Apertura y Amapola II

I

1919

En un gueto judío de una ciudad de Michigan, unos chicos estaban sentados en la acera. Eran muy unidos por algo en común.

—¡Por favor que sea una reina de corazones, que sea una reina de corazones! —decía el pequeño Rocky con mucha esperanza.

Al final no pudo ganar porque su amigo Liam había hecho trampa. No duró tanto aquella fechoría. Los demás solo reían por la paliza que le daba el pequeño.

—Vámonos rápido —les dijo Grant a sus tres amigos.

Caminaron rumbo a su lugar de residencia. Siempre esperaban que aquella calle estuviera solitaria. Procedieron a entrar al callejón.

Vivían en una pequeña habitación propiedad de un señor que tenía un restaurante.

—¿Recuerdan que les prometí algo de diversión para esta noche? —Grant lo decía con picardía.

Todos afirmaban y seguían expectantes de lo que les mostraría. Benny y Liam empezaban a sospechar de lo que les daría. Rocky no tenía la mínima idea.

—La saqué de la habitación de un idiota del vecindario —abrió el sobre e hizo que miraran algunas fotos—. ¿No les fascina?

Benny fue el primero en tomar esas cosas para adultos, se notaba impresionado por el busto perfecto de aquella mujer que en su mirada se notaba complicidad para algo privado.

—¡Hey! ¡No es solo para ti! —le dijo Liam con desesperación.

—¡Vaya! ¡¿Así será el cuerpo de las niñas cuando crezcan?! —se notaba sorprendido Rocky.

—No todas, niño —Grant dijo con seguridad—. Otras se vuelven como la señora Ruth.

Mostraron una mueca de asco por lo que dijo Grant. Luego de examinar una y otra vez las fotos, procedieron a acostarse. Todo estaba apagado, pero ellos seguían con sus ojos abiertos, acostados mirando el techo desde el piso con cartones en donde dormían.

—¿Ya se durmieron? —preguntó el muchacho de cabellera rubia oscura y con algunos granos en su rostro.

—No —le respondió Benny a Grant.

—Yo tampoco —Liam se hizo presente.

—Menos yo —Rocky fue el último.

Todos se dieron una risa cómplice y en menos de diez segundos cayeron en un profundo sueño. Ya era algo de todas las noches que alguno de ellos preguntara por todos a la hora de dormir.

II

La hostilidad era pan de cada día para unos muchachos que salían de su gueto para buscar un pequeño empleo en otros lugares. Nadie quería a unos chicos callejeros, mucho menos si eran judíos.

Grant y los demás trataron de buscar empleo como hace dos semanas, pero siempre había alguna que otra traba para no poder darle ese pequeño empleo.

En su gueto era más difícil, usualmente todo estaba ocupado, salvo algún pequeño trabajo.

—Si seguimos así… no sé qué será de nosotros —los miró a los dos, pero luego se dio cuenta que faltaba uno—. ¿Dónde está Benjamin? —preguntó desconcertado.

—Fue a ganar algo de dinero en el parque —le dijo Liam con serenidad.

—¡Por un demonio! Si la policía lo atrapa, lo dejarán como saco de boxeo —reprimía su enojo—. Vamos por él, sé por qué lo hace —aceleró el paso.

—¡Espérenme! —Rocky les dijo tratando de seguirles el paso.

III

Estaba haciendo comedia muda, las personas a su alrededor comenzaron a dejarle alguna que otra moneda por las risas que generaba.

Solo necesito maquillaje blanco para su rostro y unos movimientos precisos para entretener al público.

Pero lo que hacía que valiera la pena era que se acercara ella a donde él estaba. Por unos leves segundos se distrajo por su sonrisa. No estuvo más de dos minutos porque su madre le dijo que debían ir a bordarle un vestido.

Benny se retiró algo triunfante, el dinero le había sido un alivio para él y sus amigos, pero esperaba poder verla nuevamente a ella. También porque la policía se estaba acercando al tumulto de gente.

—Tarado, no vengas aquí sin nuestra compañía, uno de los polis te puede golpear hasta el hartazgo por desorden y también porque le cantan los cojones —le recriminó Grant—. Y deja de verla.

—Tranquilo, tranquilo… —no sabía qué decir, pero recordó el otro motivo—. ¡Miren! ¡Tenemos para la cena de hoy! —les mostró las monedas.

—Hoy podremos comer un emparedado y un pastel —Rocky expresó alegría al ver la cantidad de monedas.

—Ya se está haciendo tarde, compremos la cena y mañana volvemos a buscar algo —dijo Liam al notar que el Sol se ocultaba.

No entraron a su cuarto, se quedaron afuera de este. Miraban el edificio de enfrente, se podía apreciar lo que las familias hacían. Estaban en silencio, cada uno comiendo lo suyo.

Benny se dio cuenta que la mirada de Grant se perdía entre uno de esos pequeños departamentos.

—Y yo pensaba que era el único tarado —lo decía con burla.

—Benny… lo tuyo es distinto —no dejaba de mirar a esa ventana—. Carol Pingrey no es para ti —notó la mirada de su amigo con el rabillo del ojo—. Su familia busca ascender fácilmente… solo fíjate en su mirada cada vez que hay contacto visual.

—Y Di Martino tampoco lo es para ti, es alguien educada, es mayor que tú y trata de salir de esta vida —le respondió con afán de molestar.

—Sé por qué te lo digo, luego no quiero verte deprimido —no se notaba enojado por las palabras de su amigo, pero decidió agregar algo final—. Carol también es mayor que tú.

El silencio nuevamente reinó entre ellos dos, pero caía cuando Liam y Rocky hablaron.

—¿Es verdad que tendremos que irnos de la ciudad? —preguntó con susto.

—Si las oportunidades no se dan… me temo que así será, pequeño —Liam trataba de ser lo más entendible con su amiguito.

Se quedaron en silencio por unos breves segundos, Rocky pensaba en lo que le preguntaría a su mejor amigo.

—Liam…

—¿Qué necesitas, amigo? —respondió mirando a la calle.

—¿Crees que algún día pueda volver a mi hermano?

No era fácil decir que lo abandonaron por no tener alguna carga. No era fácil contarle que sus padres prefirieron llevarse a su hermano Rusty porque él sí podría ayudar en traer dinero a casa. El rostro de su amigo…no le dejaba fácil ser sincero.

—Sí, solo hay que esperar. Las cosas se pondrán mejor. Verás que tu familia regresará —le movía sus cabellos al pequeño.

Solo fue cuestión de horas para que nuevamente se fueran a dormir y tratarán de encontrar algo para ganar dinero y no tener que irse de Royal Woods.

IV

Estaban caminando por toda la ciudad tratando de encontrar algún trabajo. Ellos siempre se reunían cuando tendrían todo el día ocupado en una casa deshabitada en la avenida Franklin. Dicen que allí vivió y desapareció una enorme familia.

Benny estuvo llevando el cargamento de varias botellas para varios restaurantes del gueto y otros lados, le dijeron que probablemente necesiten más gente. Se fue contento luego de casi ocho horas de trabajo y bien pagados.

Cuando se disponía a ir a la casa de la avenida Franklin, vio que unas cuatro calles antes estaba, en una casa, Carol Pingrey. Se acercó más y lo que vio la sorprendió.

Esa casa estaba repleta de señoras dedicadas a la costura, y en medio de ellas estaba Carol probándose varios vestidos de una manera juguetona. Tenía unas mallas beige que le cubrían todo su esbelto cuerpo y eso le daba la facilidad de ponerse uno y otro vestido o cualquier prenda.

Ella en uno de esos momentos jugaba a que era una bailarina de ballet y al dar una vuelta de puntas, miró por la ventana y pudo percatarse de la presencia de Benny.

El castaño se tiró al suelo de jardín exterior y otra vez se incorporó para seguir mirando, tenía suerte que los arbustos lo cubrieran de las personas que caminaban por esa calle.

Carol fingió no ver a Benny y se mantuvo vistiéndose con las prendas que le daban una y otra vez. Cuando ella terminó de hacer aquello, ya eran cerca de las siete de la noche.

Benny caminó algunos metros antes de que ella para parecer que estuvo de casualidad en ese lugar.

—¿Te gustó?

—¿Me hablas a mí?

—Sí… te hablo a ti. Dime, ¿cuál te gustó? Y no me digas que no viste nada.

El muchacho estaba algo nervioso y avergonzado, no creyó que la chica se haya dado cuenta de que la espiaba.

—¿Me lo dirás? —lo decía con un tono encantador.

—M-Me gustó el… el… en verdad te queda esa falda marrón y ese abrigo delgado de color púrpura… —les costó ser muy sincero.

Carol en ese momento vestía un vestido blanco, un abrigo negro y un sombrero que daba la apariencia de ser elegante. Ella no era una judía como tal, solo su madre lo era y por ello vivían en el gueto.

—¿A veces te veo por acá? ¿Tienes a algún familiar aquí?

—Eh… no, solo paso por aquí por… por… ya sabes, solo de paso.

—¿Te llamas en verdad Benny?

—No, mi verdadero nombre es Benjamin Stein.

—Benny es más fácil.

Ambos siguieron el camino en silencio, ni uno trató de mirar al otro o hablar. Se podía sentir que ambos estaban nerviosos.

—Me agrada lo que haces en los parques —lo dijo sonriente, pero no lo miraba.

—Gracias —estaba igual—. Tú bailas bien.

—Eso no fue baile, solo… no era nada —estaba sonrojada.

—Me encantó verte hacer eso.

Ambos hicieron un alto y se miraron a los ojos, Benny no era solo unos centímetros más bajo que Carol y tres años más joven que ella. La rubia lo miró con una encantadora sonrisa.

—Tal vez puedas ver mi "baile" en otra ocasión… yo trabajo de esta manera aquí y en la tienda de costura de la señora Carmichael —se fijó la hora en su reloj de bolsillo y volteó a ver tras Benny—. Ya me tengo que ir, fue un gusto charlar contigo, adiós.

—Adiós…

Ella avanzó con rapidez porque ya estaba oscureciendo y no quería que le pasara algo en el camino.

—¡Rayos, le hubiese dicho que la podía acompañar! —botó su gorro marrón al suelo y lo pisó.

—¡Hey! ¡¿Dónde estabas?! —se acercaba más a su amigo.

Grant vio que Carol Pingrey se perdía a lo lejos, no dudó ni dos segundos en saber que su amigo estuvo con ella.

—¡¿Es por esa calienta pollas que nos dejas esperándote por casi dos horas?!

—No es eso… es solo que… —no sabía qué decir.

—No es que yo sepa mucho de mujeres, pero sé cuándo una no es lo que uno espera… tienes catorce años, ella está en otras ligas.

Se notaba que Benny estaba cautivado con ese pequeño dialogo que tuvo con la rubia, sería una de las pocas cosas que olvidaría hasta que llegara su muerte. Poca importancia les tomó a las palabras de Grant.

—Vamos —rodeó los hombros de Benny con su brazo e hizo que caminara a su lado—, los chicos y yo tenemos algo que decirte.

—Yo también.

Llegó y vio que ellos habían encendido unas velas para hablar en la habitación que probablemente haya pertenecido a las hermanas mayores de esa familia.

—Un tipo llamado Packowski nos quiere contratar para hacer algunos trabajos —le dijo Liam con dificultad.

—Sí, le dijimos que somos cuatro —agregó el pequeño Rocky.

—Quiere que robemos un cargamento de bebidas que viene de Canadá —lo dijo con seriedad.

Benny sabía a lo que se refería porque con los tipos con los que trabajó de mañana a tarde descargaban de un barco en la frontera.

—No pensé que llegaríamos a eso… ¿no hay más opciones?

Todos lo miraron sin decir algo, y eso fue suficiente para ponerse manos a la obra. No había de otros para unos chicos que vivían en las calles y que estaban unidos por algo en común…