Buen Día!

Como prometí, escribiré una historia diaria hasta que no pueda más, o hasta que desfallezca como con esta historia. Siento haberme demorado, pero la corrección de esta historia me tomo demasiado tiempo.

Antes de comenzar, y son libres e leer esta parte o no, me gustaría dedicar esta historia alguien que me a apoyado mucho desde un tiempo para acá. No me gusta mucho hacer este tipo de dedicatorias porque para amí todos los que me leen, y que me hacen de favor de regalarme un poco de su tiempo, son parte importante de mis historias. Pero creo que ella necesita en estos momentos algunas palabras amables y, espero, que pueda entrar a esta historia y saber que no esta sola y que deseo que se recupere pronto de todo lo que pasa por su cabeza. De la persona que hablo es de Aramaru-chan 26. la cual me ha escrito dos Reviews en estos días y le estoy sumamente agradecido por ello. Quiero decirte que no te preocupes por tardarte en leer mis historias, o incluso no te preocupes si no puedes o no tienes ganas de leerlas. Con el solo hecho de un día ver tu notificación y saber que sigues bien, es mas que suficiente. La razón por la cual escribo esto aquí arriba es porque quizás, con tu estado de animo, no seria bueno que leyeras esta historia, quizás deberías de esperar a sentirte mejor mentalmente. De verdad, te deseo lo mejor, y no te preocupes por nada, yo aprecio y seguiré apreciando mucho tu apoyo como el de todos.

Bueno, siento lo extenso del mensaje inicial, solo pudo decir que disfruten la estura y recomendarles que busquen pañuelos, quizás los ocupan.


Enamorada de un fantasma


No es que ella odiara su pequeño departamento en los suburbios de la ciudad, ni el ruido de las personas que, en la plaza bajo el edificio, solían reunirse. No es que le molestara pasar un rato en ese lugar; con que solo fuera un rato, no le importaba. Pero a Nozomi nunca le gustó permanecer todo un día en ese sitio al que llamaba hogar y en el que había sido abandonada por sus padres. Era por la soledad que le brindaban esas paredes vacías. La inseguridad de sentirse en un horrible y doloroso silencio. La angustia de permanecer en ese lugar por siempre y ser olvidada.

Es por eso que Nozomi no solía estar en su departamento más de unas pocas horas; las necesarias para tomar baños rápidos, cambiarse de ropa y salir a la escuela en la que, por lo menos, con las voces de sus compañeros, se sentía un poco más segura.

Pero incluso entre las voces que predominaban en la escuela, pese a ver a los estudiantes por las aulas y los pasillos, ella se seguía sintiendo fuera de lugar. Sabía que ese tampoco era un lugar para ella. Era un lugar ajeno en el que las sombras de la tristeza se apoderaban de ella cuando veía a sus compañeros hablar entre ellos y la ignoraban como si no existiera.

Solo había un lugar al que Nozomi no le tenía miedo; un lugar donde esa soledad que sentía en todos lados se le olvidaba: El templo local.

Y quizás era porque en ese lugar las fuerzas espirituales le brindaron un cálido sentir que la hacían sentir tranquila. Quizás era porque en todo momento sentía una densa aura que la vigilaba constantemente, que la mantenía en la mira como si de un depredador se tratara. Pero eso no le molestaba, porque por fin alguien la veía, porque al fin alguien notaba que existía. Sea quien fuera el ente, espectro, o fuerza misteriosa o paranormal, Nozomi sentía que por fin algo le brindaba la seguridad de su existencia.

Trabajaba por las tardes después de la escuela en ese lugar, haciendo la limpieza con su uniforme ceremonial de sacerdotisa. Le agradaba que la dueña del templo le haya encomendado esa tarea, porque, cuando barría la entrada, había veces que alguna persona la notaba y la saludaba cordialmente. Ya sabía que lo hacían por compromiso, pero al menos se percataban de su presencia y podía hacer la limpieza con una sonrisa en el rostro.

También en ese lugar pasaba la noche, porque, desde que se mudó a Tokio, no había podido pegar ojo en su departamento debido a lo angustiada y lo sola que se sentía. Al encontrar el templo, durmió todo un día entero y, cuando la dueña del templo la encontró, la regañó por entrar a ese lugar sin su permiso y haberse quedado dormida en el peldaño dónde estaba la urna de ofrendas. Pero así fue como consiguió el trabajo que ahora la hacía medianamente feliz y la hacía olvidar que, para otras personas, en otros lugares, ella no existía.

Y podría ser aterrador pasar las noches en ese lugar, porque ella notaba esas miradas y esos sonidos que seres inexistentes hacían cuando la luna iluminaba de plateado el templo. Pero ya había pasado muchas noches en ese lugar que se empezó a acostumbrar a lo que sea que la mantenía vigilada. Quizás era porque, en algún punto de su soledad, había aprendido a hablar con esos seres que no veía pero que sabía que existían, o quizás tenía algún síndrome de locura que le facilitaba el hecho de hablar sola. Y lo usaba como excusa porque lo que menos quería era pensar en que estaba sola, porque odiaba la soledad; le daba un miedo atroz que la hacía temblar.

Fue en una noche, de las primeras desde que tomó la decisión de dormir en el templo, cuando conoció a alguien que, al principio pensó, no pertenecía a ese mundo.

Era media noche. Había luna llena. El viento soplaba dulcemente y traía con él impregnado el aroma característico de la lluvia caer en la tierra. A pesar del aroma en el aire, no había gotas de lluvia que cayeran desde el cielo y no había ninguna señal de que eso fuera a pasar pronto. Esa noche, ella intentaba dormir, ahora dentro del templo por petición de la dueña del lugar.

Dormía en lo que podría llamarse "su habitación", aunque solo era el recibidor del templo, un lugar muy cerca de la puerta que llevaba al exterior. Ahí, Nozomi solía poner su futón cerca de una pared y cerraba los ojos para dormir profundamente. Nada ni nadie podía perturbar su sueño hasta el día siguiente que saliera el sol.

Pero, justo esa noche, algo parecía diferente para ella, y lo supo cuándo, de golpe, escuchó un lamento al otro lado de la puerta corrediza que llevaba al exterior, seguido de trémulos e indecisos pasos que se acercaba a dónde estaba la urna de ofrendas.

Sus ojos se abrieron de par en par, y vio la nada a su alrededor. Todo estaba lo suficientemente oscuro como para sentir una horrible opresión en su pecho. Quizás nunca se había dado cuenta de la oscuridad en la que se engullía todas las noches, porque, apenas los rayos de luna pasaban detrás del templo, ella ya estaba dormida. Fue inevitable para ella no sentir esa presión en su pecho como cuando dormía en su ahora abandonado departamento. Sintió una terrible soledad al estar en esa oscuridad absoluta. Y la sensación que tenía en su cuerpo fue desapareciendo, como si se fundiera con aquella masa negra que la rodeaba.

Sin poder gritar, sin poder soltar ni una lágrima por la terrible presión que sentía, volteó a todos lados y, dándole una bocanada de aire que llenaba de nuevo sus pulmones, vio una pequeña luz que se filtraba entre las cortinas de la ventana que estaba a un lado de ella.

La oscuridad se fue disipando de poco en poco, por esa luz que parecía milagrosa y que le daba seguridad. Casi desesperada, se levantó de su futón y corrió hacia la puerta de entrada, donde esa trémula luz le iluminó un poco el rostro. Y ahí la vio por primera vez.

La luz débil y artificial la logró sorprender, pero la sorpresa en sus facciones no eran nada comparadas a la de la chica que sostenía aquella pequeña linterna de bolsillo con la cual alumbraba la caja de ofrendas.

Se le quedó viendo un rato, pensando que realmente esa chica no existía, o como si estuviera verificando si la persona que tenía frente a ella era real o un espectro. Pero, al ver lo aterrada que estaba, al ver como sus manos temblaban con la linterna en ellas, quiso creer que era alguien de verdad.

La mirada de esa chica parecía amable, aunque, en ese momento, sus ojos azules como el cielo se veían llenos de terror y pánico. Su cabello era del color de los rayos del sol: rubio y deslumbrante; era largo y lo llevaba suelto, aunque a Nozomi se le antojó que se vería mejor con una coleta para disimular su tamaño.

Al encontrarse con ella, la chica rubia gimió de terror, pero su voz se amortiguo de pronto, como aprisionada dentro de su pecho. Y a ese grito ahogado, pronto los sustituyó el llanto; un llanto amargo que le llenó al instante los ojos de lágrimas. Nozomi pensó que estaba sumamente asustada por su repentina aparición como para que de repente se pusiera a llorar.

—¿Estás bien?

Incluso su voz se escuchó lejana. Hacía muchos años que Nozomi no hablaba con alguien. Las pocas palabras que salían de su boca eran para decir «sí» o «no». Todo lo que tenía que decir lo pensaba para ella y se lo guardaba para no decirlo jamás. Y es que nunca había tenido la necesidad de entablar una conversación con alguien, porque nadie la notaba, porque nadie se le acercaba. Quizás, por su reclusión, su voz sonaría extraña después de tanto tiempo; aunque ni siquiera recordaba cómo debería de sonar normalmente.

—S-Siento si te asuste… —Dijo Nozomi, mientras veía el lloroso rostro de la chica rubia—. Es muy noche —Y no sé qué más decir—. Deberías de estar en casa durmiendo. Es aterrador aquí —Exhausta por hablar tanto en todos esos años sin hacerlo, agachó la cabeza como si con el solo hecho de hacerlo la chica frente a ella fuera a desaparecer.

—Eres amable por decirlo.

No esperaba contestación por parte de la chica. Nadie nunca le había respondido de vuelta. Pero aquellas inesperadas palabras se sentían sumamente cálidas después de tanto tiempo en el que nadie le había hablado.

—Tú tampoco deberías de estar aquí, ¿verdad? —Dijo la chica rubia entre hipidos y mientras se limpiaba las lágrimas de los ojos—. Es muy noche y este es un sitio aterrador. Deberías de volver a casa a no ser que… —La mirada de la joven bajó por el cuerpo de Nozomi, como si buscara desesperadamente algo.

—Yo estoy bien… —Nozomi se apenó ante la persistente mirada de la chica rubia—. Vivo aquí.

—Eso es imposible —La mirada de la chica se perdió de pronto—. Este es un templo. ¿Quién querría estar en un lugar como este a media noche?

—Tú estás aquí —Una sonrisa preciosa apareció en los albis de Nozomi. Hacía años que no sonreía. Su rostro se sintió rígido cuando la mueca apareció.

—Pero eso es diferente… —La chica desvío por fin la mirada—. Yo tengo algo que hacer aquí.

—¿Tan noche?

—Sólo puedo hacerlo ahora —Claramente asustada, miró hacia todos lados—. A pesar de que esté aterrada por la oscuridad, tengo que hacerlo, porque… —negó con la cabeza con desesperación, como si hubiera dicho algo de más y tratara de borrar lo que decía.

—¿También le tienes miedo a la oscuridad? —Nozomi se acercó un par de pasos hacia la chica. A ella no pareció importarle, porque se quedó en la misma posición.

—¿No me digas que tú también? —Pregunto impaciente—. Pero, a pesar de tener miedo, estás en un lugar como este por la noche.

—No es a la oscuridad a lo que le tengo miedo —Nozomi la miro más de cerca. Las facciones de su rostro no parecían del todo locales. Quizás venía del extranjero. Al menos eso explicaría el tono rubio natural de su cabello.

—Entonces sólo estás jugando conmigo, ¿verdad? —Nozomi la vio precavida. Las lágrimas de sus ojos volvían a brotar.

—No me estaba burlando —contestó un poco nerviosa—. Es que no sé… —Se mordió el labio inferior y miró decaída a los peldaños de madera del templo—. Es difícil de explicarlo.

—Solo dilo y ya. —Dijo la chica, moqueando y tratando de controlar su llanto.

La chica se acercó un par de pasos más a ella y, con su lámpara en manos, alumbró hacia el camino por el que había venido. Las sombras que provocó la débil luz se veían siniestras al contacto de esa espectral luz.

—Te lo diré si tú me dices a qué vienes a este lugar tan tarde —La chica, muy a su pesar, asintió con la cabeza, mientras, claramente asustada, se sentó en los peldaños de madera del templo y se recogió las rodillas para abrazarse a sí misma. Imitándola, Nozomi hizo lo mismo y se sentó a un lado de ella—. Sé que sonara extraño… —continuó hablando, con un indeciso tono en su voz. Era la primera vez que le confesaba algo a una persona—. Pero me da mucho miedo estar sola.

—Pero… —La chica quiso contradecirla, pero se quedó callada.

—Sí, quizás pienses que estoy sola en este lugar. Pero al menos aquí puedo sentir que alguien me acompaña —Nozomi esbozó una triste sonrisa—. No sé cómo explicarlo. Es como si…

—Para, para, eso es aterrador —La chica se llevó las dos manos a los oídos y apretó con fuerza—. No digas más, ya entendí.

—Lo siento, no quería asustarte más —Sin poder leer el ambiente, lo único que hizo Nozomi fue mostrarle a la chica una sonrisa—. Es tu turno. Cuéntame porqué estás aquí tan noche. ¿Acaso huiste de casa? —La chica negó despacio.

—Vengo… —Su mirada estaba perdida en sus rodillas. De sus ojos ya no salían lágrimas, pero el manantial que había dejado en su rostro aun corría por su piel—. En la escuela, tenía a una amiga muy cercana —La chica pausaba su voz de vez en cuando, como si estuviera procurando escoger las palabras correctas—. Pero ella ya…

—No tienes que seguir si no quieres —Nozomi fue considerada al ver como la chica se esforzaba por seguir hablando, y es que, muy en el fondo, ella ya se imaginaba lo que estaba a punto de contarle—. ¿Qué te parece si mejor intento adivinar porqué estás aquí?

—¿Qué dices? —La chica se volvió a llevar las muñecas a los ojos—. ¿Qué gano yo haciendo lo que dices?

—Es solo para pasar el rato —Poco convencida, la chica solo agacho la cabeza y no volvió a protestar—. ¿Quieres que lo intentemos?

—Como quieras… —musitó la chica, ocultando su rostro entre sus rodillas.

—Déjame pensar un poco —Pensativa, Nozomi se llevó un dedo a los labios—. Ella quizás…—un suave sollozo estremeció el cuerpo de la chica—, ¿se fue de viaje?

—Podría decirse… —susurró débilmente, entre gemidos y lamentos.

—Eso quiere decir que la veras pronto, ¿cierto? Cuando la vayas a visitar podrás verla de nuevo —la chica lloró con más fuerza—. ¿Acaso era alguien tan importante para ti?

—Lo era… —Dijo suavemente, como si su voz se fundiera con el viento. Y dentro del corazón de Nozomi, sintió un terrible pinchazo. No pudo evitar sentir envidia de la persona de la que esa chica hablaba—. Bien, ya adivinaste, así que…

—Pero aún no me dices por qué viniste tan noche al templo.

—¡Es suficiente! —Exclamó la chica. Fingiendo enfado, se puso bruscamente de pie y le dió la espalda a Nozomi—. Me voy.

—Pero es peligroso que regreses a casa ahora. ¿No quieres pasar la noche aquí conmigo? —La chica miró hacia el lugar donde había salido Nozomi, claramente asustada por tener que entrar ahí—. Está bien, lo siento, no tenía por qué pedirte eso.

—No… —El enfado en su voz desapareció—. Está bien. Solo te preocupabas por mí —Sus labios temblaron—. Gracias.

—¿Volverás otro día?

—¿Cómo dices?

—Si quieres pedir algo por tu amiga, supongo que regresarás.

—L-Lo… —La chica, con la mirada perdida, se le quedó viendo fijamente—. Lo pensaré.

—¿Me dirías tu nombre?

—¿Por qué debería hacerlo?

—Yo te diré el mío.

—No hace falta. —La chica comenzó a caminar lejos de Nozomi.

Pero antes de que se alejara lo suficiente, la chica se detuvo. Su cuerpo tembló, como si el viento la golpeara con violencia. Sus labios se movían, pero las palabras no salían de ellos. Su cabello flotaba, como si fuera un espectro. Por primera vez en mucho tiempo, Nozomi le tuvo miedo a otra cosa que no era la soledad. Aquella chica, debajo de la luz plateada de la luna, con la luz artificial de su linterna desfigurando su sombra, le pareció la personificación de aquello a lo que más temía.

—Eli… —Susurró al aire—. Me llamo Eli.

Y camino hacia las escaleras del templo sin mirar atrás, para después perderse en esa aterradora oscuridad.

No es como si fuera una promesa. El verse otra vez solo era un deseo de Nozomi que sabía que nunca se cumpliría. O al menos eso pensó por un día entero, hasta que, la noche siguiente, a la misma hora que el día anterior, la débil luz de la linterna volvió a iluminar cerca del templo. Y al salir, la vio de nuevo, con una ropa diferente, con los ojos rojos y llorosos y con el cabello suelto dejando que el viento la acariciara. Se sintió feliz de volverla a ver, era lo que más deseaba en ese momento, a alguien con quien hablar, a alguien con quien pudiera compartir su existencia.

Y los días pasaron, y cada noche Eli visitaba el templo, con el mismo propósito, dejar una ofrenda para su amiga que se había marchado prematuramente. Y siempre lloraba desesperada, y, al final, olvidaba su verdadero cometido. Nozomi solía verla en silencio, y, en ocasiones, cuando consideraba pertinente el hablarle, solo era para tratar de reconfortarla de la forma que solo ella sabía.

«Ya está bien, Eli»

Le decía noche tras noche, mientras veía como las lágrimas de la chica no dejaban de salir de sus ojos. Y el solo hecho de hablarle amablemente parecía calmarla, y con eso Nozomi ya se sentía satisfecha. Poco a poco, conforme pasaban las noches, verla sonreír también la hacía feliz a ella. Aunque no estaba segura si Eli la trataba bien por compromiso o porque de verdad apreciaba su ayuda; pensar eso era algo que le aterraba.

Y ahora ella esperaba todas las noches a que llegara la madrugada, para poder ver aquella luz cerca del templo iluminar su ventana. Cuando el reloj marcaba las doce en punto, Nozomi despegaba los ojos y, sumida en la oscuridad de su improvisada habitación, se levantaba y abría la puerta corrediza para encontrarse frente a frente con Eli, la cual, al mirarla, solo conseguía esbozar una sonrisa trémula y sus lágrimas se detenían al instante.

Era como una amiga para ella. Conforme pasaron los días en eso se transformó. Aunque estaba insegura de si podría llamarla así, porque no sabía aún el misterio que ocultaba en su corazón. Aún no sabía si aquella chica era un espectro que deambulaba por el templo o era alguien de verdad; de carne y hueso. Y es que cuando partía después de unas cuantas horas de hablar con ella, le daba la sensación de que nunca más regresaría, y las ganas de detenerla, las ganas de que permaneciera por siempre a su lado se apoderaban de Nozomi, pero no podía decir lo que tanto deseaba por miedo a que estuviera interfiriendo en algo. Tenía miedo, de verdad, de ser maldecida por ese espectro, y algo que le daba seguridad de que quizás eso pasara, era que nunca le había preguntado su nombre.

—Viniste de nuevo — ese era su saludo de cada madrugada. Cada noche Nozomi salía radiante del templo a encontrarse con su visitante misteriosa. Nozomi estaba, o al menos parecía, más feliz que nunca—. Me alegra, Eli, Eli —Repitió su nombre dos veces, de manera afectuosa.

Después de tanto tiempo ya no tartamudeaba al hablar, poco a poco su voz se fue corrigiendo, porque ahora Nozomi tenía a alguien con quien hablar, y había practicado mucho en su acento. Nunca se hubiera imaginado que hablar con alguien sería su pasatiempo favorito del día; aunque solo solía hablar con Eli.

—¿Me estabas esperando de nuevo? —Le dijo Eli, haciendo mientras tanto la misma rutina de todos los días.

Siempre, la chica rubia solía acercarse a la urna de deseos, con una carta arrugada en sus manos y con un poco de dinero. Pero nunca metió la carta ni el dinero dentro de la caja. En cambio, cuando estaba frente a Nozomi, solo se sentaba en los peldaños del templo y se abrazaba las rodillas. Los primeros días, a Nozomi le pareció sumamente melancólica la posición que adoptaba Eli, pero poco a poco se fue acostumbrando. Ya casi no lloraba, siempre le mostraba una sonrisa cuando estaba junto a ella.

—¡Sabes que siempre te espero! —Nozomi se sentó a su lado y, cariñosamente, puso su cabeza en su hombro—. Estas cálida.

—¿Tú crees? —Dijo Eli, desinteresada—. Pero no soy tu almohada personal, ¿sabes? —Sin la pretensión de apartarla, Eli solo se quedó viendo a la nada absoluta frente al templo; como si recordara una conversación similar.

Nozomi se había vuelto cariñosa con ella. Era la primera persona con la que sentía un cálido sentir en su pecho, y quizás era porque era la primera en hablarle amablemente. Nozomi seguía mostrándose afectuosa porque Eli no lo impedía. Aunque le preocupaba que se empezará a cansar de ella.

—Eli —Los ojos de Nozomi se entre cerraron mientras veía la blanca piel de las manos de Eli—. ¿Hasta cuándo vas a seguir viniendo? —El cuerpo de Eli se tensó.

Viendo a la nada, Eli alzó la mirada, como si se diera cuenta de algo que por mucho tiempo había olvidado. A pesar de que ya no solía llorar, esa noche comenzaron las lágrimas a brotar de nuevo. Nozomi se sintió culpable, porque seguramente había dicho algo que la había herido. A pesar de que Eli tenía un carácter fuerte, solía quebrarse emocionalmente con mayor facilidad.

—No quise… —Sus palabras salieron turbadas de sus labios—. ¡No quise decir eso, no quise decirlo! —Nozomi, angustiada, intentó reparar las cosas—. No quise decir que no me gusta estar contigo, es solo que… —Entre lágrimas, una dulce y amarga risa resonó de pronto—. ¿Eli?

Eli reía entre sollozos, ganándose la atención de Nozomi. Era como si por su mente llegará un recuerdo muy hermoso que pensó olvidado; o al menos eso fue lo que pensó Nozomi al verla a los ojos. Asustada, retrocedió un poco y se le quedó viendo fijamente.

—Lo siento… —Dijo Eli, tratando de parar su risa y su llanto—. Sé que no te referías a eso, es solo que… recordé… —Y Nozomi sabía perfectamente lo que había recordado.

Eli nunca, en todas sus visitas nocturnas, le había hablado más de la chica por la que quiera pedir un deseo al templo, y ella, por su parte, nunca quiso preguntarle. Pensaba que si lo hacía estaría entrando a un terreno peligroso. Sabía muy en el fondo que, cuando ella decidiera contarle, ese día sería el último en el que la vería.

—No quise decir eso… —repitió Nozomi tímidamente—. Es solo que, has venido tantas noches aquí, que ya me acostumbré a ti, Eli —Nozomi se abrazó las rodillas y ocultó su rostro entre ellas—. Solo estaba pensando que algún día te cansarías, o se te olvidaría venir aquí y yo estaré de nuevo…

—¿Sola? —Eli miro a la luna llena, que iluminaba las copas de los árboles—. ¿Tanto miedo le tienes a estar sola? —Nozomi sintió una presión horrible en su pecho—. Creo que lo entiendo —La voz de Eli fue vehemente y se mezcló con el sonido silbante del viento—. A mí tampoco me gustaría estar sola.

—Pero… —Nozomi titubeó en sus palabras—. ¿Pero por qué te sientes sola? ¿Puedo ayudarte?

—Ya has hecho suficiente.

—¡Pero siento que puedo hacer más por ti! Pídeme lo que sea. Lo que pidas intentaré cumplirlo.

—Eso nos sería justo para ti.

—Pero si pudiera ser más cercana a ti, si tan solo pudiera serte de ayuda, si tan solo pudiera… —y en su cabeza pensó en algo horrible y que no quería decir por nada del mundo: «Yo podría reemplazar a la persona que perdiste».

Nozomi sintió un profundo asco hacia ella cuando esas palabras resonaron su cabeza. De nuevo, después de muchos días, sintió miedo de la chica que estaba a un lado suyo. ¿Qué pasaría si se enteraba de lo que pensaba? Seguro que la odiaría y la abandonaría como todas las personas que conocía lo habían hecho. Tenía miedo de que la despreciara por el solo hecho de tener esos horribles y ponzoñosos pensamientos.

—Ya has hecho más que suficiente —Las palabras de Eli interrumpieron sus pensamientos—. Pero por eso mismo es que estoy más preocupada. Porque, conforme pasan los días, mis recuerdos de la persona que se fue lejos, de mi amiga más querida, se van reemplazando con los momentos que tú me regalas.

Y aunque quisiera llorar por las amables palabras de Eli, Nozomi no podía hacerlo. Solo se le quedó viendo fijamente, como si esperara a que dijera algo más, o que se burlara de ella diciendo que todo era una broma. Por alguna razón se sintió sumamente cálida por dentro.

—Si es así… —Tímida, Nozomi enlazó sus dedos para controlar sus frenéticos temblores. Tenía miedo de preguntarle lo que tenía en mente. Tenía miedo de saber cuál sería la respuesta de Eli—. Entonces podemos… —Su mirada subió hacia el rostro de Eli—, ¿podemos ser amigas?

Un silencio doloroso cubrió su cuerpo. Solo el ulular del viento contra las copas de los árboles predominaba en ese espacio vacío y oscuro. Por un momento, Nozomi dudó si sus palabras habían sido escuchadas por Eli. Pero de pronto, cuando una sonrisa apareció en los labios de la rubia, supo que si la había escuchado.

—Pensé que ya éramos amigas —dijo vehemente, mientras miraba frente a ella y alumbraba con la débil luz de su linterna a la oscuridad.

—¡Entonces! —Animada por su respuesta, Nozomi se puso de pie—. ¡Puedo decirte mi nombre! —Más que pregunta, fue una afirmación—. ¡Yo me llamo!

—No hace falta —Eli se levantó y, con una sonrisa de oreja a oreja, caminó frente a ella a donde esa oscuridad se cernía más aterradora que nunca—. Para ser amigas, no necesitamos saber todo la una de la otra, ¿verdad? —Y musitó—: Tu nunca me contaste todo.

—Pero… —Pretendiendo que no había escuchado esas últimas palabras, Nozomi se la quedó viendo. No podía creer que, después de aceptar su amistad, ella se fuera a si sin más. Eso solo le confirmó que quizás aquella chica no fuera alguien normal, o alguien existente. Quizás, como espectro, quería ser considerada y la protegía de ella misma, como si tuviera un código el cual consistía en que, si le llegaba a decir su nombre, ella estaría obligada a llevarla al otro mundo. Y al pensar en eso, quizás esa indecisión y miedo cesaron un poco dentro de ella. Porque supo que Eli estaba siendo amable y considerada para no hacerle daño.

Las noches siguieron avanzando, y conforme más pasaban, ese sentimiento de espera que tenía Nozomi cada noche crecía más y más; como la llama de una vela. La palabra soledad se había quedado lejana para ella. A pesar de permanecer la mayor parte del tiempo ayudando en el templo, ella ahora tenía un motivo por el cual no tener miedo de lo que le rodeaba. Siempre estaba esperanzada a que diera la media noche y poder ver a Eli afuera del templo, sentada como siempre en el peldaño de las escaleras a un lado de la urna de deseos. Con su carta y su dinero en una mano, y con la pequeña lámpara que les brindaba un poco de luz en las noches más oscuras.

Pero también, conforme pasaban los días, Eli se veía más cansada. Su rostro, blanco como la luna, estaba casi transparente. Tenía unas grandes bolsas negras debajo de sus ojos, quizás por no haber dormido por mucho tiempo. Su cabello, rubio como los rayos del sol, siempre solía estar desordenado. Sus ojos ya ni siquiera mostraban un brillo frío y amable. Por más que recordara a su amiga que partió prematuramente, ella ya no lloraba. Era obvio que ella ya no soportaba más noches en vela, lamentándose por la persona que se fue de su lado. Lo que si predominaba en ella era esa aura triste que la rodeaba, y ahora, más que nunca, Nozomi la sentía con más fuerza.

—Quizás deberías de descansar por hoy, Eli —Le dijo Nozomi al ver a Eli clara y sumamente exhausta—. Te ves muy cansada. Deberías de regresar a casa y dormir.

—Ya no puedo hacerlo —Musitó suavemente, incluso su voz sonaba cada vez más apagada—. Tengo que venir aquí cada noche, porque yo…

—Bueno, qué tal si duermes dentro del templo. No me gusta… —nerviosa, Nozomi desvió la mirada—. No me gusta verte así. Siento que te estás haciendo daño. Me gustaría volver a verte radiante como el primer día que te conocí.

—Eso es imposible. Mientras yo no pueda verla, entonces…

—Pero Eli… —Comprensiva, y viendo como la chica rubia susurraba, Nozomi decidió quedarse callada—. De acuerdo —Dulcemente, recargó su cabeza en el hombro de Eli y cerró los ojos—. Pero pronto llegará el invierno, y hará mucho frío como para que puedas venir a estas horas de la noche.

—¿Y a ti no te importa que algún día ya no regrese?

—Al principio pensaba así…—Nozomi vio con vehemencia a la luna, que resplandecía hermosamente esa noche—. Pensaba que no soportaría un día sin poder verte. Pero… —Su corazón latió con fuerza, o al menos así lo sintió—. Pero ya no me siento sola.

Un suave silencio se apoderó del ambiente. Claramente Nozomi podía escuchar las respiraciones apresuradas de Eli. Desde hace tiempo lo había pensado, y quizás no se trataba de un espectro, quizás si era alguien real y, al ver su aspecto, enfermo y deteriorado, lo único que quería era ayudarla. Tenía miedo de lo que pasaría si no lo hacía.

—Al principio… —Nozomi habló de nuevo, mientras veía a Eli a los ojos; quien parecía perdida en un punto inexistente detrás de ella—. Al principio pensaba: —ojalá pueda pasar toda mi vida con Eli». Lo decía tantas veces que desee que se hiciera realidad al día siguiente que vinieras. Pensaba con más frecuencia en que algún día vendrás a vivir aquí conmigo —Los labios de Nozomi temblaron y una fría sensación recorrió su cuerpo—. Pero, mientras más pasaban las noches y te veía cada vez más decaída y triste, lo único que quería era protegerte. Había noches en las que quería que no vinieras, en las que quería que me olvidaras al menos por un día entero para que pudieras descansar. Quería quedarme un momento en eso que tanto me aterraba. Quería —negó con la cabeza—, deseaba estar sola otra vez —Eli cerró los ojos, como si reflexionara las palabras de Nozomi—. Lo que más quiero ahora es verte feliz, y quiero ayudarte a superar todo aquello que te preocupa —Las manos de Nozomi se deslizaron suavemente por los brazos de Eli, hasta entrelazar sus dedos con los de ella—. Y es que, sin darme cuenta, quizás…, sólo quizás… —Su mirada estaba llena de sentimientos. Su corazón parecía vibrar con cada latido—. Quizás me llegue a enamorar de ti, Elichi.

Y el silencio predominó en el templo, al igual que la oscuridad que se cernía entre ellas. Las lágrimas volvieron a brotar de los ojos de Eli. Y Nozomi pensó, al instante, que la había lastimado profundamente. Esas lágrimas que pensó no volvería a ver, empapaban sus mejillas y todo su rostro. Hipaba y sollozaba con fuerza, como si nunca hubieran parado de llorar en toda su vida.

Y al decir el nombre de su amiga, de una forma tan peculiar y que a la vez le sonaba tan familiar, sintió una opresión en el pecho, y por fin el encanto que durante tantas noches sentía se rompió.

—¡Quiero verte! —Gritó Eli entre sollozos—. ¡Nozomi, quiero verte! —Se abrazó a sus rodillas y lloró con más fuerza—. ¡Ya no lo aguanto! ¡Ya no lo aguanto! ¡Quiero verte otra vez, Nozomi! Ya no soporto solo pretender que escucho tu voz. ¡Me estoy volviendo loca y tú no estás aquí!

Sorprendida por el llanto de Eli, por sus amargas palabras que le lograron calar en el corazón, Nozomi se quedó estática viéndola fijamente, como si no la conociera. Y por fin lo comprendió, y por fin los recuerdos que creía perdidos regresaron a su memoria, y vio el rostro de su amiga, meses atrás, cuando decidió dejarla atrás.

—¿Por qué no me llevaste contigo? —sollozó Eli con más desesperación—. ¿Por qué no me dijiste lo que te preocupaba? Si tan solo lo hubiera sabido, tú no… —El llanto le impidió seguir hablando—. Tú no…

Y es que Nozomi recordó cuán aterradora era la soledad que la rodeaba, y recordó cómo se sentía cuando las personas a su alrededor la ignoraban. Era un sentimiento insoportable que, cada que llegaba a casa, lo único que podía era llorar por el abandono que sentía.

Sus padres la habían abandonado, en una ciudad ajena a ella y que no conocía. En la escuela no podía hablar con nadie porque sentía que todos la miraban raro y la odiaban por alguna extraña razón. Ya ni siquiera se sentía a gusto consigo misma. La soledad que sentía era insoportable a tal punto de…

—Te extraño tanto, Nozomi… —Eli se dejó caer en las escaleras y, con fuerza, apretó la carta que siempre llevaba con ella—. ¡De verdad quiero verte! ¡De verdad quiero verte! Ya no puedo pretender que la voz que cada noche escucho en mi cabeza es la tuya contestándome exactamente lo que quiero escuchar… Estoy tan cansada —Y a pesar de querer llorar por los recuerdos que regresaban vívidamente a su cabeza, Nozomi no podía soltar ni una lágrima—. Y desde que te fuiste, sentí que en este lugar tú te encontrabas, y podía hablar contigo por siempre. Pero me estoy volviendo loca, y ya no lo soporto. Estoy cansada y tengo miedo. Por favor, al menos déjame verte y llévame contigo. Yo no quiero estar sola sin ti. No quiero que me dejes atrás.

Y a pesar de toda la soledad que pudiera sentir, existió una diminuta luz que iluminó un poco sus días tristes. Esa luz era Eli. La conoció en la preparatoria, y fue la única en la que sintió algo diferente apenas la vio. Por primera vez se atrevió a hablarle a alguien, porque sentía, muy en el fondo, que con ella podría hacerlo. O quizás era su desesperación de que alguien la notara la que la orilló a tomar medidas desesperadas y entablar conversación con alguien como Eli que había llegado del extranjero y no conocía a nadie en la escuela.

Pero funcionó, porque Eli era amable a pesar de que al principio se mostró fría con ella. Eli era amable y le hablaba a pesar de que sabía todo lo que sentía dentro de ella. Eli era amable y los momentos junto a ella eran los más felices de su vida. Eli era amable y ahora no podía soportar verla llorar por su culpa; por haberla abandonado sin decir nada.

Porque Nozomi ya no lo soportó más. A pesar de tener a Eli como su única amiga, ese sentimiento de soledad, de miedo a estar sola, era más fuerte que ella y logró superarla. Tenía miedo todas las noches que pasaba sola en su departamento. Lloraba hasta que se quedaba dormida, y es que sabía, muy en el fondo que, cuando terminara la preparatoria, ella volvería a estar sola, porque sabía muy bien que Eli la abandonaría. Sin embargo, no fue así, se había equivocado y ahora mismo ella era la que había abandonado a Eli.

—Yo…

—¡Quiero verte! ¡Quiero verte Nozomi!

Nozomi no tenía palabras que decirle a Eli. Aún estaba digiriendo todos los recuerdos que vívidamente le llegaban a la cabeza. Aún estaba afrontando el hecho de que estaba muerta. Afrontando que ahora sí nadie podría estar junto a ella, que había partido en un viaje en el que todo lo que tenía a su alrededor era una terrible soledad. Ya no habría nadie a su lado, ya no habría nadie que quisiera ir junto a ella. Porque Nozomi ya no existía.

Asustada por afrontar la realidad, asustada por ver a Eli llorar, Nozomi trató de pensar en lo que pudiera hacer para terminar de una vez por todas todo lo que le había hecho a Eli. Todo el dolor que le había causado.

Temblando, y aun muy asustada, se acercó despacio a Eli y trató de tomarla de las manos, pero ahora mismo comprendía porque, después de tantos días, Eli solía tener la mirada dispersa, quizás solo viendo a un punto invisible en la horrible oscuridad que se cernía a su alrededor. Ahora comprendía porque nunca la tomaba de la mano. Ahora comprendía porque se negaba a escuchar su nombre. Porque Eli temía que sus peores temores fueran realidad.

—Elichi, yo… —No sabía si Eli escucharía su voz. Ni siquiera sabía porque estaba intentado disculparse cuando sabía que tenía toda la culpa—. Elichi, yo… —Sollozos salieron de su boca, pero no había lágrimas en sus ojos—. ¡Fue mi culpa! —Sus lamentos resonaron fuertes entre la oscuridad—. Es mi culpa que ahora estés triste por mí. Yo no me merezco tu amabilidad, ni tu compasión. Te he hecho mucho daño y yo…

—Tú no tienes nada por lo que disculparte. Fui yo la que no supo ver lo que te pasaba. Fui yo quien no supo escuchar tus gritos silenciosos pidiendo ayuda —La voz de Eli sonó trémula y desconcertante—. Ahora en lo único en lo que puedo pensar es en la forma de permanecer contigo siempre, y protegerte de lo que tanto miedo le tienes —Eli levantó la mirada, como si frente a ella pudiera ver a Nozomi—. Porque sin pensarlo, quizás… Quizás yo me enamore de ti y no te puedo dejar partir aún.

El corazón de Nozomi se quebró dentro de ella. Y al ver las lágrimas salir de sus ojos, al ver como Eli luchaba por controlar su llanto, fue inevitable que no sintiera ese frío característico de las lágrimas salir de sus ojos. Las lágrimas volvían a fluir, y Nozomi estaba agradecida de que pasara porque, en un momento así, olvidó por un segundo lo que había hecho y el daño que le había provocado a Eli.

—Eres tan amable y buena conmigo, Elichi… —Sus lágrimas le empaparon el pálido rostro—. Yo no lo merezco. Yo no merezco esa bondad de tu parte. Por favor, al menos cúlpame por lo que pasó. Al menos ódiame por hacerte tanto daño. Yo no puedo soportar pensar que te hice esto, que te dejé sola.

—Pero tú odiabas la soledad —Eli se derrumbó en el suelo de madera del templo, con sus dos brazos débilmente en sus costados—. Tú la odiabas y yo lo sabía. Y aun así te deje sola.

—¡No es cierto!

—Te abandone cuando más me necesitabas.

—¡No es verdad!

—Y lo supe todo el tiempo, pero quería evitarte, porque tenía miedo de que mi presencia te molestara.

—¡Eso nunca pasaría! —Nozomi se derrumbó frente a Eli—. Tú no tuviste la culpa de nada.

—Si tan solo te hubiera escuchado mejor. Sin tan solo te hubiera ayudado.

—¡Ya no podrías haber hecho nada, porque yo ya no lo soportaba! —Nozomi gritó con todas sus fuerzas—. Hicieras lo que hicieras, yo hubiera seguido teniendo miedo. Aún tengo tanto miedo, pero… —Los sollozos de Eli cesaron—. Pero tú viniste todos los días a visitarme, aunque ni siquiera tuvieras la certeza de que fuera yo la que habla contigo. Ni siquiera te mostraste temerosa ante mi presencia.

—Eso era porque, muy en el fondo, lo sabía —Eli vio a todos lados, como si buscara a Nozomi—. Sabía tu nombre desde el primer momento en el que abriste la puerta del templo. Sabía que eras tú desde la primera noche que vine aquí.

Sorprendida por sus palabras, Nozomi se dejó caer al suelo, derrotada y exhausta, llorando con fuerza y asustada por saber toda la verdad.

—¡Tú no tuviste la culpa, Elichi! —dijo entre sollozos—. No quiero verte triste por mi culpa.

—Lo estaré, aunque no quieras —Eli intentó sonreír, pero no pudo hacerlo por más que se esforzó—. Porque fuiste alguien importante para mí.

—Elichi… —Nozomi lloró con más fuerza mientras que Eli se limpiaba las últimas lágrimas que salían de sus ojos—. Entonces hagamos una promesa.

—¿Una promesa? ¿Qué clase de promesa?

—Prométeme que vivirás muchos años hasta el día en el que nos volvamos a encontrar.

Eli se mordió el labio inferior. Y cuando Nozomi la vio, al ver la palidez en sus facciones, al ver su cabello desarreglado y las ojeras debajo de sus ojos, supo que quizás le estaba pidiendo demasiado.

—No quiero verte sufrir más por mi culpa, Elichi.

—Peor Nozomi… —Eli agachó la cabeza—. Yo ya no puedo…

—¡Prométemelo!

—Pero.

—¡Promételo! —Nozomi se derrumbó frente a ella y la tomó de las rodillas; suplicando para que le hiciera caso—. ¡Prométemelo, Eli! ¡Ya no quiero hacerte daño! ¡Prométemelo! Que nos encontraremos después de muchos años.

—Pero si lo hago, tú…

—¡Ya no me importa la soledad!

—¡Mentirosa!

Y la verdad era que a Nozomi aún le aterraba la idea de quedarse en ese lugar, completamente sola. Pero más miedo le daba ver sufrir a Eli por algo egoísta que ella había hecho. Así que decidió afrontar su castigo, aquel que era permanecer sola para siempre.

—Prométemelo —Volvió a decir, con una voz débil y titubeante—. La soledad ya no es algo a lo que pueda temer. Ahora me da más miedo verte a mi lado lo más pronto posible. Ya no quiero hacerte sufrir.

Unos minutos de silencio se apoderaron de las dos. Ni siquiera el viento mecía las copas de los árboles. Ni siquiera se veían las luces de la luna llena al otro lado de las grises nubes. Ya no había nada que Nozomi pudiera decir, solo podía esperar la decisión de la rubia.

Despacio, después de un rato, y como si abandonara un gran lastre que tenía cargando, Eli se levantó aun sollozando y con las manos y piernas temblando. Nozomi la vio levantarse y supo al instante que estaba a punto de irse.

Eli caminó y bajó los escalones en los que siempre solía sentarse al lado de Nozomi. No miró atrás, pero aún temblaba; quizás por el viento o quizás por el miedo que tenía de abandonar a Nozomi. Sin embargo, antes de dar un paso más, y como lo había hecho la primera vez que se encontraron, Eli musitó suavemente:

—Nozomi… —Susurró mientras el viento volvió a soplar—. No puedo prometerte lo que me pides… —Eli agachó la cabeza—. Por más que lo intente, el pensamiento de estar a tu lado predominará y no creo que lo pueda olvidar —Nozomi permaneció en silencio, adolorida por lo que le había hecho a Eli—. Pero al menos quiero pedirte una última cosa —Eli volteó a ver a Nozomi una última vez, con lágrimas en los ojos, bañada de la luz plateada de la luna que, poco a poco, se asomaba entre las nubes. En su rostro tenía una amarga sonrisa, la cual luchaba por mantener—. Déjame verte una última vez —Y las lágrimas empaparon su sonrisa.

A pesar de la petición de Eli, Nozomi no sabía cómo cumplirla. Quizás esa era la última oportunidad que tenía para salvarla de lo que ella misma había ocasionado. Quizás era la última oportunidad que tenía para hacer que Eli cumpliera aquella promesa inconclusa.

Con todas sus fuerzas, pensó en la forma en la que podía reunirse con ella. Pensó fuertemente en el deseo de reencontrarse con su amiga; con la persona que amaba. Lo pensó, pero no sabía siquiera cómo hacerlo. Al menos hasta que un radiante brillo iluminó los ojos de Eli.

—N-Nozomi… —Eli volvió sobre sus pasos y se abalanzó a donde ella estaba. Aunque la veía, no la podía sentir—. ¡Nozomi! —Pero eso le bastaba, porque después de tantos meses sin poder verla, ahora la tenía de nuevo frente a ella.

Eli estiró los brazos, y Nozomi casi pudo sentir su tacto cuando estos la rodearon y la atrajeron hacia ella. Eli era cálida, siempre lo había pensado, y en ese momento la sentía más cercana que nunca. Fueron incontenibles las lágrimas que brotaron de sus ojos al sentir ese sentimiento que creía perdido; un cálido sentimiento que solo le transmite Eli. El sentimiento de amor que sentía por ella.

La luna se ocultó detrás de las nubes una vez más, dejando paso a una horrible y siniestra oscuridad. El repentino viento aciago golpeó en el rostro de Eli, para después, inmediatamente, percatarse que ya abrazaba a la nada absoluta. Y sin contenerse, comenzó a llorar una vez más.


Espero que, de verdad, les haya gustado esta historia. Primero que nada, si ven un error ortográfico o alguna palabra fuera de lugar, lo siento, pero ya estoy un poco cansado y con sueño como para ponerme a revisar el escrito una vez mas. Y es que pensé que solo sería una historia de dos mil palabras, que iluso que fui esta mañana al ver casi ocho mil :c

Peor bueno, ya en serio, ¿Qué les pareció al historia? principalmente quería escribir algo así desde hace mucho y la verdad estoy muy satisfecho con el resultado. En principio no se de dónde se me vino la idea repentina, quiero pensar que fue pro ver un anime llamado Wonder Egg priority, peor no lo sé, solo iba cambiando por la calle y, sorpresa, tenia una idea buena que no quería desperdiciar. Por cierto, si no han visto el anime del que hablo, recomiendo que lo vean, es muy, pero que muy bueno.

Finalmente, les quiero agradecer a todos los que me apoyaron el día de ayer con la historia que subí. En especial a nadaoriginal, a aramaru y a Robin Schultz que siempre esta en facebook apoyándome y me dijo que le gusto mucho el Crossover. Muchas gracias a todos por leer de verdad. Y ya que estamos, si quieren seguirme en Facebook para estar al tanto de la historias, me pueden encontrar como Biso47 Fiction.

Sin Más, me gustaría saber mucho su opinión de esta historia, y Muchas Gracias Por Leer, Por su amable apoyo y Muchas gracias por Todo.