*DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de la mangaka Rumiko Takahashi. Únicamente el fanfic y su trama son de mi entera pertenencia. No se aceptan copias, adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.

*SUMMARY: Kagome está herida de gravedad e Inuyasha teme lo peor. Nadie le dice nada, ni dejan que se acerque a la azabache. El monje se apiada de él y, finalmente, le dice la cura para salvar a Kagome, pero... ¿Estará Inuyasha dispuesto a hacer tal sacrificio?


La cura

Las cenizas del fuego fueron barridas por el viento de la mañana junto con la melena azabache que descansaba a pocos metros de allí. La sacerdotisa se removió en sueños y bufó con fastidio mientras se llevaba una mano al bajo vientre.

—Demonios... Hoy no... —Maldijo sin despegar el rostro del saco de dormir.

Tanteó débilmente el sitio a su lado y descubrió que se encontraba sola. Abrió los ojos lentamente y vislumbró el pequeño cuerpo de Shippo durmiendo sobre el mullido pelaje de Kirara. ¿En qué momento se había ido de su lado? ¿Acaso lo empujó mientras dormía y el niño pasó la noche allí? No lo sabía, pero de todos modos procuraría pedirle disculpas en cuanto este despertara. Claro, si es que se despertaba para antes del mediodía.

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Inuyasha fue de los últimos en despertar, para asombro de todos. No había podido conciliar el sueño en toda la noche, por lo que su humor no era precisamente el mejor. La pelinegra se había pasado toda la noche removiéndose, quejándose y haciendo muecas que ponían en juego la poca paciencia que tanto lo caracterizaba. El aroma inquietante del dolor y la incomodidad brotaba por cada poro de la piel de la colegiala. Más de una vez estuvo tentado a bajarse y preguntarle qué le pasaba, pero su ceño fruncido, el mismo que mantenía aún estando dormida, era prueba suficiente de que ella tampoco estaba teniendo el mejor de los sueños. Por lo que prefirió pasar la noche en vela y, tan pronto la vio despertar, se permitió relajarse un par de horas. Después de todo él no era débil como los humanos. Con una o dos horas de descanso tendría energía suficiente como para seguir con la búsqueda de los fragmentos.

... O al menos así habría sido, de no ser por las noticias que le darían tan pronto despertase de su breve siesta.

—¡¿Que Kagome qué?!

—Se marchó a su época —repitió la castaña.

—¿Y quién le dio permiso de marcharse? —Gruñó— Ahora mismo iré a... —Pero su camino se vio interrumpido por las palabras de la exterminadora.

—Ni se te ocurra ir.

—¿Por qué? —Desafió.

Sango arqueó una ceja en su dirección y le dedicó una media sonrisa. ¿Quién se creía para mirarlo con superioridad? Ahora mismo vería quién er...

—Puedes ir si quieres —concedió—, pero luego no digas que no te lo advertí —se volteó entonces al monje tras ella y relajó sus facciones—. Iré a mi aldea con Kirara y me llevaré a Shippo, su excelencia —anunció.

Miroku la miró perplejo por breves instantes, pero se apresuró a recuperar la compostura. Sabía que habían pasado algunos meses desde la última vez que estuvo en su antiguo hogar y probablemente Sango querría aprovechar al máximo ese pequeño momento en que el grupo se dividía. Sonrió con apremio y asintió en su dirección.

—¿Cuándo volverás?

—En tres días.

—¡Ey, no me ignoren! —La tranquilidad con la que se hablaban era algo que lo sacaba de quicio. ¡Él estaba allí!

—¿No dijiste que irías a ver a Kagome? Ve entonces —Instó, y le hizo una seña a Kirara para que se transformara.

Inuyasha la vio subirse al enorme felino con un Shippo aún dormido en brazos. La miró dubitativo. Por un lado deseaba buscar a Kagome para traerla de vuelta o por lo menos exigirle respuestas para saber por qué se había ido sin avisarle, pero por el otro lado la mirada confiada de la exterminadora no le daba buena espina.

—¿Se irá tres días por sus exámenes? —Preguntó, y Sango le dedicó una mirada que no supo descifrar. Aunque, por la cara de Miroku, supo que el monje sí había entendido lo que la castaña quiso decir.

Ambos hombres la vieron tirar levemente de la melena del demonio, ordenándole así comenzar a volar.

—Los veré en tres días —se despidió.

Tan pronto como Kirara se alejó entre las nubes y ambos fueron conscientes de su recién adquirida libertad, se miraron a los ojos. Uno con pesar y el otro con una creciente duda. Miroku depositó una mano en su hombro y suspiró antes de hablar.

—Será mejor que la dejes sola —aconsejó para luego alejarse y dejar a Inuyasha con aún más dudas que antes.

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Aunque el primer día sin la azabache había sido un auténtico suplicio para el hanyou, había sido aún peor para el monje al tener que soportar el creciente mal humor de su mejor amigo. Ahora que iniciaban un nuevo día, nuevamente solos, no había mucho que hacer. Miroku se había encargado de pescar, cocinar y preparar la fogata, mientras que Inuyasha solo gruñía desde las alturas como un auténtico gato arisco, aunque eso último fuera totalmente contrario a su naturaleza canina.

—Inuyasha... —Llamó.

—¿Qué quieres?

—¿Vas a almorzar?

—No.

—¿Vas a bajar a acompañarme al menos?

—No.

Suspiró con pesadez. Desde que las mujeres se habían marchado, la comunicación entre él y el ojidorado era prácticamente nula. Él era un monje budista y una de sus mayores virtudes, además del amor por las mujeres, era la paciencia, pero Inuyasha se empeñaba en poner esta última a prueba. Si quería ver a la señorita Kagome, solo tendría que decirlo y él lo dejaría marchar. Aunque claro, conociendo lo terco que era su amigo, jamás lo diría en voz alta. Pero... Nadie decía que era necesario que lo dijera, ¿cierto? Su mente brilló al ver una posible salvación para su casi extinta serenidad.

—Oh, el pescado se quemó —fingió con voz teatral, pero el hanyou sobre el árbol pareció no notar sus exageradas expresiones—. Tendré que ir a pescar más. ¿Puedo dejarte a cargo de esto mientras...?

—Vete —bufó, y Miroku sonrió para sus adentros al ver que todo marchaba según lo planeado.

—No me tardo —avisó y se apresuró a correr en dirección al río.

Sabía de sobra que Inuyasha solo conseguía ponerse más y más irritable cada vez que se separaba de Kagome, por lo que lo mejor sería dejar que se reunieran al menos unos minutos si no quería terminar siendo presa de los nervios del peliplata. Si lo dejaba solo un par de minutos, estaba seguro de que este no dudaría en estudiar el perímetro para luego correr al pozo devora-huesos con el único fin de encontrarse con la azabache. Su teoría se vio comprobada cuando, al volver, se encontró con el campamento vacío. Esperaba que ver a la señorita Kagome mermara al menos un poco el carácter huraño de su compañero.

—Bueno, supongo que hoy almorzaré solo.

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Bastó con asomarse por la pagoda del pozo para que la brisa futurista le trajera consigo el olor de Kagome, anunciándole que se encontraba en casa, más precisamente en su habitación. Corrió rumbo a la ventana y entró sin más, no sin antes cerrar la ventana tras de sí. Justo cuando se preparaba para lanzarle toda clase de improperios y exigirle respuestas, la vio tendida en su cama, aparentemente dormida.

—¿Kagome? —Susurró, pero la mencionada no dio señales de querer despertar.

Frunció el ceño extrañado. El sol estaba en lo alto, ¿acaso aún no se había levantado? Su pijama a cuadros le confirmaba que no. La azabache no se había levantado de la cama a pesar de que ya pasaban del mediodía. Continuaba durmiendo apaciblemente envuelta en su mullido edredón rosado que parecía resguardarla como si fuera una enorme gata que no desea ser despertada.

—¿Estás cansada? —Murmuró sabiendo que no le responderían.

Vio el hombro femenino descubierto y, a pesar de que tenía el pijama para resguardarla del inexistente frío, de todos modos no deseaba que se escapara ese calor que parecía retenerla en el más profundo de los sueños. Tomó la esquina de la cobija rosada que se había deslizado ligeramente y se apresuró a arroparla debidamente.

¿Por qué estaba tan cansada? ¿Se habría desvelado estudiando? La ausencia de los libros en el escritorio le ayudó a descartar esa posibilidad. ¿Entonces?

Respiró hondo tratando de forzar su cerebro a pensar y, con esa simple acción, pudo percatarse de algo obvio, pero que había pasado por alto hasta ese momento: el olor de la sangre femenina.


Continuará...


Son dos capítulos cortitos porque les juro por Dios que tengo un serio problema con los cambios de escena. Los detesto xD no sé, siento que cuando me pidan presentar una tesis voy a entrar en crisis y le voy a decir al profesor "¿Lo puedo presentar en viñetas/drabbles? Es que los textos largos con cambios de tema me dan amsiedad" ahre xD

Mañana empiezo con la universidad oficialmente y mientras escribía el siguiente capítulo no dejaban de lloverme mensajes de los grupos de WhatsApp preguntando por los libros, links y la madre en coche jsjs Yo estaba en modo "no oigo, no oigo, soy de palo y tengo orejas de pescado" JAJAJAJA bueno, nos vemos hoy a la noche con el final de esta historia xD

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2.4.21