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Vuelo a tu corazón

Por. Stefanía Potter

—Pasajeros del vuelo DT9632 con destino a Londres Inglaterra, favor de abordar por la puerta número 19 —anunció la voz por los altavoces del aeropuerto.

Lily Evans, pelirroja y graciosa tomó su equipaje de mano con el entusiasmo espolvoreado en sus acciones. Era su primer vuelo trasatlántico, su primera visita al extranjero y la primera vez que podría demostrar a sus padres y hermana que las carreras artísticas también pagaban las facturas.

Había recibido la oportunidad de su vida al comenzar a laborar en una pequeña editorial con un gran prestigio en un país extranjero. Lo sabía, tal vez la empresa iba en descenso pero aquello no la desanimaría de sus objetivos.

Después de ocho meses sin conseguir un empleo remunerable y viviendo a expensas del apoyo económico que brindaba su abuela —sin que sus padres se enterasen— estaba a punto de liquidar su deuda y embarcarse en una nueva aventura.

El entusiasmo y positividad siempre había sido una de sus características más notables, lo suficiente para hacerla destacar entre los egresados de Literatura Inglesa y obtener una recomendación por sus profesores para un empleo en Europa.

Con la plaza cubierta, encontrado un piso de alquiler compartido y un poco de dinero de su abuela, pudo conseguir la visa de trabajo sin ningún problema. Empacó su ropa, vendió su auto, terminó el contrato de su entonces alquilado departamento en Nueva York, y se dirigió al aeropuerto con toda una vida por delante.

La fila para ingresar al avión era corta, el vuelo de siete horas no estaría abarrotado y Lily agradeció, podría cambiar de asiento si le apetecía.

—Bienvenida —saludó el sobrecargo con una sonrisa.

La pelirroja correspondió y atravesó el avión más grande que había visto en su vida, de dos pisos y cientos de asientos ordenados en filas de siete. Para su mala suerte el asignado era exactamente el asiento del medio, entre dos hombres obesos que parecían tener la intensión de dormir todo el vuelo.

—Discúlpeme —llamó a una sobrecargo que sonreía amablemente y dirigía a todos a sus asientos—. El vuelo no está lleno, ¿puedo elegir otro lugar?

La tensa sonrisa no disminuyó mientras indicaba con las manos el recorrido a una familia.

—Después del despegue podrá hacerlo —respondió sin darle mucha importancia.

Resignada se dirigió a su asiento asignado, manteniendo los brazos pegados a su torso para no rosar contra los de sus compañeros.

—¿Primera vez en Londres? —preguntó uno de ellos, donde claramente en los dos asientos de su lado, se encontraban su esposa e hijo con una complexión muy parecida a la suya.

—Sí —sonrió.

—También la nuestra, tenemos planeado ir al set de filmación de una película muy famosa, ¿cómo se llama, Derek? Una de un maguito.

Lily no lo escuchó, esbozando una sonrisa se colocó los auriculares en espera de que el despegue terminara. Sin deberla ni temerla, una vez que el indicador de los cinturones de seguridad estaba apagado, tomó de nuevo su equipaje de mano y se paseó por el avión en búsqueda del asiento perfecto.

Su clase desbordaba turismo por cada poro, señoras con sombreros y niños jugando videojuegos le agotaban. En ese momento quería algo más tranquilo, algo para alguien que nerviosa y entusiasta estaba por iniciar una nueva vida en otro país.

En la clase Premium había lugares desocupados, así que tomó el primero del pasillo de una fila de tres. Dudaba que alguien se diera cuenta que había cambiado de clase y, sinceramente, no le importaba. Colocó su bolso debajo del asiento de enfrente, relajándose en los sillones notablemente más amplios.

—Disculpa —llamó una voz masculina con un claro acento inglés.

—¿Sí? —respondió quitándose el auricular.

Su compañero de fila que había estado recargado contra la ventana, la miraba con una ceja negra en alto.

—Tomé este lugar precisamente porque la fila estaba sola, ¿podrás irte a otro lado?

No estaba siendo grosero, parecía que le estaba pidiendo un favor, pero no le apetecía moverse. Justo ahí no hacía tanto frío, los baños estaban a un par de metros y no se escuchaba un solo susurro de infantes alrededor.

—No te molestaré, lo prometo. Es el mejor lugar que encontré y no hay niños cerca. Necesito relajarme.

—¿No te gustan los niños? —preguntó con cierto tono escéptico— Pareces animadora de fiestas infantiles.

Lily arrugó la nariz ofendida. Estaba acostumbrada a que los demás juzgaran sus pintas, además, en esa ocasión no se había sobrepasado. Llevaba el cabello suelto en lugar del usual moño con listón, también llevaba una de sus faldas floreadas más discretas y la blusa amarilla ni siquiera tenía volantes.

—¿Y a ti te gustan? —respondió molesta, juzgando también su ropa— Pareces un jugador de futbol desempleado.

El chico estalló en carcajadas en una risa contagiosa, lo suficiente para hacerla sonreír a ella ligeramente y disminuir su molestia. Él llevaba un conjunto de chándal, en un estilo deportivo bastante cómodo.

—En realidad soy arquitecto, vine a Nueva York por cuestiones de trabajo y sí, me gustan los niños. Tengo un hijo de dos años.

—Maravilloso —respondió por inercia. El chico se removió incómodo, y así Lily se dio cuenta que de hecho se estaba portando grosera—. Lo siento, es que te ves muy joven.

Aquello pareció sentarle bien a su ego y alzó el cuello de la sudadera en una pose presumida, la sonrisa apenas se había borrado de su expresión y aquello llamó la atención de Lily. El hombre tenía cierto encanto, tal vez por la mirada juguetona o el cabello negro despeinado que parecía combinar muy bien el blanco de su piel.

—¿Primera vez en Londres? —preguntó, apoyando parte de la espalda en la estructura del avión, con el cielo de la tarde iluminando su costado en la ventana.

En ese momento Lily decidió que era el hombre más atractivo que había conocido, era una lástima que estuviera casado, sobre todo porque ahora ella viviría en la misma ciudad.

—Sí. De hecho, me mudo allá.

—Oh, genial. ¿Una buena oportunidad de trabajo? —cuestionó con genuina curiosidad.

Lily sintió sus mejillas sonrojarse.

—En realidad solo una oportunidad.

El chico rió suavemente, tratando de calmar la reciente tensión. Se estiró en su lugar, luciendo cada vez más cómodo.

—La vida es dura, lo entiendo. Yo tuve suerte, toda mi familia se dedica a la construcción. Mi padre principalmente a las obras públicas, a mí me interesaba más obras privadas, así que hicimos una buena mancuerna.

—Qué afortunado. No todos tenemos ese tipo de privilegios —suspiró, recordando la última discusión con sus padres antes de ingresar a la sala de abordaje—, mis padres ni siquiera apoyan mi carrera. Este trabajo es la oportunidad de demostrarles que la literatura también paga facturas.

Él sonrió con un dejo de ternura y sus ojos brillaron, Lily se quedó prendada de los ojos marrones oscuros.

—¿Eres escritora?

—Lo soy —aceptó con orgullo—. Aunque por ahora solo leeré manuscritos, espero en algún futuro tener la oportunidad de publicar.

—Si decidiste mudarte para seguir tus sueños, seguro que lo harás. La perseverancia es la que nos puede llevar por cualquier camino.

Lily atrapó su labio inferior entre los dientes, conmovida por la persona que sin querer había conocido.

—Soy Lily Evans, por cierto —agregó estirando su mano sobre el asiento vacío.

—James Potter, un gusto —respondió correspondiendo el saludo.

Una pequeña electricidad recorrió la punta de sus dedos, recorrió su brazo y subió por su hombro hasta la nuca, donde el vello se erizó. Sí, definitivamente estaba encantada por este hombre.

Regresaron a su posición original, relajándose en sus cómodos asientos. James puso en pausa la película que estaba viendo, para dirigirse de nuevo a ella.

—Si tus padres no apoyaban tu carrera, entonces ¿por qué te decidiste por literatura?

La pelirroja se encogió de hombros, aunque sabía perfectamente la respuesta.

—Siempre amé leer, conocer historias, viajar a otros planetas y encontrarme con todo tipo de seres. La ficción es mi pasión, planeo vivir mil vidas y luego hacerlo para siempre.

James se mostró confundido, alzó una ceja negra y preguntó:

—¿A qué te refieres?

—Bueno, es un dicho viejo: lee y vivirás mil vidas, escribe y vivirás para siempre.

El rostro masculino esbozó una sonrisa, todavía con ese brillo en la mirada.

—La literatura y la arquitectura son más parecidas de lo que yo pensaba.

—¿Disculpa? —preguntó confundida.

James se acomodó nuevamente en su lugar, apoyando la espalda contra la estructura del avión de forma que podían estar de frente.

—La arquitectura es el arte de la edificación. Cada edificio nos cuenta una historia, nos llevan a diferentes lugares en el espacio y tiempo. Puedes viajar al pasado o incluso al futuro. Puedes estar en Egipto sin salir de Inglaterra. Y se convierte en algo real, algo que puedes palpar, sentir, oler y escuchar. La arquitectura no son solo números, vigas y hormigón, ese es solo el concepto común.

El corazón le palpitó deprisa por unos segundos. Por primera vez sintió que alguien la entendía. Cuando ella hablaba de la literatura la gente solo pensaba en páginas amarillentas, muchas letras aburridas y ortografía y gramática, pero era mucho más que eso. El paso del tiempo siempre le había preocupado, y ahora, frente a James se daba cuenta que había otra persona que tenía el mismo sentimiento que ella por su carrera. El mismo amor.

Bueno, seguro que había un millón, pero era la primera vez que ella se encontraba con ese alguien.

—Creo que nos podemos llevar muy bien —Se le escapó decir y él estalló en carcajadas. Verlo reír también era una imagen deliciosa. — ¿En serio estás casado?

Ante esto, la seriedad volvió a su rostro, desconcertado.

—Nunca dije que lo estuviera.

Lily sintió las mejillas enrojecerse.

—Es cierto —aceptó avergonzada—. Lo siento. Lo asumí cuando dijiste que tenías un hijo.

—Lo tengo, pero nunca me casé con su madre. De hecho ni siquiera estamos juntos.

—¿No lo están?

—Nop.

¿Era su imaginación o su ceja se había elevado una vez más? ¿Estaba coqueteando? Si el calor antes se había alojado en su rostro, después de eso con mayor intensidad. Él observaba su reacción, divertido.

—Debe ser duro para el pequeño —murmuró, desesperada porque su bochorno se fuera lo antes posible. James la miraba descaradamente, con una sonrisa que solo podía indicar que podía leer sus pensamientos.

—No lo creo. Tenemos custodia compartida, está conmigo los fines de semana y siempre ha sido así. Él está acostumbrado a que mami y papi no son pareja.

—Pero lo fueron, ¿no? ¿Si no cómo llegó la concepción?

Después de terminar la frase se dio cuenta que era un tema muy personal para una persona que apenas conocía, pero él no parecía molesto, todo lo contrario.

—Salimos por un par de meses, fuimos tontos y ya nos habíamos dejado de ver cuando supo que estaba embarazada. Nos hicimos cargo de la responsabilidad, firmamos un acuerdo y Harry pasa los fines de semana y navidades conmigo —dijo tranquilamente—. ¿Te gustaría ver una foto?

Lily asintió sin pensarlo.

El chico sacó un móvil ultramoderno de su bolsillo y buscó por unos segundos, después le pasó el aparato y Lily observó al pequeño sonriente colgado del cuello de su padre. Parecían estar en el parque, James había tenido razón, el niño se veía feliz.

—Se parece a ti —murmuró sin pensar, observando el oscuro cabello alborotado y la misma forma del rostro de su padre.

—Crecerá guapo y atractivo —respondió tratando de recuperar su móvil.

La pelirroja rió mientras se lo pasaba.

—No podías ser tan perfecto —se le escapó decir—, no había notado tu ego hasta ahora.

James alzó sus hombros, guardando el aparato en el bolsillo de su chándal.

—No es malo tener ego, te ayuda a ser seguro de ti mismo. Además ¿de qué me acusas? Se necesita de mucha seguridad para usar ese atuendo.

Lily volvió a evaluar su aspecto, no encontraba nada raro en él. Era uno de sus conjuntos más discretos.

—¿Qué hay de malo con mi ropa? —preguntó indignada.

—Nada, por supuesto, solo que podrían confundirte con las cortinas de casa de mi abuela.

—¡Oye! —estalló enojada mientas James reía a carcajadas.

Siempre le habían dicho que tenía que tomarse con humor los comentarios de los demás, pero ahora estaba un poco molesta porque un casi extraño la había insultado. Sí, se necesitaba mucha seguridad para tener una pinta estrafalaria, sin embargo, después de escuchar tanta negatividad habían logrado que su seguridad se volviera solo una fachada.

Por eso había decidido mudarse, demostrarles a sus padres que estaban equivocados. Lo necesitaba para construir su seguridad de regreso.

—Lo siento —murmuró James, todavía con destellos de diversión en su mirada—. No sabía que podía provocar esa expresión en alguien por alguna de mis bromas. De verdad lo siento, es solo lo que te digo: una broma.

—Está bien… sé que fue un comentario inocente.

Tampoco quería mostrarle todas sus capas a un extraño.

—Te invito la cena para que sepas que realmente estoy arrepentido —insistió, ahora sí completamente serio.

—No es necesario.

—Insisto.

Los ojos marrones la miraron fijamente, tratando de traspasar sus sentimientos. Sin más remedio, asintió. James sonrió y tomó el menú que descansaba en la canastilla del asiento de enfrente.

—¿Qué te apetece?

Entonces no se había dado cuenta que debía ser tarde, habían abordado por la tarde, casi cerca del atardecer. El despegue duró una hora, y ella tenía un buen rato conversando con el atractivo desconocido.

Mientras revisaba el menú sintió su estómago hacer ruidos extraños, sí que tenía hambre. Se decidió por una hamburguesa doble, mientras que James eligió un filete bastante elegante. Pidió también unas copas de vino para acompañar, y solo entonces se le ocurrió que su trabajo debía ser muy bien remunerado. Él estaba en la sección Premium, llevaba un móvil ultramoderno y pedía una cara cena en el avión. Definitivamente Lily debía dejar de juzgar a la gente por sus pintas.

Cuando la sobrecargo dejó sus alimentos sobre la mesilla, James le entregó una membresía y una tarjeta de crédito negra. Lily no sabía demasiado, pero aquello debía reflejar la importancia de su posición económica. La asistente de vuelo se portó encantadora con él, aunque casi había dejado caer de mala gana la cátsup para ella.

—¿Y tú, tienes pareja? —preguntó James más tarde, cuando ambos disfrutaban de la copa de vino después de la cena y las luces del avión comenzaban a apagarse indicando la hora de dormir.

—No en realidad. Tenía un amigo con derechos en Nueva York, pero obviamente ya no estamos juntos si yo me estoy mudando al otro lado del mundo.

—Sí, mantener relaciones a distancia es difícil. Yo viajo casi cada semana a diferentes partes de Europa, a veces vengo a América, no he podido mantener una relación formal o informal desde antes de la madre de Harry.

—Es natural —respondió por decir, sonrojada por la cercanía que de repente dio lugar.

James se había inclinado con la copa sujeta en su mano sobre el asiento vacío que los separaba, llevaba una sonrisa y ojos brillantes.

—¿Viajas seguido? —preguntó.

Esta vez negó con la cabeza, incapaz de hablar cuando detectó el aroma masculino que desprendía el chico frente a ella.

—¿Has escuchado acerca del Mile High Club? —preguntó con intensidad.

Volvió a negar, esta vez embelesada por el guapo rostro.

—Supongo que los que viajamos seguido estamos más enterados —murmuró sin perder el entusiasmo.

—¿Realmente es un club?

—¡Por supuesto! Y cualquiera puede volverse parte de él.

—¿Es decir que no es oficial?

James sonrió ampliamente.

—No es oficial, pero mucha gente lo conoce.

—¿Y en qué consiste dicho club?

Esta vez la expresión del chico se volvió más alegre, se inclinó hacia ella y Lily en acto reflejo también lo hizo, parecía algo confidencial. Su aroma le llegó de lleno, y el susurro le hizo cosquillas en el oído.

—En tener sexo en un avión en tránsito.

Lily se llevó una mano a la boca sorprendida, mientras ambos se alejaban para nuevamente mirarse a la cara.

—¿Tú eres parte de él? —preguntó con inocencia, sin perderse un detalle de la expresión divertida de James.

—Sí. ¿Y tú?

—Ni siquiera lo había escuchado antes.

—No hice la pregunta correcta. ¿Quieres formar parte? —se reformuló.

Entonces sus mejillas definitivamente se volvieron rojas, tanto como su cabello. Un desconocido le estaba proponiendo tener sexo en ese lugar… No. Un atractivo desconocido le estaba proponiendo tener sexo en un lugar público.

Lily no era una mojigata, pero la idea nunca había pasado por su mente. Sí, definitivamente se había mostrado demasiado interesada en el chico a su lado. Eso ni siquiera era planeado, él parecía espontáneo, y Lily se había convencido de que ella también podía serlo desde el momento en que decidió mudarse.

Nunca lo volvería a ver, James parecía ser de la clase alta de Londres mientras que ella trabajaría en una pequeña editorial en un piso económico. ¿Qué tenía que perder? El chico definitivamente le atraía, no solo por su físico, sino por su mente. La había conquistado en apenas unas horas.

—¿Dónde suelen entregar la membresía? —preguntó, mordiendo su mejilla interior con nerviosismo.

James sonrió ampliamente.

—A veces en un recoveco, en los mismos asientos o, más frecuentemente, en los baños de servicio, donde sea que el nuevo miembro se sienta más cómodo.

Mordió ahora su labio inferior y, sin decir nada, se puso de pie. La expresión de James cambió a una decepcionada, pero cuando ella le guiñó un ojo, se renovó su alegría de inmediato.

Con las piernas temblorosas se dirigió a uno de los baños, aquellos que había notado no tenían asientos cercanos. No podía creer que lo iba a hacer, pero ¿a quién engañaba? Quería y le gustaban las aventuras.

Se encerró en uno de los cubículos y miró en el espejo sus mejillas sonrojadas. Estaba nerviosa, el corazón palpitaba fuerte mientras sentía esa sensación en sus muslos de la anticipación. Acomodó su cabello y sus pechos dentro del sostén para que se vieran más respingadas. Quería causar una buena impresión.

El sonido de unos nudillos golpeando la puerta la sobresaltó, abrió por inercia y en un segundo se encontraba con otra persona dentro del pequeño cubículo. James era más alto de lo que parecía sentado, su cabeza apenas rosaba la barbilla masculina, pero aquello no parecía ser impedimento, porque de puntillas alcanzó su boca sin ningún problema.

Los labios suaves y con un ligero sabor a vino le respondieron de regreso. No sabía cuál era la dinámica, pero se imaginó que no podían durar mucho tiempo. Metió las manos por debajo de la playera deportiva sintiendo la suavidad y el calor de su piel, él se contrajo apenas al tacto, comenzando a descender sus besos por la quijada hasta su cuello.

Aquel era uno de sus puntos más sensibles, se encogió por la sensación volviendo toda su piel de gallina. Las manos de James se fueron a su cintura, donde se detuvieron tratando de encontrar la cremallera que abriría su falda.

—Primero quiero quitarte esta cortina —murmuró sin dejar de repartir besos.

Lily llevó sus propias manos hasta la falda, abriéndola ella misma. De un «zip» la prenda ancha cayó alrededor de sus pies. James la sujetó de los muslos elevándola en el espacio donde estaba el pequeño lavamanos de plástico, sintió el grifo en su trasero, pero no se iba a quejar, era demasiado pequeño el espacio.

Una de sus piernas quedó colgando, mientras el pie de la otra estaba apoyado en el retrete. James se acomodó en ese espacio, presionando contra su centro la erección.

—¿Lo tenías planeado? —preguntó, distraída por como unos dedos de repente estaban dentro de sus bragas.

—No.

Lily sujetó el elástico de los pantalones de chándal y con un movimiento sencillo, pudo liberarlo. Lo tomó entre sus dedos, presionando el pulgar en la punta húmeda. Él jadeo, echando la cabeza para atrás, deteniéndola en la puerta del baño, sin detener el movimiento dentro de sus bragas.

Se masturbaron unos minutos, antes de que la adrenalina escalara en su nivel más alto, James sacó el preservativo de sus pantalones y se lo colocó con rapidez. Lily se acomodó mejor, pasando su pierna libre por detrás de las de James.

—No puedo creer que esté haciendo esto —murmuró Lily, jadeando, cuando por fin se había deslizado en su interior y bombeaba en movimiento rítmicos.

—¿Entonces por qué lo haces? —preguntó James, tan agitado como ella.

—Tal vez porque es la única forma en la que te puedo tener —dijo con sinceridad.

James sonrió, con los ojos brillantes antes de besarla de nuevo. Lily correspondió, aumentando su excitación por el vaivén continúo. Lo abrazó, tratando de impregnar el aroma que había identificado de él en su ropa. Quería llevárselo el mayor tiempo posible, mantenerlo hasta que pudiera.

Su interior vibró, acumulándose una tensión que conocía muy bien. No lo reprimió, ni lo retrasó, dejó que el orgasmo la dominara por completo. Gimió en la boca de James, que se esforzaba por acallar el sonido, y lo abrazó con fuerza mientras se partía en pedazos. James siguió poco después, presionando los dientes entre sí y aumentando la rapidez de sus movimientos.

Ambos estaban un poco temblorosos mientras se limpiaban en el espacio tan reducido, James salió primero, compuesto mucho más rápido. Lily se quedó atrás, tratando de acomodar su ropa y atusar su cabello que se había erizado notablemente. Tenía el rostro rojo, las piernas temblorosas y el trasero adolorido, pero no se arrepentía. Le gustó y ahora pertenecía al Mile High Club.

Cuando por fin salió, James estaba de nuevo en el asiento con pose relajada, revisando su móvil.

—¿Dónde está mi membresía? —preguntó en cuanto se sentó, sintiendo una sensación en el estómago al hacer contacto visual.

—Creo que se quedó en el baño de servicio —dijo sonriendo ampliamente.

El rostro varonil todavía con el rubor del sexo la observó largamente, ella hizo lo mismo. No quería dejar de verlo, no lo volvería a hacer, eran de mundos completamente separados.

Ya no conversaron más, Lily lo miró hasta que calló dormido y no volvió a saber de él hasta que despertó horas después con el aviso del cinturón de seguridad activado. Abrió los ojos de golpe, la cabina ya estaba iluminada con luz artificial y se escuchaban las voces de los pasajeros conversando entre ellos.

—Ya iniciará el aterrizaje —murmuró una voz somnolienta a su lado.

James permanecía en su asiento junto a la ventana, tenía los ojos rojizos por la falta de sueño y el cabello asombrosamente más despeinado.

Lily se enderezó y paso sus manos por la barbilla, retirando la baba seca que seguramente la haría verse ridícula. No quería ni abrir la boca, sabía que tendría un aliento de dragón que espantaría al chico de labios besables.

Sin decir palabra tomó su neceser y se dirigió al baño de servicio esquivando a los sobrecargos que le dirían que debía sentarse. Solo quería lavarse los dientes, estar presentable y besarlo por última vez antes de la despedida.

—Debe regresar a su asiento, iniciaremos el aterrizaje en breve —dijo una voz profesional golpeando detrás de la puerta.

Enojada, guardó sus artículos personales y salió del cubículo. Por lo menos había alcanzado a asearse, aunque hubiera querido tener un poco más de tiempo.

Al regresar a su lugar, James estaba con los ojos cerrados y los brazos cruzados en su pecho claramente intentando dormir, frustrando sus intentos de un beso. Lily permaneció quieta, tratando de soportar el dolor en los oídos por la diferencia de presión. Las pocas veces que había volado, solía ser un problema frecuente.

Cuando llegaron al aeropuerto, Lily por fin fue consciente de que su nueva vida estaba iniciando, James había sido el primero en ella. El primer británico que le había dado la bienvenida y que además era encantador, apenas viéndolo de reojo se dio cuenta que realmente quería que él fuera parte de su vida, había sentido solo un flechazo y sabía que James podía ser de quién se enamoraría fácilmente.

—Fue un placer —dijo el chico estirando su mano cuando estaban en la sala para recoger el equipaje.

Lily la tomó, sintiendo por segunda vez esa electricidad que la recorrió hasta el vello de la nuca.

—Espero volver a verte —sugirió esperanzada.

—Eso puede ser. Ahora vives en Londres —respondió él despreocupadamente.

—Me encantaría conocerte, James Potter.

—El destino lo dirá, Lily Evans.


Si llegaste hasta aquí gracias por leer. Hace un tiempo que no escribía nada parecido, pero luego de tantos pedidos por escenas románticas en Mar de Pasiones... Dije, bueno ¿por qué no? Tenía esta idea rodando en mi cabeza desde hace tiempo.

Cosas a aclarar: El título de esta historia probablemente es el peor que se ha ocurrido (ya lo sé, no me lo tienen que mencionar), pero ¿bueno? El Mile High Club es real, yo solo lo tomé prestado para mi trama. Pueden investigar al respecto si gustan. También sé que dará de qué hablar que Lily no sea madre de Harry, pero vuelvo a lo mismo, ¿por qué no? Este es solo un AU. Y me he divertido escribiendo esto.

Espero que para ustedes también resulte entretenido, si es así, déjenmelo saber. Aprecio mucho los reviews.

Besos,

S.