Voy a estar entregando estos regalitos atrasados por los cumpleaños de los personajes =D Sé que voy con retraso XD, pero no quiero quedarme sin aportar nada al Famdon. Así que… aquí vamos.


Especial: Cumpleaños de Sarada.

Disclaimer: Naruto pertenece a Kishimoto. La historia es otra de tantas de mi mente y cualquier parecido con realidad es pura casualidad.

Advertencias de Ships: Canon y Borusara sin querer (¿)


Pide un deseo


Sarada Uchiha a sus quince, —casi dieciséis—, años ya sabía que su cumpleaños era una fecha en la que no siempre puedes tener a las personas que amas contigo, que las personas de las que esperas felicitación pueden llegar a olvidarse o lo solitario que podría significar de alguna forma.

Se había prometido a sí misma no dejarse vencer por ningún tipo de sentimiento negativo desde que era pequeña y hasta ahora, así seguía manteniendo esa actitud.

Comprendía la situación de sus padres desde hacía tiempo. Aunque se había acostumbrado al hecho de que su progenitor estuviera ausente, recordaba que él era la persona misteriosa que durante mucho tiempo le enviara regalos tardíos y del que su madre hablaba. Con su corto regreso de vez en cuando, era cierto que había arraigado la esperanza de que se acordara de felicitarla en vez de enviarle un águila.

Su madre, por supuesto, apenas tenía tiempo para organizar su vida como para preparar una fiesta de cumpleaños. Pasaba más horas de las debida en el hospital y muchas veces eran las que su tía Ino tenía que traerla a casa completamente agotada. En su último cumpleaños, Sakura tuvo que tratar un caso de cirugía que llevó demasiadas horas. En el momento en que soltó el bisturí se desmayó agotada. Mientras que los otros médicos y enfermeros fueron rotando, Sakura se mantuvo por más de veinte horas con sus manos en el paciente, quien, por ello, sobrevivió.

La admiraba cada vez más. Mientras crecía se hacía más consciente de la situación de sus padres, así que aceptaba esa soledad.

No podía esperar tampoco que las madres de sus amigos a las que consideraba más familia que otra cosa, se ocuparan de ella también. Era cierto que Ino solía darle una flor como regalo si la veía pasar, Karui le entregaba algo de comida y Temari siempre tenía algo de ropa para ella. Kimonos, en especial. Hinata también solía darle algo, pero comprendía que debía de encargarse de Himawari y de su alocado hijo más que de ella.

No era fácil, por supuesto, y sabía que muchos otros atribuían esa soledad al hecho de ser una Uchiha, pero ella nunca había encontrado el mal en serlo. Estaba orgullosa de sus raíces, por más que al resto no les gustase.

Ella era la prueba de que sus padres se amaban.

Por supuesto, tampoco podía esperar que sus amigos se acordaran.

Chochou solía estar más enfrascada en las nuevas patatillas, algún chico al que ligar o cualquier cosa de moda que la hiciera olvidarse hasta de qué día. Mitsuki siempre estaba atento a cualquier cosa que hiciera Boruto. Boruto tenía su vida lo suficientemente ajetreada como para no tener tiempo en pensar en otra cosa que no fuera su padre, Himawari o Sasuke, su padre. Inojin y Shikadai era un mundo aparte. El primero porque prefería pasar las horas pintando y cuando se daba cuenta, se le había pasado el tiempo. Y el segundo, porque bien estaba jugando o durmiendo.

Así pues, Sarada esperaba su cumpleaños como cualquier otro día normal y corriente. No le extrañaba que los demás no tuvieran tiempo para detenerse si quiera para saludarla o que su madre se marchara a toda prisa al hospital, arrastrando los pies como en cualquier otro día tras besarle la frente. Ni siquiera vio a su padre al despertar y cuando le preguntó a su padre, esta simplemente dijo Boruto y no hizo falta añadir más.

Sarada no podía enfadarse con Boruto por robar horas de su padre. Se sentía feliz de ver que él mejoraba y, de alguna forma, eso la animaba a mejorar ella misma. Al fin y al cabo, su deseo de ser Hokage estaba ahí.

—Sarada, al fin te encuentro.

Shikamaru Nara apareció frente a ella por sorpresa. Había decidido dar un paseo por la ladera del rio, absorta en sus pensamientos. Konohamaru no había avisado de ningún evento de misión, así que aprovechar el día libre para pasear no le parecía mala idea. Podría comprarse algún pastel en su tienda favorita y pedir un deseo.

—¿Ocurre algo? —preguntó acercándose más a él.

—Naruto está buscándote —explicó Shikamaru con la misma parsimonia que su hijo había heredado—. Tiene una misión para ti.

Si había algo que le gustaba a Sarada era el séptimo. Lo admiraba de sobremanera. Por eso, cuando él la llamaba solía acudir rauda. Además, las misiones que solía ponerle lejos del equipo solían ser divertidas y amenas. Podía pensar que ser hija de Sasuke provocaba que el séptimo la mimase un poco, pero a ella le encantaba.

Resultó que sí, tenía una misión para ella, sólo que esa vez, era algo aburrida.

—¿He de sacar serpientes de los alrededores de Konoha?

—Sí —confirmó Naruto con gesto firme—. Están cerca de la entrada y por la zona de los bosques. No puedo arriesgarme a que algún niño se encuentre con ellas o un anciano. ¿Puedes encargarte? ¿Tienes algo que hacer?

Sakura abrió la boca, tan tentada a decir algo en referencia a su existencia, pero fue imposible. El séptimo no tenía la culpa y ese día era uno como cualquier otro para los demás.

—No, séptimo —negó finalmente más triste de lo que esperaba.

Naruto extendió su boca en una de esas sonrisas que contagiaban su buen humor.

—Muchas gracias por ayudar, Sarada. Piensa en que salvarás a niños y ancianos de una situación inesperada y harás Konoha más segura.

Mostró una sonrisa sesgada.

—¡Sí!

Claro que el dicho al hecho era un gran tramo. No estaba resultando tan divertido como le había hecho ver el Hokage. Las condenadas serpientes eran escurridizas y capturarlas estaba siendo un verdadero problema. Naruto no había dado la orden de matarlas, sólo de sacarlas, con lo cual, esperaba hacerlo sin tener que enviar a ninguna al cielo.

Sopesó la idea de pedirle ayuda a Mitsuki, que era un as con ellas, pero lo descartó, convencida de que esa era su lucha y debía de cumplirla. Cuando fuera Hokage, los demás dependerían de ella. Si se rindiera, sería completamente absurdo.

Así que se enfocó completamente en su tarea.

Cuando logró adentrar todas las serpientes en las jaulas, se las entregó a los encargados de la puerta, ya era de noche. Agotada, miró hacia el cielo oscuro y las estrellas brillantes.

Nadie. No había nadie que la felicitase.

Decidió pasarse por el hospital, saludar a su madre y preguntarle si necesitaba algo, pero Shizune le dijo que estaba en plena operación y no podía atenderla. No quería ir al campo de entrenamiento para ver a su padre y Boruto dejarse el alma entrenando.

Boruto… ¡Ni siquiera era capaz de pensar en ella un poco!

—No, Sarada, no —se dijo echando a correr.

No podía caer en esa clase de pensamiento. El resto del mundo tenía derecho a seguir su vida sin preocuparse por ella y Boruto era una mezcla de despiste con cabezonería.

Llegó a su casa, jadeante y con un malestar interno.

"Los Uchiha sienten mucho el amor, Sarada, ten cuidado con ello", le había aconsejado una vez Ino.

Era asfixiante. La soledad por amar a otras personas, por ansiar depender de ellas y esforzarse en aceptar sus ausencias.

La hacía verse como una persona cruel y egoísta y odiaba eso.

Frotándose el ojo derecho con el dorso de la mano para disipar las lágrimas, entró en su casa. Cuando se percató de que algo iba mal, se detuvo.

Había una figura inclinada en el sofá. Llevó su mano a la cartuchera de Kunais, preparada, hasta que se percató de quién era.

—¿Boruto? —preguntó sorprendida.

Él levantó la cabeza para mirarla. Su gesto era serio. Por un instante, el corazón de Sarada pareció detenerse.

La primera idea que le vino a la mente fue su padre. Boruto debía de estar entrenando con él a esa hora. Solían despedirse cuando era hora de cenar y Sasuke a veces llegaba casi cuando Sakura y ella habían terminado.

El terror provocó que temblara.

—¿Boruto? —repitió ante su silencio—. Me estás asustando.

¿Quizás sí había pasado algo? Su madre estaba operando. ¿No podría ser que estuviera operando a su padre?

Entonces, él se movió. Inclinó su cuerpo hacia la mesa frente a él y extendió su brazo. Algo chasqueó entre sus dedos, cegándola por un momento. Cuando recuperó la visión, reconoció el pequeño trozo de pastel sobre la mesa. Lo que Boruto había encendido era una pequeña vela con el número dieciséis plasmado en cera.

—Esto es…

—Es tu cumpleaños —terminó él. Esa vez, sí sonreía de esa forma sesgada tan suya.

—Lo es —confirmó—, pero…

Él se acercó a ella para interrumpirla. Posó sus manos en sus hombros.

—Anda, pide un deseo antes de que se consuma —animó empujándola hacia el pastel. Sarada dudó. Se quedó mirando el pastel con ciertas dudas. No parecía tener ningún tipo de trampa—. Piensa bien qué vas a pedir —le dijo él susurrando—, el año pasado pedí que me tocara un paquete de cartas y me tocó, sí, pero todas eran de mi padre.

Sarada soltó una risa entre dientes.

No. Ella no iba a desperdiciar un deseo en algo como eso.

Se inclinó, cerró los ojos y soplo. Nada más apagarse la vela, el suelo tembló.

—¡FELICIDADES!

Entonces, empezaron a salir personas de por todas partes. Su madre la estrechó con fuerza y su padre posó su mano en su cabeza, acariciándola. Miró a Shizune, que se disculpaba por haberla mentido y hasta el Hokage —aunque era un clon—, parecía divertido con la situación.

—Entonces… ¿Su misión era para distraerme?

—Sí —reconoció él riéndose a carcajadas—. No había serpientes por la zona, pero necesitábamos que no estuvieras rondando por la aldea para poder movernos libremente.

Buscó con la mirada a Mitsuki, quien oscilaba una de sus serpientes divertido.

—¿Por qué no me habré dado cuenta? —protestó.

Sakura la volvió hacia ella, sonriéndole con ternura.

—Porque estabas pensando que no iba a pasar nada hoy. Lo siento, Sarada —se disculpó—. Papá y yo siempre estamos demasiado ocupados y muchas veces perdemos más tiempo del que nos gustaría para estar contigo.

—No —negó abrazándola y frotando su mejilla contra su pecho—. No, lo entiendo.

Y los quería de la misma forma, más incluso.

En un momento, la llenaron de regalos y felicitaciones. Algo que no había tenido en mucho tiempo. Hasta la pequeña Himawari y Kawaki dejaron un presente para ella.

Agotada de tantas sensaciones, se sentó en el balcón de su dormitorio, alejándose del ajetreo y las risas.

—Sarada.

Iba a levantarse al verle.

—No, siéntate —rogó—. No necesitas ser tan formal ahora.

—Pero séptimo…

Él negó y se apoyó contra la barandilla, mirando al exterior.

—Hace años tus padres se marcharon. No era una misión en sí, pero sí parte del viaje de tu padre para ver el mundo y arreglar el mal que hizo en su momento. Sakura quiso ir con él desde el principio, pero él necesitaba poner en orden sus pensamientos primero. Imagino que conoces esta parte de la historia.

Ella asintió, sonrojándose emocionada como cada vez que escuchaba la historia. No entendía bien por qué, pero le emocionaba pensar en ello.

—Volvieron justo cuando Boruto era un bebé, trayendo consigo otro bebé. Os lleváis muy poco tiempo de vida. Si hubiéramos querido hacerlo adrede, seguro que no los sale —bromeó—. Ellos te tenían a ti. Eras lo que había nacido de su amor y durante estos años, no hay una sola vez en que Sasuke no haya preguntado por tu salud o que Sakura no viniera a preguntarme si estaba criándote bien. A mi —ironizó divertido—, que también tenía, y tengo, mis dudas.

Con Boruto, no era de extrañar.

—Boruto le quiere —aseguró—. Y creo que yo sé mucho de amor gracias a la sangre que llevo.

Él soltó una carcajada.

—Desde luego, es cierto que los Uchiha tiene un problema con el amor, pero cuando se enamoran o quieren a alguien, es para siempre —aseguró—. Y tu madre igual. Amó durante muchos años a tu padre, incluso llegó a ignorarme a mí.

—Y sigue…

—Sí, sigue enamorada de él —certificó—. Y de ti, aunque es un amor muy diferente, claro.

Sarada esbozó una sonrisa.

—Séptimo. Gracias por el regalo de antes. Es Kunai precioso. Pero… este regalo es inmensamente mejor —confesó, avergonzada.

Naruto le acarició la cabeza y se alejó.

Sarada sacudió sus pies sin poder borrar la sonrisa de su cara, hasta que sintió algo helado contra su mejilla. Dio un respingo y Boruto rio.

—Te vas a quedar sin tu batido preferido si sigues mucho aquí.

Ella tomó el postre entre sus manos.

—Ya no —puntualizó sonriéndole.

Abrió el bote y dio un trago. La cremosidad y el sabor empalagaron su gusto.

—Está realmente delicioso —halagó—. Gracias, Boruto.

Él se rascó la nuca, encogiéndose de hombros y mirando a la ciudad. Una que había cambiado desde que ellos nacieron. Que sus padres protegieron y que, ahora, era su deber hacerlo.

—¿Ha sido idea tuya? —preguntó mirando los oscuros tejados.

Boruto dio un respingo.

—¿Qué? Claro que ha sido idea mía traerte el batido.

—Hablo del cumpleaños —corrigió—. Aunque estaba todo demasiado planeado.

—Sólo era cuestión de organizarse con los mayores y… —Se cubrió la boca, enrojeciendo al ser descubierto.

—¡Lo sabía!

Empezó a reír a la par que él se tiraba de los cabellos, irritado por haber sido descubierto. Posó una mano sobre su hombro para calmarlo y, aún riendo, apoyó la mejilla contra su nuca.

—Gracias, Boruto —susurró, cerrando los ojos—. De verdad, gracias.

Boruto no dijo nada. Se apoyó de nuevo contra la barandilla sin molestarle si quiera su peso o que su mano colgara hacia su pecho. Sarada se quedó ahí, con su cabello cosquilleándole la mejilla y su aroma llenando su nariz. Las estrellas brillaban con mucha fuerza esa noche.

—Sarada.

—¿Hn?

—Felicidades.

Tomó aire, relajándose.

—Gracias, Boruto.

Puede que en otros años su familia y amigos estuvieran muy ocupados para celebrar. Podría no tener que buscar serpientes para distraerse. Incluso nada le negaba la posibilidad que fueran un miembro más en la pandilla.

Pero algo estaba segura: jamás olvidaría ese día.

—Sarada.

—¿Hn?

—¿Cuál fue tu deseo?

Ella apretó los labios.

—¿Sarada?

No respondió.

Ese, sería su secreto.

Por favor, por favor, que todos puedan ser felices como yo.

Fin

1 de abril de 2021

Feliz cumpleaños atrasado, Sarada.

Chia.