Advertencias: Temas sensibles, mención de hematofilia, autoagresion, muerte de personajes, referencias suicidas e ideas depresivas, mención leve de bullying, entre otras. No apoyo ni romantizo y menos justifico las acciones e ideas aquí plasmadas, si te sientes demasiado identificado/a con algo de aquí, por favor busca ayuda.Ahora sí puedes leer, disfruta.


Fushiguro... Megumi. Todo un caso.

El mejor de su clase, el peor en deportes.

Un completo antisocial, un cuidador innato de su privacidad y completamente negado a compartir cualquier niminiedad con quién sea.

Seguro que sería una sorpresa para todos enterarse que murió de una sobredosis deliberada en algún callejón de los barrios más bajos de Kyoto.

Pero es que el ya no podía; realmente ya no podía, no tenía y más importante, ya no quería seguir en este mundo terrenal, no cuando su vida llegó al fondo de la mierda misma.

Megumi Fushiguro sería muchas cosas pero no es ni será nunca alguien agradecido de haber nacido.

Si tan solo su padre hubiera usado condón o su madre tomado la pastilla pero bueno nada que el mismo no pueda solucionar ahora a sus ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? Ni siquiera se preocupa por saberlo.

El chico toma una ducha a las siete y treinta de la noche, su última ducha.

Escucha la puerta principal ser abierta y el sabe que su momento de salir de esa casa a llegado.

Se viste con su ropa favorita, si se convierte en un fantasma al menos tendrá su ropa favorita por la eternidad.

Se peina el desastre de hebras negras que tiene por cabello sin detenerse a pensar si eso era realmente necesario.

En su mochila acomoda todo lo que necesitara esa noche, un cuchillo por si, todas las pastillas que encontró por la casa, las cervezaseza baratas que le robó a su padre tres días antes, una soga también por si, una cobija, una almohada, su libro favorito, una fotografía de su hermana, un pequeño lapicero que le hizo a su madre en su primer día de preescolar poco antes de que la asesinaran, un dibujo que hizo cuando su familia era feliz, su reproductor de música, sus indispensables audífonos rojos y el collar de "Lobo" su perro que lo acompaño por diez años antes de que la vejez lo alcanzará y el no tuviera los recursos para todo lo que él en su nueva etapa necesitaba, lo durmieron cuatro meses antes pero para Megumi aún había sido ayer.

Bajo por las sucias y tambaleantes escaleras. Como lo esperaba, su progenitor ya estaba ebrio viendo alguna película pornográfica en la televisión, al menos hoy no trajo a alguna prostituta con el; nunca podía dormir cuando era así.

–¿Eh?, ¿A dónde vas Megumi? No te e dado... –. El hombre ebrio escupió la sangre sin cuidado al piso mientras el joven siguió de largo rumbo a la calle como si no acabara de golpearlo.

–Mas te vale no volver al menos que estés dispuesto a arrodillarte y chupar... – El joven cerro la puerta dejando al adulto con la palabra en la boca.

–Nunca debí tenerte –. Comentó el hombre mientras metía su áspera mano debajo de su ropa interior ignorando que detrás de la puerta Megumi lo escucho.

El pelinegro retuvo las saladas gotas en sus ojos negándose a llorar de nuevo por cosas por las que ya lo había hecho antes y mejor comenzó a caminar rumbo al lugar que había elegido.

En su trayecto paso el hospital general donde había estado la mayoría de las tardes después de la escuela desde que tiene recuerdos. Hasta ayer cuando la noticia de que su hermana había muerto le fue dada, el tratamiento contra la leucemia fue demasiado agresivo y su sistema no lo pudo tolerar.

Si la única persona que lo hacía sonreír aún cuando los dos solo querían llorar ya no estaba luchando ahí a su lado entonces seguir ya no era una opción.

Lobo ya no estaba, Tsumiki también había partido solo faltaba el; y no estaba dispuesto a hacerlos esperar.

Tras limpiar la lágrima que no se dió cuenta que derramó al ver el hospital siguió caminando bajo la confiable oscuridad de la noche.

Llegó a una nevería, pidió su malteada favorita y tras pagar cruzo la calle y entro en aquel parque.

"Parque gubernamental para perros" se leía en la entrada, era el lugar donde solía pasear a Lobo.

Haría el paseo por última vez.

Paso un gran árbol, recuerda que en ese árbol quedó atrapada la primera pelota que le compraron a Lobo, incluso si tiene paciencia sabe que podría encontrarla ahí atascada en alguna rama del frondoso árbol.

Al terminar el recorrido llega a una pendiente, Lobo y el solían pasar los atardeceres ahí después del hospital. El tomaría una foto al naranjoso cielo y se la regalaría al día siguiente a su hermana, a ella le gustaba dibujar los atardecer que solo podía ver en fotos o al menos los dibujaba cuando las fuerzas aún no la abandonaban del todo.

Hoy no había un atardecer, ya era completamente de noche pero igual observó el cielo estrellado que siempre estaba dispuesto a mostrarte su esplendor.

Vio a lo lejos unos niños jugar con su perro y su mente viajo a viejos y olvidados recuerdos, recuerdos con sabor a sandwich y jugo de uva, con olor a pasto y sol, con la textura de un suave pelaje sobre el y el sonido de la risa alegré y sana de su hermana de fondo como si fuese la única melodía que podría ir con tal escena.

Megumi siente el aire soplar y gracias a ello reacciona, lo que estaba evitando sucedió, su cara está empapada y sus mejillas arden por lo salado de sus lágrimas, el odia recordar.

Tras largos minutos sus espasmos y sollozos se calmaron, al menos ahora puede seguir su camino, cada vez más cerca de dejar todo el dolor que su alma siente.

A llegado al lugar designado.

Un callejón abandonado, en un barrio aún más bajo que dónde el vivía y dónde un ladrón teme ser robado.

El lugar perfecto en su opinión.

Entro en aquel lugar de no más de dos metros de ancho, el olor a basura y putrefacción lo recibió pero no era algo a lo que no estuviera acostumbrado ya.

Paso de largo los botes y bolsas con residuos, ignoró también al gato callejero que se comía una cucaracha con gula y brinco una barda que no tiene idea de que carajos se supone que hace y así accede al último trecho del callejón el cual está en mucho mejor estado que la entrada, está más decente.

Por supuesto que tiene alguna que otra envoltura o botella pero al menos no huele mal, lo malo es que así será más difícil encontrar su cadáver pero bueno ese ya no es su problema.

Se desprende la mochila y comienza a relajarse recargado en alguna de las desgastadas paredes del lugar, saca el cigarrillo que le compro a un tipo raro algunas cuadras atrás y con el encendedor que le robó a su padre lo enciende comenzando a aspirar el humo y llenar sus pulmones de aquello. Tosió con fuerza al segundo siguiente, tal vez fumar no era lo suyo pero al menos no morirá sin haberlo hecho.

Aún con el cigarrillo entre sus delgados dedos inicia a sacar uno a uno los objetos que su mochila tenía.

Desde la cerveza hasta las pastillas es más incluso saco el preservativo que les habían dado el otro día en la clase de educación sexual y que él había olvidado sacar de su mochila.

Volvió a inhalar por el cigarrillo ahora de forma suave y superficial logrando no ahogarse está vez y no sabe si fue el cigarrillo o solo estaba demasiado harto pero tomo sin temor alguno el cuchillo y lo paso delicada pero de forma firme por la piel palida ante la falta de melanina, abriendo la carne ligeramente, tan solo haciendo rasguños en su brazo como si se tratará de un felino el que los hizo.

Cuando se sintió satisfecho dejo caer el cuchillo al suelo mientras el se dedicó a observar las diminutas gotas juntarse a otras y estás a su vez a otras hasta formas pequeños caminos sangrantes por la piel antes sana.

El inhaló fuerte la última calada al cigarrillo y antes de que la punta se apagará se levantó la playera. Sus vellos se erizaron cuando el ardor de la quemadura inundó su cuerpo, el lloro y sonrió al mismo tiempo aunque sus dientes castañearan intentando reprimir el aullido de dolor que quería liberar.

Destapó una de las latas y sin pensarlo demasiado tomo el líquido amargo sin titubear, largos segundos y ya casi cerca al minuto aventó la lata vacía contra el muro mientras sus pulmones ardían buscando oxígeno.

Tomo la cobija junto a la almohada y se tiró en el piso a descansar un poco, aún era temprano para suicidarse, todos saben que eso debe hacerse después de las doce para mayor dramatismo.

Tal vez diez minutos después de acostarse el comenzó a sentir un terrible mareo pero no duda que solo es el alcohol entrando a su torrente sanguíneo.

Y entonces sigue concentrándose en dormir antes del acto final.

El no sabe en qué momento, como o porque pero comienza a ser arrastrado del agradable mundo de los sueños al real aún cuando el pone tanta resistencia como puede aunque al final es inútil y sus ojos se abren con sueño, ardor y cansancio.

–¿Estas bien? –. Escucha que le preguntan aunque al mismo tiempo duda de que lo que oye sea real.

El bosteza, se talla ambos ojos brusquedad y por fin voltea a ver a esa alucinación que le habla... Aunque para ser una alucinación luce muy real.

Es un chico, mayor que el por algunos años, luce un llamativo bicolor en el cabello y su rostro tiene algunas marcas negras que resaltan sus masculinas facciones.

Megumi parpadea, duda y se confunde el mismo, no recuerda la pregunta y más importante no sabe si quiere responder realmente.

El pelinegro se incorpora de su improvisada cama quedando sentado y recargado en la pared, su cabeza se siente confundida y adormecida, ¿Será la cerveza?

–Yo, no recuerdo tu pregunta.

El desconocido comienza a verlo como si apenas lo hubiera descubierto, tiene unos ojos dulces y claros como la miel y una sonrisa amable y confiada que te invita a relajarte porque ya todo está bien.

Megumi recuerda pensar que eso era una alucinación así que lo toca con curiosidad ¿Cómo se sentirá una alucinación?

Toca la parte rosa de la melena, es sedosa, el cabello es delgado y está algo esponjada, le recuerda mucho a como se sentía el pelaje de Lobo.

El torso de su palma pasa por la mejilla, toca las pestañas casi tan abundantes como las suyas y después con un dedo comienza a delinear las líneas negras por toda la cálida y suave piel hasta terminar cuando las líneas bajan del cuello a los hombros y se pierden dentro de la playera.

–Mn, para ser una creación de mi cabeza te sientes muy real –. Tras aquello Megumi se levantó camino un par de pasos y se agachó a tomar otra lata, tras abrirla tomo un pequeño sorbo y volvió a encarar a su alucinación.

–Supongo que se debe a qué soy real –. Comenta el chico pelirrosa con gracia.

–Si, podría ser.

El silencio se comienza a escuchar, el pelirrosa se sienta en forma de loto en el suelo mientras espera que el pelinegro rompa el silencio de nuevo pero cuando varios minutos transcurrieron en silencio entiende que tal vez el tendrá que llevar la batuta en esa conversación.

–Soy Itadori Yuuji, tengo veinte años, no tengo comida favorita y aún tengo mi peluche favorito de niño ¿Qué hay de ti? –. Comenta con naturalidad Itadori esperando una respuesta que se tarda en llegar.

–Fushiguro –. Yuuji se encoge de decepción en su lugar al no recibir más información que solo esa palabra. Suspiró sin importarle si el otro le escuchaba y comenzó a maquinar la forma de sacarle más de tres palabras a ese callado pelinegro.

Megumi tiene un breve recuerdo de su hermana tan radiante y platicadora que le es inevitable no vincularla con el joven frente a el, sopesa la información pero bueno, que más daba platicar un poco antes de morir; tal vez por fin podría decir lo que siempre quiso y ser escuchado con interés.

Se acercó dónde Yuuji aún pensaba que pregunta hacer mientras hacía gestos y pucheros ante la concentración, se arrodilló y tras acomodarse en una posición similar a la del pelirrosa su voz comenzó a escucharse en el lugar.

–Disculpa, no soy bueno conversando pero hoy estoy de festejo así que permitiré cualquier pregunta que quieras.

Itadori sonrió feliz y comenzó con el cuestionamiento.

–Iniciemos con algo leve, ¿color favorito?


Tras varios minutos de jugar a las preguntas Megumi se había terminado la segunda y última lata que había traído consigo, se sentía extraño, ligero, con ganas de reír, hacer chistes que no sabía pero más importante se sentía feliz... Ah si y sus mejillas se sentían calientes y su lengua anestesiada pero eso era lo de menos.

–Bien bien y por último ¿Cuánto es equis por doce al cuadrado (X12=?)? –. Itadori comenzó a reírse de su mala broma hasta que vio como Megumi contaba rápidamente con los dedos haciendo que una gotita de incredulidad cayera de su frente ante la escena.

–Son cinco mil seiscientos dieciséis –. Respondió Megumi a los pocos segundos.

–Era bro... Eres bueno con los números, yo apenas y recuerdo cómo se hacen las divisiones básicas –. Admitió sonrojado Itadori.

Megumi solo encogió los hombros como respuesta.

–E concursado un par de veces en las olimpiadas intelectuales del país por eso sé calcular bajo presión, estoy un poco ebrio así que tuve que contar para comprobar el resultado –. Itadori se sintió feliz de ver cómo poco a poco las barreras de ese chico parecían caer una tras otra con el.

Ya veo eso debe ser genial, ser tan inteligente como para poder competir.

–No lo es, en realidad es un asco los maestros te amenazan con reprobarte si te equivocas, el director no deja de recordarte que ante la mínima falla te expulsará, tus compañeros desquitan su estrés contigo y los concursantes enemigos buscarán darte una paliza apenas te quedes solo, es una mierda.

Megumi saco una pequeña navaja, que colocó haciendo presión contra su palma.

–¿Te molesta?

Itadori dudo si iba a ser lo que pensaba así que negó y ese fue su error. El filo partió la piel en una larga línea, la sangre comenzó a caer al piso de forma atrayente, su corazón paso de boom a boomboomboom, la ansiedad lo consumió hasta la última célula de su ser mientras sus pupilas se dilataron ante la erótica y atrayente escena frente a el, sus instintos no pudieron más y el se abalanzó con toda la fuerza de su atlético cuerpo contra ese otro más delgado y entonces... Lamió.

Megumi apenas y tuvo tiempo de disfrutar del grato dolor que esa herida le causó porque el tal Itadori se le lanzó encima como si de un animal se tratase, intento pelear pero rápidamente el cuerpo y la fuerza del mayor lo inmovilizaron contra el piso antes de que algo húmedo recorriera su antebrazo dejandolo en completo shock.

La lengua recorrió con gula y un gozo desmedido cada herida ya cerrada, succionando cada tanto causando un escalofrío en el delgado cuerpo de Megumi que no terminaba de procesar las sensaciones que esa cosa le daba. La inquieta lengua llegó al origen del sangrado y Megumi no pensó que su espalda pudiera curvarse de esa forma, cuando la lengua tocó la herida una chispa dentro de si se extendió por su cuerpo, sintió su cara enrojecer, su piel se erizo y un jadeo se le escapó en apenas un segundo pero apenas tuvo tiempo de disfrutar porque su cuerpo comenzó a temblar una y otra vez cada que la traviesa lengua acariciaba su sangrante piel

Minutos después gemidos obscenos se escuchaban en el pequeño callejón, Megumi sabía que eso estaba mal, que ese sonido no debería estar presente en un acto como ese pero sus pensamientos se reiniciaban con cada lengüetazo que su palma recibía. El se sentía en el límite aunque ni siquiera sabía el límite de que, su agitada respiración apenas le dejaba tomar oxígeno y los murmullos de placer que el otro chico lanzaba constantemente y que se mezclaban con los suyos solo hacían más complicado poder pensar con claridad.

La lengua comenzó a lamer más lento y superficial hasta dar una última pasada antes de que Itadori levantará el rostro y saliera del trance en el que había entrado alejándose del pequeño, sonrojado y tembloroso cuerpo bajo suyo... De nuevo se había dejado llevar por la sangre.

Itadori se lamió los restos que aún tenía en los labios antes de agregar: –Lo siento –. Se volvió a relamer la boca y también chupo la punta de su dedo índice que se había llenado ligeramente de sangre durante el forcejeó. –Soy hematofílico, supongo que debí advertirte.

–Si debiste... –. Megumi se incorporó de la incómoda posición en la que había quedado, su cuerpo se comenzaba a relajar de nuevo olvidando la anterior tensión que sentía.

–No se volverá a repetir, espero.

–Algo me dice que no me puedo fiar de tu palabra – comentó Megumi con recelo.

–Haces bien en no hacerlo –. Dijo riendo Itadori.

Ambos se mantuvieron en silencio por varios minutos dónde cada uno se perdió en sus pensamientos más profundos y secretos antes de que Yuuji hablara de nuevo ahora completamente serio.

–Oye siendo serios, no deberías volver a hacer eso por muy delicioso que seas no está bien.

Fushiguro vio la luna en la mitad del cielo, Itadori lo siguió poco después también contemplando el enorme astro nocturno.

–Descuida no se volverá a repetir –.

Yuuji suspiro con alivio a su lado. –Porque me voy a suicidar en un rato –. Itadori lo volteo a ver con incredulidad antes de que le diera una cachetada que tomo con la guardia completamente baja a Megumi.

–No digas estupideces –. Le gritó el pelirrosa mientras le tomaba de la playera para recalcar la seriedad con la que decía aquello.

Megumi simplemente ladeó el rostro incómodo.

Itadori lo soltó mientras pensaba como actuar a continuación, le tomo la mano dándose cuenta que era más delgada y pequeña que la suya propia, lo jalo a una pared y ahí lo obligó a sentarse a su lado mientras su brazo lo cobijaba y depositaba los negros cabellos en su pecho.

–Sé que esto no es de mi incumbencia, ni de mi interés pero ninguna persona merece morir sin al menos ser escuchada... Te escucharé con atención, sin prejuicios y con empatía Megumi así que puedes iniciar cuando gustes.

El ambiente se torno cálido de pronto, olía el sudor de Yuuji mezclado con un delicioso perfume que no pudo identificar, el sonido de fondo era una sinfonía acordé a la situación titulado "El corazón de Itadori", el aroma a suavizante de su ropa también estaba presente y el frío de la madrugada era el último toque.

Él como un niño indefenso se acurrucó con más necesidad en el pecho del mayor mientras sus pensamientos desfilaban por su cabeza sin saber cuál liberar primero.

–Mi perro tuvo que ser dormido hace unos meses. Se llamaba Lobo –. La mano que estaba al final del brazo que lo abrazaba comenzó a jugar con algún mechón de su cabello ayudando a que todo de pronto se volviera tan íntimo y natural como si llevará una vida con Itadori. –Lo encontré un invierno en una caja de zapatos a lado de un basurero, solo les habían colocado un par de calcetas para el frío. El temblaba, apenas tenía fuerzas para llorar llamando a su madre, estaba acurrucado con su hermano en cruz intentando mantener el calor que su hermano ya no tenía pues ya había muerto tiempo atrás. Era tan pequeño que ni siquiera sus ojitos se habían abierto. Mi corazón no podía entender como alguien había sido tan cruel de botarlos como si solo fueran la cáscara de un plátano que ya no te sirve, lo lleve a casa de inmediato y con una jeringa comencé a alimentarlo con un poco de leche que calenté y tuve suerte de tener.

Le prometí que ya no volvería a pasar frío o tener hambre mientras mis lágrimas le caían encima y el solo seguía comiendo con desesperación de aquella jeringa. Mi hermana lo descubrió a las dos semanas y entre ambos empezamos a cuidarlo lo mejor que dos infantes sin experiencia en mascotas podían. Solo duró de incógnito un mes más pues nuestros padres lo descubrieron, para nuestra suerte se ganó el corazón de nuestra madre y con el tiempo el cariño de nuestro padre.

Un año después y sin falta todas las tardes nos reuníamos en el parque para perros más cercano para pasear a Lobo en familia, todo era risas, felicidad y alegría. Tsumiki solía corretear a Lobo, yo a su vez la perseguía a ella mientras mamá me seguía a mi y papá al final nos seguía a todos... Hasta que entre al preescolar y las desgracias comenzaron a llegar.

Tsumiki una mañana tosió sangre en el desayuno, las siguientes mañanas era usual verla vomitando, ella tuvo que dejar de asistir al preescolar y todos comenzamos a estar atentos a ella, hasta Lobo solo estaba a su lado todo el tiempo haciendole compañía. Los hotcakes antes de irme a la escuela desaparecieron hasta convertirse en solo un vaso de leche sobre la mesa, vaso que con el tiempo también desapareció y ahora yo debía servirlo.

Mi padre comenzó a trabajar más horas buscando ganar más dinero para los costosos estudios que Tsumiki necesitaba, mamá solo venía a dormir unos minutos y tomar una ducha antes de volver a ir al hospital porque a estás alturas Tsumiki ya estaba hospitalizada bajo vigilancia constante, yo pasé a ser llevado a la escuela por nuestra vecina porque su hijo iba al mismo preescolar.

Mis tardes comenzaron a resumirse en ver televisión o leer libros que tomaba de la biblioteca buscando matar el tiempo de soledad, aprendí a leer la hora del reloj, papá solía llegar a la una de la mañana mientras que mamá muchas veces llegaba en el momento justo cuando me iba a la escuela, me daba un beso y un fuerte abrazo antes de cerrar la puerta deseandome un buen día.

Esa rutina se mantuvo hasta que entre a la primaria cuando todo dió un brusco giro...

Una tarde más en la que leía un libro de matemáticas el teléfono de la casa sonó, yo contesté con duda y un mal presentimiento.

"Tenemos a la señora Fushiguro con una pistola en la frente, si no querés que una bala le atraviese el cráneo depositarás cincuenta mil yenes a más tardar en media hora"

"Yo no tengo dinero" recuerdo haber dicho con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, incapaz de procesar realmente lo que estaba pasando.

"Mocoso de mierda pásale el teléfono a tu padre o tu madre no volverá a casa a hacer la cena hoy"

"Pa-papá no está yo no sé su número yo... lo siento" Aún recuerdo el silencio tan asfixiante tras aquello, la voz de mi madre se escuchó de pronto gritandome por la bocina un "cuelga Megumi ¡cuelga!" Y de pronto un ruido tan intenso que tuve que alejar el teléfono de mi oído se escuchó del otro lado, luego solo gritos toscos y con un acento vulgar se hicieron presentes peleando entre ellos. Al parecer uno de los secuestradores le disparó por accidente a mi madre lleno de terror porque alguien hubiera escuchado a mi madre gritar momentos antes después de aquello la comunicación se cortó y yo me quedé llorando de impotencia aún con el teléfono en mi mano.

Encontraron su cuerpo una semana después, con un disparo en la cabeza.

Mi padre después de aquello no volvió a sonreír, a veces ni siquiera llegaba a a dormir y cuando lo hacía el olor a alcohol añejo llenaba la casa en su totalidad.

Yo me encerré en una burbuja de seguridad, no hablaba con nadie, no convivía con nadie, solo leía y estudiaba porque no tenía nada mejor que hacer, por la tarde iba al hospital a visitar a Tsumiki y charlar un poco con ella, a veces ella estaba en buena forma para dar un paseo por el hospital o intentar dibujar pero con el tiempo eso comenzó a ocurrir cada vez menos.

Su piel se volvió tan delgada que las venas se veían a simple vista, azules y marcadas por cada pequeño pedazo de su piel, sus labios no volvieron a ser suaves y rosados después de iniciar el tratamiento contra la leucemia y ningún bálsamo que le lleve para la resequedad le ayudo con las grietas, su cabello era de un dorado que resplandecía cuando algún rayo de sol lo llegaba a tocar, era como si el oro y el sol se hubieran unificado en su melena, aunque algo tan hermoso no duró demasiado, con el pasar de los meses su cabello se volvió delgado y opaco tan cenizo que parecía estar lleno de las cenizas de algún cigarro y después se comenzó a caer. Primero eran algunos pelos de más en la almohada pero con las semanas una simple caricia le arrancaba mechones enteros, mi hermana lloro por meses hasta que un día llegue completamente rapado para que ella no se sintiera sola, las burlas de mis compañeros no me hicieron sentir mal en ningún momento por mi decisión.

Y tras varios años de esfuerzo y ahorró logré comprarle una peluca tan larga como lo era su verdadero cabello antes y con el color más parecido que encontré al suyo.

Llegué a la pubertad y después a la adolescencia, mientras todos los demás se preocupaban por alguna espinilla, porque querían el nuevo teléfono del mercado o dar su primer beso yo seguía orando a todos los dioses por la salud de Tsumiki a cada momento, paseando a Lobo a la hora del atardecer e intentado sobrevivir por mi cuenta ya que mi padre ahora solo sabía tomar y follar con la prostituta más barata que haya encontrado.

Gracias a que leía mucho me creyeron inteligente y los maestros creyeron que era buena idea mandarme a concursar a otras ciudades, odiaba cada que había competencias de conocimiento porque sabía que eran días en los que abandonaba a Tsumiki y descuidaba a Lobo pero era solo un niño nadie escucha a los niños, ni siquiera otros niños cuando les dices que dejen de golpearte.

Hace cuatro meses y medio Lobo dejo de comer, tuve que hacer cosas de las que no me arrepiento pero me avergüenzan para poder tener el dinero suficiente para llevarlo al veterinario.

El diagnóstico fue edad. Lobo había envejecido, sus dientes se habían empezado a caer, su pelaje ahora era débil, sus riñones necesitaban alimentos libres de sal, necesitaba empezar a tomar suplementos vitamínicos y la casa debía ser adaptada para que el no tuviera que esforzarse en alcanzar cualquier cosa que necesitara pues ya no era el joven y vital cachorro que encontré.

Su nuevo estilo de vida necesario se salía por completo del presupuesto de un chico como yo y aunque tenía la forma de ganar dinero fácil con ayuda de mi boca no pude hacer el sacrificio, ni siquiera por el y no hubo más salidas, lo durmieron a las dos semanas. Murió viéndome a los ojos y moviendo su cola feliz de que estuviera a su lado en esos momentos. Llore abrazando su cuerpo por horas, sintiendo el frío de su cuerpo y la suavidad que aún tenía su pelo.

Cuando volví al hospital Tsumiki lloro conmigo durante las horas de visita, recordamos cuando lo escondíamos de nuestros padres o cuando Lobo saltaba sobre alguno de los dos y nos llenaba de baba, también hablamos de lo lindo que eran las visitas del domingo porque era el único día que dejaban entrar a las mascotas de los pacientes, al menos antes de que la antigua directora de hospital se retirará y un hombre gruñón tomará el cargo cambiando gran parte de las normas y rutinas del hospital entre ellas prohibió la entrada de cualquier animal al recinto, espero se pudra en el infierno por quitarle esa pequeña felicidad a Tsumiki y varios pacientes más.

Y la última desgracia ocurrió ayer, llegué al hospital como diario, un trío de magnolias era sujetado por mi mano izquierda mientras la otra sujetaba el tirante de mi mochila.

Caminé por los blancos pasillos que había memorizado, tome el elevador, baje en el piso correcto y comencé a caminar rumbo a la habitación mientras pensaba en el significado de las flores que le compré está vez a Tsumiki pero que no le pude dar por qué cayeron al piso cuando la habitación que había sido usada por los últimos años por la misma persona estaba siendo usada por otra completamente diferente.

Tome la mano de una enfermera novata que no conocía y que pasó cerca de mi mientras con desesperación le cuestioné el paradero de la anterior paciente de esa habitación.

"Murió está madrugada, no pudimos comunicarnos con sus familiares así que fue cremada está mañana"

Hasta Tsumiki me había abandonado sin decir adiós, las flores que antes le llevaba terminaron pisoteadas, no me importo todo el dinero que costaron porque ahora todo costaba nada.

Ahora no tengo una razón que me aferré a vivir, la última se a ido y con ella me iré yo. Iré a ese lugar donde mamá a de estar, dónde mi hermanita melliza por fin esta sana y dónde Lobo será eternamente joven yo también quiero estar ahí, por favor.

Megumi guardo silencio al terminar, las lágrimas habían caído en varios puntos de la historia pero para el final todas se habían terminado y ahora sus ojos picaban de resequedad, se sentía triste y melancólico pero el alivio también había comenzado a inundar cada milímetro de su cansado ser, tal vez hablar de todo lo que cargo por años le dejé partir en paz antes de irse.

Lo que no esperaba era que su playera fuera mojada por lágrimas ajenas, lágrimas llenas de sinceridad y dolor como si el otro realmente entendiera su sentir. El corazón seguía latiendo bajo su oreja y el perfume ajeno seguía inundando su olfato mientras el abrazo que ahora le rodeaba por completo le hacía sentir una extraña sensación de calidez y esperanza.

Escucho impactar una gota contra el concreto y al fijar su vista al frente varias más le siguieron, el cielo se iluminó y rugió anunciando una tormenta que no tardó en caer pero ellos no se inmutaron ni se movieron de la posición en la que estaban.

–Eres un chico increíblemente fuerte Megumi, yo ya me hubiera metido un balazo desde hace años o me hubiera ahorcado pero tú pusiste tu sufrimiento en último como un valiente.

Fushiguro escucho sin esfuerzo las palabras ajenas las cuales le sabían a una dulce mentira que el decidió creer.

Itadori lo volteo, quedaron frente a frente uno de otro.

Yuuji mostró la navaja que el antes tenía, tomo el brazo derecho donde no tenía heridas y comenzó a escribir algo sobre su piel, la sangre no tardó en salir pero Itadori no se mostró desesperado por ella demasiado concentrado en lo que escribía en el brazo ajeno.

–No lo leas en voz alta –. Le advirtió de inmediato el mayor apenas terminó de escribir. El agua seguía cayendo, era helada y ambos ya se encontraban temblando de frío pero el pelirrosa siguió explicando cómo si el sol brillará en el cielo. –Ve a esa dirección y pregunta por esa persona dile que yo te envío, te hará pasar de inmediato.

Fushiguro mostró una clara confusión ante lo dicho por el otro.

–Escucha no impedire que mueras si esa es tu decisión pero te doy una nueva opción a elegir. Dijiste que ya no tenías razones en tu lista para vivir bien pues ahora mismo yo no te puedo ayudar directamente debo desaparecer del mapa un rato, luego tengo que restaurar mi fortuna y retomar el liderazgo del mercado además de reorganizar a una sociedad de la que no te puedo hablar ahora y todo eso me llevará cinco años, hasta entonces tendrás que esperarme con esta persona. Y yo iré por ti personalmente llegado el tiempo lo prometo... Ahora debo irme están cerca de aquí lo presiento y no quiero ponerte en riesgo. Ahora tienes opciones elige la que quieras.

Y tras decir aquello Yuuji tomo impulso y salto la barda abandonando el callejón que poco después fue iluminado por breves segundos por un enorme helicóptero que pasó bastante bajo sobrevolando la zona, ¿Acaso buscaban a... Itadori?

Megumi vio su brazo derecho con suma atención, ahora tenía una nueva razón para seguir respirando, ¿Qué debería hacer?


Extra:

La chica veía el aburrido progama con poco interés, el timbre de su mansión resonó y ella se incorporó perezosamente del sofá donde antes descansaba. A paso lento llegó al recibidor a la vez que el timbre volvía a sonar para su molestia.

Del otro lado de la puerta estaba un chico que nunca había visto antes, su rostro de aburrimiento competía con el suyo propio pero no había nada más rescatable.

–¿Nobara Kugisaki?

–Si.

–Itadori me envió aquí.

Ella parpadeó con duda.

–Itadori ¿Qué? –. Pregunto la chica con cautela mientras su postura indicaba una leve tensión de los músculos.

Megumi intento recordar el resto del nombre con éxito –Itadori Yuuji.

–Ajá... – Megumi no era tonto y sabía que algo le estaba haciendo falta, releyó su antebrazo y entonces lo encontró. Pequeña y oculta una rara palabra que no dudo en decir.

–Sukuna me envía –. La chica lo dejo entrar de inmediato.

The end.


Esto iba a ser una historia de solo 1'000 palabras pero bueno el plan fracaso con éxito (?

Hace un par de días atrás inicié un one-shot de este anime que aún no termino pero gracias a un tiktok muy tonto me llegó la inspiración de este, a veces la inspiración viene de dónde menos crees.

Hematofilico: persona que tiene hematofilia.

Hematofilia: Atracción (usualmente sexual pero no es este el caso) por la sangre, ya sea verla, tocarla o probarla.

Las flores de magnolias representan pureza, inocencia y salud que es como veía Fushiguro a su hermana y lo que le deseaba.

Las flores de la portada se llaman yerbera se les asocia a una amistad sincera o al primer amor y representan la elegancia, belleza y simplicidad que es como Yuuji describiríaa Megumi en esta historia.

Creo que es todo lo que debía aclarar, cualquier duda son libres de preguntar :3

Nos leemos pronto.

Muchas gracias por leer.