¡YAHOI! ¿Quién quiere matarme? ¡Manita arriba quién anhele ser el primeroooooooo! (?).
Siempre digo: "No, no voy a subir más cosas. No, porque sino no doy a todo... Huy, mira, un evento NH en abril... No, no, no, no. Que ya tienes muchas cosas... Solo echaré un vistacito a los prompts... Anda, mira, el primero concuerda con una idea que guardaste tiempo ha... ¡NO, NO, NO, NO! ¡Contrólate que luego no actualizas y te linchan! Pero es que es solo una semana... 7 días de nada... "
Y el resto, como se suele decir, ya es historia.
Maldigo el día en que di con una página de eventos NH... Y sí, pone que no tengo que hacer la semana entera si no quiero, pero ya me conocéis y sabéis que cuando me tiro a la piscina me tiro con todo, chanclas incluidas (?).
Repito: matadme. Antes de que lo haga alguien que yo me sé por andar chupando tiempo que, en teoría, no tengo.
(Pero el NaruHina me puede. ¡LO SIENTO!).
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
¡Espero que os guste!
Día 1: Hospital
Enfermero sexy
Hacer ronda era algo agotador. Era una parte muy necesaria en la rutina de un hospital―y de un médico―pero aun así era de lo más cansado. Sonrió al recordar su primera vez. Acababa de llegar para hacer su residencia y estaba aterrada. Sus dos compañeras, que además ahora eran sus mejores amigas, se veían mucho más capaces que ella, que tartamudeaba y se sonrojaba cada vez que alguien la miraba o le hablaba directamente.
Ahora era distinto, por supuesto. Cinco años ejerciendo te daban experiencia y práctica, mucha, mucha práctica. Aunque, claro, tampoco podía atribuirse todo el mérito. Había tenido ayuda, más veces de las que podía contar. Pero la vida era un compendio de éxitos y fracasos, así que tampoco podía quejarse. Tenía un buen trabajo, buenos amigos, una familia que la quería―a veces a su manera, pero la querían―y un buen…
―¿Has visto lo bien que se le dan los niños? ¡Es tan… tan…
―¿Guapo? ¡Lo sé! Ese pelo rubio… esos ojazos azules… esos músculos… ¿Crees que va al gimnasio?
―¡Tiene que! ¡Nadie ser tan sexy ni estar tan buenorro así por las buenas!
―¡Y es nuestro jefe! ¡Creí que me desmayaría cuando nos lo presentaron esta mañana!
―Sí, supongo que los tiempos han cambiado, ¿verdad? Esta ya no es una profesión exclusiva de mujeres.
…novio…
Frunció el ceño al pasar por delante de las dos jóvenes enfermeras que habían empezado las prácticas ese mismo día. La mujer que estaba tras el mostrador la vio y soltó una risita, acercándose para recoger los informes que le tendía y entregarle unos nuevos.
―Buenos días, doctora Hyūga.
―Buenos días. ¿Alguna novedad?―La enfermera miró de reojo para las dos chicas que aún seguían parloteando felizmente, sin advertir la mirada ceñuda que la recién llegada les estaba lanzando.
―El paciente de la 208 ha vomitado durante el desayuno. El de la 213 ha tenido unas décimas de fiebre. Le dimos medio paracetamol y parece que ya le bajó. En la 204 están deseando que les des el alta, ¡gracias al cielo! Y el jefe ha ido a supervisar la preparación para la cirugía de la paciente de la 207. La pobre chiquilla estaba asustada. ―No le pasó por alto la sonrisa de complicidad que le dio la enfermera cuando dijo la palabra jefe.
Se sonrojó sin poder evitarlo y tomando rápidamente los informes que habían quedado encima del mostrador los pegó contra su pecho y se dio la vuelta.
―Le diré al jefe que mande algo que hacer a las niñas. Seguro que en un hospital tan grande algo encontraremos para que pasen el rato. ―Su voz sonó más alta y más dura de lo que era habitual en ella y, aunque se arrepintió nada más las palabras salieron de su boca, no pudo evitar sentirse algo mejor cuando vio los rostros rojos de las dos enfermeras en prácticas.
Sin hacerles más caso, se encaminó primero hacia la habitación 207. No le hacía falta revisar el informe para saber el nombre de la paciente y el motivo de su ingreso: Akane Himekawa, 7 años, trasplante de corazón.
Se le encogió el estómago y no pudo evitar llevarse una mano a su propio pecho, dónde aún perduraba una cicatriz muy similar a la que le quedaría a la niña.
Respiró hondo ante la puerta y la entreabrió un tanto.
―… voy a llegar primera!
―¡Que te crees tú eso pequeña tramposa! ¡Ja! ¡Toma eso'ttebayo!
―¡No me has dado! ¡Voy a ganar, voy a ganar, voy a ganar!―El nudo que tenía en la garganta se le aflojó al escuchar la alegre vocecita infantil.
Empujó un poco más hasta que pudo divisar a las dos figuras que había dentro del cuarto: una delgada y pequeña, de alegres ojos castaños, pecas en la nariz y cabello negro que saltaba sin parar sobre una cama de hospital. La otra alta―aunque ahora estuviese agachada junto a la cama―, de cabello rubio, impresionantes ojos azules y piel bronceada. Las miradas de ambos personajes se hallaban fijos en la televisión que colgaba de la pared.
Sabiendo que no la notarían, abrió del todo y se coló dentro. Se quedó quieta, con una sonrisa en los labios, observando. Finalmente, la niña dio un chillido agudo y empezó a ejecutar una especie de danza de la victoria, moviendo sus pequeñas caderas en una graciosa imitación de las cantantes del momento.
―¡He ganado, he ganado, he ganado! ¡Me debes un helado de chocolate cuando salga de mi operación, Naruto!―La niña saltó a los brazos del aludido, que fingió tropezar y caerse sobre la cama.
―Conque sí, ¿eh? ¡Ven aquí, diablillo!
―¡No, no, cosquillas no, cosquillas no!―Ambos rieron con el juego, el cual se detuvo cuando los ojos marrones de Akane se percataron de la presencia de alguien más en la habitación―. ¡Doctora Hyūga!―Saltó de la cama y, con los pies descalzos, corrió hasta rodearle las piernas con sus delgados bracitos―. ¿Sabe qué? ¡He ganado a Naruto al Mario Kart! ¡Ahora me debe un helado de chocolate!―Sonrió cálidamente y se agachó a la altura de la pequeña, acariciándole el pelo.
―Eso he oído. Pero… también me ha parecido oír que has hecho trampas. ―La niña esbozó una sonrisa de lo más pícara.
―No hay pruebas―dijo, petulante.
―¡Oh, lo sabía'ttebayo! ¡Y aún encima me haces quedar mal delante de la mejor médico de todo el hospital! ¡Ya verás cuando te coja!―Akane chilló y se refugió tras la doctora, que no podía evitar reírse del juego infantil.
Finalmente, dio una palmada para captar la atención de ambos.
―Ya está bien, venga. Tenemos una cita muy importante esta mañana, Akane. Y debemos prepararte. ―Akane detuvo todo movimiento y su sonrisa alegre se borró de su cara.
―Pero… ¿me dolerá?―preguntó, insegura. Quiso agacharse nuevamente y atraer a la pequeña a sus brazos, susurrarle que todo saldría bien y que no habría ningún problema.
Pero no podía mentirle…
―¡Por supuesto que no'ttebayo! Vas a estar dormida. Te pondrán una mascarilla como esta. Mira, ven. ―Levantó la vista y vio a Naruto sentarse en la cama y sacar una mascarilla igual a la que usaban los anestesistas. Alzó una ceja y le lanzó un interrogante con los ojos. Él sonrió y se encogió de hombros.
―La abuela no la necesitaba. ―Ella alzó la otra ceja pero no comentó nada más. Se dedicó a observar mientras le daba la mascarilla a la niña y le explicaba como funcionaba la anestesia, que estaría dormida y que no notaría absolutamente nada. Que después, cuando despertara, por supuesto que le dolería, pero que si era una chica valiente y seguía todas las instrucciones de los médicos, seguro que todo saldría bien.
Akane hizo pregunta tras pregunta y él las respondió todas, con paciencia y cariño, tranquilizando a la pequeña.
«Será un padre estupendo».
El pensamiento pasó fugaz por su mente. Enrojeció cual tomate maduro y tuvo que abanicarse, para expulsar algunas imágenes que le vinieron a la cabeza y que nada tenían que ver con su paciente.
Se aclaró la garganta y Naruto entendió. Con un último beso a la cabecita morena de Akane y un «Nos vemos al otro lado» se despidió de Akane y salió de la habitación. La médico lo siguió poco después, en cuanto hubo examinado a la niña. Hizo señas a varias enfermeras que aguardaban a un lado del pasillo con un carrito y varios utensilios médicos y estos entraron entonces en el cuarto, para preparar a Akane para su operación.
―Eres increíble―le susurró ella mientras echaban a andar de vuelta al mostrador. Él se encogió de hombros y le sonrió, metiéndose las manos en los bolsillos del uniforme.
―Soy bueno con los niños. Es mi superpoder. Pero no se lo digas a Superman, le fastidia que yo sea más popular'dattebayo. ―Ella rio y le dio un ligero empujón con la cadera. Él la miró con una ceja arqueada.
―¿Así que quiere jugar, doctora Hyūga?
―Oh, sí, sobre todo porque no tengo toneladas de pacientes que revisar mientras que mi jefe de enfermeros se la pasa jugando videojuegos con los pacientes.
―¡Eh, soy bueno al Mario Kart! ¡No es culpa mía que los niños me pidan la revancha'ttebayo!―Se acercó un poco más a ella; ya casi llegaban al mostrador… ―Aunque, si prefieres otra clase de juegos, Hinata, siempre puedo hacer un hueco… ―le dijo, tuteándola, de forma que solo ella lo escuchara.
Un furioso sonrojo la cubrió desde el cuello hasta la raíz del cabello a la vez que un estremecimiento de anhelo la recorría de arriba abajo. Maldijo para sus adentros y trató de mirarlo con reproche.
―Naruto-kun, en el trabajo no. ―Él suspiró, derrotado, cogiendo con sus manos los extremos de su estetoscopio para acomodárselo nuevamente en torno al cuello. El leve movimiento hizo que se le tensaran los músculos de los brazos y no solo ella contuvo el aliento, sino que juró que todas las mujeres que abarrotaban el pasillo del ala de pediatría en ese momento suspiraron al unísono.
―Lo amo…
―Quién no… ―Las voces de las dos jovencitas de antes la trajo de vuelta a la realidad. Un pinchazo de molestia―que Sakura e Ino calificarían más tarde como puros y simples celos―la impulsó a acercarse a él, poner sus manos sobre las masculinas, elevarse sobre las puntas de sus pies―era como veinte centímetros más bajita que él―y darle un beso en los labios.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa y tardó un segundo en reaccionar, devolviendo la caricia con idéntico entusiasmo. Cuando se separaron, ambos estaban sonrojados y respiraban entrecortadamente.
―Hinata… ―Ella puso la mano sobre su pecho, justo en el lugar en el que le latía acelerado el corazón.
Un corazón que sabía que le pertenecía. Al igual que el de ella le pertenecía a él.
―En casa. Hoy no tengo guardia. ―Luego lo soltó y lo miró una última vez, sonriendo de forma inocente―. Y deberías darles algo que hacer a tus enfermeras. Las consientes demasiado. ―Luego se giró, haciendo ondear su largo cabello del color de la medianoche, y se alejó, asegurándose de contonear las caderas al mismo ritmo que sus pies.
Así, con la cabeza bien alta y sonriente, pasó al lado de las dos enfermeras novatas que ahora la miraban, con la boca y los ojos abiertos como platos. Sintió pura satisfacción recorrerla mientras desaparecía de la vista.
―¿Qué ha-
―El jefe y la doctora Hyūga son pareja. ¿No lo sabíais?―dijo la enfermera que atendía el mostrador, observando con una sonrisa la mirada de absoluta adoración que mantenía el jefe de enfermeros en el lugar por el que había desaparecido la chica de cabello azulado y ojos perlas como la luna llena―. Se casarán en primavera. Todo el hospital lo sabe. ―Las dos jóvenes sintieron sus frágiles corazones romperse en miles de pedazos.
¿Cómo era posible que aquel enfermero tan sexy ya estuviese pillado?
Sin lugar a dudas, el mundo no era justo.
Fin Enfermero sexy
Pos na. Estoy publicando esto a las dos y pico de la mañana. En mi país ya es 2, pero como que me da igual. Yo lo haré a mi ritmo y punto xD.
Ea, ¿me dejáis un review? Porque, ya sabéis:
Un review equivale a una sonrisa.
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Lectores sí.
Acosadores no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.
