Notas:

¡Hola! Aquí yo, dejando escritos sobre situaciones random que se me ocurren sobre ships que terminan gustándome gracias a los bellos FanArts que encuentro xD


Pesado.

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La imagen que se encontró Inumaki cuando entró en el área común lo detuvo por completo, olvidándose momentáneamente de que se dirigía a su habitación.

La cabeza de Yuuta estaba a medio camino entre el apoyabrazos y los cojines del sofá. Para ser un chico tan fuerte, la cara que ponía mientras dormía a pierna suelta en aquel sofá era de todo salvo poderosa; la baba manchándolo todo, un brazo tocando el suelo, despatarrado de cualquier manera. Parecía un trapo viejo, que llevaba años sin uso.

Toge pensó en cubrirlo con una manta, darle palmaditas en la cabeza para los dulces sueños y seguir a lo suyo. Lo único que se lo impidió fue la idea de Okkotsu con un poco más de ojeras por no haber dormido bien y además de eso, ganándose un dolor en el cuello y un pobre rendimiento físico para el entrenamiento de mañana, lo que haría enojar a Maki, aunque Toge no se enfadaría con él, por supuesto. No era capaz, aunque tuviese motivos suficientes como para que los detectase un satélite—el primero de todos, que esa no era postura para dormir—.

Suspiró. No le iba a quedar otro remedio que llevar él mismo a Yuuta a la cama porque no tenía el corazón para despertarlo. Sin embargo, estaba claro que Inumaki no cabía en la categoría típica de "musculoso", como podían serlo Gojo-sensei o Todou Aoi, pero los músculos de sus brazos y piernas estaban bien desarrollados. No debería haber problema.

La cuestión ahora era cómo cargar a Yuuta de tal forma que ni se hiciese daño ni se despertase—porque bueno, el chico se veía que ni dormía bien de por sí, así que despertarlo no era una opción—. Rememoró todas las maneras en las que Yuuta lo había cargado a él a lo largo de lo que llevaban de conocerse—casi todas ellas, cabe destacar, bastante bochornosas—y sopesó los pros y los contras de cada posición.

Cogerlo por las axilas probablemente no era una buena opción. Implicaría que las piernas de Okkotsu se irían arrastrando por todo el suelo. No, no era una buena idea.

Tal vez sería más apropiado cargarlo en la espalda. Aunque, analizando bien el panorama… no, sería imposible. Fijo que eso rompería en mil pedazos la columna vertebral de Toge, y eso que Yuuta tampoco tenía una complexión demasiado muscular—a menudo Maki lo comparaba con un espagueti—, pero era más alto que Inumaki, y eso era algo que debía entrar a consideración.

Lo idóneo, tal y como le indicó la bombillita que se encendió sobre su cabeza, sería llevar a Okkotsu como si fuera una novia recién casada. El mismo Toge había experimentado en sus carnes la sensación de ser llevado de aquí para allá de una forma tan poca digna—sólo unas pocas veces, cuando salió demasiado lastimado—, y le sedujo imaginarse a él como el príncipe azul que llevaría a Yuuta a sus "aposentos".

Quizás, si había buena suerte, Yuuta despertaría en sus brazos—a pesar de que no quería que se despertase, pero podría ser la excepción—, a medio camino, y comentaría con un rubor profundo y tímido lo genial que era Inumaki y lo equivocado que había estado por atreverse a reírse cuando Panda insinuó que él tenía el cuerpo de mantequilla. Entonces Yuuta le besaría la mejilla y Toge lo dejaría en la cama, con cuidado de no echarlo como si fuese un saco de papas, y lo taparía con una mirada que lo haría derretirse ahí mismo. Probablemente Yuuta suspiraría y le diría que le quería y volvería a quedarse dormido con una de esas sonrisas angelicales que poseía.

Inumaki sacudió la cabeza y enfocó toda su atención. Ya estaba preparado mentalmente para la Operación Princesa.

El primer paso era poner los brazos en la posición adecuada. El siguiente, pasarlos bajo la espalda y las rodillas de Okkotsu y agarrarlo fuerte.

—Mmn…nngh… —murmuró el pelinegro en su sueño.

El chico tenía un sueño ligero, recordó de repente Toge. Debía levantarlo muy rápido porque lo último que querría en este mundo era que el sueño de Yuuta se viese perturbado.

Dobló las rodillas para no correr riesgos innecesarios y levantó a Yuuta del sofá con un derroche de fuerza bruta que solo sería comparable a la cantidad de energía maldita que poseía Gojo-sensei. Se oyó un crac muy preocupante en alguna parte del cuerpo de Toge, y lo peor era que no sabía de dónde había salido ese sonido. ¿Sus rodillas? ¿Sus brazos?

¿Cómo era posible que Yuuta pesase tanto? Era alto, sí, pero de figura esbelta. No era como Panda ni seguía la misma dieta que Maki. O Yuuta se había convertido en un maestro del engaño y en realidad escondía bien los abdominales, bíceps y tríceps, o Inumaki era, y siempre había sido, un debilucho.

Toge dio un paso y soltó un gruñido involuntario que podría haber espantado a una jauría de lobos furiosos. Aun así, continuó su arduo trabajo, caminando—y posiblemente herniándose—hasta que dobló la esquina y encontró las habitaciones. Que Okkotsu aún no se le hubiese escurrido de los brazos era más milagroso que el hecho mismo de que todavía no se había despertado, porque precisamente cuidadoso no estaba siendo.

Dio sus últimos pasos por el pasillo. La maldita cabeza de Yuuta chocó contra la pared—¿cómo?—y el chico soltó un quejido.

—Okaka —Inumaki murmuró una disculpa, aunque no estaba seguro de si se disculpaba por haber insultado la cabeza de Yuuta en su mente o por casi haber manchado la pared con su sangre.

El siguiente obstáculo fue pasar con el chico por el marco de la puerta del dormitorio. Toge tuvo que hacer acrobacias que ya envidiaría una pieza de Tetris para caber por ahí y mantener intactas todas las extremidades de Yuuta—o eso quiso creer—. No supo cómo lo logró, pero eso no le quitó el pequeño orgullo de entrar victorioso.

Sin embargo, su espalda hizo otro crujido—esta vez sí pudo identificar de dónde provenía el sonido—mientras dejaba a Yuuta en la cama. Por supuesto, no fue tal y como se lo había esperado, con delicadeza y amor, sino que daba la impresión de que estaba extendiendo los brazos para dar un abrazo y que, ups, se me cayó el novio sin querer.

El cuerpo sin vida de Okkotsu rebotó un poco contra el colchón. Toge confirmó que en realidad no había muerto cuando soltó otro quejido lastimero, pero increíblemente no se despertó. Eso demostraba lo cansado que se encontraba.

Yuuta le estaba empezando a dar pena, sinceramente.

Le tapó con la manta y, tal y como había planeado, le dio un beso de buenas noches—era imposible que su noche empeorase—y otro en los labios como recompensa por haberle—posiblemente—roto los huesos.

Toge se marchó de la habitación sin pensar demasiado en todos los moretones que tendría Yuuta a lo largo de su cuerpo al día siguiente.


Más notas:

Inumaki probablemente tenga más fuerza de la que aparenta, yo lo sé, pero es que está chiquito y delgado y hay que protegerlo (a pesar de que Gege no lo protegió bien). ¡Espero que los hayan disfrutado y los haya hecho reír, aunque sea un poco! :D

Paz~