Este One Shot fue publicado originalmente como una actividad de Anti-San Valentín en el grupo de "Yo también estoy esperando un nuevo capítulo de Muérdago y Mortífagos" en formato de Drabble, pero ahora le he dado una manita de gato y se convirtió en un pequeño One Shot.

La imagen de inspiración es la portada del fanfic.

P.D. El vestido que se menciona es uno que usó Emma Watson para el desfile de Dior en 2014


Chaperones a domicilio

Artista: Ángela M.G.

Dedicado a Emily y Bet, porque aman las fechas e historias cursis


Hermione se miró en el espejo una vez más. Una mirada evaluativa a su atuendo de «no cita» que Parkinson le había enviado, incluía un vestido Dior de corte irregular y zapatillas blancas de tacón de cuña la hacían sentir bastante confundida. ¡Es lo último en la semana de la moda en París para una «No Cita»! Le había dicho Pansy cuando le entregó el paquete. Y Hermione, pobre, tonta e inocente Hermione, le creyó y se fue a su casa sin mirar dentro, bastante confiada en el gusto de la mujer y sus elecciones anteriores.

Si no hubiese estado tan distraída escondiéndose de cada pelirrojo que pasaba cerca de la vitrina en el local de Pansy, quizá habría notado el brillo maligno de sus ojos cuando envolvió el paquete.

Resoplando, Hermione aplicó un poco de maquillaje, casi el mínimo y se miró al espejo. Su cabello había necesitado TRES pociones alisadoras y, aun así, podía sentir sus puntas enroscándose como si tuviesen vida propia. Derrotada por su apariencia contrastante de cara limpia y un vestido extraño y tacones aún más raros, tomó el color rojo que Pansy había metido en la bolsa y se lo aplicó. El conjunto en general era de una elegante Hermione, insólito.

Al diablo, no era una cita y ella se estaba empeñando mucho en hacerla parecer una «no cita» intentando no esforzarse ni en lo más mínimo, pero, al contrario, esforzándose al máximo. ¡Oh, la dulce contradicción de una persona que piensa demasiado las cosas! Se acomodó el escote intentando enderezarlo y resopló, dándose por finalizada.

Eran diez para las siete, en cualquier momento él vendría y ella… bueno, ella no tenía muy en claro cómo actuar.

¿Un apretón de manos? Muy poco personal, tomando en cuenta cuánto tiempo han trabajado juntos para regular el trabajo y salario de los elfos domésticos de la Mansión Malfoy ¿Un simple gesto de cabeza y ella saldría de su departamento? No, eso era algo que haría con Ron o Harry ¡Por Merlín! ¿Tiene que invitarlo a pasar? ¿Y si eso lo confunde y espera que se repita lo de la otra noche?

Se sintió sonrojar al recordar la mesa profanada en la biblioteca.

¿Saludarlo con un beso en la mejilla? No después de haber tenido su boca debajo de ella la otra noche…

Hermione empezó a hiperventilar y salió del pequeño baño, lanzándose un hechizo refrescante mientras caminaba por su sala.

«No, Hermione, eres una mujer moderna, no tienes que invitarlo a pasar, la otra noche no significó nada, esta no es una cita y es más ¡Malfoy ni siquiera vendrá porque lo que haya pasado en la gloria postcoital no es real!».

Bueno, realmente esperaba que no apareciera esa noche y así podrían verse el lunes por la mañana y concluir su trabajo con los elfos como cualquier otro día en la agenda de Hermione. Una Mansión más de una familia antigua con un contrato de los derechos de los elfos domésticos regulado por el Ministerio para hacer de este mundo un lugar mejor. Sólo eso.

Pero con un escalofrío, recordó la noche anterior.


¿Cómo había pasado?

Bueno sí, era viernes y Malfoy estuvo riendo y bromeando, bastante aliviado y más relajado que nunca frente a ella, claramente contento de por fin sacarla de su Mansión después de tres meses de trabajar día a día juntos para convencer a los elfos de la Mansión de firmar el contrato de derechos laborales.

Así que Malfoy le invitó una bebida bastante añejada que quemó su garganta.

—No seas una aguafiestas, Granger, es el mejor wishky del mundo: Mallacan, cientos de galeones que se están deslizando por tu plebeya garganta. Pero esto tiene solución, Granger: lo de la plebeyez, ser aburrida, jamás.

—Entonces no deberías compartirlo conmigo, sino con… no sé, ¿quién es merecedora de la compañía del gran Draco Malfoy?

—No, no seas una aguafiestas, esto merece un brindis, no dejes tu copa, levántala, es una noche de fiesta. Finalmente hemos dejado de ser compañeros; un mundo infinito se abre ante nuestros ojos, ¿te imaginas las posibilidades?, días y días de tensión llegados a su fin…

Hermione se burló y levantó su copa. Justo cuando comenzaba a encontrarlo agradable, parecía que no veía la hora para deshacerse de ella. Pero sólo era Malfoy, bebería su alcohol carísimo y luego se iría a casar a leer una deliciosa novela histórica, olvidándose de su cabello desordenado y su sonrisa pecaminosa. A Hermione Granger no le gustaban esa clase de hombres.

Y brindaron por el término de su alianza, porque Merlín sabe cómo odiaba escuchar su voz estridente a las ocho de la mañana todos los días «¿en serio no tienes una cama cómoda para dormir más tiempo? ¿debería regalarte una?»; luego hubo otro trago porque por fin Hermione debería dejar de usar tres suéteres en la gélida Mansión, «por favor no te quejes, Granger, eres muy escuálida… Yo no tengo ningún frío»; y otro más porque «¡gracias a Merlín!, dejarás de aterrorizar a mis elfos, Jelly nunca volverá a ser el mismo después del interrogatorio sobre cuántas veces mi madre lo hace pulir la plata»; en algún punto después de la cuarta o quinta, terminaron en la biblioteca vagando entre los libros y riendo como los grandes amigos que nunca habían sido.

Él había abandonado la corbata hacía mucho y ella sus incómodos zapatos, andando descalza pero feliz mientras se pasaban la botella del uno al otro, ya el asco y los ojos en blancos tirados en el pasado junto a sus vasos.

Meses de trabajar juntos les había dado una falsa comodidad que ahora no parecía tan falsa mientras ella tomaba un libro y leía entre risas las letras bailarinas, meses de sentarse rígidamente en un sofá del salón del té dejando que los elfos avanzaran de uno a uno dejando sus peticiones hacia los «amos» mientras el calor del techo de cristal le cocinaba la cabeza hasta quitarse la túnica del Ministerio y quedándose en su ropa de oficina mientras Malfoy se arremangaba las mangas de la camisa y se aflojaba la corbata.

Días de cenas tardías en un exhausto silencio después de haber interrogado a Jelly, porque «¿En serio Granger crees que te voy a dejar ir, así como así, después de dieciséis horas trabajando sin parar? Mi madre estaría horrorizada». Cenas tardías que se convirtieron en comidas y cenas a una hora decente porque «Yo no sé tú, Granger, pero la última vez que lo comprobé, no soy una planta y no me alimento de sol. Comamos y démosles un descanso a los pobres elfos».

Y así se habían ido tres meses de trabajo arduo y hoy podía decir que la falsa comodidad no era tan falsa mientras se recargaba en un estante y dejaba que él sonriera demasiado cerca, su aliento de bebida extra cara haciéndole cosquillas en las pestañas mientras le alcanzaba un libro demasiado grande y pesado para poderlo sostener con ligereza.

Entonces un libro había llevado a otro y ahora estaban en silencio con las cabezas juntas recorriendo las necias palabras que bailaban ligeramente ante sus ojos… «El erótico retrato de Anne Marie; una mujer juzgada injustamente» se burlaba de ellos con su portada en tonos pasteles y un fornido rubio detective y una castaña muy curvilínea.

Hermione soltó una risita mientras leía sobre el increíble y enorme miembro del detective que vibraba de deseo por la mujer en el estrado. Miró a su alrededor mientras Malfoy seguía hojeando el libro; aquí en el mezanine de la Mansión Malfoy, se sentía en la biblioteca de Hogwarts, leyendo algo prohibido esperando a que Madame Pince o alguien la descubriese. Pero estaban en la Mansión Malfoy, ya eran adultos y nadie los iba a interrumpir por más que la idea le encogiera el estómago de manera… bastante agradable.

—Es un libro ilustrado —susurró Malfoy con una risa bastante tonta que se ganó una mirada de Hermione—. Bastante ilustrado, mira —Le mostró una hoja que detallaba explícitamente a una mujer recostada sobre el dichoso estrado con sus curvilíneos pechos al aire libre y el fornido rubio sobre ella, cerniéndose como una pantera.

Hermione se mordió el labio y forzó una risa, lo cierto es que había bebido un poco más de lo común y el calor de sus mejillas no estaba ya segura que fuera por el alcohol o por el libro explícito o… por estar en una biblioteca con otra persona… o todo.

—Mira esto —llamó su atención Malfoy mientras revisaba el dibujo bastante explícito. Él pasó los dedos por la curva de la cintura de Anne Marie y ésta cobró vida, siendo empujada por el detective. Sus mejillas se arrebataron y su risita se perdió en un jadeo—. Bastante pornográfico, ¿no crees Granger?

—Bastante sugerente para una biblioteca tan conservadora, diría yo —comentó ella mientras se recogía el cabello, estaba sudando y algunos rizos se pegaron a su cuello. Malfoy enarcó una ceja y miró el libro y luego a ella.

Hermione le dio otro trago a la botella buscando qué hacer, el wishky apenas quemó su garganta y los dedos alargados de Malfoy le quitaron la botella. Sin apartar la mirada de la suya, también le dio un trago a la botella y de alguna manera fue pecaminoso mientras su lengua recogía las gotas que se habían resbalado, sobre todo, porque nunca quitó sus ojos grises de los suyos.

—¿Cuál es una de tus fantasías, Hermione?

Y ella, como la borracha-no-tan-borracha-honesta que era, le contó sobre su fantasía en la biblioteca… y la fantasía sobre hacerlo con un extraño.

Malfoy estaba demasiado cerca, su cadera rozó la suya y ella tragó saliva cuando una lenta sonrisa se formó en su rostro, una sonrisa depredadora que no conocía, pero le erizó la columna.

—Así que hacerlo en una biblioteca, ¿eh? —repitió mirando sus labios. Hermione asintió, pero no se movió cuando él la rodeó lentamente—. ¿Y qué hay con lo del extraño?

El cerebro de Hermione se fue de vacaciones cuando su aroma la golpeó, algo muy masculino, fuerte pero no repulsivo que le hizo agua la boca y cosquillas en el cuello por la proximidad y dijo:

—Bueno, quiero alguien extraño pero seguro.

Malfoy arqueó una ceja interrogante y ella prosiguió a explicar, como si recitara un concepto leído, de vuelta a sus años escolares, casi tanto como a su antigua fantasía de la biblioteca y el uso indebido de libros prohibidos.

—Quiero hacerlo con alguien que sea un extraño, pero no un completo desconocido. Alguien que me haga sentir emoción, por lo que estamos haciendo, casi prohibido e irreflexivo, pero no totalmente desconocido, es decir, no un tipo apenas que vi en un bar, porque quiero sentirme segura, sobre todo, que no sea un asesino en serie o tenga alguna enfermedad extraña que me contagie. No un tipo borracho y oloroso de un bar que no quiera irse de mi cama en cuanto termine… nadie que pueda verse bien y tenga un desempeño menos que mediocre… —repitió un poco perdida en la nube de alcohol y la oscuridad de la biblioteca, su voz se hizo más y más pequeña mientras Malfoy miraba sus labios—. Quizá alguien con quien haya trabajado, pero no sea mi amigo… quizá alguien que me haya invitado una bebida y huela bien y… —se aclaró la garganta y bajó la mirada, tímida—. ¿Y tú?

Pero Malfoy no dijo nada.

Ella levantó la vista y se mordió el labio, dispuesta a irse, tan avergonzada como nunca en su vida había estado cuando él tiró de ella y la besó.

Hermione recordaba haberle regresado el beso con bastante entusiasmo y pronto sus manos estaban encima del otro arrojando la ropa de cualquier manera.

—¿Quizás alguien con quien hayas trabajado, no un completo desconocido, en una biblioteca? —susurró Malfoy contra su cuello y Hermione casi se derritió en un asentimiento. La mano de él cubrió sus labios mientras la empujaba a la mesa más cercana , deslizó su dedo pulgar en su boca y la mantuvo así mientras escuchaba el cinturón caer al suelo con un destello metálico—. Sin hacer ruido Granger: es una biblioteca y alguien puede vernos… o escucharnos ¿quieres eso?

Hermione asintió y luego negó, corrigiéndose a sí misma ante la ceja enarcada de él. Malfoy soltó una risa que retumbó contra su cuerpo mientras la besaba con fuerza mientras se deslizaba dentro. Ella ahogó sus gemidos en su boca mientras la mesa los sostenía, dispuesta a ser tan silenciosa como un ratón de biblioteca.

Pero ciertamente la biblioteca nunca se sintió más viva; hubo un fuego de chimenea crepitar en algún lugar; sonidos húmedos y patas de madera resbalándose contra el piso de la biblioteca; suspiros y jadeos semi escondidos en la boca del otro; sonidos sordos cuando algunos libros resbalaron del estante contra el que chocaron; y una botella vacía de Mallacan que resbaló del mezanine por las escaleras.

En algún punto después, Malfoy estaba encima de ella acariciando su cuello con su nariz y diciéndole cosas que sonaban a confesiones tiernas y reprimidas, «tú eres mi fantasía», «meses, Granger, meses con esa maldita manía de arquearte», «…y en Hogwarts…», «y Jelly te dice Ama y me ha costado tres salarios extras decirles que se callen su pequeña boca», «¿por qué esperamos tanto?», «…casi te invito y luego tuvimos este trabajo de infierno», «perfecta…». Pero Hermione apenas podía concentrarse, tan feliz en su nube post sexo salvaje con un desconocido en una biblioteca. Todavía tenía sus piernas enredadas en su cintura y cualquier cosa la habría hecho reír, hinchada de felicidad y satisfacción, en ese momento.

—¿Entonces qué dices? —le estaba preguntando Malfoy mientras le besaba el cuello. Hermione se rio bastante fuerte, sin tener una mínima idea de qué le decía, pero disfrutando de sus caricias lánguidas—. ¿Te quedas a dormir?

—¿Qué? —Hermione abrió los ojos y miró a Malfoy. Su nube de alcohol y sexo disipándose un poco. Él se había separado un poco y lucía confundido, como expectante.

Qué adorable, pensó ella, borracha de placer.

—¿Te quedas a dormir? ¿Una cena tardía? —preguntó Malfoy y por primera vez lo sintió nervioso, lo cual era extraño, porque todavía lo sentía adentro, «su miembro vibrando dentro como Anne Marie».

Se rio de su propio pensamiento impío y ridículo.

Malfoy la miraba, expectante. Entonces Hermione se esforzó para juntar dos palabras coherentes.

—No puedo, tengo trabajo atrasado en casa —Sí, eso, sonaba bastante segura su mentira, según ella. Malfoy asintió y enterró su nariz en su cuello de nuevo, abrazándola, como si nunca quisiera dejarla ir.

—¿Cena mañana entonces? —Comenzó a dejar una serie de besos en su cuello que la hizo olvidarse momentáneamente de todo, sumergiéndola en esa neblina de la que intentaba salir y quedarse para siempre, todo al mismo tiempo.

—¿Es una cita? —preguntó muy distraía con sus caricias, quería decirle que no gracias, no quería una cita, sólo este increíble sexo de una ocasión, pero Malfoy mordió su oreja y se le olvidó cómo se pronunciaban las palabras.

—Sólo es una cena, Granger —susurró contra su oído mientras sus manos la acariciaban en los lugares correctos—. No es una cita.

—Mhhmhm —aceptó Hermione y entonces Malfoy se alejó de ella. Lucía petulante mientras se ponía los pantalones y le acercaba su sostén.

—Genial, paso por ti a las siete —Y con un beso en la mejilla, se fue. Dejándola sola y medio desnuda sobre una mesa en la biblioteca ancestral de los Malfoy.


Y así, hoy tenía una cena que no era una cita… o algo así. Bien pudo haberle dicho que los elfos serían ejecutados y colgadas sus cabezas en el pasillo principal y a Hermione no le habría importado en lo absoluto mientras él dejaba besos en todo su cuello.

El timbre sonó a las 6:56 y Hermione brincó. Se miró en el espejo del recibidor pero antes de abrir, se fijó por la mirilla, quizá si Malfoy lucía desarreglado, podría correr a ponerse unos jeans, pero el alma se le fue del cuerpo cuando vio dos cabezas pelirrojas y una oscura.

Gimió y se golpeó la frente con la puerta. Se había olvidado por completo de esta horrible cita triple que sus amigos habían organizado. Ginny había dicho que era importante porque sería la última vez que Harry y ella saldrían en mucho tiempo: planeaban comenzar a intentar embarazarse en marzo y después vendrían los niños y todo eso. Así que, abogando a este sentimiento, le organizaron una cita a ciegas con ellos cuatro. Sí, Ginny y Harry como el matrimonio perfecto, Ron que había comenzado una relación bastante bonita y sana con Astoria Greengrass y luego estaba ella, la solitaria del grupo a la que sus amigos sentían la necesidad de emparejarla cada dos por tres, sobre todo, en San Valentín.

Se puso una bata encima de su vestido Dior y transformó sus caros zapatos en unas pantuflas blancas y esponjosas. Intentando no flexionar sus pies para no crear arrugas innecesarias en sus zapatillas cuando regresaran a la normalidad y atándose el cabello en un moño que echaría a perder su trabajo de alaciado, abrió la puerta.

Se escuchó un gemido general cuando la vieron. Ella puso la cara más deplorable que tenía.

—Me debes diez galeones —dijo Ron a Harry mientras se recargaba en la puerta. Hermione los fulminó con la mirada—. ¿Qué es Hermione? ¿Gripe de doxy? ¿Viruela de dragón? ¿Gripe del gato negro? ¿Furúnculos bubo tuberculosos?

Hermione se cruzó de brazos sintiendo su vestido arrugarse debajo y levantó la nariz.

—Vamos Hermione, lo prometiste —dijo Ginny con un puchero—. Nuestra última vez juntos antes de que nos convirtamos en padres.

—Ahórrenselo chicos —dijo Hermione mientras contaba los minutos—. No iré, me siento mal.

Harry estaba en silencio y la miró con sus ojos verdes, Hermione se apretó más la bata. A veces trataba de usar lentillas muggles en vez de sus lentes, lo que le daba una apariencia tan guapa pero también más suspicaz. Se sintió examinada mientras él la miraba.

—Vamos Hermione, Astoria está muy emocionada de por fin salir con todos nosotros —dijo Ron con una sonrisa y Hermione quiso burlarse de su atuendo demasiado inglés pero que volvía loca a su novia.

—No puedo chicos, tengo… —Todos la miraron, expectantes—. ¡Tengo mi periodo! Es el día más abundante y hay demasiada sangre y quiero vomitar y… ¡Tengo diarrea!

Ron y Harry gimieron y comenzaron a alejarse, pero Ginny dio un paso dentro del departamento y la examinó de cerca. Hermione dio un paso hacia atrás por inercia, sus pantuflas rechinaron.

—¡Tienes una cita! —exclamó la pelirroja con un chillido mientras tiraba de la pinza del cabello haciéndolo caer en una cascada ordenada—. ¡Tienes una cita en San Valentín!

Ron y Harry exclamaron y Ginny tiró de su bata, dejando al descubierto su ya muy arrugado vestido Dior.

¡Por Merlín! ¡Y te pusiste guapa!

—¡Entonces sí te gusta! —exclamó Harry mirándola con un brillo esperanzado—. ¿Quién es él? ¿Por qué no nos lo dijiste?

—¡Pensé que nunca lo harías!

—¿Cómo se llama?

¿Por qué no lo invitaste con nosotros?

—¿Es ese chico de Transportes Mágicos? ¿Cuál es su nombre, Harry?

¡No! ¡Es el reportero de Navidad!

—¿Skandar Wells? Pero Ginny, es muy alto…

¿A qué hora viene? ¡Cállense ustedes dos!

—¡No, el otro! El que nos encontramos en la final de Quidditch, Ron.

—¿Por qué no nos dijiste nada? ¡Pudimos haber llegado antes! Sé que eres una mujer adulta, pero nunca dejaré de preocuparme por ti.

¿Daniel? Es gay…

—No… su nombre comenzaba con E…

Pero… ¿es una cita elegante o sólo irás a emborracharte sin sentido?

—¡Hermione nunca se emborracha sin sentido!

—Además, Daniel es demasiado bajo… incluso para ella.

¡Daniel es gay!

—¿Y qué tal y no es gay?

—Skandar, debe ser Skandar.

¡No! Es… Jonathan, de San Mungo, es excelente, usa lentes, tiene aire intelectual y siempre tiene la nariz metida en un libro, ¡como Hermione!

—¿No querías chaperones a domicilio, Hermione? ¿Ya no nos amas?

—¡No somos chaperones, pero nos preocupamos por ella! ¿Lo sabes, verdad Hermione? ¡Eres como mi hermana!

¡Edmund Plaidy, de la librería del callejón Diagon! ¡Es un excelente tipo!

—…Es muy aburrido, Ron.

Bueno ¡a Hermione le gustan los tipos seguros y confiables! ¡Todo el mundo lo sabe! ¡Es una verdad universal! ¡Seguros y amables!

Hermione retrocedió, acorralada. Sus amigos lanzaban preguntas al aire, bloqueando su salida, pero todos callaron cuando alguien carraspeó en la entrada.

Cuatro pares de ojos se dirigieron a la entrada.

Malfoy lucía un sencillo atuendo negro, pero su cabello estaba desordenado casualmente y Hermione quiso pasar sus manos por él, ahora que sabía cómo se sentía su textura en sus dedos. Tenía las manos en los bolsillos y llevaba un sobre debajo del brazo.

—¿Interrumpo algo?

Ginny silbó y se colocó frente a Hermione, años de práctica le permitieron atrapar su cara en su mano como si se tratara de una Quaffle, deteniéndola de su silencioso intento de escape.

Harry y Ron se giraron.

—¿Tú eres su cita? —preguntó Harry, luciendo más imponente y más Auror que nunca.

Malfoy miró la escena con aburrido desinterés y sacó el sobre de su brazo, agitándolo como si estuviese demasiado aburrido para poner los ojos en blanco.

—Si por cita te refieres a que vamos a firmar unos papeles de su Decreto por los Elfos Domésticos mientras cenamos en un restaurante caro pagado por el Ministerio, sí. Cenas de negocios le llaman, Potter; puedes buscarlo en algún diccionario. Al parecer a Granger le gusta trabajar hasta en sábado, tan competente la empleada del año.

Hermione se soltó del agarre de su amiga lamiendo su palma, Ginny hizo un ruidito de asco mientras se limpiaba en su pantalón.

¿A eso se refería Malfoy cuando le propuso que cenaran? ¿Entendió todo mal? ¿Realmente era una NO cita?

¿Realmente deseaba tener una no cita ahora que sabía que no era una cita? Estúpida Pansy y su vestido ridículo y demasiado elegante y más estúpida ella que pensó que era una cita real.

Malfoy hizo un gesto aburrido hacia la salida.

—Perderemos la reservación, no sabes lo que me costó hacerla con tantos necios saliendo por ahí en San Valentín y ciertamente no desembolsaré más comidas en mi Mansión, andando.

Hermione asintió y tomó su bolso. Se dio una rápida ojeada en el espejo del vestíbulo, su cabello se había ondulado sin frizz, milagrosamente, y el labial seguía en su sitio. Bueno, el vestido estaba arrugado, pero tenía tantos pliegues que no se notaba. Tomó su abrigo y les hizo un gesto a sus amigos, que miraban la escena en silencio.

—Feliz día de la amistad, supongo —se despidió—. Cierren al irse.

Se giró hacia Malfoy y tomaron el elevador. Malfoy no la miró mientras las puertas se cerraban y dijo casualmente:

—Quizá quieras transformar tus pantuflas en algo más adecuado, Granger.

Hermione miró sus pies enfundados en las esponjosas y falsas pantuflas y agitó su varita, regresando a su forma original las ya arrugadas zapatillas blancas.

—¿Entonces esto no es una cita? —preguntó ella sintiéndose ridícula al recapitular toda su crisis existencial.

—Nop —contestó Malfoy—. No es una cita.

Hermione asintió y salieron del ascensor en silencio.

Caminaron juntos por las frías calles de Londres hasta que doblaron una esquina y Malfoy la empujó a un callejón solitario.

Ella lo miró confundida mientras lo veía transformar su escueto atuendo en una túnica formal y el sobre oscuro en un ramo de rosas que le entregó sin ceremonias.

—Ahora sí es una cita, Granger —Le ofreció su brazo y caminaron juntos entre parejas de enamorados, mimetizándose con el entorno.

Crisis existenciales o no, chaperones a domicilio no solicitados o una fecha de enamorados golpeándoles en el rostro, Hermione y Draco tuvieron una cita mientras él recopilaba todas las confesiones que ella se había perdido aquella noche en la biblioteca, convirtiéndolas en afirmaciones para un largo, si no es que eterno rato.


¡Hola! Como ya dije, fue un fanfic elaborado para el Anti-San Valentín, pero como siempre, terminé haciendo algo pegajoso y así. Por fin lo he subido y nada, ojalá les haya gustado un poco de amor sin sentido.

Puntos y extra amor a quien sepa de dónde es «El erótico retrato de Anne Marie; una mujer juzgada injustamente».

Un beso enorme y feliz No-San Valentín,

Paola