El ritmo de la noche.
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Desde el sillón, el agente de la D.S.O. siguió cada uno de los gráciles movimientos de su amiga; al mismo tiempo bebió un poco de whisky. Ella no había dejado de hacer lo mismo desde hacía algunos minutos; en el suelo, sentada sobre sus piernas mientras contoneaba su cuerpo al ritmo de la música que sonaba en ese instante, no paraba de servirse más y más de la bebida embriagante. Restos del líquido escurrieron cada vez que lo hacía, pero eso a ella parecía darle lo mismo…o quizás sólo no notaba lo descoordinada que se encontraba.
Negó rendido con la cabeza; para ese instante no importaba lo que hiciera, ya estaba ebria.
No podía reprocharle nada tampoco, menos cuando fue él quien en todo momento le facilitó la bebida. Y no, no fue correcto que lo hiciera cuando la chica se encontraba tan afectada anímicamente, el único resultado que iba a obtener de esa fantástica idea pudo ser predecible para cualquiera —menos para él, según parecía—. Así que ahí estaba ahora, con una pelirroja ebria en su departamento, moviendo la cintura, los brazos y la cabeza en tanto reía divertida, todo sin dejar pasar más de cinco segundos sin beber.
No planeó terminar la tarde de tal forma, en absoluto. Ni en sus más extraños sueños imaginó ver algo como eso. Sin embargo, la situación se presentó cuando Claire le pidió un trago y él no dudó ni un instante ponérselo a disposición, incluso siendo consciente como era del afligido estado de la pelirroja. Al principio no encontró nada de malo en ello; su amiga estaba afectada, y él desde luego intentó aliviar aquello consintiéndola con lo que le pidió. En ese preciso instante, de cualquier modo, se cuestionaba qué tan bueno fue ayudar de esa manera.
Era un mal amigo. Incorrecto.
Esa mañana recibió un correo electrónico de la menor de los Redfield, en el mismo, además de enviarle un saludo y de informarle que estaba de visita en D.C., la pelirroja le pidió que se encontrasen alguna vez para charlar. No se negó y, de hecho, le respondió casi al instante invitándola a un sitio que él solía visitar cuando se quedaba en la capital; no pudo dejar de hacerlo, a fin de cuentas, era justo admitir que ya había transcurrido el tiempo suficiente desde la última vez que se vieron. Y siempre era bueno encontrarse con ella en situaciones más placenteras.
Todo avanzó con relativa normalidad; eran un par de viejos conocidos disfrutando de una comida en un modesto restaurante, a la vez que recordaban y relataban lo sucedido en los dos años que, por cuestiones de cada uno, perdieron contacto. Sí, esa debía ser una situación placentera para dos personas que el destino unió en una catástrofe.
Después de eso, fue una invitación de él para ir a su departamento, todo con el fin de «terminar de ponerse al día». Y entonces ocurrió. Al indagar sobre la vida amorosa de la pelirroja, luego de que ésta lo hostigase con el tema de cierta espía, su vieja amiga se rompió. Mil trozos se quedaron atascados en la garganta de Claire tras contarle un poco de su amarga experiencia con un tipo un poco mayor que ella, y después sólo no habló más. Ni siquiera volvió a mirarle a los ojos. Nada. No hubiese querido ser tan imprudente; de haber sabido que su amiga no pasó por algo mejor que él, habría pensado dos veces antes de bromear acerca de sus relaciones.
Era un mal amigo. Impertinente.
Ahora no evitaba pensar que la raíz de ese singular escenario, con su amiga bebiendo y bailando como si no hubiera un mañana, fue quizás culpa de él.
Y en ese instante no se sentía capaz de hacer nada más que continuar bebiendo también, a la vez que era testigo del mecanismo de defensa por el que ella optó ocultar su dolor.
Minutos antes tuvo la intención de hacerla parar, de arrebatarle la botella y recostarla para que descansara un poco, pero después de que Claire se opusiera a ello diciéndole autoritariamente que la dejara tranquila, él también prefirió desistir de la complicada tarea. En tal caso, se quedó sentado en el sillón, únicamente esperando a que en cualquier minuto ella cayese dormida.
Era un mal amigo. Abatido.
—Rhythm is a dancer, It's a soul's companion… —cantó la chica, apenas entendible.
Divertido, Leon alzó una ceja cuando la vio tratando de sacarse la blusa.
Se limitó a observar; ella continuaba contoneado su cuerpo, dispuesta a salir de esa estorbosa prenda. Rio un poco al ver lo complicado que estaba resultándole a su amiga realizar esa simple acción. No supo por qué ni cómo, pero antes de que pudiese darse cuenta, ya estaba de pie y tratando de mantener el equilibrio de igual manera. No notó su propio nivel de intoxicación hasta que se dio a la tarea de caminar. Como pudo, llegó hasta donde su compañera de supervivencia se encontraba sentada en el suelo, y pronto se sentó detrás de ella.
—¿Te ayudo con esto? —le susurró al oído; ni siquiera esperó una respuesta, pues enseguida sacó la blusa de su compañera por encima de su cabeza.
Claire sonrió, casi imperceptible. Un segundo más tarde y sin una prenda menos, la pelirroja dio un sorbo más a su bebida y continuó moviendo el cuerpo al ritmo que la canción le marcaba. Él se quedó ahí, atrás de ella, sencillamente siguiendo con la mirada los movimientos de su amiga. Deleitándose con la increíble vista que el cuerpo semidesnudo de Claire le ofrecía.
Era un mal amigo. Egoísta.
La bebida en su organismo, ciertamente, comenzaba a actuar de la misma manera que lo hacía en Claire. A esas alturas, ambos eran más instinto que conciencia. Sabía que sobrio jamás se permitiría mirar de semejante forma a la Redfield, y no porque ella no lo ameritase; era una mujer muy hermosa. Pero la respetaba, y la respetaba demasiado.
No en ese momento, sin embargo; en ese instante, sin descaro alguno, tal como un vil acosador, continuaba mirándola, embelesado por cada uno de sus movimientos. Y quería tocarla, y quería sentirla. La quería tan cerca de él.
Se irguió tanto como su tambaleante estado se lo permitió, y se pegó lo suficiente a la espalda femenina en cuanto lo logró, haciéndola disminuir de buenas a primeras la velocidad de sus movimientos. Claire dejó ir ligeras risas tras el torpe desplazamiento, pero no se negó a la cercanía. Ni siquiera Leon supo definir si su amiga era consciente de lo que estaban haciendo, pero tenía la ligera sospecha de que ella lo sabía a la perfección, pues en ningún momento dejó de moverse y, contrario a eso, comenzó a enviarle lascivas miradas mientras se balanceaba con la melodía.
No lo pensó demasiado, pronto llevó su mano derecha hasta el plano abdomen de Claire y la acercó más a él, moviéndose incluso más lento que ella.
—Puedo aliviar tu dolor —repitió la línea de la canción, musitándosela al oído.
La pelirroja volvió a reír. Acto seguido se mordió el labio inferior, al igual que, de espaldas como se encontraba, dejó recargar su cabeza en el pecho del agente, todo sin dejar de moverse ni un segundo. En ese momento la mano de Leon se movió por el abdomen de la Redfield menor, bajando poco a poco, generando una sensación placentera para ambos. Claire enseguida colocó su mano encima de la del agente, dispuesta a guiarlo hasta el lugar correcto.
Era un mal amigo. Atrevido.
Ambas manos se detuvieron en el borde del pantalón de la pelirroja. Así se quedaron un breve lapso, él aspirando el aroma de su cabello y ella bebiendo del líquido desde la botella. Leon al percatarse de lo que ella hacía, de inmediato le arrebató el objeto de las manos y lo arrojó a un par de metros lejos de ellos; no quería que continuase bebiendo. Si aún quedaba algo de lucidez en su amiga, quería que la utilizase para responder a sus caricias y nada más.
Tal acción no agradó a la hermana de uno de los mejores agentes de la B.S.A.A. En cuanto esta consiguió quitarse la mano de Leon de encima, se arrastró sobre sus rodillas hasta donde se hallaba la botella de whisky, una vez ahí, llevó la boquilla hasta sus labios y dio un trago más. La garganta le quemó y no evitó un gesto ante la sensación.
Por su parte, Leon tomó el pequeño vaso que la menor dejó casi lleno y, asimismo, se lo llevó a la boca tan pronto lo sostuvo en sus manos. En cuanto el ardiente liquido pasó por su esófago, estuvo dispuesto a retomar la actividad pendiente. De la misma forma en que Claire se dirigió hasta el otro extremo de la sala, él se acercó a ella.
Era tan hermosa. No podía quitar su mirada de ella, ya no. Y no alcanzaba a comprender la razón que todo ese tiempo le obligó a no mirarla más allá que como una simple amiga; cómo fue que jamás notó el increíble brillo de sus ojos azules, por qué no se percató antes de la dulce sonrisa que poseía, en qué momento dejó de prestar atención a ese cuerpo tan espectacular.
¿Cómo alguien pudo atreverse a hacerle daño a ella?
No tenía idea si era culpa del alcohol ingerido, seguramente sí, daba lo mismo en realidad, en ese instante nadie podía evitar que sintiese una gran necesidad por aliviar cualquier dolor en su amiga. Tal vez ya no estaba pensando con claridad, tal vez incluso el juicio se le fue al cesto de la basura desde hacía un buen rato, pero ya no podía detener ese instinto. Quería hacerlo.
En cuanto desapareció el espacio entre ellos, la volvió a tomar por la cintura y acercó sus labios hasta el mentón de Claire. Recorrió toda la línea de su quijada con suaves y húmedos besos. Por el momento no quiso competir con la botella que ella todavía sostenía cerca de su boca, de cualquier modo, poco faltaba para que su amiga dejase de prestarle atención a eso y se centrase por completo en él.
Era un mal amigo. Oportunista.
—I don't want to face the world in tears.
De no ser porque ella seguía la letra de la canción, Leon no habría comprendido lo que recitó con dificultad. La pelirroja por fin dejó caer la botella para colocar sus manos sobre las mejillas del agente; le sonrió divertida, mientras continuaba cantándole con esa particular y cómica voz. El de apellido Kennedy le devolvió el gesto antes de hacer suyos sus labios.
Sonrió en medio de la caricia cuando se percató que ella le respondía con el mismo ímpetu. Cuando sintió las delicadas manos abrazarle por detrás del cuello, le apretó más contra él. La menor de los Redfield contoneó sus caderas contra él, y en ese momento estaba casi seguro que ya no sólo era porque seguía el ritmo de la música; su amiga lo buscaba tanto como él a ella.
—No hay razón para arrepentirse —le susurró la letra de la canción en la boca.
Claire le sonrió y enseguida volvió a juntar sus labios.
Sus manos recorrieron la espalda de su amiga en un movimiento suave, y cuando le pareció que ella se distrajo lo suficiente, acercó de forma sugerente su pelvis contra la de ella. Su amiga tenía que darse cuenta de lo que provocaba en él; tenía que darse cuenta de que aquel tipo no era su única opción esa noche. Y estaba dispuesto a mostrárselo.
Con una de sus manos acarició la mejilla de Claire y profundizó el beso. Acarició sus labios con sutiles movimientos de su lengua. Con la otra mano se encargó de sostenerla por la cintura fuerte contra él.
Sin embargo, ella se separó de buenas a primeras, como si realmente se estuviese esforzando por seguirle el ritmo.
—Soy una mala amiga —dijo ella de repente.
Leon abrió grandes los ojos, sorprendido no únicamente por lo mejor que pronunció la chica en esa ocasión, sino también por las palabras expresadas. Claire se encontraba más consciente de lo que consideró al comienzo, y no, aunque se hallase más lucida de lo que él creyó, no lograba comprender la razón de sus palabras. A su criterio, era él quien no estaba comportándose como un verdadero amigo; ¡estaba abusando de la confianza de la que alguna vez fue su compañera de supervivencia!
Eso era el claro ejemplo de un pésimo amigo.
¿Cómo Claire podía pensar que ella lo era?
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Vidian.
