[ Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Tite Kubo y su manga: Bleach. ]
The Boy Who Reached the Moon
«Puede que no te vaya amar para siempre, pero mientras sobre ti estrellas hayan, no tienes necesidad de dudarlo. Haré que estés muy seguro de ello. Solo Dios sabe lo que sería de mí sin ti. Si alguna vez me dejaras, y aunque la vida continuase, créeme, el mundo ya no tendría nada que ofrecerme».
—God Only Knows, The Beach Boys.
La conclusión había llegado inesperada una tarde. Tras la pérdida de sus poderes espirituales, y producto de la depresión que le desencadenó esto, como era costumbre, había soñado con ese mundo con el que nunca más tendría contacto. Y lo había sentido a él en sus sueños, como también era usual.
Como si se tratase de estar divididos el uno del otro por un panel, o en su defecto: por una pantalla shōji, era incapaz de verlo, mas tenía la certeza de que la persona al otro lado era él. No recordaba su rostro, aroma o voz, pero su corazón latía desenfrenado al reconocer la impresión que le había dejado, y en consecuencia, el añoro se materializaba en pesadas lágrimas que se acumulaban en sus largas, abundantes y acalabazadas pestañas, apelmazándolas en un intento por sellar sus ojos y así impedir que volviese a su amarga verdad.
Pero nunca era suficiente. Siempre regresaba a ella, y esa vez no fue la excepción. Se hubo incorporado de inmediato, perdiendo el equilibrio dado a la fuerza con la cual lo hizo y cayó a un lado, estrellándose contra el frío suelo de su habitación con un sonoro golpe. Compuso una mueca, gruñendo por lo bajo para, acto seguido, colocarse en pie y dejarse caer sobre la silla junto a su escritorio.
Se cruzó de brazos sobre su pecho, observando a través de la ventana el apenado atardecer. Por un instante se quiso consolar con la idea del cansado firmamento confortándolo y mostrándole su entendimiento, pero, se cuestionó casi perplejo, ¿entendimiento sobre qué? Siendo este el principio de un extenuante interrogatorio, que comenzó curioso y terminó furioso, a su afligido corazón.
Acerca del resultado, no sabría qué dar por respuesta.
Ichigo no sabría decir en qué momento se enamoró de Kuchiki Byakuya, o siquiera por cuáles motivos lo hizo. El aristócrata era soberbio, frío, estricto. Un dolor en el culo. Y siendo sinceros, ¿en serio? ¿Él, con Byakuya? ¡Ja! Si se lo preguntase a un desconocido, este opinaría que Rukia y él eran una pareja hecha en los cielos mientras que, al mismo tiempo, escupiría desdeñoso la simple idea de una amistad con Byakuya. ¿Quién se atrevería a imaginárselo con él?
Era indiscutiblemente una broma de mal gusto e incluso una falta de respeto, y no obstante, esa era la realidad. Se preguntó muchas veces si era normal sentirse así por el pelinegro, se preguntó si sentía admiración o respeto, o quizá agradecimiento. ¿Qué sentía en realidad por ese distante, ya nubloso recuerdo?
El capitán del sexto escuadrón de los Trece Escuadrones de Protección era un hombre culto, de principios, respetable y fuerte. La elegancia con la que movía su zanpakutō, la agilidad con la que utilizaba el kidō, la determinación en su impenetrable mirada. Jamás había visto un shikai y un bankai tan hermoso como el de Senbonzakura. Solo Sode no Shirayuki y Hakka no Togame podrían comparársele.
En otras palabras, ¿cómo podría no admirar y respetar a Kuchiki Byakuya?
Su historia con el noble era, sin lugar a dudas, complicada y turbulenta. De no haber sido por la arrogancia del shinigami y su propia terquedad, ya no existiría en el Mundo de los Mortales. Era un hecho que, cuando se conocieron, no sentían más que desprecio el uno por el otro. Y aunque se hubo enfrentado a los ojos de la muerte incontables veces, podía decir que solo existían tres personas con las cuales luchó por motivos personales: Gran Pescador, Grimmjow Jaegerjaquez y Byakuya Kuchiki.
Tras haberse enfrentado, sin embargo, el papel de Byakuya en su vida había cambiado tanto que, de mencionárselo a su 'yo' del pasado, este se reiría histérico y no se molestaría en ocultar el desprecio a la sola idea. Jamás habría pensado que, lentamente, el hombre que lo dejó al borde de la muerte se hizo cada vez más presente en su vida como alguien que era capaz de ver a través de él, que se había convertido además en un fiel apoyo que se mostraba en los momentos más importantes y críticos de su vida.
Y que también había estado allí, miserable, rogándole entre lágrimas que protegiese todo lo que era sagrado para él; demostrándole entonces su confianza, admiración y respeto.
Siempre estuvo allí de la misma forma en la que lo estuvo Rukia, pero, ¿por qué no se sentía de la misma forma con ella? Por supuesto. Estaba profundamente agradecido con la ahora capitana por haber cambiado su vida, por haber estado allí y haber sacrificado tanto sin pedir nada a cambio. Tenía la certeza que ni en esta ni en cien vidas podría saldar su deuda para con ella. Entonces, ¿por qué sus sentimientos por Byakuya parecían ser más intensos, más complejos y difíciles de comprender?
¿Por qué—?
¿Por qué sentía su corazón vibrar ante su sola mención?
¿Por qué sentía su cuerpo arder ante su sola presencia?
¿Por qué sentía anhelo devorarlo ante su sola ausencia?
Entre ellos siempre existió cierta rivalidad, un interés por enfrentarse y demostrar cuán superiores eran el uno del otro, lo cual era razonable considerando las circunstancias, mas quién diría que hoy día, aun si era común molestarse el uno al otro, queriendo tener la última palabra en la discusión, existía asimismo un interés por desnudarse y demostrar cuán apasionados podían ser. El deseo por enfrentarse en la arena se había transformado en un deseo mutuo, a lo mejor insospechado y vergonzoso.
Es por esto que, cuando el mayor comenzó a ignorarlo e inclusive evitarlo, se sintió agraviado.
— ¿Qué mierda pasa contigo? —explotó, arrugando su ya de por sí ceño fruncido—. Me estás evitando —añadió, sus furiosas castañas ardiendo y arrojando chispas.
—Kurosaki Ichigo, ¿cuál es el significado de esto? —preguntó el patriarca, cruzando sus manos tras de sí y observando al otro por sobre el hombro. Las lentes distantes y frías impedían ver el miedo, duda y dolor en su mirada. Quizá si el muchacho se tomaba el tiempo de estudiarlo, se percataría de los finos y pálidos labios temblorosos como también de los nudillos tensos de sus sudorosas manos.
Se sentía expuesto.
Kuchiki Byakuya se sentía expuesto.
A decir verdad, al escuchar sus palabras, el pelinaranja sintió que el noble tenía algo de razón. Había ingresado cual ladrón a la Mansión Kuchiki. Aun si había tenido la intención de pedir una audiencia y hacer honor a los modales que su madre le enseñó con tanto esmero, había optado por simplemente… hacer caso omiso al protocolo y escabullirse en la propiedad, temeroso de que su dueño se negase a darle la cara.
Finalmente se encontraba con el hombre por primera vez en mucho tiempo, pero su actitud y acciones se habían convertido en la excusa perfecta para que el capitán lo echase sin pestañear o sentir culpabilidad. Puede que Renji tuviese razón y en verdad fuese un imbécil.
—Me estás evitando —insistió, sacudiendo sus inquietudes.
—Así que es eso… —exhaló, en voz baja. Cerró sus ojos por un momento, y volviéndose al frente, procedió a retirarse.
No había forma para el exterior de saber qué pensaba o qué sentía, pero en ese momento, Kuchiki Byakuya, un dios de la muerte, que existe por y para la muerte, que la teme y la padece, quiso saber: ¿por qué se les permitió a ellos, los muertos en vida y vivos en muerte, sentir? ¿Por qué su corazón latía y padecía el amor?
Tal vez—
Tal vez la muerte le hizo fascinarse con el Mundo de los Vivos, y naturalmente, enamorarse de la vida; de Kurosaki Ichigo.
«—Tengo la sensación de que el capitán Kuchiki está evitando a Ichigo —comentó Abarai Renji, sus manos ocultas en los bolsillos de su hakama, formando puños en un vano esfuerzo por deshacerse de la inquietud que lo había estado acechando desde el surgimiento de los rumores acerca de un no tan insospechado noviazgo entre sus dos mejores amigos.
Girándose hacia la pequeña figura a su lado, se sintió desesperar, percibiendo una expresión sombría en su rostro. Sin embargo, conteniendo la respiración, se armó de valor y continuó—: ¿Ha ocurrido algo? —indagó, reprimiéndose de un imprudente aunque tal vez necesario, « ¿ha ocurrido algo entre tú e Ichigo?».
—Se ha enamorado —soltó Rukia, escueta. Tímida acomodó su bufanda platinada, ocultándose en ella, e ignoró la sorpresa y confusión plasmada en el rostro del teniente.
— ¿E-Enamorado? —titubeó, parpadeando perezosa y descompasadamente, procesando la nueva información—. ¿Quién?
—Nii-sama… —vaciló, desviando sus grandes ojos violetas por un momento, mordiendo su labio inferior. Tomó aire, y volviéndose a su amigo, aclaró—: Nii-sama de Ichigo.
— ¡¿El capitán Kuchiki de…?! —dejó salir, boquiabierto. Observó por largos segundos a la chica, enmudecido, y con mucho esfuerzo, logró formular. O más bien, vomitar—: No, espera. Eso no puede ser cierto. ¿Qué te ha hecho pensarlo? —cuestionó, reparando en que los incómodos nervios de hace un momento fueron desplazados por inocente curiosidad.
—Renji —suspiró, una risilla airosa escapándosele—, ¿recuerdas aquella vez, cuando nos enfrentamos a Ginjō? Nii-sama se enfrentó a Tsukishima esa noche. —Se detuvo, alzando la mirada hacia el vasto cielo que los coronaba con pesadas nubes grises—. Dime, Renji. ¿Recuerdas la habilidad de Tsukishima Shūkurō?
—Insertarse en el pasado de su víctima, ¿no es así?
Rukia asintió, animándose a continuar su explicación—: Nii-sama fue herido esa noche. No hay forma en la que Tsukishima no hubiese utilizado su poder para manipular las memorias de mi hermano como lo hizo con Inoue o Chad. Incluso las hermanas de Ichigo fueron afectadas por su poder. Y aun así, de entre todas las personas, Nii-sama fue el único que se mantuvo firme y luchó a favor de Ichigo.
Se contuvo por un momento, sintiendo un nudo formándosele en la boca del estómago producto de la más desinteresada preocupación. Tomando una nueva bocanada de aire, concluyó—: ¿Qué sentimiento o cuán fuerte ha de ser su respeto y admiración hacia Ichigo para que las habilidades de Tsukishima resultasen inútiles en él?
—Si lo pones así… —exhaló, pensativo. Se dejó caer hacia atrás, apoyando la espalda sobre el muro tras de sí y se volvió a su amiga, sin saber qué decir. También le parecía extraño. Después de todo, era una posibilidad—. ¿Te incomoda? —inquirió, advirtiendo que la capitana se enfrentaba a un conflicto interno.
— ¿Huh? —Lo observó perpleja, y Renji dejó escapar una ligera risilla.
— ¿Te incomoda que el capitán Kuchiki esté enamorado de Ichigo, o te incomoda el hecho de que se haya enamorado de un hombre? —elaboró.
Rukia lo observó aún más confundida, frunciendo ligeramente el ceño.
—Sabes bien que no soy esa clase de persona —contestó—. Es solo que…—dudó, encogiéndose de hombros—. Estoy preocupada por Nii-sama. Por ambos, en realidad —confesó, levantando el rostro, ahogando una vez más sus inquietudes en la bóveda tormentosa. Temía que pronto comenzase a llover.
—No hay nada que podamos hacer. Todo depende de ellos. —La imitó, encontrando por algún motivo entretenido ver a las afligidas y haraganas nubes chocar entre sí, quejándose del impacto con furia que iluminaba intermitente los cielos.
—No quiero que mi hermano salga lastimado. Amó una vez, y fue herido. Si él—
—El capitán Kuchiki es un hombre fuerte, Rukia. Siempre que Ichigo esté bien, él también lo estará. Incluso si le toma tiempo estarlo —interrumpió—. De eso se trata amar —reflexionó, ganándose una mirada curiosa por parte de la otra».
Tras su acostumbrada indiferencia, le prestó apoyo y expresó cuánta estima le tenía. No se reprimió de enderezarlo y empujarlo a seguir adelante. Sin quererlo ni saberlo, se coló en sus sueños de mortal y fue la razón de su insomnio durante la insurrección de las zanpakutō.
Poco a poco sus corazones se acercaban cada vez más, pero Ichigo jamás sospechó ni supo interpretar las señales. Jamás se preguntó qué sentimientos tan profundos podía tener el capitán para no solo ser capaz de traicionar a su maestro, sino también confiar en que, sin importar a lo que se enfrentase, siempre saldría invicto.
—Oi, ¡Byakuya! —instó, con amargura. El aludido se detuvo sobre sus pasos, quedándose quieto sin siquiera mover un músculo. Solo de esta forma no se dejaría en evidencia. Cuánta era la vergüenza que sentía, abandonándose en los celos y el despecho—. ¿Se puede saber a qué debo yo tu actitud de mierda? —espetó, percibiéndose en sus palabras el arrebato e indignación.
Qué extraño, pensó el aristócrata. ¿Por qué parecía tan ansioso?
—No entiendo el motivo de tu cólera. ¿Qué te hace pensar que te he estado evitando? —respondió, calmo.
Cuánto descaro, pensó el muchacho. ¿Qué derecho tenía—? ¿Con qué derecho ese, con el que cruzó espadas y al que despreció tanto, ocupaba sus pensamientos y luego lo abandonaba sin ninguna explicación?
—Hah, ¿entonces por qué me evitas? ¿Por qué me tratas como si fuese un maldito estorbo? —sonrió, su sonrisa no alcanzando el habitual y cálido otoño en sus ojos. Su mirada era afilada, la miel en sus irises convirtiéndose en leña que consentía las flamas que ardían en su corazón.
Byakuya dejó salir un sedoso suspiro, su paciencia agotándose—: Porque lo eres —contestó, ganándose un par de ámbares que lo observaban con incredulidad e incluso con desprecio.
— ¿Realmente lo soy, Byakuya? —se burló, tras un minuto de silencio que pareció haberse extendido por siglos. El tono de su voz, siempre rotundo y un poco tosco, ahora se apreciaba casi inaudible, frágil como una copa de cristal—. ¿Me dirás eso ahora que sé la verdad sobre tu batalla con Tsukishima, que sé que continuaste a mi lado cuando tus memorias fueron manipuladas esa noche? —Gradualmente, su voz ganó fuerza conforme la ofensa incidía en él.
«—Todos, buen trabajo. Tómense un descanso, partiremos en media hora —apremió Renji, sobre sus labios colgando una exhausta sonrisa. Envainó su zanpakutō y sacudió con el dorso de su diestra el sudor que le perlaba la sien—. Ichigo, tú también. —Se giró al sustituto, quien asintió y con pesadez tomó asiento sobre el césped.
—No me agradezcas —comenzó, sin enfrentarlo unísono se disponía a pulir ambas de sus espadas—. No he venido a la Sociedad de Almas de vacaciones, después de todo —añadió, encogiéndose de hombros.
—Los ataques de los huecos en Rukongai han incrementado desde la guerra contra los Sternritter —mencionó, secretamente escudriñando a su amigo.
Contrario a lo que los demás podían pensar tras escuchar sobre sus grandes hazañas y las numerosas batallas de las que salió victorioso, Ichigo no era una persona a la que se le conociese por ser de muchas palabras. En realidad, era callado, solitario e inclusive, en algunas ocasiones, un poco gruñón. Con un ceño siempre fruncido, daba la sensación de ser alguien problemático y de quien debías mantenerte alejado. Uno podría decir, de hecho, que de no haber sido por sus poderes y labor como shinigami sustituto, sus únicos amigos serían Chad, Mizuiro, Keigo y Tatsuki.
Dado a que, además, pensaba que debía lidiar con todo por sí solo, sin pedir ayuda y creyendo su responsabilidad estar allí para los demás, no permitiéndose ser el ser humano vulnerable que también era, sus amigos se vieron en la obligación de aprender a interpretar su silencio, su mirada y ceño fruncido.
En ese momento, por lo tanto, Renji sabía que algo no estaba bien. Aun siendo hermético como Ichigo lo era, tratando de guardárselo todo y reprimiendo incluso sus alegrías, habían detalles tan pequeños que se volvían evidentes y lo exponían: el tono de sus palabras, la porfía en su ceño más pronunciado de lo usual, su distante mirada, las comisuras tensas de sus labios. Algo definitivamente lo estaba molestando.
Decidiendo investigar de qué se trataba, Renji se acercó y lo imitó haciéndose lugar en el césped, cruzándose de brazos sobre su amplio pecho.
—Será mejor tomar medidas —respondió Ichigo al ver al pelirrojo sin intenciones de irse, el comienzo de sus delicadas cejas amenazando con tocarse entre sí, y tras un momento de silencio, barbotó—: A propósito, ¿en dónde está Byakuya? No creo que deje todo el trabajo pesado a su teniente, ¿o sí? —indagó por fin, dándose por vencido. Envainó ambas Zangetsu tras su espalda y dejó caer la mirada al suelo, en sus irises castaños revolviéndose cientos de emociones incapaces de ser organizadas o puestas en palabras.
Así que eso era, pensó Renji.
—Él está… —dudó, y tras un par de segundos deliberando su próxima decisión de palabras, el pelinaranja lo enfrentó con un par de castañas expectantes, presionándolo a terminar—: … ocupado.
—Tengo dos malditas semanas en la Sociedad de Almas y no lo he visto ni una vez —bufó, negando con suavidad—. Renji, ¿te crees que soy estúpido, que no me doy cuenta que me está evitando como la plaga? —discutió, y el teniente sintió un escalofrío al enfrentarse a aquel torbellino de aquello sin nombre.
¿Por qué estaba teniendo la sensación de que Ichigo sentía algo por el capitán Kuchiki?
No, quizá Rukia le había llenado la cabeza de tonterías. O quizá—
—Ichigo, sabes que el capitán no me cuenta nada sobre su vida privada. Si te ha estado evitando o no, ¿cómo voy a saberlo? Y de hacerlo, ¿crees que me explicaría la razón detrás de ello? —Se encogió de hombros, siendo su turno de desviar la mirada al suelo.
El capitán Kuchiki era su superior e Ichigo su amigo. ¿Qué se suponía que debía hacer?
—Maldición —masculló por lo bajo el otro, ajeno a su dilema.
Los rumores sobre cuál era la naturaleza de la relación entre Rukia e Ichigo eran el principal tema de conversación durante esos días. Era, por no decir imposible, poco probable que el capitán Kuchiki no estuviese informado respecto a ello considerando que uno de los involucrados era su hermana menor. Aunado a ello, si se tenía en consideración que incluso él, que había crecido junto a Rukia, tenía sus dudas acerca de esta amistad, ¿por qué el capitán Kuchiki pensaría distinto?
—Ichigo, tú… no lo sabes, ¿cierto?
Era injusto invadir la privacidad de su capitán, revelando los sentimientos que tanto se esforzaba por esconder, como también era injusto privarlo de la oportunidad de rehacer su vida con el hombre que amaba y que a lo mejor lo correspondía. Por ende, no le quedaba otra opción más que dar una respuesta lo suficientemente vaga como para no revelarlo todo, mas no lo suficiente como para que su amigo no sospechase nada. Pensando así, se armó de valor y decidió develar—: Esa noche, fue herido por Tsukishima.
El capitán Kuchiki habrá dado por hecho que su adorada hermana y el chico del que estaba enamorado habían concretado su relación por mucho tiempo ambigua. Como persona, y por sobre todo, hermano mayor, respetaba sus sentimientos y relación. No obstante, continuaba siendo una persona que sentía, determinando entonces que, por el momento, mantendría una distancia prudente con el propósito de protegerse. Un cuestionable método de defensa, tal vez.
Ichigo también comprendió esto—o sería mejor decir que creyó comprender esto—, observando asombrado a su amigo.
—Tengo que encontrarlo —dijo, reincorporándose.
—O-Oi, espera un momento. —Lo imitó, colocándose en pie—. ¿Qué es lo que pretendes hacer? Es solo una suposición de Rukia. No podemos precipitarnos y—».
El patriarca se sorprendió, abriendo sus preciosos ojos de par en par. Advirtió los latidos de su corazón acelerándose, tanto que por un instante pensó que explotaría. Tragó saliva discreto, ansioso, y se giró sobre sus talones. Enfrentándolo, comenzó—: No te soy indiferente, Kurosaki Ichigo. —Mantuvo la serenidad en su expresión, e ignorando al otro bufar y cruzarse de brazos sobre su pecho, prosiguió con su desvergonzada mentira:
—Eres el hombre al que le debo mi eterna gratitud y respeto. Es por eso que, aunque mis recuerdos fueron alterados, mi objetivo ya había sido establecido y lo cumpliría sin importar las circunstancias o consecuencias. Eso es todo, Kurosaki Ichigo. —Tragó saliva, una vez más, comenzando a tener la sensación de estarse asfixiando—. No tengo sentimientos ni intenciones ulteriores hacia tu persona.
¿Con qué propósito mentía?
¿Podría ser—?
¿Podría ser miedo?
¿Miedo a qué, a perderlo?
Esa ya distante noche había confirmado sus sospechas: se había enamorado de Kurosaki Ichigo, y lo único de lo que tenía certeza era que aquello era y no podría dejar de ser independientemente de si así lo desease o no.
Kuchiki Byakuya nunca creyó volver a experimentar el amor. No. Estaba equivocado. Creyó nunca volver a experimentar el amor porque esa había sido su decisión. ¿Por qué se tomaría la molestia de volver amar si nadie lo amaría de vuelta? ¿Por qué se permitiría volver amar si el amor, como la vida, estaba destinado a acabar? ¿Qué ganaría volviendo a enamorarse? Volver a amar sería una pérdida de tiempo, otra herida que no sanaría nunca. Era demasiado pretencioso pensar que alguien se enamoraría de él y que ese amor sería eterno.
Pero el corazón humano es ambicioso.
Asumió que lo que sentía por Kurosaki Ichigo no era más que un inconmensurable aprecio, agradecimiento. Triste era la realidad que, con el paso del tiempo, descubrió que sus sentires eran más concretos, más egoístas, más apasionados. Y tenía miedo. Tenía miedo a sentir, a ser herido, a ser olvidado.
De ser los rumores ciertos, necesitaba tiempo. Tiempo para apaciguar sus sentimientos, quemarlos y sepultar sus cenizas en algún lugar bello y remoto. Necesitaba tiempo para poder enfrentar a su hermana y a Kurosaki Ichigo sin sentir sus adentros romperse y la envidia corroer su espíritu, para dejar de sentir vergüenza por su naturaleza humana.
—Piensas que estoy saliendo con Rukia, ¿no es así? —se rio, pasmando al otro. Enmudecido, el Kuchiki suplicó en silencio porque el muchacho no fuese tan cruel como para decirle lo que ya sabía diría.
Así pues, tal y como lo supuso, el shinigami sustituto continuó al no recibir respuesta—: Supongo que no se puede cubrir el sol con un dedo. Sí, estoy saliendo con ella. ¿Es eso lo que te molesta? ¿Acaso hay que seguir alguna especie de etiqueta, pedirte la bendición? —Sin embargo, al decir esto, el hombre lo miró a los ojos por primera vez en toda la conversación. Lo miró de verdad, inyectándose en su propio corazón.
¿Por qué, de repente, se sentía agraviado?
Esos violáceos irises, que contenían millones de constelaciones, no pertenecían a la mirada de un hermano mayor indignado porque su hermana estaba teniendo un amorío. Aquella era la mirada de un hombre herido, de alguien que estaba padeciendo una silenciosa enfermedad que devoraba sus entrañas y lo ahogaba en sangre y pus. Esa triste mirada era la misma que alguna vez enfrentó, que pertenecía a ese hombre que alguna vez pisoteó su propio orgullo y le rogó bajo la desesperanzadora lluvia.
Su corazón comenzó a picar, a arder, a doler, a entumecerse; y también, a esperanzarse y a ilusionarse.
—H-Hey, no me mires así —balbuceó—. No estamos saliendo. No estamos… —De repente, suspiró derrotado, dejando caer su mirada por un instante—. Estaba bromeando.
—Kurosaki Ichigo, te pido que te retires —dijo, tras sofocantes segundos de silencio, disponiéndose en abandonar el lugar tan rápido como fuese posible.
Ridículo.
—De lo contrario, ¿qué es lo que vas hacer, huh? —contestó, tomando un paso hacia adelante. De nuevo, lo ponía todo en la arena—: ¿Llamarás a tus guardias para que me saquen a la fuerza? O quizá mejor. ¿Me forzarás tú? —burló, esbozando una sonrisa, aunque cargada de provocaciones incapaces de ser vocalizadas, sincera y un poco nerviosa.
¿Era tan difícil ser honesto? ¿Tanto miedo le tenía?
— ¿A qué te refieres? —Devolvió la pregunta, su timbre vibrando.
Ichigo decidió guardar silencio, permitiéndole dar el siguiente paso. Decidió, asimismo, que si el mayor trataba de huir, sería él quien se sincerase primero.
De esa forma, como había ya anticipado, Kuchiki Byakuya se devolvió sobre sus pasos, acortando la distancia entre ambos a paso acompasado. Ninguno de los dos parecía apresurado, por lo que el capitán se tomó el atrevimiento de señalar—: Invades mi morada, furioso como si fuese el responsable de todas tus tragedias y te burlas de mí. ¿Qué es exactamente lo que quieres, Kurosaki Ichigo? —inquirió en un murmulló, la distancia entre ambos hombres siendo ahora de tan solo un par de centímetros.
Su respiración se entrecortó, y su corazón se aceleró.
—No me estoy burlando de ti. Lo único que quiero es que seas honesto —explicó en voz baja, falto de aliento—. Byakuya—
— ¿Por qué te sientes en la posición de tutearme, Kurosaki Ichigo? —interrumpió, conteniendo la respiración al enfrentarse a las avellanas, que escondidas tras una gentil cortina de neblina, lo contemplaban atentas. En ellas observó, ¿anticipación? ¿Deseo? ¿Duda? Tal vez, inclusive, ¿se estaba observando a sí mismo? Sin notarlo siquiera, deliberando sobre esto, dejó caer su mirada sobre los delgados labios de melocotón del muchacho.
Estaba sediento.
Ichigo no había tenido la oportunidad de notarlo, pero con una distancia ahora casi inexistente, se percató que ambos cuerpos compartían la misma estatura, y como resultado, podía apreciar con claridad el rostro del capitán y las emociones, sentimientos e incluso pensamientos que cruzaban sobre su impecable piel de jade y el enigmático amanecer en sus irises.
Obsceno, peligroso, y sobre todo, sincero y eterno.
Lo que vislumbraba en ese bello rostro de finos rasgos, como si los dioses hubiesen utilizado su santa divinidad para esculpirlo, era algo que lo obligaba a tomar una profunda respiración y a desviar la mirada por un instante. Podía ver cuerpos entrelazados, pieles frotándose la una con la otra. La pasión bañando ambos cuerpos en sudor, en fluidos. Podía ver músculos tensándose y destensándose, escuchar el susurro de las colchas, sentir la danza de las olas que por momentos era gentil y por otros lo era salvaje.
Se veía sometiéndose a un nuevo mundo desconocido, rasgando su garganta con sonidos primitivos y necesitados.
—Tengo años haciéndolo. Nunca dijiste nada al respecto, ¿es el que lo haga en este preciso momento lo que te incomoda? —refutó, recuperándose de la lujuria que de repente lo invadía—. ¿O te emociona?
—Kurosaki Ichigo—
—Si no quieres hablar, no lo hagas. Solo te pido, haz lo que mejor te parezca conmigo y luego nos haremos cargo de las consecuencias. ¿Qué te parece? —propuso, y con voz ronca, sedujo—: No me tengas miedo.
Una confesión carnal, deplorable. Eso ayudaría a expresar con acciones lo que sentían el uno por el otro, a demostrar cuánta devoción y pasión sentían.
Recibiendo y degustando el permiso, Byakuya se inclinó hacia el rostro del otro, su mirada sobre los delicados labios frente suyo. Desde una inspección cercana, se percató de la resequedad de los mismos, lo cual, por algún motivo, lo emocionó aún más. Con temor, se relamió y entreabrió los suyos propios, asomando con timidez el ápice de la lengua, procediendo a repasar con la misma los labios del muchacho, quien ante tal acción, dejó escapar un suspiro que no sabía había estado conteniendo.
En ese instante, cayó en cuenta de lo mucho que había anhelado ese tipo de acercamiento.
Cerró sus ojos, su expresión ensoñadora, esperando con impaciencia a que el mayor continuase y profundizase el contacto, pero con la duda pesando todavía sobre sus hombros, el noble se limitó a concluir el gesto depositando un casto beso y mordiendo su labio inferior con suavidad antes de retroceder dos pasos, incrédulo ante el suceso.
Frunciendo el ceño en síntoma de inconformidad, el muchacho alargó una de sus manos, sosteniendo las ropas del aristócrata y forzándolo a invadir una vez más a su espacio personal, colocando la restante de sus manos sobre su amplio y fuerte pecho. Presionó la carne bajo sus dedos, excitación burbujeando en su vientre y caderas. Lo empujó con suavidad contra uno de los pilares, y sin despegar la mirada de su víctima, advirtió—: Si me vas a besar, hazlo bien y no te detengas allí, Kuchiki Byakuya.
Me disculpo de antemano porque: MUCHO TEXTO. Está bien si se saltan las notas de autor/a, no hay ningún problema, pERO primero quiero explicar una pequeña pero tal vez importante cosita. El título del one-shot se traduce a: El chico que alcanzó la luna, y es una referencia al primer arco de la historia cuando Byakuya se compara a sí mismo con la luna y a Renji con el mono que la observa, ahogándose al tratar de alcanzarla.
Luego, si mal no recuerdo, Ichigo revela que el nombre de su bankai es Cadenas celestiales que cortan la luna. Realmente no recuerdo si fue con la revelación de su ataque o con la de su bankai que Byakuya lo llamó atrevido o algo por el estilo. Aquí el chiste es que pensé, hey, ¿es eso una referencia a que, a diferencia de Renji, Ichigo sí alcanzó a Byakuya? Y pues eso hjklñ
Continuando con mis innecesariamente largas notas de autor/a, la verdad es que siento un gran cariño por el fandom de Bleach, que me recibió en mis años de niñx rata (me declaro hater de esa expresión considerando que las ratas son bellísimas y muy lindas compañeras, pERO no encuentro otra para hacer llegar mi punto), y le llevo muy cerquita de mí. El ByaIchi además fue mi primera ship, y dejen ustedes eso, mi primera OTEPÉ en Bleach. Fue amor a primera vista. Literal.
En fin. Hace dos años (sí, este one-shot lo comencé a escribir en 2019, lo cual me deprime mucho, pero: trust issues) volví a ver Bleach y realmente el ByaIchi es una ship superior. Los amo muchísimo. Amo muchísimo el cariño, confianza y admiración que Byakuya siente por Ichigo. Además, w o w, la existencia del arco de la Rebelión de las Zanpakutō.
Conclusión: Bleach es mi lugar feliz y el ByaIchi una de mis poderosísimas otepé, y quería volver a escribir (oops, se me cayó el ID) para este fandom y tratar de transmitir todo eso. Aún estoy tratando de superar mis inseguridades al momento de escribir, así que volver a publicar es algo que me llena de muchísima ansiedad, pero también de felicidad. Y espero que les haya gustado esta cosita que hice tanto como a mí (fals0, pero a la vez rEaL), y sobre todo, que simpeen por estos dos tanto como yo.
Anyway, mucha cursilería. Pid0 perd0n. ¡Eso ha sido todo, hasta la protsimaaa! ¡Coman sano, tomen mucha agua, cuiden el planeta, respeten para que lo respeten y wachen Word of Honor!
