Recién tuve la oportunidad de jugar el primer juego de Earthbound y fui flechada por la idea de Ninten y Anna, ¿okey? Sí, yo le dije que sí a Anna. Sí, no podía dejar a Anna en la friendzone. Sí, Ninten tampoco podría dejar a Anna en la friendzone. Lo siento pero no lo siento.
Disclaimer: Earthbound Beginnings/Mother no me pertenece.
El sombrero de Anna y las cartas de Ninten.
Por Blue-Salamon.
Anna se quita el sombrero, extendiéndolo en su dirección y Ninten automáticamente lo toma, preguntándose si en aquella casa oculta al interior de las montañas es que encontrarán algunas respuestas sobre los padres desaparecidos de los niños de Youngtown. También, sobre la madre de Anna.
No es la primera vez que sostiene su sombrero y, al hecho, Ninten siente el cosquilleo del aroma particular de Anna a través de este. Ahora, incluso, más intenso de lo que lo hizo la primera vez que registró el aroma que desprendía.
El sombrero de Anna desprende un olor natural de la combinación de canela y vainilla. Un olor inherentemente dulce, aunque también picante, que no puede hacer más que alarde de su misma dueña. Un olor particular que aún sigue sin parecer del todo correcto, y a Ninten le parece que se le escapa. Tiene asma y quizá es debido a eso o a saber qué, que cuándo se trata de identificar aromas siente que a veces lo hace y a veces ni los registra y, a veces también, puede que hasta se los invente, los olores desprendidos tan solo en su imaginación.
Ninten recuerda que tras haber recibido el sombrero junto con Lloyd, en su camino a Spookane, entre jugando con el sombrero e intentando no perderlo de vista ni llegar a olvidárselo, había tratado de imaginarse a la chica a la que le pertenecía el aroma y tenía aquel nombre que se leía bordado en el interior del sombrero, « Anna ». En su cabeza, las niñas podían ser todo lo bonitas que quisieran, pero tras su experiencia con dos hermanas menores, al mismo tiempo, su impresión de las niñas era la de una molestia sin lugar a dudas. Para empezar, ¿cómo es que habría olvidado su sombrero esa niña? Y quizá él no era quién para hablar (la de veces que habría tenido que hacer su camino de vuelta a casa por dejarse su sombrero antes de correr de vuelta a sus aventuras del día a día), pero jamás se habría olvidado su sombrero en una estación del tren... ¿quizá?
Por alguna razón, para esas alturas tampoco había terminado de deshacerse de las palabras de la recepcionista de la oficina del desobligado alcalde de Podunk. « Hay rumores de una niña maravilla en un pueblo alejado al este, más allá de Spookane. Quizá ella podría ser tu amiga ».
Una niña maravilla. Y una niña que había extraviado su sombrero. Ambas en Snowman. Parecía una graciosa casualidad hasta que conoció a Anna.
« Ninten... ¿verdad? Te he estado esperando. Necesito que me ayudes a encontrar a mi madre ».
Anna vuelve a extender una mano apenada en su dirección, en un gesto tímidamente impaciente que pedía que se le regresara su sombrero. Es entonces que a Ninten se le pasa por la cabeza que tal vez y a Anna la malinterpretó, que si bien se había quitado el sombrero para tratar de arreglarse un poco el cabello nunca voceó la necesidad de que él se lo sostuviera, así que, envuelto en un asalto de vergüenza, le regresa rápidamente su sombrero, intentando cubrirse a sí mismo de su enrojecimiento echando la cabeza hacia otra parte. ¿Cuánto tiempo se habría entretenido balbuceando en su cabeza al respecto de Anna? ¿Y en ese preciso momento en medio de las montañas? ¿Anna podría haber sido capaz de escucharlo todo?
Sus poderes psíquicos los guiaban de una manera que a veces actuaban como instintos sobre ellos y, en ocasiones, Ninten había tenido el desliz no solo de leer los pensamientos ajenos sin siquiera percatarse de que lo había hecho, sino que también había acabado proyectando sus propias ideas en las mentes de los demás sin querer. Esto habría traído problemas graciosos en la manera en que en ocasiones conseguía que sus caprichos se vieran resueltos de inmediato por parte de su padre, pero su madre siempre había llegado a creer que Ninten le había voceado algún berrinche incluso cuando ella misma pudiera asegurar no haberlo visto abrir en ningún momento su boca. Sus hermanas, a veces, se molestaban demasiado por cosas que él juraba no haber siquiera abierto la boca para decirlas en voz alta por más ganas que tuviera de gritarles cuando ellas lo molestaban. E incluso él se quedaba desconcertado cuando por accidente terminaba haciendo las cosas que su padre estaba por hacer antes de que él llegara a mover un solo dedo para hacerlas.
Pero. Pensándolo un poco, incluso si había llegado a cometer los mismos errores con Lloyd y Teddy, con Anna... a Anna nunca le había llegado a ver más que lo que ella misma le permitía. Cuando a propósito, una vez, intentó leerle la mente a sugerencia de ella, se dió cuenta de que había un especie de muro sin puerta con el que chocaba al intentarlo. Anna le había explicado que dada su naturaleza telepática ella solía tener breves pinchazos del subconsciente de él que a ratos buscaba meterse en la mente de ella, pero como Anna tenía una naturaleza similar a la suya era fácil para ella notarlo y bloquearlo. Lo que quería decir... ¿que Anna también podía leer mentes... o no?
—Haré una cuántas llamadas, ustedes seguro que tendrán mucho que hablar por su cuenta.
Teddy había llegado a un punto en el que no solo ya no los trataba como un simple par de niños que podrían serle de utilidad en su camino en la búsqueda de la venganza por la muerte de sus padres, sino que, también, parecía haber llegado a tomarles cariño y simpatía, como acogiéndolos como un par de hermanos menores bastante poderosos de los que genuinamente podía llegarse a preocupar.
El camino está despejado, Anna.
Ninten inclina la cabeza, yendo a fruncir una ceja para solo arquear la otra. ¿Eso fue un pensamiento de Teddy? Mira a Anna, que, nerviosa, parece ruborizarse con la sugerencia no dicha por Teddy más que por el gesto que hace al acomodarse las gafas de sol que asegura lo hacen ver como toda una estrella de rock en ascenso y parece que llenan de orgullo a Teddy (Ninten no va a decir nunca nada de lo ridículo que le parece porque tampoco es que le corresponda a él aplastar los sueños de Teddy como los que el propio Ninten tiene con su gorra de béisbol de la suerte y los miles de bates que colecciona mientras que no se supone que él tenga demasiadas esperanzas en volverse un gran deportista si es que carga con su inhalador para el asma en sus bolsillos).
Así que, un poco dudoso, pero decidiéndose por seguir la corriente, se adelanta a tomar los pasos dentro de la habitación que el amable señor les ha ofrecido para que descansen antes de continuar su ascenso en el Monte Ittoi. Teddy les ha dicho que sabe dónde se encuentran los padres de los niños del pueblo vecino, que sus padres habrían muerto en la cruzada por intentar lo mismo que ellos ahora intentaban. Que había algo muy peligroso en las profundidades del Monte Ittoi y que tendrían que estar preparados para morir incluso, por lo que... era correcto hacer una pausa antes de continuar. Así que, tras meditarlo un poco, Ninten no tarda en dar con la conclusión de que pensar en Anna resulta en un especie de tiempo fuera confortable que no tarda en dejar la mayoría de las cosas de vuelta en su lugar, en vez de en el caos en el que los últimos días había estado viviendo desde que objetos inanimados comenzaron a atacarlos al interior de su propia casa. Su padre le había dejado las instrucciones de que quizá podría hacer algo al respecto con sus habilidades... que Ninten no se había molestado nunca mucho en desarrollar, pero ahora. Ahora...
El sonido de la puerta al cerrarse lo obliga a voltear con súbito sobresalto. Y aunque encontrarse de frente con Anna lo tranquiliza en gran medida... la expresión de Anna es como un silencio incómodo que parece que la deja a ella sumergida en una situación que solo llega a resaltar lo pequeña y frágil que en realidad puede ser, porque, a pesar de ser la niña maravilla de Snowman, Anna sigue siendo no más que una niña de doce años cuya mayor motivación de lucha es la de traer de regreso a su madre extraviada.
Ninten aparta unos segundos la mirada de ella, tragando saliva, sintiéndose, de pronto, igual de pequeño, igual de frágil, igual de indefenso. Y, claro que lo entiende.
—Anna...
Aunque, realmente no sabe qué decir.
—Quédate conmigo —por suerte, parece que no es necesario que diga nada. Aunque el tono ligeramente desesperado de Anna no logra más que una mueca en su cara, en primer lugar. Y Anna agacha la mirada, temblorosa, arrepentida un poquito—, por favor... Ninten...
Dándose cuenta de la situación, la forma en que se quiebra la voz de Anna y que otro poco y bien no podría haber escuchado nada de su nombre viniendo de ella, Ninten se adelanta un paso y con cuidado, nervioso, la coge de la mano.
Respira por poco atragantándose, pero sintiéndose profundamente aliviado con la cálida mano que acaba de tomar. De pronto, se siente un poco irreal. Y el hecho de que esté tomando la mano de una niña que no fuera de su familia en un gesto que no puede dejar de sentirse tan íntimo, despierta un centellar de mariposas en su estómago que no sabe de dónde vienen.
Quizá por eso no le extraña que al comenzar a hablar la voz le salga tan ronca que no la sienta suya y tenga que carraspear antes de decir: —sí... está bien...
Pero, incluso así, su voz también suena extrañamente suave. Y Ninten no llega a entender... ¿por qué Anna parece ser tan importante para él si hasta hace unas semanas no tenía siquiera idea de que existía?
Hace un pequeño apretón y avergonzándose, siente como la sangre le calienta el rostro por completo y hasta las orejas. Anna, sin embargo, le regresa el apretón en su mano antes de que pueda soltarla. Y cuando se vuelve a ella, lo entiende como algo que reafirma, junto a la tímida sonrisa que le regala. Dulce y tierna, siente que podría aferrarse a esa mano por todo el tiempo que se pudiera. Siente que puede estar tranquilo alrededor de Anna aún si es que existe un muro impenetrable alrededor de su mente. Siente que tiene que devolverle algo de esa dulce seguridad con la que ella lo llena cuando no lo recrimina ni regaña pero sí se preocupa por él y lo cuida.
Quizá por eso.
—... ¿Quieres bailar?
Ninten tan solo acaba asintiendo con la cabeza y por como a Anna se le iluminan los ojos es que Ninten entiende que ha dado la respuesta correcta. Porque Anna no tiene miedo de bailar.
En realidad, Ninten de verdad que no sabe. Cómo es que ocurre... pero en cuanto comienzan, es también como si música imaginaria, dulce melodía, acompañara los pasos de aquel baile improvisado por el que se deja llevar. Y aunque al principio la cosquilla de un diablos yo no sé bailar le había puesto nervioso, la sonrisa que avanza en sus labios al ver la misma de Anna (la réplica de sus mejillas sonrosadas llenas de vida, sus ojos brillantes y sus risas), la propia sonrisa de Ninten se va haciendo más grande y con fuerza, de repente, atravesando el muro blanco que rodeaba la mente de Anna, comparte una sensación extraña con ella, riéndose también, con sorpresa, ella lo mira a los ojos sin reserva ni rastro de timidez. Está muy segura y muy contenta.
Ninten... ¿tú me amas?
Tropezando por un segundo con sus propios pies, la risa de Ninten se corta abruptamente. Antes de volver a continuar, en esa ocasión, un cuenco repleto de nervios; el rostro terriblemente colorado; el corazón agitado golpeándole el pecho, cayéndosele al estómago, volviéndose en mariposas; sus dedos centellan chispas de sensaciones que le hormiguean en el contacto entre las manos de ambos entrelazadas.
He estado enamorada de ti desde que tenía estos sueños contigo, antes de conocerte.
Anna podía ver cosas a través de sus sueños. Podía predecir los días de cosecha. Podía ahuyentar a los osos polares, los lobos y los pies grandes en las incursiones al bosque. Podía proteger a los habitantes de su pueblo si las bestias de la montaña intentaban atacarlos. Era una niña maravilla, que hacía mucho más de lo que debería a su corta edad.
Entiendo, no es el momento para hablar de estas cosas.
La verdad, aquello pasa muy rápido. Demasiado rápido para que Ninten tenga posibilidad de asimilarlo. Y antes de que se de cuenta.
—¿Y ustedes dos por qué están tan sonrojados?
Teddy los interrumpe. Luego es aquel robot alienígena. Y lo siguiente es que Lloyd los saca de un aprieto en un tanque y los salva de una muerte inminente en medio de las montañas.
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Anna. Hola.
¿Cómo va todo con tu madre? ¿Y en Snowman?
En Podunk estamos bien. A mi mamá le gustan las margaritas, ¿sabes? No sé porqué te digo esto pero estamos cerca de celebrar una fiesta del pueblo y pensé en conseguirle margaritas a mi mamá. Minnie y Mimmie están de acuerdo, dicen que soy el encargado de las flores y ellas se van a encargar de traer un mejor regalo a mamá. No sé porqué me molesto en intentarlo si ya sé cómo son. Pero aparte de eso todo está bien.
Lloyd dice que las margaritas están bien y que podríamos conseguir una fórmula para hacer que vivan más tiempo de lo que normalmente, pero le dije que en todo caso era mejor que hiciéramos una fórmula para que una margarita sea enorme y creo que enloqueció. Ahora no para de hablar de fórmulas de crecimiento y siempre que lo veo es todo de lo que habla. ¿Crees que una margarita gigante podría ser el mejor de los regalos insuperable para lo que sea que mis hermanas planeen darle a mamá?
Teddy va a hacer su debut dentro de dos semanas. ¿Vas a ir?
Saludos, Ninten.
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Querido Ninten:
Gracias por escribirme, tienes una letra muy desordenada pero aprecio el gesto. Mamá está bien, ha tenido sus días difíciles pero dice que está muy agradecida de tener a una hija como yo, también está feliz de estar de vuelta en casa, y a tiempo para la temporada de cosecha. He estado soñando que el clima se pone más difícil los meses que vienen así que se ha adelantado la fecha original y con ello también el festival de la cosecha. Me gustaría que pudieras venir. A Lloyd y a Teddy los invitaré también.
Las margaritas me parecen una idea maravillosa, pero piensa que grande no siempre es mejor. Creo que tu mamá estará agradecida con cualquier cosa que le regales siempre que sea de corazón. Me alegra saber que te llevas tan bien con tus hermanas. ¿Crees que me llevaría bien con ellas?
Claro que iré a la presentación de Teddy, ¿no has hablado con Lloyd? Recibí una llamada suya en el pueblo y me pareció que no estaba muy animado con la idea, ¿puedes averiguar qué le sucede al respecto por mi?
Estaré ansiosa de recibir tu respuesta, Ninten.
Con cariño, Anna.
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Querida- Anna:
¿Por qué no tienes un teléfono en tu casa y así te llamo en vez de escribirte? Ya sé lo que dice tu padre pero igual sería más fácil hablar contigo que con cartas.
Me alegra que tu mamá esté bien. Tiene razones para estar orgullosa de su hija. ¿Cuándo es el festival de la cosecha?
Grande siempre es mejor. Pero supongo que tienes razón... Mis hermanas te adorarían seguro, también mamá. Es difícil no tomarte cariño.
Lloyd aún está un poco molesto con Teddy por dejarlo de lado cuando íbamos a Ittoi. Pero no es nada grave, igual irá con nosotros... creo. Pero si no va podríamos ir tú y yo solos.
Gracias. ¿No habrás perdido tu sombrero otra vez, verdad?
Cuídate, Ninten.
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Ahora que lo dices sí que lo perdí en el tren, el viento sopló y se lo llevó...
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Las cartas fueron de ida y vuelta. Entre ellos mandándose señas.
Al principio Ninten se comía la cabeza tan solo por decidirse el tipo de saludo con el que iniciar, lo mismo con el final, y a veces hasta con qué decir para entablar una conversación. Así que sus cartas se llenaban a menudo de tachones y borrones. Pero tras la primera respuesta de Anna, Ninten pudo solucionar la parte del saludo, no la de la despedida sin embargo, y con el tiempo fue más fácil seguir la conversación. Citándose, comenzaron a acordar horas para poder hablarse por teléfono. Cada vez que la mamá de Ninten lo veía sosteniendo el teléfono con ambas manos, casi con el dejo de estarlo acurrucando, le decía que le mandara saludos a Anna de su parte, logrando que Ninten enrojeciera pensando que quizá su pequeño problema de autocontrol seguía haciendo de las suyas proyectando sus pensamientos en mentes ajenas. Pero nunca consiguió el valor suficiente para preguntárselo directamente a su madre.
—Mamá, que Anna no es mi novia, ¿cuántas veces voy a tener que decírtelo?
Su madre igual sonreía y solo se reía por lo bajo, asintiéndole y diciéndole « sí, sí, avísame cuando lo sea oficialmente » dejando al adolescente con la mar de emociones.
Una de las cartas que recibe de Anna menciona que ha vuelto a extraviar su sombrero y él, con dicho sombrero arrumbado entre sus pertenencias, observa en su dirección varias veces antes de finalmente tomarlo con sus manos y decidirse a quedarse a esperar a Anna al lado de su casa hasta que vuelva de la escuela para dárselo en persona.
En la espera se siente un manojo de nervios y está demasiado inquieto cuando la nariz le pica y como si no fuera suficiente que sus sentimientos lo acaloraran, los síntomas de un resfriado venidero le traen ese rosado permanente en las mejillas. Cuando Anna llega y lo encuentra parado en el frío de su pueblo, no en las ropas adecuadas para su clima tan fresco, lo hace pasar a casa y da el remedio más famoso de su pueblo para el resfrío: enjuague para hacer gárgaras. Solo después de ello es que parece caer en cuenta de que se encuentran de nuevo en persona. Y tras eso a ella misma se le asoma una sonrisa en la boca, un saludable tono rosado pintándole las mejillas.
—Me alegra que podamos vernos una vez más sin que el destino del mundo esté puesto en riesgo, Ninten...
La voz de Anna, dulce como siempre, le hace cosquillas cuando llega a sus oídos, repartiéndoselas por toda la cara y cuerpo también. No es de extrañarse, por eso, que cuando busque el sombrero de Anna las manos le tiemblen y se siente muy avergonzado cuando se lo extiende de esa forma. Pero tanto si Anna se da cuenta de esto como si no, su respuesta es muy concreta cuando lo único que hace al tomar su sombrero es regalarle una sonrisa breve, tierna y ligera, dulce, que destila la honestidad de sus sentimientos hacia él. La sensación de la tela del sombrero deslizándose fuera del alcance de sus dedos es la de un vacío asentándosele en el hueco sin llenar de su estómago. Ninten es que todavía no había comido nada. Incluso cuando el olor de sus preciadas costillas había hecho que se le hiciera agua la boca.
—Ninten...
Anna lo llama con suavidad y solo entonces es que Ninten trata de reunir el valor suficiente para encararla, obligándose a alzar la mirada en su dirección. Y apenas la alza un poco, cosquillas de una respiración más el tacto suave y gentil de los labios de la chica se hacen presentes en una presión ligera que ocurre sobre su mejilla. Con un sobresalto, abrupto, Ninten abre los ojos y se regresa a mirarla. Si en esa ocasión es capaz de ello se debe nada más que a la incredulidad que se apodera de sus sentidos porque. Anna acaba de besarlo... En la mejilla, sí. Pero un beso es un beso y en su mejilla todavía se siente la impresión del gesto que, de golpe, lo pone rojo por completo.
Buscando una explicación, llevándose una mano a la mejilla, Anna solo le sonríe una vez más y esta vez hasta se ríe cuando comienza: —gracias por recuperar mi sombrero por mí, Ninten.
Ninten desvía la mirada, las risitas de ella no ayudándolo, sino empeorando su estado. Llega a balbucear un está bien, no es nada. Llega a pensar que Anna, risueña, es adorable. Y en el proceso se acuerda de las palabras de su madre, por lo que... mira a Anna. Ella le permite el paso y la idea se proyecta en su cabeza con una preciosa sonrisa imagen de felicidad genuina, cuando ella lo mira le dice que sí tan solo con el brillo de sus ojos. Ella se le acerca, una vez más. El olor dulce y fresco, de repente pinchándole en la cabeza el aroma que le recuerda. Margaritas, por supuesto...
—Mamá te adorará... ya lo hace pero...
Ninten no termina de hablar cuando Anna vuelve a interrumpirle en medio de un beso. Esta vez, en la boca.
