Hola hola personitas~ ¿Cómo están?
Por acá estamos de fiesta por el cumpleaños de nuestro suicida favorito. Quería hacer algo muy fluff y bonito, entonces salió esto, y todo porque vi las películas hace unas semanas jajaja En fin, espero les guste porque a mí me encantó. Este es mi regalo para mi bebé Eren, el niño precioso que persiguió la libertad.
Disclaimer: los personajes no son míos, son de Hajime Isayama; esta historia es una adaptación del argumento principal del cuento "Cenicienta", pero obvio, esta es mi versión Riren.
Pareja: Levi x Eren
Advertencias: Fluff, fantasía, romance, drama (poquito), escenas de violencia menor, AU, Ooc/ Two-Shot
Agradezco a Ale por siempre apoyarme.
Ustedes perdonen el capítulo tan largo, sentí que era innecesario cortarlo en varios capítulos, por eso traté de hacer la narración muy amena y ligera. Espero les guste esta versión de la cenicienta.
A leer~
El Ceniciento
Parte I
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¿Se saben la historia de Cenicienta?
Bueno, yo conozco a una totalmente fuera de serie. Algo testaruda y valiente, que poseía una mirada de doble filo; podía ser más dulce que el chocolate, pero a la vez salvaje como un tigre.
Primero empezaré por contar lo que hace a esta Cenicienta tan especial y diferente, y solo para seguir la tradición de siempre:
Había una vez… En un próspero y lejano reino, un joven con un pasado trágico. Su nombre era Eren, al que apodaban el Ceniciento.
Este dulce chico era huérfano, ambos padres habían muerto tiempo atrás, cuando Eren era solo un niño indefenso. Inmediatamente fue adoptado por una tía lejana, de nombre Dina Fritz; una dama algo distinguida pero fría y atroz, ella era esposa de un comerciante rico y renombrado en el pueblo. Su trabajo, entre muchas cosas, era criar caballos, y no caballos cualquiera, sino corceles finos que después eran enviados al palacio real.
La reina adoraba montar a caballo, podía decirse que era su pasatiempo, y cuando su único hijo cumplió trece años, mandó a llamar al rebosante hombre para traer el mejor corcel que tuviera en sus establos.
Todo estuvo estable durante algunos meses, hasta esa fatídica noche, mientras el buen señor Fritz salía de los establos, un potro joven y rebelde se salió de control en medio de la noche, lo cual causó la muerte del señor por un golpe recibido en la cabeza.
A pesar de la tragedia, Dina Fritz no vio todo perdido. Pese a que había enviudado, sus ánimos no se vieron decaídos, pues era más fuerte la motivación de no quedarse pobre y con dos hijos a la deriva. Por eso, obligó a su pequeño sobrino de apenas 7 años a aprender el oficio de la casa; ella esperaba que sufriera haciendo un trabajo tan pesado, pero Eren pronto encontró la felicidad en convivir con tales animales. Gracias a que había visto con atención a su tío Fritz y a que Dina le mandara estar día y noche en los establos, aprendió de buena gana y talento a domar a las bestias, que resultaron ser animales dóciles y delicados.
Día tras día, Eren se encargaba de atender a los caballos, alimentarlos y velar por su salud, pues no olvidaba las palabras de su tía: "Estos caballos son para la reina y el príncipe Levi, debes cuidar de ellos tanto como puedas, de ellos depende si nos quedamos en la calle".
Tristemente su malvada tutora abusaba de su amabilidad en cada oportunidad, de pronto ya no eran los establos, sino también las tareas domésticas.
Decía la tía que así se ahorraban gastos innecesarios, pero la realidad era que ella no soportaba la cara de su sobrino político.
Lo detestaba, pues era celosa y mezquina, más cuando comparaba a Eren con sus propios hijos, que eran de muy pocos dotes. Jean, su hijo mayor era un chiquillo berrinchudo y arrogante, y su hermana Gabi era una niña caprichosa y despreciable. Envidiosos como ningún otro ser, descorteses y maleducados, hostiles y mentirosos, y además, no había belleza en sus rostros opacos y fruncidos.
Esto molestaba a la tía Dina, y como una buena villana, su venganza se hallaba en una tarea cada vez más pesada que la anterior.
Por si fuera poco, Eren no tenía un lugar decente donde dormir; su habitación era el ático oscuro y frío de la casa, y su cama era algo dura, lo que era un problema dado que todas las noches caía rendido; sus labores tenían que comenzar a las cinco de la mañana, se levantaba y salía a los establos para alimentar a los caballos, luego, volvía a la casa para preparar el desayuno y servirlos en la cama de sus primos y su tía. Recogía la ropa, la lavaba y la planchaba, también fregaba los pisos y desempolvaba todas las habitaciones; pulía cada par de zapatos en la casa y luego se dirigía al mercado. Hacía tratos con los mercaderes apenas regresaba del pueblo y volvía como bala hacia los establos. Y para colmo, soportaba las constantes burlas y humillaciones de parte de su "familia". Él se sentía más bien como un empleado.
Los días que más odiaba eran los lunes, porque le tocaba limpiar a profundidad la chimenea, y siempre terminaba lleno de ceniza, su aspecto descuidado y triste le daban los atributos suficientes para que sus primos le llamaran Ceniciento.
Les dije que la vida de Eren era trágica, pero puedo decir orgullosamente que pese a todas las crueldades y humillaciones, él era un sol brillante, porque, después de cada día duro y agotador, su alma pura y bondadosa salía a relucir en su soledad. Sus padres siempre le habían enseñado el camino de la justicia y la bondad.
Su trabajo lo hacía con devoción y esfuerzo, y a pesar de su corta edad, Eren ya era autosuficiente y amigo de todos los que él consideraba su verdadera familia, que eran los caballos, ellos eran todo lo que él tenía.
Cuando miraba el cielo desde la ventana del ático, siempre suspiraba al pensar que podría tener una vida mejor en el futuro. El gran palacio resplandecía a la lejanía y él soñaba con algún día poder conseguir su libertad.
Esa libertad era lo que más deseaba en ese momento y todos los días, aunque también le dedicaba parte de sus deseos en conocer algún día a ese príncipe del que su tía tanto hablaba.
Con el pasar del tiempo, Eren se convirtió en un muchacho apuesto y fuerte, a sus dieciocho años sus facciones habían cambiado mucho. Un joven que poseía una sonrisa brillante, y los ojos más bonitos y dulces que cualquiera hubiese visto; su cabello siempre lo mantenía corto por órdenes de su tía, pero él deseaba dejarselo largo, ya que que sus cabellos eran lacios y castaños; su altura era demasiado deseable y ventajosa cuando manejaba a los caballos. Lastima que esa belleza brillante y reluciente como sus ojos, y sus hoyuelos escondidos en sus mejillas, eran opacados por las cenizas en su cara y sus ropas desgastadas y sucias.
Dina Fritz nunca esperó que su venganza le saliera contraproducente, pues había hecho del cuerpo de Eren uno resistente, esbelto y más duro que una roca por tanto trabajo duro, su odio sólo podía incrementarse contra su sobrino, cuando Eren se convirtió no solo en un mozo de cuadra, sino también en un profesor de equitación, experto en domar y amansar potros y yeguas.
Gracias al fruto de su trabajo, pronto la familia se dio el lujo de contratar dos sirvientes solo para ayudar a Eren con los caballos, elegidos por él mismo; Connie y Sasha también pasaron a ser parte de esta historia.
Como era de esperar, Eren desarrolló su propia personalidad, tenía un carácter fuerte y decisivo que lo llevó a tener dos o tres peleas en el pueblo con algunos muchachos que querían abusar de él; robar su mandado o humillarlo frente a otras personas, y eso era algo que Eren nunca pudo soportar, y gracias a su fuerza los terminaba venciendo a todos.
Les dije que este Ceniciento era especial. Tenía una vida horrible, sí, pero nunca perdió la esperanza y la amabilidad de su corazón. Contrario a sus primos, que nunca dejaron de ser crueles con él, ambos habían crecido como ya todo mundo esperaba: feos y podridos. No porque en sí su físico fuera detestable, pero el odio y la mentira siempre envenenan el corazón y la mente.
Un día llegó una carta importante a la casa de la familia Fritz, era un aviso urgente de su majestad la Reina que solicitaba -como ya era tradición-, que el responsable de los caballos criados en la mejor cuna, fuera a auxiliar a su hijo para ser su profesor de equitación. Añadiendo que, pronto debía tener listo el regalo para el cumpleaños numero 25 del principe: un semental negro de raza pura. El caballo favorito de Eren, Philipe era su nombre.
En todo ese tiempo Eren nunca había visto al príncipe, los soldados del palacio solo venían a entregar a los caballos por el mantenimiento, y solo cuando se cumplía la crianza completa de un caballo (que no era antes de los cuatro años) los mismos soldados regresaban.
Por eso no pudo contener su emoción cuando supo que visitaría el palacio y por fin conocería al príncipe Levi.
Entonces debía comenzar con arreglar su aspecto.
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—Eres un cabeza dura Levi, no sé de quién sacaste este espantoso carácter... —decía afligida la Reina Kuchel, lamentándose—. Un día me matarás de pura preocupación.
—Tengo una mártir como madre.
—Pero antes de que me muera, quiero verte casado.
—Otra vez con eso… Entiende, no me voy a casar. No quiero.
—¡Pero es la tradición! Debes de conseguir una esposa y casarte, ¡Sentar cabeza y gobernar! Tener un heredero… ¿Acaso piensas ir en contra de los estatutos reales?
—Si, son absurdos.
—Ah, no puedo contigo...
—Ni yo contigo —suspiró fastidiado—. Escucha, no hay nada emocionante en casarse, al menos no quiero hacerlo si no hay amor de por medio.
—Levi querido, por favor entiende, se me acaban los días y yo no quiero verte solo. Quiero a alguien que se quede a tu lado y vele por ti y por el reino, dime ¿es demasiado pedir?
—Es demasiado —contestó.
La reina Kuchel suspiró y se masajeó el puente de la nariz con sus delgados dedos. —Hablaremos de esto después, ahora tienes que alistarte, he mandado traer un nuevo maestro de equitación para ti. Tu cumpleaños está muy cerca y tienes que aprender a montar caballos correctamente, sino, no podrás usar el regalo que tengo para ti.
—Otro caballo, que sorpresa —bufó—. Espero que la persona que mandaste a traer esta vez sea buena, porque todos los idiotas que has contratado han sido pura basura.
—Esta vez me encargué de que fuera un experto en la materia.
—¿Ah sí? ¿Y quién es?
—Proviene de la casa de la familia Fritz.
—¿Algún hijo del difunto señor Fritz? No sabía que sus hijos hubieran seguido sus pasos.
—En realidad no lo sé, pero es quien ha cuidado de nuestros caballos los últimos once años, después de que el señor Fritz falleciera. Oh pobre y desafortunado hombre. Esa fue una tragedia.
—Y a qué hora llegará aquí.
—La cita es a las dos en punto.
—Entonces debo retirarme, debo comprobar que no hayas cometido otro error.
—Hijo…
—¿Si?
—Piensa por favor en lo que te he dicho —pidió la reina, y Levi frunció el ceño cerrando a su vez la puerta.
La verdad era que Levi no quería casarse, no le encontraba sentido a tan ridícula ceremonia. Y no era de su agrado imaginar estar el resto de su vida atado a alguien que posiblemente no amaba; los compromisos por conveniencia no eran lo suyo, de hecho el romance tampoco. A él solo le interesaban los libros, estudiar la mayor parte del día y practicar esgrima la otra mitad del tiempo, lo peor es que se sentía prisionero en su propia casa.
Por capricho de su madre, había sido obligado a aprender a montar desde que era un crío, porque cada cuatro años su madre le obsequiaba un caballo fino. Aún así nunca aprendió correctamente, pese a que los mejores instructores y caballerangos de varios lugares del país habían sido contratados para enseñarle, pero ninguno de ellos había hecho que Levi lograra poner ni siquiera un pie en el estribo, y más de uno había conocido el mal, muy mal humor del príncipe cuando las cosas no iban perfectas.
Esta vez quería aprender a hacerlo de manera seria, quería hacer feliz a su madre al menos en una cosa que sí podía hacer.
Estando ya en su habitación, se vistió como se acostumbraba en la época; se puso unos pantalones ajustados color beige, unas botas altas hasta la rodilla color negro y una camisa blanca tipo renacentista con encaje en las mangas y de cuello abierto.
Así salió directo a los establos reales.
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Al mismo tiempo Eren había perdido una noche de sueño en confeccionar una muda de ropa adecuada para ir al palacio, se las ingenio para coser una camisa color verde olivo de manga larga y remendar un poco unos pantalones cafés que fueron calzados por unos zapatos sencillos. Era todo lo que podía hacer.
Se lavó la cara, el cuerpo, cepillo sus dientes; alistó su fuete (por si acaso), un cepillo de mano para el pelaje de los caballos y por último y más importante, su valentía y determinación. La necesitaria, créanme.
Dado que era una petición real, su envidiosa tía no pudo impedir que Eren fuera al palacio, era el único que conocía bien el oficio, así que ella o cualquiera de sus hijos no tenían razón para ir y eso la enfureció.
Para transportarse, Eren fue a los establos para escoger al caballo que lo acompañaría hasta el castillo, para esto eligió una hermosa yegua que él llamaba Vainilla, por el pelaje Palomino que era más bien crema y su cola y crines eran cenizos, era el caballo más dócil y amable que tenía.
Algo nervioso y a la vez inundado por la emoción, Eren se encaminó al trote calmado de su nuevo destino.
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—¿Por qué demonios tarda tanto?
—Calma Levi, pronto estará aquí.
—Sabes que odio esperar, Erwin.
—Lo sé, diez años conociéndote avalan esas palabras —contestó divertido, mirando desde su lugar el camino —. Mira, ahí viene —señaló Erwin, el gran Duque y su mejor amigo.
El príncipe Levi alzó la vista hacia la entrada del castillo, las puertas de los jardines recién se cerraban y por los senderos de flores y árboles de frutos, venían trotando a prisa una yegua ceniza con un joven arriba de ella. Justo en la puerta principal, descendió con un morral sujetado por su mano derecha y admiró sin pena su alrededor. A simple vista su aspecto no era el mejor, se veía como todo un pueblerino, pero eso no era lo que llamó la atención del príncipe.
—Estoy esperando, trae a ese niño aquí Erwin.
—Enseguida alteza —contestó Erwin, quien se dirigió al recién llegado, y cuando llegó a su lado, le saludó — ¿Sir. Fritz?
—Oh no, por favor no me nombre así, mi nombre es Eren Jeager.
—Disculpe mi error. Creí que era hijo del difunto señor Fritz.
—No, era mi tío lejano, fui acogido en su casa por su amabilidad.
—Bien, señor Jeager bienvenido, soy el gran Duque real, pero usted puede llamarme Erwin —sonrió, y ante la noticia Eren se ruborizó.
—Disculpe mi descortesía, no sabía quién era usted.
—Despreocúpese, más importante que eso, el príncipe Levi le está esperando, permítame guiarlo a los establos reales.
—Bien…— Eren sonrió tímidamente mientras comenzaba a seguir los pasos del elegante e imponente Duque.
Un hombre bien parecido a todas luces; rubio, con ojos color azul del cielo, mirada amable, gentil y cortés, todo un caballero.
Mientras caminaban, Eren no pudo evitar observar con gran asombro lo lujoso que era el castillo. Sus amplios jardines con cientos de rosas, una fuente de piedra de la que brotaba agua cristalina, y los grandes muros blancos de mármol, le maravilló el paisaje. Incontables veces se había imaginado su interior.
Unos minutos después, llegaron a la parte trasera del castillo, la cual daba hacia un campo amplio con pasto verde recién cortado, era un espacio abierto que colindaba con el bosque en los límites de una cerca de madera, también se percató de una construcción de ladrillo rojo que supuso, eran los establos reales.
Cuando se acercó, dos mozos sostenían las riendas de un corcel blanco, este tenía la montura ya puesta. Y a su lado, estaba un hombre vestido con prendas preciosas y elegantes.
—Majestad, su instructor está aquí — se apresuró a decir el gran Duque y Eren se inclinó hacia él enseguida.
—Llegas tarde —espetó el príncipe, mirando de pies a cabeza al joven recién llegado.
Tal actitud quedó pronto en el olvido, Eren no podía creer que tenía al príncipe Levi justo frente a sus ojos. Era muy diferente a lo que imaginaba, el hombre frente a él era bajo, sin problemas podía sacarle al menos 10 centímetros de ventaja a su estatura. También, su mirada era intimidante y su semblante era tan serio que daba algo de miedo, y mientras lo observaba, se distrajo en la piel del príncipe, que era la más pálida que había visto. Era muy diferente a la suya, la cual era morena. Sus facciones eran algo que obligadamente llamaban la atención, pues cada línea de su rostro era fina; su nariz respingada y sus labios delgados; sus ojos azules mas bellos que los del mismo Duque, y por último, su negro cabello que le caía en la frente y a los lados. Sin duda, el príncipe era la persona mas hermosa que hubiera podido conocer jamás, su rostro era joven y masculino, y el cuerpo era firme pese a su estatura.
Eren casi abre la boca de la impresión. Al final, no se había decepcionado de conocer a su Majestad.
—¿Te quedarás parado ahí todo el día? Andando, quiero acabar con esto pronto —dijo el príncipe, después de analizar al muchacho.
—¡S-si su alteza! —contestó, casi brincó cuando lo dijo.
Eren tomó las riendas de su yegua y la puso al lado del corcel del príncipe, acariciándola con dulzura.
Erwin y los sirvientes se alejaron unos metros para observar la clase en silencio.
—Bien alteza, escúcheme con atención, lo primero que debe saber es que los caballos son animales tranquilos y dóciles pero de gran temperamento. Por lo tanto es necesario tener una gran seguridad al acercarse a ellos, tocar su cara de esta manera y acariciar con los dedos es una gran forma de hacer que el animal se sienta en confianza. Inténtelo —dijo Eren, ejemplificando sus palabras, mientras acariciaba a su propia yegua.
—¿Es en verdad necesario? —preguntó escéptico el príncipe, levantando una ceja.
—Lo es, por favor inténtelo —respondió Eren inmediatamente.
Levi dudó en verdad, no tenía miedo de los animales pero era la primera vez que lo intentaba. Bufó y caminó hasta el corcel blanco, se le acercó y levantó una mano para tocarlo, pero el animal levantó la cabeza bruscamente y retrocedió.
—¡Su alteza! —gritó el mozo más cercano al ver al animal moverse bruscamente. Pero Eren intervino de inmediato, gracias a su altura tomó las riendas del animal suavemente.
—Shhhh… Tranquilo, no queremos hacerte daño — le dijo al animal con voz dulce mirándolo directo a los ojos. Su mano morena tocó poco a poco la cara del caballo y éste, como por arte de magia se calmó y agachó la cabeza. De manera improvista Eren tomó la mano del príncipe y la puso encima del animal, sin apartar la suya —. De esta forma alteza, relájese.
Levi se sorprendió ante el toque y miró algo molesto el rostro de Eren, pero él siguió tocándolo y guiando las caricias lentamente. Sin saber si era resignación u otra cosa Levi no apartó su mano, no cuando el muchacho de ojos verdes le miró muy de cerca y sonriente —. Lo está logrando alteza.
Las manos de Eren eran cálidas, pero su mirada y su sonrisa lo eran más, porque brillaban magníficamente ante la emoción de hacer lo que más le gustaba.
El animal se amansó y entonces Eren retiró su mano.
—Perfecto, ahora seguiremos con el siguiente paso —dijo, caminando hasta su caballo.
Levi sintió una sensación extraña al ver que Eren se había alejado. Cuando miró el rostro sonriente admiró con todo esplendor que su instructor era atractivo, un joven extremadamente bien parecido, de ojos verdes, los dotes de su rostro impecable eran dignos de su admiración, casi no pudo creer que fuera un plebeyo. Pero, su vestimenta dejaba mucho que desear.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Levi.
—Eren Jeager su alteza.
—Eren… —susurró, meditando la respuesta. No era un apellido común, de hecho le sonaba familiar, y eso también quería decir que no tenía parentesco con los Fritz.
—El siguiente paso es montarlo —comenzó Eren—. Esto que usted mira aquí se llama montura, que está compuesta por la silla y por los estribos, y estas son las riendas que conectan con el bocado, y sirve para manejar al caballo en caso de que quiera frenar o cambiar de dirección mientras lo monta. El primer paso es ponerse del lado izquierdo del animal…,— Eren se acercó a la yegua y se mantuvo a un lado según sus palabras — luego, subirá su pie izquierdo sobre el estribo, de esta forma, sujetando con fuerza las riendas del animal con la mano izquierda, y su mano derecha en la parte posterior de la silla. Y con un impulso del cuerpo, la pierna derecha hará un arco, como si abrazara al animal con su pierna, y rápidamente introducirá el otro pie en el estribo —finalizó, montando a la yegua con gracia —. Esto es complicado, así que permítame ayudarle. — Eren bajó del animal fácilmente sin que esta se moviera y caminó hacia donde estaba el príncipe.
Levi lo miró serio y caminó hasta el lado izquierdo de su caballo. Luego, sujetó las riendas justo como había visto a Eren hacerlo, y con la mano derecha se apoyó en la silla. Eren se acercó y le sostuvo la cabeza al caballo para que no se moviera.
Levi hizo uso de su fuerza y se impulsó así mismo hacia arriba, su pierna voló por el aire y se sentó torpemente en la silla.
—Perfecto alteza, lo ha logrado —halagó Eren sonriendo como solo él sabía hacerlo, y Levi se sintió satisfecho. Todos sus antiguos instructores lo llenaban de mucha teoría, él ya sabía eso, pero llevar la teoría a la práctica era una cosa muy distinta. Todos temían por su seguridad, pero Eren parecía preparado para esperar un mal resultado —. Estoy sorprendido, no tiene idea de cuantas veces me caí de la silla las primeras veces. No cabe duda que la realeza es algo más…
Levi no dijo nada y se concentró en acomodarse en la silla; su cuerpo estaba tambaleante, estando arriba del caballo era una experiencia atemorizante y nueva.
—Ahora trate de encontrar un punto de equilibrio. Empecemos por su postura, mantenga la espalda recta —indicó, aventurando su mano a la espalda baja del príncipe, acto que le hizo dar un respingo a este y tensarse ante el contacto, pero Eren pareció no darse cuenta. Aparentando control, Levi obedeció la indicación e irguió su espalda lo más recta que pudo —. Ahora, mantenga las piernas rectas, no dobladas y solo la punta del pie va en el estribo —dijo corrigiendo y a la vez tocando sus piernas y pies, Levi sintió al animal removerse bajo su cuerpo—. Tome las riendas y sujételas para mantener tranquilo al caballo. No apriete, solo jale hacia atrás para mantenerlo quieto, pero no tan fuerte — Levi tomó las riendas y siguió las instrucciones, logrando de buena manera el control del caballo, aunque aún se balanceaba pero estaba aprendiendo rápido —¡Maravilloso alteza!, estoy seguro que se volverá un experto dentro de poco.
Las alabanzas de Eren eran sinceras, y al final de cada palabra lo acompañaba su sonrisa, expresión que Levi admiró con atención. La piel de las mejillas morenas era tersa, sin imperfecciones, y solo entonces pudo ver con claridad los sugestivos hoyuelos que se formaban inocentes tras el estiramiento de sus labios. Carraspeó irritado, desconociéndose así mismo.
—Muy bien, ahora bajaremos del caballo. El procedimiento es similar, solo necesita despegar su pierna derecha, y hacer el mismo movimiento que cuando subió, pero ahora hacia atrás, sin dejar de agarrar las riendas, lleve su cuerpo hacia abajo. Su pierna derecha debe coincidir con su pierna izquierda y luego, si gusta sostener la silla como otro punto de apoyo, bajará el pie derecho y enseguida el izquierdo. —explicó, ubicándose justo a unos pasos del príncipe.
Levi dudó y miró a Eren desde arriba, tenía que admitir que le intimidó la altura y la hipotética caída. Pero Eren lo miró confiado y con determinación, haciendo solo un gesto con su cabeza para darle la señal de ejecución, con esto, Levi se armó de valor y justo como en la teoría consiguió hacer todos los pasos. Algo bruscos y desequilibrados, pero Eren estuvo todo el tiempo a su lado, atento a cualquier posible falla. Al bajar, el príncipe Levi tembló, pero ya había logrado lo que en decenas de clases no había podido.
Escuchó unos aplausos de su público privado; Erwin, los dos sirvientes y Eren, que mostraba una expresión de orgullo. Él también se sintió motivado y hasta algo emocionado.
—Tomemos un descanso alteza —propuso Eren.
—De acuerdo —respondió el príncipe y caminó algo mareado directo a Erwin y los dos mozos que ya tenían una toalla de algodón y una jarra de porcelana llena de agua fría.
Al mismo tiempo, Eren volvió su atención a los caballos; fue a inspeccionar el corcel blanco del príncipe, le tocó las orejas, el pelaje, el cuello, siguió por el crin hasta el lomo, con su cepillo le pasó varias cepilladas suaves y le tanteó el costado. Lo analizó minuciosamente y apretó las cincha de la silla para asegurar que el príncipe estuviera seguro cuando comenzaran a cabalgar. Por último se volvió justo en frente del caballo y recargó su frente en su cara, mientras con su mano lo acariciaba gentilmente.
El lado dulce y amable de Eren siempre salía cuando estaba cerca de sus amigos. Por un momento se olvidó del lugar en el que estaba y se dejó llevar por la sensación reconfortante.
A lo lejos Erwin y Levi lo miraban interesados.
—Es algo… —comenzó a decir el gran Duque.
—Encantador —interrumpió el príncipe.
—¿Levi? —preguntó atónito —, perdón, creo que no escuché bien, ¿podrías repetirlo?
—Dije que es encantador, ¿acaso estás sordo?
—No, no, solo sorprendido. Yo iba a describirlo como peculiar pero creo que tu palabra es mejor.
Levi cruzó los brazos mientras miraba la brisa correr por los cabellos de su joven instructor, también notó las pestañas negras y abundantes mientras cerraba los ojos.
—Un mocoso en verdad encantador y talentoso —soltó.
—¿No te parece extraño que un chico como él viva así?
—A qué te refieres.
—Es decir, míralo, está claro que no está hecho para vestir de esa forma. Tiene el aire de un…
—¿De un..?
Erwin titubeó pero al final lo dijo — De un príncipe… —sonrió con malicia—. Me atrevo a decir que no está viviendo en las mejores condiciones.
—Tu cabeza trabaja demasiado —contestó ante las conjeturas de su amigo.
Regresó su vista al joven despampanante y de humilde vestir, poseía la virtud de la paciencia, la cualidad de la dulzura, una cara amable hecha para sonreír; pero sus ojos escondían más secretos, misterios que quiso descubrir en ese momento. Las palabras de Erwin tenían lógica, Eren era demasiado hermoso y perfecto para pertenecer a una familia cualquiera.
Dicen que el amor a primera vista no existe; que es mentira que te puedas enamorar de alguien con solo verlo una vez, pero el príncipe Levi estaba a punto de descubrir lo contrario a esas afirmaciones, pues lo admitiera o no, había quedado flechado, embelesado por una cara de ángel y unos ojos que brillaban como las estrellas.
Eren había demostrado todas las cualidades necesarias para mostrarse como un joven cautivador, inteligente, paciente y gentil. Se notaba a leguas que de sus poros brotaba amor. Era un gran mérito su hazaña de no tenerle miedo sino más bien de infundirle confianza. Y si, ya había descubierto todo eso… Estaba claro que no podía perderlo, al contrario, debía reclamarlo, conocerlo, y si era posible, comenzar a amarlo.
—El descanso terminó —anunció, separándose de sus sirvientes y de Erwin.
Eren al verlo aproximarse se enderezó y se reverenció ante el más bajo.
—Qué es lo que sigue mocoso.
—Esa actitud me agrada —rió un poco, haciendo temblar a su oponente ante el magnífico y suave sonido —. Volveremos a montar el caballo, y lo intentaremos hasta que su alteza se acostumbre, luego, podremos cabalgar un poco. Ese es el plan.
—Bien, empecemos entonces…
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Levi subió y bajó del caballo todas las veces que Eren se lo indicó. La segunda vez fue más fácil, pero varios problemas comenzaron a surgir; o Levi se movía brusco, o el caballo se asustaba y perdía la confianza; o las correas se le resbalaban; o caía dolorosamente en la silla a causa de mucho impulso. Incluso hubo dos que tres caídas del caballo.
Obviamente la servidumbre corría a auxiliarlo, pero Eren siempre se oponía.
La tercera vez, Eren mostró una nueva faceta suya: una severa y disciplinaria.
—Su alteza, concéntrese por favor. Créame que, así lo intentemos hasta el anochecer, usted aprenderá a montar correctamente, comencemos de nuevo.
Estaba siendo duro, pero la frase "la práctica hace al maestro" en verdad existe por una razón.
Pasaron horas hasta que el príncipe Levi por fin dominó el arte de subir y bajar de un caballo, y por su puesto al final recibió el reconocimiento de Eren y una disculpa por faltarle al respeto a su majestad. Pero Levi lejos de ofenderse, se encontró más intrigado por descubrir todos las facetas de su joven instructor.
La noche había cubierto el hermoso cielo azul de antes, y Levi aún no había cabalgado ni una sola vez. Pronto llegó la hora en que Eren tenía que marcharse a su hogar y tuvo que desistir de sus enseñanzas.
El príncipe sintió verdadera ansiedad al saber que Eren se marcharía, entonces llamó a Erwin de inmediato.
—Si su alteza.
—Haz que ese mocoso vuelva mañana.
—¿Acaso es lo que estoy pensando?
—Tu cabeza trabaja de más. La razón de mi exigencia es que no he terminado mi entrenamiento.
—¿Solo esa es la razón?
—Solo haz lo que te digo, cejotas.
—Como desee alteza — Erwin rió y caminó hacia el joven que se hallaba guardando sus cosas dentro de su morral, lo abordó y le comunicó el requerimiento. Eren abrió sus grandes ojos, luego sonrió amable y prometió regresar al siguiente día, concordando con no haber completado su trabajo.
Quizá lo que Levi quería decir y no dijo era palabras como: "está claro que no quiero que se vaya", "mis entrañas se remueven cuando toco su mano", "quiero tener su rostro más cerca, tanto como para lograr besarlo"; "sus ojos son tan bonitos al igual que toda su cara" y por fin "creo que estoy enamorado".
Y si pensaba todas esas cosas, ¿por qué no había ido él mismo a pedirle que volviera mañana? ¿No era un hombre acaso? ¿No era el príncipe Levi, el futuro Rey? Por fortuna sus pensamientos estaban a salvo de los demás, sin olvidar que Levi era un joven orgulloso y que podía vivir con cualquier cosa, menos con el rechazo.
Eren se despidió con una reverencia y subió a su yegua, luego de algunos minutos se perdió en la oscuridad de los jardines.
El príncipe pensó en Eren el resto de la noche, se ponía de buen humor de solo recordar su mirada, cosa que extrañó a su madre.
—Por lo que veo te fue bien con el instructor.
—Sí, conseguí montar un caballo.
—Oh eso es maravilloso hijo, estoy orgullosa.
—Puedes darme solo una parte del crédito. La otra mitad le pertenece a ese mocoso.
—¿Es tan bueno?
—Sin duda lo es.
—Nunca pensé escuchar esas palabras de ti. Estoy satisfecha y complacida.
—Madre, tengo una inquietud, ¿de casualidad te suena el apellido "Jeager"?.
—¿Jeager? —preguntó la reina, meditando—. Me resulta familiar, pero ahora no puedo recordarlo, ¿por qué me lo preguntas?
—Por nada en particular. Y a propósito del tema, mi instructor no tiene parentesco con la familia Fritz.
—¿No lo tiene?
—No, al parecer Eren y los Fritz son solo su "familia" lejana. Misterio resuelto.
—¿Eren? ¿Ese es su nombre? —preguntó y Levi asintió —. Es un lindo nombre —reconoció la reina.
"Concuerdo", pensó Levi.
Cuando Eren llegó a su casa y entró en ella, le recibió su demandante tía con cientos de preguntas.
Eren respondió a cada una, excluyendo algunos detalles, como que el príncipe era demasiado atractivo y perfecto para él; o que sus ojos tan azules e intensos provocaban un ataque a su débil corazón.
—Solo que volveré mañana al palacio —susurró algo temeroso al escuchar cómo su tía enumeraba las tareas de mañana.
—¿Qué? ¿y por qué?
—El príncipe lo ha ordenado así, aún no termina su preparación completa de equitación, y requiere que vuelva mañana.
—Eso no es posible Eren, ¿sabes cuántas tareas dejaste a la deriva el día de hoy?
—Pero tía Dina…
—Ni hablar Eren, tienes dos opciones, o haces todas esas tareas ahora o no te presentas mañana al palacio. Primero están tus responsabilidades.
—Pero es una orden del príncipe.
—Exacto, no la de la reina. Tú decides, desobedecerme a mí o a él —dijo de modo amenazante, confiada en que Eren desistiría de ir al palacio al otro día, pero lo cierto era que estaba subestimando a su sobrino.
—Bien, haré mis deberes ahora —declaró, dejando a su tía furiosa.
—Pues ponte a trabajar, y no me mires de esa forma, que todo esto es culpa de tu incompetencia —escupió con desdén y caminó airada hacia las escaleras que daban a las habitaciones de arriba. Sus dos hijos miraban con regocijo la escena.
—Pobre y tonto Ceniciento —dijo Gabi, asomándose detrás de una columna. Las risillas burlonas de ambos hermanos hicieron eco en el salón.
Pero por primera vez, Eren no se molestó por la cruel sentencia; estaba decidido en regresar al día siguiente y ver el rostro del príncipe. Su corazón estaba encantado por la felicidad y el amor, y nada le quitaría su determinación.
Haciendo uso de su energía sobrehumana; una tarea a una fue acabando sus labores. Podía estar tranquilo porque Sasha y Connie seguramente habían cuidado bien de los caballos, así que no se preocupó por ellos y parte de la madrugada se dedicó a dejar reluciente la casa, adelantando varias tareas. Hasta el desayuno había dejado listo en la mesa para calentar y comer después.
Y al día siguiente, Dina no pudo poner trabas en sus planes de ir, aunque no tuvo tiempo de coser un nuevo atuendo, no se olvidó de asearse como de costumbre; cambió su camisa verde olivo por una blanca algo desgastada que tenía guardada.
Estaba exhausto, pero muy orgulloso de su trabajo. No cabía duda que Eren creía fervientemente en la bondad y en la esperanza; motivado y predispuesto salió con un aire de triunfo de la casa, buscó a su yegua, la montó y se fue.
Dina Fritz, tan perspicaz como era, no dejaría ni una sola vez que Eren la superase en nada. Que disfrutara su día afuera, porque sería su última vez.
Ni yo puedo explicar por qué hay malas personas en el mundo, por alguna razón a veces solo desean el mal a otras, y mujeres como Dina, harían hasta lo imposible hasta no ver su odio realizado.
En fin, Eren viajaba tranquilo, recorrió las calles pintorescas del pueblo mientras saludaba a algunos plebeyos conocidos. A mitad del viaje comenzó a sentir el verdadero cansancio, estaba exhausto y era comprensible, ni siquiera se miró al espejo pero sabía que tenía un aspecto terrible. Vainilla tuvo que llamarle la atención con bufidos varias veces porque Eren simplemente se quedaba dormido mientras ella caminaba; si Eren no se había roto la cara todavía era gracias a ella, y él le agradeció amorosamente su atención.
Más tarde llegó al palacio, entró por las grandes puertas de hierro pasando a los guardias, siguió con su cara somnolienta y no se bajó del caballo hasta que llegó a los establos. Allí ya lo esperaba el príncipe y el gran Duque.
—Majestad… —habló ronco, casi arrastrando la palabra, luego parpadeó hasta que reconoció el rostro del príncipe, y posteriormente su cara se llenó de vergüenza, revelando un sonrojo visible al notar lo maleducado que había sido.
—Te ves horrible, ¿estás bien? —preguntó Levi al verlo.
—Su alteza me honra con sus preocupaciones pero estoy en ánimos y salud excelentes. Apresurémonos. — se apresuró a decir, despabilándose por completo y saltando del caballo con prisa.
Mientras se adelantaba se sobó la cabeza y despeinó aún más su cabello castaño. Aunque estaba muerto de pena, manejó muy bien sus expresiones. Era un sueño pensar que el príncipe podría estar preocupado por él, pero Eren descartó la idea inmediatamente, hasta se rió de sí mismo. No debía de perder tiempo en fantasías, pero siempre se valía soñar ¿no?
—Sospechoso —dijo Levi.
—Estoy de acuerdo, el joven Jeager no se muy bien, parece estar exhausto.
—Lo creo.
—Eso sustenta mi teoría.
—Como sea —espetó Levi, mostrándose estoico, pero preocupado por dentro.
Los bonitos ojos de Eren se habían arruinado por un par de bolsas bajo sus ojos. ¿Qué habría pasado en su casa? ¿No había dormido? ¿Alguien maltrataba a Eren? Debía averiguarlo.
Cuando el príncipe Levi llegó a los establos, Eren sostenía alegremente las riendas del mismo corcel blanco de ayer. Reparó en su atuendo, eran ropas desgastadas pero tenía que admitir que la camisa blanca que llevaba puesta le quedaba excelente. Observó sus manos cuando le entregó el corcel, y frunció el ceño cuando vio el dorso de su mano, la piel de los nudillos estaba terriblemente lastimada, enrojecida y seca. Levi tuvo un impulso de tomarla entre sus manos y preguntar cómo o quién le había lastimado, pero sus labios parecieron sellarse, guardó silencio, tomó las riendas y esperó a que Eren le diera alguna indicación.
—Muy bien, ya que hemos aprendido a montar el caballo adecuadamente, el segundo paso es aprender a manejar al animal y posteriormente comenzar a cabalgar, entonces alteza, si me hace el honor de seguirme… —comenzó, recuperando su ánimo antes perdido y como un gran experto se montó a la yegua.
Miró al príncipe estando arriba y le sonrió, esperando que imitara sus acciones.
Levi lo hizo, ya había aprendido a hacerlo bien, así que subió con elegancia, su corcel se movió para adaptarse al peso pero permaneció en adelante tranquilo.
Eren lo miró satisfecho y prosiguió a seguir su explicación.
—Perfecto, lo siguiente es saber conducir al animal. Ya sabemos la postura correcta, ahora tome las riendas con ambas manos y póngalas en esta posición —prosiguió, mostrando cómo cada mano quedaba abajo de los crines del caballo, sosteniendo las riendas en medio de la zona de la cruz —, de esta forma podrá tener el control de los movimientos y del frenado del caballo. Ahora, la posición de las piernas siempre irá hacia adentro. Lo primero será indicarle al caballo que debe ir hacia adelante, y eso se logra presionando con ambos talones en los costados, una presión leve es suficiente, así… — Eren puso en práctica sus palabras e hizo un movimiento con sus pies, haciendo que sus talones presionaran los costados y en seguida su yegua caminó hacia adelante —. Si se quiere detener, solo jale las riendas hacia atrás y vuelva a la posición inicial, ¿de acuerdo?, inténtelo —animó Eren, atento.
Levi levantó una ceja inquisitiva, pero esa expresión no era más que el claro nerviosismo. Tomó aire y posicionó sus manos en las riendas justo como Eren le dijo, luego balanceó sus pies antes de que decidiera golpear con los talones al animal, lo hizo y se sorprendió cuando el caballo comenzó a caminar hacia adelante.
—Perfecto alteza, pero tenga más seguridad al tomar las riendas. Ahora detenga al caballo —indicó Eren. Levi así lo hizo, jalando hacia atrás las riendas y el caballo se detuvo —. Una vez más, pero ahora caminaremos otro poco, ¿qué tal hasta la cerca? —preguntó, pero Levi lo miró desconfiado —, vamos, lo está haciendo genial —insistió.
—Bien —contestó resignado, después de todo Eren era el profesor.
Eren sonrió y movió sus talones, haciendo que la yegua caminara hacia adelante, y después le siguió Levi.
Conforme avanzaban el príncipe comenzó a tomar confianza, relajó un poco sus músculos que estaban rígidos y siguió el ritmo de los movimientos del caballo. Era en verdad incómodo sentir todos los músculos moviéndose en conjunto, pero dominó pronto la sensación, volteó a ver a su joven instructor que tenía su vista fija en el frente. Su postura era relajada, como si hubiera nacido para montar a caballo.
Cuando se acercaban al final de la cerca de madera, Eren volteó a verlo.
—Ahora detengámonos —dijo, jalando las riendas hacia atrás deteniendo a la yegua por completo. Esperó a que Levi hiciera el ejercicio, y cuando lo consiguió, prosiguió —. Perfecto, ya se está acostumbrando, ahora daremos vuelta y regresaremos al establo, pero hay que aprender a girar. Si queremos ir a la izquierda, nuestro talón derecho golpeará el costado derecho y nuestra mano izquierda jalará la rienda y viceversa; si queremos ir a la derecha, nuestro talón izquierdo golpeará el costado izquierdo, y con eso nuestra mano derecha jalará la rienda en esa dirección. ¿Me entendió?
—No soy tan idiota como piensas —espetó el príncipe.
Eren se sorprendió ante el comentario y se apresuró a contestar: —Nunca pretendí insinuarlo, disculpe si fue así.
Después de la demostración con sus propios movimientos, Eren dio vuelta en dirección a los establos, ladeando el cuerpo conforme le ordenaba al caballo girarse. Se detuvo y esperó a que el príncipe lo siguiera.
Levi sintió que lo que había dicho no había sido adecuado y que quizá había intimidado al pobre muchacho. Reprendiéndose mentalmente, giró su caballo y siguió a Eren con algo de trabajo, este lo observó e hizo algunos comentarios a su postura y fuerza con la que jalaba al caballo. Cuando estuvieron a la par, Levi quiso enmendar sus palabras: —Eren, lo siento, no quise hablarte así.
La gente dice que no existen los milagros pero se equivocan, porque Eren presenció uno; pues ese tipo de palabras no salían ni con esfuerzo de los labios del príncipe orgulloso. Pero siempre hay una primera vez para todo, y con tal de tener cerca a Eren, Levi pediría mil disculpas más si fuera necesario.
La respuesta de Eren pasó de la sorpresa a la inmensa felicidad. Le miró dulcemente y se negó modestamente a aceptar las disculpas, Levi en cambio, volvió a respirar tranquilo. Definitivamente Eren era un ángel dulce.
—Entonces… ¿volvemos? —preguntó, avanzando lentamente —. Hagamos esto la próxima media hora, y luego podremos al fin comenzar a trotar.
Muchas cosas pueden pasar en media hora. No subestimen al tiempo, es más poderoso de lo que creen.
El par de jóvenes enamorados montados en caballos finos se paseaban por todo el campo verde, el sol estaba en su punto alto y al cielo lo adornaban algunas nubes blancas y esponjosas. El ambiente de primavera propiciaba un inocente encuentro romántico.
Levi ya estaba más que familiarizado con el manejo de las riendas y los giros, y esa ventaja la utilizó para poder acercarse a Eren.
—Veo que te encuentras mejor —comenzó con disimulo.
—Sí, gracias por su preocupación alteza.
—Oh vamos, te pido que no me sigas llamando así, es bastante incómodo, y también deja de llamarme por "usted", no soy tan viejo —pidió irritado, su título era un limitante para hablar con naturalidad con Eren.
El otro mostró incredulidad pero luego sonrió con los labios.
—¿Y como debería llamarlo? —preguntó, dispuesto a obedecer las palabras del príncipe.
—Levi, ese es mi nombre.
—Entonces Levi será —rió amable. Haberlo dicho en voz alta le cosquilleó la boca. En su opinión, Levi era el nombre más acertado para nombrarlo. Es que tan solo le quedaba como anillo al dedo.
—Eren, háblame sobre ti.
—No creo que quieras saberlo.
—Sí quiero, ¿dónde están tus padres?, ¿con quién vives? y ¿qué haces?, quiero saberlo.
—¿Porqué?
—Debo saber a quien le estoy entregando mi confianza. Es lo justo.
Eren se conmovió con las últimas palabras.
—Está bien, pero no es una historia feliz, te advierto.
—Creo que podré entenderlo.
—Si insistes… Veamos, yo quedé huérfano a la edad de 6 años… no puedo decir la causa de la muerte de mis padres porque no la sé. Solo recuerdo que era transportado en un carruaje hacia mi nuevo hogar, la persona que me aceptó en su casa fue Dina Fritz, una supuesta tía lejana de parte de mi madre. Cuando era pequeño observé al señor Fritz cuidar de los caballos, él era un señor ambicioso pero gentil con su familia y con sus criados. Después de su muerte, la tía Fritz experimentó un desbalance económico, corríamos el riesgo de quedar en la calle si alguien no se hacía cargo de los caballos, de los que por cierto, tenían que ser criados y cuidados para su majestad —dijo Eren, melancólico— No sé cuándo pero, a través de lo que aprendí observando y con un poco de suerte y enseñanzas extras de la tía Dina, yo me hice cargo de los establos desde que era apenas un niño. Quizá era una forma de retribuir que me hayan acogido en su casa y no me dejarán morir.
—¿Eso es todo? ¿Todo este tiempo has sido tú el que cuida de estos animales?
—Al principio fue duro, es decir, son animales grandes y pesados y su cuidado es el más delicado de todos, pero conforme pasaba el tiempo, descubrí que cuidar de ellos era lo que me hacía feliz. Al cabalgar con ellos me siento libre y menos solo. Son fantásticos, ¿piensas igual? —preguntó con ternura, acariciando el crin del caballo.
Sin saber cómo, Levi supo que había algo que Eren no le estaba diciendo. Su historia no explicaba las marcas en sus manos, ni su cansancio, ni sus ojos tristes pero a la vez tan bellos que mostraban indicios de ponerse a llorar. Lo que sí supo es que quería abrazarlo y protegerlo, quería que Eren sonriera siempre y que sus ojos brillaran con la intensidad de ahora. Bañado por el Sol.
¿Y si por una vez en su vida era valiente y dejaba su orgullo atrás?
Levi tomó la mano de Eren y le dio un apretón suave, y el joven moreno se estremeció mirándolo incrédulo.
—¿L-levi?
—Eren, puedes confiar en mí. Yo no te haré daño.
A Eren se le hizo chiquito el corazón. Quería desbordar en lágrimas, pero no sabía si eran de felicidad o de tristeza, al ver la intensidad de los ojos azules, supo que Levi decía la verdad. Y solo hizo lo que el instinto le decía: confió en él.
Dejó que su mano se compactara con la mano pálida, y luego Levi le acarició suavemente el dorso y se la la llevó a los labios. Su mano izquierda era besada gentilmente por nada menos que el príncipe, sin poder evitarlo se ruborizó hasta las orejas, pero se dejó hacer.
Levi estaba plenamente satisfecho, quería tratar a Eren como las joyas, con la delicadeza de una rosa y quería ver todas sus bellas y dulces expresiones. Así que sostuvo la mano morena más tiempo, extasiado de la peligrosa sensación. Sus ojos querían transmitir sus sentimientos ya imposibles de reprimir.
Mientras tanto Eren se hallaba aturdido por los latidos de su corazón, no era su culpa, nunca había experimentado el romance, o ser cortejado por alguien, además de que nunca se había fijado en nadie. El amor era nuevo para él y su primer hervor lo estaba abrumando. Retiró su mano y agachó la mirada bastante tímido, sus mejillas tenían un sonrojo leve.
—¿T-e parece si continuamos? —preguntó incapaz de verlo a los ojos.
—Está bien —contestó Levi.
Eren respiró y se concentró una vez más pese a que su corazón bombeaba feliz.
—El siguiente y último paso será cabalgar, pero primero empezaremos con un trote sencillo y luego lo haremos a más velocidad. Este paso será el más difícil, pero no pierdas toda la confianza de antes, la necesitarás —explicó, con su ánimo ya característico y su calma para explicar y ejemplificar las cosas —. Bien Levi, hay dos maneras para sobrellevar un galope, y te enseñaré ambas. La primera consiste en mantener el cuerpo sobre la montura y que nuestras indicaciones para el caballo sean corporales, es decir, debemos adaptarnos a sus movimientos. La clave para esto serán los pies, las rodillas y la presión que ejercemos en ellas. Permíteme ilustrarte —continuó, agarrando las riendas, luego hizo un movimiento con los talones hacia adentro y sus rodillas se movieron. Hecho esto la yegua primero comenzó a caminar y luego Eren volvió a hacer el movimiento de rodillas y pies, y solo entonces el animal comenzó a trotar.
Levi observó la maestría con que Eren dirigía al caballo alrededor suyo, un trote moderado y equilibrado.
—El truco para que el caballo entienda que debe ir más rápido es la presión de las piernas y soltar un poco las riendas, pero eso solo lo haremos cuando puedas dominar la cabalgada.
—¿Por qué?
—Porque puede que el caballo se ponga nervioso o que acelere la velocidad y no puedas controlarlo y al final te tire de la silla. Pero no te preocupes, lo mejor es tener las riendas agarradas firme pero con confianza. Para frenar, tu cuerpo debe de moverse hacia atrás y tus pies hacia adelante, suavemente y ya sabes, tirar de las riendas. Ahora inténtalo.
Levi asintió, y presionó con sus talones los costados. El caballo avanzó tranquilamente hasta que Levi presionó un poco más, fue entonces que el caballo comenzó un trote ligero.
—Déjate guiar por sus movimientos Levi, estás muy rígido —dijo en voz alta, mientras Levi trataba de hacerle caso a sus recomendaciones —, Ahora gira y trota hasta aquí.
Levi hacía lo que podía. La verdad es que no era nada fácil, quizá esa no sería su forma preferida de cabalgar, era difícil moverse al compás del caballo. Lo intentó una vez más y regresó hacia donde Eren estaba.
—Ha ido muy bien, recuerda que estamos practicando —añadió cuando notó que Levi parecía desalentado —. Por lo que veo te resulta incómodo quedarte sentado en la silla. Pero por fortuna existe la otra forma… En vez de quedarme sentado en la silla, voy a levantar las caderas ayudándome de los estribos para sostener mi cuerpo y luego, voy a volver a sentarme. Normalmente es más sencillo hacerlo si te guías de los pasos del caballo. Cuando la pata izquierda avance, me levantaré y cuando la pata derecha le siga, me sentaré de nuevo. Es como un sube y baja. ¿lo intentamos? —preguntó confiado.
Tal como lo había dicho, al poner a trotar a la yegua, cada que ésta avanzaba, Eren subía y bajaba sobre el animal, como dando pequeños brincos apoyado por sus caderas. Dio una vuelta trotando y luego volvió junto a Levi.
—Inténtalo tú ahora —dijo apenas llegó.
Levi práctico el movimiento antes de hacer que el caballo avanzara, cada que se levantaba, sus piernas se estiraban hacia adelante y se apoyaban en los estribos. Luego de una serie de movimientos, consiguió que el caballo avanzara y luego trotó satisfactoriamente.
Para su sorpresa esta forma de trotar le pareció más cómoda, ya que no recibía el impacto directo de los músculos del caballo en el trasero y las ingles. Por tanto, la conducción y dirección del caballo era mejor, se adaptó rápido y dio algunas vueltas mientras dominaba aún más la técnica.
Eren por su lado estaba feliz de ver el crecimiento de Levi. Si seguía así, quizá aprendería ese mismo día a cabalgar, y pensarlo lo puso triste. Quería que Levi lo necesitara o por lo menos quería pasar más tiempo con él ahora que su confianza había crecido. La otra verdad era que no quería regresar a casa, apenas dos días de felicidad lo había hecho adicto a la sensación reconfortante que viene con este sentimiento, y allá en su oscuro ático, solo lo esperaba el dolor. Suspiró, enviando los pensamientos tristes muy lejos y mejor se concentró en disfrutar tanto como pudiera ese día.
Levi lo hacía de maravilla y con ese triunfo en las manos, regresó al lado de Eren.
—Cuál es el siguiente paso.
—Estás muy confiado.
—Tu me transmites eso, es tu culpa Eren —dijo Levi, gentil, esperando más reacciones tímidas de Eren. Y lo consiguió, el muchacho se ruborizó y sonrió apenado.
—Es demasiado crédito.
—Te lo mereces.
—Y tú también… — se sobo la nuca y bajó la mirada —. B-bueno, el siguiente paso es cabalgar, creo que será lo más fácil. En esto último, es necesaria la posición de montura que ya sabes; espalda recta, brazos estirados y agarrados lado a lado de las riendas. Vamos a trotar juntos y cuando dé la indicación, apretaremos más las piernas, con un suave golpe con el talón y el caballo entenderá que debe ir más rápido, ¿listo? —preguntó y Levi asintió — Vamos.
Ambos caballos comenzaron a trotar, Eren todo el tiempo al pendiente de Levi hasta que logró acostumbrarse. Pasaron alrededor de dos horas de cabalgar y luego detenerse para que Levi consiguiera ir a la par de Eren, sobre todo perderle el miedo a la velocidad y tomar confianza para manejar al animal, lo último fue el trabajo más duro. Práctica tras práctica Levi se aventuraba un poco más, su problema era que la rigidez de su cuerpo ponía nervioso al caballo, pero Eren siempre lo auxiliaba.
—Debes de hacer esto con amor Levi. No tengas miedo, yo estoy contigo.
Las palabras simples pero motivadoras de Eren le inyectaban toda la determinación de no rendirse. En un intento por ser valiente de nuevo, relajó todo su cuerpo, se afianzó a las riendas y golpeteó suavemente los costados del animal. Trotó, seguidamente corrió y se centró en sentir al animal, moverse junto a él, sin miedo ni nervios; concentró todo su conocimiento y práctica en una sola carrera, y por supuesto mientras se dejaba llevar, Eren le seguía detrás.
—¡Lo estás haciendo fantástico! — le gritó Eren por los aires, agitado. Se puso a la par del trote, pero luego se adelantó y galopó con más velocidad.
Levi lo observó con detenimiento. Los cabellos de Eren brincoteando por doquier al ritmo de los cascos, el sol en su atardecer le sonreía, cubriéndolo de colores naranjas; Eren de pronto ya no se sentía humano, se sentía como el viento, libre y feliz. Era un potro salvaje que corría para ser libre, y lo logró. Sus sentimientos acumulados hicieron que la inmensa alegría brotará en una risa, eso debía ser el sonido de la felicidad.
Levi quedó maravillado de verlo brillar de esa forma. Su risa y su emoción era contagiosa, y ese fue el empujón que necesitó para afirmar que Eren era la persona con la que quería pasar el resto de su vida. Necesitaba amarlo por siempre y estaba seguro que Eren pensaba lo mismo.
Con eso en la mente, feliz como nunca antes, incitó a su caballo a correr más aprisa para alcanzar a Eren que se había convertido en un niño que corría sin parar por el campo, al que la vida y el tiempo no le importan; cuando llegó a su lado, jadeante por el esfuerzo, se atrevió a verlo y le sonrió.
El segundo milagro del día había sucedido. No me hubiese sorprendido si en ese momento hubiera comenzado a llover.
Eren le sonrió con la misma ternura y ambos se enfrascaron los próximos minutos en reír y correr como potros salvajes.
.
El gran duque y los sirvientes se habían retirado en cuanto vieron al príncipe alejarse trotando, casi al inicio de la clase, cuando todavía el cielo era azul. Pero al volver por el príncipe horas más tarde, no lo encontró cerca, más bien lo divisó gracias al sonido de las risas que ambos hombres hacían a lo lejos. Levi a sus ojos parecía otra persona, nunca lo había visto tan sonriente, esa debía ser una buena señal.
Como pudo, alzó los brazos y los movió para llamar la atención de ambos jóvenes.
—¡Su majestad! —gritó— ¡Joven Jeager! — volvió a insistir, hasta que Levi volteó en su dirección.
—Eren, creo que debemos parar por hoy —dijo Levi, deteniendo su caballo poco a poco — Volvamos…
Eren con su respiración agitada también se detuvo y concordó con el pedimento de Levi. Tenía razón, ese tiempo había sido suficiente y le bastaría para toda la vida.
—Sí, los caballos deben estar exhaustos.
Ambos volvieron juntos, avanzando lento y mirándose con ternura; o al menos Levi sí le miraba de ese modo, con la decisión en mente de hacer a Eren su esposo, solo podía pensar en cómo declararse. Cuándo y dónde, además debía preparar el anillo y la fiesta. Seguro su madre lo aprobaría sin dudar, ella quería que se casara y eso iba a hacer, y la mejor parte de todo era que el sentimiento que predominaba era el amor.
Cuando llegaron a los establos Eren bajó de su caballo y Levi del suyo, Erwin se acercó y le tendió una toalla a cada uno. Ambos estaban cubiertos de sudor y sus respiraciones aún no se componían del todo.
—Meteré a los caballos y les daré agua y comida, ¿está bien que me ausente un rato? —preguntó Eren amable.
—Por supuesto —respondió Levi, caminando lejos de él con Erwin a su lado.
—Vaya vaya Levi, casi ni te reconozco, ¿dime qué ha pasado?, si te sigo viendo sonreír así, probablemente esta vez esté preocupado por ti.
—Cállate, no me arruines el momento. Soy un humano también ¿sabes?
—Tienes razón. Y me alegro que su alteza esté feliz.
—Erwin, te lo diré sin rodeos, voy a casarme con Eren.
—¿Quée?
—Lo que oyes. He decidido que Eren es con quien quiero casarme.
—No esperaba menos de su majestad, su madre estará feliz de oírlo. Además, su fiesta de cumpleaños se acerca, creo que será una buena oportunidad para celebrar su compromiso.
—Correcto. Primero debo preparar la propuesta, quiero ver al joyero real para elegir un anillo.
—Levi…
—Qué.
—Estoy muy feliz por ti.
—No te pongas cursi Erwin —regañó y el otro le sonrió.
—Manda a un sirviente con agua fresca a los establos y dos tazas de porcelana.
—Ve por él, Levi.
Levi asintió y supo que su vida no era más perfecta al haber encontrado el amor. Se apresuró en regresar a los establos, pero cuando volvió no encontró a Eren por ningún lado. Revisó dentro de los establos y a las afueras, sin ningún resultado, y estuvo a punto de llamar a sus soldados cuando vio una cabellera castaña mecerse por la brisa al lado de los bebederos de los caballos, fuera de la vista de todos. Si estuviera más oscuro, nunca hubiera advertido que Eren estuviera ahí, pero se alivió de encontrarlo.
—Qué estas-
Levi detuvo sus palabras cuando se dio cuenta que Eren se encontraba dormido, recargando su cabeza en la piedra del bebedero.
Su corazón se enterneció inevitablemente y decidió sentarse a su lado con cautela, solo con la necesidad de admirarlo.
Su rostro era más y más bello cuanto más lo miraba. Sintió un poco de remordimiento pues sabía que Eren estaba demasiado cansado por atenderlo todo el día. Incapaz de despertarlo y con la placentera vista indefensa que mostraba, lo dejó dormir, se pegó más a su lado y observó la caída de la noche. Su respiración era tranquila, luego sintió la cabeza de Eren recargarse sobre su hombro, adoró el contacto repentino, se sintió premiado por el destino y la fortuna. No tardó en responderle y recargó su cabeza sobre la de él, tomó una de sus manos y la entrelazó con la suya; estaba siendo osado, pero sentía la necesidad de apresurarse. Apenas despertara, le invitaría al gran baile, ahí le propondría matrimonio llevándolo a un lugar alejado, ya lo había planeado. Eren aceptaría y vivirían juntos en el palacio. Todo a sus ojos sería perfecto.
.
Eren despertó poco después, sus sueños se interrumpieron por el ruido que hizo el sirviente de Levi. Abrió por completo los ojos cuando lo vio alejarse y luego sintió algo cálido y suave en su oreja. Entonces se dio cuenta que su cabeza estaba recargado sobre el hombro de Levi, trató de recordar con urgencia cuándo había hecho algo tan descarado pero nada vino a su mente, se enderezó de golpe, ganándose un mareo y una punzada en la cabeza; se llevó la mano hacia el sitio del dolor y luego miró a Levi.
—Disculpa no quise…
—Está bien, tranquilo, estabas cansado.
—¿Qué hora es? —preguntó al instante, alarmado al notar que el cielo ya estaba pintado de negro.
—Ha pasado poco desde que anocheció.
—Oh no, es tarde, la tía Fritz se enfadará.
—Trata de calmarte Eren —dijo, tomándolo de los hombros —, y dime, ¿quien dices que se enfadará?
—Ah, quise decir que se preocupará por mí —repuso nervioso —. Tengo que irme Levi.
Eren hizo indicios de pararse, pero Levi lo detuvo con sus manos.
—Dame un momento —dijo a modo de súplica, Eren desistió y se quedó callado, esperando—. Mi madre hará un gran baile en tres días por mi cumpleaños número veinticinco y también quiere que elija esposa.
—¿Esposa? —preguntó Eren con clara tristeza.
—Si, y yo quiero que vengas. Haré que casi todo el reino venga así que no debes preocuparte.
—Pero ¿porqué yo Levi…?
—Porque… — las palabras murieron en su boca. No podía hacer ninguna propuesta aún y declararse como quisiera, no sabía qué decir —. Solo quiero que me acompañes ese día, ¿entiendes?
Brusco y directo. Mejores palabras para describir al príncipe Levi no habían.
—Está bien.
—Bien…—respondió, y tomó la mano morena con su mano y le dio un beso con ternura. Eren rápidamente la apartó con vergüenza y de un salto se levantó con prisa.
—Tengo que irme Levi.
—Estaré esperando Eren.
Ay que bonito ;-;
Disculpen si los aburrí en la parte de los caballos xd El siguiente capítulo estará listo en esta semana, y quizá también tenga un prólogo.
Les mando un abrazo ~Gracias por leer~
