¡He aquí mi aporte a la nación Chilumi por el día de los inocentes! Algo tarde, pero espero que les guste jeje. Sus comentarios siempre son bienvenidos, no olviden dejar uno en la sección de reviews uwu
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Los Heraldos también pueden caer
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El silencio de la noche era tranquilizador, incluso las personas que trabajaban en los puestos nocturnos ya se habían retirado a sus hogares; todo lo que podía oírse era el sonido de las olas a lo lejos. Se volteó con cuidado hasta que sus ojos se toparon con la figura dormida a su lado. Incluso su rostro, a pesar de todas las cosas, en ese momento lucía tan sereno. Sonrió de forma inconsciente mientras sus dedos le retiraban algunos mechones rebeldes de la frente, casi se sentía culpable por lo que estaba a punto de hacer… casi. Sin perder más tiempo se estiró todo lo que pudo por encima para alcanzar el pequeño objeto que descansaba sobre la mesita de noche, una de las tantas creaciones que venían de Fontaine; le dio un par de giros a la perilla y luego lo volvió a dejar en su lugar, tal y como lo había encontrado para no levantar sospechas. Y como si nada hubiera pasado, simplemente volvió a meterse bajo las cobijas y a acurrucarse entre sus brazos. Este juego ya empezaba a sentirse muy bien.
Arcontes, como odiaba ese sonido. Casi refunfuñando, estiró una mano a tientas hacia atrás para callar el terrible ruido; parecía que se adentraba en su cabeza solo para golpearlo con un martillo. Suspiró con cansancio. Al instante, su atención fue atraída por el suave quejido proveniente de la pequeña rubia que acababa de aferrarse con más fuerza a su pecho. Gorjeó con diversión ante aquello.
— Nena, tengo que irme.
— ¿Otra vez? — su voz adormilada sonó bajo contra su camisa.
— Sí, otra vez. — le acarició el cabello con suavidad mientras dejaba un beso en su coronilla. — Trabajo es trabajo, printsessa.
— Que rápido me cambias por el Fatui. — levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, ligeramente molesta. — Dijiste que irías conmigo a las comisiones de hoy.
Sí, eso había dicho el día anterior, justo unas horas antes de que uno de sus subordinados le informara que llegaría un nuevo grupo de reclutas a los que les tendría que dar el discurso de iniciación. Como el único heraldo en Liyue, no tenía de otra más que hacerlo, eran las reglas del Fatui, y desde ese día en el que Teucer se escabulló hasta el puerto, le había tocado el dichoso discurso en más de una ocasión; era normal, solo odiaba que interfiriera con sus planes.
—Prometo que acabaré lo antes posible para alcanzarte.
—Hmn, haz lo que quieras.
Antes de dejarle decir otra cosa se volteó para darle la espalda. Sabía que ella odiaba esto, él también lo hacía, así que no la culpaba; en más de una ocasión la había dejado sola marchándose siquiera antes de que despertara, pero no podía dejar de lado sus actividades en el Fatui. Suficiente había hecho tentando su suerte al estar con ella, el resto de sus compañeros ya eran conscientes, incluso sabía que los rumores de su relación habían alcanzado los oídos de la Tsaritsa, o al menos lo supo cuando recibió una carta desde Snezhnaya cerrada con el sello de su majestad. Una advertencia. Si bien le concedió su permiso, le había advertido que no descuidara su trabajo como heraldo, de otro modo, ella personalmente iba a intervenir. Su gracia y su bondad habían sido demasiado grandes con él; ser el más joven en entrar jamás entre los 11 del Fatui le habían dado ciertas ventajas, pero aun así, no estaba en posición alguna de querer arriesgarse a ganar la ira de su reina.
Le corrió el cabello hacia un lado y las marcas que había dejado anoche en su cuello quedaron a la vista. Sonrió con suficiencia por su excelente trabajo ahí; al menos así, aunque no la tuviera cerca, todo el mundo podría saber que ella era suya. Volvió a besar las marcas con suavidad antes de susurrarle al oído.
—Te lo compensare, enserio. Puedes pedirme cualquier cosa que desees cuando regrese.
No esperó que le respondiera, sabía que lo más seguro es que no lo hiciera, así que solo salió de la cama y se vistió a prisa. Los minutos pasaban y se le hacía tarde. Cuando estuvo listo, le dio un último vistazo antes de salir.
—¡Te amo, prometo que llegaré temprano!
Eso fue lo último que escuchó anterior al sonido de la puerta al cerrarse. Esperó unos segundos antes de levantar la cabeza, asegurándose de que realmente ya no estuviera ahí. Cuando supo que estaba sola, una pequeña sonrisa maliciosa asomó en sus labios.
—Por supuesto que sí cariño, claro que llegarás temprano…
Bajó de la cama en un salto; era momento de empezar con el plan.
Estaba más oscuro que de costumbre o eso le pareció, no estaba muy seguro, aunque tampoco le dio tanta importancia, no cuando su mente vagaba en la chica que se había quedado en su cama. Si acababa con suficiente tiempo podría conseguirle algún regalo para que no siguiera molesta con él, esa era una buena idea. Quién diría que alguien como él acabaría sonriendo como un tonto por una mujer, si se lo hubieran dicho cuando le encomendaron la misión en Liyue, se habría reído en sus caras.
Llegó al punto de encuentro en cerca del Estanque Chingxu en donde se supone que vería a los nuevos reclutas, sin embargo encontró el lugar vacío. Si sus cálculos estaban bien ya deberían estar aquí; se iba a asegurar de castigarlos por cada minuto que tuvieran de retraso, nadie hacía esperar a un presagio y salía ileso para contarlo. Pero los minutos siguieron pasando hasta convertirse en horas, unas en las que ya se había cabreado lo suficiente. Se enderezó del pilar en el que había estado apoyado dispuesto a largarse; esto ciertamente iría en un reporte directo hasta la Tsaritsa. Si los reclutas no eran capaces de seguir una simple indicación, ni siquiera merecían formar parte de las filas en el Fatui. Pero antes de volver al banco, tal vez usaría ese guardián de las ruinas que acababa de ver para desquitarse.
— ¿Nadie sabe nada al respecto?
— No, nadie más estaba en ese momento.
— Esto no será nada bueno…
— ¿Hay más malas noticias acaso?
Todos los presentes se sobresaltaron ante la nueva voz que venía desde las puertas de entrada. Algunos se pararon firme a modo de saludo, otros corrieron de regreso a sus puestos; por su expresión, todos sabían que no estaba del mejor humor.
— ¡Lord Tartaglia!
El presagio se adentró con paso firme hasta la recepción donde se encontraba Ekaterina, del otro lado del mostrador, un soldado Fatui.
— Maestro Childe-
— Quiero los informes de llegada de los reclutas de hoy. La hora exacta en la que desembarcaron en el puerto y a dónde fueron. Necesito una explicación de por qué no llegaron al lugar acordado.
— So-sobre eso, señor.
— Qué.
La paciencia del heraldo simplemente se estaba agotando.
— Lord Tartaglia. — el soldado tomó la palabra. — El grupo fue encontrado en el Mar de Nubes, todos estaban inconscientes.
Frunció el ceño.
— ¿Inconscientes? ¿Alguien sabe qué pasó?
— No, señor. Ninguno ha despertado aún y no habían patrullas cercas en ese momento.
Se llevó dos dedos al puente de la nariz mientras intentaba calmarse. Esto no podría estar mejor.
— Quiero que consigas un informe detallado en cuanto despierten, tráelo directamente hasta mí y no pienses en volver sin él. Ahora, largo de mi vista.
— ¡S-sí, señor!
El soldado salió lo más rápido que pudo mientras el resto del personal no podía evitar mantenerse tenso. Sabían mejor que nadie que meterse con el onceavo cuando estaba molesto era como cometer suicidio. Por desgracia, la única que no podía correr a algún otro lugar era su pobre secretaria.
— Ekaterina, asegúrate de que esos reclutas estén ahí para mañana o consígueles un barco de regreso a Snezhnaya antes de que yo los encuentre personalmente.
— Sí, señor.
— Bien.
— Um… Maestro Childe… — el pelirrojo le dio una mirada que le indicaba que se diera prisa en lo que fuera que quisiera decir. — Su-su cuello, tiene…
No terminó la frase, simplemente desvió la mirada avergonzada y con las mejillas ligeramente tintadas. Childe le miró sin entender del todo. Se dirigió hasta su oficina escaleras arriba y se asomó al pequeño espejo que colgaba en la pared cerca de la puerta. Instantáneamente sus ojos viajaron hasta los moretones que se esparcían por su cuello, ni siquiera se había fijado en ello cuando salió de su apartamento. Suspiró con diversión cuando sintió su rostro calentarse; él no había sido el único con esa idea al parecer. No tuvo más remedio que abotonarse el cuello de la camisa y aun así todavía había uno que se asomaba, decidió que lo dejaría así, después de todo, no es como que no se hubiera paseado ya por todo el puerto exhibiendo las marcas que su novia le había dejado. Y hablando de ella… Lo mejor sería alcanzarla ahora. Bajó los escalones de dos en dos y sin siquiera voltearse en dirección a la recepción, les indicó que estaría fuera el resto del día para que nadie le molestara.
Su siguiente parada fue el gremio de aventureros, Katheryne era la que mejor sabría dónde podía estar Lumine en este momento, o al menos eso se suponía.
— La señorita Lumine no tomó sus comisiones hoy. Dijo que volvería a Mondstadt.
— Qué…
No, tenía que haber un error. ¡Definitivamente tenía que haber una equivocación en eso! ¿Por qué volvería a Mondstadt sin siquiera decirle a él? En ningún momento mencionó nada al respecto. ¿Acaso realmente estaba tan molesta por lo de esa mañana? No, seguro tenía que ser otra cosa. Aun así, no pudo evitar el miedo que le recorrió ante la sola idea de que ella realmente se hubiera ido por su culpa. Saltó hasta el otro lado de la acera y entró hasta el restaurante Wanmin, si Paimon seguía ahí con Xiangling significaba que Lumine aún estaría cerca, pero por desgracia, la joven cocinera le dijo exactamente lo mismo que la recepcionista del gremio. Ya sentía el repiqueteo de su corazón en los oídos cuando llegó sin aliento hasta su apartamento; ninguna de las cosas de la rubia estaban dentro… Se pasó las manos con desesperación por el cabello, esto no podía estar pasando. Volvió a la carrera de nuevo, quizás aún podría alcanzarla en el camino; correría hasta Mondstadt si hacía falta.
— Esas brochetas estaban deliciosas, ¡Paimon siente que ya no puede comer nada más!
— Jajajaja, puedo apostar a que si olieras otra cosa deliciosa tu estómago volvería a hacer espacio.
— Mmm, solo si es algo muy delicioso. Oh… Lumi…
Las risas se cesaron cuando el hada indicó hacia adelante a la figura de Childe que se acercaba hasta ellas. Lumine se cubrió la boca con la mano en cuanto se fijó bien. Se veía terrible y sin aliento. Traía la chaqueta bajo el brazo y el cuello de la camisa abierto de nuevo, exhibiendo la serie de pequeños hematomas; su cabello estaba desordenado y se le pegaba ligeramente a la frente por el sudor, además su ropa se veía cubierta de tierra. A juzgar por el tiempo que supuso le tomaría darse cuenta hasta ahora que estaba anocheciendo, y si hubiera seguido las pistas que ella le dejó pateando a todos los grupos Fatui que encontró, estuvo corriendo por al menos un par de horas.
— Paimon no piensa quedarse para ver cómo acaba esto.
Con un simple ''puff'' desapareció a su mundo de bolsillo para dejarla a su suerte. Tuvo que morderse el labio y respirar hondo para evitar reírse mientras él se acercaba hasta quedar frente a ella.
— Creí que te habías ido a Mondstadt…
Cerró los ojos y se concentró. Tenía seguir tal y como se suponía que lo haría.
— Y debería. Nunca llegaste. — frunció el ceño e hizo su mejor esfuerzo por parecer enfadada.
— Fui hasta el gremio, ni siquiera tomaste tus comisiones hoy. ¿Qué pasó, Lumine?
— ¡Eres un idiota, eso es lo que pasa! ¡Te vas todo el tiempo, ni siquiera te importa que esté esperando a tu hijo!
— ¡Sabes que no puedo dejar mi…! Espera. ¿Qué acabas de decir?
La sorpresa lo golpeó como un slime cryo, ni siquiera estaba seguro de que su mente procesara del todo la información. Vio a Lumine apartar la mirada y mantenerse en silencio por lo que le pareció una eternidad, él tampoco sabía qué decir, todo lo que supo fue que la jaló en un abrazo en cuanto recuperó el control sobre su cuerpo, dejando caer su chaqueta en el proceso. ¿Así que era por eso que se había estado comportando extraño? ¿Esa era la razón por la que estaba tan molesta? Arcontes, tenía demasiadas cosas corriendo a toda velocidad en su cabeza en este momento, pero todas y cada una parecieron esfumarse cuando sintió su risa ahogada contra su pecho. Confundido, aflojó el agarre y ella se apartó para verlo a la cara. Se estaba riendo con tanta fuerza que incluso vio cómo las lágrimas se asomaban por el borde de sus ojos. ¿Qué rayos estaba pasando?
— Lo-lo siento jajajajaja. En serio, no-no pensé que… que jajajajaja. Lo siento, perdóname por todo.
La vio sujetarse el estómago y cubrirse la boca en un intento fallido por acallar las risas. No estaba entendiendo nada.
— Es… Es primero de Abril. Día de los inocentes. Jajajjajaajaj.
Cuando la comprensión lo golpeó fue cuando todo tuvo más sentido.
— Lumine, tú…
— Sí, fui yo. Todo-todo lo que pasó hoy, fui yo. — confesó secándose los ojos e intentando recobrar su respiración normal. — Ayer cambié las indicaciones de tus reclutas y los envié hasta el Mar de Nubes. Luego adelanté el despertador tres horas para tener tiempo suficiente mientras tú estabas en el supuesto punto de encuentro, así podía darles un… entrenamiento personal a tus nuevos reclutas.
— ¡¿Tú fuiste la que los dejó inconsciente?!
La rubia se encogió de hombros.
— En mi defensa, eran bastante débiles. Deberías agradecerme por haberles enseñado un par de cosas. — le dio un pequeño guiño antes de sonreírle con inocencia.
— Espera, qué hay de tus cosas, y de lo que dijo Katherine y Xiangling sobre que te ibas a Mondstadt.
— Pues… tuve tiempo suficiente. Solo metí mi ropa en un bolso y lo arrojé detrás del sofá. Con suerte, no te ibas a dar cuenta. Lo de Mondstadt, solo les pedí que te dijeran eso.
Se pasó una mano por la frente mientras se reía de sí mismo, por lo fácil que había caído en su trampa, en todas y cada una de sus bromas. Increíble. Un soldado entrenado y se tragaba algo tan simple.
— No puedo creer que en serio hayas hecho eso, nena. Eres terrible, ¿lo sabías?
Ella solo se encogió de hombros sin dejar de sonreírle.
— Espera, entonces… ¿Eso quiere decir que tampoco estás embarazada?
— No, Childe. Sí estoy embarazada. — se acercó hasta él con seriedad y susurró lo suficientemente bajo como para que solo él pudiera escucharla. — Pero no es tuyo.
Le vio abrir los ojos con sorpresa y antes de dejarlo reaccionar se echó a correr lo más rápido que pudo sin dejar de reír. El pelirrojo levantó su chaqueta de un solo tirón antes de ir tras ella.
—¡Vuelve aquí ahora, Lumi! ¡¿Cómo que no es mío?!
No, ella realmente no estaba embarazada, solo era otra broma más por el día de los inocentes. Pero eso no evitó que Childe le hiciera pagar todas y cada una de ellas esa noche cuando consiguió atraparla y la llevó cual saco de papas de regreso a su apartamento.
