Abrió sus ojos y por un momento parecía desorientado, no era habitual despertar en esta habitación, aunque no podía negar que durante los últimos dos años era su gran anhelo, despertar del lado de la mujer que invadía sus pensamientos, sus sueños, sus días, sus noches, su vida entera y que había acabado de amar con la misma intensidad con que su cuerpo, su alma, su ser, su corazón la deseaban y la amaban al punto de necesitarla para respirar, sin ella sentía que se ahogaba, que se moría y aunque sabía que ella se entregaba de la misma forma, no la tenía en cuerpo y alma como tanto añoraba porque el destino era tan caprichoso, que los puso en situaciones tan complejas de las cuales no sabía si saldrían alguna vez y con esos pensamientos ella no podía darse el lujo de vivir ese amor y él no se lo había exigido nunca, le bastaba con que al menos la dejara amarla ocasionalmente, sin preguntas, sin respuestas, sin obligaciones, sin ataduras, sin esperanzas, sin compromisos.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos no dejaba de acariciarla ni de mirarla, era tan preciosa ante sus ojos, una obra de arte en toda la extensión de la palabra, ese día estarían celebrando el fin de la Bruja de Oz y mientras todos se preparaban para la gran fiesta, él vagaba por las calles y no pudo evitar llegar hasta aquí, ya hacía mucho tiempo que no venía, desde que supo que tendría otro hijo con su esposa, aunque intentó ocultarlo para no romperle el corazón a la mujer que dormía encima de su cuerpo, donde quería tenerla por siempre, muy cerquita de su corazón y con quien se sentía como en casa, no podía engañarla por lo que ambos consintieron que su relación a escondidas debía terminar, pero hoy, hoy había sido un día muy complicado para todos, se había roto la maldición que les borró de la memoria los últimos seis meses de sus vidas en los que estuvieron en el Bosque Encantado y para regresar al pueblo tuvieron que activar la maldición oscura, para poder traer a su nieto y a su hija de vuelta quien era la única poseedora de la magia blanca más pura de todos los reinos capaz de acabar con la Bruja de Oz, pero nuevamente el destino les jugó una mala pasada porque quien resultó que podía vencer a la bruja era precisamente quien ahora, tenía entre sus brazos y de quien cada vez le costaba más trabajo desprenderse.

De pronto, el sonido de su celular hizo que ella abriera sus hermosos ojos, se inclinó un poco hasta la mesita de noche y poder responder la llamada.

"Sí… enseguida estoy allí", respondió sin más mientras observaba que ella se levantaba.

"¿Por qué te quieres escapar tan pronto?", preguntó muy ingenuamente, sosteniendo su cuerpo para que no se fuera.

"David, esto no se puede repetir, estás a punto de presentar a tu hijo ante todos en el pueblo, tienes que estar para tu familia, ¿olvidemos esto si?", le dijo tratando de desprenderse de su agarre, sin éxito, era indiscutible la diferencia de fuerza y sin lugar a duda él la sobrepasaba.

"No me voy a conformar con ninguna de esas explicaciones que quieres poner entre nosotros Regina, no voy a desampararlos, no los abandonaré, pero mi corazón ha elegido…", no lo dejó terminar puso una mano en sus labios como sabiendo lo que diría, era claro que no quería escucharlo.

"No digas más, ya escuché suficiente, además ya te están esperando y pronto Robin vendrá, quedamos en ir juntos a la celebración", la mención de ese nombre avivó el fuego de los celos en sus ojos, ella pudo percibirlo.

"¿Robin viene a buscarte, no me digas que sigue esperando que le des una respuesta?", dijo retirando con mucha ternura la mano de Regina de sus labios, no pudo evitar que la sangre le hirviera por dentro, desde que lo habían conocido en el bosque meses atrás vio las claras intenciones de conquistarla y eso él no lo permitiría, ella solo le pertenecía a él.

"¿Cuál pregunta quieres que responda primero?", sabía muy bien lo que David opinaba sobre Robin, pero no podía seguirle el juego, no era el momento.

"No te hagas la desentendida conmigo, sabes que a mí no me puedes ocultar nada", esa seguridad, esos deseos de ser su dueño, de que ella solo le perteneciera, eran arrebatadoras, jamás había sentido nada de eso por ninguna mujer en su vida, ni siquiera por Blanca, quien había sido su esposa y amor verdadero durante tantos años.

"¿estás seguro de que quieres escuchar la verdad?", respondió, había estado buscando la oportunidad perfecta, era ahora o nunca.

"sí, sobre ti, lo quiero saber todo", ya su curiosidad lo estaba inquietando.

"estoy considerando aceptar a Robin", mintió, por supuesto, pero quería que todo terminara, quería alejarlo de ella, no le estaba haciendo bien verlo con su familia mientras ella tenía que fingir que nada ocurría y su corazón se rompía en mil pedazos, lo amaba demasiado, solo que eso sí no lo diría jamás, era un secreto que moriría con ella.

David no dijo nada, no podía, su corazón le dio un vuelco, el solo hecho de verla en brazos de otro hombre lo estaba matando, pero sabía que habían muchas razones que los separaban, que estaban en su contra, que se oponían a que ese amor que sentía por ella saliera a la luz y no afectara a su familia, a las personas que además de ella, eran su mundo, su vida entera y construir su felicidad sobre la infelicidad de terceros, no era justo, solo pudo dar un suspiro de resignación, ahora sufriría en carne propia lo que la había condenado a vivir, verla feliz en otros brazos, era más que justo.

Regina lo sintió apartarla de su cuerpo y levantarse de golpe de la cama, era lo que quería, pero no podía negar que verlo así, luchando con un montón de emociones juntas, le partía aún más su corazón, pero ya no había vuelta atrás, debía estar firme, aunque su mundo se le estuviera derrumbando. Un portazo de su habitación la trajo de golpe a la realidad, ahora sí lo había perdido para siempre.

Estaba todo listo para comenzar la presentación, pero Emma se sentía abrumada con todo lo que estaba ocurriendo en su vida, en un momento eran solo su hijo y ella en un apartamento en Nueva York y de repente, con la ayuda de Killian, recordó que su verdadera familia estaba en Storybrooke y necesitaba su ayuda, al llegar nadie recordaba y nuevamente se imponía su rol como la Salvadora, estaba tan desorientada que cuando ya toda la familia estuvo reunida y anunciaron a su hermanito, aprovechó que se veían muy felices festejando, su padre y su madre conversaban muy alegres mientras acariciaban la cabecita del bebé Neal, Henry jugaba con Roland, el hijo de Robin Hood quien había llegado del brazo de Regina, en los últimos días no se le desprendía, parecían una pareja de recién casados, aunque ella estaba segura de que Regina no le correspondía en sus sentimientos, no despreciaba su compañía, por lo que salió a tomar un poco de aire, nadie la vería, nadie notaría su ausencia.

Vagaba por las calles del pueblo hasta que una luz muy brillante llamó su atención, era el mismo lugar donde apenas unas horas Regina había derrotado a la Bruja de Oz, abrió las puertas para encontrarse con un enorme portal, era tan poderoso que aunque estaba lejos se sentía atraída como un imán hacia él, no sabía cómo, pensaban que ya todo había terminado, que el peligro de que el portal al pasado fuese abierto ya no era inminente, Killian quien la había seguido, le aconsejaba que no se acercara, pero su curiosidad le ganó y ambos cayeron en el portal.

La gran luz los alarmó a todos, no podía ser posible, ¿es que no habría paz y tranquilidad en el pueblo?, observaban atentamente, la luz era cegadora y Regina pudo presentir la presencia de magia muy poderosa, pero antes de que todos pudieran salir a investigar, la luz se disipó y así continuaron su celebración, la llegada del príncipe Neal, los iluminaría a todos.

Así pasaron un buen rato, entre risas, conversaciones, bebidas, Regina notaba que de vez en cuando David fulminaba con la vista a Robin quien no la dejaba ni un segundo, por suerte ella no le había seguido el juego, disfrutaba de la fiesta con su hijo Henry, su príncipe, a quien tanto amaba, de pronto sintió el timbre de la puerta de la cafetería que anunciaba la llegada de Emma acompañada de Killian, estaban vestidos distinto, le resultaba muy rara su expresión, luego lo investigaría, no era tiempo de eso, solo que al ir directamente hasta donde estaba, la preocupación se apoderó de ella, presentía que nada bueno estaba por ocurrir.

"Regina, necesito hablar contigo", comenzó con mucho misterio, no podía decírselo así sin más.

"¿Ahora qué ocurre Emma?", no podía esperar, la ansiedad la estaba matando.

"Regina, acabo de viajar al pasado y he traído a alguien…", hizo una pequeña pausa, pero antes de que pudiera continuar fue interrumpida por la voz de su madre.

"¡PAPÁ!", se hizo un gran silencio en toda la cafetería, todos miraron en su dirección, el rey Leopoldo había regresado, estaba vivo, a Regina se le aflojaron las piernas, no sabía qué hacer y lo peor era que Emma la estaba mirando con cara de inocente.

"Hijita, qué gusto estar de vuelta, te extrañé tanto", dijo abrazando a Blanca, pero no pudo evitar que sus ojos se desviaran hacia la morena parada en medio del lugar acompañada por su nieta, quien no había dudado en salvarlo.

"¿Qué has hecho, Swan?", su corazón había comenzado un maratón, quería salirse de su pecho, estaba paralizada.

"¡Mi reina!", exclamó Leopoldo desprendiéndose del abrazo de su hija y dirigiéndose hasta donde estaba Regina quien permanecía inerte, congelada, muda, con una expresión indescifrable, tenía que abrazarla.

Cuando llegó a su encuentro la estrechó entre sus brazos, era la misma mujer bella de siempre, aunque su nieta le dijo que irían al futuro, esta versión de su esposa le gustaba mucho más, todos esos pensamientos se apoderaron de él mientras la abrazaba.

"Si te atreves a mencionar una palabra sobre nuestro matrimonio, te juro que te mato", le dijo entre dientes, acercándose a su oído para que solo ella lo escuchara, sin embargo, no recibió respuesta alguna solo supo que, en fracciones de segundos, se había desvanecido en una nube de humo.

"¿Qué ocurrió hijita, dónde está mi esposa, adónde se fue?, estaba confundido.

"¿papá, que tal si te presento a toda la familia y ya luego te cuento todo, ¿estás de acuerdo?", la historia era demasiado larga, ya tendrían tiempo para ponerse al día, ahora seguirían disfrutando de la fiesta, aunque ella notaba que varios se quedaron muy confundidos por la partida tan intempestiva de Regina, entre ellos Robin quien inmediatamente salió de la cafetería no sin antes asegurarle a Henry que él la buscaría, la encontraría y la protegería.

Robin caminó hasta los lugares donde pensaba que encontraría a Regina, pero era de noche y la oscuridad le ganaba, cuando llegó a su bóveda la llamó y solo pudo encontrarse con una barrera de magia muy poderosa, la llamó a su celular sin recibir respuesta, por último se dirigió a la mansión, pero cuando llegó todas las luces estaban apagadas como mismo ella las dejó justo antes de salir cuando la había ido a recoger para ir a la cafetería, por lo que decidió que esperaría hasta el otro día para buscarla desde muy temprano, regreso a la fiesta, pero ya todo estaba apagado y las calles del pueblo muy desoladas, dejó un mensaje en el celular de Henry para hacerle saber que no tuvo éxito en su búsqueda y se retiró hasta su campamento a descansar.

Blanca estaba tan entusiasmada con el regreso de su padre, que no se percató de que David no estaba en la casa, que se había ido, ya regresaría, la alegría de tener a su padre, de verlo, de abrazarlo eran más importantes en esos momentos.

Regina apareció en la sala de su mansión, estaba destruida, ¿cómo era posible?, después de todo lo que había tenido que hacer para liberarse de su esposo, para desaparecerlo de su vida, ahora estaba de vuelta, con su cara de tan buen rey ante todos, pero ella sabía perfectamente la clase de hombre que era, lo había sufrido en carne propia, estaba luchando con la mezcla de emociones dentro de su corazón, la furia, la rabia, la impotencia, el desamor, el abandono, la soledad, pero sobre todo, la tristeza la venció desplomándose en el suelo a llorar desconsoladamente.

No supo cuánto estuvo llorando, estaba segura de que no le quedaban lágrimas por derramar, perdida en su sufrimiento, esto era una pesadilla, ¿cómo saldría de todo?, una voz muy conocida por ella la hizo saltar de inmediato, ¿qué hacía aquí?, ¿es que no le había quedado bien claro que todo terminó?, se repetía aunque no podía negar que en estos momentos refugiarse entre sus fuertes brazos, con su ternura, su protección, su seguridad, era lo que estaba deseando con todo su ser.

"Regina, yo sé que estás ahí, ábreme la puerta", no recibía respuesta, todo permanecía muy tranquilo, por lo que siguió llamándola, no se rendiría tan fácilmente, "no me iré de aquí hasta que hablemos, te guste o no aquí permaneceré hasta que…" no pudo terminar el sonido de la puerta abriéndose y la imagen que inmediatamente tuvo en frente fueron más que suficiente motivo para silenciarlo.

"¡David!", fue lo único que dijo, estaba echa un mar de llanto, pero era David, la única persona con quien ella se sentía completamente segura para aflorar sus vulnerabilidades, sus dudas, sus inseguridades, sus mayores miedos, sus demonios internos, él conocía los secretos de su corazón, no le podía ocultar nada, era transparente ante su presencia, era capaz de leerla como un libro abierto, y lo mejor era que no la juzgaba, ni le reprochaba nada, solo abría sus brazos y de inmediato se sentía segura, protegida de todo, era tan bonito sentirse así.

David no dijo nada, al verla en ese estado, rápidamente entró a la casa, cerró la puerta tras él y la tomó entre sus brazos.

"Mi amor", ante estas palabras que salieron de sus labios con toda la ternura y la paciencia del mundo, ella comenzó nuevamente a llorar y con cada lágrima que derramaba se aferraba aún más a sus brazos, era como si no se quisiera separar de él nunca más, no le gustaba verla sufrir tanto, se le oprimía el corazón.

Al sentirla tan débil, la alzó en sus brazos y la llevó hasta la habitación, cuando llegaron la acostó con mucha delicadeza en la cama, sentía la necesidad de protegerla, cuidarla, no quería que se rompiera en mil pedazos como una muñeca de porcelana, sabía que era una mujer muy fuerte, independiente, altanera, terca, pero a la que la vida no le había regalado momentos bonitos, todo lo contrario, él la conocía incluso hasta mejor que ella misma, por lo que respetó su silencio, sabía que necesitaba paz, tiempo para procesar todo lo que había acabado de ocurrir.

"No me dejes sola, te necesito, hoy más que nunca", era mucho lo que pedía, pero no quería estar sola, por lo que casi ni ella misma escuchó sus propias palabras.

"Estoy aquí y no me iré a ninguna parte", le aseguró sintiendo que ella se aferraba cada vez más a su cuello, podía sentir que estaba aterrada, el miedo por el regreso de su esposo la habían quebrado.

Se hizo un silencio muy confortante en la habitación, ella casi estaba encima del cuerpo de David con su cabeza encima de su pecho escuchando el latido de su corazón y respirando su esencia, su respiración era muy pesada de toda la desesperación que sentía, pero pasados unos minutos ella decidió hablar, ya se había calmado un poco.

"¿Qué hare ahora David?", dijo sin levantar su rostro del pecho de David.

"Continuar como hasta ahora", quería darle ánimo, pero conocía muy bien la historia de su matrimonio con Leopoldo, no le podía alimentar falsas esperanzas.

"Va a querer que vivamos juntos, va a quererme de vuelta", esas palabras la hicieron llorar nuevamente, sabía muy bien que con la amenaza que le había lanzado, no se detendría hasta tenerla de nuevo bajo su techo.

"eso no lo voy a permitir, te lo prometo, yo te protegeré", dijo inclinando su cabeza y atrayendo su rostro para besar sus labios, fue un beso muy dulce y tierno, para asegurarle su presencia en su vida, la seguridad que tanto necesitaba en estos momentos y el amor que nadie había sido capaz de entregarle.

Cuando el beso terminó se quedaron abrazados uno al lado del otro, ella necesitaba su protección, su apoyo, sus caricias, su fuerza, su compañía, hoy no se trataba de amarse como una necesidad física, si no, como una necesidad espiritual que ambos también estaban disfrutando, estar uno en brazos del otro, valía mucho más que mil tesoros juntos, esa noche le había hecho la promesa de cuidarla siempre y planeaba cumplirla, era su reina, la dueña de su corazón, la luz de su vida, la esperanza de que el amor sería capaz de derrumbar todas las barreras que los separaban para ser completamente felices juntos como tanto lo deseaban, ahí perdido en sus pensamientos y con una sonrisa incomparable dibujada en sus labios de la felicidad tan grande que sentía en ese momento por tener a la mujer que amaba entre sus brazos, el cansancio y el sueño lo vencieron hasta quedarse dormido profundamente.