por segunda vez, aunque trataría de no hacerlo frecuentemente; era una viuda.

Las luces del sol caían por la residencia de aquella dama. Sus zapatos resonaban en el silencio del salón mientras se dirigían a la salida. Los sirvientes del hogar lo vieron, se inclinaron ante él mientras le abrían la puerta de la finca.

—Hasta pronto, su excelencia—oyó su despedida. Él no se inmutó en dirigirles la mirada. Sabía que era su deber y respeto tratarlo como se debía. No debería ni siquiera perder el tiempo en dedicarles la mirada.

Fijo su vista al exterior. Su carruaje lo esperaba.

—Buen día, su excelencia—saludó su lacayo mientras le abría la puerta del carruaje—¿A dónde nos dirigimos?

Vegeta se abrochó los botones de su abrigo antes de subir a las escaleras.

—A la residencia Briefs—respondió mientras subía—Iremos a la residencia Briefs.

La puerta del carruaje se cerró. Vegeta fijó la vista en el paisaje de la residencia. Al parecer el difunto Señor Gero tenía una residencia con mucho territorio verde. Cosa que él, le desagradaba en lo absoluto.

Sintió cómo su carruaje empezó a avanzar. El sonido del paso de los caballos se podía escuchar en los asientos. Vegeta fijó su mirada en la ventana. Veía cómo las tiendas empezaban a abrir sus puertas, cómo las damas salían de sus carruajes con sus doncellas para pedir confeccionar algún vestido para estrenar en los eventos, cómo algunos caballeros salían con sus regalos para cortejar a alguna plebeya…

Algo totalmente estúpido para él. Hasta ahora no entendía por qué tomarse el tiempo de ir a gastar parte de su tiempo en cortejar alguna dama. Sentir cómo las madres persistentes y ambiciosas lo fastidiaban hasta más no poder, para lograr que su hija se case con él y tenga su título, lo irritaba. En lo absoluto.

Su carruaje paró en la residencia Briefs. El prestigioso y famoso barón Briefs lo estaba esperando para saldar asuntos comerciales.

Vegeta bajó del carruaje al sentir cómo sus lacayos abrían la puerta. No pudo evitar en apreciar la residencia. Era grande, extensa, con muy buen gusto para recibirlo. Un lugar muy espacioso para una familia pequeña. Pudo notar cómo estaba siendo decorada para el evento que se realizaría hoy.

—Sea bienvenido, su excelencia—lo saludó uno de los sirvientes de los Briefs. Vegeta solo atinó a darle una mirada mientras entraba con altivez.

La arrogancia, soberbia y altanería que desprendía el duque Vegeta IV, causaba bastante temor en las demás personas, incluyendo los nobles. Jamás se metió en ningún escándalo. Era un caballero respetable, exigente, con adusto accionar y un con un tono de voz grave que estremecía a cualquiera que lo escuchara; era un digno representante de la realeza inglesa.

Vegeta entró al salón de visitas. La decoración, las mesas, las luces, los bocadillos, las flores eran evidentes ni bien se entraba. Optó por esperar de pie al barón Briefs. Lo que menos quería era llamar la atención.

Sin embargo, por más que lo intentó, una sirvienta pelirroja se acercó hacia él.

Vegeta la miró.

—Buen día, su excelencia—lo saludó con una reverencia. Su tez blanca y sus ojos verdes hacían resaltar el sonido de su mirada y el color de su cabello. Era una mujer atractiva, solo que era sirvienta—¿Gustaría algo de tomar mientras espera al barón Briefs?

Vegeta la miró por unos segundos. Impasible ante su pregunta. Frunció el ceño mientras desvió su mirada con total frialdad. No respondió.

No pudo evitar fijar sus ojos negros en la dama que bajaba por las escaleras. Era Lady Bunny.

El peliflama tragó saliva al verla. Lo que menos quería en este momento era conversar con esa mujer que hasta el sonido de la mosca parecía causarle gracia. La amabilidad que poseía y la delicadeza con la que lo trataba, lo incomodaba totalmente.

Lady Bunny sonrió con amabilidad al ver al Duque de Vegeta-sai esperar a su esposo. Los rulos de su cabello rubio se movían con sutileza mientras bajaba por las escaleras.

—Su excelencia, que gusto saber que llegaría tan temprano, ¿gustaría algún bocadillo mientras espera a mi esposo? —preguntó mientras cogía un pastelito de la fuente que estaba en la mesa de invitados—Puede tomar asiento, va a tardarse algunos minutos.

—Prefiero esperarlo aquí—respondió cortante al notar su falta de reverencia.

Lady Buny volteó hacia él mientras estudiaba su semblante. Si no fuera porque estaba comprometido, diría que sería un buen partido para su hija. Harían una bonita pareja.

Sonrió de lado mientras recordaba a su hija.

—No sé si le llegó la invitación, su excelencia—Vegeta la miró de reojo—, pero hoy en la noche haremos un evento por la llegada de mi hija. Tal vez usted y su futura duquesa podrían venir. Después de todo, es bueno que los futuros esposos pasen tiempo juntos antes de que se separen por la boda—soltó una risilla.

Vegeta frunció el ceño. Odiaba, le fastidiaba que mencionaran a su prometida. Suficiente tenía con el compromiso que arreglar.

—No sabía que tenía una hija—soltó. La impaciencia empezaba a gobernarlo. Esperaba que el señor Briefs se apurara. Lo que menos quería era tener una conversación con su esposa.

—¡Por supuesto! Hoy viene de viaje. Justo para restablecerse en la sociedad y conseguir por fin algún marido que la pueda amar—respondió mientras se sentaba en la silla y empezaba a tomar el té—Ella… es un poco difícil…pero cuando vuelva de su viaje será toda una dama.

La mandíbula de Vegeta se tensó. La voz de aquella mujer lo estaba empezando a exasperar. Lo que menos le interesaba a él era saber sobre lo que su mocosa podría hacer. No estaba interesado en saber la vida de ninguna mujer.

Las venas empezaron a formarse en su frente.

—Debió haber sido muy difícil para usted estar separada de su hija.

—¡No sabe cuánto! —tomó otro sorbo mientras dirigía su mirada al duque—Con el casamiento de mi hija Tights, ha sido muy difícil no tener la compañía de mi hija menor.

—Puedo imaginármelo.

—Aunque ella era un poco diferente a las demás plebeyas, tiene una belleza envidiable. Lástima que estaba de viaje…podría haberla presentado ante su excelencia.

—Supongo que ella es tan encantadora como usted.

—¡Es mucho más encantadora que yo! Cuando venga al evento, hoy en la noche, se la presentaré con mucho gusto, ¿asistirá, su excelencia?

Vegeta solo atinó a asentir mientras miraba con cierto desespero a las escaleras. Si el señor Briefs seguía sin bajar, él mismo se iría. No pensaba quedarse más con Lady Bunny.

Sintió un alivio al sentir cómo el Señor Briefs bajaba lentamente. Endureció sus facciones. El tiempo gastado había sido mucho. Alzó su mentón con soberbia.

—Pido que me perdone, su excelencia, por hacerlo esperar—dijo mientras veía el desagrado en los iris negros del duque—Nos sorprendió por su puntualidad.

—La puntualidad es signo de cortesía. La impuntualidad, irresponsabilidad.

El señor Briefs solo atinó a sonreír ante su reproche.

—Sígame, su excelencia, le mostraré cómo está quedando el prototipo de la máquina que le enseñé en boceto—volteó para marcharse.

Vegeta soló procedió a seguirlo. Ya estaba acostumbrado a que la familia Briefs no haga una reverencia ante él. Se lo pasaba solo porque hacía negocios con ellos, pero solo por eso. Esperaba que su dichosa hija, de la que tanto hablaban, mostrara, al menos, algún signo de respeto ante él.

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Los ojos de Bulma se iluminaban con el pasar de los segundos al volver a ver las residencias por la ciudad de Londres. Veía los carruajes y los caballos, los caballeros y las damas, las tiendas y los compradores, las doncellas y sus damas, el cielo iluminado por los rayos de sol y las casas. Todo…la emocionaba.

Siguió mirando por la ventana que tenía el carruaje.

—Emocionada de volver a su hogar, ¿señorita Bulma? —preguntó Milk quien estaba a su frente. Poseía su vestido celeste de doncella.

Bulma la miró. Era patente la emoción y la adrenalina que corría en su cuerpo y podría ser expresada en la mirada de sus luceros.

—Lo estoy…pero más emocionada estoy por ver el teatro y visitar a mi… hermana—miró sus manos cubiertas de guantes con cierto nerviosismo—Después de lo pasado yo…

—Usted comprendió su error, señorita Bulma—Milk tocó su mano. Bulma la miró, sonrió por su gesto de amistad—Es su hermana, por supuesto que la aceptará.

La peliazul soltó un suspiro ante lo mencionado de la pelinegra.

—Muchas gracias, Milk—apretó con fuerza su mano. Ahora fue su doncella quien le devolvió su sonrisa—Aunque ya te dije que no me llamaras como usted, solo Bulma. Después de todo lo que hemos pasado, lo que menos debería de hacer es tratarte como doncella.

Milk se acomodó en el asiento del carruaje. Estuvo a punto de responder, pero ambas sintieron cómo los caballos paraban y el carruaje también. Habían llegado al teatro. El corazón de Bulma empezó a latir con emoción mientras sentía cómo uno de sus criados abría la puerta del carruaje.

Bajó lentamente mientras tomaba la mano del sirviente. No pudo evitar fijar sus ojos en la construcción que estaba frente a ella. Luego de sufrir el incendio en 1808, su reconstrucción lo hizo nombrarse un teatro real. La fachada estaba construido al estilo nórdico, abarcada una extensa cantidad de área. Los edificios; la fachada; el foyer, donde es el lugar de descanso del público; y el auditorio…tan solo imaginar el cómo sería por dentro la erizaba por completo.

—Vamos, señorita Bulma—sintió cómo Milk agarraba su brazo con sutileza y la jalaba hasta la puerta.

No pudo evitar sentirse nerviosa. Podía sentir cómo había un hormigueo en toda su columna, sentía como si en cualquier momento sus pies ya no tendrían rumbo. Sus manos, que eran tapadas por sus guantes, sudaban de los nervios. Sus pies solo seguían el agarre de Milk, y su cabeza, solo pensaba en el peor escenario que le podría suceder: el ser rechazada.

En ese teatro solo eran aceptados los mejores talentos para brillar. Solo eran unos pocos quienes trabajaban allí. Pocos, pero un gran talento.

¿La rechazarían por ser una plebeya? ¿O la aceptarían por eso? La mayoría de los trabajadores del teatro siempre eran mujeres. Ellas eran las que cantaban, bailaban y actuaban; a excepción de los hombres, que tocaban los instrumentos y raras veces cantaban. Ella cumplía con todos esos dotes, ¿podrían rechazarla por eso…?

Tragó saliva lentamente.

Volvió en sí al sentir cómo Milk tocaba la puerta. Suspiró nerviosamente. Volteó su rostro hacia un costado para poder ver su carruaje que la esperaba en la entrada del teatro. Llamaba mucho la atención.

Bulma no pudo evitar estremecerse al escuchar los pasos retumbantes de cierta persona. Se vio obligada a alzar el mentón al sentir cómo abrían la puerta. Un señor alto, mayor y erguido salió ante ellas.

Las miró detenidamente.

—¿Puedo ayudarlas en algo, bellas damas?

Bulma lo miró. Estaba vestido formalmente como caballero. Sus volantes, corbata de encaje negra, medias de seda blanca, zapatos con hebilla, pantalón tirón alto color negro, su camisa lisa de lino blanco….por un momento se sintió intimidada, pero se vio obligada a tratar de no estarlo al recordar la razón por la que estaba presente.

—Buen día, caballero—lo saludó, Milk le hizo un leve saludó con la cabeza. Bulma abrió la boca, las palabras no salían de ella. Se maldijo mentalmente por su nerviosismo—Estoy buscando al encargado de este teatro, ¿estará presente?

El hombre las miró de arriba abajo.

—¿Para qué? —preguntó adusto—Damas como ustedes no deberían estar caminando sin compañía por estos lugares. ¿No deberían estar en el campo siendo cortejadas por caballeros? ¿Qué cosa quieren?

Bulma sintió cómo un amargo sabor se formaba en su paladar. Lo miró por unos segundos antes de responder.

— He dicho que he venido a hablar con el administrador de este lugar. Discúlpeme, caballero, pero todas sus preguntas serán respondidas al dueño del teatro.

Un silencio se hizo presente. Milk no pudo evitar sentirse incómoda al ver el ceño fruncido del hombre. Bulma mantuvo su postura firme.

— ¿Quién es usted?

—Soy Bulma Briefs—respondió firme. El caballero no pudo evitar asombrarse al escuchar su apellido—Hija del científico y barón Briefs, aquel que reconstruyó este teatro después del incendio. Así que he venido a conversar con el dueño del teatro. Tengo una propuesta que tal vez pueda ser de su gusto.

El hombre la miró por otros segundos mientras estudiaba sus palabras. Sus ojos verdes se encargaron de verificar la veracidad de lo mencionado. Había escuchado de la hija menor de los Briefs, aquella que poseía un cabello inusual a las demás mujeres que fue enviada al extranjero para recibir clases de etiqueta.

Observó a la peliazul detenidamente.

Poseía un vestido perla con coberturas de encaje en los hombros, no poseía muchas piedras preciosas, solo dos aretes de perla. Su cabello era suelto y con ciertos rulos.

Vio a su doncella. Poseía su vestido de doncella color celeste marino. Tenía su cabello negro totalmente recogido.

Fijó la vista en su carruaje, poseía al cochero y sus respectivos caballos. Volvió su vista hacia la ojiazul.

—Espero que su propuesta, señorita Briefs, sea digna de escuchar. Mi tiempo es muy preciado, y como dueño de este teatro tengo muchas responsabilidades qué hacer.

Bulma no pudo evitar asombrarse y sonrojarse al descubrir que todo este tiempo el dueño del teatro había estado delante de ella. Se avergonzó por su descortesía.

Asintiendo levemente y haciéndole una señal a Milk para que la siguiera, entró al teatro. Y entrar…fue sentir cómo su sueño se cumplía lentamente.

Entraron solo al foye, no pudo entrar al auditorio. Pero no importaba, ella entraría a ese auditorio, pero no cómo público, sino como actriz.

—Tomen asiento, por favor—solicitó el dueño mientras señalaba la mesa. Bulma asintió mientras ella y Milk se sentaban frente al él en la pequeña mesa. Él la miró con suspicacia—Y bien, señorita Briefs…, a qué debo su visita.

Bulma lo miró, luego miró rápidamente a Milk para volver su vista a él. Su pecho empezó a hincharse de los nervios.

Apoyó sus manos en sus pantorrillas.

—Yo…yo voy a ser muy directa con usted, señor…

—Señor Michael .

—Señor Michael—aclaró Bulma. Decidió mirarlo directamente a los ojos. No se mostraría tímida ni nerviosa. No perdería esta oportunidad—He venido por el puesto de actriz principal. Quiero trabajar en este teatro.

El silencio reinó por unos segundos en la mesa. Bulma sintió que aquellos segundos fueron los más eternos que pudo presenciar.

El señor Michael la miró impasible.

—Con todo respeto, señorita Briefs, el puesto de actriz principal no está disponible aparte-

—Estoy al tanto de su condición económica—se apresuró. Los sentidos del señor Michael se agudizaron ante tal oración—Después del incendio, se gastaron grandes cantidades de dinero que tuvieron que volver a obtener subiendo los precios de los boletos y sé, perfectamente, que eso no ha sido recibido muy bien.

—Señorita Briefs…

—Puedo ayudarlo a obtener esas ganancias—soltó con apuró. El señor Michael la miró atento. Bulma decidió continuar—Sé todo sobre artes escénicas. Sé cantar, sé bailar, sé actuar, tocar el piano y hasta tocar el violín. He sido totalmente educada como una plebeya y el haber viajado me hizo conocer obras espectaculares. ¿Sabe la razón por la que menos nobles visitan su teatro?—El señor Michael no contestó— Por falta de entretenimiento. William Shakespeare tiene obras encantadoras. Hamlet, Romeo y Julieta, Macbeth…

—¿Qué me asegura que usted traerá ganancias a mi teatro, señorita Briefs?

Bulma lo miró. La confianza volvió a ella. Alzó el mentón dejando que pequeños mechones azules cayeran por su cuello.

—Si la sociedad se entera que la hija del científico, empresario y barón Briefs trabaja en el teatro, es muy probable que se alarmen. Y por esa razón irían a verme. No todos los días se ven mujeres nobles trabajando.

El señor Michael entrecerró los ojos con suspicacia.

—De igual manera, señorita Bulma, dudo que-

—Venga como invitado a la fiesta que se realizara en mi honor, señor Michael—lo interrumpió. El dueño se sorprendió ante ello—Haré un espectáculo, y usted verá si soy apta o no. Si gusta, también podría invitar al público para que vaya a su teatro.

—Señorita Briefs…

—¿Iría? ¿No rechazaría una invitación mía, o sí, señor Michael?

Él la miró. Bulma parecía confiada por fuera, pero por dentro estaba temblando y tenía nervios de miedo. Quedaría como una tonta si la rechazaba. De igual manera, si llegaba a ser rechazada, volvería a intentarlo. El miedo no la vencería.

Esperó los segundos que el señor Michael se demoró en contestar. Miró sutilmente a Milk. Ella le dio una mirada cálida.

—Acepto, señorita Briefs—respondió. Bulma sintió cómo su corazón se paraba y la respiración se le iba ante su respuesta—Si logra ser lo que tanto dice, tomara el papel. De lo contrario, agradeceré su interés en el teatro.

Los ojos azules de Bulma brillaron. Sus mejillas empezaron a tornarse rosadas de la emoción.

No pudo evitar sonreír ante su respuesta. Milk también sonrió por Bulma.

—Muchas gracias, señor Michael—agradeció mientras se levantaba y le daba la mano. Michael la vio dudoso ante ese gesto; sin embargo, acepto—No se arrepentirá.

—Espero no hacerlo.

El corazón de Bulma latió con emoción y felicidad. Tendría que llegar rápido a su hogar para ensayar con la obra. Daría una presentación espectacular, de eso no habría duda.

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(...)


La reunión con el barón Briefs había terminado. Ya se había llegado a los acuerdos y a los respectivos gastos sobre el prototipo. Era cuestión de tiempo para verlo y tenerlo para las tierras de Vegeta-sai.

—Dígame, su excelencia, ¿cómo van las actividades en Vegeta-sai? —preguntó el barón mientras bajaba por las escaleras al igual que el duque.

Vegeta no se inmutó a mirarlo, siguió bajando con su arrogancia característica.

—Bien—respondió grave—Aunque hay algunas rebeliones ante las máquinas, nada de problemas por el momento.

El señor Briefs asintió. Vio cómo su esposa se acercaba hacia ellos. Sonrió de lado al ver el semblante disimulado del duque.

—¿Ya terminaron su reunión? —preguntó Lady Bunny mientras veía bajar al duque y a su esposo. Sonrió amablemente al duque cuando pisó la sala de visitas.

—Sí, querida—respondió su esposo—El duque ya se va. Supongo que se preparará para el evento de hoy—lo miró de reojo.

Vegeta frunció el ceño.

Lady Bunny se acercó lentamente hacia él.

—Su excelencia, ¿no gustaría quedarse por unos minutos? Tal vez podría presentarle a mi querida hija Bulma. Deduzco que su carruaje ya estará aquí en unos minutos.

Vegeta sintió cómo se estremecía ante su cercanía. Lo que menos quería era quedarse más tiempo en la residencia Briefs.

—Tengo asuntos que atender, mi lady.

—Oh, que lástima. ¿Traerá a su futura duquesa al evento, su excelencia? Tal vez podría darle algunos consejos para su luna de miel—soltó una risilla.

Vegeta apretó con dientes con impaciencia.

—Temo que Lettuce no podrá venir al evento—respondió. Trató de disimular el remordimiento al pronunciar el nombre de su prometida. Cada vez que lo hacía recordaba la razón y el acontecimiento que tuvo que pasar para comprometerse con ella—Pero iré en su representación. No se preocupe—explicó tratando de separándose de su cercanía. Su mirada no pudo evitar fijarse en la sirviente pelirroja nuevamente. Endureció sus facciones evitando su mirada—Tengo que irme. Nos vemos en la noche—los miró. Dándole la mano al barón y dando una asentida de despedida a Lady Bunny. Salió para entrar a su carruaje.

No pudo evitar tronarse su cuello, ante la tensión. Siempre que iba a la residencia Briefs, regresaba con dolor de cabeza por Lady Bunny. Su amabilidad y felicidad eterna le causaban incomodidad.

Acomodó su abrigo negro. El sol brillaba en su máximo resplandor. Podía ver cómo las personas ya estaban saliendo a pesar por la ciudad. Los diversos carruajes y el sonido de los caballos ya eran evidentes.

Vegeta miró al cochero que abría la puerta.

—A la residencia de la futura duquesa—ordenó antes de cerrar él mismo la puerta del carruaje.

No supo por cuanto tiempo el carruaje estuvo avanzando. Perdió el conteo del tiempo. Sus ojos negros solo se perdieron en la ventana del coche. Veía el paisaje y dejaba que los rayos del sol chocasen contra su rostro. De hecho, le tenía sin cuidado visitar a su futura esposa. Trataba de evitar en lo más posible su presencia. Pero a veces, era imposible. La persistencia de Lettuce lo agobiaba tanto como la amabilidad de Lady Bunny.

Sintió cómo el carruaje paró. Tragó saliva al sentir a uno de los cocheros abrirle la puerta. Sin dignarse en agradecer, bajó rápidamente para entrar a la residencia.

—Buenos días, su excelencia.

—Sea bienvenido, su excelencia.

—Es grato su bienvenida, su excelencia.

Vegeta no contestó a ninguno de sus saludos. Solo quería encontrar a la única persona por la que había visitado esta residencia. Encontrarla, hablar con ella y largarse de una maldita vez.

La buscó por todas partes. En la biblioteca, en la sala de visitas, en el escritorio de su hermano, en el jardín, en la azotea. Su desesperación por encontrarla crecía con el paso de los segundos. No porque le importaba o se preocupaba, de hecho, no lo hacía. La desesperación crecía por su impaciencia. Si pensaba que se quedaría esperando por ella hasta que regrese, estaría demente. Él no era de aquellos que esperaba, y mucho menos a las mujeres.

Abrió la puerta de su dormitorio.

Suspiró con vehemencia al verla en la cama con solo su bata de seda.

Ella lo miró.

—Pensé que te irías…—dijo mientras se levantaba de su cama. Vegeta la apreció. Evitó su mirada al verla frente a él. Su cabello negro liso no estaba recogido, no poseía maquillaje. Solo esa bata que a las justas tapaba su cuerpo. Apretó los dientes.

—Iba a hacerlo—contestó con frialdad. Retrocedió al ver cómo ella avanzaba hacia él. Lettuce paró su avance al ver su rechazo—Solo he venido para hablar contigo.

—¿Solo para eso te dignas a verme? ¿Vas a avisarme o algo por el estilo? —lo miró con suplica —Vegeta… ¿Enserio vamos a estar separados nueve meses?

Vegeta fijó su mirada en ella. No se inmutó ante su pregunta. Todo lo contrario, la miró con resentimiento y desdén.

—Iré al evento que realizará el barón Briefs—Empezó a explicar. Lettuce lo miraba atenta a cada una de sus palabras mientras el dolor aún seguía en ella—Tú no irás. Te quedarás acá. No importa lo que pienses o sientes, no es de mi incumbencia. Tengo suficiente con los arreglos matrimoniales, tener tu presencia conmigo toda la noche solo me causará más dolor de cabeza.

Lettuce lo miró consternada.

—No me puedes prohibir ir a ningún evento. Soy tu prometida.

—Tú te condenaste a esto—se apresuró. Lo que menos quería hacer era seguir discutiendo con ella—Si no las quieres seguir, entonces revelaré la verdad—amenazó—Y no me va a importar tener un duelo con tu hermano.

—Pero los demás….

—No me importa lo que piensen los demás sobre ti—la interrumpió. Avanzando hacia la puerta, la abrió y se fue.

Poco le importó en ver cómo estaba, necesitaba irse de este lugar rápido. Al parecer no estaba su hermano ni su padre, tampoco le importaba. Lo que menos quería era lidiar con ellos.

Bajó con rapidez por las escaleras. El sonido de sus zapatos se escuchó como eco por los pisos. La gravedad con la que bajaba esta rotunda. Su cabello en forma de flama no pudo evitar danzar ante su movimiento.

Vegeta caminó con dirección a la salida.

Los sirvientes rápidamente hicieron una reverencia al verlo pasar.

—Hasta luego, su excelencia.

—Vuelva pronto, su excelencia.

—Hasta luego, su excelencia.

Vegeta no volvió a responder, solo salió por la puerta de la residencia y subió a su carruaje. No se inmutó en voltear. No valía la pena voltear. Miró al cochero antes de subir.

—A Vegeta-sai—ordenó antes de cerrar la puerta.

El carruaje partió.

.

.

.


(...)


—No puedo creerlo, señorita Bulma—dijo Milk mientras la acompañaba en el carruaje—Esta es su oportunidad. Tiene que lucirse, señorita Bulma. ¿Ya sabe qué obra hará?

Bulma sonrió de emoción. El llegar a su casa y ver a sus padres, la aceptación del señor Michael la entusiasmó demasiado.

—No lo sé, Milk. Tengo muchas obras en mi cabeza—la miró—¿crees que de verdad pueda atraer al público? ¿Y si no le atrae? ¿Qué pasa si arruinó el evento de mi padre? Perdería ese puesto…

Miles de escenarios paseaban por su cabeza. Desde el mejor hasta el peor. Tan solo imaginar que el evento se veía arruinado por su culpa, la ponía nerviosa de punta. Volvió a respirar para tratar de calmarse.

—Tranquila, señorita Bulma—la peliazul la miró—Si se muestra segura y firme, nada malo pasará. Aparte, a la sociedad le atrae los eventos exóticos. Mientras más exótico sean los eventos, más se hablará de ello.

Bulma rio nerviosamente.

—Tienes razón—respondió—Ya veré que tocaré para el evento. En cuestión de minutos volveré a estar con mis padres. Ha pasado tanto tiempo…—se dijo para sí misma como recuerdo.

Y así fue. Fue cuestión de minutos para que el carruaje parase en la residencia Briefs. El corazón de Bulma empezó a latir rápidamente. Sintió cómo su pecho se hinchaba. Los recuerdos inundaron en su memoria, recuerdos que pasaron juntos antes de que ella se vaya.

Sintiendo cómo el uno de los cocheros abría la puerta. Tomó su mano para bajar. Sintió cómo sus ojos se nublaron al ver a sus padres esperar fuera de la casa.

—¡Papá! ¡Mamá! —corrió hacia ellos y los abrazó. Sintió cómo su madre la estrechaba entre sus brazos. Había extrañado su calor. Se separó lentamente de ella para abrazar y saludar a su padre.

Milk le hizo una leve reverencia a los señores Briefs.

—¡Querida no sabes cuánto te hemos extrañado! —habló su madre—¡Tienes muchas cosas que contarme! Hemos estado separadas por tanto tiempo que no hemos podido prepararte para tu estreno en las temporadas. Pero ahora que has vuelto, y justo para el inicio de la temporada de primavera, te preparé tal y como lo hice con tu hermana, ¡hasta mejor!

Bulma no pudo evitar incomodarse ante ello. Vio a su padre. Al parecer él también se dio cuenta.

—Madre, sabes de lo que opino sobre el matrimonio.

—Ay, lo siento, querida —soltó una risilla. Bulma solo atinó a rodar los ojos con diversión—Tal vez tener pretendientes estaría bien. Ya me imagino la cantidad de caballeros que nos visitaran con sus regalos mañana.

Bulma rapidamente volteó hacia su padre. Lo que menos quería hablar ahora era sobre el cortejo, pretendientes o siquiera matrimonio.

—Padre—lo volvió a abrazar para luego separarse—Tengo tantas cosas que contarte—soltó con emoción mientras sentía su cuerpo vibrar de extasis al recordar el basto conocimiento que obtuvó en Estados Unidos—A pesar de ser un país independiente a solo pocos años, es muy desarrollado. El conocimiento casi me desamaya por completo.

Su padre rió.

—Me lo imagino, querida.

—Y las empresas que surgen ahí…¡son una maravilla! Conocí a una inmensa cantidad de personas que no dudo que serán famosas en el futuro. No sabes cuánto, padre, anhelaría ser como ellos.

—Algún dia serás como ellos, hija—la miró con ternura mientras entraban a la casa—Siempre había notado desde pequeña que no serías igual a las demás damas. No me refiero en gustos, sino en tu forma de ser. Siempre quisiste saber más, tener más conocimiento…

—Y te agradezco por eso, padre. Fuiste totalmente comprensible con todo lo que pasó en el pasado. Enviarme a Estados Unidos fue lo mejor que pudiste hacer—sonrió con emoción. Su padre le devolvió la sonrisa.

—¡Querida! —llamó su madre. Bulma volteó, la vio caminar con Milk hacia ella—¿Ya viste la decoración? La hice justo como tú querías. ¡Todos van a venir! ¡Cabelleros, condes, vizcondes, hasta el Duque de Vegeta-sai, Vegeta IV!

Bulma no pudo evitar sorprenderse ante ello, más no le tomó importancia.

—¡Verdad, madre! —se acordó— Sé que no pedí su permiso, pero invité al dueño del teatro Royal Convent Garden Theatre para la fiesta. Haré una presentación en el evento para postularme como la actriz principal del teatro.

El señor y la señora Briefs no pudieron evitar asombrarse.

—¡¿Te postularás como actriz principal?! —volvió a preguntar su madre. La emoción con la que preguntó era evidente. Bulma asintió— ¡Qué emoción, hijita! ¡Entonces tendré que remoledar y pedir más pastelitos! ¡Ya me imagino la gran fiesta que se hará en la noche!

El señor Briefs vio a su esposa ir al jardín con efusividad. No pudo evitar sonreír ante ello.

—Y ya sabes querida, ¿de qué va a ser tu presentación? —preguntó su padre mientras volteaba hacia la peliazul.

Bulma miró a Milk para luego ver a su padre.

—Será una sorpresa, padre—sonrió.

.

.

.


(...)


Vio su cuerpo en el espejo. Vio su vestido, su rostro, su peinado. Veía cómo su pecho bajaba y subía por la sensación. Vio cómo Milk sonreía detrás de ella.

—Siento que llamo mucho la atención—susurró.

Milk puso las manos en sus caderas mientras la miraba con reproche.

—Señorita Bulma, usted, quiera o no, siempre va a llamar a atención—dijo mientras se acercaba lentamente a ella y la miraba en el espejo—El cuerpo está pasa ser visto, no para ser tapado. Usted puede mostrarlo a su manera, tapada o no seguirá siendo hermosa.

Bulma se miró por enésima vez en el espejo. Sí, Milk tenía razón. Se veía bien, muy bien. Tenía puesto un vestido rojo de encaje bordado con piedras preciosas, caía hasta sus tobillos. Mostraba su clavícula y un escote recatado, era ancho. Las mangas cortas, cuyo color era un transparente rojizo, llegaban hasta sus codos. En el hombro se podía enfatizar el plisado de tela de color roja transparente.

Vio su peinado. Milk había hecho un excelente trabajo con el peinado. Era un moño adornado con cierto brillo en su cabello azulado. Unos cuantos mechones caían por su rostro.

El color de su vestido y el azul de su cabello contrastaban entre sí.

—¿Gustaría ponerse un collar? —la voz de Milk la volvió en sí. La peliazul la miró—Fue traído desde la India para usted, señorita Bulma.

Bulma lo miró, se acercó lentamente hacia él para apreciarlo de cerca. Era un rubí. Un collar de diamantes con un rubí central en forma de lágrima. No pudo evitar pasar sus dedos en lapiedra preciosa.

—Es hermoso…—susurró. Sus ojos azules brillaban al verlo—Parece un obsequio por parte de la realeza….—se volteó lentamente para dejar que Milk ponga su collar en su cuello. No pudo evitar apreciarse de pies a cabeza al verse al espejo con el collar puesto.

—Espero que no evite a todos los hombres, señorita Bulma.

Bulma solo la miró mientras sonreía de lado. Ambas sabían muy bien que los rechazaría. Trataría de no sonreír ni ser tan amable con ellos. Lo que menos quería era que se hagan ideas comprometedoras o que mañana su casa esté perpleta de caballeros con regalos.

—¿Crees que ya están todos? —preguntó mientras intentaba ver a través de la cortina. Podía escuchar el chivateo de las personas. Las luces, los carruajes, el resonar de los caballos, el parloteo de las damas. Lentamente se acercó a la ventana y movió un poco la tela blanca de la cortina. Vio el jardín perpleto de invitados—¿Sabes si ya están los músicos?

Milk se acercó a su costado mientras también pegaba su rostro para ver el exterior.

—Creo que creí haber escuchado a la ama de llaves mandar a preparar bocaditos para los músicos.

Bulma la miró.

—¿Sabes dónde pueden estar?

—No. No lo sé, señorita Bulma.

La peliazul entrecerró los ojos para volver su mirada al jardín. No había podido hablar con los músicos para poder coordinar con el sonido de los instrumentos. Había estado abrumada decidiendose qué tocar para el baile. Necesitaba darles los papeles para que puedan guiarse.

—Voy a buscarlos. Bajaré y los buscaré—soltó mientras caminaba hacia la puerta.

—¡Señorita Bulma! —la llamó. Bulma paró y volteó a verla—Su madre dijo que no bajara hasta que ella suba y le diga para que sea el momento.

La peliazul sonrió.

—Tranquila, Milk. Mi madre no se enterara—Y dandole una última mirada, salió de su habitación.

Miro los pasillos de la mansión. A pesar de haber estado lejos por cuatro años, aún recordaba a la perfección el camino de su casa. Soltando un suspiro y asegurandose que nadie la viera, caminó con sigilosidad.

No supo por cuanto tiempo estuvo caminando. Perdió la cuenta, de hecho miraba a cada habitación y acercaba su rostro para poder escuchar alguna conversación que sea referente a los músicos. Podría ir facilmente donde la ama de llaves o preguntarle a algún sirviente, pero no quería exponerse. Quería que su presentación fuera sorpresa, incluso para los propios sirvientes.

Siguió caminando, no pudo evitar voltear su rostro al escuchar algunos pasos, más no paró su rumbo. Mientras más se alejaba más creía escucharlos. Entrecerró sus ojos con suspicia. Estuvo a punto de voltear su cuerpo, pero no pudo. Sintió cómo chocaba con alguien. El choque fue fuerte.

—¡Disculpe! —se tapó la boca con las manos—¡Cuánto lo siento, no fue mi-

—¡Fíjate, mujer! —espetó el hombre. Sin siquiera dignarse a mirarla volteó por donde estaba volviendo.

Bulma lo miró. Atónita ante su comportamiento adusto e irrespetuoso. Sintiendo cómo se formaba un mal sabor en su palador. Lo llamó.

—¡Discúlpeme, pero podría ser más respetuoso al disculparse! ¡Después de todo también fue su culpa por no ver a dónde se dirigía!

El hombre paró su trance para luego voltear lentamente hacia ella con el ceño claramente fruncido. Bulma no se dejó intimidar por ello. Aunque le pareció peculiar su cabello en forma de flama, no le tomó importancia.

No pudo evitar sentirse incómoda al ver que él hombre se la quedó mirando por unos segundos antes de hablar.

—¿Sabes usted quién soy, simple mujer?

La peliazul cruzó sus brazos mientras alzaba su mentón.

—No. Y no me interesa saberlo.

El hombre peliflama entrecerró sus ojos con fastidio ante su comportamiento. Lentamente caminó hacia ella. Bulma no se inmutó en retroceder, permanecería ahí. No le mostraría su miedo.

—Soy el duque Vegeta IV. Duque de Vegeta-sai—soltó. La voz grave con la que contestó podría haber intimidado a cualquier mujer, pero a Bulma no.

—¡Duque, vizconde, caballero o hasta el mísmisimo rey de inglaterra, no me me importa! Es más, si tanto alardea de ser un duque, debería ser respetuoso.

Vegeta frunció su ceño ante su temeraria respuesta. Intentando intimidarla se acercó a ella hasta quedar a centímetros. Fijó sus ojos negros en su rostro. Ella lo mantuvó firme. No pudo evitar apreciarla detenidamente. Su cabello color turquesa era exótico e inusual de ver. Sus ojos azules, pudo haber jurado que eran los ojos azules más claros y vivos que había visto en toda su vida. Estudió con sigilo las facciones de su rostro. Eran femeninas, delicadas y muy finas.

Apretó los dientes ante aquellos pensamientos. No le importaba la belleza de aquella mujer, no era más que una irrespetuosa y vulgar.

—No me inmutaría ser respetuoso con una dama que ni siquiera lo es—la miró de arriba abajo—Si piensa que acosarme y tratandome de una manera claramente vulgar, yo accederé a tomarle un baile, está totalmente equivocada.

La peliazul no pudo evitar sentirse completamente ofendinda ante su incitación.

—No he venido a acosarlo —frunció el ceño. Su molestia era evidente—De todos los hombres de esta fiesta, usted sería el último con el que yo cedería a bailar. Ni siquiera el último, me rehusaría ante tal ofensa.

Los músculos de Vegeta se tensaron.

—Y es claro que de todas las damas, jamás bailaría con alguien como usted. Nunca me rebajaría ante tal posición.

Bulma sonrió con malicia.

—Si creen que sus depótas palabras van a poder inmutarme en lo más mínimo, está totalmente equivocado. Lo único que hace es elevar mi ego, que claramente, ya lo tengo elevado— y sin esperar la respuesta del duque, Bulma volteó y caminó de regreso por los pasillos.

Dejando, por primera vez, a Vegeta con las palabras en la boca e indignado por no ser él quien terminara la conversación.

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De todo lo que Bulma hubiera evitado, lo menos que quería era bajar por las escaleras del salón y ser vista por todos los invitados. No es que le aterrorizara ser social, no. Lo que menos quería era que la confundan como otra de esas damas que se visten con extravagantes vestidos para tan solo bailar con algún caballero en la noche.

No. Definitivamente, ella no era eso.

Volteó su rostro. Su madre estaba a su atrás. La estaba acompañanado en su espectáculo. Lentamente se apoyó sus manos en el barandal que daba pase a las escaleras. Soltó sus manos al notar que, en cuestión de segundos, el público se quedó completamente callado y en silencio mientras la contemplaban.

Bulma soltó un leve suspiro. Dandoles una mirada soslaya, movió su cuerpo delicadamente y empezó a bajar por las escaleras, siendo seguida por su madre.

Sus tacones resonaron por todo el salón. Las miradas de lo varones, condeces, vizoncendes, caballeros, duqueses…se posaron inmeditamente en la peliazul que bajaba por las escaleras. La miraban con expectación y asombro. Jamás habían visto a tan bella dama con ese cabello peculiar, con unos ojos azules tan vivos como el mar, con la piel nívea, con un vestido rojo rubí que la hacía descatar de todas las demás.

Nadie habló. Los hombres solo atinaron a contemplarla mientras que las mujeres, sobre todo aquellas que buscaban marido, la miraban con envidia y suspicacia. Entre ellos, cierto duque que, en contra de su voluntad, no podía apartar la mirada de ella.

Bulma solo buscaba la mirada de cierta persona, de Michael, el dueño del teatro. Mientras lo buscaba no pudo evitar chocar su mirada con el del duque Vegeta. Se lo quedo mirando por unos efímeros segundos para después apartar su mirada de él. Sonrió al encontrar la mirada del señor Michael. Y mientras ella sonreía, los hombres se adormecían ante su sonrisa.

Terminó de bajar por las escaleras. El salón se quedó en silencio por un momento antes de que su padre tomara su palabra y haga la presentación. Todas las miradas se posaron en ella mientras su padre la presentaba, ella solo miraba a los hombres por unos segundos para después apatar su mirada de ellos y así seguir con otro. A veces le regalaba cierta sonrisa a ellos. Debía admitir, que ser admirada aumentaba su ego de mujer.

Volteó su rostro sutilmente al notar que los músicos se sentaban detrás de ellos para empezar con el espectáculo. Bulma sonrió de lado.

—Queridas damas y caballeros—continuó su padre asegurándose que trajeran el violín de su hija—Me es un honor poder mostrarles una de las hermosas habilidades de mi querida hija Bulma—la miró mientras le sonreía con devoción—Para empezar la noche, ella decidió deleitarnos con un maravilloso espectáculo. Por favor, querida….—dijo mientras él y su esposa se mezclaban con el público.

Bulma los miró. Agradeció a uno de los sirvientes cuando le otorgó su violín. Todos la miraban. La pista de baile estaba solo para ella.

Avanzando con elegencia, se puso en el centro sujetaba el violín puesto en su hombro.

Dandoles una señal a los músicos, empezó a tocar el violín.

El sonido empezó a deleitar al público desde el primer momento en que llegó a sus oídos. La manera en la que tocaba la peliazul los aturdió y embelesó. Insitintivamente, el cuerpo del público empezó moverse sutilmente. El señor Michael se sorprendió al verla tocar el violín, pues ninguna mujer que él conociese sabía tocar el violín.

Bulma siguió tocando hasta que empezó a cantar. Los músicos de atrás seguían con la melodía de la canción.

Tiempos atrás, cuando era joven, conocí a un chico y me gustó

Las personas, no importaba si era hombre o mujer, quedaron encantadas por el sonido de su voz. Ángelical, aguda, femenina…Las damas, por más que no quisieran aceptarlo, sabían que la peliazul cantaba mucho mejor que ellas.

Fue mío, y me cortejó. Eso fue, pero cambió

Vegeta la miró. Era evidente lo delicado que era el sonido de su voz y lo espantoso que fue hace unos minutos. A pesar de que quería, no podía apartar su mirada de ella. Su voz retumbaron en sus oídos y ahí se quedó. Ahí se quedó…

Bulma movía sus brazos sutilmente mientras cantaba. A pesar de que el significado de la historia le traía recuerdos, le gustaba la melodía. Su mirada chocó con el señor Michael, su confianza se intensificó al ver que él la miraba con atención.

Estoy enamorada de un cuento de hadas, y no me importa el dolor de mi corazón. Incluso si pierdo la razón, he de admitir que me hechizó.

Volvió a tocar el violín. Su vestido se movía al compás de su delicado baile en el centro de la pista. Esta vez el público no pudo evitar mover su cuerpo al frenesí del violín. Poco a poco los caballeros empezaron a invitar a las damas y éstas aceptaban. Las parejas bailaban alrededor de Bulma mientras ella tocaba.

La peliazul sonrió. Vio la emoción con la que bailaban las personas y los movimientos de sus cuerpos. Cerró los ojos lentamente mientras se dejaba llevar por la sensación. Ya nada le preocupaba como antes. Ya nada podía atormentarla. Ahora ellla estaba cantando para ella, tocando para ella y deslumbrando para ella.

Vegeta no se perdió ningún movimiento de la peliazul. Veía cómo las parejas bailaban y contorneaban sus cuerpos al sonido del violin y a la voz de la peliazul. Veía a los músicos dejarse llevar por el sonido de los instrumentos.

Él volvió a fijar su mirada en la peliazul, aquella que estaba en el centro de la pista. Veía cómo su vestido se movía al vaíven de su baile. Pequeños mechones azules caían por su rostro.

Vegeta entrecerró los ojos.

—¿No es encantadora mi hija, su excelencia? —preguntó Lady Bunny.

Vegeta no volteó a verla, solo siguió mirando a la peliazul y a las demás personas que se unían al baile. Debía de reconocer que al menos Lady Bunny era mucho más respetuosa al dirigirse ante él.

Su hija no le había hecho reverencia ni dicho su excelencia.

—Su hija es muy encantadora, mi Lady. Es notable que estuvo bajo la mejor institutriz.

—Mi hija tiene una de las mejores dotes que cualquier dama pueda tener—agregó con una sonrisa mientras veía con diversión al duque. Al parecer su hija había llamado su atención—Debo admitir que me sorprendió con su talento con el violín.

—No siempre se puede ver a una mujer tocando un violín—mantuvo su mirada en ella.

—No siempre se puede ver a una mujer como mi hija, su excelencia.

Vegeta miró a Lady Bunny. Ella le sonrió con amabilidad. Volvió su mirada hacia la peliazul.

—Tiene razón. No siempre se puede ver a una mujer así—su mirada se vio obligada a apartarse de la peliazul al notar que una sirvienta se dirgió hacia él.

—Su excelencia—hizo una leve reverencia—¿gustaría una copa? —preguntó mientras sostenía una bandeja. Vegeta estudió su semblante. Era la misma sirvienta pelirroja que lo recibió en el día.

Viendo sus ojos verdes, agarró una copa para después agradecerle. Vio cómo la sirvienta se sonrojaba y pasaba por los demás invitados.

Volvió su mirada a la peliazul para después seguir con la mirada a la pelirroja.

Una sonrisa sádica se formó en su rostro.

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Posó su cuerpo en la pared. Su pecho se agitaba por la adrenalina que sintió hace unos segundos. Sí. Se volvió a escapar de otro caballero que no la dejaba en paz.

Había bailado con ciertos caballeros en el baile después de su actuación. La satisfacción y la felicidad que sintió al tener la aprobación del señor Michael hizo que aceptara bailar con unos cuantos. Las invitaciones eran tantas que se vio obligada a utilizar su tarjeta de orden. Sin embargo, siempre había algún afanador que no la dejaba en paz.

Acomodó su vestido con sus manos mientras empezaba a caminar por los aposentos. Estaba en el área de los sirvientes. Sin embargo, estaban tan ocupados que dudaba que alguno de ellos pueda verlos.

Siguió caminando. No obstante, se vio obligada a parar al escuchar ciertos sonidos de una habitación.

La incredulidad la gobernó. Por un momento pensó que sus oídos le fallaron, pero cuando empezó a caminar con dirección hacia el origen de los sonidos, se dio cuenta que no.

Eran gemidos.

Se paró en la puerta del cuarto. Eran los vestidores de las criadas. Frunció el ceño al escuchar el profundo silencio.

Terminaron. Fuera de lo que estaban haciendo, habían terminado.

Sintiendo cómo la ira se apoderaba de ella, entró a la habitación sin importarle que estuvieran en un acto muy comprometedor.

Esta era su casa. Y haber tenido la descencia de cometer tal acto, era un ofensa, una bulla que ella jamás perdonaría. Su hogar no era ningún burdel para fornircar, era la casa de los Briefs. ¡Su apellido estaba en juego! Y ella no permitiría que se le dé tal deshonra.

Abriendo con fuerza la puerta, entró. Y lo que vio, la dejó atónita.

Era su sirvienta, Rose. La pelirroja, ojiverde que se encargaba de los alimentos.

Y el duque. Aquel que con el que tuvo la dicha de conocer.

Ambos la vieron. Su sirvienta se asustó de la sorpresa y Vegeta, solo sonrió con sadismo mientras acomodaba abrocahab su abrigo y cruzaba los brazos.

Bulma apretó sus manos mientras los veía. Su mirada se posó en el duque para después ver con decepción a la criada. Ésta se moría de la vergüenza.

—Señorita Bulma, yo-

—Estás despedida—despepitó. La criada la miro atónita ante sus palabras—Acabas de faltarle el respeto a mi familia, a mi apellido y a mí. Quiero todas tus cosas fuera para mañana. De lo contrario, se lo contaré al dueño de esta casa—soltó. Su mirada se fijó en Vegeta.

Él solo la miraba con soberbia y arrogancia mientras sonreía con malicia. Sin importarle que ella estuviera a punto de hablar, salió de la habitación como si nada.

Bulma no podía creerlo.

Dandole una última mirada a la sirvienta, siguió a Vegeta.

—Es una vengaza, verdad—alzó la voz. Vegeta paró su trance antes de voltear hacia ella—¿Tanto le duele que lo haya tratado como una persona cualquiera? —Vegeta la miró. Empezó a caminar lentamente hacia ella. Bulma decidió continuar—Lo único que ha mostrado usted es que es un hombre sin modales. No debió haberse ganado el título de duque.

Vegeta continuó caminando hacia ella, impasible ante sus palabras. Bulma lo miró con patente molestia al tenerlo tan solo centímetros a ella. Sin embargo, su cuerpo se endureció al sentir cómo la mano de él tocó su mentón.

—No es de su incumbencia lo que yo haga—susurró cerca a su rostro—No le debo explicaciones a nadie, ni mucho menos a una mujer como usted. Al parecer venir de ese país estadounidense afectó su conducta.

Bulma apretó los labios con fuerza. Estuvo a punto de contestar pero sintió cómo el duque soltaba sin cuidado su agarre y se daba la vuelta.

Frunció sus cejas. Estaba demente si iba a dejarla con la palabra en la boca.

—Pues al parecer aquí pude encontrar al peor—soltó. Vegeta paró su trance. Solo procedió a voltear su rostro, más no su cuerpo—Y perdone mi ignorancia, su excelencia, pero las palabras que salen de su repugnante boca, no tienen ningún efecto sobre mí. Y estoy segura que no la tendrán.

Vegeta volteó su cuerpo incrédulo ante su osadía. La peliazul lo miró por unos segundos.Y sin esperar más, volteó su cuerpo y caminó por los aposentos dispuesta a volver a la fiesta, dejando, de nuevo, sorprendido a Vegeta por su atrevemiento.

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N/A: Holi a todos! Sí soy yo de nuevo. La verdad que desde hace muchísimo tiempo he estado queriendo hacer una novela ambientada en el siglo xix. So, he estado investigando, informando sobre cómo era el cortejo en la época antigua, su moda, cómo funcionaba el asunto del matrimonio y los límites que tenía una mujer en ese entonces.

Siempre considere que Bulma es una mujer libre, y no importa en qué época esté ella siempre va a ser ella misma. So decidí ponerla como una mujer diferente en este fic. Debo admitir que me inspiré un poco en la Perricholi al ponerla como actriz, pero no pude evitarlo jiji. Eso sí, así como estuvo el espectáculo del violín habrán más. ¡Y aparecerá Goku! En el segundo capítulo aparecerá xd.

Les recomiendo que escuchen esta canción, ya que es la canción que tocó Bulma en la fiesta. La encontré en tik tok xd.

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Eso sí. Habrán muchos bailes, escenas de cantos por el teatro, actuaciones, y una máscarada donde obviamente nuestra parejita se llevara el puesto. jijij.

Bueno, pido perdon por el capítulo BIEEEN LARGO pero no pude dejar ningún detalle atrás.

Espero que les haya gustado. No olviden dejarme un review para saber que les pareció. De esa manera actualizaré rapidito jiji. Claro si gustan :D

Muchos besitos. Y toda mi fuerza para la gente de colombia. Cuidense mucho.