Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Fujiko F. Fujio. Historia creada sin fines de lucro.


DISTRESS


Distress 1.

—Me tengo que ir, Nobita.

Aunque la voz del gato sonó lastimera, el muchacho no puso atención, mirando distraídamente sus caricaturas. Luego de unos segundos soltó una carcajada y, sin dejar de verlas, estiró la mano hasta el resto de su panqueque y notó entonces que el de su amigo seguía ahí, intacto. Se alertó inmediatamente, regresando la vista al gato frente a él. Lo observó en silencio, notando las lágrimas brotar a mares por su cara, mojando su estructura, haciendo temblar sus hermosos bigotes. Nobita se sentó lentamente, intentado comprender el panorama.

—¿Irte? —Inquirió nervioso, tratando de indagar más sin reaccionar como siempre lo había hecho: como un tonto.

Que Doraemon no comiera su pastelito implicaba que algo estaba severamente mal. Muy mal. Le dio escalofríos seguir viendo cómo lloraba, en silencio, intentando sonreír tranquilizadoramente, como si no quisiera romperle el corazón con su reciente noticia. El niño cerró el libro y lo hizo a un lado para después ponerse de pie y volver a sentarse frente y muy cerca de su mejor amigo.

»—Doraemon… —no quería romper la voz, pero las lágrimas de su robot no cesaban, como si lo estuvieran estrujando por dentro. El miedo lo detuvo, lo dejó en shock y no podía dejar de mirar impasible la escena—. ¿De qué estás hablando?

—Ay, Nobita… —sollozó, agachando la mirada y apretando sus puñitos sobre las piernas azules—. No sabes cuánto lo siento…

—¿De qué estás hablando? —Lo tomó por los hombros, con la mirada dura, las cejas fruncidas… nunca en la vida, el miedo y la ansiedad lo habían sosegado tanto para evitarle dolor—. ¿Por qué no has tocado tus pastelillos?

El gato alzó la mirada lentamente, como tratando de buscar en los ojos del niño una respuesta a sus preguntas.

—¿No lo entiendes, Nobita…? —Dejó de llorar, pero sus ojos seguían inundados. El aludido negó lentamente, sintiendo que su cuerpo se enfriaba y caía con lentitud a un abismo—. Debo dejarte solo, Nobita, debo regresar a mi tiempo.

—Pe-pero serán dos semanas, ¿no? Para tu revisión periódica. —Intentó darse ánimos, mientras sus pupilas bailaban la danza de las lágrimas. Doraemon negó lentamente, volviendo a llorar en silencio—. ¡Pero de qué hablas, Doraemon! —Lo zarandeó con fuerza, con las lágrimas corriendo como ríos por el rostro, sin que hiciera esfuerzo por dejarlas ir—. ¡Dime!

—Nuestros viajes en el tiempo están causando demasiados desastres —le contó con pena—, me quieren vetar por un buen tiempo, Nobita. —Lo volvió a ver y el pequeño parecía petrificado, observándolo fijamente—. Sewashi dice que será un tiempo, pero yo sé que será mucho más… —no quiso decir que sospechaba que nunca más lo vería y que por eso era su pena, pero no tenía el valor.

—¿Cuánto tiempo te vas? —Esperó que dijera un año, como la máxima pena que podían ponerle. Lo esperó rezando a cualquier dios que le escuchara. Estaba pálido como una hoja y no podía procesar todo aquello.

Doraemon tragó duro. Tenía planes de irse sin decirle cuándo volvería, pero entendió que a ese punto de la vida, debía ser sincero con su único mejor amigo en el mundo.

—Una década.

Nobita sintió su corazón detenerse y cayó sentado, sin poder detener el repentino sacudón emocional que acababa de recibir. Comenzó a negar lentamente, repitiéndose que era una broma. Tenía que serlo.

—Es una broma, ¿no? —Habló después de mucho.

Evocó sus peores pesadillas, en las que después de tanto llorar por la noticia de que Doraemon se iba para siempre, se quedaba dormido profundamente y al despertar, él no estaba más. Se quedaba vacío.

Doraemon negó en silencio, de nuevo. Le estaba costando mucho responder a sus inquietudes incrédulas.

—Nobita…

—¡Es una broma, Doraemon! ¡No me hagas esas bromas! —Se levantó de golpe, con el ceño fruncido y el llanto pausado—. Iré a la cocina a tomar agua y cuando venga, estarás aquí y me pedirás disculpas por hacerme estas bromas tontas y sin sentido.

El jovencito, decidido como nunca, le dio la espalda al destrozado gato y salió de la estancia, corriendo su shoji con brusquedad. Se recostó en ella y respiró hondo, negando ante el pensamiento estúpido de, siquiera, tener que dejar de ver a su mejor amigo por una semana. Insistió en que era alguna broma pesada o un experimento, quizás, probando algún invento para poner a prueba su credulidad, para hacerlo ver como un tonto.

Bajó las escaleras con el ceño aún fruncido y no se encontró a nadie de camino a la cocina. Tardó un buen rato ahí, bebiendo cada sorbo como si le pesara la boca, con nervios de subir de nuevo y encontrarse algo raro en la habitación. Movía el pie rápidamente, con un tic nervioso en la extremidad. Ya habían pasado más de diez minutos, calculaba; lo que sea que Doraemon estuviera haciendo con él, ya habría tenido el tiempo suficiente para reflexionarlo. Suspiró profundamente, se armó de valor y volvió a subir las escaleras.

El corazón se le iba a salir del pecho con cada paso, lo podía jurar.

Cuando corrió la shoji, esperando encontrar algo, no había nada.

Nada.

Doraemon no estaba.

Nobita miró desesperado toda la estancia, pensando que estaría metido por ahí, buscando alguna cosa: nada. Su vista se concentró de pronto, en el panqué justo en medio de la habitación, reposando junto a una hoja de papel. Corrió hasta nota y la desdobló con las manos temblorosas y a mitad de un colapso nervioso. Aún esperaba que dijera que era una broma.

«Querido Nobita:

He visto cómo te marchas sin verme por última vez y creo que así es mejor, ya que no habría tenido el valor de despedirme de ti como debería. No podría despedirme después de todas nuestras aventuras, no podría despedirme de mamá, de papá o de nuestros amigos. No podría despedirme de mí mismo. Creo que todo este tiempo que hemos pasado juntos nos enseñó que los robots y los humanos pueden crear vínculos tan fuertes como hermanos, tener una familia, ser capaces de reír y de llorar, de sentir y de amar. Siempre recordaré todas nuestras aventuras y buscaré el modo de volver mientras pueda.

Mientras tanto, te dejo mi pastelillo como muestra de mi gratitud contigo. Cómelo para que me recuerdes siempre.

Nos vemos, Nobita.

Pórtate bien, por favor… no voy a estar para cuidarte.

Doraemon».

Dejó caer la pieza de papel en el suelo, con el rostro empapado y el corazón en la garganta, como si una parte de él hubiera sido arrancada. Se negaba, aún se negaba. Corrió hasta su escritorio y abrió el cajón, esperando encontrar el portal del tiempo… algunos lapiceros y hojas hechas una bola se movieron por la brusquedad con la que lo había abierto.

El portal no existía.

Doraemon de verdad se había ido.

Y no era una maldita broma.

Continuará…


Buenas tardes.

¿Por qué nadie le da amor a este maravilloso manga/anime? Hay tanta maravilla que se puede hacer. Esta vez, vengo con un fanfic algo extraño. Este primer capítulo me arrancó un par de lágrimas y es en donde quise retratar la razón de la partida de Doraemon. La sola idea me hace querer morir.

El fanfic se sitúa con ellos de adultos, en realidad y la verdad es que tengo planeada una historia algo triste, así que no prometo fluff aquí.

Nada, espero que quien lea, disfrute. Estaré actualizando algo lento pero seguro. He trabajado ya en su siguiente capítulo desde hace mas de un año y apenas me atrevo a subirlo.

Gracias, de antemano.