Historia que quiero dedicar a Gabriela Cordón después de nuestra conversación de hoy. Tú ya sabes, cariño. Y espero te guste y te saque muchas sonrisas :)
¡Maldición! ¡Me lleva…! ¡¿Cómo demonios fue a pasar esto?! Se reprochaba a sí mismo el hanyo.
Y ahora, ¿cómo demonios iba a hacer para regresar a Kagome a la normalidad?
Ya comenzaban todos a desesperarse. Llevaban media tarde buscando el bendito hongo púrpura con lunares amarillos que se encontraba escaso en aquella zona; tal como les indicó la anciana Kaede. Pero por más que habían recorrido todo el lugar no lo encontraban.
Inuyasha regresó al punto de encuentro formado por un enorme árbol frondoso y una roca que en cuanto a altura, a él le llegaba a las caderas. Sacó a Kagome de su pecho por donde ella sólo asomaba la cabeza, pues no tenía otro lugar donde cargarla más que entre sus ropas y la dejó sobre la roca. Enseguida, se puso en cuclillas para quedar a su altura.
—¿Estás bien, Kagome? —Preguntó el hanyō, sintiendo cómo las gotitas de sudor aparecían en su frente por la desesperación.
Estaba preocupado. Realmente preocupado y eso, sólo lo hacía enfadarse con él mismo por no haberla protegido. Todo porque salió sólo con Miroku a acabar con un demonio de bajo nivel y en su ausencia pasó ese terrible desastre: Kagome estaba tan pequeñita que ahora, en ese estado, podía ser aplastada por cualquier cosa. Apretó los ojos no queriendo imaginar una escena tan terrible. No permitiría que algo así pasara.
La aludida sólo asintió con la cabeza, afirmando que estaba bien. Sin embargo, las preguntas no abandonaban su mente: ¿Y si no volvía a la normalidad? ¿Y si se quedaba pequeñita para siempre? No quería desesperar más a Inuyasha pero estaba a punto de colapsar ella también, después de todo estaba por anochecer y ella y sus amigas, seguían así: diminutas. Lo peor, es que se sentía tremendamente culpable por llevar a Sango y a Rin a esta situación.
La desesperación comenzaba a adormecerle las mejillas a Inuyasha ¿Cómo era posible que en todo ese maldito rato, no hayan encontrado el famoso hongo que solucionaría tamaño problema? Que irónicamente era uno gigante. Aquella situación comenzaba a hacerlo perder el enfoque y como siempre... la frustración lo llevaba a actuar de la peor manera:
—¡Esto es tu culpa Kagome! No debiste ser tan descuidada.
—¡¿Qué dices?! —bufó con voz muy chillona producto de su pequeñez y poniéndose de pie sobre la roca, colocando los brazos en jarra, añadió—: ¡¿Cómo iba a saber que esos hongos nos iban a dejar así, Inuyasha?! ¡Yo sólo quise ayudar en el almuerzo! —Sabía que era su culpa, pero que él se lo restregara en la cara la ponía peor.
Lo cierto es, que aquel día Kaede se encontraba algo ocupada… Kagome y Rin (que estaba de paso por la aldea, pues Sesshōmaru la dejó y solo se fue sin decir nada como era habitual) se ofrecieron para traer hongos y cambiar un poco el sabor del estofado dándole otro toque. Sin embargo, ninguna se dio cuenta que entre ellos había un hongo mágico capaz de reducir notoriamente el tamaño de quien lo comiera. Y así fue que las tres chicas quedaron tan pequeñas que podían caber en la palma de una mano. Kaede llegó a almorzar justo cuando la tragedia había sucedido.
—¡Pues, debiste preguntar antes de cocinarlos! —bufó el hanyo.
—¡Abajo! —chilló la miko y el Kotodama se activó haciendo que Inuyasha se estrellara de frentón en la tierra. Se quejó un poco por el dolor del impacto y enseguida levantó la cabeza para reclamarle a Kagome de utilizar el conjuro. Sin embargo, la imagen ante él, por alguna razón, evitó que salieran esas palabras. Y es que, al verla ahí tan pequeñita e indefensa, con su ropita de colegio todo en miniatura, con el ceño fruncido y enojada cual niña berrinchuda, hizo que se viera demasiado adorable y el hanyō no pudo evitar mirarla con detención: era tan bonita que graciosamente en ese tamaño, por más que ella le hablara enojada, no podía sentir más que una enorme sensación de ternura hacia ella y sin poder remediarlo se sonrojó. Kagome, al darse cuenta de lo que provocó en él, también se ruborizó y por su pequeñez, parecía que su cara era una pequeña cereza.
—¡Bájeme, monje pervertido! —exclamó la exterminadora que traía también carita de cereza, mientras pataleaba sentada sobre la mano de Miroku. Aquello la avergonzaba sobremanera.
—Sanguito, si te bajo no nos seguirás el paso.
—Puedo ir perfectamente sobre Kirara —refutó frunciendo el ceño y cruzándose de brazos. Pues en el fondo, la exterminadora no creía en las palabras del monje, puesto que éste, no había dejado de sonrojarse durante todo el camino y estaba segura que no se trataba de un sentimiento de ternura por parte de él.
—No, no me arriesgaré a que te caigas, eres muy pequeña, Sango —refutó el monje.
—Pues yo creo que usted, sólo se está aprovechando de la situación… ¡Y no me trate como a una niña!
—Pues, déjame decirte que si sigues pataleando así, puedes llegar a parecer una verdadera niña.
—¡Ash! Ya verá, cuando vuelva a la normalidad —bufó la exterminadora.
Kagome miró a sus amigos que ya se reunían nuevamente en el punto de encuentro fijado por ella cuando comenzaron la búsqueda. Inuyasha, seguía en el suelo después del conjuro y al ver al parcito que llegaba discutiendo, se puso de pie y sacudió su ropa.
—¡Miroku, Sango! ¿Encontraron algo? —preguntó ansioso el hanyo.
—Nada —respondió el monje.
—¡Demonios!
Para colmo, Rin se encontraba en la aldea con el mismo "pequeño gran problema". Y frente a esa situación; Inuyasha estaba convencido de que si Sesshōmaru llegaba y encontraba así a su protegida, iba a querer asesinar a Kagome por hacerla comer esos hongos y él obviamente iba a interferir, porque no iba a dejar que le tocara un solo pelo a su ahora diminuta Kagome.
¡Maldición!
Mal, todo iba mal… ¿Qué le iba a decir a la familia de Kagome cuando tenga que volver a su casa?
No, no puede ser, ¿Qué voy a hacer?… Se preguntaba internamente.
Kagome comenzó a llorar, pues el hecho de estar tan diminuta la volvía también frágil de sentimientos, casi como una niña. Sango solo abrazó sus rodillas, aún estaba sentada sobre la mano de Miroku y pensaba que, si se quedaba así de pequeñita, Miroku siempre la miraría como una niña y no como a una mujer.
No, por Dios. Esto tiene que solucionarse. Pensó la exterminadora.
Inuyasha volvió a tomar a Kagome en sus manos y la acercó a su rostro.
—No, no llores Kagome… Escucha, yo voy a protegerte siempre, no importa el tamaño que tengas yo siempre te… —Solo de la desesperación, casi se confiesa, pero se arrepintió— No te preocupes, no dejaré que nadie te lastime...
—Yo también te protegeré, Sanguito.
—¡¿Qué?! ¡No sean babosos y busquen el maldito hongo! —exclamó molesta, Sango— El único que nos va a aplastar como insectos será Sesshōmaru si no regresamos con una solución para Rin.
—¡Muchachos! ¡Lo encontré! —gritó el pequeño zorro desde las alturas, mientras usaba su transformación de globito.
Los rostros de todos fueron iluminados por la felicidad y la radiante esperanza de que por fin todo ese terrible problema terminaría.
—¡Inuyasha! —gritó Shippo—. ¡Tendrás que subir hasta la copa de este árbol! ¡El Hongo está aquí arriba!
—Vaya, con razón no lo encontrábamos —dijo Kagome, secándose las lágrimas, con una sonrisa de oreja a oreja
—Pues, es un hongo bien raro, por lo general no crecen a mayor altura —dijo Shippo.
—Es cierto, los que encontramos con Rin estaban junto a la raíz de un árbol.
—Shippo tuviste una excelente idea al buscar por aire —dijo feliz la exterminadora poniéndose de pie sobre la mano del monje.
—¡Buen trabajo, enano! ¡Voy enseguida!
—Espera Inuyasha, iré yo... Creo que debemos ser delicados con este asunto —Dijo el monje intentando inútilmente ser sutil para no herir los sentimientos de su amigo, pero no lo consiguió, pues el hanyō arremetió de inmediato:
—¡¿Estás diciendo que soy bruto y no seré delicado con algo tan importante?! —cuestionó el aludido algo ofendido.
—Es mejor prevenir… —respondió el monje—. Sango espérame aquí —puso a la pequeña mata demonios en la roca y llamó a Kirara, pues la necesitaba para que lo transportara hasta la copa del árbol.
—¡Khe! Como quieras, pero si lo arruinas lo pagarás, Miroku. —claudicó el hanyō cruzándose de brazos y escondiendo sus manos en el interior de cada manga.
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Cuando llegaron a la aldea, lo primero que vieron fue la imponente figura del Daiyōkai hablando con la anciana Kaede quien sostenía en sus manos a Rin. Sesshomaru miró al grupo que se aproximaba y en su rostro sólo podía leerse el disgusto por los recién llegados.
El grupo se detuvo y el silencio reinó en el lugar. Casi pudo escucharse el trago seco de saliva que cada uno hizo frente a tan intensa mirada que el Daiyōkai les dedicó.
—Dios… Creo que está furioso. Puedo sentir su aura demoniaca —dijo Sango.
—Creo que todos ya la sentimos —confirmó Miroku.
—Ja! Mire amo bonito, aquí viene el grupo de inútiles ¿Cómo es posible que nos entreguen así a la chamaca?
—¡Ya callate, idiota! ¡Ya trajimos la solución! —dijo Inuyasha avanzando finalmente frente a la mirada profunda de Sesshōmaru, no le temía, pero sí lo respetaba. Y no pudo evitar que su instinto de protección hacia la miko prevaleciera, por ende, llevó su mano al pecho para cuidar el diminuto cuerpo de Kagome, de las poderosas garras de su hermano. No podía confiar en Sesshōmaru, porque la verdad que sí estaba furioso; él podía sentirlo también.
Rin, le dio la bienvenida al grupo. Como siempre, su alegría llenaba todo el lugar amenizando el ambiente que cuando llegaron, parecía cortarse con cuchillo por la molestia de su protector.
Sesshōmaru no pronunció palabra alguna. Para él era innecesario; Kaede ya le había contado todo y se quedó esperando fuera de la choza a que terminaran de preparar la seta que volvería a Rin a la normalidad. Luego se marcharía con ella y Jaken. Sin embargo, el pequeño diablillo verde, decidió entrar a la choza para acompañar a Rin.
Una vez adentro, Kaede preparó la olla para hervir las setas que le entregaría Miroku y todos se acomodaron en el suelo junto al fogón, a excepción de Kaede que preparaba la sopa y Jaken que se quedó de pie.
—Que alegría que hayan encontrado el hongo —dijo Kaede vaciando agua a la olla y llevándola al fuego para calentarla—. No saben lo preocupada que estaba. Estos hongos salen solo una vez al año y siempre es un par de ellos, pero solo uno de los dos hace el efecto contrarrestante del hongo que las hizo pequeñas, ya que el otro, es un hongo normal y no produce efecto alguno.
—¡¿Qué?! —dijeron al unísono todos los que habían ido por los hongos.
—¿Eh? —pronunció la anciana, mirándolos algo desconcertada por la repentina reacción de los chicos—. Sí trajeron los dos ¿verdad?
Pese al diminuto tamaño que Sango tenía; Miroku sintió los quemantes ojos de la exterminadora echando chispas, sin que él le devolviese la mirada aún. El monje comenzó a sudar, pues todos tenían los ojos clavados en él. Esperando una respuesta. Se aclaró la garganta para que sus argumentos sonaran lo más inteligente posible y soltó:
—Bueno, consideré que podían haber posibilidades de fallo, por ende, creí que lo mejor sería conservar el otro en su estado natural, —sacó el único hongo de entre sus ropas— así, el otro hongo no perdería su frescura, en caso de tener que volver por él, y…
—¡Eres un idiota, Miroku! —Exclamó Inuyasha sin dejarlo terminar su explicación.
—¡¿Pero cómo no se le ocurrió traer los dos, excelencia?! —reprochó Sango.
—Ash…! Monje bueno para nada. Yo vi los dos hongos —siguió Shippo—. ¡Creí que habías cortado los dos!
—¡Esto es imperdonable! Ahora sí que tendrán que vérselas con mi amo bonito por dejarme a la chamaca como una pulga —chilló el diablillo verde y Rin se mantenía en silencio observando asombrada la discusión.
—Es muy fácil juzgar, cuando no se hizo el trabajo difícil —dijo el monje intentando mantener la calma.
—¡Pues tú no dejaste que fuera yo a cortarlos, Necio! —exclamó Inuyasha.
—¡Bueno, tranquilos! —dijo Kagome con su aguda voz intentando calmar los ánimos. Probemos con este que tenemos, aún no sabemos si es el correcto o no.
—Bien, vamos a ver —dijo Kaede—. La sopa de hongo mágico está lista.
La vieja miko sirvió la sopa en tres cucharas, una para cada pequeña mujer. Éstas bebieron lo que ya parecía una pócima, bajo la mirada atenta de todos los presentes que esperaban suplicantes los buenos resultados de la misma.
Pero nada sucedió. Las chicas, seguían diminutas.
Kaede negó con la cabeza y los ojos ahora se depositaron en ella.
—Lo siento chicos, no funcionó.
—P-pero tal vez deben beber más o tal vez, deben esperar un poco más de tiempo —dijo nervioso el monje.
—No, monje Miroku. Esto es instantáneo. Y no sucedió el cambio.
—Bien —dijo Inuyasha y se puso de pie—. Iré por el otro hongo —Sacó a Kagome de entre sus ropas y la acercó a su rostro para hablarle—: Quédate aquí Kagome, así iré más rápido. —La aludida asintió y dio dos pestañeos que volvieron a enternecer al hanyō y lo hizo enrojecer. Pero, no alcanzó a bajar de la mano de Inuyasha cuando entró Sesshōmaru a la choza y todos se quedaron mirándolo en silencio.
Luego de que el ambiente se volviera incómodo para todos, el Daiyōkai habló:
—Rin, sube —ordenó a la niña estirando la palma de su alba mano para que esta abordara. Luego de responder sin una pizca de duda, con un enérgico y chillón sí, la más diminuta de las chicas subió a la mano de su protector y enseguida, éste se giró para salir de la choza.
—Amo bonito, no me deje aquí, ¿a dónde va? —chilló el diablillo, mientras seguía a su amo.
—Sesshōmaru, ¿qué haces con Rin? —Cuestionó bufando Inuyasha con el ceño fruncido y los puños apretados. Su hermano lo sacaba de quicio— ¡Debes esperar a que Rin consuma el hongo correcto!
El aludido lo vio de soslayo y dijo sin detenerse:
—No esperaré a que un incompetente como tú solucione esto, Inuyasha —y dicho esto se fue volando.
—¡Agh! ¡¿Qué dijiste?! —Exclamó indignado el hanyō.
—¡Por todos los dioses! Sesshōmaru le dará el hongo a Rin y nosotras nos quedaremos así hasta el próximo año, cuando vuelva a crecer un hongo de esos ¡No puede ser! —Exclamó Kagome con voz aún más chillona y las manos agarrándose el rostro; espantada, pensando en que la vida se le iba de las manos— ¡Vamos Inuyasha, sigámoslo! —dijo finalmente.
—S-sí. —Inuyasha volvió a asegurar a Kagome en su pecho y se dispuso a correr tras su hermano mayor, mientras entre dientes decía—: Maldito sesshōmaru no permitiré que te lleves la única seta que queda.
—¡Excelencia, no se quede ahí mirando! Vamos con Kirara.
—Sí, pero tranquila Sango, Sesshōmaru no sabe dónde están los hongos —dijo el monje mientras montaba en la gata ya transformada en demonio.
—¡Ay, por favor! Ese tipo tiene más cerebro que todos nosotros, juntos.
¡Maldita sea, tiene razón! ¡Ya hasta los debe haber olfateado! confirmó el monje para sus adentros.
Y así el grupo se dispuso a seguir al Daiyōkai, aunque lo que no sabían; era que Sesshomaru sí tenía la intención de volver con la seta correcta para las tres chicas, sólo que como era de esperarse... no se los iba a decir.
Fin.
N/A: Hola, espero les haya gustado esta historia que pensé en un pispás... La verdad que vi esas bellas imágenes con las chicas pequeñas y fue como : wuuuooooooo... quiero escribir eso.
Mi querida Gabriela, espero te haya gustado.
Por favor vayan y corran ahora mismo a seguir al espectacular artista, miren que bellos fanarts y tiene muchísimos más. Aquí les dejo el enlace de su cuenta de Twitter: /pino_623
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Mi página de Fb donde también subo mis historias, entre otras cosas: Phanyzu.
Es todo...creo... aaaa no olviden dejarme su cariñito: háganme saber si les gustó esta historia, qué les pareció, críticas constructivas, etc... de verdad se agradece mucho.
Abrazos,
Phanyzu.
