Hoy, bosque de Dee'ja Peak
Después de muchas reparaciones, la cabaña del guardabosque estaba lista para ser habitada. Poseía todas las comodidades de cualquier morada del pueblo, junto con el beneficio adicional del canto de los pájaros y la brisa siempre fresca del Lago Paonga. Una chimenea servía para calentar agua o acurrucarse en la temporada fría, pero el dueño anterior había añadido una moderna cocina para comidas más sofisticadas y un modesto refrigerador para la cerveza que le esperaba al finalizar la jornada. La encimera hacía las veces de mesa de desayuno, almuerzo o cena, dependiendo del momento del día, pero su función no la libraba de la presencia de decenas de jarrones con plantas y flores, hierbas de todo tipo que se disputaban el derecho de habitar en esa casa junto a sus nuevos residentes.
El ambiente era amplio y contaba además con un enorme sillón de tres cuerpos que perfectamente podría haber servido de colchón, pero Maz hubiera puesto un grito en el cielo si su querida Rey le hubiera dicho que dormía allí. La joven se disculparía diciendo que había dormido en lugares peores, pero en vez de llevarle la contraria, aceptó con gusto la gran cama que su amiga mandó a hacer para ella, colocándola en la sencilla habitación privada.
Con mucho talento y un presupuesto acotado, Rey había logrado convertir el lugar en un sitio acogedor que por el momento sólo compartía con Beebee, su pequeño Corgi Pembroke tan adorable como revoltoso. Estaba segura de que al menos alguien dormiría en el sofá después de todo, porque no lo dejaría en el exterior como se acostumbraba, no en el medio de un bosque y con los peligros que eso implicaba. El cachorro era lo más parecido a un hijo para ella desde que su padre había fallecido, unos meses atrás.
Un escritorio lleno de notas y un par de estanterías repletas de recuerdos y libros completaban el escaso mobiliario que Rey obtuvo gracias a su propio esfuerzo y al corazón gentil de sus amigos, quienes la recibieron con los brazos abiertos cuando regresó de Coruscant. Aún después de muchos años, ese lugar seguía tirando de ella como las ramas que caprichosamente se enredaban en otros árboles y no los dejaban escapar, presión a la que ellos se sometían por gusto, aceptando que su destino era permanecer allí por siempre.
Ser guía de turismo era una forma elegante de referirse a su trabajo, porque lo que en realidad hacía era repetir a los visitantes las leyendas de las Montañas Gallo con algunas leves variaciones de su propia invención, mientras les enseñaba las atracciones naturales que tanto significaban para ella.
No estaba mal, no del todo.
No debería quejarse.
Esa noble actividad le permitía estar cerca del lugar que más amaba en la Tierra, el bosque que conocía de palmo a palmo desde los diez años. Su temporada lejos de Dee'ja Peak no hizo sino profundizar aún más el afecto por los árboles y el rumor del lago, el sol cálido en los días frescos y la sensación de libertad. Con un título y notas como las suyas podría haber aspirado a algo mejor, su padre siempre le decía eso. Pero para Rey no existía nada mejor que ese lugar.
Sin embargo esa no era la verdadera razón por la que regresaba, esta vez decidida a no volver a marcharse.
Era vivir en una agonía constante, pretender que él seguía por ahí para no asumir que eso no iba a suceder. Cuando se despidieron, ella fue la más decidida a separarse, ella fue quien le dijo que no quería volver a verlo nunca más. ¿Por qué iba a culparlo entonces por no cumplir una promesa que hicieron cuando eran casi unos niños?
La casa en el árbol continuaba en su sitio, tal y como la dejaron aquel día, pero Rey sólo se acercaba a ese claro del bosque cuando la soledad era insoportable. Si ella tuviera ahora la oportunidad de encontrarse allí mismo con su propia versión de diez años atrás, le diría que las cosas no siempre salen como se las planea a los dieciocho, cuando no hay límites para los sueños. Se diría que algunas palabras son más dolorosas que un cuchillo, que sus heridas no se cierran con el tiempo.
Se diría que confiara en sus instintos y que fuera más valiente.
Se lo tomaría un día a la vez.
Eso intentaba desde varios meses atrás, cuando Maz le ofreció el puesto. Podía ser libre en esa parcela de tierra, lejos de la mirada del pueblo que a veces se tornaba un poco asfixiante con sus mandatos y demandas sociales, familiares y amorosas. Su padre lo habría comprendido, el resto también lo haría a su debido tiempo. No dejaba nada en Coruscant que pudiera extrañar.
Quería estar sola.
La huerta era su mayor orgullo y la mejor manera de pasar el tiempo. Rey tenía ese talento que los más viejos llaman dedos verdes y todo lo que arrojaba en la fértil tierra crecía con entusiasmo. Beebee apreciaba los esfuerzos de su ama, espantando a los pajarillos que venían a robar el delicioso botín mientras ella se enfocaba en su labor.
La joven hizo una pausa para estirar las piernas. Haciendo girar su cabeza con cuidado sobre los hombros, ensayó los movimientos que conocía de memoria para acomodar la espalda y quitarse los calambres. Se sacudió la tierra de los pantalones e inspiró profundamente el aire puro, proyectando su próxima excursión al lago para recoger piedras de colores y dejar que Beebee correteara ppr ahí.
Imaginaba que recorría los acantilados con los pies descalzos sobre las piedras grandes y lisas, jugando a no resbalar, justo como hacía cuando era niña. Hasta pudo escuchar, opacada por el tiempo, las carcajadas de Ben cada vez que ella perdía el equilibrio y caía con estrépito al agua helada.
Tal vez podría ir luego, después de atender al siguiente grupo de visitantes. Las políticas ambientales del pueblo se preocupaban en organizar excursiones limitadas con un selecto número de participantes, cosa que Rey agradecía de todo corazón. El bosque era parte de su alma.
Y Ben también, dondequiera que estuviera.
Odiaba que la única certeza de que él estaba vivo y bien es la exigua información que recibía de sus padres. Odiaba que Leia siempre le dijera lo buena esposa que ella hubiese sido para él, sintiendo que se apagaba un poco más cada vez que la escuchaba sin responder lo que realmente quería por respeto. Pero lo que más odiaba era que el tiempo no parecía haber logrado que dejara de pensar en él y sentir un vuelco en el corazón cada vez que lo hacía.
No debería haber regresado a Dee'ja Peak. Pero lo hizo porque el bosque era todo lo que quedaba de él.
De ellos.
El resto del grupo jamás mencionaba su nombre, era como si lo hubieran eliminado de la historia. Rey sabía que lo hacían por ella, pero guardar los sentimientos para más tarde no servía de nada, a estas alturas ya lo sabía muy bien. La ofensa no fue tan grave, pero la distancia hacía que todo pareciera aún más dramático porque no existía posibilidad de enmendar las cosas.
Tal vez volver a ver a sus amigos, con los que hablaba regularmente por teléfono, le devolvería un poco de esperanza. Rose insistía con eso de que necesitaba seguir adelante y conocer gente nueva. Pero Rey lo había intentado sin tener mucha suerte. Nadie le hacía reír como él, nadie la miraba de esa forma, como si comprendiera lo que estaba pensando sin tener que preguntar.
Algunos días se torturaba imaginando que Ben había formado una familia en algún lugar, que pronto volvería a visitar a sus padres con la sorpresa de que ya eran abuelos y ella podría al menos estrechar su mano, respirar el mismo aire que él, para alejarse de nuevo a las sombras de colores que formaban su vida. No pretendía nada más que eso, no interferiría con su vida. Pero necesitaba saber, necesitaba cerrar ese capítulo de una vez por todas.
Sí. Una vez que volviera a verlo, podría seguir adelante. Se quitaría de la cabeza esa sensación de que perdió diez años de su vida esperando a alguien que parecía estar destinado a ella pero que en realidad, no lo estaba.
…
Diez años atrás, Dee'ja Peak
Todas las reuniones del grupo se hacían en lo de Ben. Su casa era la más grande y por si esto fuera poco, sus padres nunca estaban para impedirle la entrada a sus amigos. No es como si lo hubieran hecho de todas formas, nunca le negaban nada. Rey amaba a Han y a Leia, recibiendo gran parte de ese afecto que a veces Ben no llegaba a ver. Pero ella comprendía perfectamente lo que significaba sentirse solo aún estando rodeado de gente, y el caso de su amigo era mucho peor porque venía acompañado de las expectativas y deseos que forzosamente depositaban sobre los hombros de su hijo, ignorando sus verdaderos deseos.
Phasma y Finn se habían encargado de las bebidas para variar, porque eran los únicos mayores de edad además de ella misma y Ben. Los muchachos hurgaron en las despensas de sus casas sin éxito, pero se lucieron con la preparación del banquete. Armie estaba decidido a ser un gran cocinero como su madre, así que aprovechó para compartir con todos su última creación: algo maravilloso a medio camino entre una pizza y una hamburguesa gigante a la que Rose nombró Millicent, tal vez porque el queso anaranjado le recordaba a la gata de su amigo. Poe llegó con las manos vacías y la boca llena de excusas, pero nadie se molestaba con él porque era un cantante notable y sus melodías con la guitarra siempre divertían a todos por sus ocurrentes rimas.
Ben se mostró más callado de lo habitual, casi huraño. Apenas soltó palabra durante la cena y Rey se cruzó con su mirada varias veces sin alcanzar a vislumbrar con claridad sus emociones. Debería estar un poco angustiado por su partida, al igual que todos. El esfuerzo por disimularlo era evidente y le estaba costando reír con los chistes de Poe. El pobre la estaba pasando realmente mal, pero Rey tendría tiempo para hablar a solas con él cuando todos se fueran a casa.
Armie y Rose no pararon de arrojarse dardos toda la noche, atenuando un poco la tristeza que comenzaba a alojarse como un invitado no deseado en la fiesta. Rey conocía el secreto que ellos pronto revelarían y sonreía de antemano por la conspiración. Al parecer, llevaban saliendo más de tres meses sin que nadie sospechara nada, ¿Quién iba a hacerlo cuando parecían odiarse tanto? Rey no olvidaría ese día en el quinto grado cuando Rosie mordió a Armie porque él le robó los créditos por un proyecto de ciencias. En honor a la verdad, no estaban siendo muy discretos, entrelazando sus manos debajo de la mesa y pensando que nadie se daría cuenta de lo cerca que se habían sentado.
Rey los envidiaba, sólo un poco. Ben jamás pensaría en ella de esa manera. ¿Pero por qué no dejaba de pensar en eso cuando ella misma tenía la culpa de marcar la distancia? ¿Por qué de repente lo veía con otros ojos? ¿Qué había cambiado?
La serie de eventos del último año no le ayudaban a aclarar el confuso y penoso estado de sus sentimientos. Maul se consideró dueño de su corazón en cuanto ella accedió a salir con él, deslumbrada quizás por sus muestras de afecto apasionado y sus obsequios. Desde entonces hacía lo imposible por mostrarle a todo el mundo que ella era su novia, pero a medida que lo conocía mejor, ya no le gustaba tanto como al principio. Los problemas de Rey parecían no ser importantes para él porque no era capaz de ver más allá de su propia nariz y la chica encontraba irritante la rudeza con la que se lo hacía notar. Fue mera curiosidad, en contra de las advertencias de todo el mundo. En contra de los consejos del propio Ben, que se mantenía distanciado desde unos meses atrás pero respetaba su elección en silencio.
Porque fue Ben quien realmente estuvo a su lado mientras descubría que en realidad tenía un padre biológico que la estaba buscando. Fue Ben quien apretó su mano con gentileza mientras estaban en la sala de espera del estudio de la abogada Holdo y presenciaban la vergonzosa actuación arrepentida y falsa de su padrastro, intentando retenerla por todos los medios. Fue Ben quien le ayudó a preparar sus maletas para partir a Coruscant y le regaló muchos de sus libros más preciados con la excusa de que estaban juntando polvo en sus estantes.
Ben amaba esos libros. Desprenderse de ellos no debió haber sido fácil...
Rey supo entonces, mientras escuchaba a Phasma cantar a dos o tres octavas más altas de lo que podía y con algunas copas de más, que estaba enamorada de Ben.
¿Acaso no me ves?
Siempre lo estuvo, en realidad, desde la noche de las babosas cuando tenía diez años y lo confundió con un lobo del bosque por su cabello oscuro y sus ojos tristes. Pero se había dado cuenta a menos de veinticuatro horas de tener que partir hacia una vida nueva, una que no le garantizaba nada, mucho menos que él correspondiera sus sentimientos al irse. ¿Al menos la extrañaría?
No se lo diría. No de esa manera.
Ella no quería separarse de él, le bastaba con pretender que su amistad era algo demasiado valioso como para perderla por un capricho, que posiblemente tenía origen en un irracional miedo a los cambios. Unos cuántos kilómetros no los alejarían, pero quizás le darían a él la posibilidad de conocer a alguien más, alguien que tuviera la valentía de darle eso que ella no podía. Una vez Ben confesó que había besado a Zorii Blis cuando los amigos le presionaron en ese juego de verdad o reto que ellos hacían. Pero lo hizo para que lo dejaran en paz, Rey sabía que no era cierto. Él jamás había besado a nadie.
Ella lo sabía todo acerca de él.
Cuando Rose le dio el último abrazo entre lágrimas y partió junto a Armie en el travesaño de su bicicleta, Rey y Ben se quedaron solos en la casa, con la única compañía de los platos sucios y los sentimientos aprisionados revoloteando en su estómago como mariposas. Ella llevaba viviendo con los Solo desde unas semanas atrás mientras preparaban la mudanza a su nuevo hogar, incapaz de regresar a lo de Unkar.
Evitaron el tema que más dolor les causaba, acompañando la charla con chocolate caliente, como si el dulce brebaje pudiera ahorrarles la amargura de una despedida temporal. Hablaron de enviar mensajes como siempre, aunque en Dee'ja Peak el servicio de Internet era famoso por su lentitud. Ella prometió regresar para el verano siguiente para visitarlo y él le dijo que la esperaría en la casa del árbol. Ben se iría pronto también a pasar una temporada con su tío Lando en Bespin, ansioso por escapar esta vez del campamento de verano de su otro tío Luke y la presión de sus padres por contagiarle alguna vocación.
Rey pensó que no iba a pegar un ojo por la excitación de sus sentimientos recién descubiertos que debía ocultar un poco más, pero en algún momento se desmoronó de cansancio junto con Ben en el sofá del living. A la mañana siguiente admitiría que ese fue su plan desde el principio, o eso fue lo que susurró cuando él quiso despertarla para llevarla a su cama como todo un caballero.
Ben siempre sería su caballero, su mejor amigo.
Se acurrucó en la calidez que le ofrecía el pecho de Ben, sabiendo perfectamente que iba a encontrarse con su profunda mirada ámbar al abrir los ojos. Y así pasaron su última noche juntos, compartiendo lo único que creían merecer.
No tenía intención de despertarse, a pesar de que hacía rato que su conciencia se había activado para recordarle con rudeza que el tiempo de los sueños y de las fantasías iba quedando atrás.
Sentía los latidos fuertes y las inspiraciones profundas de él, su brazo derecho aferrándose a su cintura y la palma de su mano abierta en la parte baja de su espalda, inmóvil pero un poco temblorosa, como si no quisiera estar del todo en ese lugar. El gesto de infinita dulzura de sus largos dedos enredándose en su cabello no le pasó desapercibido, y ella lo saboreó conteniendo la respiración, esperando tal vez que él avanzara un poco más, aunque lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a hacerlo de todos modos.
Ben siempre era el primero en despertar, al menos eso le decía ella. Pero la verdad era muy diferente, aunque Rey no iba a admitir que durante años aprovechó los instantes de la duermevela para mirar a su amigo a través de las pestañas entornadas. Es por eso que sabía que él llevaba un rato despierto, prolongando el momento de contacto que ambos se permitían hasta que la realidad se impusiera para separarlos. Y se había tomado ese tiempo para absorber cada partícula de su perfume a sándalo, ese que había buscado en otros muchachos que de ninguna manera se parecían a él.
Pensó con culpa en su novio y por un instante se sintió muy mal. Maul era completamente diferente a Ben y por eso había accedido a salir con él, deseando poder dejar de pensar en la sonrisa contagiosa de su amigo y en la suavidad con la que la trataba siempre. Pero su perverso experimento no estaba funcionando. Daba igual, pensó Rey. Esa misma tarde le explicaría que no podría mantener una relación a distancia y le liberaría del compromiso sin resentimientos. Sólo esperaba que Maul no se lo tomara a mal con ese carácter irritable que tenía a veces.
Con tristeza Rey se consoló guardando el instante de despertar junto a Ben en un rincón sagrado de su mente. Era algo cruel para cualquier humano, tener que prometerse que todo estaría bien si lo mantenía en secreto, si fingía, como lo había hecho siempre, que eran los labios de Ben los que besaba al estar con su novio. No era justo, pero peor era perder a su amigo a costa de un sentimiento que ya llevaba junto a ella más años de los que podía recordar. Ahora lo sabía.
Y también tendría que separarse de Ben después de todo. La aparición de su bondadoso padre extraviado no podía caer en peor momento, porque Rey no estaba en condiciones de negarse a su oferta de vivir con él en Coruscant y de acceder a una Educación Superior que le abriría las puertas del mundo. Existía solamente una razón por la que se quedaría en Dee'ja Peak.
Ben Solo.
Podría fingir que aún dormía y estaba experimentando alguna pesadilla. Podría pretender que ese era un instante fuera del tiempo mientras su mano ascendía tímidamente por el pecho de Ben hasta llegar a su cuello, deteniéndose allí para acariciar las líneas de su mandíbula y sentir la aspereza de su piel allí donde la barba se resistía a crecer. Podría dibujar la silueta de sus labios con sus dedos y memorizar la proporción exacta de su nariz, para terminar hundiendo también sus dedos en su abundante cabello oscuro.
No quería ser sólo su amiga.
Un suspiro de frustración abandonó su cuerpo cuando el explosivo ruido del motor de una motocicleta terminó con la farsa de su despertar. Ambos abrieron los ojos del todo y se miraron con algo de confusión durante unos segundos, intentando componerse para la llegada del intruso. Ben se alejó rápidamente en dirección al baño, dejándola desconcertada, culpable y sola en el sofá.
Pero apenas podía ocuparse de ella misma ahora y necesitaba elegir las palabras adecuadas para lo que estaba a punto de hacer. No estaba segura de qué haría luego con sus sentimientos recién descubiertos y con Ben, pero iba a dar un paso a la vez, como si estuviera desarmando uno de los automóviles de Unkar en orden para volver a colocar las piezas luego. Sólo que se iba a deshacer de algunas partes.
Ben regresó a la cocina y se desentendió del recién llegado mientras se ocupaba de lavar los platos, sin dejar de observar a la pareja con recelo. Rey aceptó los besos de su novio con un poco de pudor, consciente de que Ben estaba en el fondo de la habitación tratando de ignorar a Maul. Pero sus movimientos bruscos le delataban, Rey sabía que el odio era mutuo pero no estaba segura de cuál era el motivo real. En un momento de debilidad, Armie le dijo que una vez pelearon por el honor de una chica pero jamás reveló su nombre, Ben lo mataría si lo hacía. Por esa razón no lo había invitado a su fiesta de despedida, aunque dudaba que él se dignara a aparecer porque no le caía en gracia a ninguno de sus amigos.
Cortar su relación con Ben escuchando todo hizo que se sintiera enferma y cohibida, por eso es que aceptó dar una vuelta con Maul en su motocicleta, con la excusa de buscar un lugar un poco más privado para hablar. Claro que su novio no se imaginaba que pronto dejaría de serlo y para él se trataba de un paseo corriente con la esperanza de obtener algo más de ella antes de que se fuera, así que aceptó con entusiasmo y ambos se perdieron por el único camino que llegaba hasta el Lago Paonga por el costado del bosque.
A pesar de haber planeado todo, las circunstancias le obligaron a improvisar. Maul sospechaba desde hacía un tiempo que algo ocurría en su corazón y no se lo tomó del todo bien. Eso no hubiera sido un problema grave en una conversación normal, frente a frente y mirándose a los ojos. Pero con él todo era extremo e impredecible, y el hecho de que aún iban en moto cuando se desató el conflicto, no hizo más que empeorar la situación.
De alguna manera, Rey logró bajarse y se alejó a paso decidido en la dirección contraria. Maul se sentía tan indignado por lo que acababa de sucederle, tan herido en su orgullo, que no le importó para nada dejarla a pie en el medio de la nada mientras el cielo se llenaba de nubes oscuras. Su amor se había esfumado de repente, sobre todo cuando Rey fue incapaz de negar que la verdadera causa de la ruptura fuera Ben Solo.
Pero antes de desaparecer de su vida para siempre, dio una vuelta y se acercó lo suficiente a su ex novia como para que ella le escuchara gritar las palabras que terminaron de desestabilizar su mundo para siempre.
Él te ama también.
