—Levi... Acabo de tirar toda mi taza de té al piso, hace media hora y todavía no lo limpié —contó, con la cara en alto, su compañera de lentes.
El más bajo, sentado con sus piernas cruzadas y mirando con su típica seriedad a un punto fijo en ese cuarto mientras su mano derecha sostenía su mentón, asintió.
Hanji, por otro lado, quiso toser porque la saliva se le había atorado en su garganta ante esa minúscula respuesta.
¿Eso era todo? ¿Un asentimiento? ¿Dónde estaban los gritos y la furia del azabache?
—¡LEVI! ¡UN TITÁN SE ACERCA CORRIENDO! —gritó fingiendo susto, sabiendo bien que ella estaría fascinada de verlos, señalando a la ventana que no mostraba ningún titán pero sí un día soleado donde aves alzaban su vuelo.
—Bien.
Silencio total.
—No limpio mi habitación desde hace dos semanas —soltó esperando por fin ver una reacción que altere a Levi. Pero lo único que llegó fue otro asentimiento.
El más bajo parecía perdido en sus pensamientos. No, perdón, demasiado perdido. Y eso no era algo común; Levi jamás bajaba la guardia aunque todo estuviera en calma.
—¿Lev...?
—¿Qué le regalarías a alguien que siempre ves triste y quieres hacerlo feliz? —preguntó de repente, interrumpiendo a su amiga y sorprendiéndola en medio.
Hanji se quedó muda unos segundos, tratando de formular la respuesta.
—Depende la persona.
—¿Por qué?
—Porque todos tenemos gustos diferentes. —Levi se quedó pensando, ahora con sus dedos entrelazados sobre la mesa— ¿Vas a regalarme algo a mí? —preguntó emocionada arrastrando la silla hacia el escritorio de Levi.
—Jabón en promoción —contestó queriendo alejarse de su compañera que lo estaba mirando con ilusión.
—¿Entonces por qué piensas en un regalo? ¿A quién se lo darás?
—No te incumbe.
—¡Por favor, por favor!
—No. Vete con tu amiga Yelena.
—¿El enano está celoso de que tengo una amiga nueva? —cuestionó sonriendo con ternura.
—¿Celoso? —bufó— Al contrario, es un alivio que ya no pases tanto tiempo conmigo. —Hanji puso su ojo en blanco. Ella sabía que Levi, muy dentro de su oscura alma, la quería.
—Como digas, me iré con mi amiga y te dejaré en paz. Cuéntame cómo te va con el regalo luego. —Levi se encogió de brazos sin darle importancia. La de lentes simplemente se levantó de la silla para retirarse de la oficina del azabache.
Una vez que su compañera estuvo fuera, suspiró.
Solo quedaban tres días y su cabeza explotaba cada vez que se preguntaba: ¿Qué demonios le gusta a Eren?
—Tal vez un juego de mesa... No, ya es grande para esas cosas. ¿Un corte de pelo? No le haría nada mal, mocoso greñudo... ¿Ropa? No, ¿para qué? Siempre usa la misma... Greñudo y sucio...
El capitán marchaba por los pasillos del castillo a la vez que pensaba en un regalo que Eren disfrutara por un buen tiempo.
Pero nada se le ocurría. A pesar de que lo conocía hace más de dos años, sentía que jamás tuvo contacto con el menor como para conocer de sus gustos.
—¡Oi! —Enfurecido, se agarró de la raíz de sus cabellos y los tiró.
—¿Capitán? —Se dio la vuelta de inmediato al escuchar el suave llamado.
Ahí estaba su querido soldado, mirándolo sin expresión alguna.
Levi jamás fue una persona muy carismática. Era poco probable escucharlo reír y sus sonrisas aparecían escasas veces, como cuando veía un lugar limpio.
Pero una persona como Eren, que no dejaba de sonreír, de divertirse, de asombrarse; una persona que donde estuviera, se notaba su presencia y ahora en donde estuviera, había silencio, era un choque grande.
Como si hubieras perdido una persona.
—Eren.
—¿Se encuentra bien? —preguntó acercándose al azabache. Este se acomodó el cabello con discreción y asintió.
—Por supuesto. Me dirigía a una... reunión.
—Oh, entiendo. Es que necesitábamos la aceptación de un mayor para ir al pueblo. Nicolo pensaba en cocinar algunos postres hoy.
—¿Postres?
—Sí. A pedido de Sasha, la está mimando demasiado —comentó riendo por lo bajo. Levi sintió su corazón bombear con fuerza, como si quisiera salirse de su pecho.
Esperaba que el menor no escuchara como latía.
—Está bien. Pueden ir. Pero no gasten demasiado. Ese cocinero siempre se sale de los límites.
—Por supuesto. Solo compraremos harina y manteca. Seguro hará una con demasiadas calorías, como le gusta a Sasha. No es de mis favoritas pero con tener postre que comer... —dijo elevando sus hombros, de vuelta a la expresión seria y desanimada—. Le agradezco. —Hizo una reverencia para retirarse, pero Levi habló:
—¿Y cuáles te gustan? —Eren se quedó en silencio unos segundos, algo desorientado.
—Las tartas de manzana. Son mis favoritas —comentó con una pequeña mueca que casi parecía una sonrisa.
Levi no comentó más nada y dio media vuelta para ir a esa fingida reunión. En verdad solo estaba caminando en círculos por el lugar, ni siquiera la limpieza lo había ayudado a calmar su estrés. Pero ahora tenía una idea. Le cocinaría una tarta de manzana a Eren.
Segundo día.
Estaba decidido. Le haría una tarta a Eren.
¿Cómo? No tenía ni la más puta idea. ¡Él servía para cortar nucas de titanes! No para pelar manzanas.
Jamás había cocinado más que lo esencial para subsistir, como arroz o calentar el agua para un té. Y ahora debía hacer una maldita tarta.
Claramente podía pedirle ayuda a Nicolo, pero eso sería hacer trampa porque ya no sería un regalo de su parte. Sino de él y Nicolo.
De verdad quería que eso saliera bien. De verdad quería verlo sonreír. Y que la razón fuese por su regalo.
Sin dar tantas vueltas, fue hacia los corrales y buscó su querida yegua que lo llevaría hasta el pueblo a comprar manzanas.
También podría pedirle a algún cadete que las comprase por él. Pero no, su misión era hacer todo por sí mismo. Si no, no contaba.
Después de amarrarse bien al animal, comenzó su pequeño viaje al pueblo. Ya sabía lo que se le vendría al ir allí.
Personas acercándose para pedirle cosas, alabándolo por su trabajo, ofreciéndole comida u objetos gratis y agradeciendo que por su valentía ellos seguían vivos.
Cuando terminó la tortura de poder caminar entre la gente para comprar las malditas manzanas, regresó al castillo y corrió hasta la cocina, logrando que nadie lo viera, en especial Eren.
Se quitó parte de su uniforme para estar más cómodo y se puso un delantal que encontró. Arremangó su camisa, se lavó las manos y releyó la receta que sacó de un libro que había en la biblioteca de Hanji.
—Huevos, manzanas, leche, harina... azúcar... —Leyó con cuidado qué debía hacer primero y qué después. Lo principal, la manteca.
—¿Dónde demonios está la manteca? —Entre las cosas de la mesada, no se encontraba. Hurgó en el refrigerador, en la almacena. Pero no estaba.
Se quitó el delantal con desesperación y guardó todo en su lugar, escondiendo bien las manzanas para que nadie se las sacara y salió a buscar al dueño de la cocina.
Lo encontró luego de unos minutos, se encontraba en el jardín con los demás. Todos se divertían tirados en el pasto. Menos uno, que con los brazos cruzados se dedicaba a ver hacia otro lado, sin notar la presencia de su capitán.
—Nicolo, ¿puedes venir un momento?
—Sí, por supuesto. —Ambos se alejaron de la ronda.
—¿Acaso usaste toda la manteca ayer?
—Oh, sí... ¿Por qué? —Levi se mordió la lengua no queriendo responder. El rubio notó la molestia del capitán y sonrió.
—¿De qué ríes, mocoso?
—No, no, de nada —se excusó levantando las manos con temor, haciendo desaparecer la sonrisa—. Pue-Puede agregar más aceite...
—¿Estás seguro de eso?
—Tiene que ponerle una cantidad mínima de aceite.
—Pero la receta ya contiene aceite. —El pie derecho de Levi empezó a inquietarse en el lugar.
—¿De qué es la tarta? —El más bajo lo fulminó con la mirada. ¡No quería ayuda!
—Ya no importa. —Dio media vuelta y se fue como niño molesto luego de no conseguir lo que quería. La altura ayudaba a esa imagen mental.
Volvió a la cocina y puso manos a la obra.
Releyó miles de veces la receta. Hizo cuidadosamente los cortes de manzana (que le tomaron como dos horas); rompió los huevos con determinación, sin que la cáscara quede dentro de la mezcla. Puso las medidas del azúcar y la harina en la mezcla y se preocupó de que el caramelo no se le quemara.
Todo estaba saliéndole tan bien que era preocupante por algún lado, pero aliviador por el otro.
Ya podía ver por la ventana que era de noche. Seguramente pronto vendrían a cenar. Debía terminar rápido para que mañana en el desayuno Eren la disfrutara.
Cuando creyó que ya estaba lista, metió la tarta con cuidado en el horno ya pre calentado y lo cerró. Ahora debía esperar con paciencia —la cual jamás tenía— unos cuarenta minutos.
—¡Qué hambre! Me comería un titán —El grito de Sasha lo hizo saltar en el lugar.
Se colocó delante del horno, tapando y cuidando la tarta como si fuera un trozo de oro que debía ser escondido antes de que alguien más lo encontrara.
Sasha abrió la puerta de la cocina con fuerza y se quedó inmóvil al ver a su capitán.
—Con to-todo respeto, ¿pero qué hace aquí? —preguntó nerviosa.
—¿Y tú? Es horario de la cena.
—Eh... Sí, por supuesto... Sólo estaba buscando, ah... —Caminó por la cocina, pensando en una excusa. En realidad había ido a buscar comida para picotear antes de la cena. Siempre faltaba algo al momento de servir la comida.
—El pan está allí arriba —indicó Levi con molestia ante las vueltas que daba Sasha. Debía proteger esa tarta. Otro día la regañaría.
Sasha rió con inocencia y sacó un bollo de pan que escondió en su chaqueta antes de agradecer al más bajo con una reverencia y salir corriendo.
Levi pudo respirar tranquilo cuando la acechadora se fue.
Chasqueó la lengua cuando se fijó en la hora. Sólo habían pasado tres minutos. ¿Qué demonios hacía hasta que pasaran cuarenta minutos?
—Podría ordenar el desastre que dejé —se dijo a sí mismo.
Aunque haya sido bastante cuidadoso en colocar todo en la mezcla; la harina esparcida hacía un puro recorrido por toda la mesada. Las cáscaras de huevo seguían arriba de esta y los utensilios que usó para preparar todo se encontraban sucios.
—Definitivamente la cocina no es lo mío.
Antes de ponerse a ordenar, volvió a escuchar pasos que se acercaban a su tesoro.
Se aproximó a la puerta y cuando esta se abrió, pudo ver el rostro de Eren delante suyo.
Puta madre.
—¿Capitán?
—¿Qué haces aquí?
—Ah... Me pidieron que lleve el pan... —Eren intentó caminar pero Levi se interpuso, haciendo que sus pechos choquen.
—Yo los llevo.
—Ah, no-no es molestia. —Intentó avanzar de nuevo aunque el más bajo no se movió, colocó sus manos en el pecho de Eren y lo empujó para que saliera de la cocina.
—Tú aquí. Esperas. —Sin agregar nada más; dejó al castaño, algo confundido, fuera de la cocina y cerró la puerta.
Buscó con rapidez la bolsa que se encontraba en la alacena —haciendo puntitas de pie y saltando para alcanzarla— y salió a entregarle el pan al menor.
—¿Se encuentra bien? —pregunta viéndolo agitado.
—No podría estar mejor... —responde vagamente.
—¿Necesita que lo ayude en algo?
—Para nada, para nada. Vete a comer. —Le hizo señales con la mano, indicándole que siga el camino.
—¿Usted no comerá?
—Más tarde, tal vez... —Eren asintió no muy convencido.
Se miraron un pequeño momento. Levi tenía tantas cosas que decirle a Eren. Le gustaría poder sentarse un momento a solas con él y hablar, aconsejarlo, preguntarle cosas tontas.
Jamás sintió querer hacerlo con otra persona. No lo creía importante. Pero desde que Eren dio un cambio radical, lo único que quería era estar a su lado. Preguntarle si estaba bien, si necesitaba algo, si tenía miedo, si quería llorar.
El ya no saber qué sentía Eren ante sus vacías expresiones, dejaban a Levi intranquilo.
Pero, lamentablemente al no ser una persona de palabra, jamás puede acercarse al castaño.
—Ve a cenar —susurró desviando la mirada. No pudo ver si Eren hizo alguna mueca, pero pudo ver la espalda de este caminando en dirección al comedor.
Volvió a la cocina. Ya habían pasado veinticinco minutos, así que para matar el rato se puso a ordenar.
Al fin, luego de esperar el tiempo necesario, se presentó el momento de la verdad.
Abrió el horno, buscó unos trapos para no quemarse las manos y sacó la tarta.
Sus manos, por suerte, no se quemaron. Pero la tarta sí.
¿Y ahora qué demonios hacía?
Los costados y la parte de abajo estaban completamente quemados. La parte del medio tenía una consistencia extraña y las manzanas apenas fueron salvadas.
Definitivamente no servía para la cocina.
Sus pelos sufrieron de nuevo que fueran tirados con enojo.
Se estaba estresando más de lo querido.
Le había estado saliendo todo tan bien, ¿cómo demonios pudo quemarse?
¿Y a quién culpaba? ¿A Nicolo por haberle dicho que agregara más aceite? ¿A Hanji por tener en su biblioteca recetas que no servían? ¿A Sasha y Eren por interrumpirlo? ¿Al horno? ¿A él mismo?
Decidió que lo mejor era irse a dormir. Por la mañana podría intentar hacer otra y esta vez sí conseguir ayuda.
No quiso tirar la tarta así que la guardó en el horno. Luego vería qué hacer con ella.
El tercer día —y cumpleaños de Eren— lo comenzó con un pie izquierdo cuando le informaron que debía asistir a una reunión. Lo cual no pudo rehacer la tarta para el desayuno.
En el horario del almuerzo, hasta pasadas las tres de la tarde siempre se encontraba Nicolo cocinando para toda la legión. Esa era otra traba que le impedía ir a la cocina, no podía molestar cuando había un ejército que alimentar.
Se pasó parte del día esquivando a Eren, no le daba la cara para saludarlo y no poder entregarle un regalo.
Dio vueltas en círculo como el primer día. Pensando qué regalarle.
—Esto está delicioso. —Escuchó murmullos cerca de donde él se encontraba y caminó en dirección a los cuchicheos.
—Te lo dije. Nicolo siempre guarda algo que no comparte.
Al final del pasillo, escondidos debajo de la escalera; Sasha y Connie degustaban una tarta de manzana que conocía bastante bien.
—¿Qué se supone que hacen aquí? —La pregunta del más bajo los hizo atragantarse con la comida, empezando a toser y balbucear para contestar sin morir en el intento.
—No-no le diga a Nicolo.
—¿De dónde sacaron esa tarta?
—De la cocina... Estaba guardada en el horno —contó Connie algo cohibido—. Suponíamos que Nicolo lo guardó porque estaba quemada...
—¡Sí! No íbamos a desperdiciar comida. Simplemente había que sacar la parte quemada y ya estaba —terminó de explicar Sasha, comiendo un pedazo mientras su mano ya buscaba otra porción.
Así que eso era todo.
Sacar la parte quemada. Y ya estaba.
En su mente, sus pelos sufrían por ser tirados de nuevo con enojo.
Corrió lo más rápido que pudo en dirección al pueblo. Agradecía que nadie estuviese merodeando a esas horas porque seguro se veía como un tonto corriendo desesperado.
Al llegar a la entrada de la civilización, frenó su corrida y caminó con lentitud, tratando de no ser visto por los demás, hasta que localizó la panadería. Se acercó hacia ella y abrió con fuerza la puerta, provocando que todos los presentes se voltearan a ver.
—Buenas tardes... —murmuró, luego de darse una cachetada mental por su brutalidad.
La fila de personas que esperaban ser atendidas, se corrieron en un instante a un costado a la vez que se inclinaban a saludar al capitán. Iba a decirles que podía esperar su turno pero quiso apresurarse.
—Necesito algún pastel que esté decorado —comentó cuando se acercó al mostrador y vio una mujer de pasados años que esperaba algo nerviosa el pedido.
—Lo se-sentimos con todo pesar, señor, pe-pero no quedan más.
—¿Tartas?
—Ninguna... —Al notar el semblante molesto del azabache, la mujer volvió a hablar—: Pe-pero, podemos hacerle uno. En dos hora estará más que listo.
Levi suspiró, ya era demasiado tarde.
—To-tome... Un pastelito también sirve —dijo la señora alcanzándole un pequeño muffin—. Puede decorarlo con este moñito...
Levi agarró el moño rojo que le tendió y agradeció con pesadez para luego retirarse del local.
¿¡Y ahora qué carajos hacía!?
Arrastró sus pies unos metros lejos de la panadería. Se sentía molesto consigo mismo. ¡Sabía hacer de todo! Menos un maldito pastel.
¿Por qué le pasaba eso a él? Solo quería que Eren estuviera feliz. Que supiera que a pesar de no ser tan apegado, él estaría para lo que fuese y lo acompañaría.
Sentó su trasero en el cordón de la calle y dejó el pastelito a su lado. Ya no servía de nada, todo había fracasado.
Le parecía tan raro sentirse inservible. Nunca le hizo necesario cocinar. Pero si podía cortar la nuca de un titán con los ojos cerrados, ¿por qué no podía hacer un pedazo de tarta?
—Tendría que haberle pedido ayuda a Nicolo. —Se lamentó en silencio, buscando en su mente qué otro regalo podía darle al mocoso. Ya eran pasadas las siete de la tarde y los locales comenzaban a cerrar.
Escuchó movimientos a su lado y giró la cabeza, su vista chocó con las orejas de un pequeño cachorro de melena castaña que comía sin culpa alguna el pequeño pastel.
—¡Oi! —El perro alzó la mirada y ladró hacia Levi, para luego saltarle encima y ensuciar su pantalón con sus pequeñas patitas— No me toques, titán saltarín.
Se levantó sacudiendo la tierra de su pantalón. Ahora sí que no tenía nada que darle a Eren.
—Maldito —gruñó hacia el cachorro que volvió a saltarle. Chasqueó la lengua y empezó a caminar.
Pues ya estaba. Jamás le había dado un regalo antes, que este año no lo hiciera no cambiaba en nada... ¿verdad?
Se giró al sentir pequeñas pisadas detrás de él y frunció el ceño.
—No me sigas, titán saltarín. —Ante eso, el can volvió a saltar y ladró— ¡No me alces el tono! —El cachorro volvió a saltar y Levi, rendido, siguió su camino junto al pequeño que olfateaba todo a su paso.
El azabache estaba tan estresado que necesitaba sacar lo que sentía, por lo que no se dio cuenta del momento en que empezó a hablarle al perro.
—¡Jamás le di un regalo a Eren! No tendría por qué hacerlo tampoco, es irrelevante mi regalo. A él no le importo... Pero él sí me importa... ¡Agh! —Pateó a la tierra y miró a la bola de pelos que lo seguía— ¿Y sabes qué es lo peor? ¡Que estoy hablando contigo! Debería estar buscando un regalo para el mocoso antes de que sean las doce. —Un ladrido fue lanzado desde abajo luego de un salto— Sí, sí. Como digas.
En un parpadeo, ambos estaban en el patio trasero del castillo. Levi todavía refunfuñaba algunas cosas en voz alta y el perro ladraba con ganas como si respondiera a sus molestias.
—Capitán.
El llamado de su querido mocoso se hizo presente.
—Eren... ¿no estabas celebrando con los demás? —Antes de que el menor pudiese contestar, la bola de pelos ladró llamando la atención de ambos.
—¿Eso es... un cachorro? —Levi maldijo.
—¿Qué demonios haces tú aquí? En ningún momento te dije que vinieras —dijo con molestia, a pesar de que estuvo todo el camino hablándole y cuidándolo de que no se desvíe.
Eren había callado, por lo que Levi fijó su mirada en él y se sorprendió de ver un notable brillo en sus ojos.
El cachorro se acercó a Eren y comenzó a olerlo. De a ratos ladraba y volvía a olerlo, hasta que empezó a saltar para que el castaño lo acariciara.
—Yo... Yo... ¿Puedo quedármelo? —cuestionó sentado en el suelo con el perro encima, dejando que decore su cara con saliva.
—¿Quedártelo?
—Tiene... un moño... ¿Es mi regalo? Usted... ¿me lo regala? —Le sacó el moño que se había pegado en una pata y acarició con dulzura al cachorro.
Levi quedó perdido por un momento. ¿Qué él hacía qué? ¿Regalarle una bola llena de pulgas? ¡No, ni soñando!
¿En qué momento lo cuidarían? Además haría mucho lío, seguramente el mocoso se olvidaría y luego él tendría que encargarse en bañarlo, de darle de comer. No podía encargarse de algo más, ya tenía bastantes mocosos que cuidar y...
La risa de Eren lo volvió a la realidad. Era una risa tan hermosa. Ya había olvidado lo aliviador que se sentía escuchar reír a la persona que quería.
—Puedes quedártelo. —Eren dejó de jugar con el cachorro para mirar al azabache— Siempre y cuando, te ocupes de todo lo que conlleva cuidar un perro. O se irá de aquí —mandó con su voz firme. Antes hacía que su voz los ponga duros como rocas del miedo que provocaba, ahora muy pocas veces sus soldados —amigos de Eren— se sentían temerosos.
El castaño se levantó del suelo con el cachorro en brazos, algo inquieto ante no estar acostumbrado a ser alzado.
Se acercó al más bajo y tratando de no asustarlo, besó su mejilla en agradecimiento.
—Es el mejor regalo que pude haber recibido —admitió con una pequeña sonrisa.
Un poco atónito ante el gesto, el capitán solo pudo asentir.
Se miraron a los ojos pequeños segundos, que quisieron que duraran para siempre. Pero el pequeño ladró con ganas, interrumpiendo el momento.
—Creo que lo mejor sería volver. —Ambos desviaron su vista nerviosa hacia otro lado.
—Sí... ¿cómo podría llamarlo? —El menor lo miró divertido— Creo que tiene cara de Levi...
—Vuelves a bromear y lo usaremos de carnada en las misiones. —Eren rió alto y abrazó con fuerza al perro.
Levi suspiró, por fin con un peso menos. No había salido como lo planeado pero al menos disfrutó de la hermosa sonrisa que tenía el castaño.
Al menos lo hizo feliz.
•••
Siendo sincera, subí algo por subir. No estoy convencida al cien por ciento, tampoco lo revisé demasiadas veces para comprobar si tiene algún error, pido disculpas y les agradezco haber gastado su tiempo leyendo.
Tampoco tengo mucha idea en la cocina, la odio con toda mi alma, jajaja. No sé si se puede agregar más aceite, no sé si la manteca va en la tarta de manzana, no sé en cuál fuente se prepara, no sé y no creo querer saber.
Pero bueno. Nuevamente, gracias por leer. 3
Los y las quiero.
By Broken.
