Lapis tenía dieciséis cuando cayó fuera de su casa. Tuvo que dormir con familiares y dormir en la calle en un tiempo.

De ahí, hubo un lapso de un año de difusa supervivencia, que por momentos, pareció ser destructiva para sí misma; fuma tabaco en la mañana, que compra después de entregar el periódico los días predeterminados por la empresa. Lo hace en el pórtico trasero, de frente al jardín descuidado mientras el pequeño duerme, ya que aquel no le gusta verla consumiendo aquello, pero la nicotina la tranquiliza.

Steven está de vacaciones. No hace nada más en el día más que atender los quehaceres del hogar, ver cartoon's en el televisor, y esperar a que Lapis vuelva de su trabajo; no la ve partir porque despierta de entre las ocho de la mañana, a las doce del día; Se ha desvelado últimamente con ella.

Su madre Rose, una mujer entrando a los cuarenta. Emplea su tiempo en la fábrica consumidora de seis de la mañana, hasta las diez de la noche. Es de dulces y siempre llega cansada a su cama, y duerme rápidamente después de acomodarse, aunque de vez en cuando llega a cenar.

Lapis y Steven, tienen la casa sola durante todo el día; Steven está sus veinticuatro horas ahí; ella sus diecisiete, porque labora las otras siete entregando periódicos en un lugar donde la explotan; Rose Quartz, madre del rizado, le aconsejó que no se preocupara por aportar dinero, mas cada viernes, Lazuli sigue dejando una parte de su paga en el recipiente rojo traslúcido de la barra cercana a la cocina. Todos le dicen que no es necesario, pero lo sigue haciendo.

Steven la mira dejar el dinero la mayoría del tiempo, todavía con su chaleco y sus pants un poco mugrientos, y se va a cambiar de ropa en el cuarto del rizado, después de que se abrazan, y él besa su mejilla y su frente, y ella hace lo mismo con él, como un ritual una costumbre de bienvenida, que ha prevalecido todo el mes.

Ella, últimamente, deja entreabierta la puerta a propósito cuando se quita las prendas hasta quedar solo con la ropa interior. Su cuerpo delgado oliváceo, muestra las cicatrices que se llevan de un lado a otro en donde su piel se muestra, y sus vestiduras de interiores púrpuras oscuras, dan la vista, de una figura frágil y medianamente ejercitada, y se estira ruborizada mientras siente como su corazón late fuertemente a la mera imaginación.

A veces, Steven la espía entre la parte estrecha que no toca la puerta con el marco de la misma; lo había hecho el pasado miércoles, y ella lo descubrió sin que se diera cuenta, sin decirle nada.

Se pone la falda azul y el top negro, mira por arriba de su hombro, girándose después en dirección a la puerta, cuando se da cuenta que esta vez el pequeño no la observa.

Un desánimo mínimo le entra, y su corazón pasa a la tranquilidad, y descalza, camina hasta el umbral para llamarlo.

—¡Steven! —dice —¡Ven, vamos a acostarnos un rato! —pide y con el dedo índice, enrolla sus cabellos ligeramente, y los pasa a su oreja.

"¿Steven... ?", se pregunta y sale del cuarto.

Cruza el pasillo alfombrado azul, se gira a la puerta del fondo (donde está el cuarto de la madre de él), vuelve al frente, y pegándose al costado derecho, pasa las manos por la pared turquesa oscurecida. Va a la sala solitaria, ve el foco desactivado del techo de machimbre polvoriento, y pasa al sofá azulado en frente del televisor que solo funciona con plogas, reposando en un mueble pequeño de madera.

Pasa a otros muebles o a las paredes, en donde en mayoría posan fotografías del niño con su madre, en marcos verdes y cafés, con cristales opacos, sonriendo, distraídos, en el festejo, en la ida al parque o comiendo algodón de azúcar en la feria.

Lapis toma esa última foto, la observa en donde ve al pequeño de unos cuatro años, sobre las piernas del que fue su padre, y a unos palmos, Rose con una expresión serena y feliz. Después escucha el sonido del sapo, la puerta del váter abriéndose, y deja la foto, caminando hasta la conexión de la cocina a la sala, donde la puerta del baño está, y el rizado que apenas sale sonrojado y despistado, da con su mirada rápidamente, y le sonríe con los labios.

—Steven —suelta Lapis —, ¿quieres ir a acostarte un rato en tu cama? —pregunta la joven, un tanto apenada.