El mismo día

Salió del edificio y vio el auto blanco. Inconfundible. Kagome sonrió alegre. Movió sus pies y abrió la puerta del auto. Él comenzó a manejar con la mirada al frente.

—¡Hola! —saludó entusiasmada. Sesshomaru solo viró un instante hacia ella y volvió a su posición inicial. La morena amplió su sonrisa. Ese era el saludo de su querido hermano mayor adoptivo. Mucho más de lo que cualquiera pudiera esperar, pues él solo miraba a los ojos a pocas personas, si no es que lo hacía con altivez y elegancia—. ¿Y a dónde vamos? —Él varón no contestó. En realidad, todos los años en esa fecha ocurría lo mismo. El albino aparecía sin siquiera avisarle y la recogía del trabajo para llevarla a su casa. Todo para que ella le dijera una sola cosa—. Tú ya sabes lo que quiero, Sesshomaru. Lo mismo de siempre. —Y los ojos le brillaron risueña. El hombre permaneció estoico, mirando hacia adelante. Se lo había esperado. Kagome siempre le pedía lo mismo—. Aunque… —dijo con cierta travesura en la voz. Pareció que una sombra de desconcierto aparecía en las facciones apolíneas de su querido Sesshomaru—. Creo que este año también podría pedirte algo más…

Internamente, Kagome rió muy fuerte.

Porque bien sabía que él no se negaría. No en esa fecha.

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—¿Y cómo te fue? —preguntó Inuyasha.

—Muy bien. Salí con Sango, Ayame, Koga y Jakotsu. Te habrías divertido mucho si hubieras venido —declaró, a la vez que tomaba su jugo de limón. Inuyasha hizo un mohín. Y no era precisamente por el frapuccino que estaba bebiendo. Al escuchar los dos últimos nombres que su amiga había mencionado simplemente no pudo evitar sentir desagrado. No se llevaba bien con Koga, y Jakotsu era un maldito enfermo que no paraba de lanzarle miraditas sugerentes. No sabía cómo es que hasta el momento se había contenido de molerlo a golpes.

—No, gracias. Preferí esperar hasta hoy para invitarte al cine. ¿Qué viste con ellos?

—"Hacia atrás". Una película bastante compleja. Si soy sincera no la entendí muy bien, y tenía el tobillo adolorido, así que no pudimos caminar mucho, pero me divertí a lo grande. —Sonrió radiante. Estar con sus amigos es todo lo que a ella había querido.

—¿El tobillo? —Alzó una ceja—. No me sorprende si siempre andas con esos tacones altos.

Kagome hizo una mueca berrinchuda.

—Para que lo sepas, fue porque me tropecé. Irónicamente lo hice mientras usaba zapatillas. Yo nunca uso zapatillas, ¿sabes? Siempre tengo que vestir elegante en mi trabajo.

—¿Te tropezaste al usar zapatillas? —La miró incrédulo—. Y si nunca usas zapatillas ¿por qué las usaste esta vez?

—La semana pasada acompañé a Sango al gimnasio. Quería persuadirme de ir y me insistió que probara una clase. Pero fue un infierno, así que le dije que pasaba de eso.

Inuyasha no pudo evitar soltar una carcajada. Nunca había visto a Kagome hacer otra cosa más que caminar de un lado a otro con sus tacones y moverse como si danzara en una pista de patinaje, pero eso era todo. La morena lo miró molesta, entonces él cesó de reír de repente. Jamás lo admitiría, pero ella le daba mucho miedo cuando se enojaba.

—¿Y qué pasó con Sesshomaru? Dijiste que le pediste algo diferente esta vez, pero no me dijiste qué.

—Le pedí lo de siempre, pero con otra cosas más.

—¿Ah sí? ¿Y te lo dio? —En realidad, Inuyasha moría de ganas por saber qué le había pedido a su odioso hermano mayor.

—Más o menos.

—¿Cómo que más o menos?

—A esta hora debe estar cumpliéndolo.

—¿Ahora? Pero tu cumpleaños ya pasó.

—Sí, pero no lo pudo cumplir ese día porque simplemente se le salió de las manos. Ahora debe estar trabajando en eso. —Una gran sonrisa se le dibujó. Y suspiró como si fuera una enamorada empedernida.

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Kagura tomó una de las piezas de sushi con los palillos. Por dentro estaba algo desconcertada e intrigada, pero por fuera permanecía tan serena como siempre. Frente a ella, se encontraba el de ojos dorados más codiciado por todas las mujeres. ¿Y para qué negarlo? A ella también, en algún momento, le había atraído el hombre, más por el misterio que lo rodeaba que por otra cosa en específico. Y también porque en el hospital donde trabajaba él cubría casi todas las horas. Es decir, ella lo veía todo el tiempo. Tanto en la sala de emergencias como en la de consultas. ¿Acaso ese sujeto no dormía? ¿No se estresaba? Ni ojeras tenía. Era un hombre "demasiado perfecto" y eso la hacía desconfiar. Ella apenas podía con sus horas en Endocrinología y con algunas guardias nocturnas que la hacían terminar agotada.

—¿No vas a pedir nada? —preguntó ella luego de comer su segunda pieza de sushi. Ahora que lo pensaba, tampoco lo había visto comer nada jamás. Y era la primera vez que lo veía beber algo, en este caso, una copa de vino tinto, y solo había tomado un sorbo. Era como un vampiro.

O un demonio.

—No. —Se limitó a decir. Kagura encontró eso muy grosero. Supo desde el mismo día que la había invitado a cenar que no era exactamente por los propósitos en que un hombre invita a una mujer. Mucho menos siendo él que parecía tan exento de esa necesidad, bueno, los médicos apenas tenían tiempo para dormir, aunque no habían sido pocas las veces en que había habido rumores de que los baños eran usados para mucho más que higienizarse y hacer las necesidades correspondientes. No los culpaba. El estrés podía ser mortal en un hospital, especialmente para los que estaban en sala de urgencias con más de treinta y seis horas sin poder pegar un ojo.

—¿Perdiste una apuesta o algo parecido? —inquirió la mujer de profunda mirada carmesí. En realidad no creía que Sesshomaru fuera del tipo que hacía apuestas, pero en ese momento no se le ocurría ninguna otra cosa que pudiera explicar su invitación.

—No. Me lo pidió mi hermana en su cumpleaños.

Y eso la dejó estupefacta.

—¿Su cumpleaños?

—Sí, tú y ella cumplen el mismo día.

Kagura no tenía idea. De hecho, ella jamás había mencionado su fecha de cumpleaños, y pensó que fue de casualidad que ese mismo día él la invitara a salir, pero ella le había dicho que no podía, y efectivamente así había sido, porque tenía planes con su familia.

—Entiendo. —Finalmente había comprendido. En parte. En primer lugar, no sabía por qué él o su hermana sabían de esa fecha, y es que incluso a penas se enteraba que Sesshomaru Taisho tenía una hermana. Sí sabía de Inuyasha, mayormente porque tenían una empresa de modas muy reconocida, y porque en alguna que otra ocasión el menor de los Taisho había visitado el hospital, seguramente no porque extrañaba al mayor, pues siempre se le contraía la cara cada vez que veía a Sesshomaru.

—¿Lo entiendes?

—Supongo.

—¿Qué entiendes?

—Seguramente quiere que salgas con alguien porque has estado soltero mucho tiempo.

No dijo nada. Y el varón era capaz de poner incómodo a cualquiera con su silencio de hielo. No a ella. Porque en realidad eran parecidos. Ninguno era muy social y preferían hablar solo cuando lo necesitaban.

Kagura terminó de comer la última pieza de sushi.

—Estuvo delicioso. —Vio a Sesshomaru tomar el segundo sorbo de vino. Con una señal de la mano él le había dado a entender al mesero que dejara la botella al principio de la velada, pero ella no lo había probado, y él apenas había tocado su copa—. Ya debo marcharme —anunció a la vez que miraba la hora en su reloj de muñeca. Se puso de pie. No necesitaba que Sesshomaru le ofreciera llevarla. Lo había hecho, pero la fémina le dijo que iría en su propio auto. Y él no insistió—. Muchas gracias por la cena. Dile a tu hermana que la disfruté mucho.

Dicho eso, ella estuvo a punto de marcharse, no obstante, Taisho habló antes de que eso ocurriera.

—Te veo el próximo sábado —declaró, tan impasible como siempre. Ella lo miró.

—¿Cuántas veces te pidió que me invitaras a cenar? —preguntó simplemente.

—Una. —Y los dorados chocaron contra los carmesís de manera muy fija. Kagura ni se inmutó.

—Ya veo.

Y finalmente se marchó.

La mujer no había aceptado ni rechazado la "invitación". Aunque sospechaba que a él le daba igual. Porque era de esos individuos que sin importar qué conseguían lo que querían.

¿Ella lo dejaría?

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—¡¿Qué?! —vociferó turulato—. ¿Una cena con una mujer? ¿En serio eso fue lo otro que le pediste? —Inuyasha aún no podía creerlo—. Él no sale con nadie.

—Bueno, él aceptó y yo sé que ahora mismo están teniendo una cita.

—Yo creo que para esa chica sería mucho mejor tener una cita con una piedra que con Sesshomaru.

La morena rió divertida.

—No creo, estoy convencida de que a él le gusta ella.

—¿Eh? ¿Y de dónde sacas eso?

—Una vez lo vi observándola en el hospital. Fue fácil para mí averiguar su nombre, aunque no sus datos. Kagura no tiene redes sociales, solo linkedín. Pero pude averiguar su fecha de cumpleaños. Me sorprendí cuando me di cuenta que cumplíamos el mismo día.

—Compadezco a esa pobre mujer.

—¡Oye! No seas tan malo con tu hermano. —El albino solo hizo una mueca de fastidio—. ¿Y tú para cuándo tendrás una cita? Que Sesshomaru la haya tenido es algo muuuuuy sorprendente. —Eso pareció salido muy de la nada. Y es que prefería hablar de casi cualquier cosa menos de su hermano mayor.

Kagome parpadeó desconcertada, como si la pregunta le hubiera tomado por sorpresa. Miró hacia un lado por un instante, como si fuera una niña desorientada y perdida. Pero en realidad no era tan así. A continuación miró para todos lados como buscando algo. No lo encontró ni lo encontraría jamás.

—Tal vez en sueños… —susurró. Y fue como si algo le apretara el corazón de repente.

—¿Qué?

Y de súbito, volvió a su estado habitual.

—Na-da. —Amplió una sonrisa radiante.

FIN.

N/A: ¡Por fin hago escribo algo de mi pareja favorita de Inuyasha! Ya me puedo morir en paz u jijijijiji

Muchas gracias por leer.

Anna Bradbury.