Descargo de responsabilidad: La historia y los personajes de Shaman King no me pertenecen.
¡Hola! Gracias a los grandes espíritus son vacaciones y puedo darme ciertos tiempos para escribir. Esta historia si tiene que ver un poco con el canon y va sobre que pudo haber sucedido la mañana siguiente de que Yoh y Anna pasaran la noche juntos. El título es una palabra en sánscrito que significa "viaje" o "ir", lo elegí también porque su escritura forma el juego de palabras de los nombres de Yoh y Anna.
Yãna
* Tú ausencia pasa a ser mi eternidad,
Tú silencio mi paz,
tu recuerdo mi motor.
Camino descalza hasta el balcón de la habitación y espero…
Destellos rojizos iluminaban el cielo. La quietud del alba daba la impresión de que se había detenido el tiempo.
Su mirada fija en el horizonte, se ajustó la yucata al sentir un poco de frío y se abrazó con ligereza su cuerpo.
Él al no sentir la tibieza del cuerpo junto a él, palpó con una de sus manos el lado izquierdo del futón, se incorporó para asegurar de que no había sido un sueño. Entonces la vio.
Sintió unos brazos fuertes rodearla por la espalda, su cuerpo se estremeció levemente al sentir el contacto del cuerpo masculino detrás de ella. Podía sentir la respiración del chico en su cuello, suave y pausada, no lo pensó más y recargo su cuerpo contra el de él. Se quedaron así, disfrutando de la cercanía uno del otro.
El cantar de las aves y el barullo lejano de la ciudad les anunció que había terminado por amanecer. Lanzaron un suspiro al unísono sin separarse, había llegado la hora, pero ninguno se movió.
- Debo regresar a mi habitación Yoh- dijo de pronto ella rompiendo con el mágico momento de intimidad.
El chico lanzó un gruñido por respuesta y el sujeto con más fuerza.
- Vienes aquí y me pides que te permita pasar la noche conmigo- el sonido de su voz era áspero- y ahora quieres irte. Esta vez no te permitiré que te salgas con la tuya.
Ella abrió los ojos con sorpresa, nunca le había hablado así. Logró zafarse del abrazo y giró para quedar frente a frente, le dirigió una mirada fría, que se descongeló al ver que su prometido la miraba con los ojos opacos y decididos.
- Yoh - alcanzó a murmurar.
En un rápido movimiento la atrajo hacía él para rodear con una de sus manos su cintura y con la otra empujar con suavidad la cabeza de Anna para poder atrapar sus labios en un beso. Un beso húmedo, lento.
Su boca comenzó a saborear más allá de los labios, con sutileza y anhelo su lengua se abrió camino dentro de la boca de la joven. Al principio suave y sensual, para después pasar a un ritmo lleno de desesperación y deseo. El corazón les latía a mil por hora y el cuerpo se les llena súbitamente de deliciosos escalofríos.
Las manos de Anna comenzaron a explorar el cuerpo de su prometido, intentando redescubrirlo y encontrar cosas nuevas en él. Sin pensarlo, despojó a Yoh de su yukata, Necesitaba sentir la tersa piel de su espalda, los músculos del abdomen y aspirar el excitante aroma a hombre que desprendía su cuerpo.
Yoh iba perdiendo cada vez más los estribos al besarla y las caricias de la itako solo avivaban el fuego que había nacido en su interior y que le recorría el cuerpo en oleadas desbordantes. Decidió que era el momento de volver a acariciarla. Lentamente una de sus manos descendió hacia los muslos de la joven, lentamente levanto la tela de la yukata y sumergió su mano en el placer sensual de tocarle la piel. Anna soltó un suave gemido al sentir el contacto.
La exaltación de ambos estaba creciendo, se deseaban y necesitaban volver a entregarse, a explotar de placer para sentirse nuevamente complementados, para poder soportar la ausencia…
Toc, toc, toc.
-Joven Yoh, el desayuno ya está listo.
La voz de Tamao los sacó del paraíso y los devolvió de un golpe a la realidad. Ya no tenían el manto de la noche para protegerlos y dejarse llevar. Respiraron hondo y se miraron a los ojos, se abrazaron con fuerza para tratar de ahogar el deseo.
- Será mejor vestirnos- musitó ella mientras revolvía con suavidad la rebelde cabellera de Yoh.
- Lo sé- aceptó él sin moverse.
- Creo que debemos soltarnos para hacerlo- dijo Anna mientras se aferraba todavía al cuerpo del chaman.
- Un momento más, por favor- suplicó, la sostuvo con más fuerza y continuó- Anna… sabes que es posible que no pueda volver de este viaje…
-Shhh- puso uno de sus largos dedos en los labios de su prometido.
Recargo su cabeza en su hombro, él cerro los ojos y aspiró con fuerza el suave perfume de sus cabellos. Permanecieron así algunos minutos que se les antojaron eternos. Se separaron lentamente y ella se fue a cambiarse de ropa a su habitación.
El resto de la mañana transcurrió con relativa normalidad, de vez en cuando Yoh y Anna se lanzaban miradas profundas que Tamao no supo interpretar. Hasta que llegó el tiempo de despedirse.
Lo observó caminar seguro hacía la salida, una leve sonrisa se dibujó en su rostro al ver que se había puesto el abrigo tal y como se lo pidió, su bolsa de ropa en una mano y en sus espaldas llevaba envuelta a Harusame.
Él al sentir su mirada se volvió para verla. Sus ojos se encontraron.
Al verla tan etérea y vulnerable supo que la amaba y la amaría por siempre, con un amor que trascendería el tiempo y el espacio mismo. Sabía también, que ella sintió lo mismo, se lo decían el fulgor de sus ojos fijos en los suyos y la franca sonrisa que le dedicaba.
Le devolvió la sonrisa, esa que ella tanto adoraba, que le recordaba que el "todo saldrá bien" era real.
Él levanto la mano en señal de despedida sin dejar de sonreírle. Súbitamente recordó que, a partir de ese momento, en cuanto cruzara la puerta, ya nada volvería a ser igual. Su sonrisa desapareció.
Ella notó sus tribulaciones.
- Yoh creo en ti- le dijo fuerte y con firmeza.
Al escucharla bajo su cabeza y cerró los ojos, llevo a su pecho su mano con el puño cerrado como si quisiera guardar esas palabras dentro de su corazón. Volvió a abrirlos para asentir con la cabeza y contemplarla unos instantes más.
Ambos se sonrieron ampliamente llenos de confianza. Él dio media vuelta y con paso seguro salió de la pensión que fuera su casa.
Ella lo miró partir sin aspavientos. Una brisa fría sopló provocando que se estremeciera levemente, no había vuelta atrás.
- Creo en ti- murmuró con seguridad.
Y se quedó un instante más contemplando el horizonte.
FIN
Coro de la canción "Creo en ti" de Miguel Bosé.
