Notas:
Hace tanto tiempo que escribí esto que había olvidado que lo tenía guardado por allí para alguna vez subirlo a FF, pues si lo subí a otra plataforma. Este fic contiene una mención leve de abuso pasado, así que lo pongo aquí antes de que te sorprendas cuando lo leas.
El odio a tu amabilidad.
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El sonido del goteo incesante se filtra a través del espacio abierto, en medio del campo.
Sangre carmesí gotea de una herida infligida en su abdomen bien tonificado. Kaigaku suelta algunos gruñidos y aprieta los dientes mientras soporta el dolor. Contra cualquier pronóstico, y su buen juicio, se arrodilla frente al niño que está mirándolo horrorizado, con una katana en mano, tembloroso y a punto de llorar. Maldición, él lo odia. Él absolutamente lo odia.
—¿Ka-Kaigaku? —él gruñe ante la mención de su nombre entre tartamudeos. La frustración le rasga las tripas —. ¿E-estás bien? ¿Cómo te hiciste eso? —la expresión de su rostro refleja cada vez más el pánico —. ¿Y-yo te hice eso?
Kaigaku aprieta la mandíbula con fuerza mientras la ira brota en su sangre. Que pregunta tan estúpida.
Zenitsu parece una gelatina; tembloroso, y repentinamente la katana en sus manos se siente más pesada de lo que debería. Hay sangre en la punta del arma, y si alguna vez tuvo la duda, ahora sabe que la herida en el cuerpo de su hermano la ha causado él. Aunque no sabe cómo pasó eso.
Recuerda, vagamente, que Jii-chan les ha dado katanas reales para acercarlos más a una verdadera batalla. Kaigaku está próximo a irse para su Selección Final, y Zenitsu tiene que empezar a maniobrar el arma real. A pesar de su protesta a gritos, estas no fueron escuchadas. Recuerda, también, que el entrenamiento comenzó esa mañana, y ahí es cuando su cabeza comienza a ponerse confusa. Kaigaku lo asustó demasiado cuando puso el filo del arma contra su cuello, emanado una intención seriamente asesina, de eso está más que seguro. Pero después de eso, todo se vuelve negro en sus recuerdos y lo siguiente que sabe es que está parado frente a su compañero arrodillado y herido y que esto aparentemente fue su culpa.
Y si solo Kaigaku supiera cómo se siente cada vez que él lo atemoriza de esa forma... Si tan solo supiera cómo se siente cada vez que ve esa mirada de furia en sus ojos...Si supiera cómo se siente ahora mismo que lo ve sangrar…
Si solo él pudiera entenderlo, entonces las cosas podrían no haber sido tan difíciles, piensa para sí mismo. Pero, de nuevo, él es Kaigaku. El chico que nunca puede comprender nada acerca de Zenitsu. No es más que una bestia cruda que cree que luchar es su único propósito en esta vida que lleva. Luchar y matar. Por el contrario, Zenitsu odia pelear. No le gusta hacerlo. Siente pánico. Siente que esto no es para él, pero no tiene muchas opciones de abandonar el entrenamiento. No quiere decepcionar a Jii-chan, que probablemente es la única persona que cree en él.
Este choque de creencias, de personalidades, en última instancia, es la razón por la cual Zenitsu cree que Kaigaku lo odia tanto. A pesar de eso, él trató de ser su amigo, él trató de entenderlo, pero no, en realidad fracasó.
¿Alguna vez cambiará?
Zenitsu tira el arma a un lado y suspira para tratar de calmarse. Sabe que lo que ha hecho no le saldrá barato y Kaigaku se la cobrará, y eso le asusta. Desea no haberlo conocido nunca.
Desea no haber aprendido la primera postura de la respiración del trueno o estar en este entrenamiento para ser un asesino de demonios en primer lugar.
Zenitsu desea nunca haber existido.
Con cada respiración jadeante, Kaigaku se levanta lentamente del suelo y se endereza. Siente un espasmo de dolor agudo en las costillas, pero eso no le importa. Siente la cálida y húmeda sensación de sangre rezumar de la herida en su piel pálida, pero eso no le importa. Tiene el sabor desagradable y salado de la esencia de sangre metálica en su boca seca, pero eso no le importa. Su único enfoque es en el niño que está de pie, tembloroso y lloroso, a cierta distancia de él.
¿Qué demonios fue lo que hizo, en primer lugar?
Lo estaba molestando, eso era todo. Quiso asustar al niño porque era divertido ver su patética cara llena de lágrimas inútiles, por lo que le dijo que le cortaría el cuello para probar su precisión, y lo siguiente que supo fue que Zenitsu se desmayó y en un abrir y cerrar de ojos, la hoja de su katana se conectó con su abdomen. Fueron sucesos demasiado rápidos para que se registraran por completo en su cerebro.
—¡Eres un pedazo de mierda sin valor! —se lo dice a Zenitsu, pero en realidad las palabras muy en el fondo son para sí mismo. Odia al niño llorón, sí, pero más que nada en todo el mundo, Kaigaku en realidad se odia a sí mismo. Odia a su yo inútil, patético e inservible que se deja cortar por alguien tan poca cosa como el niño rubio.
Tanto que le duele cada parte de él.
Y luego mira a Zenitsu hacer lo que él hace mejor.
Él llora de forma desconsolada y cae al suelo. —P-perdón…yo no quería, Kaigaku…perdón.
Él está muy enojado. Está tan enojado con Zenitsu por existir. Porque el patético niño logró infringirle daño de una forma perfecta, como un asesino; si hubiese sido un demonio, ya estaría muerto. Él está tan enojado con él, con su actitud infantil y estúpida, por hacer todo este acto de llanto, como si el que estuviese herido fuera él.
Pero más que nada, está enojado porque sabe que no merece que Zenitsu le pida perdón en primer lugar y no puede lograr que no le importe.
Kaigaku observa un momento más al chico, para después empezar a caminar y alejarse de ahí, dejándolo solo. Aprieta la mandíbula y aprieta los puños hasta que se le rompen los nudillos, y jura que se vengará de ese patético ser. Ellos no están al mismo nivel, definitivamente.
La puerta es golpeada sutilmente un par de veces.
Kaigaku salta ante el sonido de los golpes en la puerta de su habitación, haciendo que la gasa que estaba a punto de presionar sobre su herida salga volando de sus dedos, y luego aterrice en el suelo frío y duro.
—¡Tch! —él gruñe —. ¡¿Qué?! ¡Ya te dije que no tengo nada! —una vez que entró a la casa, se encontró con Jigorou, quien se disponía a ir para vigilarlos durante el entrenamiento. Le preguntó que había ocurrido y por qué se tomaba el abdomen con tanta fuerza, pero él sólo se enfurruñó más y siguió a su destino.
La puerta del dormitorio se desliza un poco y Kaigaku ve la parte posterior de una cabeza de color amarillo, una que es demasiado familiar. A veces olvida que esta también es la habitación del mocoso. Él entrecierra los ojos con irritación, con las comisuras de la boca hacia abajo, y deja escapar un profundo suspiro, antes de mirar hacia otro lado. Kaigaku sabe que ese niño será la muerte para él algún día.
—No soy Jii-chan. ¿Puedo entrar? —Zenitsu pregunta, su voz un poco gastada de tanto haber llorado antes. Este también es su cuarto. No debería estar pidiendo permiso, el muy idiota.
—¿Qué mierda quieres?
El rubio deja su pregunta sin responder y entra en su habitación compartida, cierra la puerta silenciosamente detrás de él, luego se dirige a su futón. Kaigaku se mueve instintivamente, alejándose del chico mientras se sienta a su derecha, sin haber pedido su permiso como mínimo.
—Estabas limpiando tu herida, ¿verdad? —Zenitsu pregunta, suave y gentilmente, y la sangre de Kaigaku hierve instantáneamente porque odia que secretamente le guste su lado amable. El gentil y amable Zenitsu, que era gentil y amable con quien no debería.
—No, me estaba apuñalando —él decide ir con la respuesta sarcástica —. Obviamente estaba limpiando mi herida.
Zenitsu pone los ojos en blanco. Él todavía tiene el descaro de hacer eso frente a Kaigaku.
El chico menor suelta un suspiro para calmarse y no titubear ante sus próximas palabras. Finalmente, dice con voz firme: —Kaigaku, sabes muy bien que realmente apestas en el cuidado de las heridas. Así que déjalo, te ayudaré con eso —él alcanza el botiquín de primeros auxilios detrás de él y se acerca aún más al hombre de cabello negro.
—¡¿Qué demonios?! ¡No! ¡Puedo hacer esto solo! No necesito ninguna ayuda tuya —él dice, antes de apartar la mirada de esos brillantes ojos. Zenitsu es brillante por todas partes; es cegador para alguien tan ensombrecido como él. Él continúa en un tono bajo —. Largo.
A pesar del estremecimiento visible de su cuerpo ante las palabras del chico mayor, continua firme en su propósito. —No. No lo haré. No iré a ningún lado hasta que termine de curarte.
Kaigaku se da vuelta rápidamente para mirarlo, parpadea y arruga las cejas con incredulidad ante lo que acaba de escuchar. ¿En serio él pretende hacerlo? ¿Se sintió verdaderamente culpable? Zenitsu lo observa silenciosamente y ve cómo traga y sus cejas se fruncen nuevamente, como si estuviera pensando en algo. Aproximadamente un minuto después, el mayor rueda los ojos y exhala un suspiro exasperado.
—Lo que sea. Sólo apúrate.
Zenitsu medio sonríe al escuchar esas palabras.
—Acuéstate —él le pide y Kaigaku cumple.
El rubio hurga en el botiquín de primeros auxilios y está feliz de ver que todo lo que necesita está ahí. Vendajes, toallitas antisépticas, gasas de algodón, pinzas, alfileres de seguridad, tijeras y una pomada antibacterial de algún tipo. Él mira la botella de ungüento y la caja de toallitas antisépticas que todavía están completamente cargadas. Se pregunta por qué Kaigaku no los usa. Generalmente obtienen muchos cortes durante el entrenamiento, y Zenitsu siempre las usa para limpiar sus heridas.
—Estas cosas no están destinadas a tirarlos a un lado, ¿sabes? —el niño rubio dice, de manera casual, casi olvidando con quién está hablando en primer lugar —. Son realmente útiles. Deberías usarlos, especialmente cuando limpies tus cortes y heridas. Esto ayudará a prevenir complicaciones de tus lesiones y ayudará al proceso de curación.
—No puedo molestarme en perder mi tiempo con pasos adicionales y tediosos —se queja Kaigaku. ¿Para qué tener tanto cuidado? Si de todas formas se volverá a lastimar en un futuro.
Zenitsu lo mira de reojo y niega con la cabeza. Él sabe muy bien cuán terco es este chico y cómo le gusta hacer las cosas de la manera más rápida que pueda.
—Bueno, pero hoy los usaremos. Así que primero tendré que limpiar tus heridas con esto —explica —. Ehhh, no te va a gustar.
—Hm.
Tomando la toallita antiséptica, Zenitsu comienza a limpiar la herida en su abdomen, lo que hace que Kaigaku respire hondo y se mueva un poco. Se muerde el labio inferior mientras trata de evitar gritar ante el dolor punzante. Todo su cuerpo se pone rígido. El antiséptico se siente como ácido y le quema la piel. ¡Dios, arde mucho! En algún lugar en el fondo de su mente, se pregunta si Zenitsu realmente está tratando de ayudarlo, o en realidad está intentando torturarlo como medio de venganza por no ser un hermano mayor ideal y hacerle todo lo que le ha hecho hasta ahora.
—Lo siento —Zenitsu susurra con sinceridad en su voz, frotando ligeramente la herida mientras echa un rápido vistazo a Kaigaku. Su rostro está contorsionado por el dolor que está sufriendo y él nota gotas de transpiración que caen por su frente. Lo mira resoplar y resoplar antes de morderse el labio inferior.
—Cállate —responde el mayor en un tono ronco, con los ojos aún cerrados.
El sonido de su voz ronca hace que su interior se enrosque de una forma que no puede decir si es agradable o no. Él conoce muy bien ese sonido. Lo ha escuchado algunas veces antes, pero en una situación completamente diferente. Situaciones que implican la fricción de la piel contra la piel. Sacude sus pensamientos que de otro modo pueden alterar su compostura. Zenitsu no puede manejar todo eso en este momento; Kaigaku necesita atención médica por culpa suya y debe concentrarse.
El rubio alcanza otra toallita antiséptica y limpia la herida restante en su abdomen antes de presionarlos con una gasa. Cuando el sangrado se ha reducido finalmente, procede a poner la pomada. Luego se pone de pie y le pide a Kaigaku que se siente en su futón para que pueda envolverle el torso con un vendaje.
Aproximadamente cinco minutos después, todo está resuelto.
—¡Ahí, ya estás todo limpio! Afortunadamente no es un corte profundo. De lo contrario, hubieras necesitado suturas, y habríamos tenido que ir a otro lugar porque no puedo coser heridas.
Después de decir eso, Zenitsu inmediatamente siente una punzada de culpa, porque él fue quien lo cortó antes. Él lo causó todo, aunque no recuerda como pasó. Sin embargo, se siente aliviado de que no haya sido un corte profundo que ponga en peligro la vida de su hermano. Está verdaderamente aliviado.
Kaigaku mira su cuerpo impecablemente vendado y luego la cara regordeta de Zenitsu. Él se queda allí, mirándolo atentamente con sus redondos ojos color miel y con una ligera sonrisa adornando sus labios. Solo queda una cosa más para que Kaigaku haga...
Él sabe que tiene que agradecerle. No es tan bastardo y tan maldito como para no saber eso. Especialmente por todo lo que el niño ha hecho por él en este momento, a pesar de haber sido la causa de ello—aunque si era totalmente sincero, fue su culpa por asustarlo en primer lugar—. ¿Pero cómo? ¿Cómo va a mirarlo directamente a la cara y hacer eso? Nunca le ha agradecido nada a nadie. La palabra "gracias" es totalmente ajena en su lengua. No tiene el coraje para decirlo. Mucho menos a Zenitsu.
Oh, el orgullo ¡El maldito orgullo!
Kaigaku lo odia. Lo odia mucho. Odia admitir que está contento de que él lo haya ayudado a pesar de todo. Odia que le guste la preocupación de Zenitsu hacia él y odia admitir que aprecia de alguna forma su amable ayuda, pero no sabe cómo decirle eso.
¿Cómo demonios le va a decir eso?
Kaigaku le podría agradecer algo a Agatsuma Zenitsu, ¿seriamente?
Él aparta su mirada de su rostro. Puede sentir un tinte de ira en su interior. El hecho de que Zenitsu se haya ofrecido a ayudarlo a curarlo, y de que lo haya aceptado, lo molesta. Especialmente porque estaba siendo muy amable con él desde el momento en que había llegado a su dormitorio, hasta ahora. Probablemente está haciendo esto por lástima.
Él mira a los ojos del rubio nuevamente, y se sorprende al ver que Zenitsu lo está mirando fijamente. No al suelo, no hacia un lado, no a su regazo; lo mira de frente y parece no estar temblando como gelatina, como siempre. La sonrisa que había allí hace unos momentos se había desvanecido, y en su lugar hay una mirada de pura…
Su corazón late violentamente contra su pecho, y se obliga a mirar hacia otro lado.
Esa mirada es de pura preocupación genuina. ¿Por qué Zenitsu lo aprecia tanto si él no ha hecho nada para ganarse ese aprecio?
Zenitsu no es de este mundo, realmente. Golpea su mejilla, y él pondrá la otra para recibir el mismo tratamiento. Aún después de todo el abuso que su cuerpo ha recibo de Kaigaku, aun así, lo mira de esa manera.
Kaigaku tiene ganas de vomitar.
—Largo —es lo que sale de su boca. Zenitsu mira al suelo y asiente, se levanta y camina hacia la puerta corrediza —. Espera —el niño se detiene, pero sin girar su cuerpo para enfrentarlo. Kaigaku carraspea y chasquea la lengua —. Gracias —susurra lo más bajo que puede, pero sabe que Zenitsu lo escucha de todas formas, porque su sentido del oído es una cosa de la que temer.
El chico rubio gira la cabeza para mirarlo y sus labios se curvan lentamente en una sonrisa. —De nada.
Más notas:
No recuerdo mucho que fue lo que me inspiró a construir este fic en primer lugar, pero tenía algo que ver con intentar explorar un poco sobre el personaje de Kaigaku, porque el tipo puede ser horrible pero no lo odio. Supongo que por eso intenté entender un poco su forma de pensar.
De todas formas, gracias por leer.
Paz~
