- Shouko, bailemos.

Afuera estaba lloviendo, y él la estaba tomando de la mano para salir. Frunció ligeramente el ceño.

- Está lloviendo.

- No nos vamos a mojar, estaré usando Infinito – le aseguró sonriendo, con tal de convencerla y cediera a su infantil capricho. Shouko arqueó una ceja ahora –. ¡Vamos, Shouko!

-… Mientras uses Infinito para que no nos mojemos, está bien – cedió, dejándose arrastrar.

Después de todo, sólo sería bailar bajo la lluvia. Y también… Dejarse llevar por las ocurrencias de Gojō no estaba mal, siempre y cuando no fuesen muy perjudiciales.

Tal y cómo le dijo, Satoru usó Infinito apenas salieron; haciendo que la lluvia no cayera sobre ellos. Casi sonrió al ver cómo todo a su alrededor se empapaba y ambos permanecían secos, además de que las gotas de lluvia parecían rebotar sobre una superficie invisible.

Disimuló su sonrisa, acomodando su cigarrillo con su mano libre –pues la otra, la sostenía Satoru–.

- ¿Y qué quiere bailar el gran Satoru Gojō?

- ¿Sabes bailar bachata?

Estuvo tentada a reír, en cambio, sólo sonrió –. Satoru, somos hechiceros y casi siempre estamos ocupados.

Él sonrió, juguetón –. Entonces sólo debes seguirme.

Shouko sólo mordió su cigarrillo, sonriendo, reprimiendo una risa. Y sin decirse más, tomó la mano libre del albino, y comenzaron su improvisada bachata; donde supo que se trataba de un baile casi tan íntimo como el tango.

Aunque su caso era más de dos amigos (casi rozando a amantes), tonteando bajo la lluvia en un baile improvisado. Que al final la hizo reír y tirar el cigarro entre vueltas y giros; donde a veces Gojō se hacía el gracioso y se echaba para atrás mientras Ieiri lo sostenía –para su suerte, Satoru no se dejaba caer hacia atrás del todo–.

Pero en una de esas vueltas, su tacón resbaló, sorprendiéndola y asustándola un instante. Pero para su alivio, Satoru logró sujetarla.

Lo que provocó que desactivara Infinito, y por ende, terminaran empapados. Shouko comenzó a reírse al ver cómo el cabello de Satoru ahora se le pegaba a la frente, haciéndolo chasquear la lengua.

- ¿Te lastimaste?

- Gracias a tu intervención no – le sonrió –. Aunque ahora estamos mojados.

- No me digas – respondió con sarcasmo, haciéndola sonreír divertida.

- Vamos por un café.

Se levantaron, y pese a estar mojados por la lluvia, en ningún momento, soltaron sus manos. Estando cómodos así, como sólo ellos podían estarlo.