Una ocurrencia que tuve luego de leer una anécdota de una persona que trabaja en una de las tiendas de Disney.
Les dejo leer.


La sirenita.

La decisión de irse de Londres había sido tomada desde que Sherlock saltó detrás de él en el puente. Se fugaron aprovechando los juegos de luces y sombras en el agua para escurrirse de la vista de la ciudad.

Tan pronto habían salido y alejado lo suficiente, el detective consiguió un par de mantas con qué abrigarse él mismo y a Liam, buscando ocultar sus rostros de las miradas acusadora, al tiempo en que se protegían del frío. La conmoción del incendio les había dado tiempo suficiente para hacerlo.

Para ventaja del escape, ambos habían trabajado por años, sus relaciones publicas con los bajos mundos, lo suficiente al menos, para asegurar su huida. Poco antes de mediodía, se encontraron en una caravana, algo lejos de la capital, descansando y tratando de renovar energías.

Incluso si querían ir rápido, no era del todo posible. Estaban heridos, pero aun lo suficientemente compuestos para poder enfocarse en su huida. Sherlock tenía la mano izquierda y la clavícula lastimadas, en cambio, Liam había conseguido lastimarse una pierna y un par de costillas. Además, compartían el tener varios moretones en todo el cuerpo y una contractura leve en sus cuellos. Habían salido prácticamente ilesos en comparación a lo que la estadística indicaba, pero, aun así, la caída sí les había cobrado factura.

El camino hacia su liberta, había sido silencioso entre ambos, principalmente porque Liam se había quedado dormido en el regazo de Sherlock. El de hebras ébano supuso, se debía a las heridas y la cantidad de estrés enorme a la que el rubio se había sometido por tanto tiempo, así que solo le dejó dormir, permaneciendo él en estado de alerta. No permitiría que nada malo le pasara, no cuando él se había encargado de arrebatarlo de los brazos de la muerte.

Para cuando Liam despertó, la caravana en la que iban se había detenido para comer. Ya habían preparado algo, solo era cuestión de ir a servirse. Sherlock decidió hacer el viaje, ya que, pese a que tendría que llevar las cosas de una en una, él contaba con ambas piernas intactas.

— Iré por algo de comida, se bueno y no hables con nadie. Lo último que queremos es que alguien vea tu rostro o reconozca tu voz.

Liam solo asintió. No estaba de gran humor para charlar, no todavía. Aun había mucho que debía asimilar. Se encontró con la mirada perdida en sus zapatos que seguían mojados. Pero su actividad se vio interrumpida cuando, una pequeña niña se le acercó y se asomó a verlo.

— ¿Estás despierto?

— …

— ¡Que rostro tan hermoso! Quería preguntarte ¿Por qué llegaste tan mojado? Mi mamá dice que, si no te cambias luego de mojarte, te puedes enfermar.

— …

— ¿No puedes hablar?

Liam negó con la cabeza y observó a la niña, una pequeña de unos cinco o seis años que llevaba consigo una muñeca de trapo en forma de sirena.

— No me digas que — la pequeña estiró una de sus pequeñas manos hasta el rostro de Liam y tocó la piel fresca y el cabello semi-humedo, entonces impactada — ¡¿la bruja del mar te robó la voz a ti también?!

Liam se desconcertó un poco por la reacción de la pequeña, pero le recordó cuando les leía a los niños del orfanato, antes de conocer a Albert. Los niños eran así, simples y con grandes fantasías.

Supuso, por la pregunta y la muñeca que llevaba, que alguien debió haberle contado esa historia de Hans Christian Andersen sobre una sirena que hizo un pacto con la bruja del mar para poder volverse humana y poder conquistar a su verdadero amor.

Así había sido la historia, pero, aunque consideró que era preferible y menos problemático, seguirle el juego; no quiso mentirle, así que se limitó a sonreír.

— ¡Quisiera preguntarte tantas cosas del fondo del mar! ¿Realmente hay un castillo ahí? ¿Tu vivías ahí? ¿Cómo se les dice a las sirenas hombre? ¿Sirenos? — al no recibir respuesta, de pronto lo recordó— ¡Ay! ¡Es verdad, no puedes responderme! ¿no? ¡Necesitamos encontrar a tu verdadero amor para que recuperes la voz!

El rubio le sonrió, sintiéndose en un aprieto. Por supuesto, su mente lógica no pudo ignorar el detalle que, en el cuento, casarse con el príncipe no le devolvería la voz a la sirenita, solo evitaría que muriera. No estaba seguro de dónde la niña había obtenido la idea. Pero, comenzó a considerar que el no responderle, podría traerle más problemas. ¿Qué hacer?

— ¡Descuida! — dijo la niña — ¡Yo te ayudaré! — dijo estirándolo para intentar ponerlo de pie.

Liam le dio a entender, a base de señas, que no podía caminar.

— Ahora lo recuerdo, el libro decía que a las sirenas les duele caminar. ¡Perdón! ¡Pero prometo que te ayudaré a encontrar a tu verdadero amor! ¡No dejaré que te conviertas en espuma de mar!

La expresión de Liam era un poema, la reacción de la niña era tierna, pero era algo que ni el mismo sentía que tenía derecho a tener. Ni siquiera estaba aún convencido de tener derecho de seguir con vida. Luego, se reprendió a sí mismo ¿qué hacía tomándose tan en serio las fantasías de una niña?

— ¡Volveré pronto! ¡No te muevas de aquí! — pidió la pequeña.

Liam observó a la pequeña acercarse por una ración de comida y señalando en su dirección. Luego, vio a Sherlock conversar con ella.

No mucho tiempo después, Sherlock llegó en compañía de la pequeña que llevaba dos platos de comida y cubiertos.

— Toma — dijo la niña, tendiéndole una porción.

Liam asintió a modo de agradecimiento y le sonrió. Entonces, la pequeña volteó con Sherlock, quien comenzaba a acomodarse junto a Liam.

— ¡¿Podrías ser el verdadero amor de esta persona?!

— ¿Eh? — Sherlock se desconcertó con la repentina petición.

— ¡Marion! — la llamó una mujer, probablemente su madre — ¡No debes molestarlos! ¡Deja a estas personas en paz!

— Pero, quiero ayudar… — la pequeña que respondía al nombre de Marion guardó silencio, pensando que era mejor guardar el secreto del "sireno"

— Discúlpenla, por favor, es una niña, aun no entiende muchas cosas — dijo la madre, quien sí había escuchado lo que la pequeña le había pedido a Sherlock.

Sin perder más tiempo, la mujer se llevó a la niña. Probablemente le explicaría muchas cosas, como que las sirenas no existen o, que un hombre no podía ser el verdadero amor de otro. Sea como sea, Sherlock y Liam se quedaron a solas y comenzaron a comer. Entonces, el azabache comenzó a reír, llamando la atención del rubio.

— ¿La niña creía que eras la sirenita?

Liam rio por lo bajo. Al parecer, Sherlock también había unido las pistas.

— Así es, quiso ayudarme a encontrar a mi verdadero amor para recuperar la voz y no volverme espuma de mar.

Ambos rieron con complicidad y continuaron comiendo.

A la distancia, la pequeña les observaba y alcanzó a escuchar no una, sino dos risas. Entonces supo que su trabajo había sido efectivo, el "sireno" había encontrado el verdadero amor, por eso podía volver a reír. Su mamá había dicho que las sirenas no existían, pero ella estaba segura que sí. Luego, se las arregló para darse cuenta que, seguramente, las sirenas solo revelan su verdadera forma a su verdadero amor o a niñas de corazón puro como ella. Sintiéndose orgullosa de su obra, hizo caso a su mamá sobre alejarse, aunque no por las razones que ella le había dado.

Más tarde, en la noche, Sherlock y Liam estaban recargándose uno en el otro, protegiéndose mutuamente del frío o cualquier peligro. Sherlock, que no podía dormir, cuidaba que Liam no fuese a intentar escapar por su cuenta. Aún tenía miedo de perderlo y sabía que Liam aun dudaba de seguir con vida. No podía permitir que algo malo le pasara estando en un estado mental y emocional tan frágil. Es decir, había tratado de suicidarse hacía apenas unas horas, era natural su miedo a perderlo.

El moreno se apegó un poco más al rubio, quería mantenerlo cómodo y asegurarse de que, si se quedaba dormido, pudiera percibir cualquier movimiento que le advirtiera de una posible huida. Pero Liam no parecía que fuera despertarse pronto, estaba profundamente dormido de nuevo.

El de ojos zafiro, se quedó analizando las conjeturas de la niña y la respuesta del de rubíes. Entonces, sonrió al recordar la voz de Liam riendo, una voz dulce y aterciopelada que le encantaba y que por un tiempo estuvo tratando de investigar. Era cierto, aquella vez, cuando había hablado sobre Irene con el Lord of Crime, no era la voz de Liam. La verdadera voz de Liam, así como su identidad habían sido reservadas para presentarse únicamente a él. Podría decir que la voz de Liam efectivamente, había regresado con su llegada.

Su mente siguió divagando en toda clase de recuerdos, resolviendo un nuevo misterio creado por una niña de 6 años. Recordó la carta que le dejó Liam y se recordó a sí mismo saltando tras de él en el puente, estrechando su cuerpo para protegerlo del peligro. Ciertamente, era como evitar que se volviera espuma. Pero eso no significaba que fuese su verdadero amor ¿o sí? Luego se preguntó en silencio algo importante para resolver el misterio:

"¿Lo habría hecho por John?"

La respuesta llegó igual de silenciosa.

Era obvia.

Era un no.

Claro que hubiera buscado una forma de salvar a John, pero, si era honesto, era probable que no hubiese saltado detrás de él o al menos, no así. Sí, admitía que iría a la cárcel por él, pero no era lo mismo. Con Liam era diferente. Todo lo era.

"¿Verdadero amor?"

Bufó.

¿Realmente sería eso?

Incluso él admitió para sí mismo que si fuera el caso, el mundo se percibía más brillante. Luego, recordó algo: la sirenita terminaba en tragedia. Sintió que algo le estrujaba las entrañas: era miedo. Por debajo de la manta, entrelazó su mano sana con la del rubio. Cerró los ojos y cayó en un sueño profundo.

Cuando despertó, la carreta en la que iban, se encontraba en movimiento. Veloz y con un fuerte susto, volteó a su lado, se tranquilizó de inmediato. Liam estaba ahí, con una mirada distinta y nostálgica, viendo el horizonte, como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo.

— Buenos días — saludó Sherlock.

El rubio se limitó a sonreírle y luego bajó la vista. Sherlock siguió la mirada y encontró sus manos entrelazadas. Entonces se percató que Liam no había podido separar su mano de la suya por la firmeza de su agarre y solo estaba esperando a que despertara.

Con cualquier otra persona, Sherlock le habría soltado de inmediato o en primer lugar, no le habría tomado la mano. Sonrió cuando se percató de algo: Si Liam realmente hubiese querido soltarse, lo habría despertado al menos, pero no lo hizo. Aflojó su agarre, más no lo soltó.

Ambos sintieron una mirada penetrante y voltearon. Era la pequeña Marion, quien les sonreía de oreja a oreja y les mostraba la muñeca de sirena. Liam le regaló una sonrisa suave y colocó su dedo índice sobre sus labios, en señal de que guardara el secreto. Por supuesto, Liam se refería a haberlos visto tomados de la mano, pero estaba consciente que la pequeña lo tomaría por otro lado. No quería engañarla, pero era necesario para escapar.

La pequeña Marion asintió alegre. Después de todo, el romance entre humanos y sirenas era posible y ella había logrado juntarlos.


Espero les haya gustado!