DISCLAIMER: Los personaje y la trama original pertenecen a la obra de Sir Arthur Conan Doyle, "Las aventuras de Sherlock Holmes" y adaptado a serie televisiva por Steven Moffat & Mark Gatiss, "Sherlock" (2010), transmitido por la cadena televisiva BBC. Ha excepción de los OC (Original Characters) todos esos provienen de mi imaginación.


Notas + Aclaraciones

*¡Hola! Bienvenido/a seas a este fanfic sobre nuestro amado detective consultor. Esta idea llegó alrededor de 2016, cuando las 4ta temporada estaba por estrenarse.
*El fic esta totalmente centrado en Sherlock de la BBC, especialmente en las temporadas 3 y 4. Cuenta con referencias a los libros y/o cualquier otro medio basado en Sherlock Holmes.
*Hay OC (Original Characters) si no son te tu agrado, no hay problema si no quieres leerlo.
*Actualizaciones serán cada 7 o 15 días.
*Este fanfic fue por primera vez publicado en Wattpad, en Noviembre del 2016. Se encuentra disponible ahí en AO3, Booknet e Inkspired.
* Muchas gracias por darle una oportunidad a mi fanfic. Espero que lo disfrutes mucho así como yo lo hice al escribirlo.


En tus ojos pensativos, vive un recuerdo difícil de encontrar, cegado por la tristeza.
Y su voz fría canta una melodía, escúchale cantar...
Akira Yamaoka — Hell Frozen Rain.


Capítulo 1 La pequeña que provino de Northampton

Las calles en Londres estaban más frías de lo habitual. Ninguna alma penaba en ellas, solo el silencio es quien caminaba por ellas. Baker Street es, después de un largo tiempo, la calle más silenciosa de esta noche. Para algunos era curioso no escuchar lo repentinos disparos en el 221B o como el famoso detective consultor se ponía a gritar por la alegría o el coraje. La gente de los alrededores nunca sabía a qué se debían los gritos con exactitud, sin embargo, no deja de ser curioso en esta noche londinense.

Dos de la mañana.

Mientras todos yacían dormidos, muy seguros de soñar con aquella duda, en aquel departamento las luces se encontraban encendidas. El afamado detective yacía recostado en su sofá, con sus manos junto a su barbilla y respirando con dificultad.

Abrió sus ojos, color verde grisáceo, de golpe y sin poder controlar la adrenalina que comenzaba a fluir por su cuerpo, el detective saltó del sofá y caminó acelerado, cubriendo su boca para ahogar un grito desesperado. No quería alterar a la señora Hudson a estas horas de la noche. ¿Desde cuándo le preocupaba el hecho de perturbar su sueño? Sin poder controlarse, se acercó a la mesita y tomó todas las cosas que había en ella para lanzarlas hacía la pared con todas las fuerzas que había acumulado. Sin soportar más lanzó ese maldito grito de desesperación y logró aquello que, por algunos momentos, había querido evitar. La luz de las escaleras se encendió y se escuchó la alterada voz de la señora Hudson.

—¡¿Sherlock?!

No hubo respuesta. Colocó las manos en su oscuro cabello y lo apretó con todas sus fuerzas, a punto de querer arrancárselos. Se hincó en el suelo y sus ojos se habían cristalizado, las mejillas se habían tornado rojizas y las venas de sus manos se resaltaron, dejando a relucir sus palpitaciones.

—¡¿Sherlock?! —Volvió a preguntar la señora Hudson mientras abría la puerta—. ¡Por Dios! ¡¿Estas bien?!

—¡Lárguese, señora Hudson! —sin mirarle gritó sobresaltado.

—¿Pero...?

—¡Ahora! —exclamó furioso y con sus manos golpeó al suelo.

Asustada la señora Hudson obedeció, cerró la puerta y bajó las escaleras sin mirar atrás.

Sherlock Holmes se quedó en aquella posición sin parar de golpetear con aquellas fuerzas el suelo, en el cual agradecía que le sostuviera en esos momentos. Podía sentir como los objetos a su alrededor comenzaban a perderse entre formas de espirales y asteriscos, también, en como aquel suelo se movía como si de una marea se tratase. Todo se había convertido en algo psicodélico y a la vez doloroso. Con sus cristalizados ojos, y tornándose en un rojizo suave, aceptó dejarse llevar con lo que pasaba. Todo era irreal; con las drogas, esa irrealidad era creíble. Al mirar como su pequeño living se perdía en un agujero, apreció, frente a él, una extraña silueta. Curioso se alzó con dificultad del suelo y, a como su cuerpo le permitía, comenzó a acercarse a ella.

—Señora... Hudson. Le dije... que se marchara... —mencionó entre balbuceos.

Cada vez que se sentía cerca de esa silueta, sus pies le jugaban muy mal y hacía que se tambaleara, pero no podría rendirse ante una poca cantidad de droga, tenía que ver quien era esa persona. Con más pasos, haciéndose más torpes, Sherlock notó que la silueta pertenecía a un ser masculino. Frunciendo su ceño con curiosidad, no hizo más que reír ante lo drogado que estaba.

—Je, ¿eres tú John? —Cuestionó sin borrar la enorme sonrisa—. No puedo creer lo rápido que te aviso la señora Hudson, es toda una chismosa de primera —no respondieron. Solo sentía el peso de la mirada en esa silueta—. Ya sé, ya sé lo que dirás, pero quiero que... de una vez lo sepas. Es parte de una investigación... esto no tiene nada que ver con lo de Magnussen o con lo de...

Guardó silencio.

Sherlock desvió su mirada hacia un lado y aquellas palabras se habían atorado en su garganta, comenzando a quemarle. Cerró sus ojos y buscó una manera de escupirlas, sin embargo, le era imposible, ardían como mil fuegos.

¿Lo de Moriarty? —preguntó una voz y al escucharle, le dejo helado.

Sherlock abrió los ojos de golpe y los movió en donde provino aquella voz que, mientras él siguiera con vida, la reconocería por doquier y visualizó mejor quien era el que se encontraba en su habitación.

—No... —soltó con miedo.

¿Me extrañaste? —cuestionó mientras salía de aquellas sombras y mostraba su identidad.

El detective había palidecido y el miedo le había abrazado por completo. Al ver que quien salía de entre la oscuridad era nada más que su mayor rival: Jim Moriarty.

—No puede ser —respondió, mientras con sus manos cubría parte de su rostro.

He vuelto Sherlock. Y esta vez te haré arder... —El detective cerró sus ojos y comenzó a buscar la manera de salir de este efecto generado por la droga—. No puedes huir, Sherlock —continuó Moriarty mientras se acercaba a él—. Esta vez el juego realmente ha comenzado, y arderás... ¡Arderás como nunca! —gritó.

Aquellas últimas palabras resonaron con mucha fuerza en sus oídos y Sherlock no lo toleró. Muy dentro de él no entendía cómo es que Moriarty había regresado de entre los muertos. ¡Él se mató delante de sus ojos! No, no era posible. Llevó sus dedos en sus sienes y comenzó a pensar con más fuerza, no obstante, la voz de Moriarty masticaba su cerebro y sentía como derribaba las enormes paredes de su palacio mental.

—¡Sal...! ¡De mi cabeza! —exclamó en furia.

¡Oh, Sherlock! —Continuó frente a él—. Solo déjame ver ese corazón tuyo quemarse en las vivas llamas del más horrible fuego... —y acercó su rostro hacía su oído—. Déjame verte sufrir, verte decepcionado, verte volver loco...

El detective abrió sus ojos quedando frente aquella sonrisa que derrumbaba todo a su alrededor. Su cuerpo empezó a caer a un vacío, cubierto en aquellas palabras que Moriarty había dicho.

Silencio. De nuevo todo había sido envuelto por el silencio.

La noche seguía congelando las calles de Londres y en medio de ellas, una pequeña niña deambulaba confundida, con temor y sin saber a donde más podría avanzar. Al no saber que poder hacer, se sentó en medio de la calle y comenzó a mirar los edificios a su alrededor.

La niña respiraba nerviosa esperando a que un milagro llegará a socorrerla, cerró sus pequeños ojos marrones, trató de controlar aquella respiración que le alteraba y a su cabeza vinieron unas imágenes que había tratado de borrar en estas últimas semanas:

«¡Por favor!» Escuchó. «¡Por favor, te lo suplico! Te prometo que te ayudaré, pero no me mates...»

—Ma... mamá. —susurró mientras nadaba en su recuerdo.

«Yo no te necesito» una segunda voz resonó en su memoria. «Jamás te necesité. Ahora, la niña».

Un llanto desesperado comenzó a retumbar en su cabeza y entre ello lo escuchó:

—¡BOOM! —gritó al abrir sus ojos cubiertos de las más enormes lágrimas.

Ella no lo resistió y comenzó a llorar. Sus lágrimas pasaban por sus mejillas, haciendo que de ellas se removiera la tierra que llevaban; movió su cabeza y observó el suéter que llevaba. Las manchas de sangre seguían ahí.

—¡Mamá! —exclamó en llanto. Su cabeza se inundó de esas memorias que había bloqueado. Recordó el cuerpo de su madre, sobre un gran charco de sangre; su mirada vidriosa y vacía y un enorme agujero en su frente—. ¡Mami!

Sin poder controlarse, la pequeña comenzó a gritar con terror. Agitó su cabeza, queriendo borrar aquellas imágenes de su memoria, pero era imposible. Le atormentaban sin cesar.

«Tú...» Llegó esa voz de nuevo a su cabeza. «¿Qué sabes de él…? ¿Querías que te ayudará? ¿Sherlock Holmes...?»

La niña se detuvo abruptamente al oír aquel nombre en sus recuerdos. Y con su mirada fija al horizonte, oía esa horrible voz pronunciar a cada momento el nombre:

«Sherlock Holmes... Sherlock Holmes... Sherlock Holmes...»

La pequeña se alzó del pavimento y miró a la noche.

—221B de Baker Street... —susurró.

Comenzó a caminar, perdida en sus memorias y sin dejar de escuchar el nombre en su cabeza.

Cuatro de la mañana.

La pequeña al fin había llegado a Baker Street. La temperatura era más fría de lo usual, pero eso a ella no le importaba y, sin más que esperar, se acercó a la puerta color azabache con sus números en color dorado. Ella tomó con dificultad el llamador y empezó a golpear con lentitud. A pesar de sus golpes lentos, estos resonaban fuerte y, con ello, la señora Hudson se alzó sorprendida de su cama. Sin comprender bien que pasaba, se colocó su bata y salió de su habitación para acercarse a las escaleras.

—¡¿Sherlock?! —llamó—. ¡¿Sherlock, llamaste a alguien a estas horas?!

No obtuvo respuesta y, sin esperar a que este le respondiera, con algo de miedo se acercó a la puerta, pero, no sin antes, tomar un paraguas que tenía a disponibilidad. Sabía que debía estar precavida. Giró la perilla con lentitud y con miedo alzó el paraguas para aventurarse abrir la puerta, llevándose una gran sorpresa al descubrir quien llamaba a su puerta a estas altas horas de la noche. Era una pequeña niña.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó sorprendida—. Pero si... pero si eres una niñita.

La pequeña observó asombrada y la señora Hudson soltó el paraguas, sin importarle que este se rompiera. Ambas se veían y la señora notó que esa pequeñita estaba completamente descuidada; por sus ropas se concluía que había deambulado por días, en su rostro se notaba la tierra y la contaminación de la ciudad, sin embargo, lo que más le sorprendió de ver fue la sangre sobre su suéter gris.

—¡Por Dios! ¡¿Qué te pasó, corazón?!

—Sherlock... Sherlock Holmes. —demandó.

La señora Hudson seguía sorprendida, se dio la media vuelta hacía los escalones y no lo dudo por ningún momento:

—¡Sherlock, ven rápido! —Pero de nuevo no obtuvo respuesta. Rodó sus ojos, se acercó a la pequeña y esta se asustó al ver su acción—. Tranquila —mencionó—, no te haré nada. Solo quiero que pases a mi casa. Aquí vive Sherlock y podrás hablar con él, ¿sí? —Aun con desconfianza dejó que la señora Hudson la tomará de sus pequeños hombros y, al tocarla, percibió que estaba helada—. ¡Pero...! ¡Mi Dios, hija, estas hecha un tempano! Rápido te llevaré a mi recamara y te calentaré, en lo que voy por Sherlock.

La señora Hudson echó una mirada veloz a la calle, cerró la puerta y puso la llave. Se llevó a la niña a su habitación y al llegar la sentó en su cama. Ella le veía en cierto estado de shock.

—Déjame buscarte algo caliente —repitió mientras le miraba con una sonrisa.

Se movió de ahí y abrió su armario para sacar una colchoneta enorme, con una terrible decoración, pero muy eficaz para evitar el frio. La extendió, le dio una sacudida y se la puso a su alrededor.

—Espera aquí, preciosa. Iré a buscar a Sherlock —dijo sin borrar su sonrisa.

Ella no dijo ni hizo nada, solo observó. Al no obtener respuestas, la señora Hudson salió de su habitación en busca de su inquilino. Al arribar y sin pensarlo, abrió la puerta y para su sorpresa miró a Sherlock, tirado en el suelo del living room con unos ojos enrojecidos y ciertas lágrimas resbalándole por las mejillas.

—¡Sherlock! —Gritó preocupada y se acercó a él—. ¡Dios mío! ¡¿Qué hiciste?! —reclamó mientras movía su cuerpo—. ¡Reacciona Sherlock!

—Ya... —habló en voz baja. Al oír sonido, la asustadiza señora acercó su oído a su boca—. Ya... deje de gritar. Estoy bien.

La señora Hudson llevó sus manos cerca de su barbilla y miró, como madre preocupada, a Sherlock mientras este se alzaba con dificultad.

—¡Oh, Sherlock! ¡Qué susto me has dado! —exclamó al verlo sentado. Este volteó a mirarle horriblemente.

—Estoy bien —Contestó sin ánimos—. ¿Por qué ha estado gritando mi nombre?

—Pues te vi tirado en el suelo y yo...

—No este momento —interrumpió molesto—. Hace diez minutos.

—¡Oh! —exclamó—. Necesito que vengas a mi recamara.

—¿Acaso tiene otra araña en la pared? —preguntó con fastidio.

—No, Sherlock. Creó que acaba de llegar un cliente.

Una mirada extrañada y fascinada le dio y, a pesar de cómo se sentía, se alzó del suelo y salió de ahí. Con algo de confusión, la señora Hudson se fue detrás de él. Durante el camino no hubo palabras algunas; Sherlock llegó a la habitación y abrió la puerta de golpe.

—¡Sherlock, espera! —Exclamó la señora Hudson a sus espaldas—. Se sutil porque...

—Es una niña —continuó extrañado.

—Sí —suspiró al llegar con él y, por encima del hombro de Sherlock, distinguió como ella estaba recostada en la cama en posición fetal sobre la colchoneta.

—Señora Hudson —habló aún extrañado—, ¿a qué está jugando?

—A nada, cariño. Ella llegó preguntando por ti.

Sherlock se adentró en la habitación, miró a la pequeña niña con la tenue luz que la lámpara de mesa regalaba. Ella estaba en sueño profundo y él observó todo con perfecto detalle. Notó las gastaduras de su pantalón, vio el suéter que estaba hecho a mano y ensangrentado. Y más palabras surgieron alrededor de la pequeña.

—¿Sherlock? —preguntó extrañada la señora Hudson.

—Tiene nueve años, pronto a cumplir los diez. Proviene de Northampton, probablemente vivía en la zona de clase media baja de la ciudad; debido a su suéter solían comprarle la ropa en mercados locales. Ha estado vagando por tres semanas, casi cuatro; esta desnutrida, pero ha sobrevivido e igual a la deshidratación. Probablemente comía de la basura de los restaurantes o robaba la comida de los mercados. Fue testigo de un asesinato; un familiar, su madre, y es por eso por lo que está aquí, para que le ayude a resolver quien mató a su madre.

—¡Oh, Sherlock! —exclamó conmocionada—. ¿Qué es lo que haremos?

Sherlock dio la media vuelta y con una sonrisa vio a la señora Hudson.

—Tomaré el caso. Me avisa en cuanto despierte, llamaré a John.

—Pero querido son casi las cinco de la mañana...

—No importa —Interrumpió mientras salía de su habitación—. Me habla en cuanto despierte.

Sherlock subió los escalones sintiendo emoción por este nuevo caso. Necesitaba despejar su mente después de lo de... eso.


N/A:

Muchas Gracias por leer. Se agradecerán sus comentarios, criticas que me ayuden a mejorar, opiniones y/o sugerencias :3