Notas:

Soy yo de nuevo, publicando cosas random que se me ocurren en la madrugada.


Raro Color Azul.

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El sonido de choque de metal contra metal era lo único que se escuchaba en aquel amplio campo. Varios golpes y patadas fueron detenidos o desviados de su curso en el instante en el que se lanzaron, concluyendo con un desplome corporal y un jadeo cuando alguien chocó contra el suelo.

Yuuta estaba arrodillado en el suelo, levantando los hombros con cada respiración que tomaba, exhausto. La especialista en armas malditas, Maki, que se encontraba de pie y frente a él, se tronó el cuello y caminó para acercarse un poco más a dónde había caído el chico y no se había movido todavía.

—Necesitas mejorar tu resistencia. ¿Cómo mantendrás el ritmo si sigues así?

El pelinegro se levantó de su posición e inclinó la cabeza a modo de disculpa mientras sus ojos se movían hacia arriba para encontrarse con los de su compañera. —L-lo siento —murmuró, con una mirada avergonzada pero seria.

Maki suspiró y negó con la cabeza, influida por su sinceridad, pero severa por su fácil aceptación ante su falla. —Intenta otra vez —sus brazos se estiraron mientras formaba la postura necesaria para manipular el arma que tenía en el momento.

Okkotsu se sorprendió y de repente adoptó una mirada de incredulidad y pavor. —¡¿Qué?! ¡Pero hemos estado entrenando durante cinco horas! ¿No podemos tomarnos un descanso?

Ella arqueó una ceja ante su comportamiento. Normalmente él no se quejaba de la duración de las sesiones de entrenamiento—aunque esta vez, incluso a ella le resultaba comprensible—, y las raras veces en que lo hacía era porque verdaderamente estaba agotado y ya no le quedaba mucha energía maldita. Por lo tanto, Maki lo consideró por un momento; Yuuta había estado trabajando tenaz y pacientemente durante bastante tiempo, mejorando increíblemente en el proceso, pero la duración del entrenamiento apenas difería de la de cualquier otro día. De hecho, el período de su entrenamiento disminuyó constantemente con cada sesión, debido a las misiones que se le encargaban al chico. Ella sintió que fue la falta de tiempo invertido lo que afectó su actuación reciente, así que simplemente deberían duplicarlo cuando tenían la oportunidad.

Como hoy.

Abrió la boca para negar su solicitud, pero la expresión del rostro de Yuuta la sorprendió abruptamente. Sus grandes ojos azules se hundieron, disminuyendo algo del brillo que solían contener y acentuando más sus ya de por sí marcadas ojeras. Sus cejas estaban arrugadas en un alto puente de desgana mientras su boca estaba en un estado encogido, parecido a un bolso dulcemente regordete.

¿Yuuta le estaba haciendo un puchero?

¿Seriamente?

Quince minutos después, Maki definitivamente se estaba arrepintiendo de su decisión.

—¡Ahh! ¡Esto se siente mucho mejor! —la voz relajada de Okkotsu sonó agradablemente a través del comedor en dónde estaban sentados. Frente a él se colocaron tres brochetas de dango de colores y una lata de refresco.

En la silla de enfrente estaba sentada Maki, quien tranquilamente sorbía de su refresco correspondiente con los ojos cerrados. En la superficie, parecía estar solemnemente tranquila como de costumbre, pero estaba preocupada interiormente por su vacilación sobre detener su entrenamiento. Aunque en ese punto, ya había pasado la vacilación; admitir su súplica—y caer en el maldito puchero—la llevó a que Yuuta la convenciera de tomar un refrigerio con él.

Sin embargo, a pesar de haber sido persuadida por la mirada simple pero extrañamente poderosa de Yuuta, ella continuó recordándose a sí misma que su pérdida ante la situación era porque así lo había permitido, y que ella era quien tomó la decisión final de descansar. Así, con sus pensamientos liberados de su enredo anterior, Maki sucumbió a la paz del tranquilo comedor y bebió su refresco para mantenerse ocupada. Los aromas mezclados de dango ligeramente azucarado y su bebida ligeramente ácida hormiguearon en sus fosas nasales cuando inhaló.

Ella inclinó el borde de la lata firmemente contra sus labios, la palma debajo de la base y los dedos levemente encerrados alrededor del cilindro, exhibiendo la etiqueta—inconscientemente—con la que se le había enseñado a beber cuando era niña. El líquido fragante y frío se deslizó por su garganta, provocando que una serenidad peculiar vibrara por todo su cuerpo. La lata se separó de sus labios segundo después y la dejó suavemente sobre la mesa. Los párpados de sus ojos se abrieron como cortinas, lenta y pausadamente, pero casi gorgoteó con el líquido en su boca cuando su visión se enfocó en Yuuta. Afortunadamente, la siempre genial Maki logró enmascarar su medio ahogo haciéndolo pasar como una tos leve para aclararse la garganta.

—¿Qué es?

El chico tenía sus codos sobre la mesa y su cabeza apoyada en sus manos, y la había estado observando intensamente durante el último minuto mientras sus ojos estaban cerrados. Maki se maldijo a sí misma por haberse dejado sorprender así.

El rostro de asombro de Yuuta fue interrumpido por la alegría; sus ojos se cerraron mientras su boca se extendía en una amplia curva. Una dulce risa tintineó como campanillas en sus oídos. El cuerpo del pelinegro se estremeció mientras intentaba reprimir la risa, pero fallando miserablemente.

Maki lo miró sin comprender, sintiéndose algo molesta por su reacción. ¿Había hecho algo para parecer tonta? ¿Y desde cuando Yuuta se reía de ella tan abiertamente? El puño del chico ahogó las risas cuando finalmente levantó la cabeza para mirarla.

—¿Siempre bebes los refrescos así?

La chica del Clan Zen'in frunció el ceño ante la pregunta. ¿Realmente se estaba burlando de ella?

—Sí. No veo nada malo en eso.

La risa de Yuuta cesó mientras se acomodaba en una amplia sonrisa, agitando su mano frente a su rostro en defensa. —Oh, no está mal. Es solo que... bebes tan bien. Se ve muy refinado. Te hace parecer mayor.

¿Mayor? ¿Le estaba diciendo que parecía una vieja? Maki se estremeció. Ahora estaba ofendida.

—¿Parezco una anciana? —preguntó, con las cejas fruncidas para transmitir su emoción de descontento.

Las risitas de campana de Okkotsu regresaron—estaba bastante risueño el día de hoy, al parecer—, solo para magnificarse y estallar como sirenas estridentes. No podía creerlo, pero Maki estaba empezando a extrañar al tonto asustadizo y nervioso que alguna vez este chico había sido.

—¡No estés tan tensa! Quise decir que te ves pacífica y más sabia —las comisuras de su boca permanecieron tiradas hacia arriba, revelando un conjunto de dientes blancos nacarados.

La chica frunció aún más el ceño, aunque pareció relajarse un poco más. ¿Por qué se sintió insultada en primer lugar? No era propio de ella preocuparse por la imagen que ilustraba—al menos no cuando se trataba de cosas triviales como beber un refresco—. Quizás fue el hecho de que Yuuta lo dijo con tanta franqueza y confianza. No era frecuente que él se burlara de ella—ni de nadie—, pero, de nuevo, la mayor parte del tiempo que pasaban juntos era solo entrenando o cuando iban a misiones, lo cual ya casi no sucedía por la diferencia en sus grados de hechicería.

Por supuesto, estaba acostumbrada a su comportamiento tranquilo, pero realmente no se le ocurrió que Yuuta tenía una personalidad que variaba en matices y que ella no los conocía todos, hasta hace poco. Las cosas que dijo brevemente la tensaron, por otra parte. Parecía que cuanto él más sonreía, reía o hacía un gesto alegre, ella se ponía más a la defensiva. Podía sentir sus músculos tensarse como cuando realizaba algún movimiento audaz en sus combates con armas especializadas, pero en situaciones como esta, no podía usar nada de eso. Si hubiera una técnica defensiva definitiva para su mente, seguramente habría deseado aprenderla.

Fue sacada de sus pensamientos cuando sintió algo rozar ligeramente contra su pierna. Sus ojos se enfocaron nuevamente en Yuuta, quien estaba felizmente mordisqueando su dango en un palo. Bajó un poco la cabeza para mirar qué causaba las ocasionales palmaditas. Probablemente, mientras comía su dulce, Okkotsu había estirado las piernas debajo de la mesa, alcanzando el lugar en donde estaban las de Maki y moviéndolas de vez en cuando, presumiblemente en el ocio y el placer de su dango, chocando involuntariamente contra su piel. Maki se puso rígida. La tela del pantalón de Yuuta le hizo cosquillas en la pantorrilla, pero ella rápidamente desestimó la acción; probablemente se detendría tarde o temprano, aunque eso no la detuvo de contabilizar los segundos para distraerse.

Uno, dos, tres... su pierna derecha empezaba a tener hormigueos. Siete, ocho, nueve, diez… ¿Los pantalones de Yuuta estaban hechos de lana o de algún otro material que le picara? No, estaba segura de que era una especie de lino o algodón. Treinta, treinta y uno, treinta y dos, Treinta y tres, Treinta y-

—Yuuta, detente —Maki dijo finalmente, haciendo que el interés de Yuuta se alejara de su dango.

Él parpadeó una vez con perplejidad. Incluso si no estuviera usando los lentes, Maki sintió que podía ver anormalmente, o al menos ver en cámara lenta por alguna extraña razón. Sólo un parpadeo de Yuuta pareció durar cinco segundos; pudo ver caer los párpados de sus ojos azules, arrastrando unas ligeras pestañas. Los párpados rebotaron desde el fondo de sus ojos mientras sus pestañas rebotaban con ligereza por el impacto.

¿Su uso de lentes cuando no los necesitaba para ver afectó su vista?

—¿Detener qué? —vino la voz de Okkotsu, una vez más arrebatando a Maki de vuelta a la realidad. Ella negó con la cabeza, parpadeando varias veces para recuperar la visión normal.

—Tus piernas... siguen rozando las mías.

Yuuta la miró con curiosidad por un momento antes de que sus palabras se registraran. —¡Oh! ¡Lo siento, Maki-san! —se disculpó, retirando las piernas de nuevo a una posición entrecruzada.

De repente, el rosa intenso se infiltró en la piel pálida de sus mejillas, pero él rápidamente inclinó la cabeza para ocultar su vergüenza y se llevó la brocheta a la boca, mordiendo el último dango. Maki suspiró mientras terminaba el resto de su refresco. Dejó la lata y decidió iniciar una conversación sobre su sesión anterior, aunque solo fuera para volver a concentrarse en algo que no fuera la cara de Yuuta y el extraño latir de su corazón.

—¿Hay alguna razón por la que hayas tenido poca resistencia últimamente?

El chico dejó de comer. Pareció concentrarse en encontrar una respuesta a la pregunta, retorciéndose un poco en el acto. —Bueno, no es mi intención. Puede que sea solo yo, pero por alguna razón nuestros entrenamientos últimamente se sienten... ¿más difíciles? —ofreció, sin estar seguro de si esa era la palabra correcta para usar. No quería que Maki pensara que estaba poniendo excusas.

—¿Cómo es eso? —ella preguntó.

—No lo sé ... Es como si hubieras estado presionando más. El tiempo se acortó, pero el trabajo se vuelve más duro —Yuuta se rascó la línea de la mandíbula con el dedo índice con incertidumbre.

Maki apoyó las manos sobre la mesa, fijándose en ellas en contemplación. ¿Lo había estado haciendo esforzarse demasiado y no se había dado cuenta? No se sentía de esa manera. Okkotsu podía poseer una cantidad de energía maldita increíble, pero la resistencia de su cuerpo no se comparaba con la de ella, así que por lo general se medía en sus entrenamientos. Pero ahora que lo pensaba, parecía estar distraída por algo cuando tenían la oportunidad de entrenar, pero simplemente no sabía lo que le estaba causando el endurecer su atención más de lo debido.

Después de un minuto de silencio directo, la voz de Yuuta volvió a sonar, melodiosa, como campanas. Maki estaba empezando a pensar que su laringe consistía en esos dispositivos.

—¿No te vas a comer eso? —preguntó, su voz más suave y vacilante.

Los ojos de Maki se posaron en su propio palo de dango. No lo había tocado en absoluto. Pero para su consternación, su extraña visión había regresado, esta vez dando forma a los objetos que estaba mirando en cosas que no eran. Cuanto más tiempo miraba, más parecían lucirse como los profundos ojos azules de Yuuta. Ese color raro, que parecía contener diferentes tonos de azul, comparables con el mar, el cielo, la noche, todo al mismo tiempo. Era un color lindo y-

Un momento. Zen'in Maki, ¿había considerado que los ojos de Yuuta eran lindos? No, sabía de hecho que el color azul del cielo, el mar y la noche estaban asociados con el pensamiento de que era lindo, así que ella simplemente siguió esa suposición.

Pero, de nuevo, si el color del cielo o el mar o la noche eran de un lindo tono azul, también lo era el color del dango frente a ella. Y si el dango frente a ella era de un azul lindo, también lo era el color de los ojos de Yuuta... Maki casi se tropezó mientras aún estaba sentada. ¿Los ojos de Yuuta eran lindos? Eso simplemente no sonaba bien en su cabeza.

Maki se apuñaló interiormente con una de sus armas por pensar tanto en el asunto. Cerró sus ojos con fuerza, como si quisiera castigarlos por comportarse de manera tan extraña. Rápidamente tomó su pincho y mordió su dango, deslizándolo del palo de madera. Mientras ella se preocupaba por masticar la golosina entera, Okkotsu terminó la suya y se encontró mirándola una vez más.

—Eso es un cambio completo —murmuró él, observando la boca de Maki agitarse en movimientos circulares mientras rompía el dango.

La chica de lentes tragó y se arriesgó a abrir los ojos para responder con una pregunta. —¿Qué cosa?

—Hace apenas unos minutos estabas bebiendo un refresco como una princesa, y ahora estás comiendo como un conejo —él dejó escapar una risita que sonó bastante tierna, ahora que ella lo pensaba.

En menos de un milisegundo Maki rebobinó ese pensamiento.

¿Tierna? No solo tenía los ojos revueltos y en mal estado, sino que también sus oídosparecían tener problemas. Maki se tragó el nudo en la garganta que se sentía como una bola de dango completa. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué la hizo tan desorientada de repente? ¿Qué la hizo pensar en las palabras "lindo" y "tierno" mezcladas con Okkotsu Yuuta, ambas en un lapso de diez minutos?

Yuuta notó el color pálido de su rostro—aunque cómo podía saberlo era un enigma; la piel de Maki no podría haber alcanzado una blancura más alta—y se inclinó sobre la mesa con preocupación.

—Maki-san, ¿Estás bien?

Ella apenas pudo superar la perturbación en su mente mientras se apresuraba a reconfigurar sus sentidos. Nunca hubo un momento en el que se sintiera tan conmovida de una manera tan extraña por alguien que se preocupaba por su estado. Su cuerpo se sentía como si tuviera un gusano gordo retorciéndose dentro de su estómago y pecho.

—No. Me siento un poco mal. Creo que necesito dormir —respondió, con la voz un poco vacilante. Se puso de pie, ligeramente hundida pero aún capaz de mantener su postura.

—Déjame ayudarte —ofreció Yuuta, levantándose también y extendiendo sus brazos para apoyarla.

Las puntas de sus dedos rozaron contra la curva de su codo, acariciando su piel ahora extrañamente sensible. Los suaves golpes de las yemas de sus dedos hicieron que ella apartara el brazo en reacción. Su mirada cayó sobre su rostro, que estaba pintado con genuina preocupación y adornado con sus inesperados rasgos atractivos.

La orgullosa y una vez firme Maki sintió que se le secaba la garganta ante la mirada que él le dirigió. Aunque no parecía perder la compostura externamente, parecía francamente dolido por sus reacciones exageradas, pero en este momento no era ella, así que se disculparía más tarde.

¿Desde cuándo se fijó en la apariencia de su compañero, con quien había estado entrenando durante casi un año sin pensar mucho en eso? ¿Desde cuándo su cerebro se disolvió en una masa de papilla que no podía dar sentido a sus propios pensamientos? ¿Desde cuándo reaccionaba su cuerpo al más mínimo toque que Yuuta le daba? Sacudió la cabeza de un lado a otro, llevando consigo sus mechones mientras lo hacía.

—Seguro que eres extraña, Maki-san. Estás completamente tranquila y segura en la batalla, pero estás tan tensa cuando se supone que debes relajarte —la esquina de la boca de Yuuta se curvó en una sonrisa ligera. Luego se agachó para agarrar su espada y colgarla a su espalda —. Bueno, supongo que, si te hace sentir más cómoda, podemos empezar a entrenar de nuevo. Ahora me siento más renovado. ¡Nos vemos en el campo de entrenamiento! —él mostró esa peculiar sonrisa suya y levantó la mano en un gesto casual antes de salir a correr.

Maki exhaló, relajando un poco sus nervios. Lo que sea que haya sentido durante la última media hora más o menos la desconcertó por completo, pero al menos comenzó a disminuir la sensación con la partida de Yuuta. Su boca tensa se aflojó después de que evitó que se convirtiera en una línea nerviosa de perplejidad. Su piel erizada se alisó después de ser tocada por los dedos del chico. Aunque las sensaciones y pensamientos que invadieron su mente normalmente rígida le eran ajenos, no había duda de que tuvieron un gran impacto en su psique.

Sus ojos entonces se dirigieron hacia la mesa donde habían estado sentados y miró fijamente el pincho con dos bolas de dango perforadas. Dango de color azul, como el mar, la noche, el cielo, los ojos de Yuuta… sus dedos esbeltos se estiraron para agarrar el palo de madera. Se llevó la golosina a sus labios y le dio un mordisco, sintiendo su lengua hormigueando con dulzura.

—Maldito dango —dijo antes de partir al campo de entramiento.