Cenizas
Que sentimiento tan extraño era quemar. Siempre fue cátedra para todas las personas de la caverna que emplear fuego, ya sea con babosas o a mano, fue un asunto de enorme delicadeza. En circunstancias normales, el poder de las babosas se controla para no generar mayor daño que unas cuantas quemaduras de primer o segundo grado. Pero ver el descontrol del fuego en su máximo esplendor fue un asunto completamente diferente.
Una niña lo veía en carne propia. Cómo las llamas consumían todo sin piedad; un sentimiento desolador para ella. El ardor, las cenizas que caían a su alrededor, el olor a gas, la irritación de los ojos. Fue hipnótico, pero caótico y atrayente.
El quiebre de su ilusión fue, irónicamente, más fuego, producido por la chispa que produjo semejante devastación. Una babosa negra, con una marca en su zona inferior simulando una llama de un color claro; esos ojos, esos colmillos, cualquiera que la viera concordaría que era una babosa poseída por el mismo diablo. Sin embargo, a pesar de la intimidante apariencia, la demoníaca babosa le brindaba un calor reconfortante a una niña devastada por la casa en llamas que presenciaba.
La niña vio a la babosa intentando llamar su atención, sin saber cuánto tiempo lo había intentado. Mostró la palma de su mano para que la babosa se subiera a ella para dirigirla a su hombro donde podría visualizar mejor el daño producido por ella; la hipnosis volvió.
Un tiempo después, un rocío del orificio de una babosa acuática empezó a consumir las llamas del hogar, como un dispensador de agua que había en las instalaciones de las cavernas modernas. Cuando el fuego se consumió la babosa volvió a su estado natural y cayó sobre la mano de su lanzador.
El lanzador era un adulto joven, con la sombra de barba finamente recortada, de ojos azules y un pelo negro complementado por un mechón de pelo sobresaliendo de su frente; el protector de las noventa y nueve cavernas, Will Shane.
El protector sólo pudo contemplar el caos del fuego. Entre las cenizas de la casa, una pequeña babosa de color naranja, con barriga y líneas en su cabeza de color amarillo fue a donde Will. Con una negativa, Shane siseó de frustración. Llegó lo más pronto que pudo para apaciguar el terrible incendio, pero fue demasiado tarde. Se frustró de la gente por no colaborar, de él por fallar. Fue otro fracaso de los muchos que conlleva ser el protector de Bajoterra.
Sin embargo, antes que Will se fuera, vio a la niña contemplando el fuego. Comprendió algo más la situación y su sentido de culpa sólo se multiplicó. Su babosa Inferno, Burpy, confirmó la nula supervivencia de alguna persona en el hogar, pero sabía que había personas en ella. No queriendo dejarla sola, llevó a su mecabestia hasta la niña.
Cuando Will vio a la niña, fue un recital de emociones para la niña y para él. Sus ojos, llenos de dolor y desesperación, en un estado catatónico ligado al evento. Una niña que no debía tener esos ojos, que nadie debería tener, pero menos a una edad donde la inocencia y el amor debían prevalecer. Esa niña lo perdió todo, absolutamente todo.
— Hola — Saludó Will, sin respuesta alguna.
Will no sabía cómo actuar en esa situación. Con un suspiro profundo contempló su próximo movimiento, aunque fuera algo brusco. Bajando de su mecabestia, caminó hasta ella y apoyó su mano en su hombro derecho… o esa fue su intención.
Antes de poder tocar el hombro de la niña, una babosa nunca vista intentó morderlo. Con los ojos llenos de furia dirigidos hacia Will. El protector de las cavernas no pudo evitar estremecerse un momento ante la clase de babosa que era. No solo era su apariencia; los chillidos de desconcierto y miedo de sus babosas no ayudaron en nada. Como guinda del pastel, Burpy miraba a la babosa con cierto recelo, compasión y ansiedad.
— ¿Qué clase de babosa eres tú? — Comentó en voz alta, intentando acercarse nuevamente hacia la niña la babosa intentó volverlo a morder —. Tranquila pequeña, no quiero hacerle daño — Sin embargo, la babosa no se inmutó.
Will observó cómo Burpy intentaba razonar con ella, pero resultó en vano. No tenía idea si la niña era consciente de la babosa que estaba sobre ella, pero era intuición básica que, a pesar de la apariencia amenazante y la peligrosidad de la babosa, esta se preocupaba por la niña.
— Niña, mi nombre es Will Shane. No sé si me estás escuchando, pero si lo haces solo quiero decirte que quiero ayudarte. No puedo imaginar el dolor que debes estar sintiendo. Sólo… — Quedándose sin palabras, Will paró de hablar; pese a que llevaba una cantidad decente de años como protector, esta era la primera vez que tenía que lidiar con algo como esto.
La babosa demoníaca pasó de gruñidos a verdaderos alaridos venidos del mismo averno, marcando un claro territorio entre Will y la niña. Will no entendió la reacción repentina de la babosa, pero la comprendió al ver nuevamente a la niña. Como si sus palabras fueran el catalizador del desbordamiento de una represa, la niña empezó a sollozar, ocultando su rostro entre sus piernas y sus gritos entre los alaridos de furia de su babosa. Burpy saltó hasta el hombro de la niña, antes de que Will pudiera reaccionar. Se acercó a la babosa demoniaca, solo para ser repelida con agresividad por esta.
— ¡Burpy! — Exclamó Will, más perdido de lo que estuvo desde hace mucho tiempo —. Esa babosa no nos permitirá acercarnos hasta la niña, pero no quiero lastimarla, ¿Qué haré?
Para la respuesta a su problema, su babosa Bubbaleone entró en acción. Usando una burbuja lo suficientemente potente para encerrar a la babosa demoníaca, la bubbaleone lanzó dicha burbuja en la retaguardia de la babosa, aprovechando lo distraído que estaba con Burpy y él.
Will asintió en agradecimiento. Tanto Bubbaleone como muchas de sus babosas vigilaron a la babosa oscura para que no continuara interponiéndose entre él y la niña.
— Retener, no lastimar, el solo desconfía de nosotros — Instruyó Will, aunque había algo de recelo entre sus babosas con respecto a la siniestra babosa, sabían que no debían actuar precipitadamente, en especial por una orden directa de Will.
Sin mirar atrás, Will abrazó a la niña sin dudar por un segundo, la chica no reaccionó en respuesta. Will quería acompañarla en el duelo que estaba pasando por su mente y algo que la marcaría de por vida. Así continuó por un rato, con sollozos más débiles y sin tanto lagrimeo como en un principio. Por unos instantes, Will pensó que la niña se había quedado dormida.
— Fue mi culpa — De un susurro fantasmal, una dulce y apagada voz resonó en los oídos de Will.
Sabiendo que la voz pertenecía a la niña, Will retiró el abrazo para ver el rostro de ella; las fuerzas que necesitó para no despedazarse al ver a la chica tan destrozada fueron mayores a un enfrentamiento con el Doctor Blakk.
— ¿Cuál culpa? — Preguntó Will, sin entender bien lo que decía la niña.
— Mis padres están muertos por mi culpa.
— ¡No, no es así! — Exclamó Will horrorizado por la mera implicación de las palabras —. El incendio, no fue tu culpa, no pienses de esa forma.
— Fue mi culpa — Repitió la niña, como si nada de lo que dijera Will la haría entrar en razón —. Yo provoqué el incendio. Yo maté a mis padres.
El horror del protector se incrementó a niveles exponenciales, sin creer lo que escuchaba. Todo lo que comprendió se vio distorsionada con esa declaración. Sin embargo, no se debía de ser un genio para saber que, incluso si era verdad y la niña provocó el incendio, no fue su intención. Aun así, esto solo complicaba aún más la situación.
— Sé que esto es repentino, pero no podemos quedarnos aquí. Ven, toma mi mano — Incitó Will, pero no recibió respuesta de la niña que seguía murmurando para sí misma —. Por favor.
No recibió una mano, en su lugar lo que recibió fue un fuerte mordisco en la pantorrilla. A pesar de lo pequeña de la herida, la profundidad de esta era bastante problemática. Con un quejido de dolor, Will vio la fuente del agudo dolor para apreciar a la babosa de la chica enterraba sus colmillos en su pierna. En reacción, vio cómo estaban sus babosas, todas, con excepción de Burpy que estaba algo lejos de la babosa, en el suelo desmayadas. Tan concentrada estaba con la niña que no se percató del peligro que corrían sus babosas.
— ¡Suéltame! — Bramó Will, sin resultado alguno.
— Flare, suéltalo — Saliendo del trance, la niña ordenó con calma a la babosa que detuviera su rabieta.
La babosa demoníaca, obedientemente, acató la instrucción de la niña, saltando hasta las manos de ella. La niña solo abrazó a la babosa entre sus manos para después levantarse de su posición, sin mucha energía en sus movimientos, algo torpe incluso.
— Te tengo — Dijo Will, ayudando a la niña para que se apoyara en él a pesar de que no había flaqueado su paso; ella no replicó.
Se alegró que la niña hubiera reaccionado. Pese a que conllevó algo de dolor (algo que Will Shane estaba más que acostumbrado por las múltiples contusiones brindadas por sus enemigos), eso dejaba ver que estaba mostrando una mejor respuesta que hace unos minutos. Aun así, no era una situación para celebrar.
Para nada.
— Quiero enterrarlos — Pidió la niña, ambos sabiendo a quién se refería —. En la cocina, mi Ma… ella guardaba un equipo de jardinería, ¿Podrías revisar si pueden ser utilizados?
— Seguro.
Aunque no quería dejarla sola, Will era el único adulto de la zona ya que los demás huyeron a un lugar seguro. Uno pensaría que alguien se pondría la capa de héroe para amortiguar el daño del fuego y resultó que ni un alma intentó salvar a la familia de una niña ahora huérfana. Que cruel.
Corriendo hasta el hogar, Burpy lo guió hasta la ubicación que decía la niña. Entre tanta ruina fue difícil discernir entre todo el desplazamiento del hogar, aunque se pueda intuir dónde estaba cada cosa. Will llegó hasta la cocina, y la imagen que vio lo espantó: dos cadáveres carbonizados. Apenas se podía distinguir la figura humanoide de esta, además de un terrible olor a carne quemada. Fue simplemente inhumano.
Haciendo lo posible para ignorar los cuerpos por el momento, Will buscó por los alrededores para encontrar los susodichos implementos de jardinería. Le resultó extraño ya que no vio ningún jardín, pero supuso que fueron matas hogareñas erradicadas por el fuego. Buscó por un buen rato sin frutos. Un chillido proveniente de Burpy llamó su atención para ver lo que halló. Otra sorpresa.
Cuando se piensa en jardinería, uno pensaría en rastrillos o palas, no implementos de laboratorio, un agua que se veía y olía a toxicidad y, sobre todo, babosas muertas. En todos sus años como justiciero nunca contempló una escena similar. Esta familia tenía más secretos de los que dejaba ver, oscuros secretos.
Al final no había ninguna pala o algo que se pueda usar para cavar tierra. Pese a no halló nada, Will no saldría con las manos vacías. Con delicadeza, recuperó los dos cuerpos que estaban esparcidos en la cocina, por lo menos la mayor porción de cuerpo y salió de la casa en ruinas.
Will volvió a ver a la niña. Podía ver que se estaba sobre esforzando para mantenerse consciente, asqueada y horrorizada por los cuerpos de sus padres muertos. Will juraría que la niña se pondría a llorar de nuevo; no la culpaba en lo absoluto.
La niña quería decir algo, pero parecía un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca una y otra vez sin procesar adecuadamente todo lo que ocurría a su alrededor.
— La pala estaba destruida — Mintió Will.
— N-No… había… pala — Dijo la niña, con nerviosismo y una lentitud que cansó al mismo Shane, aunque se concentrara más en lo que dijo la niña no pudiendo evitar con ironía el asunto.
Aun así, los cadáveres no desaparecerían por arte de magia (o por lo menos era lo más lógico, ya que con cada segundo Will podía ver cómo se desmembraban pieza por pieza) y la chica tal vez deseara un velatorio decente. Con un suspiro, Will llamó a su babosa Diggrix; un disparo y los agujeros estaban hechos.
Lo siguiente fue otra sorpresa.
En lugar de cadáveres, la babosa había terminado de quemar hasta dejar en las cenizas los cuerpos de los padres de la niña. Will se enfureció por la babosa, no causando más que problemas y, aunque estuviera del lado que cada babosa debía ser respetada, esa fue la gota que rebasó el vaso. Lo que no esperó es que la niña estuviera recogiendo las cenizas.
— Gracias Flare — Susurró la niña, lo suficientemente audible para que Will la escuchara, atónito que este fuera el verdadero deseo de la niña; incinerar a sus padres, o por lo menos lo que quedaba de ellos.
Primero fueron las cenizas de la figura más masculina para pasar a la que fue más femenina. Will no pudo moverse ni un poco mientras la niña actuaba por voluntad propia.
— Gracias — Dijo con voz agotada, haciendo que Will reaccionara.
— N-No hay problema… ¿necesitas ayuda para cavar la tierra? — Preguntó Will, a lo que la niña asintió.
Usando de nuevo la babosa Diggrix, la tierra que fue desplazada para crear los agujeros volvió a su ubicación original. Tanto Will como la niña acomodaron la tierra que quedó en montículos de esta. Cuando su trabajo terminó, la niña no pudo más y cayó desmayada en el suelo. La babosa demoníaca, inusualmente tranquila, solo la miro con un toque de dolor y pésame. Esta vez permitió que Will se acercara. La cargó de forma nupcial, la babosa oscura saltando hacia su abdomen sin que le dijeran una palabra.
Ver de nuevo la babosa fue una extraña epifanía para Will, atando todos los cabos de esta historia, menos la propia historia en sí. Pero dicha resolución no tuvo la fuerza que se suponía que debía tener. Tal vez fue el cansancio, tal vez por la niña, tal vez por la situación, en cualquier caso, este asunto debía indagarse con mayor profundidad. Sin duda tendría una larga charla con Tom sobre el asunto.
Por ahora, la niña era su prioridad, y no tenía la menor idea de qué hacer con ella.
