Algo estaba mal. Lo supe desde el momento en que pasé por la puerta. Con una mano encendí la luz, dejando caer mi bolso en el sofá con la otra. Después del pasillo débilmente iluminado, el repentino resplandor era deslumbrante. Pequeñas luces brillaron ante mis ojos. Cuando se aclararon todo lo que vi eran espacios… espacios en los que, esta misma mañana, habían estado mis cosas.
Como el sofá.
Mi bolso cayó al suelo y todo se vino hacia fuera, tampones, monedas sueltas, plumas y maquillaje. Una barra de desodorante rodó hacia la esquina. La esquina estaba vacía, ya que tanto la televisión como su gabinete se habían ido. Mi mesa y sillas retro de la tienda de segunda mano permanecían, lo mismo que mi desbordante estantería. Pero la mayor parte de la habitación se hallaba vacía.
—¿Karin?
No hubo respuesta.
—¿Qué demonios? —Una pregunta estúpida, lo que pasó aquí era obvio. Frente a mí, la puerta de la habitación de mi compañera se encontraba abierta. Nada más que oscuridad y polvo allí. No tenía sentido negarlo.
Karin me dejó sin nada.
Mis hombros se hundieron con el peso de dos meses de renta atrasada, alimentos y servicios públicos llegaron aplastantes sobre mí. Hasta mi garganta se cerró apretadamente. Así que esto es lo que se sentía tener un amigo que te jodiera. Apenas podía respirar.
—Saku, ¿me puedes prestar tu abrigo de terciopelo? Te prometo que te lo voy a... —Ino, mi vecina del apartamento de al lado entró (tocar nunca fue su estilo). Entonces, como yo, se detuvo en seco—. ¿Dónde está tu sofá?
Respiré hondo y solté el aire lentamente. No sirvió de nada. —Supongo que Karin lo tomó.
—¿Karin se fue?
Mi boca se abrió, pero en realidad, ¿qué había que decir?
—¿Se fue y no sabías que se iba? —Ino ladeó la cabeza, haciendo que su masa de largo cabello rubio se balanceara de aquí para allá. Siempre le había envidiado ese pelo. El mío era rosado y fino. Algo más allá de los hombros, y colgaba como si hubiera metido la cabeza en un cubo de grasa. Es por eso que no tendía a dejarlo crecer más largo que la longitud de la mandíbula.
No es que el cabello importara.
Tener el alquiler importaba.
Tener que comer importaba.
¿Estilos de cabello? No tanto.
Mis ojos ardían, la traición dolía como una perra. Karin y yo habíamos sido amigas durante años. Confiaba en ella. Habíamos hablado mal de chicos y compartido secretos, lloramos una en el hombro de la otra. Simplemente no tenía sentido.
Salvo que lo tenía.
Muy dolorosamente lo tenía.
—No. —Mi voz sonó extraña. Tragué saliva, aclarándome la garganta—.No, no sabía que se iba.
—Raro. Ustedes dos siempre parecieron llevarse muy bien.
—Sí.
—¿Por qué se iría de esa manera?
—Me debía dinero —admití, de rodillas para recoger el contenido de mi bolso. No para orarle a Dios. Me había dado por vencida con él hacía mucho tiempo.
Ino se quedó sin aliento. —Estás bromeando. ¡Esa maldita perra!
—Nena, estamos llegando tarde. —Shikamaru, mi otro vecino de al lado, llenó la entrada, con ojos impacientes. Era un tipo alto y fornido con perspicacia. Normalmente le envidiaba a Ino su novio. En ese momento la gloria de Shikamaru se perdió en mí. Estaba tan jodida.
—¿Qué está pasando? —preguntó, mirando alrededor—. Hola, Saku.
—Hola, Shikamaru.
—¿Dónde están tus cosas?
Ino levantó las manos en el aire. —¡Karin tomó sus cosas!
—No —corregí—. Karin tomó su mierda. Pero se llevó mi dinero.
—¿Cuánto dinero? —preguntó Shikamaru, el disgusto bajando su voz
aproximadamente una octava.
—Suficiente —dije—. He estado cubriéndola desde que perdió su trabajo.
—Maldición —murmuró Shikamaru.
—Sí. —En serio, sí.
Cogí mi bolso y lo abrí. Sesenta y cinco dólares y un brillante y solitario centavo. ¿Cómo dejé que llegara tan lejos? Mi pago de la tienda de libros no estaba, y mi tarjeta de crédito se encontraba al máximo. Nino había necesitado ayuda ayer para comprar libros de texto y de ninguna manera me negaría. Que mi hermana pasara la universidad era lo primero.
Esta mañana le dije a Karin que teníamos que hablar. Todo el día me sentí horrible sobre ello, mi estómago revolviéndose. Porque la verdad era que la suma total de mi charla involucraba decirle que tenía que pedirle a sus padres, o al idiota sofisticado de su nuevo novio, un préstamo para pagarme. No podía mantenernos a ambas alojadas y alimentadas por más tiempo mientras buscaba un nuevo empleo. Así que, también tenía que hablar con uno de ellos sobre un lugar para quedarse. Sí, la estaba pateando a la acera. La culpa había pesado en mi estómago como una piedra.
Realmente irónico.
¿Cuáles eran las probabilidades de que sintiera algún remordimiento por joderme? Probablemente ninguno.
Terminé de meter el contenido a mi bolso y cerré la cremallera. —Ah, sí, Ino, el abrigo está en mi armario. Al menos espero que lo esté. Agárralo tú misma.
La renta estaba por vencerse en ocho días. Tal vez podría lograr un milagro. Seguro debía de haber algo de dinero que una chica inteligente de veintitrés años con ahorros en el banco tendría. ¿Al menos una de ellas necesitaba un lugar para quedarse? Había estado bien antes de esto. Pero siempre había habido algo que mi hermana o yo necesitábamos más que la futura estabilidad financiera. Libros, ropa, una noche en la ciudad, todas esas pequeñas delicias que hacían que vivir valiera la pena. Nos habíamos sacrificado bastante ya. Sin embargo, allí estaba, en la ruina y de rodillas.
Supongo que debería haber priorizado mejor. La retrospectiva apestaba.
En el peor de los casos, probablemente podría dormir en el suelo de la habitación de la residencia de Nino si fuéramos muy astutas. Dios sabe que nuestra madre no tenía dinero en efectivo. Pedirle ayuda se hallaba fuera de la cuestión. Si vendiera las perlas de mi tía abuela, podría ayudar para el depósito de otro apartamento, uno más pequeño que me podía permitir por mi cuenta.
Arreglaría esto de alguna manera. Por supuesto, lo haría. Arreglar la mierda
era mi especialidad.
Y si alguna vez veía a Karin de nuevo, la mataría.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Shikamaru, apoyado contra el marco de la puerta.
Me puse de pie, sacudiéndome el polvo de las rodillas de mis pantalones negros. —Ya me las arreglaré.
Shikamaru me miró, y se la devolví con toda la calma que pude. La siguiente cosa que saliera de su boca más le valía que no fuera compasión. Mi día había sido bastante horrible. Con gran determinación, le sonreí. —Entonces, ¿a dónde se dirigen?
—Fiesta en casa de Itachi y Izumi —respondió Ino desde el interior de mi habitación—. Deberías venir con nosotros.
Izumi, la hermana de Shikamaru y ex compañera de cuarto de Ino, se casó con Itachi Uchiha, el mayor dios del rock y guitarrista principal de la banda Stage Dive, hace unos meses. Era una larga historia. Francamente, todavía intentaba entenderla del todo. En un momento, había sido la chica agradable de al lado que fue al mismo colegio que Nino y preparaba un café buenísimo en el Café de Ruby. Al siguiente, nuestro bloque de apartamentos fue rodeado por paparazzis. Karin dio entrevistas en la entrada principal, no es que supiera algo. Yo me colaba por la parte trasera.
Mayormente, mi relación con Izumi había involucrado decir hola cuando nos pasábamos en las escaleras, cuando vivía aquí, y yendo al Café de Ruby cada mañana para tomar un café gigante en mi camino al trabajo. Siempre habíamos sido amigables. Pero no diría que éramos exactamente amigas. Dada la afición de Ino por pedir ropa prestada, a ella la conocía mucho mejor.
—Debe venir, ¿verdad, Shikamaru?
Shikamaru gruñó su afirmación. Era eso, o su desinterés. Con él era un poco difícil de saber.
—No importa —objeté. La basura se alineaba en las paredes donde el sofá y el gabinete estuvieron; toda la basura que Karin dejó atrás—. Tenía un nuevo libro para leer, pero probablemente debería ocuparme limpiando. Supongo que no habíamos sacado el polvo de abajo de los muebles por un tiempo. Por lo menos no voy a tener mucho que mover cuando llegue el momento.
—Ven con nosotros.
—Ino, no fui invitada —dije.
—Ninguno de los dos lo somos la mitad del tiempo —dijo Shikamaru.
—¡Nos aman! Por supuesto que nos quieren allí. —Ino volvió a salir desde mi habitación y le dirigió una mirada fea a su novio. Se veía mejor en la chaqueta negra vintage de lo que yo lo haría jamás, un hecho por el cual elegí no odiarla en secreto. Si eso no me ganaba puntos en el cielo, entonces nada lo haría. Tal vez se la daría como un regalo de despedida antes de irme.
—Vamos, Sakura —dijo—. A Izumi no le importará.
—¿Lista para irnos? —Shikamaru tintineó las llaves de su coche con impaciencia.
Codearse con estrellas de rock no parecía la respuesta adecuada al saber que pronto estarías en la calle. Tal vez algún día, cuando estuviera en mi reluciente y mejor momento, podría ir y decir hola. Ese día no era hoy. Sobre todo me sentía cansada, derrotada. Teniendo en cuenta que me había estado sintiendo de esa manera desde que cumplí los dieciséis años, no era la más fuerte de las excusas. Sin embargo, Ino, no tenía porqué saberlo.
—Gracias, chicos —dije—. Pero acabo de llegar a casa.
—Um, cariño, tu casa apesta en este momento —dijo Ino, mirando mis ovillos de polvo y la falta de decoración con una mirada arrebatadora—. Además, es viernes por la noche. ¿Quién se queda en casa en una noche de viernes? ¿Usarás tu uniforme de trabajo, o te pondrás unos pantalones vaqueros? Te sugiero los pantalones vaqueros.
—Ino…
—No lo hagas.
—Pero…
—No. —Ino me agarró por los hombros y me miró a los ojos—. Has sido jodida por una amiga. No tengo palabras para decirte lo furiosa que estoy. Vas a venir con nosotros. Escóndete en una esquina toda la noche si quieres. Pero no estarás sentada aquí sola pensando en esa puta ladrona. Sabes que nunca me agradó.
Estúpidamente, lo hice. O lo había hecho. Como sea.
—¿No lo dije, Shikamaru?
Shikamaru se encogió de hombros y tintineó sus llaves un poco más.
—Ve. Arréglate. —Ino me dio un empujón en la dirección de mi dormitorio.
En mi situación actual, esta podría ser mi única oportunidad de conocer a Itachi Uchiha. Todavía aparecía por aquí de vez en cuando, pero nunca la había visto, a pesar de que de vez en cuando "pasaba el rato" en las escaleras por si acaso. No era mi favorito absoluto de los cuatro miembros de Stage Dive. Ese honor se hallaba reservado para el batería, Naruto Uzumaki. Hace unos años estuve fuertemente atraída por él. Pero aun así... el Itachi Uchiha. Por la oportunidad de
conocer aunque solo fuera a uno de ellos, tenía que ir. Hace unos años tuve esta cosa por la banda. Nada que ver con ellos siendo unos brillantes dioses del rock. No, yo era un purista musical.
—Está bien, denme diez minutos. —Era el marco mínimo de tiempo en el que podía, mentalmente, sino físicamente, prepararme para enfrentar a los ricos y famosos. Afortunadamente, mi factor de importarme ahora se encontraba peligrosamente cerca de niveles demasiado bajos. Esta noche probablemente sería el mejor momento para conocer al señor Uchiha.
—Cinco minutos —dijo Shikamaru—. El juego va a empezar.
—¿Te relajarás? —preguntó Ino.
—No. —El hombre hizo un chasquido y Ino se rió. No miré hacia atrás. No quería saber. Las paredes aquí eran asquerosamente delgadas para que los hábitos de apareamiento nocturnos de Ino y Shikamaru no fueran un secreto. Afortunadamente estaba por lo general en el trabajo durante el día. Esas horas eran un misterio para mí, y no uno en el que pensaba.
Oh, está bien. De vez en cuando lo pensé porque no había conseguido nada que no fuera auto-inducido por un tiempo. Además, al parecer, tenía algunas tendencias voyeuristas reprimidas en necesidad de abordar.
¿Realmente me encontraba interesada en una noche de observar parejas frotándose unos contra el otro?
Podría llamar a Shisui, a pesar de que dijo que tenía una cita esta noche. Por supuesto, siempre tenía una cita. era perfecto en todos los sentidos, aparte de sus tendencias de mujeriego. A mi mejor amigo le gustaba difundir su amor alrededor, por decirlo suavemente. Parecía estar en relación conyugal de solo el primer nombre con la mayor parte de la población femenina de Portland desde los dieciocho hasta los cuarenta y ocho años. Todo el mundo, menos yo, básicamente.
Lo cual estaba bien.
No había nada malo con ser amigos. Aunque algún día realmente creía que haríamos una gran pareja. Era tan fácil estar a su alrededor. Con todo lo que teníamos en común, podríamos llegar hasta el final. Mientras tanto, me sentía contenta con esperar, hacer mi propia cosa. No es que últimamente hubiera estado haciendo algo o con alguien, pero se entiende lo que quiero decir.
Shisui me escucharía quejarme de Karin. Probablemente cancelaría su cita, vendría, y me haría compañía mientras limpiaba. Sin embargo, definitivamente diría "te lo dije". Cuando se enteró que había estado cubriéndola, no estuvo feliz. Abiertamente la acusó de usarme. Resultó que estaba ciento diez por ciento correcto en ese asunto.
La herida, sin embargo, estaba demasiado cruda para ser empujada y pinchada. Así que... no Shisui. Con toda probabilidad, Nino me daría las mismas patadas en el culo que Shisui. Ninguno fue fan del plan salvar a Karin. Decisión tomada. Iría a la fiesta y me divertiría antes de que mi mundo se volviera mierda. Excelente. Podría hacer esto.
