A de Amanecer


No se reconocía a sí misma como una persona madrugadora. De hecho, de lo poco que recuerda de su agridulce infancia, es que era Mai quien solía levantarla temprano para iniciar el día en el (maldito) Clan Zenin.

Sin embargo, hoy se levantó temprano –a las 4 de la mañana, genial– porque no pudo volver a conciliar el sueño. Por lo que, con sigilo y cuidado, salió del futón matrimonial que compartía con Yuuta, y se escabulló a la terraza a tomar el fresco.

Y por un momento, se permitió despojarse de sus lentes y respirar el aire matutino mientras cerraba los ojos.

(O mejor dicho, el único ojo funcional que tenía).

Había pasado tiempo desde que había tomado el rol de líder de su clan, lo que no fue fácil, pero fue satisfactorio al final. Era más fuerte que en antaño, y también, tenía una relación con la persona que amaba y que sinceramente, le traía un confort y una felicidad indescriptible.

Se sentía agradecida de poder vivir un día más, aunque no era algo que iba a decir en voz alta y siempre.

Abrió su ojo, mirando como el sol comenzaba a tomar fuerza. Pintando al cielo de un tenue naranja y así, anunciar que finalmente era de mañana.

Bostezó, mientras que con una de sus manos alcanzaba sus lentes y se los ponía. Parpadeando levemente en un vago intento de despejar el repentino cansancio, producto de madrugar sin querer.

Esperaba que Yuuta no se hubiera levantado o dado cuenta de su ausencia. Aunque lo más seguro, es que estuviera profundamente dormido por los sucesos de ayer.

(¿Y cuáles sucesos de ayer? Eso es otra historia).


Nota: Como cuando no sabes si escribes una mentira o un final feliz.