AVISO DE SENSIBILIDAD

Esta obra contiene algunas escenas oscuras e inquietantes de abuso y castigo, a si como secuestro, violación, palabras altisonantes y escenas escalofriantes y crueles.

POR FAVOR SI ERES SENCIBLE A ESTE TIPO DE LECTURA NO LO LEAS.

Esta historia contiene un alto contenido de lenguaje sexual explicito para mayores de 18.

Esta es una adaptación sin fines de lucro, los créditos correspondientes de esta historia pertenecen a Penelope S. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.

Recuerden no pretendo obtener ningún crédito de esta historia es una adaptación simplemente para disfrute de las personas que les gusta el Sasusaku igual que a mí, por favor no reporten esta adaptación y permitan que otras personas tengan la oportunidad de leerla. Promovámoos el hábito de la lectura no lo saboteemos. ¡Gracias!

Agradecimientos: A LA GRAN MAESTRA Y MI BELLA GENIO.


1

SAKURA

―Coloquen esa cómoda aquí. ―Me desplacé hasta el punto en el que se había alzado nuestra antigua cómoda y se lo señalé a los transportistas. Trajeron la pesada pieza rústica de madera y la colocaron directamente contra la pared―. Fantástico. Ahora las mesillas van aquí. ―Dirigí a los transportistas para que pusieran en su sitio las dos últimas piezas de mobiliario y, a continuación, me puse a meter los bóxers y calcetines de Sasuke en los cajones, junto con el resto de su ropa. El dormitorio principal había sido claramente masculino, con sus cómodas negras y el cabecero a juego, pero dado que aquel lugar era medio mío ahora, quería hacer algunos cambios.

Lars apareció en la entrada, con las manos a la espalda.

―Sra. Uchiha, probablemente no haga falta que le diga que a Su Excelencia todo esto no le va a hacer demasiada gracia.

Doblé los pantalones de chándal de Sasuke y los metí en el cajón.

―Tienes razón. Soy plenamente consciente de las consecuencias. ―Cerré el cajón y coloqué el jarrón recién comprado sobre la cómoda. Iba añadiendo mis pequeños toques. Unas cuantas piezas mediterráneas daban unidad a la habitación, haciendo que destacara de verdad. A Sasuke no le alegrarían los cambios. Odiaba los cambios de cualquier clase. Pero lo superaría.

―Si pregunta, intenté convencerla de que no lo hiciera.

Lars hacía muchas cosas por mí en la finca de las que Sasuke no estaba enterado. Yo era muy buena guardando secretos y nunca delataba a nuestro leal sirviente. Era de la familia, por lo que a mí respectaba. Me había ayudado a coserme aquel cuchillo dentro de la herida, el mismo con el que había matado a Bones. Hasta aquel día, Sasuke pensaba que había logrado hacerlo yo sola.

―Por supuesto.

Lars continuó demorándose en el pasillo, alto y erguido como si la edad todavía no tuviera efecto sobre él.

―¿Necesitas algo, Lars?

―Obito ha venido a verla. Quiere quedarse a almorzar.

―Oh, eso es fantástico. ―Había terminado con el dormitorio, así que el momento no podía ser más perfecto.

Lars parecía incómodo por traicionar a su amo.

―¿Quizá debería ponerlo en conocimiento de Su Excelencia?

A Sasuke no le gustaba que yo estuviera a solas con ningún hombre, aparte de Lars. Aunque Obito era hermano suyo, seguía sin fiarse totalmente de él. Era posible que Sasuke nunca perdonara por completo a Obito por lo que me había hecho, pero si yo podía dejarlo correr, él también debería poder hacerlo.

―No es necesario. Bajaré en un momento.

―Sí, Sra. Uchiha. –Lars me dedicó una breve inclinación antes de salir.

Sasuke y yo veíamos la familia de manera diferente. Como yo nunca había tenido a nadie, la familia significaba mucho más para mí. Obito era lo más cercano a un hermano que había tenido jamás. De hecho, era mi hermano. La vida era demasiado corta para ser rencoroso, incluso teniendo en cuenta que Obito casi me había matado.

Entré en el comedor donde solía desayunar con Sasuke.

―Hola.

―Hola, hermanita. ―Obito se levantó y me abrazó. Era más afectuoso, considerado y amable conmigo que con ninguna otra persona. La mayor parte del tiempo, ni siquiera Sasuke parecía gustarle―. ¿Está consiguiendo ya Sasuke volverte loca?

―Aún no. ―Me senté enfrente de Obito y vi las dos copas de vino que Lars ya había servido. Algo que me gustaba de la Toscana era la actitud relajada con respecto al vino. Daba igual lo temprano que fuese. Resultaba perfectamente aceptable beber vino durante el desayuno, el almuerzo o la cena―. Pero acabo de reformar nuestro dormitorio, y no va a alegrarse al respecto.

―Mientras no sea rosa, dudo que le importe.

―Es muy particular.

Obito dio un largo trago antes de limpiarse la boca con el dorso de la mano.

―Bueno, pues ahora tiene una mujer. Va a tener que aceptarlo.

―Estoy segura de que habrá una pelea. Pero seré buena con él, y conseguiré que se calle enseguida.

Obito me guiñó un ojo y chocó su copa con la mía.

―Entiendes muy bien a los hombres.

Encima de la mesa había una cesta de pan recién hecho, además de aceite de oliva y vinagre balsámico. Nos servimos y comimos como si estuviéramos en un restaurante. Aunque Lars no estuviera esperando compañía, siempre estaba preparado.

―¿Tú qué te cuentas?

―El negocio de las armas ha cambiado mucho. Con Bones fuera de circulación, es un poco caótico.

―¿Y eso por qué?

―Bueno, él era uno de los principales protagonistas del sector. Sin él, ahora las facciones menores están compitiendo por imponerse al resto. Intentan quedarse con sus antiguos contactos, con sus clientes. Es algo así como la ciudad sin ley.

―¿Y eso en qué te afecta? ―Resultaba muy fácil hablar con Obito, porque siempre era sincero. No se guardaba información, como hacía Sasuke. Decía con llaneza lo que se le pasaba por la mente y era fácil de leer, al contrario que su hermano. Sólo lograba leer a Sasuke por toda la práctica que tenía.

―No me vuelven loco estos clientes. Se mezclan aún más con los barrios bajos que yo. No me sorprendería que descubriéramos que tenemos otro enemigo entre manos. Uno todavía más implacable que el anterior.

―¿Peor que Bones? ―Me costaba creer que aquello fuera posible.

―Definitivamente. Piensa en ello. Ocupe quien ocupe su lugar, tendrá que ser aún más cruel para conservar su puesto. Tendrá que compensar lo que le falte con actos aún más monstruosos. Bones era un bala perdida, pero por lo menos era predecible.

Cuando se derrocaba a un dictador, otro tomaba su lugar. Era el ciclo de la vida.

―La pesadilla nunca se acaba, ¿eh?

―Pues no.

―¿No podéis ser aliados?

―Con la naturaleza de nuestro negocio, eso es imposible. Siempre seremos competidores directos. En resumen, suministramos armas a los enemigos de los otros.

―Cierto.

Lars entró en la sala sin su elegancia habitual. Sostenía nuestros platos y nos habló con pánico en la voz.

―El Sr. Uchiha acaba de llegar. Debe de haber venido a comer a casa.

Obito me miró antes de volver a mirar a Lars.

―¿Y...?

Lars colocó rápidamente nuestros platos delante de nosotros.

–No se va a alegrar de esto, y lo saben. ―Atravesó las puertas y nos llegó su voz desde la habitación de al lado―. Buenas tardes, señor. ¿Qué puedo prepararle?

Obito se encogió de hombros y dio un bocado a su comida.

–Mi hermano tiene que espabilar y dejarse de tonterías.

―Se pasa un poco ―coincidí.

Sasuke entró un momento después, con aquella expresión intensa que yo había llegado a adorar y a odiar. Me miró acusadoramente, como si aquella comida fuera exclusivamente culpa mía. Después fulminó a Obito con la mirada.

Sólo había un modo de conseguir que aquello mejorara. Me acerqué a él, le pasé los brazos por el cuello y lo besé. Era el tipo de beso que resulta inapropiado en público, pero supe que era lo único que podía calmarlo... o al menos conseguir que pensara en otra cosa. Mi lengua encontró la suya y dejé escapar un callado gemido en su boca, lo bastante alto para que sólo él lo escuchara.

Cuando me aparté, sus ojos no resultaban tan aterradores. Su enfado había disminuido perceptiblemente.

―¿Quieres sentarte con nosotros?

―Lars ha hecho lasaña ―añadió Obito.

En cuanto Obito habló, a Sasuke le volvió el cabreo otra vez. Se sentó al lado de su hermano y lo fulminó con la mirada.

Me senté y le serví una copa de vino. Lo único que parecía contener su lengua era el whisky, pero el vino parecía calmarlo de vez en cuando.

―Gracias, Botón. ―Dio un sorbo sin apartar los ojos de su hermano, tratándolo como a un enemigo, más que como a un pariente.

Obito me miró y puso los ojos en blanco.

―Cualquiera pensaría que soy Bones, por cómo me trata.

Sasuke dejó la copa sobre la mesa con un tintineo audible que resonó por el comedor.

―No vuelvas a pronunciar ese nombre en mi casa nunca más. ―A veces aquellos ojos negros se mostraban acogedores, pero cuando se clavaban así en Obito, daban muchísimo miedo. No le hacía falta pronunciar palabra para dejar clara su amenaza. Resultaba palpable, inquietante.

Obito me volvió a mirar, sin poner los ojos en blanco, pero claramente con ganas de hacerlo. Daba la impresión de que Obito y yo teníamos más intimidad de la que tenía con Sasuke. Era un interesante giro de los acontecimientos.

Lars puso un plato delante de Sasuke, blanco, con una porción de lasaña fresca en él.

―¿Lars?

―¿Sí, Excelencia? ―Se puso las manos a la espalda y permaneció erguido.

―¿Qué tengo dicho sobre permitir la entrada de visitantes en la casa cuando yo no estoy presente? ―Sasuke no levantó la voz, pero eso no le impedía regañar a su empleado más antiguo sólo con su tono. Contemplaba a Lars de la misma manera que había contemplado a Obito hacía unos momentos.

―No seas capullo. ―Lars era como de la familia para ambos. Aunque le pagábamos, eso no quería decir que tuviera derecho a tratarlo como si fuera basura―. Lars, ignóralo. Sólo es una de sus rabietas.

Sasuke no se movió de su postura.

―No quiero que Obito esté aquí si yo no estoy presente. ¿Entendido?

Obito sacudió la cabeza.

–Au...

Lars hizo una inclinación.

―Por supuesto, señor...

―No le eches la culpa de esto a Lars ―salté―. Soy yo la que ha invitado a Obito. Cuando Lars me dijo que estaba en la puerta, la abrí y le permití pasar. Así que no le eches la culpa a uno de tus más antiguos amigos por algo que hizo tu mujer. ―Le clavé el dedo a Sasuke en el brazo―. Discúlpate.

―No es necesario ―aseguró rápidamente Lars mientras salía de espaldas de la habitación―. Me aseguraré de que no vuelva a suceder, Sr. Uchiha. ―Con esto, salió de la sala.

Le dediqué a Sasuke una de mis miradas más sombrías, porque iba a disculparse... le gustara o no.

―Sasuke, tienes que tranquilizarte. ―Obito se comió otro trozo de pan y se puso a masticarlo―. No voy a hacerle nada a Sakura. No me voy a poner a ligar con ella...

―No estoy preocupado por la fidelidad de mi mujer. ―Sasuke tenía una capacidad natural para parecer más intimidante que todo un ejército en el campo de batalla―. Casi matas a mi mujer. Nunca me voy a olvidar de eso.

―Entonces, ¿no puedo ver nunca a Sakura? ―preguntó con incredulidad.

―Puedes verla todo lo que quieras... cuando yo esté presente. ―Sasuke tomó el tenedor y cortó un trozo de lasaña―. Yo no pasaría tiempo a solas con tu mujer.

―A mí no me importaría que lo hicieras ―argumentó Obito―. Después de estar conmigo, definitivamente no buscaría el amor en ninguna otra parte. ―Agitó las cejas y dio un bocado a su comida.

Ahora, la cara de Sasuke exhibía un enfado permanente.

―Le daré una paliza hasta casi matarla, y veremos si eso hace cambiar tus sentimientos al respecto.

Le di a Sasuke un codazo en el costado.

–No digas esas cosas.

―No, es justo ―dijo Obito―. Lo dejaré pasar.

Nos concentramos en nuestros platos y comimos en silencio. La tensión era peor ahora que no hablábamos entre nosotros. La conversación que habíamos estado manteniendo Obito y yo hacía un momento había sido fluida, como dos amigos poniéndose al día. Pero en cuanto Sasuke había aparecido, había traído un nubarrón oscuro con él.

―Obito estaba diciéndome que el negocio ha cambiado desde que... ―Me detuve antes de pronunciar su nombre, sabiendo que Sasuke no quería que nadie volviera a mencionarlo―. La cadena de mando está revuelta.

―Enseguida volverá a la normalidad ―dijo Sasuke―. Cuando cae un villano, hay otro que lo sustituye. Si no fuera así, ya no tendríamos demasiado trabajo.

―Siempre habrá trabajo en el tráfico de armas ―dijo Obito antes de engullir otro trozo de lasaña―. ¿Vienes mucho a comer a casa?

―Cuando echo de menos a mi mujer. ―Sasuke no me estaba demostrando tanto afecto como era habitual, y yo sospechaba que se debía al mal humor que le provocaba la presencia de su hermano.

No quería que las cosas se quedaran así. Ahora todos éramos Uchiha.

―Sasuke, tienes que enterrar el hacha de guerra con Obito. Disfruto con su compañía y, la verdad, tu incomodidad no va a lograr que cambie nada. Tenemos que pasar página.

―Casi te pierdo dos veces por su culpa. ―Sasuke dio otro largo trago, apurando su copa de vino como si fuera whisky.

―¿Dos veces? ―preguntó Obito―. ¿Cuándo fue la segunda vez?

―Cuando fuiste lo bastante estúpido como para dejarte capturar y mi esposa ocupó tu lugar ―ladró él―. Esa fue la segunda.

―Eso no es justo ―respondió Obito―. Aquello fue decisión suya. Yo no tuve nada que ver con es...

―Cállate. ―Sasuke no apartaba los ojos de su plato. Insultar a su hermano era algo que le salía con naturalidad.

Obito dejó caer su servilleta.

―Reconozco cuándo no soy bienvenido. Llámame cuando se te vaya la regla. ―Obito salió como una tromba del comedor.

Sasuke siguió comiendo, como si nada hubiera sucedido.

Aquella era la primera vez que Obito y yo nos sentábamos a comer juntos.

―Sasuke, ¿qué demonios ha sido eso?

―¿Te han quedado poco claros mis sentimientos al respecto? –Devoró la mitad de su lasaña en pocos bocados. Cuando vació la copa, se sirvió más vino.

―Tienes que olvidarlo.

―Nunca.

Sasuke tenía mucho valor para decir aquello.

―Me hiciste trabajar a cambio de mi libertad acostándome contigo. ―Sólo porque nos hubiéramos enamorado y casado no quería decir que sus acciones estuviesen justificadas―. Tendrías que haberme dejado marcharme y ya está, pero no lo hiciste. Así que no actúes como si fueses el hombre más inocente del planeta.

Hizo girar su copa de vino antes de dar un sorbo.

–¿Te hice yo daño?

Me limité a mirarlo fijamente a modo de respuesta.

―¿Te puse una mano encima sin tu consentimiento?

Mi reacción consistió en quedarme callada.

―Eso pensaba. ―Continuó comiendo.

―Sigo pensando que tu comportamiento es ridículo. Nosotros tres hemos pasado por mucho juntos. Por si no te has dado cuenta, a Obito le importo. Caminaría sobre brasas por mí. Tienes que darle un respiro.

Sasuke dejó caer el tenedor y se recolocó en la silla para mirarme de frente.

―Si alguien me hubiera hecho lo que Obito te hizo a ti, ¿lo perdonarías? No estoy renegando de ese imbécil. Simplemente, no quiero que esté a solas contigo.

―Si las situaciones fueran idénticas, sí.

Se me quedó mirando como si no me creyera.

―Estoy cómoda cerca de Obito. Si no lo estuviese, te lo diría.

–Tu comodidad no es lo que me preocupa. Es la mía. ―Cogió mi copa y se la bebió antes de ponerse de pie―. Debería irme ya.

Sabía que estaba enfadado porque su estancia había durado diez minutos.

―Pídele disculpas a Lars.

Sasuke no respondía a órdenes. Nunca. Se ajustó el nudo de la corbata y me ignoró.

―Y ya que estás de tan mal humor, no pasa nada por aprovechar para decirte que he hecho algunos cambios en nuestro dormitorio. No te van a gustar, pero a mí sí me gustan. Procésalo mientras estás en el trabajo para no tener que hablar sobre ello cuando llegues a casa.

Se inclinó y me miró, con los labios a centímetros de los míos.

―Esto es lo que va a suceder cuando llegue a casa. —Tenía los ojos clavados en los míos, como un arma en una diana―. Voy a entrar en el dormitorio y te voy a ver desnuda en la cama, con el culo en pompa. Te voy a follar la boca hasta que esté empapado, y después te vas a dar la vuelta y te voy a follar tan fuerte que vas a gritar. Te voy a follar en la boca, en el coño y en el culo. ―Sin esperar a que aceptase, me dio un beso agresivo en la boca y se marchó.